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JULIO B. MUTTI
Colección:Historia Incógnita
www.historiaincognita.com
Título: Nazis en las sombras
Autor: © Julio B. Mutti
Copyright de la presente edición: © 2015 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Revisión y Adaptación literaria: Teresa Escarpenter
Editor: Raúl Calvo Quesada
Conversión a e-book: Paula García Arizcun
Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
ISBN edición impresa 978-84-9967-713-2
ISBN impresión bajo demanda 978-84-9967-714-9
ISBN edición digital 978-84-9967-715-6
Fecha de edición: mayo 2015
Depósito legal: M-12227-2015
A mi esposa e hijos. A toda mi familia.
La vida es algo que vamos encontrando mientras vivimos, aunque ya de mayor uno piense que también encontró lo que fue buscando. Digamos, entonces, que la vida es el resultado de la casualidad y la voluntad.
Escribo esto porque en la rebotica de mi magín desde hace mucho hay un mundo borroso que deseo aclarar. Esa aspiración me hizo andar por circuitos en los que la casualidad se dio a favor de mis intereses.
¿Cuándo escuché por primera vez algo sobre los nazis en Argentina? No puedo acordarme porque me crié escuchando historias de guerra, declarada y oculta, en España y en los países donde todo el mundo tenía parientes: Cuba y Argentina. De pequeño me gustaba la aventura de subir a un castillo en cuya descomunal puerta de madera alguien había grabado una cruz gamada. Los viejos decían que el grabador era miembro de la tripulación de uno de los submarinos que se aprovisionaban en las rías dominadas por aquella fortaleza.
Guerra. Nazis. Argentina. Décadas de escuchar fábulas, la mayor de ellas que Adolf Hitler acabó sus días tranquilamente mirando el Mar Austral desde la costa del golfo de San Jorge. Nada lo prueba, pero sí es cierto que en Comodoro Rivadavia, la mayor ciudad de la Patagonia, vivió un sosias de Hitler –Alexander Schikorr– que participaba en las actividades de los nazis de la zona, numerosos y descarados.
El otro mito menor, leyenda con base real, es el de los submarinos que afloraban en las costas patagónicas, y que acabaron trayendo grandes personajes del Tercer Reich e inmensos capitales. ¿Ocurrió realmente? Lo cierto es que los alemanes construyeron «planchadas» en las playas desiertas del Chubut y de Santa Cruz para el desembarco de botes de goma. Aún resisten a la brutalidad del mar y la arena.
No es invención que Argentina contaba con una pujante colonia alemana cuando Hitler ascendió a canciller y atizó la hoguera que acabaría con tantos millones de europeos. Tampoco lo es que esa gran colonia hizo muestras públicas de patriotismo hasta los momentos finales del Reich de los mil años. Y, finalmente, cualquier anciano argentino puede señalar con el dedo la casa de cualquier alemán que apareció después de la Segunda Guerra Mundial sin saber sus vecinos cómo...
¿Cuántas conversaciones sobre los alemanes (no todos nazis) en la Argentina habré tenido? Muchas, con sorpresas como la de que un pariente me contase que en Buenos Aires era compañero de aula de la hija de un responsable del Holocausto, o que mi suegra me presentase a la viuda aporteñada de un oficial del Graf Spee.
Mi interés por la realidad que supera la imaginación fue creciendo con los años; y así es como me topé con los libros de Julio Mutti sobre «el verdadero final de la Segunda Guerra Mundial». Los leí con fruición y agradecimiento: me confirmaban ideas sobre cómo sucedieron los hechos, alejados de lo peliculero, mucho más sencillamente o más complicadamente que lo aceptable en un guion cinematográfico. El cine no da para reproducir cuanto sugiere la lectura de libros bien armados.
Después tuve el placer de conocer a Julio Mutti, de charlar con él al lado del edificio judicial donde llevaba tiempo procesando un enorme legajo: la investigación sobre los agentes secretos alemanes en Argentina durante la conflagración mundial. Su imagen próxima confirmaba lo percibido a través de sus textos: era un hombre trabajador y preciso...
