Colección: Historia Incógnita
www.historiaincognita.com
Título: Guerreros aztecas
Autor: © Marco Antonio Cervera Obregón
Copyright de la presente edición: © 2011 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Diseño y realización de cubiertas: eXpresio estudio creativo
Responsable editorial: Isabel López-Ayllón Martínez
ISBN: 978-84-9967-038-6
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
A César Cervera y Ios Rogers
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Introducción
Capítulo I. La guerra compleja y el Estado mexica
El ejército y su estructuración
Adiestramiento
Los sistemas de armamento
Unidades específicas
Planteamientos tácticos
Poliorcética: las fortificaciones
El mercenariado
Capítulo II. Estado general de la cuestión
El estudio de la guerra en el México antiguo
Creación de la Sociedad Mexicana de Arqueología e Historia Militar (SMAHM)
Capítulo III. Las fuentes de investigación
La arqueología y la antropología física
Las fuentes escritas
Los códices
Capítulo IV. Formas de ver la guerra en el México antiguo
Las guerras de conquista
Las guerras floridas
Capítulo V. La estructura del ejército
El origen del ejército mexica
La problemática del sistema de mando y el número de efectivos
Sistemas de comunicación
Marcha y movilización del ejército
La ley castrense
La mujer en la actividad militar mexica
Capítulo VI. Las armas
Las armas ofensivas
Los sistemas de armamento
Arqueología experimental de armas mesoamericanas
Capítulo VII. El problema táctico
Los planteamientos tácticos de las guerras de conquista
Los planteamientos tácticos de las guerras rituales
Las artes marciales en el México antiguo
La guerra naval
Capítulo VIII. Guerra y religión
Rituales previos a las campañas militares y otras manifestaciones de culto
Rituales posteriores a las campañas militares
Capítulo IX. Poliorcética
Problemas en el estudio de la poliorcética en el México antiguo
La poliorcética mesoamericana
Oztuma
Malinalco
Cuauhtochco
Enclaves militares
Capítulo X. Las grandes batallas del México antiguo
La batalla de Azcapozalco
La batalla de Coyoacán
La batalla de Techichco contra Chalco
La batalla contra los matlatzincas
Los tarascos y la derrota del ejército mexica
La batalla de Tliluhquitepec: radiografía de un combate florido
Capítulo XI. El reconstruccionismo histórico
A la tarea de la reconstrucción de un guerrero mexica
El guerrero y sus características
Capítulo XII. Líneas futuras de investigación y consideraciones finales
Bibliografía selecta
Contracubierta
Antes de poder detallar a fondo lo que este trabajo contiene es necesario hacer una acotación respecto al nombre de este libro. En uno de mis trabajos anteriores, Breve historia de los aztecas de esta misma casa editorial, aclaré en algunas de sus páginas una serie de aspectos respecto al gentilicio de esta civilización, es decir, el nombre con el que internacionalmente se le conoce a esta cultura, azteca trae algunos problemas muy añejos que deben ser comentados para el lector. Por un lado la palabra azteca y por otro el término mexica que tienen connotaciones muy parecidas pero no necesariamente es lo mismo. Sin intención de generar polémica o desarrollar a fondo la viabilidad del uso de uno u otro término, me veo en la necesidad de retomar algunas líneas del trabajo anterior para poder esclarecer al lector lo que en realidad debe ser el nombre de este pueblo.
¿Pero cómo debemos llamar a este pueblo? Aztecas, mexicas, tenochas, tlatelolcas, o nahuas. Realmente son un poco de todo como veremos a lo largo de este recorrido. Son aztecas por su estrecha relación con un pueblo del que ya no tenemos más noticia y al cual se encontraban sometidos, también son aztecas por proceder de la tierra de Aztlán, el ‘lugar de la blancura’. Sin embargo, deben ser llamados mexicas ya que son el pueblo protegido del dios Huitzilopochtli, conocido también como Mexi. A lo largo de su peregrinaje, los aztecas quienes realmente por las razones antes comentadas se autonombraban mexicas se dividieron en dos pequeños grupos: los mexica-tenochas y los mexica-tlatelolcas quienes a su vez fundarían respectivamente México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco. Finalmente los mexicas formaron parte de un grupo muy extenso de culturas, la mayoría habitantes de la Cuenca de México, quienes tenían por lengua el náhuatl, de ahí a todos los hablantes de este idioma se les denomina genéricamente como nahuas.
