V.1: junio, 2014
Título original: Awake At Dawn. Shadow Falls 2
© C.C. Hunter, 2011
© de la traducción, Laura Gomara, 2013
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2014
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Publicado bajo acuerdo con St. Martin’s Press, LLC. Todos los derechos reservados.
Publicado por Oz Editorial
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ISBN: 978-84-16224-03-6
IBIC: YFHR
Depósito Legal: B. 14813-2014
Maquetación: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Traducción de Laura Gomara
Para mi marido, Steve Craig, mi compañero, mi mejor amigo y mi héroe. Su amor, apoyo y disposición para hacer la colada me ayudaron a dar forma a mis sueños y hacerlos nuestra realidad. Gracias por ser parte de mis sueños. Te quiero.
—Tienes que detenerlo, Kylie. Tienes que hacerlo o esto le va a suceder a alguien a quien quieres.
Las siniestras palabras del espíritu resonaron detrás de Kylie Galen y se mezclaron con los chasquidos de la gran hoguera que crepitaba unos quince metros a su derecha. Una bocanada de aire gélido le anunció la presencia del espíritu de una manera contundente y clara, pero las palabras sólo le llegaron a ella. Ningún otro de los treinta compañeros de Shadow Falls que estaban de pie en el círculo ceremonial las oyó.
Miranda, sin ser en absoluto consciente de aquella presencia sobrenatural, apretó la mano de Kylie más fuerte y murmuró:
—Esto es genial.
Después buscó a Della con la mirada a través del círculo. Miranda y Della no sólo eran las mejores amigas de Kylie, también eran sus compañeras de bungalow.
—Damos las gracias por esta ofrenda. —Chris, o Christopher como se había referido a sí mismo esa noche, estaba de pie en medio del círculo y elevaba la copa sagrada hacia el cielo oscuro mientras bendecía su contenido.
—Tienes que pararlo —volvió a susurrar la aparición por encima del hombro de Kylie. Esas intromisiones estaban dificultando su concentración en el ritual.
Cerró los ojos y observó al espíritu, el mismo que se le había aparecido otras veces: treinta y tantos años, pelo largo y oscuro, y con un vestido blanco manchado de sangre.
Se sintió frustrada. ¿Cuántas veces le había suplicado que le contara quién, qué, cuándo, dónde y por qué? Pero la mujer muerta no hacía más que repetir la misma advertencia.
Resumiendo, los fantasmas que acababan de salir del armario tenían muy pocas dotes de comunicación. Probablemente tan pocas como la gente que había descubierto recientemente su don de hablar con los espíritus e intentar que se comunicaran. La única opción de Kylie era esperar a que la mujer pudiera explicarse. Sin embargo, aquel no era el mejor momento.
Estoy un poco ocupada ahora mismo. Así que, a menos que puedas contarme los detalles, ¿podemos charlar más tarde? Las palabras se formaron en su mente, con la esperanza de que el ente pudiera leer sus pensamientos. Por fortuna, el frío que recorría su espalda se desvaneció y regresó el calor de la noche, el calor bochornoso y húmedo de Texas, asfixiante incluso sin la hoguera.
Gracias. Kylie intentó relajarse, pero sentía una fuerte tensión en los hombros que la mantenía rígida. Y por una buena razón: la ceremonia de esa noche, una especie de exposición para los demás, volvía a ser algo que hacía por primera vez en su vida.
Una vida que era mucho más sencilla antes de saber que no era humana. Sin duda, le sería muy útil poder identificar su parte no humana pero, por desgracia, la única persona que conocía la respuesta era Daniel Brighten, su verdadero padre. Kylie no había sabido de su existencia hasta que le había visitado hacía poco más de un mes. Y ahora, aparentemente, había decidido dejar que Kylie lidiara con su crisis de identidad por sí sola. Sus visitas se espaciaban cada vez más, con lo que había dado un nuevo significado al concepto «un padre ausente». Sí, Daniel estaba muerto: murió antes de que ella naciera. Kylie no estaba segura de si se hacían cursos de paternidad en el más allá, pero empezaba a pensar en sugerirle que se informara. Porque ahora, cuando se dignaba a aparecer, le pillaba mirándola y justo cuando Kylie le hacía una pregunta, se desvanecía, dejándola sola con un escalofrío y muchas preguntas sin contestar.
—Está bien —dijo Chris—. Soltaos de las manos, despejad vuestra mente, pero, hagáis lo que hagáis, no rompáis el círculo.
Kylie siguió sus instrucciones. Sin embargo, cuando se soltó de las manos de sus compañeras, no pudo dejar la mente en blanco. Un soplo de viento desordenó un mechón de su largo cabello rubio y lo lanzó a través de su rostro. Se lo colocó detrás de la oreja.
¿Tendría miedo a que le preguntara sobre sexo o algo así? Cuando surgía aquel tema su madre siempre salía corriendo de la habitación en busca de algún folleto de educación sexual para adolescentes. Y no es que Kylie le hubiera preguntado a su madre nada sobre sexo. La verdad es que sería la última persona a la que le pediría consejos sobre ese tema.
¿Por qué la mera mención de un chico que le gustaba activaba en su madre el botón del pánico y las letras S-E-X-O brillaban como luces de neón en sus ojos? Por suerte, desde que Kylie estaba en el campamento Shadow Falls, el suministro de folletos sobre sexo había disminuido.
¿Quién sabe lo que se había perdido durante el último mes? Podrían haber descubierto nuevas enfermedades de transmisión sexual y ella sin saberlo. No le cabía duda de que su madre los estaba almacenando para cuando Kylie fuera de visita en tres semanas. Una visita que no esperaba con muchas ganas. Sí, su relación había mejorado un poco desde que su madre le había confesado que Daniel era su verdadero padre, pero el nuevo vínculo madre-hija aún era frágil.
Kylie no podía dejar de preguntarse si su relación no sería demasiado delicada como para aguantar más de un par de horas juntas. ¿Y si iba a casa y se daba cuenta de que las cosas realmente no habían cambiado? ¿Y si la distancia entre ellas todavía seguía ahí? ¿Y qué pasaba con Tom Galen, el hombre que había creído su padre durante toda su vida, el hombre que las había abandonado para liarse con una chica sólo unos años mayor que Kylie? Se había sentido terriblemente avergonzada cuando lo había visto morreándose con su ayudante. Tanto que no había sido capaz de decirle a su padre que lo había visto.
