Índice

Prólogo

A lo largo de la historia ha habido siempre tiempos de decadencia en los que, para salir de esas situaciones deplorables, se necesitaron líderes con grandeza de ánimo, personas convencidas de que la obra de renovación proviene del interior del hombre.

Acordémonos de las despiadadas experiencias de la guerra del Peloponeso. Gracias a la superioridad espiritual de algunos líderes atenienses fue posible superar la corrupción interior de la vida política de los Estados griegos y el odio mutuo y aniquilador que alimentaba la fuente de esa corrupción. No en vano había sido este odio egoísta de todos contra todos el que, según el trágico relato de Tucídides, había llevado en la guerra a la justificación de todas las infamias y había destruido todos los sólidos conceptos de la moral.

Uno de esos líderes con preocupación por el bien común era Isócrates, que en su discurso programático Contra los sofistas defiende intereses más altos que los de los diversos Estados. En esta obra insiste en la importancia de la educación de la juventud para que abandone sus intereses egoístas y mezquinos y pueda así tener grandeza de ánimo. Isócrates parte de la mala fama que los educadores tenían entre la mayoría de la gente y les hace ver, con una retórica excelente, que han de educar a los hombres en la justicia y en el dominio de si mismos.

También el período histórico-literario al que pertenece el gran líder Plutarco (50-120) cae dentro de una época que ha sido calificada como de decadencia. Plutarco es un provinciano que se convierte en un genio universal por su magnanimidad, es decir, por el genuino compromiso que el espíritu voluntariamente se impone de tender a lo sublime. No se deja distraer por cualquier cosa sino que se dedica a lo grande, que es lo que mejor le va. Plutarco ha pasado a la historia de un modo especial gracias a su Vidas paralelas. En esta obra hace un análisis muy vivo del carácter de aquellos hombres sinceros y honrados. Describe, por ejemplo, la autoridad de la que gozaba Catón, que se había granjeado gran honor no tanto por su elocuencia como, sobre todo, por su modo de vivir austeramente. «Se contentaba con cenas sencillas, una casa plebeya, y admiraba más no necesitar cosas superfluas que poseerlas... Con razón, pues, miraban todos a Catón como un prodigio, al ver que los demás, debilitados por los placeres, no eran capaces de aguantar ningún trabajo, y que éste en ambas cosas se conservaba invicto, no sólo de joven y cuando aspiraba a los honores, sino también de anciano y canoso después del consulado y triunfo, como un atleta vencedor, que es constante en la práctica de sus ejercicios y se mantiene siempre igual en la lucha hasta la muerte» (Vidas paralelas).

También hoy estamos presenciando varios signos de decadencia por faltar esa grandeza de ánimo en personas ejecutivas que asumen grandes responsabilidades. Hacen falta, por lo tanto, líderes con generosidad y nobleza de espíritu que huyan de toda adulación y de posturas retorcidas. Líderes con una fuerte e inquebrantable esperanza, una confianza casi provocativa y la serenidad de un corazón palpitante. Líderes que no se dejan arrastrar por la confusión generalizada y, sobre todo, que no se doblegan ante las tentaciones de tener cada día más.

Alfred Sonnenfeld, durante muchos años miembro y asesor de Bioética en el Comité Ético de La Charité, docente de Antropología y Bioética en la Universidad Humboldt de Berlín y, actualmente, Profesor ordinario de la Universidad UNIR, nos acompaña en esta obra como en un viaje, de descubrimiento en descubrimiento, hasta llegar al origen de las acciones humanas; es decir, a su manantial o fondo endotímico, de donde sale el agua limpia y cristalina que siempre ha de estar presente para que la vida sea lograda. Con sus reflexiones antropológicas y éticas nos ayuda a introducirnos en aquellas dimensiones del actuar humano que definen al buen líder. Se trata, por tanto, de un viaje hacia adentro, allí donde tomamos las decisiones éticas que dan contestación al «para qué» de nuestro actuar, pues consideran al hombre en su totalidad compleja de microcosmos y no solamente bajo un aspecto sectorial.

