Nuestros océanos están severamente sobreexplotados, la deforestación continúa a un paso acelerado, la biodiversidad está disminuyendo y la concentración de gases de efecto invernadero sigue aumentando rápidamente. La vida y el sustento de los ciudadanos del mundo están cada vez más en riesgo como resultado del daño que nuestras actividades les están haciendo a los ecosistemas y al medioambiente de nuestro planeta. Los riesgos de ocasionar daños profundos e irreversibles y de llegar a puntos de inflexión están aumentando. En consecuencia, dejar de actuar es peligroso. Sin lugar a dudas, los peligros se intensifican por el deterioro que trae consigo la acumulación de gases de efecto invernadero y el del material contaminante de larga vida que queda atrapado en la atmósfera. Las personas más pobres son las que resultan afectadas de la forma más fuerte. Sin embargo, todos nosotros seremos profundamente afectados por la negligencia y por el retraso continuo, así como por los principales desplazamientos de la población y por la tensión y los conflictos que estos probablemente causarán.
Muchos o casi todos nuestros problemas se basan en combinaciones de fallas del mercado y en el comportamiento irresponsable de corto plazo. Está en nuestras manos superar estos problemas a través de políticas apropiadas, un comportamiento colaborativo, una aproximación más a largo plazo de las consecuencias de nuestras acciones y el descubrimiento de diferentes tipos de organizaciones, políticas y tecnología. Estos se refuerzan mutuamente, y pueden traer avances en la calidad de vida material de las personas, particularmente para los pobres: pueden traer más equidad y una mayor inclusión social y económica, así como un medioambiente más atractivo y hospitalario para todos. En otras palabras, una mayor sostenibilidad, ambiental económica y social. Por supuesto, a menos de que actuemos para que estos tres pilares funcionen armónicamente, probablemente cada uno por si solo se verá debilitado.
Este libro desarrolla estos argumentos de forma clara y contundente. Además muestra los detalles claves que se necesitan para emprender acciones y diseñar políticas. Estas están diseñadas para abordar el corazón del problema y particularmente las fallas del mercado que están involucradas. Muestra cómo el emprendimiento y la creatividad de las empresas, los individuos y las comunidades se pueden alejar del daño causado por los mercados distorsionados y por el comportamiento irresponsable, y emprender acciones y descubrimientos que son económica y socialmente rentables para las empresas, los individuos y las comunidades en el mundo en su conjunto. Fracasar en corregir las grandes distorsiones del es distorsionarlo aún más. Si implementamos estas políticas vamos a crear una forma mucho más saludable, atractiva y fuerte de producir y consumir: más segura, limpia, discreta, más biodiversa y más equitativa.
Este libro enfatiza que la iniciativa de Economía Verde del PNUMA demuestra que construir una nueva economía, que promueva el desarrollo económico y la equidad social mientras reduce los riesgos ambientales y la escasez ecológica, no solo es posible sino necesario para la sostenibilidad. Llevamos demasiado tiempo discutiendo la necesidad de cambiar de dirección a nivel “macro” sin reconocer que los cambios en la economía global solamente pueden ocurrir si se construyen desde un nivel “micro”. Eso significa que necesitamos una política micro apropiada para lidiar con las fallas del mercado.
Lo anterior nos lleva a pensar en los agentes más grandes de la economía: las corporaciones. ¿Qué podría cambiar la forma en la que las corporaciones operan? Como cualquier especie, su “entorno” tiene que cambiar para que ellas evolucionen, y eso incluye cambios en las instituciones, las políticas y los precios. Pero también requiere una mayor discusión y un compromiso social sobre qué funciona, qué es sostenible y qué es responsable en relación con todas las partes interesadas.
La Corporación 2020 propone cuatro cambios principales que se pueden llamar “condiciones facilitadoras” para el desarrollo de una especie de corporación más responsable. Son las siguientes:
Actuar ahora es urgente. No podemos esperar hasta el 2050 o 2100 para cambiar nuestro desempeño ambiental. La ciencia nos dice que se tienen que hacer cambios dramáticos en la “forma usual de hacer los negocios” durante la próxima década si queremos mantener la esperanza de construir una economía sostenible.
Mientras actuamos tenemos que reconocer que:
Está en nuestro poder crear un mundo mejor, más justo y más productivo. Vemos lo destructivo que es nuestro camino actual y conocemos sus causas. Este libro expone claramente lo que debemos hacer y particularmente el rol que tienen los mercados y las corporaciones para lograr el cambio. No hay excusa para dejar de actuar.
Nicholas Stern.
Julio 2012.
“Economía Verde”, la iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) , muestra que este modelo económico, nuevo e incluyente, es el único camino hacia un verdadero mundo sostenible. Pero una economía verde no se puede desarrollar sin primero pensar profundamente sobre los roles y las responsabilidades de los actores que están involucrados en su construcción. Cambios a nivel macro solo se pueden construir a través de esfuerzos acumulativos de muchas entidades a nivel micro. Si vamos a dar verdaderos pasos hacia una economía verde el sector privado se debe convertir en el principal agente de innovación y de resolución de problemas del que puedan depender los gobiernos y otras partes interesadas
Las corporaciones pueden haber creado la situación en la que estamos hoy en día, pero también son las que están mejor posicionadas para llevar a cabo los cambios significativos que se necesitan para dar soluciones a una escala global. Como empresarios tenemos la responsabilidad de pasar de hacer negocios que causan daños colaterales a negocios que crean beneficios colaterales. Este cambio es crítico porque no sirve de nada ganar la carrera hacia grandes logros financieros, si esta va acompañada por una carrera para tocar fondo en lo social y ambiental.
