Prólogo
No tengo muchos recuerdos de mi infancia, solo sé que somos más vulnerables durante nuestra niñez y adolescencia, pero ¡demonios!, no me acuerdo de nada hasta los nueve años... Aquel chico me empujó sin motivo de la base de hormigón de una torreta de alta tensión, mi cara quedó como un sello de caucho al besar la tierra y sólo sentí mi amor propio herido porque aterricé frente a la chica que me gustaba. Fue mi primer trauma infantil, violencia y amor unidos de la mano. Sin embargo, no podía permitirme preocuparme del dolor físico, la presión en el pecho era producto de la emotividad que me causaba la posibilidad de hacer el ridículo al pie de aquella muchacha que a mis ojos debía de ser una faraona de nombre Rosa, creo acordarme.
Esta ingenua anécdota viene a colación porque existe una preferencia pesimista de la memoria. La emoción causada por los malos ratos y situaciones tensas tienen más peso específico que los momentos agradables y aunque la lectura siempre debe ser un motivo de satisfacción, estoy seguro de que el lector de Memorias del asesino disfrutará, a pesar del continuo desasosiego, de esta controvertida obra y no tardará en aborrecer a Adam Fox, el criminal más retorcido que jamás ha existido, hasta el momento en que lo que sintáis en realidad sea el horror de contemplar tan de cerca el lado más oscuro de un ser humano, aunque puede que tengáis suerte, una ligera brisa en su nuca puede desviarle de su atención, y es que nuestro asesino es así de imprevisible, una sola percepción reflexiva puede plantearle un pensamiento existencial y aniquilar su intención más cruel en ese instante.
Los prólogos lo suelen escribir personas con cierto bagaje literario. Pero estos autores noveles, el escritor al que llamamos Monster y el músico Ismael Berdei, pensaron que, ya que esta obra surgió de manera espontánea desde un foro de internet, concretamente en Hispasonic, un portal sobre sonido, música y tecnología, al igual que ellos, era razonable que otra persona anónima de la red, fuera quien escribiera unas líneas. Alguien por supuesto que conozca la trama, sin más condición que la de invitar a la lectura desde las emociones, y ese es mi honroso propósito, no sin antes poner de relieve que estos dos creadores han gestado una excepcional obra sin conocerse previamente y aunando esfuerzos desde la distancia, para concebir que la literatura y la música adquieran una dimensión diferente en un solo producto.
Mientras Monster se dedicaba a idear la personalidad y visión del mundo de nuestro protagonista, Ismael Berdei creaba, con una sincronía excepcional, el ambiente que reforzaba nuestra percepción, de tal manera que ambos talentos se retroalimentaban, configurando un universo en la imaginación del lector-oyente absolutamente descriptivo en el que en determinados instantes puedes tocar el horror con las yemas de los dedos, sensación que nunca se había contemplado de manera tan cercana con la lectura de un libro. La experiencia de leer con música sincronizada se la recomiendo a todo el mundo y es una posibilidad que puede tener el lector si así lo desea.
El relato nos muestra un personaje cuyos crímenes no se llevan a cabo de forma similar ni comparten ninguna característica, por lo tanto no nos encontramos ante un asesino en serie al uso. Estamos ante un engendro de la naturaleza, sin un mecanismo psíquico que le conduzca a transformarse en un homicida, simplemente, es un ser para quien la contemplación de la agonía es parte de la razón de nuestra existencia.
Y pensaba yo que no sé si sería más conveniente que escribiera el prólogo alguien con un menor grado de sensibilidad, alguien que no hubiera padecido de insomnio ante la turbación que le causaba la lectura de algunos capítulos de Memorias del asesino reforzada por la prodigiosa música ambiental. Francamente, esta obra no es para todos los públicos. Si a usted le afectan las emociones fuertes producto de la ficción, absténgase de iniciarse en este camino sobrecogedor, pero si usted es un lector con una implicación equilibrada y con ganas de sentir cosas, no se arrepentirá de conocer, desde la distancia, a Adam Fox.
Esto no es un galeato, ni intento utilizar técnicas desfasadas de marketing basadas en el morbo que le pueda causar con mis palabras. Memorias del asesino, no les voy a engañar, es un relato crudo, un viaje al horror con banda sonora incorporada en el que usted debe decidir en qué parada se apea. El tren inicia su marcha en el capítulo uno y yo decidí recorrer las veintiséis estaciones porque la historia me resultaba enormemente atractiva, me fascinaba la descripción de la maldad, incluso me sentía afortunado de estar vivo tan cerca como llegué a estar del monstruoso señor Fox.
No sé, yo voy a levantar la barrera, ya escucho cómo se aproxima la máquina infernal por las vías, allá ustedes…
Enrique Díaz