Breve historia de los aztecas, Marco Cervera
Por ese motivo y a lo largo de las siguientes líneas el nombre real que se debe dar a este pueblo y que es el que tomaremos es el de mexica y no azteca, pero por tradición hemos considerado denominar a este libro Guerreros aztecas.
La intención del presente trabajo se concentra en los siguientes objetivos: primero, proporcionar al lector, sobre todo al de habla hispana, un libro que le permita acercarse al problema de la guerra durante la época del llamado Imperio mexica y en segundo lugar, que quizá sea el objetivo más dífícil, es el de ofrecer a los lectores un estudio general alrededor del tema de la guerra en el mundo mexica, por lo menos en lengua castellana, ya que el trabajo de Ross Hassig, Aztec warfare: imperial expantion and political control, es una obra que desde muchas perspectivas encontramos insuperable, aunque sin embargo, no es definitiva. A ello sumamos el ya clásico trabajo de José Lameiras, Los déspotas armados, un espectro de la guerra prehispánica que junto con el libro de Isabel Bueno, La guerra en el Imperio azteca, expansión, ideología y arte, se vienen a integrar en la pequeña línea bibliográfica que se ha generado sobre el militarismo mexica.
Desgraciadamente, el estudio de este tema en México está algo estancado por diversos motivos: primero, la falta de investigadores que sigan esa línea de trabajo y, por otro, algunos postulados de los especialistas de la materia pecan de imprudentes, impidiendo avances significativos en la materia. Tal vez el propósito de mi obra puede juzgarse como pretenciosa, pero soy consciente de que ningún libro puede ser definitivo en materia alguna.
Este trabajo es, también, el fruto de varios años de investigación, pero sobre todo de la maduración de una serie de postulados y teorías derivadas de la arqueología e historia militar europea. Desde hace algunos años he sido criticado por aquellos que no han entendido este proceso de análisis en México. Sabemos de antemano que la arqueología militar, entendida esta como el conocimiento de los conflictos armados del pasado a través de sus restos materiales, ha sido abordada por investigadores de gran parte del mundo en fechas más bien recientes, pero en el caso mexicano es por demás inexistente.
Comprender los diversos factores en los que se ve involucrado un conflicto armado, en este caso en la Antigüedad, hablar de guerra no es simplemente una referencia a dos grupos humanos que se están enfrentando bajo una violencia profesionalizada, sino que implica muchos componentes que hipotéticamente están reflejados tanto en los restos materiales como en las evidencias históricas.
Por ello, la interpretación correcta de muchos factores, como pueden ser: la estructura del ejército; el avituallamiento; las tácticas militares; el uso de las armas, entre muchos otros temas, presentan al investigador no especializado problemas de análisis que, sin duda, llevan en no pocas ocasiones a desarrollar interpretaciones contradictorias de la realidad que, en ocasiones, resultan absurdas y sobre todo fantasiosas. Bien se dice que «para saber nadar, hay que meterse al agua y no mirar el estanque desde afuera», con ello no quiero decir que para poder conocer la guerra en el mundo precolombino sea necesario alistarse en la Marina o en el Ejército, pero sí tener nociones claras de lo que implica un combate real.
México, hasta donde sabemos, no ha tenido experiencia en este campo y el problema de interpretación de la guerra en el México antiguo, es que muchas veces no pasa de los datos sobre dioses y sacrificio humano. No obstante, se han logrado algunos avances en estos años en materia de arqueología experimental de armas, reconstrucción histórica y exposiciones, e incluso se llevó a cabo en el año 2008 el Primer Coloquio sobre la Guerra en el México antiguo en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y algunos otros como el Seminario Permanente de Iconografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) el cual se dedicó al tema de la guerra en el año 2009.
En vista de estos últimos esfuerzos en la materia, la redacción de este libro implica una importante responsabilidad, ya que además trataré, hasta donde sea posible, de sintetizar esta labor, sacando a la luz algunos temas inéditos en el estudio del México antiguo y proponiendo las líneas a futuro para su investigación.
Por otro lado, expondré temas que seguramente el lector haya escuchado en sobradas ocasiones aunque con visiones muy reduccionistas y con una falta de razonamiento más esclarecedor de los problemas.