He ahí, en las páginas que siguen, el resultado de su labor minuciosa. Sepa el lector que se encuentra ante un gran libro, que podría haber sido simplemente un libro grande. Mutti supo exprimir la esencia de dos mil quinientas páginas de prosa policial para organizar un relato que supera cuanto pudieran imaginar novelistas avezados. Y logra pintar un vasto retablo de la relaciones entre un pueblo disciplinado, enfatuado, que miraba al resto del mundo con desdén, y otro pueblo hijo de mil pueblos en cuyo comportamiento todo es posible porque introduce demasiadas variables en su ecuación socio-política.
Julio Mutti nos pinta la confrontación entre la Alemania nazi y el último país americano en darle la espalda por orden del tándem Estados Unidos-Gran Bretaña. Los agentes alemanes, divididos por estratos, por células dependientes de Canaris o de Himmler, se aprovechan del sentimiento antiyanqui de los criollos argentinos, comparten con el poder democrático o de facto más de lo que pueda ser confesable ante sus gobernados. Cegadoras sumas de dinero, sofisticados recursos técnicos, contrabando de personas, materias primas estratégicas y medicamentos escasos: todo vale para resistir... hasta que Alemania se hunde en lo que el autor llama, con acierto, el averno.
La acción es de novela de intriga, montada con técnica de «capas de cebolla». Se busca a «Sargo», el fantasma supremo del espionaje alemán en Argentina. Al final Mutti nos mete en el meollo de la persecución, con escenas que cualquier amante de la épica del misterio quisiera haber vivido.
Lo dicho, un gran libro; y una recomendación al lector: no se acelere, lea con calma aunque el ritmo que imprime el autor lo provoque; disfrute cada página, tome notas y vuelva a leer.
Quizá, después de este certero trabajo, Julio Mutti acepte un nuevo desafío: entrar en el inframundo de los agentes secretos de los Aliados en Argentina. Ellos tampoco estuvieron quietos (y se movieron contra los alemanes con una ventaja inmensa: podían descifrar las comunicaciones del enemigo. Los códigos Enigma ya estaban rotos cuando los militares argentinos pronazis tomaron el poder en 1943).
Xavier Alcalá
Quiero agradecer profundamente el inestimable aporte de un grupo de personas, que ha colaborado desinteresadamente con la presente investigación.
En primer lugar agradezco el indispensable análisis técnico de José Ricardo Ahumada sobre los materiales de la Orga-T incautados por Coordinación Federal en los años cuarenta. Sin su dedicada ayuda hubiera sido imposible interpretar las cientos de fojas del Segundo Sumario de Espionaje Alemán donde son descritos los innumerables elementos de radiotelegrafía utilizados por los agentes alemanes. En los archivos del autor existe un amplio informe técnico que por razones de espacio no se ha incluido en la versión final de la presente obra.
Agradezco infinitamente el aporte del capitán Jerry Mason (retirado) de la US Navy, quien ha puesto a disposición su enorme archivo de documentos microfilmados de la Kriegsmarine. Ha resultado fundamental el análisis, no sólo para la presente obra, sino también para trabajos publicados años atrás, de los documentos KTB (Kriegstagebücher) de la fuerza de sumergibles alemanes.
Gracias a Xavier Alcalá por su valorado consejo y su imprescindible empujón.
Agradezco el aporte de Pablo Javier Junco, historiador marplatense, quien ha hecho su aporte para lograr una correcta descripción de la Mar del Plata de los años cuarenta. Gabriel Pavlovcic es el responsable de aportar la fotografía original de la avioneta del espía Werner Koennecke, con la cual los alemanes realizaron operaciones en el norte del país y en Paraguay.