Hasta ahora, la complejidad de la naturaleza y los “servicios gratuitos” que proporciona, han sido ignorados y degradados porque no tienen un precio asignado y no se comercializan en los mercados. En el desarrollo del modelo de una “economía sostenible” es esencial valorar el capital natural y reflejar el verdadero costo que tiene utilizarlo en la realización de negocios. Medir las externalidades y ponerle valor un económico a los impactos de las empresas en el medioambiente, no es solamente una cuestión de ser completamente responsables con la naturaleza —y por ende con nuestra calidad de vida y sustento— sino también una cuestión de aversión al riesgo y de búsqueda de innovación y de nuevas oportunidades para el beneficio de la sostenibilidad a largo plazo. Esta aproximación tiene que ser aplicada en todos los negocios —para que sean conscientes y midan los costos que tienen sus acciones en la naturaleza, para que puedan dibujar conclusiones claras y para buscar soluciones apropiadas— y en esta forma podremos movernos hacia un futuro más equitativo y sostenible.
Este enfoque es clave en este libro, que argumenta la necesidad de un nuevo modelo de negocios. Comparto con Pavan Sukdhev la creencia y visión de que las corporaciones deben actuar, ser responsables y liderar el camino. Espero que haya una nueva generación de líderes empresariales en la que ni siquiera se pregunten si los negocios deben ser un “gana-gana” para todas las partes interesadas, incluyendo la naturaleza y la sociedad. Sin lugar a dudas, seguirá habiendo competencia en el mundo de la Corporación 2020 pero las compañías competirán más en innovación, la conservación de recursos y en el servicio al cliente, en vez de hacerlo en la búsqueda de eludir impuestos, en el lobby corporativo y en la externalización de los costos.
Espero hacer negocios en el mundo de la Corporación 2020
Jochen Zeitz
Julio 2020.
Nota del editor: Mientras fue CEO y director de PUMA, Jochen Zeitz concibió y desarrolló el primer estado financiero de pérdidas y ganancias ambientales en el que se atribuía un valor económico a los impactos ambientales que generaba su empresa a lo largo de toda la cadena de suministro
Después de tres años y medio de escritura frenética (y de dirigir a los otros escritores) para entregar las iniciativas TEEB y Towards a Green Economy a las Naciones Unidas, me parecía extraño pensar que me lanzaría de nuevo a escribir. No soy un escritor profesional y tampoco lo disfruto. Sin embargo, sabía que la “economía verde” seguiría siendo una aspiración a menos que se divulgara y solucionara el mayor “problema organizacional” de nuestros tiempos: que la corporación, el principal agente de nuestra economía actual, no estaba ni persuadida ni incentivada para cambiar su modelo empresarial por uno sostenible. Y podía ver que si eso fracasaba, la iniciativa TEEB, que incluye la caja de herramientas para valorar los beneficios públicos de la naturaleza que aún no han sido calculados, sería algo inútil que tan solo adornaría las estanterías de libros. Pero inclusive esta lógica hubiera fallado en motivarme a escribir un libro si no hubiera sido por dos amigos que me convencieron de lo contrario.
Meenakshi Menon, la CEO de Spatial Access, me hizo ver que yo estaba demasiado comprometido con la iniciativa TEEB , con el proyecto Economía Verde y con los cambios que tenían que suceder, como para no escribir sobre la “Corporación 2020”. Una experta en medios y publicidad me propuso organizar la campaña y la plataforma web que se necesitaría para acompañar el libro. También se ofreció a preparar un capítulo clave para el libro: sobre la responsabilidad publicitaria, un elemento crucial de cambio que puede ayudar a impulsar la transición hacia la “Corporación 2020”. Meenakshi, no puedo agradecerte lo suficiente.
Sanjeev Sanyal, economista del Deutsche Bank, mi compañero en el proyecto de contabilidad verde GIST y el autor del best-seller The Indian Renaissance: India’s Rise after a Thousand Years of Decline, me incentivó a dar el salto. Sus consejos oportunos sobre “cómo y por qué” escribir fueron invaluables. Sanjeev también formuló y supervisó el capítulo sobre el mundo de la Corporación de 2020. Muchas gracias Sanjeev por estar conmigo a lo largo del camino desde GIST hasta la Corporación 2020.
Había encontrado el propósito pero los medios faltaban. M.K. Gandhi había dicho “Encuentra un propósito y los medios llegarán” y, como si estuviera haciendo fila, apareció la Universidad de Yale. Una reunión con sir Peter Crane (decano de la Escuela de ciencias forestales y estudios ambientales de Yale) sobre cómo Yale podía crear valor educativo de los próximos informes TEEB se convirtió en una discusión de reclutamiento. Hace tiempo había aceptado la oferta de la Universidad de Yale de ser su McCluskey Fellow para el 2011. Su oferta incluía apoyo en la investigación de posgrado para un libro llamado La Corporación 2020. Gracias Peter por visualizar este equipo y hacerlo posible.
