Marcial Pons Historia
2015
«Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moralidad y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol»
(Albert Camus)
«Salimos de una dictadura para entrar en un centro comercial»
(Chocadelia Internacional)
Escribir un libro académico sobre fútbol no deja indiferente a nadie. Algunos compañeros de la universidad piensan que investigar sobre deportes no es serio y adoptan una actitud un tanto condescendiente a la hora de hablar del tema. En el fondo piensan que uno se las ha arreglado para convertir en objeto de investigación algo que antes era sólo un hobby. Otros colegas, sin embargo, muestran un enorme entusiasmo, mayor del que suele ser habitual cuando se tratan otros temas académicos, y se ofrecen de buen grado a ayudar con la investigación. Estos compañeros recomiendan lecturas, charlan entusiasmados sobre el tema y comentan capítulos del manuscrito. Afortunadamente, durante la elaboración de este libro me he encontrado con muchos amigos y compañeros dispuestos a ayudar. Me gustaría agradecer especialmente su apoyo a Ferran Archilés, Miguel Ángel del Arco, Claudia Baldoli, Sebastian Balfour, Saúl Bermejo, Zira Box, Jaime Briones, Steve Cannon, Miguel Cabo, Guillem Colom, José María Faraldo, Martin Farr, Joxean Fernández, Marta García Carrión, Pedro Mari Goikoetxea, Eduardo González Calleja, Helen Graham, Miguel Guerrero, la familia Gustrán-Loscos, Eduardo Hernández Cano, Ann Davies, José Leal, José Luis Ledesma Fernando Molina, Feliciano Montero, Raúl López, Javier Moreno Luzón, Xosé Manoel Núñez Seixas, Luis Prados de la Plaza, Matt Perry, Luc Racaut, Pere Salas, Paco Romero Salvadó, Felix Schulz y John Walton. Óscar Martín merece mi mayor gratitud por su apoyo constante. Como siempre, Goyo Alonso ha estado ahí para ayudar, con su habitual generosidad como investigador y como amigo.
Estoy especialmente agradecido al Ministerio de Ciencia e Innovación y a la Universidad de Alcalá de Henares por concederme una beca de investigación Ramón y Cajal. Esta beca me ha permitido dedicar el tiempo necesario a investigar y a escribir el libro, proporcionándome además los fondos para crear un equipo internacional de investigadores que ha recopilado un gran número de fuentes primarias. Este libro no existiría sin la extraordinaria labor llevada a cabo por Mauricio Onetto en Francia, Stuart Durkin en Gran Bretaña, Carolina Labarta en Alemania, Pilar Diarte en Italia, Óscar Martín García en Madrid, Pablo Montes en Cataluña e Íñigo Imaz en el País Vasco. También estoy en deuda con Alison Pinington, que me prestó su inestimable ayuda en la elaboración del texto, y con Elena Gustrán, que tradujo el libro original del inglés al castellano. Por otro lado, no querría dejar de señalar que he escrito este libro siendo miembro de dos grupos de investigación: «La nación desde la raíz. Nacionalismo español y sociedad civil en el siglo XX», HAR2012-37963-C02-01, y «La restauración social católica en el primer franquismo 1936-1953», HAR2011-29383-C02-01, ambos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
Nadie debería escribir sobre fútbol sin al menos haber intentado jugar a este deporte. En los cinco años que he tardado en completar este libro, he vivido en Newcastle, Londres, Zaragoza y Madrid. En todos estos lugares he conseguido jugar al fútbol con diferentes equipos. Mis compañeros de la Universidad de Newcastle, mis amigos de Londres, los jugadores de Ecogrúas DaVinci de Remolinos (Zaragoza) y mis amigos de la infancia del Racing Culebras de Madrid me han permitido emprender este particular “trabajo de campo”. Ha sido un verdadero placer compartir con ellos la costumbre de darle patadas a un balón. De forma indirecta, me han ayudado a reflexionar sobre algunos de los temas del libro. Mi familia, que aunque disfruta de mi trabajo académico preferiría que dedicara mi tiempo y esfuerzo a escribir novelas históricas, también me ha apoyado en esta empresa. Ellos son, en parte, causantes de mi interés por el fútbol, aunque asumo yo solo y de un modo pleno la responsabilidad de haber sido toda mi vida seguidor del Rayo Vallecano.
