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CORRUPCIÓN
LAS CLOACAS DEL PODER

ESTRATEGIAS Y MENTIRAS DE LA
POLÍTICA MUNDIAL

¿Por qué y cómo nos manipulan?

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MIGUEL PEDRERO

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Serie: Nowtilus Frontera
Colección: Investigación Abierta
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Título de la obra: Corrupción. Las cloacas del poder.
Autor: © Miguel Pedrero

Editor: Santos Rodríguez
Director de la colección: Fernando Jiménez del Oso
Director editorial: David. E. Sentinella
Responsable editorial: Teresa Escarpenter

Diseño y realización de cubiertas: Carlos Peydró
Diseño de interiores: Juan Ignacio Cuesta Millán
Maquetación: Juan Ignacio Cuesta y Gloria Sánchez
Producción: Grupo ROS (www.rosmultimedia.com)

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

Editado por Ediciones Nowtilus, S.L.
www.nowtilus.com
Copyright de la presente edición:
2004 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla, 44, 3.º C, 28027 MADRID

ISBN: 978-84-9763-135-8

Libro electrónico: primera edición

A L. Estuvo bien mientras duró

A todos aquellos que miran la realidad con ojos curiosos

ÍNDICE

Corruptos… FERNANDO JIMÉNEZ DEL OSO

Introducción

Capítulo 1

COMUNISTAS POR LA GRACIA DEL “DIOS” BANCA

La conspiración de la banca internacional

Intereses económicos y guerras mundiales

Los financieros de la revolución rusa

La oligarquía financiera y la URSS

El secreto de Karl Marx

La verdad que no gusta a nadie

Wall Street se alía con la guerrilla colombiana

Sendero Luminoso y la deuda externa de Perú

Hugo Chávez: El revolucionario de los globalizadores

Capítulo 2

SIONISTAS Y FUNDAMENTALISTAS CRISTIANOS: UNA ALIANZA
“CONTRA NATURA”

En marcha la “revolución religiosa”

Radicales cristianos en la Casa Blanca

Unidos por el Apocalipsis

La extrema derecha israelí dirige la política exterior estadounidense

Capítulo 3

USA VS CHINA: CLAVES DE LA NUEVA GUERRA FRÍA

El dragón dormido abre un ojo

El arte de la guerra

11 - S: Conspiración contra China

Juego de espías

Capítulo 4

ORGANIZACIONES ¿NO GUBERNAMENTALES?

Objetivo: controlar las ONG

Indigenismo y recursos naturales

El ejército “humanitario” del Tío Sam

Capítulo 5

EL SECRETO DE MOVIMIENTO ANTIGLOBALIZACIÓN

Multimillonarios en el movimiento antiglobalización

Los que mueven los hilos

La conexión con la trama financiera del 11 - S

Especulador financiero, defensor de los derechos humanos y creador de pobreza

Antonio Negri: El Marx del siglo XXI

Capítulo 6

ÁFRICA: BIOGRAFÍA DE UN GENOCIDIO

La Guerra Fría en África

Los nuevos imperialistas

La verdad sobre las masacres de Ruanda

¿Un plan de genocidio contra África?

Capítulo 7

NARCOTRÁFICO, S. A.

La banca internacional y el negocio de las drogas

Los narcotraficantes de la CIA

Los comunistas también trafican

Capítulo 8

TERRORISTAS… DEPENDE PARA QUIEN

La escuela de terrorismo de los Estados Unidos

Genocidio en Centroamérica

Guerra terrorista contra Cuba

Masonería, bombas y servicios secretos

Terror “rojo”

La verdadera historia de Carlos, el “Chacal”

La guerra de Chechenia y los atentados de Moscú

Capítulo 9

EL FINO ARTE DE LA MANIPULACIÓN

Multinacionales de la información y de la manipulación

Desinforma que algo queda

Un Ministerio de Cultura llamado CIA

BIBLIOGRAFÍA

CORRUPTOS…

LO TENGO AQUÍ AL LADO, DETRÁS DE MI ASIENTO, junto a otros que, desde hace meses, esperan a que, en un arranque, me los lleve a la consulta y los cuelgue en la pared. Es curioso como, con los años, a medida que uno crece en conocimiento y experiencia, los títulos académicos y los diversos diplomas van viéndose relegados a lugares cada vez menos preeminentes, hasta, como es mi caso, pasarse varios años pendientes de que alguien, obviamente yo, los coloque en el “nuevo” despacho. Sin embargo, no existe desprecio alguno en esa actitud displicente, cada una de esas cartulinas orladas representa etapas de la propia vida, esfuerzo, algún que otro sinsabor, no pocas satisfacciones y, desde luego, muchas anécdotas. Al que me refiero en las primeras líneas, es un diploma, fechado el 3 de diciembre de 1965, que acredita mi aprovechamiento en el Curso de Investigación Criminal impartido por la Escuela de Medicina Legal de la Universidad de Madrid.

