Las islas del río
Sergio Álvarez
A Marta
Por ese valle oblicuo que ni el nuevo
camino no atraviesa
ni el viejo junto al agua
de los juncos almendros
ruina de la caseta
viña que
abandonasteis id
a buscar mi razón
de estar aquí siguiendo
Aníbal Núñez
CONTRA EL OLVIDO
Punto de mira
Sepáralo del suelo con el ritmo,
desplázalo hacia un lado con el tema,
ajústalo hacia el otro con el tono
y elévalo hacia cielo, no se pierda
lastrado por la cruda realidad.
Tendrás así centrado tu poema.
Activa el artefacto, recítalo en voz alta...
¿Apenas ha estallado? No importa, es lo normal...
Recoge los pedazos en el suelo,
y vuelve a comenzar.
Sepáralo del suelo con el ritmo...
Pura música
«music heard so deeply that is not heard at all
but you are the music while the music lasts»
T.S. Eliot
Al día
cuántas horas
has pasado
sin pensar
concentrado
en escuchar
la música.
No de fondo, no
en la lejanía.
No escribiendo, no
en el coche,
mientras viajas
cavilando
qué será
lo de mañana.
Pura música,
escuchada, recorrida,
degustada, consumida
(para eso
fue creada).
Al día
cuántas horas
a amar.
Pero no importa
A Celia
Dices, pero no importa,
que estás cansada y triste,
que el tiempo te ha sacado
dos vidas de ventaja.
Dices, pero no importa,
que ya no eres hermosa,
que el agua del espejo
tras tanto contemplarte
de pronto se ha secado.
Y qué puedo decirte
si siempre, desde niño,
buscaba tu sonrisa,
buscaba tu palabra,
que luce entre las sombras.
Ahora, como entonces,
también sigo buscando.
Tu voz aún es mi guía,
tus sueños, mi esperanza.
Me siento en el camino y
no sé cómo llamarte
y sueño que eres niña
que acuno entre mis brazos.
Dices que nada queda
y cómo convencerte
y entonces, qué decirte
si yo soy esa huella
que dejas en la arena
camino del ocaso.
Si yo soy el reflejo
hermoso de tu esfuerzo,
de toda esa vigilia
de noche junto al alma
grabando el aire frío
con trazos de deseo.
Estamos sin remedio
unidos para siempre
y allá donde me encuentre
el aire que respires
hará temblar mi llama.
La vida está muy cerca
tan solo hay que llamarla
y a veces estás sola,
dices, pero no importa.
Poéticalmada
Enciendo en un instante este soneto.
Las sombras que me cercan se detienen,
deciden no atacarme, no se atreven,
pues odian este ritmo puro y neto.
Empiezo muy despacio otro cuarteto
temiendo que las sombras se apoderen
del pobre corazón, y me conviene
no aventurarme aprisa en los tercetos.
Mas vana es mi ilusión. Todo se acaba.
La rima, la canción. No queda tiempo.
Las dudas me seducen con su broche
de viajes sin final, y aunque yo amaba
la luz, esta murió. Ardió mi templo.
Y más allá del verso ya es la noche.
Qué alegría de repente…
Qué alegría de repente
si ha llovido y ya no llueve,
y las voces, de tan limpias,
ya no suenan como siempre.
Con el agua de la noche
cada esquina es una fuente
y las calles se convierten
en un fondo submarino
donde todos somos peces
sorprendidos, con un sueño
de azulejos y de redes.
Qué alegría de repente
si hubo sombra y ahora hay sol,
como niños que, aunque duermen
se despiertan tras la noche
y se ríen de la muerte.
En los charcos de la calle
lo perdido se disuelve
y la vida se hace un corro
(somos niños) y la fiebre
del recuerdo va cediendo
con el agua del presente.
Tú ya vuelas alejado
de la sombra y de la nieve.
Y si el cielo tiene nubes
—material de mis pinceles—
volverás con cada lluvia
a besarnos en la frente.
Qué alegría, el corazón
va a detenerse, si ha llovido
y ya no llueve.
En gran noche
A Valeriano Muñoz
Hoy ha llegado el mar a mi ventana
y golpea
de una manera extraña.
Me dice ven
y luego calla.
Y algo no encaja.
Nunca antes hubo mar tras la ventana.
Primero el campo a solas fue, después
la carretera solitaria,
y dice ven
y luego calla.
El trigo, bajo el mar, está brillando
y ahora, como entonces, ya no hay luces.
Está llegando el tren
a la estación que hay en Minaya
y dice calla
y luego ven.
No digas nada.
No digas nada, si ya es inútil,
si todo ya pasó, si aquel cartel
en el andén, que el viento mueve,
me dice ven
y luego calla.
(DibujO)
Pongo la mano
sobre un papel en blanco
y muy, muy lenta y concienzuda
mente
voy siguiendo el contorno,
su límite preciso y encerrado
y ya está, al retirar la mano tibia
quedará allí su huella,
su más claro vestigio