Estaré eternamente en deuda con Hilda Hingst, hija de Bernardo Hingst, un colaborador del servicio secreto germano, quien abrió desinteresadamente las puertas de su casa y los rincones más recónditos de sus memorias. A ella debo también una sentida carta familiar de aquella época, sobre la angustiante situación de su padre, la cual se conserva en los archivos del autor, y la fotografía nítida de una vieja pieza de madera con el escudo de Hamburgo y la firma grabada de más de veinte espías del servicio.
También debo mencionar el aporte realizado por Juan Hingst, hermano de Hilda.
Agradezco la comprometida ayuda prestada por Salvador Lugo Díaz, quien se esforzó dedicadamente en la misión de explorar la posibilidad de que los telegramas cifrados por las máquinas Enigma de la Orga-T pudieran ser descifrados por los archivistas de Bletchley Park.
Gracias a Ricardo Schuller por relatar espontáneamente la historia de su padre, a Pedro Alberto Fillipuzi por su trabajo de investigación realizado sobre el Archivo General de la Nación y al doctor don Daniel Sánchez por su bien valorada ayuda con los expedientes judiciales.
Reconozco enfáticamente la incontrastable diligencia y predisposición del personal del Archivo General del Poder Judicial de la Nación, especialmente al incansable David; también la abnegada paciencia e infinita cordialidad de Sergio y Jesús del Archivo Parlamentario de la Honorable Cámara de Diputados.
Gracias a Santos, a Raúl y a todo el equipo de Nowtilus por creer.
Los nazis y la Argentina. Los nazis en la Argentina. Fuga de criminales de guerra, oro robado a judíos o Estados ocupados, relaciones con gobernantes, científicos, submarinos, etc. Diferentes capítulos de una historia que se ha contado por partes, fragmentada, incompleta. Muchas veces transitando sobre la fina línea que divide la realidad de la fantasía; esquiva, borrosa, una frontera muchas veces invisible o demasiado tenue.
Resulta indudable que no se ha narrado aún la totalidad de la trepidante historia escrita por los nazis en Argentina; menos todavía se ha documentado completamente su crónica sudamericana. Uno de aquellos escabrosos capítulos parece ser eludido sosegadamente, una y otra vez, por los historiadores. Apenas algunas luces en la oscuridad, destellos en la penumbra, han sido la excepción a la regla. El espionaje nazi en la Argentina, durante la Segunda Guerra Mundial, parece haber sido un asunto demasiado complejo de abordar desde el comienzo.
Hasta la década de los noventa apenas se podía recurrir a los viejos interrogatorios realizados por potencias extranjeras. Especialmente, la inteligencia de los Estados Unidos sometió a largas sesiones a los espías alemanes expulsados de Argentina entre 1944 y 1947. Un material muy importante, pero atestado de puntos oscuros, lagunas difíciles de llenar y agentes extraviados. El profesor Ronald Newton, Leslie Rout y John Bretzel incluyeron gran parte de la información desclasificada por los archivos norteamericanos en diferentes trabajos de enorme importancia, publicados hace ya casi treinta años. Perseguían objetivos diferentes a los de la presente investigación. No buscaban desentrañar la enrevesada historia del espionaje alemán en Argentina, sino que estudiaron seriamente, entre otras cuestiones, la amenaza nazi-fascista en el mismo país o la historia de los servicios secretos, pero en toda América Latina. Tocaron parcialmente a las organizaciones de espionaje nazis en el país sudamericano, pero dentro del marco de otras importantes investigaciones. Apenas algunas páginas sobre el intrincado asunto en Argentina.
Acaso se tornaba imposible narrar la historia completa del espionaje nazi en las Pampas Húmedas sin contar con las declaraciones del magistral Siegfried Becker, el espía alemán más sagaz, entrenado e importante que actuó en Occidente. Los norteamericanos jamás pudieron ponerle sus manos encima y es por ello que su testimonio, clave para el presente trabajo, no puede contarse entre las numerosas compilaciones de declaraciones existentes en el país del norte.