Una ráfaga de brisa nocturna llevó hasta sus ojos el humo de la hoguera. Kylie parpadeó; le picaban, pero no se atrevió a salir del círculo. Della les había contado que eso sería una gran falta de respeto hacia la cultura vampírica.
—Despejad la mente —repitió Chris, y le entregó la copa al chico que estaba a su lado.
Kylie cerró los ojos y se concentró en seguir las instrucciones de Chris, pero entonces oyó el sonido del agua caer. Abrió los ojos de golpe y miró hacia el bosque. ¿Las cataratas estaban cerca? Desde que le habían contado la leyenda de los ángeles de la muerte se sentía impulsada a ir allí. No es que quisiera encontrarse cara a cara con los ángeles de la muerte. Tenía suficientes fantasmas a su alrededor, gracias. Pero no podía dejar de pensar que las cataratas la llamaban.
—¿Estás lista? —Miranda se inclinó y le susurró—: Está cada vez más cerca.
¿Lista para qué?, fue el primer pensamiento de Kylie. Entonces lo recordó.
¿Miranda estaba de broma?
Observó la copa comunal que se iba pasando por todo el círculo y se quedó sin aliento cuando se dio cuenta de que estaba a sólo diez personas de ella. Cogió una gran bocanada de aire perfumado de humo e intentó no mirar con asco.
Lo intentó. Pero la idea de dar un sorbo a una copa después de que todos hubieran puesto sus labios en ella le parecía entre asqueroso y nauseabundo, aunque sin duda lo que más le repugnaba era la sangre.
Ver a Della tomarla diariamente se le había hecho más fácil ese último mes. Incluso Kylie había donado medio litro a la causa, los seres sobrenaturales hacían ese tipo de cosas por sus amigos vampiros. Pero tener que probarla era otra cosa.
—Sé que es asqueroso. Sólo finge que es zumo de tomate —susurró Miranda a su amiga Helen, que estaba de pie al otro lado de ella. Aunque por muy bajo que hablaran, no servía de nada entre ellos.
Kylie miró a través del círculo de seres sobrenaturales, que tenían la cara iluminada a medias por el fuego de la hoguera, y vio a Della fruncir el ceño en su dirección; sus ojos brillaban y habían adquirido un color oro que denotaba cabreo. El superoído era sólo uno de sus dones. Sin duda Della le llamaría la atención a Miranda por su comentario «asqueroso» más adelante. Básicamente eso significaba que Kylie tendría que convencerlas para que no se mataran mutuamente. Cómo dos personas podían ser amigas y pelearse la mayor parte del tiempo era algo que Kylie no entendía. Pero hacer de mediadora entre ellas era un trabajo a jornada completa.
Observó a otra chica elevar la copa hacia sus labios. A sabiendas de lo mucho que significaba esto para Della, Kylie se preparó mentalmente para aceptar la copa y tomar un sorbo de sangre sin vomitar. Aunque eso no impedía que el estómago intentara rebelarse contra sus decisiones.
Tengo que hacerlo. Tengo que hacerlo. Por Della.
«Tal vez incluso te gusta cómo sabe la sangre» le había dicho Della un rato antes. «¿No sería genial si resultase que eres un vampiro?»
No, había pensado Kylie, pero no se atrevería a decirlo en voz alta. Supuso que ser un vampiro no sería peor que ser una mujer lobo o cambiaformas. Por otra parte, recordó a Della, a punto de llorar, cuando les habló de la repulsión de su exnovio hacia la baja temperatura de su cuerpo. Kylie prefería mantener su temperatura corporal, muchas gracias. ¿Y eso de basarse en una dieta que principalmente consistía en sangre? Bueno, Kylie apenas comía carne roja, y cuando lo hacía… muy hecha, por favor.
Aunque Holiday, la líder del campamento y mentora de Kylie, le había dicho que era poco probable que llegara a sufrir grandes cambios físicos, también le había dicho que todo era posible. La verdad era que Holiday, cien por cien hada, no podía decirle lo que pasaría en el futuro, porque Kylie era una anomalía.
Y odiaba serlo.
Nunca encajaría en el mundo humano, pero allí también era un bicho raro. Y no porque los demás no la aceptaran. No. Kylie se sentía más cerca de esos seres sobrenaturales de lo que nunca se había sentido de los adolescentes humanos. Bueno, empezó a ser así en cuanto aceptó que nadie se moría de ganas por comérsela para almorzar. Della y Miranda eran ahora sus mejores amigas y no había nada que no pudiera o no quisiera compartir con ellas. La donación de sangre lo había probado.
Bueno, había una cosa que Kylie no podía compartir con sus dos mejores amigas. Los fantasmas. La mayoría de los seres sobrenaturales tenían miedo de los fantasmas. No es que a Kylie no le dieran miedo, pero eso no iba a hacer que dejara de recibir molestas visitas espectrales regularmente.
Independientemente del tipo de ser sobrenatural que acabara siendo, estaba claro que ser un imán de los fantasmas era su don. O… uno de ellos. Holiday creía que poder hablar con los espíritus era probablemente uno de los muchos dones de Kylie, y que los demás se manifestarían con el tiempo. Sólo esperaba que sus futuros dones fueran más fáciles de tratar que los indecisos y poco comunicativos espectros.
—Ya llega —anunció Miranda.
Kylie vio a alguien pasar la copa a Helen. Se le hizo un nudo en la garganta. Miró a Derek, el medio fae moreno que estaba de pie cerca de Helen. Kylie no le había visto beber la sangre. Tampoco le sabía mal habérselo perdido. La próxima vez que lo besara, no quería pensar en él bebiendo sangre.
Derek le sonrió con ternura y Kylie era consciente de que sentía su crisis emocional. Aunque pareciera una locura, su capacidad para leer sus emociones era al mismo tiempo lo que le había atraído de él y lo que le impedía acercarse más. Bueno, no era tanto su capacidad para leerlas lo que le impedía profundizar en su relación, sino su incapacidad para controlarlas. Como era medio fae, Derek no sólo podía leer sus emociones, también era capaz, con un simple roce, de alterarlas y convertir el miedo en fascinación o la ira en calma. ¿Era raro que se sintiera intimidada por el chico maravilla?