En la última planta de la antigua facultad de San Carlos había varias espaciosas salas que bien podían haber formado parte del decorado de una película de la Universal. Si la hubiera buscado, quizá hubiese encontrado una puerta secreta por la que acceder al laboratorio del Dr. Frankenstein. El techo quedaba allá arriba, sumido permanentemente en las sombras, y enormes estanterías trataban inútilmente de alcanzarlo. En ellas, encerradas en urnas de cristal llenas de formol, había innumerables piezas anatómicas procedentes de asesinatos, suicidios y accidentes, así como una galería de fetos monstruosos con toda la variedad de malformaciones imaginable. Una estufa de carbón en medio de una de las habitaciones, proporcionaba el calor suficiente para no quedar congelados los que hacíamos allí las prácticas; aun así, el ambiente resultaba más confortable que el de la sala de autopsias, otro escenario en el que discurrió buena parte de aquel curso. Nuestras herramientas principales eran la lupa, las pinzas, el microscopio y la luz ultravioleta, pero en lo que más empeño ponían los profesores era en que desarrollásemos al máximo nuestra capacidad de observación y el sentido común, que siguen siendo las armas más efectivas para resolver un crimen. Sería exagerado decir que terminamos siendo expertos criminalistas, pero quienes participamos en aquellos cursos, entre los que había inspectores de policía, abogados y alumnos de los últimos cursos de medicina, adquirimos una buena base, que es de lo que se trataba. Por lo que a mí respecta, esa formación me ha sido útil para leer novelas policíacas con más conocimiento de causa, porque, terminada la carrera, me especialicé en psiquiatría y es a esa rama de la medicina a la que me he dedicado en exclusiva durante estos últimos treinta y seis años.

La ventaja de escribir un prólogo es que el peso del libro, lo mismo que el mérito, recae sobre el autor, y el prologuista puede perderse en divagaciones más o menos oportunas, sin otro fin que situar al lector ante el tema, cosa que todavía no he hecho, pero que haré inmediatamente.

En aquél curso de Investigación Criminal del que guardo tan buenos recuerdos, era frecuente que, como parte de las prácticas, comentásemos los crímenes que, de cuando en cuando, publicaban los periódicos, analizando lo datos disponibles, las posibles líneas de investigación, etc.. Cuando iniciamos el curso, el magnicidio de Dallas (22 de noviembre de 1963) estaba aún reciente. Habíamos visto una y mil veces las imágenes del asesinato del presidente Kennedy y las de la muerte de su presunto asesino, Lee H. Oswald, a manos de Jack Ruby, un mafiosillo local autoerigido en ángel vengador. Fue un hecho que conmovió al mundo, pero que, para nosotros, alevines de criminólogos, tenía el interés añadido de contar con más de un aspecto oscuro. La investigación efectuada, realizada, sin duda, por los mejores y más expertos “sabuesos” de Norteamérica iba a ser -eso imaginábamos- un ejemplo de minuciosidad, de método y de rigor: ni una sola pieza quedaría sin encajar. No le costará al lector imaginar con que ansiedad esperábamos tener en nuestras manos el célebre Informe Warren, debidamente traducido, para aprender cómo se investiga de verdad.

Ese día llegó y, cómo corresponde, leímos con detenimiento cada una de las páginas que se relacionaban con las materias que eran objeto de nuestro estudio. Para no hacer larga la historia: del estupor, pasamos a las carcajadas y, de éstas, a la indignación. Nada se hizo correctamente, comenzando por la elección de cirujanos para hacer la necropsia, en vez de forenses con experiencia, que es lo que se ocurriría al juez más lerdo, y terminando por los estudios de balística. Lo de la “bala mágica” es el despropósito más grande, la estupidez más sublime que jamás se haya publicado en los anales de la criminología. Resultaba tan palmario que hubo varios tiradores y que el informe no tenía otro objetivo que ocultar la verdad, fuese cual fuese, camuflándola con una investigación y unas conclusiones sólo aptas para imbéciles, que el ochenta por ciento de la población norteamericana de entonces, ejemplo de candidez y fe en las instituciones, no se sintió satisfecha. Lo extraordinario o, mejor dicho, lo que confirma la existencia de un complot desde las más altas esferas para acabar con JFK, es que hoy, transcurridos más de cuarenta años, el Informe Warren sigue siendo la versión oficialmente aceptada.

Aquellos acontecimientos significaron el fin de la inocencia. La simplista versión que el ciudadano común tenía de un mundo dividido entre “buenos” y “malos”, en el que unos y otros respondían a principios, quizá equivocados, pero asumidos con sinceridad, fue cambiando por otra a medida que los periodistas e investigadores independientes, perdido ya el respeto a quienes no lo merecían, fueron desvelando que “malos” y “buenos” tenían acuerdos entre ellos, que el destino de pueblos y naciones se decidía por razones estratégicas y económicas, sin importar cuantos millones de vidas se perdieran o cuantas libertades fundamentales resultaran pisoteadas, y que, en definitiva, lo que se nos viene vendiendo a la gente de a pie -simples peones y, si conviene, víctimas propiciatorias- es, sin ambages, una sucia mentira envuelta en grandilocuencia, patrioterismo y, lo que ya clama al Cielo, altruismo y nobleza.

