CARTA 1
CARTA 2
CARTA 3
CARTA 4
CARTA 5
CARTA 6
CARTA 7
CARTA 8
CARTA 9
CARTA 10
CARTA 11
CARTA 12
CARTA 13
CARTA 14
CARTA 15
CARTA 16
CARTA 17
CARTA 18
CARTA 19
CARTA 20
CARTA 21
CARTA 22
CARTA 23
CARTA 24
CARTA 25
CARTA 26
CARTA 27
CARTA 28
CARTA 29
CARTA 30
CARTA 31
CARTA 32
CARTA 33
CARTA 34
CARTA 35
CARTA 36
CARTA 37
CARTA 38
CARTA 39
CARTA 40
CARTA 41
EPÍLOGO
Lady Susan Vernon al señor Vernon Langford, diciembre
Querido hermano:
Ya no puedo seguir privándome del placer de aprovechar la amable invitación que me hiciste al despedirnos la última vez de pasar algunas semanas contigo, en Churchill; por tanto, si a ti y a la señora Vernon no os resulta inoportuno recibirme en estos momentos, espero que dentro de unos días puedas presentarme a esa hermana que, desde hace tanto tiempo, deseo conocer. Los buenos amigos que tengo aquí me suplican, con el mayor cariño, que prolongue mi estancia con ellos, pero su carácter hospitalario y festivo les hace llevar una vida social demasiado animada para la situación que atravieso y mi estado mental actual. Espero con impaciencia el momento en que seré admitida en tu agradable retiro. Anhelo que tus queridos hijos me conozcan y me desviviré por desper-tarles gran interés en sus corazones. Necesitaré toda mi fortaleza de ánimo, puesto que pronto me separaré de mi hija. La larga enfermedad de su querido padre me ha impedido prestarle la atención que el deber y el cariño dictaban, y tengo demasiadas razones para temer que la institutriz a la que encomendé su educación será incapaz de hacerlo. Así que he decidido enviarla a uno de los mejores colegios privados de la ciudad. Tendré la oportunidad de acompañarla cuando vaya a tu casa. Estoy decidida, como ves, a no permitir que se me niegue la entrada en Churchill. Me dolería mucho ente-rarme de que no te es posible recibirme.
Recibe un cordial saludo de tu hermana, S. Vernon
Lady Susan a la señora Johnson
Langford
Mi querida Alicia, estabas muy equivocada al creer que no me iba a mover de aquí, en todo el invierno, y me duele mucho decírtelo. En pocas ocasiones he pasado tres meses tan agradables como éstos que acababan de pasar. Ahora, todo es conflictivo. Las mujeres de la familia se han unido en mi contra. Adivinaste lo que ocurriría cuando llegué a Langford. Manwaring es tan extrañamente encantador que no pude más que sentir aprensión. Recuerdo que, cuando me acercaba a la mansión, me dije: «¡Me gusta este hombre; ruego a Dios que eso no cause ningún mal!». Pero ya había resuelto ser discreta, recordar que sólo hacía cuatro meses que había enviudado y mantenerme en silencio lo más posible. Así lo he hecho, mi querida y pequeña criatura. No he aceptado las atenciones de nadie, excepto las de Manwaring. He evitado toda coquetería y no he hecho caso a nadie de aquí, excepto a sir James Martin, al que he dispensado un poco de atención, para separarlo de la señora Manwaring. Sin embargo, si el mundo supiera cuáles han sido mis motivaciones, me alabarían por ello. Me han llamado madre des-atenta y, no obstante, el impulso sagrado del cariño maternal y el bien de mi hija han sido lo que me ha servido de acicate; si mi hija no fuera la mayor pánfila de la Tierra, se me habría re-compensado por mis esfuerzos como me merecía.Sir James me hizo proposiciones para Frederica pero ésta, que ha nacido para amargarme la vida, decidió oponerse con tanta vehemencia al emparejamiento que decidí que era mejor olvidar el plan por el momento. En más de una ocasión me he arrepentido de no haberme casado yo misma con él y, si fuera un poco menos débil, seguro que lo haría. Admito que soy más bien romántica en ese aspecto y que las rique-zas por sí solas no me satisfacen. El resultado de todo esto es que sir James se ha marchado, María está enfurecida y la señora Manwaring se muestra insoportablemente celosa. Está tan celosa e indignada conmigo que, en un arrebato de furia, no me sorprendería que recurriera al señor Johnson, si pudiera acceder a él libremente. Tu marido, sin embargo, sigue siendo mi amigo, y la acción más gentil y bondadosa de su vida ha sido librarla para siempre del matrimonio. Mi único encargo es que mantengas su resentimiento. Ahora, estamos muy afligidos. Una casa nunca había visto tanta alteración: toda la familia está en pie de guerra y Manwaring apenas me habla. Ha llegado el momento de que me vaya. He decidido, por tanto, dejarles y pasaré, espero, un día agradable contigo, en la ciudad, esta misma semana. Si el señor Johnson sigue mostrando tan poca sim-patía por mí como siempre, deberás venir a verme a la calle Wigmore, número 10, aunque espero que éste no sea el caso, puesto que el señor Johnson, con todos sus defectos, es un hombre al que siempre se le puede aplicar esa gran palabra que es «respetable»; además, siendo cono-cida la confianza que tengo con su esposa, su desaire conmigo parecería raro. Pasaré por la ciudad de camino a ese insoportable lugar, esa aldea campesina, puesto que finalmente voy a ir a Churchill. Perdóname, mi querida amiga, pero es mi último recurso. Si hubiera en Inglaterra otra casa abierta para mí, la preferiría.