Mi profundo aprecio a mi equipo de trabajo en Yale, que investigó y escribió un borrador preliminar de muchos de los capítulos de mi libro. Este grupo de excelentes estudiantes de pregrado me da esperanza para el futuro. Bryant Cannon investigó y escribió un e-book (recién publicado) sobre la historia legal de la corporación, el cual Michael Parker resumió para el capítulo uno. John D’Agostino investigó la historia económica de la posguerra para el capítulo dos. Namrata Kala investigó y redactó los borradores de los capítulos cuatro y cinco, y merece completamente el epíteto “señorita externalidades”. Brian Marrs vivió y respiró el tema de tributación de los recursos naturales durante muchos meses mientras escribía ese capítulo. Joseph Edgar investigó sobre el lobby corporativo, un hilo temático que recorre varios capítulos. Rafael Torres redactó el borrador del capítulo sobre el apalancamiento y al hacerlo, cubrió en profundidad una plataforma crucial de cambio. Michael Parker investigó el capítulo final acerca del mundo de la Corporación 2020. Alisa May nos dio excelentes ilustraciones para nuestras portadas y e-books y Star Childs cuidadosamente diseñó todos nuestros diagramas: una tarea meticulosa y muy bien hecha. A este equipo de Yale, muchas gracias.
A Kevin Kromash, otro egresado de Yale, le correspondió la ardua tarea y el gran esfuerzo de organizar la red en la que se ha convertido la Corporación 2020, y hacerlo con un cronograma exigente. Como mi supervisor de investigación del proyecto, Kevin no solo organizó a todas las personas, incluyéndome a mí, para que hiciéramos a tiempo lo que teníamos que hacer, sino que editó y leyó exhaustivamente todos los capítulos e investigó y escribió sobre varios temas que no habían sido considerados. Si La Corporación 2020 fuera un negocio, él sería el jefe de operaciones. Bien hecho Kevin y muchas gracias.
Les agradezco a Brad Gentry, Stuart DeCew y Amy Badner de CBEY por organizar La Corporación 2020 y por aconsejar y ayudar en la coordinación de actividades en Yale. También quiero agradecer a George Joseph, Eugenie Gentry, Jeanette Gorgas, Marian Chertow, Susan Welles, Victoria Manders, y Jessica Foote de la Universidad de Yale por su ayuda en varias etapas del proyecto.
Estoy en deuda con varios profesionales por sus reseñas exhaustivas y meditadas de varios capítulos de La Corporación 2020. Le agradezco a Ed Barbier por su reseña sobre los dos capítulos sobre las externalidades. Gracias a Allen White por su reseña y por sus comentarios detallados sobre la introducción y los capítulos en los que describes la Corporación de 1920 y a la Corporación 2020 respectivamente. Le agradezco a Camilla Toulmin por su reseña del capítulo “La gran alineación” sobre la economía de la posguerra, y a Gautam Patel y Connie Bagley por sus reseñas sobre el capítulo de la historia legal. Muchas gracias a Tom Lovejoy por reseñar ¿Por qué 2020?, el razonamiento científico en una etapa temprana del proyecto que después se convirtió en un libro electrónico que introdujo el tema. Gracias también a Rajiv Sinha y a Sanjeev Sanyal por reseñar varios capítulos.
Por sacar tiempo de sus apretados horarios para ser entrevistados para nuestro sitio web (www.corp2020.com), agradezco a Romesh Sobti, Paul Abraham, Alessandro Carlucci, Mohandas Pai, Jochen Zeitz, Michael Izza, Julie Katzman, Jon Anda, Partha Bhattacharyya, Daniel Esty, Jochen Flasbarth, Stuart Hart, Andrew Kassoy, Tom Lovejoy, Juliet Schor, Peter Seligmann, Erik Solheim, Gus Speth, Rob Walton, Adam Werbach y Allen White. Le agradezco a Michael Parker de Yale por organizar las grabaciones de video, a menudo en lugares remotos. Les doy gracias a Rick Leone, Doug Forbush, Phil Kearney y Lucas Swineford del centro Broadcast and Media de Yale por sus excelentes grabaciones de muchas de estas entrevistas.
Por su motivación y por su apoyo en los eventos de lanzamiento de este libro y por nuestra campaña continua “Corporación 2020”, les agradezco a Camilla Toulmin Steve Bass, Tom Bigg y sus colegas del IIED; Peter Seligman y los equipos de Conservación Internacional en EE.UU. y Brasil; Richard Spencer y sus colegas de la ICAEW; Laurene Powell Jobs y su equipo en el Emerson Collective; Julia Marton-Lefèvre, John Kidd y sus colegas de la IUCN en Cheju; Miriam Lyons y su equipo del CPD en Sídney; y a nuestros colaboradores del programa de Cambridge de Sostenibilidad y Liderazgo.
Por su apoyo investigativo, debo agradecerles a mis amigos y excolegas Anirban Lahiri, Saurabh Sen, Rajesh Tolani, Sunil Rangaiah, Abheet Dwivedi, Mohit Agarwal y otros del Centro CIB del Deutsche Bank en Mumbai (antes llamado GMC Mumbai).
Island Press ha sido una editorial estupendamente servicial en todos los aspectos y en cada etapa de la creación del libro. Chuck Savitt respaldó mi propuesta de poner en marcha una campaña alrededor de varias ideas de este libro y lanzarla antes de su publicación a pesar de correr el riesgo de revelar sus ideas demasiado rápido. David Miller dio críticas constructivas y retroalimentación editorial de alta cualidad. Quiero agradecer a Sharis Simonian y a Mike Fleming por la producción y por la corrección de estilo y a Maureen Gately, Denise Schlener, Meredith Harkel, Jaime Jennings y Rebecca Bright por su ayuda durante el proceso.
Por manejar mi horario ajetreado mientras escribía este libro, le agradezco a mi asistente Gloria D’Souza de GIST Advisory, también a William Walker, Ashley Maignan de Yale, y Cynthia D’Souza de Spatial Access.