Nada, absolutamente nada, de lo que nos llega a través de políticos, instituciones y grupos mediáticos merece, en principio, crédito. La única actitud sensata a estas alturas es la desconfianza y la única arma a nuestro alcance, la denuncia. Dejar en evidencia los torticeros intereses de quienes detentan el poder no sirve de mucho y entraña serios riesgos para quienes investigan y denuncian, pero, cuando menos, deja claras cuales son las reglas del juego.

Lo que el lector va a encontrar en este descarnado y veraz libro de Miguel Pedrero no induce precisamente al optimismo. Es el resultado de un trabajo de investigación largo y concienzudo, extendido a diferentes escenarios y acontecimientos del pasado reciente y a otros de la más rabiosa actualidad, que muestra cómo es realmente el mundo en que vivimos, la sociedad que entre todos hemos construido. Si, después de conocer los hechos, conviene o no tomar otra actitud que la resignación, es algo que cada uno debe plantearse individualmente.

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FERNANDO JIMÉNEZ DEL OSO

Introducción

UN AMIGO, CURTIDO PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN, dice que en los informativos de televisión deberían aparecer unas letras bien grandes en la pantalla que dijeran algo así como “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Y es que si nos paramos a pensar, enseguida nos daremos cuenta de que sólo accedemos a “retazos” de la realidad. Estamos acostumbrados a ver en la televisión, escuchar en la radio o leer en los periódicos informaciones sobre terrorismo, guerras, matanzas, narcotráfico, protestas sociales, corrupción, etc, pero la información que recibimos es momentánea y centrada únicamente en el hecho en sí, sin la mayor profundización. Si hiciéramos el ejercicio de “bucear” en cada una de esas noticias, intentando informarnos en diferentes fuentes, nos daríamos cuenta de la verdadera trascendencia de ese hecho y su relación con otras circunstancias políticas, sociales o económicas que jamás habríamos sospechado.

Ese es el fin de este libro, ir más allá, profundizar en estos espinosos asuntos sin eufemismos y olvidando por completo la máxima de lo “políticamente correcto”, tan de moda en la prensa actual. Es entonces, guiándonos sin corsés ideológicos o interesados, cuando surge ante nuestros ojos un nuevo mundo, el mundo de los servicios de inteligencia, las grandes corporaciones internacionales, los enfrentamientos geopolíticos entre potencias o las inconfesables alianzas políticas y económicas de diferentes poderes; un mundo en el que se difuminan las ideologías, las izquierdas y las derechas o las diferencias entre gobernantes y criminales. Es el mundo real: injusto, salvaje, competitivo, en el que la vida humana está supeditada a otros intereses más “importantes”.

Pero eso sí, a pesar de todo nunca hay que perder el optimismo; por fortuna todavía quedan millones de personas de buen corazón, idealistas que luchan cada día por un mundo mejor o soñadores en todos los ámbitos de la vida. El mundo siempre ha sido injusto, sí, pero a la vez apasionante y misterioso. Vale la pena vivir, gozar de la existencia, dejar a un lado nuestros estúpidos rencores, ayudar a nuestros semejantes, y sobre todo nunca perder la esperanza ni la curiosidad. Hay tanto por descubrir y por disfrutar…

CAPÍTULO 1

Comunistas por la gracia del “dios” banca

Cómo los grandes intereses bancarios financiaron la Revolución Bolchevique y otros movimientos revolucionarios

“Detrás de la Revolución de Octubre hay personajes mucho más influyentes
que los pensadores y ejecutores del marxismo”.

V. LENIN. Líder de la Revolución Bolchevique
y presidente de la URSS de 1917 a 1924.

ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A ESTUDIAR que la Revolución Rusa fue llevada a cabo por unos comunistas que se hicieron con el poder, que la URSS y Estados Unidos se enfrentaron durante décadas en la llamada Guerra Fría, o que los movimientos revolucionarios luchan contra el capitalismo. Sin embargo, tras leer este capítulo verá que las cosas no están tan claras.

CON SEGURIDAD, UNO DE LOS INVESTIGADORES que más se preocupó sobre el enorme poder de los grandes banqueros fue Carroll Quigley, profesor de Harvard, Princeton y Georgetown, y tutor de toda una saga de políticos e intelectuales estadounidenses que han llegado a los puestos de mayor responsabilidad en la administración norteamericana, entre otros, del ex presidente Bill Clinton, en Georgetown. El profesor Quigley escribe: “Yo sé de las operaciones de esta conspiración, porque la he estudiado durante veinte años, y se me permitió, durante dos años, a principios de 1960, examinar sus papeles y registros secretos… Me he opuesto, recientemente y en el pasado a algunas de sus políticas… Pero, en general, mi principal diferencia de opinión es que desea permanecer secreta, y creo que su rol en la historia es suficientemente significativo para ser dado a conocer”.