Que la llamaran paranoica, pero después de ver cómo su padre había engañado a su madre y luego Trey, su exnovio, la había dejado tirada cuando había dudado de si llegar hasta el final, hacía difícil confiar en el género masculino. Y fiarse de un chico que tenía el poder de manipular sus emociones era todavía más complicado.
Eso no le impedía que le gustara Derek o que deseara poder dejar de lado sus reservas. Incluso ahora, con el estómago contraído ante la idea de beber sangre, rodeada por todo el campamento, se sentía atraída por él. Tenía ganas de inclinarse contra su pecho, de acercarse lo suficiente como para ver las motas de oro de sus pupilas fundiéndose en el verde vivo de sus ojos. Quería sentir sus labios sobre los de ella otra vez. Saborear sus besos. En esas últimas semanas había descubierto lo bien que se le daba besar.
Miranda se aclaró la garganta y Kylie volvió en sí. Cuando vio la mirada de «te he pillado» de Derek, supo que había leído sus emociones. Notó que se le encendían las mejillas mientras desplazaba la mirada de Derek a Miranda.
Oh, mierda. Miranda le estaba tendiendo la copa. Empezaba el espectáculo.
Kylie tomó la copa entre sus manos. Estaba caliente, como si el líquido que había en su interior acabara de ser vaciado de su fuente de vida. Sintió un nudo en el estómago. No sabía si la sangre era animal o humana.
No pienses en ello.
Tomó aire y el olor cobrizo, como de monedas viejas, inundó su nariz. Antes de que el borde de la copa tocara sus labios, notó una arcada.
Hazlo. Demuéstrale a Della que respetas su cultura.
Tragó saliva, inclinó el vaso y esperó que Della lo apreciara muchísimo. Repitiéndose que sólo tenía que probarlo, no bebérselo, esperó a que el líquido bajara hasta sus labios.
En cuanto el líquido caliente los humedeció, hizo un gesto para retirar la copa, pero de alguna manera la sangre roja y espesa se coló entre los labios apretados. Sintió una ligera náusea pero inmediatamente después, el sabor explotó en la punta de la lengua. Sabía como a frutas del bosque, pero mejor, a fresas maduras, pero más dulce e intenso. El sabor exótico le hizo abrir la boca y tragar con avidez. A medida que el líquido se deslizaba por su garganta, el olor de monedas viejas desapareció y fue reemplazado por un aroma frutal y especiado.
Casi se había acabado el contenido de la copa cuando se dio cuenta de lo que estaba bebiendo. Retiró el vaso de sus labios, pero no pudo evitar sacar la lengua para recoger una gota que se le escapaba.
Inmediatamente sintió que todas las miradas se clavaban en ella y se dio cuenta de qué significaba lo que acababa de pasar. La gente empezó a murmurar…
Por lo menos ahora sabemos lo que es.
¿Cómo es que no está fría?
Parece que vamos a tener que aumentar las donaciones de sangre.
A esto le siguió el grito de victoria de Della.
A Kylie empezaron a temblarle las manos. El humo de la hoguera le inundaba nariz y garganta, y le costaba respirar.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Qué significaba todo esto? ¿Ella era… un vampiro?
Escudriñó los rostros alucinados buscando a Holiday, quería ver su sonrisa tranquilizadora, que le dijera que todo iba bien, que le dijera que eso… que eso no significaba nada. Pero cuando encontró a la líder del campamento, su expresión reflejaba lo mismo que la de los demás: conmoción.
Kylie parpadeó con la esperanza de ahuyentar las lágrimas y dejó la copa casi vacía a la persona que había a su lado. Sin importarle faltar al respeto, salió corriendo.
Cinco minutos después, todavía estaba corriendo. Corría más rápido que nunca. ¿Pero tan rápido como un vampiro? El aire caliente y húmedo del verano llenó sus pulmones mientras recuperaba el aliento. Aunque era de noche y se acercaban a los treinta grados, un escalofrío recorrió su columna vertebral. ¿Estaba transformándose en vampiro justo en ese momento? ¿Estaba cada vez más fría? ¿No había dicho Della que era doloroso? ¿O más bien insoportablemente doloroso?
¿Sentía dolor? Dolor emocional, sí, pero ¿físico? Todavía no.
Siguió corriendo. Sólo oía el sonido de sus pies contra el suelo y el de las zarzas que se trababan en sus vaqueros haciéndolos jirones. Sonaba demasiado alto. Su conciencia latía junto a su corazón. Bum-bum. Bum-bum.
¿Cuántas veces le había dicho a Della que no era un monstruo? Y, sin embargo, la mera idea de que podría ser un vampiro… eso era demasiado para ella.
El olor del humo de la hoguera seguía aferrado a su ropa y a su nariz. Y aún notaba el sabor dulce de la sangre en la lengua. Corrió más rápido. Más rápido. ¿Alcanzar aquella velocidad significaba que era un vampiro?
No quería pensar en eso.
No quería aceptarlo.
Finalmente sus pulmones cedieron y rechazaron el aire que ella se empeñaba en hacer entrar. Tenía calambres en los músculos de las piernas y le temblaban las rodillas. Kylie se detuvo, las piernas se negaban a soportar su peso y se derrumbó en medio de un campo infestado de espinos. Recogió las piernas contra el pecho, se abrazó las espinillas y dejó caer la cabeza sobre las rodillas.
Inhaló el aire caliente, sus pulmones ahora pedían oxígeno. Tomó aire una vez, dos veces. Estaba físicamente agotada. Se quedó quieta y se dio cuenta de algo. Si era un vampiro, ¿no debería tener la resistencia de Della? Tal vez eso venía con el cambio de temperatura corporal. La humedad en sus mejillas le indicó que había estado llorando.
El aire se enfrió de repente. Estaba helado.
No era el frío de los vampiros.
Era el frío de los muertos.
No estaba sola, un espíritu se había unido a ella. ¿Pero quién era esta vez? Holiday le había explicado que, con el tiempo, sus habilidades aumentarían y tendría que hacer frente a más de un fantasma al mismo tiempo. Pero, de momento, sólo había uno al que quisiera ver. Sólo quería una cosa.
Quería respuestas.
—¿Daniel? —dijo el nombre de su padre. Y luego más fuerte—. Daniel Brighten. ¿Qué soy?
