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PRIMERA EDICIÓN EN REY LEAR, FEBRERO de 2012
Título original, WALTHARIUS (siglo X)
Edita: REY LEAR, S.L.
www.reylear.es
© De la traducción, Luis Alberto de Cuenca y Prado, 1987, 1998, 2012
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española
© REY LEAR, S.L.
Alberto Alcocer, 46 - 3° B
28016 Madrid
Ilustración de cubierta, © Luis Doyague, 2012
ISBN: 978-84-939799-0-4
Diseño y edición técnica: Jesús Egido
Corrección de pruebas:
Pepa Rebollo
Producción:
Rey Lear
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LIBRO SIN LIBRO, 2012
www.librosinlibro.es

PRÓLOGO

NADIE SE ACUERDA AHORA de que, en 1855, el escritor alemán Joseph Viktor von Scheffel publicó una novela histórica titulada Ekkehard. Eine Geschichte aus
dem zehnten Jahrhundert
(«Ekkehard. Una historia del siglo X») que le valió gran fama en su época. Narraba en ella la vida de un tal Ekkehard, apasionado lector de Virgilio, y refería sus problemas amorosos con una dama de la aristocracia. En realidad, Ekkehard fue un monje benedictino de la abadía de San Gall que se sabía, sí, la Eneida de memoria, pero que no nos consta que flirtease con señoras de la nobleza. Lo único que el novelista no se inventa es el poema en 1.456 hexámetros latinos que Ekkehard compone en momentos de inspiración y que se incluye, íntegro, en la novela, traducido por Scheffel en fluidos y sonoros versos alemanes. Ese poema, conocido como Cantar de Valtario o, simplemente, como Waltharius, es el texto que justifica estas líneas y una de las joyas más preciadas de las letras latinas medievales.
El argumento es una antigua saga germánica que se encuentra también en dos fragmentos de un perdido Waldere anglosajón[1], en la italiana Cronaca della Novalesa y, ya en el siglo XIII, en el Nibelungenlied[2], en una crónica polaca, en la Saga de Teodorico noruega y en el Biterolf und Dietleib alemán.
El objeto de la saga es cantar las hazañas de Walther o Valtario «de Aquitania» o «de España», héroe del reino godo de Tolosa en los años oscuros de las invasiones germánicas, allá por el siglo V. Celebrado entre anglosajones, alemanes, noruegos, italianos y polacos, parece probable que lo fuese también a este lado y al otro de los Pirineos. En ese sentido, don Ramón Menéndez Pidal ve su huella en dos romances, el de la Escriveta, cantado todavía hoy en el Languedoc y Cataluña, y el de Gaiferos y Melisenda, cantado en Castilla[3].
Fue un avezado buscador de tesoros bibliográficos, F. Ch. J. Fischer, el responsable de la editio princeps del Waltharius (Leipzig, 1780). La primera edición crítica corrió a cargo de Jacob Grimm y Andreas Schmeller, dentro de sus Lateinische Gedichte des X. und XI. Jahrhunderts (Gotinga, 1838), que fue posiblemente el texto que Scheffel tuvo delante a la hora de traducir el poema para insertarlo en su novela. Y es que fue a partir de Grimm cuando comenzó a atribuirse el cantar al monje Ekkehard I de San Gall, nacido hacia 900 y muerto en 973, pues a él se lo atribuye, un siglo después, otro monje del mismo monasterio llamado también Ekkehard (el IV de su nombre), que corrigió la métrica y el estilo de la obra de su antecesor.
Los estudiosos que aceptan sin reservas la atribución a Ekkehard I ven en el Waltharius un exercitium de juventud del monje que sería revisado dos veces: una, por su maestro, Geraldo, y otra, por Ekkehard IV en el siglo XI. Strecker, el editor más conspicuo del poema, lo considera anónimo, mientras que otros atribuyen su paternidad a Geraldo, el firmante de la dedicatoria inicial.
En cuanto a la fecha de composición, también es discutida agriamente por los filólogos, variándola desde comienzos del siglo IX, durante el reinado de Ludovico Pío, hasta la época de Otón III, a finales del siglo X, fecha esta que nos parece mucho más plausible.
Al margen de todas estas discusiones eruditas (la literatura científica suscitada por el Waltharius es abundantísima), el cantar reúne tantos méritos que poco importa quién sea su autor o el momento histórico en que fuera escrito. La fluidez mágica del relato atrae y deleita a cualquier lector, con tal que se interese por la aventura. Y la atmósfera irreal que envuelve los hechos narrados en el poema hace de su lectura una fantástica experiencia.
Si la poesía cristiana de los primeros siglos del Medievo se proponía combatir el ludus saecularium vocum con su invitación a la eternidad, el poeta que canta a Valtario se aparta de los textos sagrados y abre gozosamente los ojos al ludus quebradizo del mundo, abandonándose a la fiesta de contar lo que ve (es la Lust zu fabulieren de los alemanes, el «apetito de narrar»). Y, en la excitante confección de su relato, no olvida a sus queridos auctorez Virgilio, Prudencio, Ovidio..., a los que plagia alegremente, pero sin que el mosaico que acaba construyendo pierda con ello un ápice de vida, de fuerza narrativa y originalidad.
Hasta ahora no se había vertido al castellano, que yo sepa, el Cantar de Valtario. He utilizado en mi traducción como texto base el fijado por Karl Strecker en una edición[4] que es un auténtico monumento de la filología latina medieval. He consultado con provecho dos excelentes traducciones modernas[5]. Pero, ante todo, lo he pasado muy bien trasladando a mi lengua las hazañas de un héroe bárbaro que, por obra y gracia de no importa qué monje, hablaba en latín. Ojalá disfrutes, lector, con las aventuras de Valtario. Y que Dios nos conceda a todos, si no la salvación, por lo menos una Hildegunda que vele nuestro sueño.
LUIS ALBERTO DE CUENCA
Madrid, 1987 y 2012

DEDICATORIA DE GERALDO

OMNIPOTENTE PADRE, amador de la virtud suprema, Hijo de igual poder y Espíritu Santo que de ambos procedes, Tú que eres en tres personas una sola Deidad, Tú que vives y reinas sin fin sobre todas las cosas, protege ahora y siempre al ilustre obispo Ercambaldo, que dignamente brilla con reluciente nombre, para que, lleno del hálito divino, crezca por dentro y sea por siempre remedio salvador para muchos. Santo prelado de Dios, acepta ahora el don que, tras pródigos esfuerzos, decidió obsequiarte tu siervo Geraldo, que, aunque débil y vil pecador, es de corazón leal y fiel discípulo tuyo. Ruego constantemente en mis preces al Señor omnitonante que se haga realidad cuanto te deseo; ojalá te lo conceda el Padre que rige cielo y tierra desde lo alto. Siervo del Dios supremo, no rechaces las palabras de este librillo; no canta las bondades de Dios, sino las hazañas de un guerrero llamado Valtario, curtido en numerosos combates; aspira más a divertir que a elevar plegarias al Señor; leyéndolo, se te harán más cortas las horas del día interminable. ojalá seas feliz por muchos años, santo ministro, y recuerdes con cariño en el corazón a tu hermano Geraldo.