Anita Horam, Ruchir Joshi, Nayantara Kotian y otras personas de Via Earth Productions hicieron un excelente trabajo diseñando nuestra página web y editando las entrevistas a los CEO.
El trabajo de Johan Rockstrom y de los colegas del Stocholm Resilience Centre Stockholm me motivó a trabajar con premura, así como lo hizo el trabajo de Tomorrow’s Company (Tony Manwaring) y el del Tellus Institute (Marjorie Kelley y Allen White) que enfatizan la importancia de transformar la corporación. Los autores que nosotros citamos son demasiados para agradecerles individualmente, pero su trabajo ha sido referenciado.
Muchas otras personas me ayudaron y me recibieron mientras escribía este libro, incluyendo a Keshav Varma, cuyo balcón en el jardín de su casa cerca de Washington me ayudó a acabar con mi “bloqueo de escritor” y escribir la introducción. Mi familia y mis amigos casi no me han visto durante este tiempo y les agradezco por entenderme.
“Fracasar es simplemente la oportunidad para comenzar de nuevo, de una manera más inteligente”
—Henry Ford
Si busca en internet la frase “Quisiera volver atrás”, encontrará un video de Tony Hayward, antiguo CEO de la BP.1 Sus comentarios —que no son el mejor ejemplo de la diplomacia corporativa— aparecieron en los todos los titulares el 30 de mayo de 2010, un mes después del derrame de petróleo de la BP en el golfo de México. Hayward, aparentemente, estaba intentando tranquilizar a los habitantes de Venice, Luisiana, que habían sido afectados por el derrame.
Lo que es llamativo no es el fracaso de Hayward en aplacar a la comunidad, sino el contexto en el que surgieron sus observaciones. Un año antes, Hayward había dicho que “el deber de cuidado” era el principio rector de su vida profesional.2 Mientras admitía sin reparos la historia de los desastres ocasionados por la BP en Texas, en la bahía de Prudhoe en Alaska, entre otros, declaraba que desde que había sido nombrado CEO de la compañía en 2006 se había enfocado en mejorar la seguridad. Pero a la vez enfatizaba que su objetivo principal no era salvar el mundo sino alcanzar las expectativas de los accionistas. Tan solo un año después estaba respondiendo por una falla de seguridad de proporciones dramáticas: el mayor derrame de petróleo en la historia.3 Como resultado, el precio de las acciones de la BP había colapsado y la riqueza de sus accionistas disminuyó en 70 billones de dólares en solo mes y medio.4
Después del desastre del Deepwater Horizon, Hayward cambió de agenda: se enfocó en controlar el daño. Discrepó de los hallazgos de tres grupos diferentes e independientes de científicos que aseguraban que debajo de la superficie estaba oculta una mancha de petróleo que alcanzaba 22 millas de largo. Declaró que los estudios de la BP no habían encontrado evidencia de ese fenómeno.5 También tuvo que responder a todas las preguntas que surgieron días antes de la explosión de petróleo, las cuales sugerían que en el Deepwater Horizon no se había tomado la opción más segura.6
¿Falló Hayward como CEO porque su compañía fracasó en cumplir con su prioridad principal, que era la seguridad operacional, o porque debido a esto tuvo que presidir la peor caída en las acciones de su compañía? La BP no incumplió ninguna ley, tampoco buscó cómo flexibilizar la regulación para perforar en el golfo de México, como lo habían hecho algunas compañías estadounidenses.7 Aun así la “huella” de la BP en el golfo de México fue enorme: hubo una gran pérdida de biodiversidad, se destruyeron las playas, se dañaron los cultivos de peces y de ostras y el turismo y el sustento de la vida local se interrumpieron. Un grupo de investigadores calculó que el costo total ambiental era de 34 a 670 billones de dólares.8 El incidente llevó a que la BP estableciera un fondo de reclamos de 20 billones de dólares.9 Todos estos son problemas enormes, pero más allá de ellos, el futuro la BP como compañía estuvo en riesgo por la indignación pública que causó el derrame de petróleo. Entonces, el 30 de mayo, Hayward hizo lo que habría hecho cualquier CEO si su compañía ocasiona un problema social: tratar de controlar el daño a la reputación de su compañía y conservar la aprobación social para seguir operando. Sin embargo, incluso en este aspecto, la actuación de la BP interfirió en su camino.
El estudio de impacto ambiental (EIA) que había realizado la BP y que era el prerrequisito para obtener el derecho a perforar en el golfo de México resultó ser una copia mal hecha de otro estudio elaborado anteriormente. Este incluía en su lista de objetivos la conservación de las morsas, un mamífero que solo se encuentra en el Ártico. También sugería al profesor Peter Lutz —un experto en el impacto que tienen los derrames de petróleo en las tortugas marinas— como el contacto a quien acudir en caso de emergencia, aunque este respetado científico había fallecido en 2005.
En el famoso poema de Lewis Carroll “La morsa y el carpintero” del libro A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, los dos personajes del título lideran a un grupo de ostras en una expedición sin objetivo por la playa para después devorarlas. El estudio mediocre de impacto ambiental presentado por la BP trajo consigo, además de sus dos propios personajes ficticios, playas y cultivos de ostras destruidos a lo largo del golfo de México y una cultura corporativa que no respondió por lo que su propio CEO había declarado en público que era su prioridad principal. También sentó la base para tomar las decisiones de funcionamiento que le costaron a la sociedad billones de dólares y a sus accionistas alrededor de 70 billones de dólares, sin mencionar a un CEO que empeoró las cosas con varios tropiezos en el manejo las relaciones públicas. Todo esto vino de una compañía que se había gastado un estimado de 200 millones de dólares en una campaña global de publicidad sobre cómo la BP estaba “más allá del petróleo”.10
¿En qué tipo de expedición imaginaria la BP estaba liderando a un mundo indignado? ¿Acaso así eran las megacorporaciones multinacionales de la actualidad?