Aborrezco a Charles Vernon y temo a su mujer.
En Churchill, sin embargo, permaneceré hasta que haya algo mejor en perspectiva. Mi jovencita me acompañará hasta la ciudad, donde la dejaré al cuidado de la señora Summers, en la calle Wigmore, hasta que entre en razón, al menos un poco. Allí podrá hacer buenos contactos, ya que todas las chicas provienen de las mejores familias. El precio es muy alto, mucho más de lo que puedo permitirme pagar.
Adiós, te escribiré en cuanto llegue a la ciudad.
Un abrazo,
S. Vernon
La señora Vernon a lady De Courcy Churchill
Querida madre:
Siento mucho tener que decirle que no podremos cumplir la promesa de pasar la Navidad con usted. Esa dicha nos ha sido privada por una circunstancia que, me temo, no nos servirá de compensación. Lady Susan, en una carta a su hermano, ha manifestado su intención de visitarnos casi de inmediato y, puesto que esa visita es seguramente por una cuestión de conveniencia, es imposible adivinar su du-ración. Yo no estaba preparada en absoluto para este hecho y tampoco puedo entender la conducta de lady Susan. Langford parecía el lugar adecuado para ella en todos los aspectos, tanto por el estilo de vida elegante y caro del lugar, como por su particular apego a la señora Manwaring, de modo que no esperaba ese honor tan pronto, aunque siempre había pensado, visto el afecto creciente que sentía por nosotros desde la muerte de su marido, que en algún momento nos veríamos obligados a recibirla. Creo que el señor Vernon fue extraordi-nariamente amable con ella cuando estuvo en Staffordshire. La conducta de ella con él, inde-pendientemente de su carácter general, ha sido tan inexcusablemente artera y poco generosa, desde que empezó a considerarse nuestro matrimonio, que cualquier persona menos benévo-la e indulgente que él no lo habría pasado por alto; aunque lo correcto era prestarle ayuda económica, tratándose de la viuda de su hermano que pasaba por momentos de apuro, no puedo dejar de considerar perfectamente inne-cesario que él la invitara encarecidamente a visitarnos en Churchill. De todos modos, como siempre se muestra dispuesto a pensar bien de todo el mundo, sus muestras de dolor, sus manifestaciones de arrepentimiento y, en general, su actitud de prudencia fueron suficientes para ablandarle el corazón y confiar en su sinceri-dad. Sin embargo, yo sigo sin convencerme de todo ello y, como ha sido ella misma quien ha escrito, no conseguiré cambiar de opinión hasta que alcance a comprender el verdadero motivo de su visita. Por lo tanto, mi querida señora, ya puede adivinar con qué ánimo espero su llegada. Tendrá la oportunidad de ganarse mi consideración, con esos atractivos poderes que to-do el mundo alaba en ella, aunque sin duda procuraré protegerme de su influjo, si no vienen acompañados de algo más sustancial. Ha manifestado su más ferviente deseo de cono-cerme, mencionando con consideración a mis hijos, pero no soy tan impresionable como para creer que una mujer que se ha comportado con tanta despreocupación, por no decir crueldad, con su propia hija vaya a sentir apego por los míos. La señorita Vernon ingresará en una escuela de la ciudad antes de que su madre venga a nuestra casa, de lo cual me alegro, tanto por ella como por mí. Le será beneficioso separarse de su madre y, siendo una chica de dieciséis años que ha recibido una educación tan lamentable, no es una compañía muy deseable. Hace tiempo que Reginald quiere, lo sé bien, ver a la cautivadora lady Susan y esperamos que se una a nosotros muy pronto. Me alegra saber que mi padre sigue bien. Con cariño,
Cath. Vernon
El señor De Courcy a la señora Vernon Parklands
Querida hermana:
Os felicito, a ti y al señor Vernon, puesto que vais a recibir en vuestra familia a la seductora más consumada de Inglaterra. Siempre me han hablado de ella como de una distinguida con-quistadora, pero últimamente he podido saber algunos detalles de su conducta en Langford que demuestran que no se limita a esa clase de seducción honesta que agrada a la mayoría de la gente, sino que aspira a la más suculenta gratificación, que consiste en hacer desgraciada a toda una familia. Con su comportamiento respecto al señor Manwaring, sembró los celos y la desdicha en su mujer, y con sus atenciones para con un joven enamorado de la hermana del señor Manwaring, privó a una agradable joven de su amante. He sabido todo esto por un tal señor Smith, que ahora vive en esta zona (he cenado con él en Hurst y Wilford) y que acaba de llegar de Langford, donde pasó una quincena en la casa con lady Susan, y cuyos comentarios son por tanto muy cualificados.