La conspiración de la banca internacional

EL VERDADERO INICIADOR DE LA CONSPIRACIÓN BANCARIA no es ninguna sociedad secreta, sino un ingenioso personaje llamado Meyer Amschel Rothschild (1743-1812). A diferencia de otros colegas, el banquero alemán se dio cuenta de que la mejor forma de hacer fortuna era prestar grandes sumas de dinero a diferentes potencias europeas, a un alto interés. El único problema consistía en que esos países pagaran los préstamos. Rothschild era consciente de la posibilidad que los grandes reyes y gobernantes se negaran a reembolsar la deuda, e incluso intentaran matarle. Una forma de asegurar la devolución del préstamo era lograr cierto poder en esos gobiernos para, de este modo, poseer la facultad de intervenir en su política nacional. La celada consistía en que si el rey o gobernante intentaba desviarse de la línea marcada por el gran banquero, financiaba a su enemigo o rival. Es decir, toda nación debe tener un enemigo; y si no existía, Rothschild se encargaba de crearlo.

Para llevar a cabo su plan, el banquero repartió sus hijos por Europa, creando diferentes sucursales de su entidad. A lo largo del siglo XIX se puede apreciar la influencia de los Rothschild en buena parte de los conflictos europeos. El profesor de economía Stuart Crane escribe: “Si uno mira hacia atrás, se da cuenta de que cada guerra en Europa durante el siglo XIX, terminaba con el establecimiento de una balanza de poder. Cada vez que se barajaban los naipes, había un balance de poder en un nuevo agrupamiento alrededor de la Casa de Rothschild en Inglaterra, Francia o Austria… Investigando los estados de deuda de las naciones en guerra, generalmente indicarán quien será castigado”. Años más tarde, otras familias de banqueros se apuntarían al mismo juego de influencia sobre los estados y naciones. Nos referimos fundamentalmente a los Warburg, Schiff, Morgan, Kuhn, Loeb o Rockefeller, verdaderos planificadores junto a los Rothschild de la historia de los siglos XIX y XX.

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Carroll Quigley, profesor de las universidades de Harvard, Georgetown y Princeton, además de tutor de importantes políticos estadounidenses como Bill Clinton. Quigley trabajó durante un tiempo para los grandes intereses bancarios y afirma que la banca internacional domina el mundo desde la sombra, apoyando y financiando según convenga a revolucionarios izquierdistas, democracias o dictaduras de derechas.

Algunas de las prebendas por los préstamos a naciones se referían a concesiones de explotación de recursos naturales, facilidades en todo tipo de industrias, etc. Pero las grandes familias de banqueros lo que ansiaban realmente era el control del dinero nacional. Para ello consiguieron que las principales potencias europeas, como pago a los préstamos, les concediesen el control de sus bancos centrales. Así nacieron los bancos centrales de Alemania, Inglaterra o Francia. Sobre esta cuestión, el London Financial Times del 26 de septiembre de 1921 publicaba que “media docena de hombres, en la cumbre de los cinco grandes bancos, podrían alterar toda la obra financiera del gobierno”. En Estados Unidos, el presidente Thomas Jefferson, temiéndose lo que se avecinaba, escribía en una carta dirigida a John Adams: “Creo sinceramente, como tú, que los establecimientos bancarios son más peligrosos que los ejércitos en pie”.

Cada vez un mayor número de políticos se percataban de que las grandes familias de banqueros en vez de competir entre si, más bien constituían alianzas para llevar a cabo un plan de acción común. Estas alianzas no se llevaron a cabo con fusiones bancarias como muchos lectores pueden estar pensando, sino por medio de lazos mucho más fuertes. Nos referimos a los lazos matrimoniales. Así, con las uniones de sangre, comienza la verdadera historia del poder mundial y la globalización. Veamos algunos ejemplos: Paul Warburg se casó con Nina Loeb; Félix Warburg con Fiedra Schiff; la hija de Nelson Aldrich, agente de la banca Morgan, se une a John D. Rockefeller, etc.

Una vez conseguido el poder europeo, los conspiradores pusieron sus ojos en Estados Unidos, pieza fundamental para obtener el poder absoluto. Su plan era fomentar la creación de un banco central estadounidense que controlarían totalmente, al igual que estaban haciendo con los grandes bancos europeos. El senador Nelson Aldrich, recordemos, agente de los Morgan, se dedicó junto a Paul Warburg a fomentar la idea de una “transformación bancaria” en Estados Unidos. En 1907 se produce un pánico bancario de cierta relevancia fomentado por la banca Morgan, por lo que Aldrich consigue el apoyo del Senado para presidir la Comisión Monetaria Nacional del Senado. Desde esa privilegiada posición, Aldrich organizó a finales de 1910 la reunión secreta más importante de la historia de los Estados Unidos y probablemente del mundo. En la Isla Jekyl se reunieron Paul Warburg; Benjamin Strong, presidente de la Banker´s Trust, propiedad de los Morgan; Henry P. Davinson, miembro de la compañía J. P. Morgan; Frank A. Vanderlip, presidente del National City Bank, propiedad de Rockefeller y P. Piatt Andrew, segundo secretario de la Tesorería de los Estados Unidos. Allí decidieron, según confesaría Vanderlip en sus memorias, la creación del Banco Central estadounidense. Los participantes acordaron evitar este nombre para no levantar las suspicacias del público y decidieron llamarle Reserva Federal. El informe de la Comisión Monetaria y la ley del sistema de la Reserva Federal también fueron elaborados en dicha reunión.

