José Manuel Valdéz y Palacio

Viaje del Cuzco a Belén
en el Gran Pará

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-267-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-090-6.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Dedicatoria del Autor: 8

Introducción 9

Capítulo I. La cordillera de los Andes 13

Partida del Cuzco a la Misión de Cocabambilla 14

La benevolencia y la hospitalidad de los misioneros de Cocabambilla 18

Capítulo II. Descripción de las quebradas de Taray, Calca y Urubamba y de los valles de Santa Ana, desde la población de Taray hasta la Misión de Cocabambilla 21

Las quebradas de Calca, Taray y Urubamba 21

El baile popular 26

La vida feliz de los habitantes de la Quebrada 29

El yaraví 30

Una noche de amor en los valles de la Quebrada 33

Villas y poblaciones esparcidas en las márgenes del Vilcamayo, en la superficie que comprende el valle de Taray y Calca 34

Los jardines de la Quebrada 36

Los puentes colgantes 38

Urubamba 39

Urubamba en tiempo de Pascua 42

Aspectos del paisaje de Urubamba visto desde lo alto de los montes que la guarnecen 44

La uñuela y la uvilla 45

Ollantay-tambo u Ollantay-tampu 45

Rumiñahui y Ollantay (Episodio histórico) 47

División del imperio de los incas 47

Ley de los incas para clasificar el matrimonio 47

Casas de escogidas o vírgenes en el Cuzco. Ley general para quien se atreviese a violar a alguna de ellas 48

Tradición. Carácter y oficio de Ollantay, su rebelión contra el inca 49

El general Rumiñahuil 54

Capítulo III. Los valles de Santa Ana 66

Temperatura. Clima. Productos naturales. Carácter de los habitantes de los valles de Santa Ana 67

La coca u hoja sagrada 68

El cacao 71

Tabaco 72

El café 73

La caña 73

El maíz 73

Capítulo IV. Descripción de la Misión de Cocabambilla 75

Libros a la carta 83

Brevísima presentación

La vida

José Manuel Valdez y Palacios (1812-1854) (Cuzco...)

Valdez y Palacios huyó del Cuzco en 1843 tras unos disturbios. Su casa fue asaltada y saqueada y sus bienes confiscados durante una revuelta, por lo que tuvo que escapar hacia la frontera de Brasil. Atravesó las estribaciones de los Andes orientales y se internó en la jungla amazónica navegando en balsa. El viaje fue una evocación de sus lecturas de Chateaubriand y Rousseau:

No sé si haya en el mundo una visión tan grandiosa, tan sublime y tan variada como la que presenta la Cordillera de los Andes. Las montañas que la forman se alzan a una elevación tan grande y están agrupadas unas sobre otras de manera tal que cuando el viajero, cansado después de una larga jornada cree haber llegado a la cumbre del último pico, se halla de repente en las faldas de otro, que aparece como por encanto elevándose con la misma majestad que los anteriores y ocultando sus picachos entre nubes. Las diferentes cadenas y ramificaciones, formadas por estas montañas se extienden en todas direcciones con infinitas formas y aspectos. En lo referente a las cadenas menos elevadas, éstas forman una cordillera apretada, ondeante y flexible, con anillos sombríos que parecen de vez en cuando estar prontos a separarse y que en verdad se separan algunas veces aquí y allá, para dejar pasar un trecho de cielo, hallándose las partes más elevadas rematadas en sus cimas por puntas piramidales y dientes agudos, por roquedales aguzados por las tempestades, que presentan al rayo y a los vientos sus puntas gastadas con un aspecto que tiene algo de decrépito, de ruinoso y de terrible, que entristece el corazón y eleva el alma.

Dedicatoria del Autor:

AL INSTITUTO HISTÓRICO Y GEOGRÁFICO BRASILEÑO

Habiendo emigrado del Perú como consecuencia de la más atroz persecución que me hizo una de las facciones que han dilacerado ese país, caminando por entre florestas y desiertos, por entre fieras y salvajes, pude al fin, después de trece meses de prolongada agonía, llegar al territorio de este vasto y opulento imperio, que veo con placer marchar a la gloria por la sombra de la paz, y donde recibí aquella acogida noble y generosa que era de esperar de un pueblo tan culto, tan ilustrado y tan eminentemente hospitalario.