El autor nos enfrenta en esta obra a la realidad de que la economía es un elemento de la sociedad humana y no un engranaje de máquinas o un devenir de sucesos incontrolables. La sociedad está compuesta por personas, y las leyes que rigen la sociedad y los individuos influyen igualmente en la economía. El primero de esos elementos, o al menos el primero hacia la que el autor dirige nuestra atención, es que el orden de la sociedad humana pide que algunas personas tomen la misión de dirigirla. En la sociedad, y por tanto también en la economía, tiene que haber líderes.

Constituirse en líder de una empresa no convierte al directivo en una suerte de superhombre. Durante mucho tiempo, demasiado, algunos han querido creer que la economía era una ciencia segura, casi exacta. Ahora tenemos el convencimiento de que la clave está en la persona y que los beneficios de las empresas dependen de la grandeza de ánimo en la conducta de sus líderes.

El triunfo es indivisible, podríamos decir para resumir la propuesta ética de Sonnenfeld a los dirigentes de la economía. El ejecutivo no es una persona que sacrifica su humanidad personal para que triunfen los criterios de una mano invisible que nos exige siempre mayor productividad y promete mayores beneficios. El hombre necesita proponerse metas en la vida, pero trabajar más o ganar más no son propiamente metas si no sabemos en qué y para qué trabajamos y en qué puede ese trabajo mejorar el mundo.

A la ética no le interesan sólo los principios y las intenciones, sino también los resultados, aunque no siempre salgan como se quiere. El bien no es algo abstracto que nunca llega a materializarse, sino algo presente en todas las acciones humanas, que transforma realmente al hombre generando en él virtudes y, con ellas, un bienestar concreto. La virtud hace fácil el obrar bien.

Tampoco es la ética de virtudes que nos propone Sonnenfeld una diversión para cuando el ejecutivo tenga tiempo de ocuparse de sus asuntos personales, sino el presupuesto para dirigir magnánimamente a otros. Cuando el directivo influye sobre sus subordinados respetando su condición humana, no está renunciando a la productividad o los beneficios que aparentemente obtendría si los explotara, sino al contrario. Además de lograr el bien que como persona le es propio, estará facilitando el camino para que todos en la empresa asuman sus funciones no como algo engorroso, sino como una vía hacia la excelencia personal a través del trabajo. Quien piense que ejercer con plena voluntariedad y virtuosidad el propio trabajo perjudica la productividad, no sólo desprecia la libertad y el trabajo de las personas a las que quiere dirigir, sino que debería plantearse seriamente para qué fin busca unos beneficios que en realidad resultan perjudiciales para todos.

El ejecutivo corrupto, que explota a sus subordinados y engaña a los superiores o a los inversores que confiaron en él, no es simplemente alguien que se enriquece a costa de los demás, sino, sobre todo, alguien que se empobrece como persona.

La conciencia de que todos servimos a los demás, también a los que parecen estar protegidos frente a toda exigencia de responsabilidad, es un valor fundamental que podemos aprender en esta obra de Sonnenfeld. Ningún sistema de control puede suplir a la conciencia y a la libertad de que, por naturaleza, todos estamos dotados. Es hora de convencerse de que la ética no es superflua, y para ello hemos de persuadirnos al mismo tiempo de que la economía no es un juego, y menos de azar, sino un servicio.

Alfred Sonnenfeld nos propone también un ejemplo, que quizás hoy a alguien pueda resultarle sorprendente, el de los santos, como muestra de alto grado de servicio. Decía Max Scheler que «el santo está auténticamente presente en sus discípulos y vive realmente en ellos». Quien siente la llamada a liderar debe tener la perspectiva suficiente para saber, en todo momento que, por encima de los fallos propios o ajenos, puede alcanzar esa grandeza de ánimo sin la cual no hay liderazgo posible.