Sin embargo, la ley Aldrich no fue aprobada por el Congreso y los conspiradores tuvieron que esperar un par de años para llevar a cabo sus planes. El problema se resolvió en las elecciones presidenciales de T. Roosevelt, Wilson y Taft. Los dos primeros fueron apoyados en su campaña por los mismos que idearon la ley de la Reserva Federal. Cuando Wilson ganó las elecciones, inmediatamente consiguió que el Congreso aprobase la ley. Los “conspiradores” controlaban ya el Banco Central de los Estados Unidos. Wright Patman, presidente de la Comisión Bancaria del Congreso, advirtió refiriéndose a la creación de la Reserva Federal: “En los Estados Unidos de hoy tenemos, en efecto, dos gobiernos… Un gobierno legal debidamente constituido y otro independiente, sin control ni coordinación, esto es el sistema de la Reserva Federal”. Por su parte el senador C. A. Lindbergh afirmó que “este acto establece el trust más poderoso de la tierra… Cuando el presidente firme este acto, el gobierno invisible del poder monetario será legalizado”. Desde entonces las depresiones económicas son totalmente planificadas, incluido el famoso “crack” de 1929, tal como reconoció Louis MacFadden, presidente de la Comisión Bancaria y Comité de Circulante del Congreso.

De este modo los conspiradores consiguieron que, gracias a la creación de la Reserva Federal, la deuda externa de Estados Unidos aumentase en billones de dólares que la nación debía pagar a las grandes familias de banqueros, en realidad los verdaderos dueños de la gran potencia.

Intereses económicos y guerras mundiales

EN 1916 WILSON FUE REELEGIDO como presidente de Estados Unidos. Uno de sus eslóganes era: “Él nos mantuvo alejados de la guerra”. Por el contrario, sus intenciones eran bien distintas. El coronel House, agente de la gran banca internacional, mano derecha de Wilson y presidente estadounidense en la sombra, tenía la orden de inducir a Estados Unidos a entrar en la I Guerra Mundial (19140-1918). En el fondo los motivos de la gran guerra europea eran estrictamente comerciales. La gran banca había prestado grandes sumas de dinero a Gran Bretaña, implicándose enormemente en su industria y comercio. Sin embargo, los negocios comerciales británicos se veían frenados por la competencia cada vez más dura de Alemania. A la banca le interesaba una guerra para no perder buena parte de sus intereses en Gran Bretaña. Además, necesitaban urgentemente el auxilio militar de Estados Unidos. En este empeño utilizaron a todos sus agentes norteamericanos, sobre todo al coronel House, y todo su poder mediático. La mayoría de los grandes periódicos de la época, igual que sucede en la actualidad, estaban en manos de la gran banca.

La excusa perfecta para entrar en la guerra en auxilio de los británicos vino dada por el hundimiento del Lusitania por submarinos alemanes. La muerte de ciudadanos estadounidenses en el incidente fue utilizado hasta la saciedad por los periódicos para crear un clima de opinión propicio a la participación en la guerra. La verdad sobre el hundimiento del Lusitania es, como siempre suele suceder, completamente diferente a lo divulgado por la prensa de la época. Tanto Gran Bretaña como Alemania llevaban a cabo un duro enfrentamiento submarino con la intención de que no llegaran municiones al bando contrario. El Lusitania iba cargado de municiones para el bando británico. De hecho, el gobierno alemán había publicado varios avisos en la prensa norteamericana para que ningún ciudadano de ese país viajase en el Lusitania, aduciendo que sería hundido, porque tal como se comprobó posteriormente viajaba cargado de municiones. Finalmente en 1917, y bajo el lema “La guerra para acabar con todas las guerras”, Estados Unidos entró en el conflicto. Al mismo tiempo, los conspiradores sacaban pingües beneficios de la industria bélica, además de aumentar la deuda de las naciones en guerra, lo que aumentaba su poder. El propio Winston Churchill confesó que si Estados Unidos no hubiese entrado en la guerra, “la paz se habría logrado con Alemania, no hubiese habido colapso alguno por el que Rusia optara por el comunismo, ni caída del gobierno en Italia, seguida por el fascismo, y el nazismo nunca hubiese ganado ascendencia en Alemania”. Sin comentarios…

Los conspiradores también fueron en buena medida los responsables de la subida de Hitler y toda su corte de lunáticos al poder. El partido nazi obtuvo todo tipo de apoyos desde los grandes centros financieros. Los grandes banqueros creían que sólo con Hitler en el poder se podría evitar que se llevase a cabo el plan de recuperación económica ideado por el doctor Wilhem Lauterbach.