Mis ardientes deseos por el bien de mi patria, la consagración de las horas de mi vida para su progreso, atrajeron sobre mí y sobre mis inocentes hijos el infortunio. Y en este país, donde soy extranjero, he encontrado benevolencia, simpatías, amistades; he hallado consuelo que endulzara la amarga copa de ajenjo que me brindaron la fortuna y la injusticia. Son infinitos, señores, los beneficios que he recibido del pueblo brasileño; al contemplarlos, se me ahoga el corazón con un inmenso peso de gratitud.

Esta pequeña obra, fruto estéril de tan crueles padecimientos, me atrevo a dedicarla a esta augusta corporación de hombres sabios e ilustres, con la confianza de que será ésta mi humilde dedicatoria acogida con indulgencia, no por el merecimiento literario de la obra, que no existe, y si por los hechos históricos y geográficos que ella encierra.

Introducción

Por lo que hemos insinuado en el prefacio que antecede al primer folleto de nuestro bosquejo sobre el estado político, moral y literario del Perú en sus tres grandes épocas, estarán ya prevenidos nuestros ilustrados lectores para no encontrar en la narración siguiente de nuestro viaje del Cuzco al Gran Pará por los ríos Vilcamayo, Ucayali y Amazonas, datos y observaciones científicas ni las descripciones brillantes que sorprenden y cultivan la atención y que solo pueden ser efecto de una imaginación fecunda y de un talento superior.

Relatamos únicamente lo que hemos visto, sin pretensión ni vanidad u orgullo, esperando, con todo, que nuestra relación arrojará alguna luz sobre los países desconocidos hasta ahora. Estas descripciones simples acostumbraban a veces presentar detalles nuevos e importantes, como las canciones populares que brillan por los rasgos insólitos de una poesía sencilla. Tiene también el mérito de conservar la fisonomía original de una naturaleza inexplorada y del hombre primitivo, cuyas costumbres en vano se esforzaron en indagar los filósofos en el silencio de sus gabinetes.

A pesar de los grandes progresos que se han hecho en geografía, ¿cuál es el hombre versado en estos estudios que deje de investigar las relaciones de los viajeros para comparar y rectificar las de los que marcharán después sobre sus pasos con más instrucción y auxilios? ¡Cuánta luz arroja aún sobre Asia su primer historiador Herodoto y su más antiguo viajero Marco Polo! Y, ¿qué otra cosa son los «geógrafos menores» que recogió e ilustró Hudson, sino nuestros Cardiet, Hernández, Pavón y Amigorena?

Si hay una ciencia que procede lenta y paulatinamente es, sin duda, la geografía. Así se perfeccionan los conocimientos, pues de otro modo habría sido imposible llegar al grado en que se encuentra. Y cuando los obstáculos que acostumbran retardar estos adelantos aumentan otros que los detienen, se percibe, entonces, la utilidad de estos ensayos, como el presente, que son como los cimientos que se dejan en los edificios, para que continúen después hábiles arquitectos.

Hace mucho tiempo que el Ucayali es objeto de indagaciones de geógrafos, y que las hermosas regiones bañadas por este caudaloso río tienen en suspenso a la curiosidad Europea y Americana. El Perú, país romancesco por sus antigüedades, interesante por sus riquezas, y hoy digno de lástima por sus calamidades políticas, poseía en el interior de dos de sus departamentos más considerables, un territorio inmenso, del que apenas se tenía noticias, y de cuyas producciones se presentaban muestras en la ciudad del Cuzco. El Ucayali, que bajando de las cumbres de los Andes con el nombre de Vilcamayo, y engrosándose con la confluencia del Apurímac y sus demás tributarios, forma el brazo mayor del soberano de los ríos, el gran Amazonas, no fue navegado hasta ahora por ninguna persona, en la parte que riega desde la boca del Pachitea hasta la misión de Cocabambilla Muchos viajantes europeos quisieron antes intentar este mismo viaje, pero un conjunto de circunstancias hizo que se realizase por nosotros lo que ciertamente puede considerarse como uno de los mayores resultados de las revoluciones peruanas. Algunos de los que fueron a visitar a los antiguos monumentos de los Incas. Llegaron a la mencionada misión, y allí retrocedieron ante las innumerables dificultades que oponían la naturaleza y el hombre. Las estupendas cataratas del Vilcamayo, las sierras de sus riberas, sin la más mínima senda, ni posibilidad de abrirse, la existencia de fieras y animales venenosos, y sobre todo las muchas tribus de salvajes que habitan las márgenes del río, eran otros tantos motivos para la renuncia de una empresa tan útil como grandiosa. La Providencia venció estos obstáculos, dándome un ángel por compañero, y una resistencia infatigable para los trabajos: y ya que tuve la suerte de ser el primero en realizar este viaje, creo que es mi deber no dejar pasar ninguna noticia que pueda redundar en algún bien.