La elaboración de este trabajo fue, en realidad, producto de mi segundo viaje a España, la iniciativa de un servidor que nuevamente fue bien acogida por la editorial Nowtilus y una amable y magnífica persona, su director Santos Rodríguez, con quien entablamos charlas académicas, editoriales y hasta personales tanto en Madrid como en México con cervezas y comida mexicana. Así que una vez más debo decir que muchas veces los mexicanos no siempre somos profetas en nuestra tierra y se ve más el apoyo de las instituciones extranjeras para el desarrollo de estos proyectos que el interés que cabe esperar por parte de las editoriales o instituciones nacionales.
Asimismo, también ha sido importante la labor que he podido generar en mancuerna con Alfa Lizcano, quien leyó el manuscrito varias veces y en todas sus versiones, para brindar ese toque que muchas veces a uno se le va de las manos; por ello le muestro mi más sincero agradecimiento.
Finalmente debo hacer unas aclaraciones más respecto a la edición de esta obra. Como podrá ir apreciando el lector, sobre todo para aquel académico, historiador, arqueólogo, antropólogo o gente de letras que está más obsesionado con las interminables citas, bibliografias extensas y parámetros editoriales rigurosos, se topará con una pared al descubrir que no hay tales formalidades en este libro. He eliminado las citas concretas de autores, cronistas y códices, por tratarse de una obra de difusión y estar de acuerdo con la editorial en seguir ese criterio, y sólo en el caso de las citas de cronistas y sus obras he anexado el nombre del autor y de su obra sin llegar a más detalles.
Respecto al tratamiento de las referencias bibliográficas, estas están integradas más como una herramienta de consulta general sobre las obras más representativas sobre la guerra en el mundo mexica que como una bibliografía rigurosa, así que no todos los trabajos o autores que aparecen comentados en esta obra están presentes en el citado apartado.
Generalmente la mayoría de los libros que tratan el asunto de la guerra en la Antigüedad se inician planteando los fundamentos teóricos de la misma. En esta obra trataré, en la medida de lo posible, de omitir estos factores que para muchos casos parecerían engorrosos al lector. Sin embargo, he considerado pertinente establecer una serie de parámetros de análisis sobre nuestro problema de estudio, ya que es la base para entender las interpretaciones que verteré en este y en los subsecuentes capítulos.
La guerra ha sido definida de diversas maneras y quizá lo que más la caracteriza es que se encuentra inserta dentro del ámbito de la cultura, es decir, es una manifestación que identifica únicamente al hombre. Tenemos claro que los animales no hacen la guerra, su manifestación natural es sólo la violencia, por ello, el problema de la guerra se va haciendo complejo en función del desarrollo mismo de las sociedades y de su propia cultura. En consecuencia, en aquellas sociedades donde su desarrollo es más claro, también la guerra se ve cada vez más estructurada, tanto en sus objetivos como en los elementos necesarios para su buen desarrollo.
Las sociedades preestatales, y sobre todo las estatales, requieren de toda una institución militar para poder llevar bien a cabo sus objetivos. Por tal motivo, la estructura de sus instituciones militares debe necesariamente contar con diversos componentes que permitan el engranaje de toda la infraestructura bélica necesaria. Ello supone una serie de recursos económicos, humanos y de organización institucional muy grande, que implican una serie de factores que deben estudiarse por separado para finalmente reconocer su estructura en conjunto y saber el cómo y el por qué de los conflictos armados en las distintas sociedades de la Antigüedad.
Intentaré desglosar en este capítulo varios de estos elementos que he denominado anteriormente componentes de la guerra compleja (Cervera, 2007: 120). Son aspectos que no detallé a profundidad en el libro anterior y que, realmente, de ellos dependerá mucho de lo que en este trabajo se escriba. Pueden estar sujetos a discusión y es precisamente en esta donde se estaría estableciendo el parámetro de avances y retrocesos en el estudio de la guerra mesoamericana. Finalmente, espero que los colegas que lleguen a leer este trabajo entiendan estos procesos y en futuros foros de discusión se analicen y entablen polémicas alrededor de lo siguiente.