Un año después, a finales de mayo de 2011, más de veinte laureados del Premio Nobel se reunieron en Estocolmo para poner sus mentes excepcionales al servicio de uno de los más grandes desafíos del mundo y preparar un comunicado para Rio +20, una de las conferencias ambientales más importantes del mundo para la cual solo faltaba un año.11
Para dar inicio a las discusiones, sostuvieron un juicio simulado contra la Humanidad, en el que el demandante era el planeta Tierra y los cargos eran los graves daños ocasionados por el demandado. Durante varias horas, la Humanidad subió al estrado. Su abogado intentó defenderla con valentía, pero no tuvo mucho éxito. Los laureados del Nobel, quienes habían asumido el rol de “jueces”, terminaron el juicio y declararon a la Humanidad culpable en la mayoría de cargos. Ellos propusieron algunas soluciones, incluyendo ¡un periodo de 1.000 años de servicio comunitario! Aunque el juicio simulado fue una forma divertida y agradable de comenzar con un proceso serio, dejó algunas preocupaciones en el aire. ¿Estaba la Humanidad en capacidad de cambiar su forma de actuar o por lo menos dispuesta a cambiarla? En caso de no estarlo, ¿por qué no? ¿Había algo de patológico en la intransigencia suicida de la Humanidad? ¿Ya era muy tarde para siquiera molestarse en discutir este asunto?
Atendí a este evento como un testigo experto en la “economía verde” y en la economía invisible de la naturaleza. Mi única observación formal fue que el proceso había sido infructuoso porque el abogado del demandante no había llamado a juicio al litisconsorte invisible de la humanidad: la Corporación, el principal agente económico durante los sesenta años en los que la humanidad causó los daños por los que estaba siendo acusada. ¿Por qué la Corporación fue completamente obviada de este juicio dirigido por veinte laureados del Nobel si tan solo un año antes había ocurrido el impactante derrame de petróleo en el golfo de México, quizás el daño más grande y más conocido contra el planeta Tierra?
En 1759, el filósofo de la moral Adam Smith describió que los mercados tenían una “mano invisible” que manejaba la economía y procuraba bienestar. Esta era una combinación de las fuerzas del mercado como el interés personal, la competencia, la oferta y la demanda.12 Una de las principales críticas a la hipótesis de la “mano invisible”, que explica por qué el comportamiento egoísta en el mercado se traduce en beneficios sociales, es que ignora el gran costo social que las empresas le pasan al mundo: sus famosas “externalidades negativas”.13 Entonces, si las fuerzas del mercado son la “mano invisible”, la corporación —el agente principal de la economía y el jugador principal del mercado— podría ser el “pie visible”. Porque ¿cuál sería el impacto de las cuatro fuerzas del mercado de Smith con la ausencia de las corporaciones?
Sin las corporaciones de hoy en día, la mayoría de los bienes no se producirían o su producción sería ineficiente. La mayoría de la demanda, incentivada por la publicidad corporativa, se perdería. La competencia en los mercados, sin sus agentes más agresivos, no crecería y el interés personal estaría opacado por un objetivo social: ¡este cuarto resultado quizá no es un gran problema! Pero la realidad es que las corporaciones, mientras buscan utilidades y se benefician de las externalidades, son la piedra angular de la economía. En efecto, no es nada más ni nada menos que el tamaño de sus externalidades lo que está permitiendo que el “pie invisible” sea reconocido a través de su gran huella visible.
Los costos que asume la sociedad cuando las corporaciones llevan a cabo sus negocios de forma “usual” —generando las famosas externalidades negativas— son bien conocidos. Estos incluyen: daños a la salud y al medioambiente causados por la contaminación y la descarga de desechos tóxicos; los costos económicos y la pobreza que trae consigo el cambio climático por las emisiones de gases de efecto invernadero. También incluyen otros impactos que no son ambientales, como la pérdida de los medios de subsistencia cuando los negocios locales son gradualmente remplazados por cadenas multinacionales de suministro y sus redes de distribución, o los costos a la salud pública que causa el consumo de cigarrillo.14 De hecho, entre los impactos más transformadores que causan las corporaciones hay dos enormes e indeseadas categorías de externalidades negativas. La primera es el daño al medioambiente y a los recursos ecológicos comunes que han sido afectados por la ilimitada emisión de gases de efecto invernadero, la excesiva generación de residuos y el uso indiscriminado de energía, tierras y agua potable. La segunda es el daño a la salud humana por los residuos tóxicos y los desechos no tratados, así como por la elaboración de productos nocivos y la promoción de su uso. Un estudio reciente estimó que las externalidades ecológicas y ambientales de las primeras 3.000 compañías listadas en la bolsa de valores llegan a un valor cercano a 2,15 trillones de dólares y que la actividad económica global tiene costos que no han sido revelados a la sociedad de 6,6 trillones de dólares. En otras palabras, “la forma usual de hacer los negocios” le está costando a la sociedad anualmente un estimado del 11% del PIB global.15
Mi argumento en este libro es que todas las externalidades materiales merecen medición, divulgación y manejo, así sean negativas o positivas. Ellas son la creciente “huella” visible que están dejando las corporaciones de la actualidad. La huella multibillonaria que dejó la BP en los ecosistemas, las comunidades y la economía del golfo de México es solo un ejemplo, aunque poderoso y evidente, de los billones de dólares que cuestan las externalidades negativas que las corporaciones acumulan anualmente. Por otra parte, algunas corporaciones también generan dos enormes externalidades positivas. Las corporaciones ofrecen capacitaciones que crean expectativas de ingreso o “capital humano” para sus empleados. Esto permite la creación de nuevas relaciones y nuevas comunidades que construyen “capital social” entre sus empleados, proveedores y consumidores. Una compañía como Infosys le proporciona habilidades valiosas de trabajo a miles de jóvenes en India. Otra como Natura ayuda a consolidar una seguridad económica y mejora la situación familiar y social de millones de amas de casa que venden sus productos en América Latina.16
Con una contribución tan significativa y evidente para el desarrollo y el crecimiento económico, y con cuatro grandes y significativos impactos invisibles, la corporación es la institución más importante en la sociedad moderna. Hay buenas preguntas sobre ella y sobre cuál es su rol en el mundo que merecen respuestas. ¿Qué define a la corporación de la actualidad? ¿Cómo y por qué surge? ¿Qué impulsa su éxito extenso y singular? ¿Qué problemas están asociados con ella y cómo la sociedad puede resolverlos?