El principal agente de los conspiradores en esta operación era Greeley Schacht, presidente del Banco Central de Alemania y desde siempre vinculado a los intereses de la banca Morgan. Con su polémica renuncia al cargo, Schacht provocó una honda inestabilidad política, lo que originó que en apenas cuatro años Alemania tuviese otros tantos gobiernos ministeriales. El último de ellos, presidido por Von Schleicher, consiguió cierta estabilidad, lo que provocó un enorme desasosiego en los conspiradores.

Con el apoyo de Schacht, los banqueros internacionales consiguieron que Von Schleicher fuese defenestrado de su puesto de Canciller y colocaron en su lugar a Hitler, fuertemente apoyado por la gran banca con centro en Wall Street. En 1933, Hitler consiguió el apoyo de más del 90 % de la población, erigiéndose en Führer –caudillo–. Por supuesto que en la famosa “noche de los cuchillos largos” uno de los asesinados fue Von Schleicher, el único que podía hacer frente a los intereses oligárquicos que, unidos a las ansias de poder de un psicópata, provocaron la II Guerra Mundial.

Hitler, en contra de lo que pensaban los centros financieros, no siguió las consignas de los conspiradores y provocó una guerra sin precedentes. Todo fue un error de cálculo de los grandes intereses bancarios, sólo que el error se saldó con millones de muertos.

Los financieros de la Revolución Rusa

EL FAMOSO ANARQUISTA BAKUNIN declaró que “los seguidores de Karl Marx tienen un pie en el banco y otro en el movimiento socialista”. Desde luego no iba mal encaminado. Es un hecho que la Revolución Bolchevique que llevó a Lenin al poder fue financiada por la banca internacional. Llevados por su afán de estar en todos los frentes, vieron inmediatamente la oportunidad de apoderarse del antiguo imperio zarista. Ansiaban controlar la banca rusa e introducir sus intereses industriales en un nuevo y extenso territorio sin explotar.

En plena I Guerra Mundial, Lenin viajó a través de Europa con más de seis millones de dólares para financiar a los revolucionarios rusos. La mayor parte de ese dinero procedía de Max Warburg. Recordemos que su hermano, Paul, fue uno de los conspiradores que hicieron posible el nacimiento de la Reserva Federal estadounidense. El tercer hermano, Félix Warburg, estaba casado con la hija de Jacob Schiff que, según declaró su nieto, John Schiff, ayudó con unos 20 millones de dólares al triunfo de la Revolución Bolchevique.

Otro conocido revolucionario, León Trotsky, también recibió el apoyo de los conspiradores. Trotsky fue apresado por el ejército canadiense cuando se dirigía a Rusia junto a 275 hombres preparados para entrar en acción. Gracias al apoyo del coronel House, el principal agente de la banca internacional en Estados Unidos, Trotsky fue liberado y con ¡pasaporte estadounidense! se reunió con Lenin.

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El banquero multimillonario Max Warburg entregó a Lenin casi seis millones de dólares para financiar la revolución bolchevique. El hermano de Max, Paul Warburg, fue uno de los fundadores del Banco Central –conocido como Reserva Federal– de los Estados Unidos.

Arséne De Goulevitch, un ex general ruso implicado en la Revolución, afirma en su libro Czarism and the Revolution que los principales proveedores de fondos para la revolución fueron “ciertos círculos británicos y americanos que, por mucho tiempo, habían prestado su apoyo a la causa revolucionaria rusa… El importante papel jugado por el acaudalado banquero americano Jacob Schiff en los eventos de Rusia, aunque todavía está sólo parcialmente revelado, ya no es un secreto”. De Goulevitch también asegura que fue informado por las autoridades de la época que “más de veintiún millones de rublos fueron usados por Lord Milner en el financiamiento de la revolución rusa”.

Milner, un hombre cercano a la familia Rotschild, fue presidente de la Mesa de Rhodes, una organización secreta creada por el multimillonario Cecil Rhodes con el fin de asegurar la primacía británica en el mundo. A su muerte, Rhodes dejó buena parte de su fortuna y la dirección de la Mesa de Rhodes a Lord Rotschild, quien a través de becas a los mejores estudiantes británicos, el patrocinio de las carreras de políticos y la creación de diversas organizaciones de presión, consiguió crear un gobierno siempre a la sombra de los gobernantes de Gran Bretaña.

La filial en Estados Unidos de la organización creada por Rhodes es el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), una organización semiclandestina de la que han formado parte un gran número de presidentes y altos cargos políticos estadounidenses. No en vano el CFR depende de los grandes “Think Thanks” norteamericanos como las fundaciones Ford y Rockefeller o la Rand Corporation. Además las más importantes fortunas bancarias e industriales también están representadas en el CFR a través de sus empresas periodísticas, de las que dependen diarios, televisiones, productoras cinematográficas, estaciones de radio, etc.

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El banquero Jacob Schiff también financió abundantemente a los revolucionarios rusos.