Estructura del ejército, sistemas de mando, avituallamiento, entrenamiento, sistemas de armamento, planteamientos tácticos, mercenariado, elementos rituales asociados a la guerra, poliorcética, etc. Evidentemente los elementos analizados serán vislumbrados desde la aplicación en la estructura social, política y militar mexica a lo largo de este libro; sin embargo, mucho de lo que se exponga en este capítulo será la base teórica para lograr comprender las diversas interpretaciones que abordaré en las siguientes líneas. Comencemos por entender qué es un ejército y cómo se debe estructurar.
Una colectividad numerosa de hombres que están dispuestos a presentar batalla con un semejante es, en resumen, un ejército. Este supone una serie de elementos para su buen desempeño en la batalla. Se conocen en la historia de la humanidad muchos tipos de ejército, bajo los estrictos cánones de la guerra compleja. Ello representa un cuerpo realmente especializado de hombres que tienen papeles específicos en todo el proceso de la campaña militar. Esto también implica que dichos hombres estén, preferentemente, adiestrados bajo el mando de cierto cuerpo de hombres de mayor rango y experiencia; a esta relación de subordinación la denominaremos el sistema de mando.
La base de este fundamento es que se requiere del liderazgo de un individuo para que una acción violenta en masa no termine en serios problemas de coordinación. En buena parte de las sociedades de la Antigüedad, el principal representante de las fuerzas militares ha sido el rey y/o gobernante, ya sea por demostrar su eficacia en el campo de batalla, por algún tipo de encumbramiento político o de nobleza, o por herencia; y aún lo vemos hoy en muchos estados, como el mexicano, donde el presidente es el jefe supremo de las fuerzas armadas.
De este tipo de personajes se desprende una serie de subalternos que, a lo largo de la historia y dependiendo de cada cultura, han llevado diversos nombres, papeles en el sistema de mando y quizá lo más importante para nosotros es que cada uno de ellos, además del nombre, están representados iconográficamente por algún distintivo. Sobre todo, gracias a las diversas representaciones en los diferentes materiales arqueológicos y etnohistóricos y apoyados en las fuentes escritas, es viable conocer las características gráficas y rastrear los sistemas de mando en los ejércitos antiguos.
Por ejemplo, entre los mandos superiores de los ejércitos griegos de la Antigüedad era sobre todo la crin, aditamento que decoraba los cascos, lo que determinaría en algunos casos el rango. Sabemos de antemano que la mayoría de los soldados llevaban dicho ornamento verticalmente, de manera que iba de la frente a la nuca pero, generalmente, los mandos supremos lo llevaban de forma horizontal. Este elemento después pasará a los romanos quienes continuarán esta tradición entre sus centuriones.
Gracias a la investigación y el análisis iconográfico de este y otros factores podemos llegar a reconocer los sistemas de mando en un ejército antiguo. Como veremos, el caso mexica tiene su respectiva problemática, sin embargo, el mayor elemento emblemático de los sistemas de mando está representado por animales cuya carga simbólica es clara: los guerreros águila y jaguar.
Uno de los grandes inconvenientes de estudiar los sistemas de mando antiguo, y concretamente en el caso mesoamericano, es reconocer con certeza las cadenas de mando. El problema se da cuando no se logra identificar dicha cadena y saber quién le sigue a quién, con qué nombre y cuáles son sus distintivos iconográficos y funciones. Esta es una dificultad con la que nos toparemos en el estudio de la sociedad mexica, de la cual pese a que se tiene información, los eslabones no son del todo evidentes.
Otra parte fundamental en la estructura de los ejércitos es el llamado sistema de comunicación. La transmisión de órdenes por parte de un individuo a una masa homogénea de gran cantidad de hombres resulta en gran parte problemática, por lo tanto es necesario contar con un sistema de transmisión de órdenes en plena batalla.
No podemos imaginar a un general gritando en medio de la batalla qué deben hacer sus hombres cuando están en el ardor del combate. Por ello, los sistemas de mando y los sistemas de comunicación están conectados, ya que los mandos principales pueden delegar su orden a los mandos directamente siguientes a ellos, quienes a su vez pueden, a través de diversos sistemas, transmitir dichas órdenes. Las señales de este tipo de transmisión pueden ser de dos tipos: sonoras o visuales.