La corporación de la actualidad es un poco anacrónica pues es el resultado de una larga historia de desarrollo que inició en la antigua India y Roma, que continuó en la Europa medieval y que culminó en el siglo XIX en Estados Unidos e Inglaterra. Sin embargo, la mayor parte del desarrollo de la corporación de la actualidad tuvo lugar durante un siglo convulsionado, que comenzó en 1820 y duró hasta el comienzo del siglo XX. En esos cien años se consiguió limitar la responsabilidad de los accionistas, se creó la personería jurídica de las corporaciones y las operaciones corporativas se liberaron de las limitaciones de tiempo, lugar y propósito, lo que les permitió iniciar cualquier negocio en cualquier parte del mundo si así lo querían sus accionistas. Estos cien años también liberaron a la corporación de tener un propósito social y se permitió que la sola búsqueda de utilidades fuera su razón de ser. Un caso hito en Estados Unidos (Dodge v. Ford, en 1919), afirmó que el propósito de la corporación era su propio interés. Por ende, para el año de 1920, la forma corporativa se había cristalizado en la corporación que reconocemos hoy en día, aquella entidad a la cual me referiré para el propósito de este libro como la “Corporación de 1920”.
Los factores que conducen al éxito de la Corporación de 1920 son la creación y la expansión de la demanda, la innovación de producto y los bajos costos de producción. Esta se caracteriza por su presencia multinacional, su éxito en la contratación laboral a gran escala y su “arbitraje de precios” a nivel internacional en cada aspecto de sus operaciones. La corporación arbitra los costos de la materia prima para abastecerse de forma barata de países en vía de desarrollo, ricos en recursos pero con gobiernos débiles de África y de Asia, o de Australia. También arbitra los costos laborales al contratar mano de obra barata proveniente de países asiáticos muy poblados en vía de desarrollo, para expandir su capacidad de fabricación. Arbitra los beneficios de la inversión extranjera directa en los países de donde proviene la materia prima, al igual que la inversión en subsidios que existe en los países en vía de desarrollo que están ansiosos por expandir su sector manufacturero y de servicios.17 Por último, pero no menos importante, arbitra la demanda de los mercados ricos en consumidores (particularmente, la demanda occidental por bienes de marca) al etiquetar y vender sus productos a precios altos que se traducen en sustanciosos márgenes de ganancia.
Como la tecnología está evolucionando siempre, una corporación exitosa necesita que su rotación crezca a un ritmo lo suficientemente rápido para cubrir los costos de aquellos productos que caen en desuso (con innovación tecnológica y el reemplazo constante de productos, como es evidente con los carros, celulares y computadores portátiles). En efecto, los modelos corporativos más exitosos (como lo es Apple) utilizan en sus estrategias de mercado productos que al poco tiempo se vuelven obsoletos. Además, la corporación exitosa necesita aumentar el volumen de producción para contrarrestar pérdidas marginales competitivas (como en los vuelos aéreos y en los microchips, etc.). “Más es mejor” es el mantra fundamental de la Corporación de 1920. Pero, además, la Corporación de 1920 necesita y alimenta a otro mantra central del modelo económico de la actualidad: “Crecimiento del PIB”.
La Corporación de 1920 tiene cuatro características que la definen. La primera es la búsqueda constante de crecer en tamaño y en escala para lograr el control del mercado. La segunda es el lobby agresivo que lleva a cabo para lograr ventajas regulatorias y competitivas. La tercera es el uso extensivo de la publicidad, en gran parte sin consideraciones éticas, para así influenciar al consumidor y, a menudo, crear una nueva demanda al jugar con las inseguridades humanas y “ al convertir los deseos en necesidades” que solo pueden ser satisfechas con nuevos productos.18 Finalmente, el uso agresivo de préstamos para apalancar la inversión que los accionistas han hecho en su empresa.