Por último, debo darle las gracias a Carmina porque, a pesar de no estar interesada en el fútbol lo más mínimo, me ha ayudado enormemente con este proyecto. Quiero agradecerle su apoyo constante: el libro le debe mucho; su autor le debe mucho más.
Cuando empecé a barajar la idea de escribir este libro en la primavera de 2008, la selección española de fútbol era conocida fundamentalmente por sus fracasos. A diferencia de los clubes españoles, que sí ganaban títulos internacionales, la selección mostraba generalmente coraje y buenas maneras pero, al final, no cumplía con las expectativas. España era la encarnación de un Quijote que luchaba contra molinos de viento, orgulloso pero condenado al fracaso. Cuando acabé el libro, casi cinco años más tarde, España estaba considerada uno de los mejores equipos de todos los tiempos: había ganado la Eurocopa de 2008, la Copa de Mundo de 2010 y la Eurocopa de 2012 jugando un fútbol moderno, con estilo y altamente sofisticado. Ningún otro equipo nacional en la historia de este deporte había ganado tres torneos importantes seguidos y sólo unos pocos habían conseguido la calidad y la maestría de los españoles: don Quijote había muerto. Los españoles eran ahora la personificación de la modernidad, la elegancia, el trabajo en equipo y la sofisticación.
Lo verdaderamente significativo es que estas descripciones del equipo no se ceñían sólo a los futbolistas, sino que retrataban características nacionales de los españoles supuestamente encarnadas en la selección. A través de los comentarios futbolísticos, los medios de comunicación han reescrito en los últimos años las narrativas sobre la identidad nacional española. La información sobre el fútbol ha desempeñado un papel clave en la construcción discursiva de España asociando ciertos rasgos, mitos y estereotipos con la selección española y correlacionando los estilos de juego a las características psicológicas y culturales de la nación.
Los recientes triunfos de la selección española no sólo han sustituido el viejo discurso de fracaso nacional por una nueva narrativa de éxito en los medios de comunicación, sino que también han llevado a millones de españoles a las calles a celebrarlo. Los títulos europeos y la Copa del Mundo dieron lugar a masivas celebraciones por todo el país, acompañadas por cantos patrióticos y exhibición de símbolos nacionales. Este tipo de celebraciones patrióticas había sido habitual en muchos países europeos en las últimas décadas, pero no tenía precedentes en España. Las razones fundamentales de esta excepcionalidad española son dos. En primer lugar, el legado de la dictadura de Franco erosionó profundamente la legitimidad del nacionalismo español. Desde el establecimiento de la nueva democracia a finales de los años setenta y durante décadas, las identidades nacionales españolas pasaron por una crisis de legitimidad que conllevaba que cualquier exhibición pública de patriotismo español se asociara inmediatamente a la extrema derecha. En segundo lugar, e intrínsecamente relacionado con lo anterior, la falta de legitimidad de la nación española ha sido especialmente llamativa en Cataluña y el País Vasco. En estos territorios, los movimientos nacionalistas catalanes y vascos han fomentado identidades nacionales alternativas a las españolas con un éxito considerable. No obstante, las celebraciones populares de las victorias de la selección española en las calles de Cataluña y del País Vasco son buena prueba del poder que tiene el fútbol para levantar pasiones y de la variedad de identidades nacionales existente en dichos territorios.
Este libro investiga el uso del fútbol para crear, configurar y reforzar identidades nacionales en España desde la restauración de la democracia en 1977. Para ello, nos centramos en la construcción, difusión y cuestionamiento de las narrativas nacionales en los medios de comunicación deportivos y, más en concreto, en la forma en la que la información futbolística se utiliza para fomentar los mitos, clichés y estereotipos nacionales españoles, vascos y catalanes en diferentes circunstancias históricas. La capacidad del deporte para facilitar la identificación colectiva está fuera de duda. El fútbol, en particular, es utilizado muy a menudo no sólo para reproducir las narrativas dominantes sobre identidades nacionales, sino también para rebatirlas. El libro también analiza el uso que los Gobiernos centrales y autonómicos han hecho de los equipos de fútbol para generar narrativas patrióticas, explorando al mismo tiempo los discursos contrahegemónicos que han desafiado a los predominantes en diferentes momentos de la historia reciente de España.