En la década de los noventa la historia pudo haber dado un giro importante. El periodista y escritor nacido en Washington, pero de ascendencia argentina, Uki Goñi, hizo un hallazgo de enorme importancia para la historia del espionaje alemán en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. En una vieja estantería del Archivo General del Poder Judicial de la Nación sudamericana, el joven escritor halló varias carpetas olvidadas desde finales de la década de los cuarenta. Segundo Sumario de Espionaje Alemán podía leerse en grandes letras sobre las amarillentas, ajadas y desgastadas carátulas.
Años después, antes del final de esa década, mientras la CEANA (Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la Argentina) ignoraba una vez más el asunto del espionaje nazi en Argentina, Goñi publicó Perón y los alemanes. Una investigación magistral sobre las verdaderas relaciones que existieron entre el expresidente y los germanos, antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. El puntapié inicial para la presente investigación. La utilización del Segundo Sumario de Espionaje Alemán permitió a Goñi entregar algunos detalles inéditos sobre la estructura y las relaciones de las redes de espionaje dependientes del Tercer Reich, sin embargo, siempre circunscripto al objetivo perseguido por su pesquisa: las relaciones de los alemanes con Perón.
La historia de cómo este extenso dosier, la base del presente trabajo, escapó a la purga desatada después de la asunción de la presidencia por parte de Juan Perón en el año 1946, es de por sí un asunto revelador. Si bien los intersticios políticos e intrigas en el seno del poder de turno resultaron ineludibles de abordar, los nueve cuerpos del enorme archivo hallado por el investigador estadounidense no sólo eran capaces de revelar las relaciones de aquellos intrépidos espías con los gobernantes argentinos. También atesoraban secretos, detalles, direcciones, nombres, fotografías, desembarcos, poder, dinero, corrupción, pruebas irrefutables y la historia completa del espionaje nazi en Argentina. Una enorme cantidad de información que tomó más de dos años en ser procesada por el autor de la presente obra. Todo lo que no pudo ser revelado por las declaraciones existentes en los Estados Unidos se hallaba aquí mismo, sobre un viejo estante, en un polvoriento sótano de la capital Argentina.
Relatos de primera mano aportados por nonagenarios protagonistas terminaron de ensamblar una historia tan apasionante y llena de suspenso, como otras veces triste y olvidada.
«Los nazis no tenían nada que espiar en Argentina», suele escucharse de quien repara en la falta de información y trabajos relacionados a este esquivo asunto. Nada más alejado de la realidad. Pero ¿qué debían espiar los nazis y hasta dónde llegaron con sus actividades? ¿Cuáles eran realmente sus objetivos y los recursos para cumplirlos? ¿Cuántos agentes operaban en el país? ¿Pueden ser nombrados uno a uno? Preguntas que serán respondidas, de manera contundente y documentada, durante el transcurso de las siguientes páginas.
El capítulo que abre la presente obra es el único que no presenta como tema central al espionaje germano. Es una mirada retrospectiva sobre la importancia estratégica que Argentina pudo tener para los alemanes desde tiempos muy remotos. El lector podrá retrotraerse a los años anteriores al surgimiento del nazismo en Alemania hasta llegar, finalmente, al germen depositado en Buenos Aires por aquellos entusiastas marinos hamburgueses. Aquellos mismos navegantes que trajeron al Río de la Plata las ideas y doctrinas hitleristas. Un germen que prosperó, es cierto, pero siempre circunscrito a la comunidad germana como el gran objetivo por conquistar. Una afirmación que hoy en día cuesta aceptar en Argentina, lugar donde se suelen escuchar insistentes leyendas sobre un enorme poderío del partido nazi... Poderío que en realidad nunca se alcanzó más allá de la sociedad germano-criolla radicada en la nación sudamericana.