RAFAEL ALVIRA
Catedrático de Filosofía
Director del Instituto Empresa y Humanismo
(Universidad de Navarra)

Libros de bolsillo
90

ALFRED SONNENFELD

Liderazgo ético
La sabiduría de decidir bien

Tercera edición

ISBN: 978-84-9920-811-4

© 2012
Alfred Sonnenfeld
y
Ediciones Encuentro, S.A., Madrid

Primera edición: junio 2010
Segunda edición: mayo 2011
Reimpresión de la 2ª edición: noviembre 2011
Tercera edición: abril 2012

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

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Liderazgo ético

Nota a la tercera edición

En su Ética a Nicómaco, Aristóteles considera magnánimo al hombre lleno de virtud. Según él, la grandeza de ánimo (megalopsychia) constituye el más alto ornamento de las virtudes. Esta cualidad es la que caracteriza al líder excelente que a tantos lectores ha convencido en este ensayo en el que hemos tratado de subrayar, al igual que Platón y Aristóteles, el concepto de Kalokagathia, es decir, de líder con excelencia. El reconocimiento de la grandeza de ánimo como la más alta expresión de la personalidad se funda en Aristóteles —así como en Homero— en la dignidad de la areté, que es la cualidad que capacita al hombre para «apropiarse de la belleza». Como ya dijimos en la nota a la segunda edición, el concepto griego de belleza no ha perdido actualidad y de hecho, con la aparición de esta tercera edición pocos meses después de la segunda, nos hace suponer que la vuelta a los fundamentos antropológicos del ser humano suponen caminar por buen camino para llegar a la verdadera felicidad que es a lo que en definitiva aspira el hombre.

¿ Qué significa para los griegos este concepto de belleza? Podríamos responder que son las acciones que se caracterizan fundamentalmente por su coherencia ética. Para «entrar en posesión de la belleza» hemos de estar dispuestos a vivir en todo momento con rectitud de intención, subordinando para ello lo físico a este alto concepto de «belleza». Homero en La Odisea hace de su héroe un verdadero líder que se esfuerza por vivir todas las virtudes, y de manera especial la magnanimidad, y al que nunca le falta el consejo inteligente o la palabra adecuada. La sabiduría que procede de su alta areté le capacita para poder retornar a su casa en Ítaca, después de triunfar ante sus más poderosos enemigos y los más temibles peligros. Se comprueba que la obra de Homero está en su totalidad inspirada por un pensamiento filosófico sobre la naturaleza humana, en la que las fuerzas morales son tan reales como las físicas. Los últimos límites de la ética son para Homero, como para los griegos de la Grecia clásica en general, leyes del ser y no meras convenciones del puro deber.

Nota a la segunda edición

La publicación de esta segunda edición de Liderazgo ético, sólo pocos meses después de la aparición de la primera, constituye un motivo de satisfacción, ya que pone de manifiesto que el ensayo ha despertado el interés del lector y ha debido de resultar útil a personas que, como el autor, consideran necesaria la difusión del modelo que proponemos, antiguo pero también novedosísimo, de crecimiento interior del ser humano.

En esta segunda edición hemos procurado realizar una corrección cuidadosa del texto. Además, después de escuchar las voces de los lectores que nos han ido llegando, nos ha parecido importante añadir un nuevo capítulo en el que hemos resaltado la íntima unión entre ética y felicidad. El líder que ha hecho suya la belleza del actuar recto es feliz.

Apropiarse de la belleza es una frase genuinamente griega. Significa subordinar lo material, los bienes, los honores y la técnica a un alto ideal, para poder entrar de esta manera en posesión de la belleza y de la felicidad. Nos referimos aquí a la belleza moral que se opone a la fealdad propagada por el sofista que, con vana locuacidad y dialéctica artera, esconde su falta de rectitud de intención y su falsía en el obrar.