Cuando no apareció, ella gritó su nombre una y otra vez. Le dolía la garganta, pero no se detuvo.
—Ven aquí ahora mismo. O me das respuestas o te juro que, nunca, nunca aceptaré tu presencia otra vez. ¡Te apagaré, te eliminaré de mi mente y me negaré a verte, a hablarte, ni siquiera volveré a pensar en ti nunca más!
Mientras iba pronunciando las amenazas, Kylie se dio cuenta de que ni siquiera sabía si tenía la capacidad de hacer eso, pero algo dentro de ella le decía que sí podía. Dejó caer la cabeza sobre las rodillas y trató de respirar.
De repente el frío se hizo más cercano. Sintió que la rodeaba. Sintió que la estrechaba en un fuerte abrazo. No era sólo frío, era el frío de Daniel.
Levantó la cabeza y vio al espíritu de rodillas a su lado. Sus ojos azules, del mismo color brillante que los suyos, se encontraron con los de Kylie. Los ojos, y la mayoría de los rasgos faciales, desde la forma ovalada de la cara hasta la nariz ligeramente respingona, eran tan parecidos a los suyos que resultaba incluso molesto. Cuando el brazo de Daniel se curvó alrededor de sus hombros, Kylie sintió que estaba a punto de llorar.
—No llores. —Le secó una lágrima de la mejilla—. Mi hija nunca debe llorar. —Su tacto helado no debería ser reconfortante, pero lo era.
—He bebido sangre y sabía bien —escupió las palabras como si fueran una confesión.
—¿Y piensas que es algo malo? —le preguntó.
—Yo… Me da miedo.
—Lo sé —admitió—, recuerdo haberme sentido igual.
—¿Bebiste sangre? ¿Somos… vampiros? —Casi no le salía la palabra.
—Nunca he probado la sangre. —La miraba lleno de empatía—. Pero, Kylie, no has hecho nada malo. —Su voz sonaba suave y sus palabras, tranquilizadoras. El frío, su frío, hacía que tuviera menos miedo a lo desconocido y que se sintiera… querida.
En ese momento, comprendió que el amor no tenía límites, ni siquiera la muerte. El amor no tenía temperatura. Quizás estar frío no era algo malo. Se apoyó en él y se sintió cómoda a su lado.
Pasaron algunos minutos. Kylie se secó las lágrimas y se sentó. Se secó la cara y miró al padre que, sentado ahora a su lado, nunca había conocido en vida. Sin embargo, incluso separados por la muerte, sentía el vínculo que les unía.
—Dímelo. Por favor, dime qué soy.
La sonrisa en los ojos de Daniel se desvaneció.
—Me gustaría poder darte respuestas, pero no las tengo. Yo era mayor que tú cuando me di cuenta de que era diferente de los demás. Pero no fue hasta que cumplí los dieciocho y estaba en la universidad cuando empezaron a suceder cosas raras.
—¿Qué tipo de cosas? —se interesó ella, aunque de algún modo lo sabía—. ¿Veías fantasmas?
Él asintió y juntó las manos en forma de cuenco.
—Pensé que había perdido la cabeza. Entonces un día me encontré con un viejo pescador. Me dijo que él era hada.
—¿Te dijo lo que eras tú? —preguntó.
—No, sólo que no era un ser humano y, por supuesto, pensé que era una locura. Tardé meses en aceptarlo. Cuando volví a buscarle, ya se había ido.
—Pero, ¿y tus padres? —preguntó Kylie—. ¿No te lo dijeron?
—No. Y cuando fui consciente de mi habilidad para reconocer a otros seres sobrenaturales, me di cuenta de que los dos eran humanos. En ese momento, no imaginaba que pudiera no ser hijo suyo, pero cuando morí, supe que era adoptado. No por ello son menos mis padres. Me querían. Y también te hubieran querido a ti.
—¿No te confesaron nunca que eras adoptado? ¿Cómo pudieron mentirte así?
—Entonces se creía que lo mejor era mantener la adopción en secreto, incluso para los niños. Todavía tengo que encontrar quiénes o qué son mis verdaderos padres. Como ves, las respuestas que buscas son las mismas que buscaba justo antes de mi muerte. Tal vez tú puedas descubrirlas por los dos.
—Pero…
—Pero, ¿qué?
—Pensaba que los fantasmas lo podían ver todo. Al menos eso hacen en las pelis… ¿No hay alguien del otro lado que pueda decírtelo?
Daniel sonrió.
—Para nada… No, incluso aquí quieren que encuentres tus propias respuestas.
—Vaya mierda —espetó Kylie—. Estar muerto debería tener algún beneficio.
Él se echó a reír. Sonaba familiar. Era otra de las cosas que había heredado de él, el sonido de su risa. Pensó en su padrastro, el hombre al que había querido tanto y que, pese a todo, les había dado la espalda a su madre y a ella. Todavía no tenía claro si podría perdonarle. Si quería perdonarle. Y, entonces, le sobrevino un pensamiento extraño: había querido al padre equivocado.
Sintió que las lágrimas volvían.
—Te he echado de menos toda mi vida —dijo Kylie—. No sabía que lo hacía, que te echaba de menos a ti, pero ahora lo sé. Ojalá hubieras estado a mi lado.
Él le puso una mano en la mejilla.
—Yo estaba allí. Vi cómo diste el primer paso. El día que te caíste de la bicicleta y te rompiste el brazo, intenté cogerte y pasaste a través de mis brazos. ¿Y te acuerdas del día en que suspendiste el examen de matemáticas y te enfadaste tanto que saliste corriendo y te fumaste un cigarrillo?
Ella frunció el ceño.
—No me gustan nada las mates. Pero tampoco me gustó el tabaco.
—A mí tampoco —se rió entre dientes—. He estado a tu lado, Kylie, pero no me puedo quedar mucho más tiempo.
Sus palabras resonaron en la cabeza de Kylie y le golpearon el corazón.
—Eso no es justo. Acabo de conocerte.
—Mi tiempo en este mundo es limitado. He usado la mayoría para verte crecer y convertirte en la mujer que eres ahora.
—Pide más tiempo. —Se le formó un nudo en la garganta. Había perdido ya a un padre, no quería perder a otro. Ahora no. No antes de llegar a conocerlo.