Las transmisiones sonoras generalmente se hacen a través de instrumentos musicales, de los cuales ya se tienen señales sonoras acordadas con anterioridad a dicha batalla. Bien puede ser con tambores o flautas como en el ejército espartano, también con trompetas como en el romano. Nuevamente al recurrir a las fuentes escritas, donde generalmente se describen las batallas de la Antigüedad, se puede saber cómo se transmitían estas órdenes.
Las representaciones iconográficas, nuevamente, nos pueden brindar especial información al respecto, tal es el caso del famoso vaso Chigui donde, por vez primera se representa una falange hoplítica dirigida con el sonido de flautas dobles. En el caso mesoamericano y específicamente mexica, se tiene la información al respecto sobre todo gracias a las narraciones de los conquistadores españoles. Más adelante trataremos en otro capítulo el análisis de los sistemas de comunicación y transmisión de órdenes del ejército mexica.
No podemos dejar de lado los sistemas de comunicación visuales generalmente apoyados en banderas; sin embargo, los uniformes juegan también un papel preponderante y sencillo en el momento de la batalla por el simple hecho de mostrar en qué bando están y, por lo tanto, el ejército distingue fácilmente a quién matar y a quién no. Sabemos que por detrás de todo ello se esconden los sistemas de mando, los distintivos y divisas militares e incluso factores de tipo religioso y simbólico que forman parte de los fundamentos culturales de quienes los portan.
El adiestramiento de los ejércitos está relacionado con una serie de conocimientos, aspectos técnicos e incluso asociados directamente con el grado de avance tecnológico de las sociedades, así como un factor determinante: el modo cultural de hacer la guerra. Este último factor puede incluso determinar el desenlace de un combate.
Esto va directamente relacionado con otro concepto del cual hablaré unas líneas más abajo: el mercenariado. Así, el adiestramiento debe tener como base una serie de conocimientos de supervivencia, ataque y defensa, muchos de ellos basados en el uso de armas ofensivas y defensivas, su desarrollo en sistemas y el papel que todo esto tiene para determinar las llamadas unidades específicas. A ello debemos sumar el conocimiento de técnicas de combate cuerpo a cuerpo conocidas como artes marciales, que sin duda han constituído una de las grandes preguntas que recientemente la sociedad mexicana se hace con respecto a los cuerpos militares del mundo precolombino, que trataremos más adelante.
Desde la aparición de mi primer libro en 2007, El armamento entre los mexicas, he tratado de explicar cómo el armamento, por sí mismo, presenta una serie de factores por demás difíciles de comprender para su estudio. La base siempre ha sido reconocer, en primera instancia, cuáles son las armas ofensivas y cuáles las defensivas.
Las primeras están diseñadas para herir y matar bajo diversos esquemas: armas cortantes, punzantes, contundentes o una mezcla de las anteriores. A su vez pueden ser consideradas para el combate cuerpo a cuerpo o bien armas de tipo arrojadizo como son arcos y flechas, lanzadardos, jabalinas, hondas, entre otras. Por su parte, las armas defensivas pueden ser de dos tipos básicos: pasivas, entendidas estas como aquellas que están directamente integradas al cuerpo como son, corazas, petos, cascos, grebas, etc.; y las activas, los escudos, los cuales están en constante movimiento para mantener protegido en todo momento al guerrero que lo sujeta. No debemos olvidar que las armas defensivas como los escudos en ocasiones también tienen funciones ofensivas dependiendo de su diseño.
Cuando las diversas sociedades del mundo estructuran el diseño de sus armas, cada una de las partes que las componen tiene siempre una función específica. Nada en el diseño de un arma está necesariamente colocado al azar, sobre todo si sabemos que se trata de objetos pensados y fabricados exclusivamente para la guerra. Una vez más, el factor que determina sus trazados depende de la cultura de quienes los crean y por ende, la forma de combate está determinada por el diseño de las armas.
Pero un arma no debe ser estudiada por sí sola sino en relación con la combinación de otras y el desarrollo de los sistemas de armamento. Esto significa que un guerrero casi siempre lleva varios tipos de armas que en conjunto juegan un papel fundamental en el desarrollo de la batalla, tanto individual como en su uso combinado. Esto nos lleva a comprender dos conceptos más: el de las unidades específicas y el de los planteamientos tácticos.