Para explicar mejor esta realidad, podemos dirigir nuestra atención hacia una figura femenina, Diótima de Mantinea que en El Banquete de Platón, desempeña un relevante papel. Con gran sabiduría, Diótima advierte a Sócrates sobre la necesidad de liberarse de la esclavitud de las desviaciones devastadoras del Eros egoísta, irreflexivo, desbocado y vil, que tiende sólo a la simple satisfacción de los apetitos sensuales. Y frente a este Eros, propone seguir el Eros noble, de origen divino, cuyo fin es la perfección del ser amado, ya que se halla impulsado por el celo de servir al verdadero bien. Este Eros noble, que puede entenderse como una fuerza educadora que no sólo conduce a evitar las malas acciones, sino a servir al amigo, ayudándole a desarrollar su personalidad, a ser feliz, es el que, a la vez, transforma realmente a quien lo sigue en un ser auténticamente dichoso.

Lo bello y lo bueno, en fin, no son más que dos aspectos indisociables de una misma realidad que actúa como móvil interior, como una aspiración profunda hacia la excelencia y hacia la perfección en su totalidad: hacia una vida lograda.

Notas

Introducción

1 Werner Jaeger, Paideia. Los ideales de la cultura griega (México, 1957), pp. 895-921.

2 Ibídem, pp. 28-29.

3 Claude Mossé, Pericles. El inventor de la democracia (Madrid, 2007), p. 36.

Capítulo 1

4 Alejandro Llano, La vida lograda (Barcelona, 2002), p. 10.

5 La palabra eudaimonía es la usual para decir «felicidad» en griego. El filósofo griego que más a fondo se ha planteado esta cuestión es Aristóteles sobre todo en la Ética a Nicómaco, con particular profundidad en los libros I y X.

6 Los sugerentes conceptos de «ética en primera persona» y «ética en tercera persona» los he asumido de la brillante exposición de Martin Rhonheimer, sobre todo de su Perspektive der Moral. Philosophische Grundlagen der Tugendethik (Berlin, 2001).

7 Leopoldo Abadía, La crisis Ninja y otros misterios de la economía actual (Madrid, 2009), p. 177.

8 Alfred Sonnenfeld, «Selbstverwirklichung oder Selbstvernichtung. Gewissen und ethisches Handeln im ärztlichen Beruf», en Deutsches Ärzteblatt 87 (1990), pp. 15071515.

9 Viktor E. Frankl, El hombre en busca de sentido (Barcelona, 1986), pp. 68-70.

10 Ibídem, p. 9.

11 Ibídem, p. 81.

12 Viktor E. Frankl, La voluntad de sentido (Barcelona, 1994).

13 Abraham Maslow, Readings in Humanistic Psychology (New York, 1969), en Viktor Frankl, op. cit., p. 21.

14 Palabras de Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, recogidas por Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, 29-VI-2009, n. 16.

15 Benedicto XVI, op. cit., n. 17.

16 Ibídem, n. 70.

17 Ibídem, n. 70.

18 Ibídem, n. 75.

19 Ibídem, n. 76.

20 Epistulae morales ad Lucilium 113, 29-30. Se trata de 124 cartas de Seneca a Lucilio distribuidas en diez libros, que si bien tienen un destinatario al que Séneca alude en todas ellas, van en realidad dirigidas a un público más amplio. Constituyen un verdadero tratado de dirección espiritual. Para Séneca la filosofía no es sólo una búsqueda desinteresada de la verdad, sino el profundo deseo de vivir conforme a la verdad y a la naturaleza. Aunque todos los hombres necesitan de la filosofía, no todos pueden dedicarse a ella; por eso es obligación del sabio enseñar a los demás. La misión del líder es buscar no sólo su propia perfección, sino también la de los otros. Sólo la vida de acuerdo con la verdad hace al hombre libre y semejante a Dios.