—Lo intentaré, pero puede que no lo consiga. No me arrepiento de haber usado mi tiempo para verte entonces. —Se le marcaron patas de gallo al sonreír—. Veo en ti lo mejor de tu madre y lo mejor de mí. Y, aunque sé que no quieres oír esto ahora, veo lo mejor de Tom Galen. No es tan malo, Kylie.
Quería decirle a Daniel que estaba equivocado, insistir en que ella no era como Tom, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el batir de viento. Llegó tan veloz que era como si algo hubiera pasado junto a ellos, algo tan rápido que el ojo humano no habría podido detectar. Algo no humano.
El oscuro silencio que siguió le confirmó a Kylie que tenía razón.
—Apuesto a que esa es Della. —Kylie miró a su alrededor—. Buscándome. —Todavía no había terminado de hablar cuando sintió que el frío de la presencia de su padre empezaba a desvanecerse—. No, por favor, no te vayas… —La última palabra se escuchó en el silencio cálido y misterioso.
Se había ido.
Se le encogió el pecho y llegó a la conclusión de que, a pesar de que Daniel había acudido a su llamada, no tenía las respuestas que quería. Su magnífico plan para resolver su crisis de identidad se había hecho añicos.
Mordiéndose el labio, apartó a su padre de sus pensamientos y se preparó para hacer frente a Della. ¿Podría explicarle a su amiga sus reticencias acerca de ser vampiro sin hacerle daño? ¿Estaría Della totalmente furiosa porque había roto el círculo y le había faltado al respeto a la cultura vampírica? Conociendo a Della, la respuesta era «oh, sí».
Della tenía mucha ira acumulada y se enfurecía a la mínima. Parte de su cólera podía ser achacada a ser una vampira; los vampiros no eran conocidos por sus modales cariñosos, pero la mayor parte de los problemas de Della venían de su familia. Al parecer, su superestricto padre había tomado nota de los cambios en su hija desde que se convirtió, y no le gustaban nada. Como no podía decirle a su padre que era un vampiro, Della se lo había ocultado, lo que hizo que su padre la acusara de todo tipo de cosas, desde consumir drogas hasta hacer el vago. La parte triste era que Della quería tanto a su padre que decepcionarlo le había roto el corazón.
Kylie esperó a que Della volviera, a que llegara cortando el viento. Pero no lo hizo. ¿Habría sentido su amiga la presencia del fantasma de su padre y habría salido pitando muerta de miedo? De pronto el silencio le pareció amenazador.
—¿Della? —la llamó.
No hubo respuesta. A no ser que se considere el silencio absoluto una respuesta. Kylie recordó al primo de Della, Chan, y la visita ilegal que le había hecho a Della cuando llevaban en el campamento tan solo unos días. Su presencia había provocado este tipo de silencio.
Aquella noche volvió a su memoria. Della le había asegurado que Chan sólo bromeaba cuando dijo que ella era un tentempié, pero después del pequeño encuentro que habían tenido con los Hermanos de Sangre, la banda de vampiros renegados, en el que casi se convirtió en un bocadillo de verdad, confiar en un vampiro desconocido le resultaba un poco difícil.
La quietud de la noche seguía igual, Kylie se obligó a hablar.
—Sé que hay alguien ahí. —Se puso de pie, esperando que su falsa bravuconería se convirtiera en realidad. La ráfaga de viento pasó de nuevo por su lado.
—Si eres tú, Della, esto no me hace ninguna gracia.
Nadie respondió. Kylie permaneció allí, pensando en qué hacer a continuación. Entonces lo oyó. Fue un sonido muy suave, pero aun así reconoció el roce de los arbustos, alguien estaba detrás de ella. Contuvo la respiración y se dio la vuelta para dar la cara.
Al principio, no vio nada. Entonces miró más abajo, cerca del suelo, y descubrió un par de ojos, unos ojos dorados que brillaban en la oscuridad de la noche. No eran los de un vampiro. No, no era el tono dorado de los ojos de Della cuando estaba enfadada. Éstos eran incluso menos humanos.
¿Un perro?
No.
Un lobo.
Dio un paso atrás y casi tropezó, su cabeza le gritaba: ¡corre! Pero la siguiente palabra en la que pensó la detuvo. ¿Lucas?
Se le encogió el pecho, pero esta vez no era a causa del miedo. Era algo parecido a una cálida sensación de añoranza. Pero entonces, el sentimiento cálido y dulzón se hizo a un lado para dejar paso a la sensación de traición. El hombre lobo cañón la había besado hasta dejarla sin sentido, había hecho que lo deseara y después había huido con Fredericka.
Kylie miró hacia la luna cubierta de nubes. Incluso a través de la niebla gris, se dio cuenta de que no era luna llena. No lo sería hasta la próxima semana, cuando los hombres lobo habían preparado su propia ceremonia común. Aquello significaba que el lobo que la miraba no podía ser Lucas. Eso quería decir que era un lobo real. Un animal salvaje. También significaba que debía salir corriendo lo más lejos posible antes de que se decidiera a atacar.
Miró al animal salvaje, imaginaba a la criatura gruñendo, a punto de saltar, pero lo que vio no era ni de lejos tan aterrador. Los ojos dorados le sostenían la mirada. Las nubes que cubrían la luz de la luna se habían movido y Kylie pudo verlo con más claridad. Era mediano, tenía el pelaje grueso y áspero, de diversos colores que iban del gris al rojo. No se podía decir que fuera bello, no exactamente, pero no parecía para nada amenazador.
Bajó el hocico y avanzó despacio hacia ella. Aunque la fiera no le pareciera hostil, Kylie dio un paso atrás. Como si sintiera su miedo, el lobo agachó más la cabeza, adoptando una posición sumisa.
—¿Qué pasa contigo, eres la mascota de alguien? —Se le ocurrió una idea. Un lobo de verdad no podría haber pasado a tal velocidad junto a ella. Pero un cambiaformas sí que podría.
Se colocó las manos en las caderas y le dirigió a la bestia una mirada dura y fría.
—Maldita sea, Perry, ¿eres tú?
A Perry, el cambiaformas más poderoso del campamento, le encantaban este tipo de bromas. Pero Kylie estaba hasta el moño de sus truquitos. Ya era suficiente.