Por su parte, el ex general zarista Janin dejó escrito en su diario que un informante le dijo que la revolución bolchevique “estaba manejada por los ingleses, más concretamente por Sir George Buchanan y Lord Milner”. El mismo informante le aseguró que “Petrogrado estaba lleno de ingleses. Él podría nombrar las calles y los números de las casas en las que los agentes británicos estaban alojados. Ellos fueron informados durante el levantamiento para que distribuyeran dinero a los soldados para incitarlos a amotinarse”. En este mismo sentido, el doctor Jorge A. Simons, sacerdote cristiano destinado a Petrogado en la época de la revolución, afirma que vio a “centenares de agitadores salidos de los barrios bajos del este de Nueva York en el séquito de Trotsky”.

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El revolucionario Leon Trotsky fue liberado de una cárcel canadiense gracias a los grandes banqueros internacionales. Más tarde se reunió con Lenin portando un pasaporte estadounidense.

Otro antiguo general ruso, Alexander Nechvolodov, también declaró públicamente que en la primavera de 1917 “Jacob Schiff comenzó a subvencionar a Trotsky… Simultáneamente Trotsky y compañía también estaban siendo subvencionados por Max Warburg y Olaf Aschberg, del Nye Banken de Estocolmo, el Rhine Westphalian Syndicate y Jivotovsky, un rico empresario cuya hija acabó casándose con Trotsky”.

Según el último embajador ruso en Estados Unidos antes de estallar la revolución bolchevique, al triunfar ésta, los bolcheviques transfirieron cientos de millones de rublos en oro a la banca Kuhn-Loeb. En este mismo sentido, periódicos estadounidenses tan poco dados a las tesis conspiranoicas como el Washington Post informaron en su día que los Morgan y los Rockefeller también financiaron a los revolucionarios. De hecho el propio David Rockefeller pasó sus vacaciones en el año 1964 nada más y nada menos que en la Unión Soviética, invitado por el gobierno comunista. Volvería a repetir la experiencia en varias ocasiones más a lo largo de su vida. No deja de ser paradójico que uno de los grandes capitalistas del mundo mantuviera tan buenas relaciones con los líderes de la “dictadura del proletariado”. El propio Rockefeller le encargó a uno de sus asesores en relaciones públicas, Ivy Lee, la tarea de transmitir la idea a los nortea-mericanos de que los bolcheviques eran simplemente unos idealistas incomprendidos que buscaban el bien de su pueblo.

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Ataque de los revolucionarios bolcheviques al Palacio de Invierno de Petrogrado el 7 de noviembre de 1917.

Lo cierto es que en los archivos del Departamento de Defensa de Estados Unidos existe una misiva dirigida a un banquero y fechada en Estocolmo el 21 de setiembre de 1917, unas semanas antes de la Revolución, en la que se lee: “La casa de la banca M. Warburg, a raíz de un telegrama del presidente del sindicato rhenano westfaliano, abrió una cuenta corriente para la empresa del camarada Trotsky. Un abogado, probablemente el señor Kestroff, recibió municiones, cuyo transporte organizó junto con el del dinero para el camarada Trotsky…”.

En 1919, un informe remitido por el servicio de espionaje francés en los Estados Unidos a su gobierno se dice que en 1916 los espías franceses supieron por primera vez que se tramaba una revolución en Rusia en la que estaban comprometidos la banca Schiff, Kuhn Loeb, Warburg y otras. En este mismo documento se afirma: “En la primavera de 1917 comenzó Jacob Schiff a pedir al judío Trotsky ayuda para hacer la revolución social en Rusia… Max Warburg comanditaba igualmente a Trotsky y compañía…”.

La oligarquía financiera y la URSS

EXISTEN ABUNDANTES DATOS que apuntan a que los conspiradores no sólo financiaron a los bolcheviques, sino que apoyaron y sostuvieron a la URSS tanto económica como tecnológicamente, a través del trasvase de patentes e información técnica. Mientras las potencias occidentales se gastaban miles de millones de dólares en armarse contra el enemigo soviético, los conspiradores controlaban a los dos bandos. Su táctica era infalible. Ganara quien ganara, ellos nunca saldrían perdiendo. Veamos algunos ejemplos concretos sobre esta cuestión:

1. Según un informe del Departamento de Estado norteamericano, la banca Kuhn financió los cinco primeros años de los planes económicos de Stalin. Sobre esto mismo, el profesor Sutton en su historia en tres tomos sobre el desarrollo tecnológico soviético cita un informe del Departamento de Estado estadounidense al que tuvo acceso en el que selee: “Stalin pagó tributo a la ayuda rendida por Estados Unidos a la industria soviética antes y durante la guerra. Él dijo que cerca de dos tercios de la gran organización industrial de la Unión Soviética habían sido construidos con la ayuda o asistencia técnica de los Estados Unidos”.

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Cartel propagandístico del régimen comunista ruso en los primeros tiempos de gobierno de los revolucionarios. Un campesino cortando las cabezas de soldados zaristas.