Cuando hablamos de unidades específicas nos referimos a cuerpos especializados de guerreros que se caracterizan por llevar a cabo cierto papel en la batalla: infanterías ligeras, infanterías pesadas, caballería, etc. Generalmente, las infanterías ligeras siempre llevan armas de tipo arrojadizo, tienen más movilidad y se encuentran menos protegidas. Por el contrario, las infanterías pesadas llevan armamento diseñado para el combate cuerpo a cuerpo, su movilidad es en cierta manera deficiente y por lo general se encuentran más protegidas debido a las funciones que desempeñarán en la batalla.
Es tan importante este factor en las sociedades del mundo antiguo, que pueden ser definidas culturalmente sólo por sus sistemas de armamento, unidades específicas y sus planteamientos tácticos. El estudio de estos elementos también puede llevarnos al conocimiento de la organización social y política de los pueblos que las crearon. Tal es el caso del famoso sistema hoplítico griego, conocido por todos como aquellos famosos guerreros pesadamente armados que avanzan en formaciones cerradas. El análisis profundo de este tipo de estructura militar llamada hoplita ha derivado en extensos trabajos para poder conocer su origen, desarrollo y características técnicas y sociales. Su conocimiento ha llegado a tal grado, que hay quienes afirman que el origen de las polis griegas esta directamente asociado a este tipo de forma de combate, a ello se le ha llamado la Revolución hoplita (Echeverría, 2008).
Los planteamientos tácticos no son otra cosa que acomodar las piezas como en un juego de ajedrez, para que el desempeño de las unidades tenga un factor determinante con los efectos acordados por los estrategas en el campo de batalla. Imaginemos algo como un partido de fútbol, donde cada jugador tiene un papel en el campo y debe actuar en función de un plan acordado.
En muchas ocasiones, las civilizaciones antiguas tenían planteamientos tácticos específicos que llevaban a cabo generalmente con un patrón. Véase el caso macedonio o espartano, en el cual la falange es la base del planteamiento táctico. Nos preguntamos si en el México antiguo existía algún tipo de planteamiento táctico a la hora de presentar batalla o solamente nos referimos a grupos de guerreros descoordinados que atacaban a diestra y siniestra sin ningún tipo de organización. Este es un tema que está prácticamente virgen. Nadie se ha interesado por conocer este aspecto y es que el gran problema surge de la metodología de investigación. Para conocer un planteamiento táctico se debe empezar por conocer los sistemas de armamento, posteriormente reconocer si existen unidades específicas, y finalmente averiguar qué papel tienen en el combate estas unidades para establecer los patrones.
La poliorcética se define como la ciencia del asedio y defensa de las ciudades. Le daremos una especial atención en capítulos posteriores y, por lo tanto, no detallaré los pormenores teóricos y técnicos del estudio de esta disciplina en el caso mesoamericano, sino que remito al lector al capítulo dedicado a esta.
Uno de los temas que más puede llamar la atención del lector es la cuestión del mercenariado. Son grupos de guerreros que se emplean en el campo de batalla más por un motivo económico que por un propósito patriota, luchando bajo el estandarte o bandera de quien más les convenga en paga o retribuciones. El guerrero mercenario fue algo común en los ejércitos del Mediterráneo antiguo, generalmente ocupando a los guerreros que tenían más prestigio en su momento, por citar el caso de los honderos baleares, o los mismos hoplitas griegos. Al preguntarnos si el concepto de mercenario debe ser aplicado al caso mesoamericano, nos encontraremos con que existen algunos ejemplos interesantes en el mundo mexica de este tipo de estructura bélica.
Como podemos ver, la base teórica que implica el estudio de la guerra en la Antigüedad puede ser aplicado a cualquier parte del mundo, solamente se trata de establecer las bases de lo que se quiere estudiar, cómo analizarlo tema a tema y los graves problemas de interpretación que ello representa, ya que obviamente no podemos comparar un tipo de combate griego o romano con la versión mexica o maya, pero sí podemos conocer, basándonos en lo que se ha establecido en otras latitudes, una base epistemológica del conocimiento de los temas aquí presentados. Un pilar fundamental de este saber son las diversas fuentes de investigación que tenemos para el conocimiento de la guerra en el mundo mexica, sus debidas limitaciones y aportaciones, tema de nuestro siguiente capítulo.