¡Qué mujer debe de ser! Ya tengo ganas de conocerla y acepto sin dudarlo tu amable invitación. Así podré formarme una idea de ese hechizo tan poderoso que es capaz de atraer la atención, al mismo tiempo y en la misma casa, de dos hombres que no estaban en posición de ofrecerle sus afectos libremente. ¡Y todo eso sin el encanto de la juventud! Me alegra saber que la señorita Vernon no acompañará a su madre a Churchill, puesto que sus modales no parecen decir mucho en su favor y, según el relato del señor Smith, es igual de aburrida que de pre-sumida. Cuando se unen el orgullo y la estupi-dez, no se puede contrarrestar con disimulo, y la señorita Vernon no merece otra cosa que el desprecio más inexorable. Sin embargo, por todo lo que he podido deducir, lady Susan posee una capacidad para mostrarse astutamente cautivadora que debe de ser interesante pre-senciar y detectar. Pronto estaré con vosotros.
Tu hermano que te quiere,
R. de Courcy
Lady Susan a la señora Johnson
Churchill
Recibí tu carta, mi querida Alicia, justo antes de irme de la ciudad y me alegra saber con seguridad que el señor Johnson no sospechó nada de tu compromiso de la víspera. He llegado bien y no tengo queja alguna del recibimiento del señor Vernon, aunque confieso que no puedo afirmar lo mismo del comportamiento de su esposa. No hay duda de que posee una buena educación y parece una mujer con buenos modales, pero su actitud no consigue persuadirme de que esté muy predispuesta en mi favor.
Quería que estuviera encantada conmigo con tan sólo verme (fui tan simpática como pude), pero todo fue en vano. No le gusto. Desde luego, si tomamos en consideración que efectivamente me tomé algunas molestias para evitar que mi cuñado se casara con ella, esta falta de cordialidad no es sorprendente. Aún así, demuestra ser un espíritu intolerante y vengativo, manteniendo el resentimiento por un plan que me ocupó hace seis años y que finalmente no tuvo éxito. A veces estoy casi dispuesta a arre-pentirme de no haber permitido que Charles comprara el castillo de Vernon, cuando nos vimos obligados a venderlo, pero se dio una circunstancia difícil, especialmente al coincidir exactamente la venta con su matrimonio. Todo el mundo debería respetar la fragilidad de esos sentimientos que impedían que la dignidad de mi marido se viera rebajada por el hecho de que el hermano menor se quedara con las propiedades de la familia. Si se pudiera haber llegado a un acuerdo que nos hubiera evitado la obligación de tener que abandonar el castillo, si hubiéramos podido vivir con Charles sin que él se casara, habría obrado de un modo totalmen-te opuesto y no habría convencido a mi marido de vendérselo a otro. Sin embargo, Charles estaba entonces a punto de casarse con la señorita De Courcy y ese hecho me ha justificado. Aquí hay muchos niños y: ¿qué beneficio habría ob-tenido yo si él hubiera adquirido Vernon?
Haberlo evitado puede haberle causado una impresión desfavorable a su mujer, pero cuando uno está predispuesto, es fácil encontrar un motivo. En lo que respecta a cuestiones de dinero, él nunca ha visto un impedimento en lo sucedido para ayudarme. En verdad, tiene toda mi consideración. ¡Es tan fácil abusar de él!
La casa es buena, el mobiliario es de buen gusto y todo anuncia abundancia y distinción.