—Si no terminas con este juego, te tiraré de las orejas. —Kylie esperó a que el brillo diamantino empezara a llenar el aire alrededor del lobo y éste pudiera volver a su forma humana—. ¡Ahora, Perry!
Ni un destello.
La criatura, avanzó hacia adelante a cuatro patas.
—No —se oyó decir Kylie, aceptando que se trataba de un lobo de verdad—. Quédate ahí —le ordenó señalando su lugar con la mano y el animal pareció entenderla—. No es nada personal, pero a mí me gustan más los gatos. —Su voz sonó muy alta y volvió a recordarle que no había rastro de los ruidos nocturnos.
Ni grillos. Ni pájaros. Ni siquiera el viento se atrevía a soplar. Kylie levantó la vista hacia las copas de los árboles, todo estaba tan quieto que parecía una fotografía. Incluso la vegetación de Texas se mostraba paralizada por el miedo.
Kylie luchó contra la sensación de peligro que se agitaba en su pecho y volvió a mirar al lobo. Estaba segura de que su miedo no provenía de la presencia del animal. No, lo que sentía era algo mucho más malvado. Un escalofrío le recorrió la espalda y se le erizó el vello de la nuca.
El lobo se levantó, olfateó el aire y gruñó. Dio un paso atrás y una vuelta sobre sí mismo. Sus ojos dorados se encontraron con los de ella casi como si quisiera advertirle del peligro.
Aunque Kylie no necesitaba más avisos. Se le paró el corazón. El viento frío pasó otra vez por su lado, sólo que esta vez estaba más cerca, y dejó tras de sí un olor fétido que recordaba al hedor de la muerte. El gruñido del lobo se hizo más intenso.
—¿Kylie? —Su nombre resonó en la distancia, la voz provenía de la espesura del bosque.
Giró la cabeza y la ráfaga helada volvió a pasar junto a ella. Aunque esta vez tuvo la sensación de que pasaba de largo. Aquello, fuera lo que fuera, quería que estuviera sola. Kylie cruzó los brazos sobre el pecho e intentó no echarse a temblar.
El lobo soltó un gemido suave, volvió la cabeza y le miró a los ojos de nuevo. Movió ligeramente la cabeza, como si se estuviera despidiendo, entonces se dio la vuelta y, sin que la vegetación sonara a su paso, desapareció.
—¡Kylie! —Volvió a oír su nombre, lo traía un suave soplo de viento. Esta vez reconoció la voz de Derek.
—¡Estoy aquí! —gritó Kylie, y como no quería estar sola ni un segundo más, echó a correr.
Corrió hacia el lugar de donde provenía la voz de Derek. El corazón le latía con fuerza mientras esquivaba árboles y saltaba zarzas. Siguió corriendo. Como si pudiera escapar del miedo que acababa de sentir o huir de sus problemas. Oh, sí, lo que quería era dejar todos los problemas atrás. Con cada paso que daba contra la tierra dura del bosque, sentía cómo su miedo quedaba lejos, muy lejos, pero los problemas no. Ésos continuaban allí, esperando, pero el esfuerzo de correr la reconfortaba. Bueno, hasta que se chocó con algo, o mejor dicho… con alguien.
Derek.
El impacto dejó a Derek sin aliento y le hizo caer al suelo con un golpe sordo. Kylie perdió el equilibrio y aterrizó encima de él. Percibió su aroma limpio y especiado al mismo tiempo en que los brazos protectores de Derek se cerraban a su alrededor.
—Tú enviaste al lobo —murmuró Kylie, aunque todavía le faltaba el aire, en cuanto recordó su capacidad para comunicarse con los animales.
—¿Qué lobo? —miró a izquierda y derecha—. ¿Estás bien? —Derek la ayudó a darse la vuelta.
Una de sus piernas seguía encima de Kylie y el brazo izquierdo en su cintura, cerró la palma de su mano justo en la curvatura de la misma. Su contacto la inundó inmediatamente de una sensación de calidez y comodidad. Le apartó la cortina de pelo de la cara con la otra mano. La miraba con ojos preocupados y Kylie luchó contra las lágrimas que le subían por la garganta.
—Kylie, dime algo. —El tono de su voz reflejaba la misma preocupación que sus ojos y la sensación cálida que siempre experimentaba cuando él la tocaba volvió a derramarse dentro de su pecho.
»Maldita sea, ¿estás bien?
Kylie parpadeó, quería decirle que sí, pero le salió la verdad.
—No. No estoy bien.
—¿Qué ha pasado? —Su brazo se apretó alrededor de su cintura.
Todos sus problemas le cayeron encima como una losa, pero uno de ellos pesaba más que el resto.
—He bebido sangre.
—Todos hemos bebido sangre. Era parte de la ceremonia —contestó Derek, pero ella tuvo la sensación de que estaba tratando de decir lo correcto.
—Pero me gustó beberla —respondió ella.
—Lo sé —admitió Derek—, tus emociones lo invadieron todo cuando empezaste a beber: pasión, euforia, alegría.
Kylie levantó la cabeza del suelo.
—¿Qué significa eso? En serio, ¿qué significa?
—Quizás te gusta simplemente —aventuró él en tono cauteloso.
—¿O tal vez soy un vampiro? —respondió ella, y luego bajó la cabeza y cerró los ojos.
Él no dijo nada durante un minuto, y luego habló:
—¿Has visto un lobo? ¿Has dicho algo acerca de un lobo?
—Sí —afirmó—. Se comportaba de un modo extraño, casi amistoso.
—Ya no está por aquí —confirmó Derek. Su don le permitía comprobar si en los bosques cercanos había animales—. Probablemente era un perro abandonado.
—Parecía un lobo.
—Entonces sería un híbrido.
—Puede ser —admitió Kylie, era posible que estuviera exagerando.
Ninguno de los dos habló durante unos minutos. Kylie cerró los ojos, disfrutó de la sensación del cuerpo de Derek junto al de ella y empezó a relajarse. Cuando volvió a abrir los ojos, las estrellas brillaban con un resplandor de cuento de hadas. La hierba de alrededor bailaba con el viento. Derek lo estaba haciendo otra vez, hacía que el mundo a su alrededor se convirtiera en un lugar utópico, demasiado perfecto. Hasta el aire parecía perfumado con el olor especiado de las plantas. Reconoció un aroma de flores silvestres. Cerró los ojos de nuevo, tenía miedo de dejarse atrapar completamente por el mundo que él había creado.