El lector podrá comprobar que los grupos de espionaje alemanes en Argentina, durante la Segunda Guerra Mundial, transitaron por dos etapas muy diferentes. Durante los primeros años, hasta 1942, el liderazgo fue ejercido por el agregado militar de la Embajada alemana, Dietrich Niebuhr. Por lo tanto, existió una clara supremacía del Abwehr (inteligencia militar del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas alemanas) sobre otras organizaciones de espionaje germano que operaban fuera del Reich. Aquel primer período, signado por la falta de verdaderos agentes profesionales, fue el menos efectivo desde el punto de vista de la recolección y el envío de información hacia Alemania. Los principales éxitos en aquellos tempraneros años estuvieron determinados por la Speeaktion, la fuga de oficiales internados pertenecientes a la tripulación del acorazado Graf Spee y por el montaje de un sistema de contrabando eficiente de personas y materiales de gran valor, mediante la utilización de vapores españoles.
Llegado este punto, el autor develará una cadena de contactos que llevaron al agente austríaco Eugenio Langer, uno de los grandes organizadores del mencionado contrabando, hasta los pasillos de la Casa Rosada. Un hecho revelador, el cual nos muestra la realidad sobre las relaciones germano-argentinas en tiempo de la guerra europea. Resulta sumamente trascendente y novedoso el hecho de poder ubicar agentes secretos alemanes «acordando» con un Gobierno argentino de origen democrático y muy anterior a la aparición de Juan Perón en la gran escena. Comúnmente, la creencia popular indica que los nazis se instalaron cómodamente en Argentina bajo el ala protectora del mencionado expresidente. Sin embargo, se demostrará fehacientemente, a la luz de nuevos documentos revelados, que los agentes germanos llegaron mucho antes al despacho presidencial.
La segunda etapa en la crónica de los grupos de espionaje, desde mediados de 1942 hasta el final de la guerra, fue el período de mayor eficiencia, y sobre todo profesionalismo, para los espías nazis en Argentina. Ese año se produjo un hecho trascendente: el epicentro de la inteligencia alemana debió cambiar forzosamente de capital debido a la entrada de Brasil en la guerra. Las redes secretas con base en Río de Janeiro fueron desbaratadas y pocos agentes pudieron escapar con rumbo hacia el sur.
Dos profesionales brillantes llegaron a Buenos Aires para liderar la segunda etapa. Uno de ellos era Wolf Franczok, brillante ingeniero de las SS, a cargo de la creación de la red de radiotelegrafía clandestina más importante fuera de Alemania al servicio del espionaje del Tercer Reich. Su tarea era meramente técnica: tenía la responsabilidad de enviar, a través de sus estaciones, los mensajes cifrados que los grupos de recolección le entregaban.
Johannes Siegfried Becker, «Sargo», capitán de las SS, retornó a Argentina también por aquella época. Había actuado en Brasil y luego de un efímero retorno a Alemania se estableció en la capital rioplatense para liderar la Red Bolívar, nombre que recibió la sumatoria de todos los grupos de espionaje alemán allí establecidos. Su autoridad era continental.
Archivo de la Honorable Cámara de Diputados.
Desde ese momento se hizo evidente la nueva supremacía del SD (Sicherheitsdienst o Servicio de Seguridad, organización de inteligencia de las SS), dependiente de la RSHA (Reichssicherheitshauptamt u Oficina Central de Seguridad del Reich). Un hombre supo apreciar muy claramente los nuevos vientos que soplaban desde Alemania. Ante tal giro de los acontecimientos, Hans Harnisch, el agente más importante del Abwehr en Buenos Aires para aquellos momentos, un nombre que se repetirá asiduamente con el correr de las páginas, supo migrar hábilmente hacia la organización de Heinrich Himmler.
Las estaciones clandestinas de la Orga-T, la red de radiotelegrafía dependiente de Wolf Franczok, nos harán recorrer la extensa geografía argentina. Recónditas estancias, páramos desolados, islas misteriosas, caminos intransitables, cajas enterradas o desembarcos de drogas y divisas falsas. Nada pudo escapar a la perseverancia y dedicación de largos años de investigación. La historia completa, desbordante de información nunca antes revelada, acerca de los servicios de espionaje nazis en Argentina, finalmente quedará documentada hasta el mínimo detalle.
Julio B. Mutti
Buenos Aires
Septiembre de 2014