El sueño: ¿hay algo más íntimo y personalizado que esa película nocturna en la que somos a la vez el director y el protagonista y, la mayoría de las veces, sin que nos demos cuenta? Con todo, cabe señalar que, a veces, el ritmo alocado de nuestras jornadas lo convierte en el menor de nuestros problemas. Pocos son aquellos que, cuando se despiertan, dedican tiempo a explorar esas improbables aventuras imaginarias. ¿Pero realmente existe alguien que nunca se haya despertado aterrorizado o, incluso, llorando, presa de preguntas angustiosas? «¿Era un sueño? ¿Por qué he soñado esto?». Y, al contrario, ¿quién no ha intentado alguna vez alargar un dulce sueño para ver dónde lo llevaría? Y es que, aun con todo, nuestras fantasías nos hacen reflexionar, especialmente si se trata de algo extraño o conmovedor.
¿Los sueños son fantasías desprovistas de sentido o, por el contrario, son valiosas fuentes de información acerca del inconsciente? ¿Hasta qué punto podemos y debemos escucharlos? ¿Por qué con mucha frecuencia solo quedan fragmentos en nuestra memoria? ¿Podemos recordarlos mejor e, incluso, interpretarlos? ¿Qué dice la ciencia al respecto? En este texto, intentaremos explorar todos estos aspectos, manteniendo los ojos bien abiertos.