—¿Crees que eres un vampiro? —inquirió Derek.
Su pregunta la devolvió un poco a la realidad. Kylie le miró.
—No lo sé. Estoy muy confusa —reconoció.
Derek le acarició la mejilla.
—¿De verdad importa lo que seas? Al menos a mí me importa bien poco.
—Claro que importa. —Kylie se apoyó en un codo—. Tú no lo entiendes porque sabes lo que eres. Siempre lo has hecho. En cambio yo, todo lo que creía saber acerca mí misma: quién soy, qué soy, quién es mi padre, todo eso me ha sido arrebatado. Lo único que me queda es un montón de preguntas. Nada es como yo pensaba.
Las lágrimas llenaron sus ojos.
—Y…
La boca de Derek se encontró con la suya. Cerró los ojos. La dulzura del beso dejó en un segundo plano todo el caos que sentía en su interior. Se permitió disfrutar del momento. Se permitió durante sólo un momento sentir y no pensar. Y, Dios, le sentaba tan bien.
Cuando él paró, Kylie no quería que el beso terminara. Abrió los ojos. Ahora que no estaba bajo el dulce influjo de sus besos, no estaba del todo segura de cómo quería tomarse la estratagema para hacerla callar. Se sentó sobre la hierba.
—¿Por qué has hecho eso?
—¿El qué? —preguntó Derek.
—Besarme cuando estaba hablando.
Una sonrisa se formó en sus ojos.
—Sé que no te gusta que use mi don para calmarte, así que pensé que podría usar mi encanto en su lugar.
—Si es sólo tu encanto y no tu don, ¿cómo puedes hacer que todo parezca un mundo de fantasía?
Derek negó con la cabeza y el flequillo castaño rozó su frente.
—Ya te lo dije, yo no estoy haciendo eso.
Kylie inclinó la cabeza hacia un lado y le lanzó una mirada acusadora.
—Si lo hago, no lo hago a propósito. Te lo juro. Estar contigo me hace feliz y tal vez cuando soy feliz me vuelvo más encantador. —Su sonrisa era contagiosa y toda la negatividad que le encogía el pecho se evaporó.
Kylie le golpeó el hombro con la palma de la mano.
—Te crees muy irresistible, ¿no?
Su sonrisa se ensanchó.
—Creo que te gustan mis besos. —La mirada de Derek se fijó en su boca, donde todavía podía sentir su sabor.
—¿En serio? —bromeó—. ¿Estás tan seguro de ti mismo?
—Estoy seguro de que ya no estás triste. Y eso es lo que cuenta, ¿no? —Pasó un dedo sobre sus labios—. Porque la verdad es que odio verte triste.
A Kylie se le encogió el corazón. Se preguntaba si eso era una confesión de que estaba manipulando sus emociones. Por otra parte, ¿era malo el deseo de querer hacer a alguien feliz, de ahuyentar sus temores? Oh, demonios, ¿a qué estaba esperando? ¿Qué le impedía decir sí a todo lo que Derek quería? Sí a salir con él. Sí a… a más besos y a donde fuera que esos besos les llevaran. Kylie se inclinó acercándose a él, con ganas de probar su boca otra vez.
—¿Ves? —dijo él, jugando, y arqueó las cejas—. Admítelo. —Acercó su boca a la de ella, tanto que sus labios se rozaban cuando hablaba.
—¿Admitir qué? —Ella le siguió el juego, con la esperanza de volverlo tan loco como él le volvía a ella.
—Admite que te gustan mis besos. Y luego di que sí a salir conmigo.
Ella le miró a los ojos y sonrió.
—Tengo que admitir que me gustan tus besos, pero ¿a ti te gustan los míos?
—Más que nada. —Derek acortó todavía más la distancia que les separaba—. Sal conmigo. —Volvió a besarla, al principio con suavidad y luego más apasionadamente.
Sintió su lengua dentro de la boca. Sintió cómo volvía a apoyarla delicadamente contra la hierba. Sintió su mano deslizarse bajo la camisa y tocar la piel desnuda de su cintura. La había acariciado así antes, pero Kylie tenía la sensación de que no subiría más, no iría más allá hasta que tuviera su aprobación.
Y saber eso le hacía tener más ganas de dársela. Tener la certeza de que era su elección y que él respetaría lo que eligiera significaba mucho para ella. ¿Pero lo suficiente como para dar ese paso?
Kylie cogió su mano, consideraba la opción de llevarla más arriba, darle permiso para…
—Vosotros dos deberíais volver al campamento. —Una voz grave interrumpió sus fantasías.
Kylie y Derek se separaron de golpe. Burnett, líder temporal del campamento y agente de la UIF, una unidad del FBI especializada en seres sobrenaturales, los observaba desde arriba. Kylie se puso roja como un tomate, se moría de vergüenza de que les hubieran pillado besándose en la hierba.
A Derek no parecía molestarle. Se puso de pie y miró a su alrededor.
—¿Qué es?
Kylie también se puso de pie. Sólo entonces cayó en la cuenta del tono siniestro que había usado Burnett y vio que sus ojos brillaban de color rojo. Era señal de que estaba a la defensiva. Evidentemente que había algún peligro cerca.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Derek.
—Hace poco ha pasado alguien por aquí —contestó Burnett.
—¿Quién? —logró preguntar Kylie.
—No lo sé. Pero son vampiros y no son de los nuestros. Ahora volved al campamento.
—¿No crees que debería ir contigo? —se ofreció Derek.
—¿Y dejarla sola? —preguntó Burnett frunciendo el ceño, con un tono de voz que no admitía réplica.
Derek miró a Kylie y luego volvió a dirigirse a Burnett.
—Tienes razón. Me aseguraré de dejarla sana y salva en el campamento. ¿Quieres que vuelva?
—No —insistió Burnett—. Estaré bien. Échale un ojo al campamento. Que todo el mundo esté alerta. Permaneced juntos.
«¿Y dejarla sola?». La pregunta de Burnett se repetía en su cabeza y, cada vez, se sentía más molesta. Quería decirles que podía cuidar de sí misma. Della se pondría hecha una furia si intentaran tratarla como si necesitara protección. Entonces recordó el miedo que había pasado antes de empezar a correr, antes de encontrarse con Derek. Obviamente, Kylie no era Della.