Pero ¿qué provecho, me dirán, resultará de un viaje no científico, tan solo producto de la casualidad? Respondo que en casi todas las cosas humanas la casualidad casi siempre da el primer paso, y sobre este paso van los otros que conducen a la perfección.

Trazado el recorrido del Cuzco a Pará, determinados los lugares y las distancias aproximadas, indicadas las producciones posibles de convertir en artículos de comercio, nacidas con tanta abundancia en aquellos climas deliciosos, designada la manera de emplear los propios salvajes, llevándolos a contribuir en todo lo posible, anotadas por último las precauciones y lo necesario para hacer la navegación del Ucayali, y Vilcamayo sin mayor incomodidad ni riesgo de vida; habrá otros más felices que la emprendan, obteniendo como fruto de sus tareas, resultados positivos y de alguna utilidad inmediata. Entonces el deseo de ver, unido al deseo de adquirir, pasión dominante del hombre social, abrirá caminos por entre aquellos montes, donde ahora tan solo se encuentran algunas huellas de salvajes dedicados a la caza; entonces las aguas del Ucayali, que hoy corren silenciosas en medio de un paraíso desierto, se verán surcadas por embarcaciones llenas de vida y actividad; entonces las ricas producciones de estos países, aumentadas y mejoradas por la mano de la industria, multiplicarán también los goces de la existencia.

Por otra parte, la descripción de lugares antes desconocidos en la geografía, la enumeración minuciosa y evocativa de singulares costumbres muy poco semejantes a las de otras naciones selváticas esparcidas por la superficie del globo, la narración finalmente de casos y aventuras extraordinarias sucedidas durante una jornada de mil y tantas leguas, concluidas por tres individuos entre los cuales hay un chiquillo de siete años; difícilmente dejará de conmover el corazón, sin necesitar de las galas literarias con que suelen adornarse las obras destinadas a la luz pública.

En una época en que el ensañamiento de las pasiones presenta mayor número de desgraciados, y en un país donde las víctimas de las revoluciones y de la tiranía se están reuniendo en diferentes partes para salvar su porvenir, tal vez sirva para dar algunos momentos de desahogo, la historia de los padecimientos de un hombre que sufre por iguales causas.

Con relación al viaje, debo advertir que los oficiales de la Marina Inglesa Maw y Smith realizaron también uno desde el Perú hasta el Brasil por el río Amazonas, habiendo ambos publicado sus trabajos; sin embargo, existen grandes diferencias entre el viaje por ellos cumplido y el mío ya que 1.º) Maw y Smith partieron de Lima, y bajando la montaña de Guanoco entraron al Ucayali bastante más lejos de la desembocadura del Pachitea; y yo salí del Cuzco, y recorriendo los valles de Santa Ana, entré al Vilcamayo, primero de los ríos que forman el Ucayali; 2.º) que ellos transitaron por lugares poblados en su mayor parte por gente civilizada y los que no lo eran hacía ya mucho tiempo que estaban explorados y atravesados por misioneros, así como por comerciantes peruanos y agentes subalternos del gobierno; y yo viajé por toda la región de las diferentes tribus de salvajes que habitan a lo largo del Vilcamayo y Ucayali, siendo el primero en visitarlos.

En la parte de la jornada que fue descrita por estos viajantes, es mucho menos extensa esta obra, como naturalmente debía serlo: solo se refiere a aquellos que no pudieron ver ni observar, por el poco tiempo que se detenían en cada lugar, o a lo que no quisieron decir por motivos particulares que supongo tendrían. Se rectifican también algunos errores en que incurrieron por no entender el idioma en algunos puntos en que de éste es esencial.

Mi relación está escrita con un profundo respeto a la verdad y a la opinión. Sí, a falta de merecimiento literario, merece este escrito un mirar indulgente de mis lectores, y de ahí resultara algún bien a la humanidad, eso es todo lo que puedo aspirar.