2. El Chase Manhattan Bank–banco propiedad de los Warburg y los Rockefeller— hizo posible la creación de la Cámara de Comercio Ruso-Americana en 1922, lo que posibilitó la supervivencia de la frágil economía rusa. Sobre esta cuestión, el congresista estadounidense Louis MacFadden, presidente del comité de la Comisión Bancaria del senado de Estados Unidos, declaró en un discurso ante esta comisión que “el gobierno soviético ha recibido fondos de la Tesorería de los Estados Unidos a través del Consejo de la Reserva Federal y de los bancos de la reserva Federal, los cuales han actuado por intermedio del Chase Bank, del Guaranty Trust Company y otros bancos de la ciudad de Nueva York”.

3. En 1927, la Standard Oil de Nueva York construyó una enorme refinería en Rusia, lo que ayudó enormemente a su recuperación económica. Poco después, esta misma compañía, a través de una de sus empresas subsidiarias, hizo un trato para enviar petróleo soviético a los mercados europeos, además de arreglar un préstamo de 75 millones de dólares para el gobierno bolchevique.

4. Después de la revolución bolchevique, la Standart Oil, unida a los intereses Rockefeller, invirtió millones de dólares en negocios en la URSS. Entre otras adquisiciones se hizo con la mitad de los campos petrolíferos del Cáucaso.

5. El Chase Manhattan Bank estuvo involucrado en la venta de bonos rusos en Estados Unidos desde 1928, a través del Consejo de la Reserva Federal, tal como denunció el presidente de la Comisión Bancaria del Congreso, Louis MacFadden.

6. La IBEC, corporación controlada por los Rockefeller y los Rothschild, invirtió miles de millones de dólares en la URSS, según publicó el New York Times.

7. El ex director de cambios internacionales de la Reserva Federal admitió en una conferencia el 5 de diciembre de 1984 que la banca soviética influía enormemente en el mercado interbancario a través de determinadas empresas bancarias estadounidenses.

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Lenin en la plaza Roja de Moscú en 1919.

8. Los soviéticos se aliaron en 1980 con empresas occidentales para controlar el mercado mundial de oro.

9. Según se desprende de documentos del FBI y del Departamento de Estado norteamericano, apoyados por documentos del Kremlin filtrados tras la caída de la URSS, el supermillonario magnate estadounidense Armand Hammer financió y colaboró desde los primeros años de la revolución bolchevique en el establecimiento de la Unión Soviética. Albert Gore, padre del ex candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, trabajó durante buena parte de su vida para Hammer. Albert Gore, desde su puesto de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado sofocó varias investigaciones federales sobre las relaciones de Hammer con la URSS. Además el multimillonario financió la carrera política de Albert Gore Jr., opositor demócrata en las elecciones presidenciales ganadas por George Bush hijo.

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Nelson Rockefeller saludando efusivamente al líder soviético Khrushchev. Es sabido que las grandes familias financieras siempre mantuvieron excelentes relaciones con los líderes soviéticos.

El comité Reece del Congreso de Estados Unidos, encargado de investigar las operaciones de las fundaciones libres de impuestos, descubrió la implicación de estas fundaciones, dependientes de la gran banca, en la financiación de movimientos revolucionarios en todo el mundo.

Henry Kissinger, el incombustible político y conspirador, se vio salpicado por un escandaloso asunto, cuando autoridades norteamericanas detuvieron a un socio suyo en varias empresas por su implicación en negocios sucios con la URSS.

10. El New York Times publicó que los grandes banqueros exportaron durante años productos “no estratégicos” a la URSS. El truco consistía en catalogar todos los productos como no estratégicos, incluyendo en esa lista instrumentos científicos, productos químicos, metálicos, etc.

11. También el New York Times publicó que el conocido magnate Cyrus Eaton, junto a los Rockefeller, llegó a acuerdos con los soviéticos para enviar desde Estados Unidos todo tipo de patentes. Es decir, los conspiradores estuvieron durante años enviando a la URSS capacidad tecnológica estadounidense.

El secreto de Karl Marx

SI LO ESCRITO ANTERIORMENTE SÓLO SE PUEDE CATALOGAR de sorprendente, más lo es la posibilidad de que el nacimiento del comunismo también estuviese unido a determinados intereses financieros. Y curiosamente siempre salen a relucir los mismos apellidos. Es un hecho de sobra conocido que Karl Marx, el autor del Manifiesto comunista–sin duda un libro que cambió la historia del siglo XX–, escribió sus obras gracias a la financiación del banquero Nathan Rotschild, y cuyos cheques entregados a Marx pueden verse en el Museo Británico.

Por si esto fuera poco, un dato contrastado históricamente es que Marx pertenecía a una sociedad secreta llamada la Liga de los Justos, que en opinión de varios historiadores se trataba de una sociedad matriz de la Orden Illuminati, organización de corte luciferino cuya finalidad era la instauración de un gobierno mundial… Pero vayamos por partes.

Illuminati.Illuminati