¿Significaba eso que no era una vampira? ¿O quería decir que era una vampira bastante cobarde? ¿Era posible que existiesen vampiros miedicas?
Burnett continuó:
—Tampoco dejes que venga Holiday. Átala si es necesario. ¿Entendido?
—Lo pillo. —Derek cogió a Kylie del brazo y empezó a caminar.
Kylie no se movió.
—Antes lo sentí —soltó—. Quienquiera que fuese se movió a mi alrededor varias veces. Casi como si estuviera burlándose de mí o quisiera ponerme a prueba. —Les contó cómo había pasado volando una y otra vez, para hacer notar su presencia sin dejar que ella lo viera.
—Eso es raro. Los vampiros normalmente no juegan así. Ni ponen nada a prueba —se extrañó Burnett—. Ven la presa y atacan a matar —añadió—. Ahora volved al campamento.
Le temblaban las piernas. Derek sintió su miedo, la cogió de la mano y enseguida volvió a invadirla esa cálida sensación tranquilizadora. El miedo disminuyó.
—Vamos. Volvamos al campamento. —Derek la cogió por el codo. El sonido de su voz la ayudó a conectar el cerebro con las piernas y comenzó a moverse.
Caminaron a un ritmo rápido y sin hablar. El sonido ocasional de un búho y el canto de los grillos llenaba la oscuridad. La música en sí no importaba. Era buena. Que la hubiera significaba que no había intrusos cerca.
—¿Por qué no me dijiste que un vampiro se había acercado a ti? —preguntó Derek; la frustración hacía que su voz sonara más grave.
—Yo… al principio pensé que era Della y luego… —Luego pensó que era Chan, pero no podía hablarle a Derek sobre Chan. Se lo había prometido a Della—. Entonces oí que me llamabas y empecé a correr y ya no estaba tan asustada. —Miró hacia Derek, que tenía el ceño fruncido—. Te hablé sobre el lobo.
—Creo que el vampiro era más importante.
—Sí, y te lo habría contado… pero entonces empezaste a besarme.
—¿Así que es culpa mía? —El tono de voz era más duro que antes.
—Más o menos —dijo. No le gustaba que estuviera enfadado con ella cuando hacía tan solo unos minutos habían estado besándose. Kylie empezó a caminar más rápido.
Siguieron andando en un tenso silencio durante cinco minutos más. Con cada paso que daba, más cerca estaba de reconocer lo tonta que era su discusión.
—Probablemente debería habértelo dicho antes. No lo pensé —se disculpó con la vista puesta en el horizonte, temía que Derek no aceptara su oferta de tregua.
Derek respiró hondo.
—Lo siento. No debería haberme puesto de mal humor. —Volvió a cogerla de la mano. Le encantaba el tacto de su mano—. Sólo me asusta pensar que… podrían haberte hecho daño.
Parecía mayor. Su voz sonaba más grave y la necesidad de protegerla le daba un nuevo matiz. A pesar de que todavía se sentía un poco molesta porque pensara que no podía cuidar de sí misma, le gustaba ese nuevo matiz. Se sentía más segura.
Sí, con Derek estaba a salvo, pero eso no le impedía mirar de reojo hacia los árboles y rezar por que el viento no dejara de soplar y por que la noche no guardara silencio.
—¿Qué ha pasado? —Veinte minutos más tarde, Miranda la acorralaba en el comedor.
En cuanto Derek contó a Holiday que había un vampiro renegado al acecho, los convocó a todos en el comedor.
En el fondo, Kylie todavía temblaba. No estaba segura de si era por el miedo o por la actitud distante de Della. Su frialdad podía percibirse claramente incluso desde el otro lado de la estancia.
—Vamos, suéltalo —insistió Miranda—. Y después yo también tengo algo que contarte.
Kylie volvió a mirar a Della.
—¿Está muy enfadada conmigo?
Miranda miró al otro lado de la habitación.
—En una escala del uno al diez, y diez es un vampiro muy cabreado, yo diría que quince, y subiendo.
—Genial —murmuró Kylie.
Miranda se encogió de hombros.
—Lo superará. Ya sabes cómo es. Ahora dime, ¿qué ha pasado?
Kylie negó con la cabeza.
—Salí corriendo y…
—Pero ¿por qué te fuiste? ¿Y por qué te pusiste a… beber sangre como si fuera una cerveza fría en una tarde de verano?
Kylie se miró los zapatos. No quería hablar de eso, no ahora.
—No lo sé.
—Te gustó el sabor, ¿verdad? —Miranda sonaba herida.
Lo único que pudo hacer Kylie fue asentir.
—Está bien, entonces, ¿qué pasó? —Miranda la miraba con el ceño fruncido.
Kylie tragó saliva, tenía un nudo en la garganta.
—Vamos, ¡dilo! —soltó Miranda.
—Continué corriendo y sentí que había alguien más, un vampiro. Y entonces oí a Derek. Creo que quienquiera que estuviera allí se asustó. Volví a salir corriendo en dirección a Derek y luego acabamos…
—¿Cómo? —preguntó Miranda, atenta a cada una de sus palabras.
Enrollándonos en la hierba.
—Nada. Después apareció Burnett.
Una ráfaga de aire pasó por su lado y Della apareció de repente junto a ellas.
—Y le dijiste que pensabas que era Chan, ¿verdad? —Obviamente, Della había estado escuchando todo el tiempo.
Kylie la miró.
—No, no lo hice.
—¿Quién es Chan? —quiso saber Miranda.
—Nadie —espetó Della—. No te metas donde no te llaman.
Della no quería que nadie supiera que su primo, un vampiro bastante canalla, había roto una de las reglas más importantes de Shadow Falls: no se admiten visitas sin permiso. Especialmente de gente que estaba en contra de los intentos de la UIF para regular a los seres sobrenaturales.
Miranda le devolvió una mirada triste a Della.
—¿Era Chan? —preguntó Kylie, sin importarle si Miranda las oía. Entendía la lealtad de Della hacia Chan. Él la había ayudado cuando pasó por el doloroso cambio que la convertiría en vampira. Sin embargo, tenía sentido que si Chan había roto las normas una vez, lo volviera a hacer.
—Te dije que no iba a volver —continuó Della.