21 Leopoldo Abadía, op. cit. , p. 177.

22 Juan Luis Lorda, Humanismo. Los bienes invisibles (Madrid, 2009), p. 105.

23 Miguel Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris (Barcelona, 1991), p. 13.

24 Aurelio Fernández, Diccionario de Teología Moral (Burgos, 2005), p.1393.

25 José Ortega y Gasset, «Introducción a una estimativa: ¿Qué son los valores?», en Obras completas, T. VI, (Madrid, 1961), p. 315.

26 Aurelio Arteta, La virtud en la mirada (Valencia, 2002), pp. 88-89.

27 Alfonso López Quintás, El conocimiento de los valores (Estella, 1992), pp.92-93.

28 Heinrich Wölfflin, Conceptos fundamentales en la Historia del Arte (Madrid, 1976), p. 25.

29 Expresión específica de Max Scheler. Véase: Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik (Bonn, 2007).

30 Dietrich von Hildebrand, Moralidad y conocimiento ético de los valores (Madrid, 2006), p. 51.

Capítulo 2

31 James C. Hunter, La Paradoja. Un relato sobre la verdadera esencia del liderazgo (Barcelona, 1999), pp. 45-46.

32 Joseph M. Bochenski, ¿Qué es autoridad? (Barcelona, 1989), pp. 61-65.

33 Juan Antonio Pérez López, Liderazgo y ética en la dirección de empresas. La nueva empresa del siglo XXI (Bilbao, 1998), p. 92.

34 En lo relativo a la confianza sigo de cerca las ideas expuestas por Robert Spaemann en una conferencia pronunciada en el IESE en mayo de 2005.

35 James C. Hunter, Las claves de la paradoja. Una guía práctica para el líder con vocación de servicio (Barcelona, 2005), p. 70.

Capítulo 3

36 Alejandro Llano, op. cit., p. 78.

37 Carmen Balmaseda, ¡Qué bien se está contigo! (Eunate, 2006), p. 26.

38 Julian Marías, Felicidad humana (Madrid, 1994), pp. 82-89.

39 Juan Luis Lorda, Moral. El arte de vivir (Madrid, 1999), p. 73.

40 Martin Heidegger, Holzwege (Frankfurt am Main, 2003).

41 Robert Musil, Der Mann ohne Eigenschaften (Frankfurt am Main, 2004).

42 Philipp Lersch, La estructura de la personalidad (Barcelona, 1968), pp. 99-303.

43 Rüdiger Safranski, Ein Meister aus Deutschland. Heidegger und seine Zeit (Frankfurt am Main, 2006), p. 186.

44 Ibídem, p. 186.

45 François Michelin, Empresa y responsabilidad (Madrid, 2009), p. 149.

46 Ibídem, p. 131.

47 Ibídem, pp. 130-131.

Capítulo 4

48 Martin Rhonheimer, op.cit., p. 173.

49 Ibídem, p. 50.

50 Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Madrid, 2009), pp. 46-47. Ver también Ernst Cassirer, Kant, vida y doctrina (México, 1968), pp. 281-317.

51 Martin Rhonheimer, op.cit., pp. 50-51.

Capítulo 5

52 Aristóteles, Ética a Nicómaco, II, 6, 1106 a.15.

53 Martin Rhonheimer, Ley natural y razón práctica (Pamplona, 2000), pp. 104-111.

54 Publicada en Nuestro Tiempo en el número de julio-agosto de 2005.

55 Josef Pieper, Obras. Volumen 3: Escritos sobre el concepto de filosofía (Madrid, 2000), p. 79.

Capítulo 6

56 Wolf Singer, Keiner kann anders, als er ist. Verschaltungen legen uns fest: Wir sollten aufhören, von Freiheit zu reden, en: Frankfurter Allgemeine Zeitung, 8.1.2004, n. 6 p. 33.