El apalancamiento, la publicidad y el lobby suelen combinarse para controlar el tamaño de la corporación y crear ciclos de retroalimentación positiva. Por otra parte, el tamaño crea eficiencia en los costos y economías de escala que permiten dar precios más competitivos, lo cual trae consigo más ventas. No es insignificante el daño colateral que la corporación le inflige a la sociedad en su afán corporativo por crecer, aun sin el exceso, mal uso o el abuso del lobby, la publicidad y el apalancamiento. Este daño ocasiona tres exclusiones: la exclusión de pequeñas y medianas compañías por la falta de acceso al apalancamiento; la exclusión de los consumidores pobres de otras alternativas que existen en el mercado de bienes manufacturados; y la exclusión, mediante el dominio de los medios de información y de las cadenas de distribución, de aquellos que quieren competir con nuevos productos (especialmente aquellos elaborados con tecnologías limpias o alternativas verdes).
En su libro The Corporation, Joel Bakan asimila a la corporación de la actualidad con un psicópata: carente de dirección moral, implacable en su búsqueda de poder y utilidades, “una máquina de externalidades”.19 No todos los comentaristas son tan negativos respecto de la corporación de hoy en día, pero algunos han discrepado del hecho de que la corporación les dé prioridad a los intereses de sus accionistas y excluya los de las otras partes interesadas.20 El creciente y enorme costo de sus externalidades sociales y ambientales, y la tendencia a comportarse de forma poco ética (incluyendo sobornos, incitaciones, lobby con las partes involucradas, publicidad engañosa, carencia de representación pública, entre una larga lista de escándalos),21 la justifican para obtener ventajas en los negocios y lograr mayores beneficios a corto plazo.
Es irrelevante determinar si una corporación promedio tiene una tendencia mayor a comportarse inmoralmente que una persona promedio. No hay un estudio que demuestre que las corporaciones transijan con base en estándares morales más altos que los de las personas. Por el contrario, hay un sinnúmero de casos que demuestran que las personas se alejan o se someten a sus estándares morales cuando tienen que actuar en nombre de sus empleadores desalmados. En las empresas, las personas que se atreven a denunciar actividades ilícitas han sido efectivas porque precisamente son la excepción y no la norma. Son, sobre todo, personas que en algún punto de su vida laboral han sido incapaces de soportar la desarticulación que existe entre su respuesta personal y su respuesta profesional a situaciones que requieren una posición ética.
Elionor Ostrom, ganadora del Premio Nobel de Economía en 2009 por su trabajo sobre la importancia que tiene el manejo comunitario de los recursos comunes (CPR, por sus siglas en inglés),22 describió a la corporación como una comunidad de accionistas que son propietarios de unos recursos comunes,23 pero que no parece estar manejada ni siquiera para su beneficio debido a los costos que tienen que asumir a largo plazo por los daños a su reputación, causados por las malas prácticas de la empresa. Por tanto, la Corporación de 1920 puede ser mejor descrita como una comunidad disfuncional de recursos comunes.
Esto es particularmente preocupante cuando uno considera que el arquetipo de la corporación de hoy en día opera a lo largo de docenas de fronteras nacionales, contrata a miles de empleados y a cientos de proveedores, y sirve a quizá millones de personas como sus clientes. ¿Debería existir algún espacio para la disfuncionalidad en el diseño de la corporación?
Las corporaciones partidarias de una economía verde, de un crecimiento corporativo bajo en carbono, y de implementar fórmulas económicas que apunten a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible a menudo se frustran por las barreras que existen para acceder al mercado, las políticas económicas hostiles, las leyes e impuestos que poco ayudan y los subsidios perversos. Las políticas públicas, la inversión pública, los impuestos, los subsidios y las leyes, en su conjunto, hacen referencia a las condiciones que podrían permitir, si se articulan adecuadamente, que exista un terreno fértil donde puedan florecer las estrategias de negocios “verdes”.24 No obstante, estas corporaciones usualmente se enfrentan a barreras del mercado y a la resistencia de los consumidores a los productos más “verdes” y experimentan el frustrante poder que tienen los subsidios enormes que apoyan el modelo económico opuesto: el modelo impuesto de “la forma usual de hacer los negocios”, o la muy llamada “economía marrón”. Por ejemplo, los subsidios a los combustibles fósiles suman un estimado de 650 billones de dólares por año, casi el 1% del PIB mundial.25
Los subsidios para la pesca —en especial para la pesca marina— equivalen a una tercera parte del valor de toda la pesca marina. Los subsidios a la agricultura en todo el mundo superan el valor de una décima parte del total de su producción.26 Por ende, no es sorprendente que a la energía renovable, la pesca sostenible y la agricultura amigable con el medioambiente les quede difícil competir con sus alternativas respectivas de la economía marrón. País tras país nos muestran ejemplos de exenciones tributarias, impuestos a las importaciones, incentivos a las exportaciones y exceso de subsidios que favorecen el statu quo de la economía marrón. ¿Cómo fue que el campo de juego en tantos sectores de la economía se volvió tan desigual y cómo fue que las corporaciones lograron obtener semejantes resultados? Esta pregunta pide a gritos una respuesta.
Un campo de juego globalmente desigual en el que se invierte aproximadamente un trillón de dólares al año en subsidios que favorecen “la forma usual de hacer los negocios” sobre sus alternativas más verdes es, por antonomasia, todo menos un mercado libre. No obstante, irónicamente, un fervor casi religioso por el libre mercado se ha vuelto la piedra angular del discurso de las corporaciones, que ha sido amplificado por las campañas de publicidad, las firmas de relaciones públicas, los lobbyists e inclusive los accionistas. Por ejemplo, las corporaciones estadounidenses hacen que sus accionistas, a lo largo de todas las circunscripciones electorales, inunden con llamadas las oficinas de los congresistas para denunciar la “legislación contra el libre mercado”.