57 Gerhard Roth, Klaus Jürgen Grün (editores), Das Gehirn und seine Freiheit (Göttingen, 2006).

58 Dieter Sturma (editor), Philosophie und Neurowissenschaften (Frankfurt am Main, 2006).

Capítulo 7

59 Conmensurar los fines no últimos no significa disponer de ellos arbitraria o instrumentalmente sino del modo como las partes han de estar relacionadas con el todo. Véase para ello, Ángel Rodríguez Luño, Cultura política y conciencia cristiana (Madrid, 2007), pp. 31-32.

60 Robert Spaemann, Moralische Grundbegriffe (München, 1981), pp. 49-60.

61 Martin Rhonheimer, ob.cit., p. 153.

62 Rafael Alvira, Filosofía de la vida cotidiana (Madrid, 1999), p. 106.

63 Juan Antonio Pérez López, op.cit., pp. 79-85. en esta obra, profunda y sin duda útil para empresarios y para todas aquellas personas con responsabilidades de liderazgo, Pérez López propone un paradigma antropológico que se materializa en la necesidad de que los actos tengan la impronta de la corrección ética. Es decir, los actos humanos han de ser actos virtuosos. Hablar de ética o de ética profesional sin referirse a las virtudes morales, afirma Pérez López, sería tanto como hablar de física sin mencionar la ley de gravedad.

64 Alfred Sonnenfeld, «Über die sittliche Qualität ärztlichen Tuns», en Der Mensch als Mitte und Maßstab der Medizin, ed. por J. Bonelli (Wien / New York, 1992), pp.175-195.

65 Juan Antonio Pérez López, ob.cit., p. 82.

66 Ibídem, pp. 115-117.

67 Werner Jaeger, op. cit., pp. 20-29.

Capítulo 8

68 Josef Pieper, Las virtudes fundamentales (Madrid, 1990), pp. 33-82.

69 Alfred Sonnenfeld, Du kannst es schaffen (Köln, 2000), pp. 91-94.

70 Werner Jaeger, op. cit., p. 48.

71 M. Rhonheimer, op.cit., p. 240.

Capítulo 9

72 Joan Baptista Torelló, Psicología abierta (Madrid, 2003), pp. 114-119.

73 Joan Baptista Torelló, Psicología y vida espiritual (Madrid, 2008), pp. 110-127.

74 Es conocida la estrecha amistad que unió a los grandes poetas alemanes Goethe y Schiller. Goethe no se cansaba de ponderar cuán enriquecedora le resultó disfrutar de la amistad de Schiller, quien le iluminaba en la difícil tarea de discernir entre los problemas reales y las meras complicaciones sin base real. Cf. al respecto, Rüdiger Safranski, Goethe & Schiller. Geschichte einer Freundschaft (München, 2009).

75 Joan Baptista Torelló, op. cit., p. 115.

76 Robert K. Greenleaf, The Servant as Leader, Servant Leadership: A Journey into the Nature of Legitimate Power and Greatness (New Jersey, 2002), pp. 23-24.

77 Benedicto XVI, encíclica Caritas in veritate 29-VI-2009, n. 34.

78 Ibídem, n. 34.

79 Ibídem, n. 35.

80 Ibídem, n. 38.

81 C. S. Lewis, Christian Behaviour (London, 1943), p. 43.

Capítulo 10

82 Daniel Goleman, Inteligencia emocional (Barcelona, 1996).

83 Caroline Alexander, Atrapados en el hielo. La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton (Barcelona, 2005).

84 Santiago Álvarez de Mon Pan de Soraluce, Desde la Adversidad (Madrid, 2006), pp. 243-244.

85 Ibídem, pp. 244-245.

86 Ibídem, p. 245.

87 Josef Pieper, op.cit., pp. 417-551.

88 Cf. cap. 13.

89 Benedicto XVI, Deus caritas est, 25-XII-2005, n. 18.

90 Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa (Madrid, 1985), n. 145.

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