Pero el libre mercado que ellos buscan preservar es casi siempre el statu quo del mercado, y sus grandes gastos en el lobby político es fundamentalmente un reflejo del valor que el statu quo representa en sus utilidades. De hecho, manejar el campo regulatorio es una de las formas más costo-eficientes mediante las cuales la corporación puede sostener su dominio. El lobby corporativo es una herramienta penetrante y potente que permite interferir en el proceso legislativo, ya sea para que el campo de juego se incline aún más a su favor, o alternativamente, para evitar cambios al statu quo. A menudo tales cambios pudieron haber ayudado a promover un balance más saludable entre los riesgos privados, las ganancias privadas, los riesgos públicos y los intereses públicos.
Aunque el lobby hace parte de la caja de herramientas de la mayoría de las grandes compañías, es particularmente importante para aquellas que operan en el ámbito de la confianza pública, incluidas las industrias extractivas de petróleo, gas, carbón, entre otras. De hecho, estas corporaciones están entre los monstruos corporativos del mundo: de las diez compañías más rentables del mundo, cuatro venden productos energéticos y tres tienen su base de operacionales globales en Estados Unidos.27
No es difícil ver por qué el lobby es una opción atractiva para las corporaciones que buscan ganancias y dominio en el mercado, ya sea a través de nuevas ventajas corporativas o a través de la preservación del statu quo. Pero ¿por qué el lobby pega tan fácilmente en el mundo político? No hay duda de que su éxito tiene que ver con la financiación de los partidos políticos y (en algunos países más que en otros) con la corrupción y las prebendas políticas. Pero este no es el caso de todas las naciones. En la mayoría de las democracias, los pesos y contrapesos son fuertes y los riesgos que corren los políticos de ser expuestos públicamente son reales y costosos. Y aun así, en todas las ciudades capitales, desde Washington hasta Wellington, la influencia del lobby corporativo es visible y exitosa.
La razón principal por la cual el lobby corporativo influencia con tanta facilidad la toma de decisiones políticas es que hoy en día la corporación es la institución más importante y dominante en la economía política. El sector privado produce el 60% del PIB mundial28 y emplea al 70% de los trabajadores del mundo.29 Los impuestos a las corporaciones representan una porción significativa de los ingresos del gobierno.30 En otras palabras, “las notas” que obtienen los políticos de hoy en día por sus méritos en las asignaturas de crecimiento del PIB, trabajo y manejo del déficit, son establecidas por las corporaciones. Por ende, no es sorprendente que los políticos se sientan en deuda con las corporaciones o que constantemente estén mirando de reojo para verificar si tal cambio de política puede afectar la rentabilidad de algún sector industrial. Lo último que quieren es que sus votantes vean que han “reprobado” sus asignaturas, lo cual impediría que fueran reelegidos. Tampoco causa asombro que en el “capitalismo clientelista” sea tan común31 que entre los funcionarios públicos y los empresarios exista una estrecha relación en la que se deben favores, no importa si estamos mirando a América Latina antes de la crisis de 1970, o a Asia antes de la de 1997, o a Estados Unidos antes de la de 2007.32 La puerta giratoria entre el tesoro de los Estados Unidos y Wall Street fue la máxima sofisticación de ese capitalismo clientelista, la cual tuvo un impacto profundo en la historia financiera y económica de nuestra época, especialmente en la crisis financiera de 2008 y la recesión económica que le siguió.33
La “Corporación 20/20” del Instituto Tellus es una iniciativa internacional de múltiples partes interesadas que busca desarrollar y divulgar una visión y un camino para la corporación del siglo XXI en la que el propósito social se mueve de la periferia al corazón de la organización.34 En el artículo académico “Corporate Design: The Missing Business and Public Policy Issue of our Times”, publicado en 2007, los autores resaltan que “actualmente los líderes empresariales operan dentro de un diseño corporativo heredado del siglo XIX, con unas estructuras de propiedad y de gobierno que se desarrollaron en la era anterior al automóvil”.35 El artículo académico percibe el reto de crear un nuevo tipo de corporación como el “desafío de diseño del siglo XXI”.
Este libro refleja muchas de las inquietudes que surgieron en el proyecto de la Corporación 20/20 y propone una solución integral al problema del diseño corporativo. La Corporación 2020 sostiene que a pesar del liderazgo excepcional de algunas corporaciones los cambios endógenos no serán suficientes y que los cambios exógenos con la colaboración de los gobiernos, las empresas, los medios, y la sociedad civil serán necesarios para lograr que un nuevo diseño surja a partir del anterior. Afirma que un plazo de diez años es un término prudente para que estos cambios (las reformas a los impuestos, límites al apalancamiento, divulgación de externalidades y la regulación a la publicidad) sean introducidos en el marco de las políticas públicas, en lugar de un plazo de cincuenta o cien años.36 La presencia del nuevo ADN de las corporaciones debe empezar a sentirse en la economía mundial para 2020, momento en el cual vamos a estar peligrosamente cerca de sobrepasar muchos límites del planeta o de hecho los habremos sobrepasado. Los escenarios de 2050 o de 2100 que se plantean en las negociaciones de cambio climático de la ONU y en la literatura económica sobre el tema, son demasiado lejanos para ser relevantes. Esta es la razón por la cual en este libro la nueva corporación se denomina “Corporación 2020”. Hay una creciente tendencia en la opinión de que la visión, los cronogramas y las acciones deben convergir. Por ende, “20/20” y “2020” son dos caras de la misma moneda.
también llamada economía limpia38 la cual incrementa el bienestar humano, aumenta la equidad social, disminuye los riesgos ambientales y disminuye la escasez de los recursos naturales?