A lo largo del libro discurren tres ideas principales. La primera es que las narrativas nacionales están determinadas por el contexto histórico en el que se generan. Aquí son de particular importancia las interrelaciones entre los factores políticos, las transformaciones sociales y los cambios en los grandes medios de comunicación. La segunda idea es la noción de que las narrativas asociadas con el fútbol español fueron creadas y transformadas a lo largo de las décadas mediante un diálogo continuo entre los medios de comunicación españoles y los extranjeros. Por este motivo, el libro explora no sólo los puntos de vista de los medios de comunicación españoles, sino también las representaciones de España hechas por los “otros”. Me centro en concreto en cómo los medios ingleses, franceses, alemanes e italianos han utilizado los reportajes futbolísticos para construir diversas narrativas de España y de ellos mismos. En tercer lugar, la construcción de narrativas nacionales a través del fútbol y las identidades en conflicto dentro de España tienen paralelismos en muchas otras partes del mundo, ya que son síntomas de unos procesos de globalización mucho más amplios. En esta obra exploramos cómo estos procesos de globalización han influido en la forma en que se producen, difunden y asimilan las identidades nacionales en la llamada era del fútbol postmoderno.
El libro combina un marco cronológico y uno temático. Cronológicamente, el estudio cubre el periodo desde el nacimiento del equipo nacional español en 1920 hasta 2014. Este enfoque cronológico permite el examen de las narrativas nacionales en diferentes épocas de la historia española, incluyendo la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, el régimen franquista, la transición a la democracia, los Gobiernos socialistas de Felipe González, el mandato conservador de José María Aznar, el periodo de José Luis Rodríguez Zapatero de 2004 a 2011 y la vuelta al poder de la derecha con Mariano Rajoy a finales de 2011. Desde un punto de vista temático, la mayoría de los capítulos se centra en la construcción de discursos sobre España. Sin embargo, los dos capítulos finales están dedicados a los discursos desarrollados en Cataluña y el País Vasco desde la muerte del general Franco en 1975 hasta 2014. Este enfoque temático destaca la particular situación de dichos territorios, donde varias narrativas nacionales han estado compitiendo por la hegemonía durante décadas.
El capítulo 1 tiene carácter introductorio y presenta al lector la “narrativa de la furia y el fracaso”, que fue el discurso predominante sobre fútbol e identidades nacionales en la España del siglo XX y principios del XXI. Esta “narrativa de la furia y el fracaso” combinaba aspectos positivos sobre la valentía española con alusiones a la desgracia y la debilidad psicológica hispana para explicar sus derrotas futbolísticas. Este primer capítulo también recoge la historiografía sobre fútbol e identidades nacionales en España y explica la metodología que hemos empleado en el libro. Se incorporan, además, los actuales debates académicos sobre la globalización, las identidades nacionales y el fútbol e introduce uno de los conceptos fundamentales del libro: “el efecto acumulativo de los medios”. Este “efecto acumulativo” hace referencia al creciente impacto que las narrativas futbolísticas nacionales tienen en los ciudadanos como resultado de la paulatina expansión de los grandes medios de comunicación y la cada vez mayor exposición a la información deportiva.
El capítulo 2 analiza los mensajes nacionalistas españoles creados y transmitidos por diferentes regímenes políticos, así como los discursos patrióticos vascos y catalanes en el periodo de 1920 a 1975. El capítulo se centra en los diferentes estereotipos y mitos nacionales asociados con el equipo nacional español. Nuestros focos de atención serán, en concreto, el mito de la “furia española” y el estereotipo de resultados mediocres y fracaso asociados con la selección. El capítulo muestra cómo el uso de los estereotipos de la furia y el fracaso para describir el “típico” carácter nacional español cambió su significado según las diferentes circunstancias políticas y sociales. También se presta especial atención a las formas en las que el franquismo buscó la identificación entre equipos españoles y dictadura, en un intento por sacar rédito político a las victorias hispanas.
El convulso periodo que va de la muerte de Francisco Franco en noviembre de 1975 a la elección de Felipe González como presidente del Gobierno en octubre de 1982 es analizado en el capítulo 3. Estudiamos aquí la creación de discursos sobre la identidad nacional española alternativos al franquista, la representación del país en plena transición política en la prensa internacional y la celebración en España del Mundial de Fútbol de 1982. El capítulo también trata el crecimiento de los regionalismos y los nacionalismos catalanes y vascos asociados al FC Barcelona y el Athletic de Bilbao respectivamente. Este capítulo establece una conexión entre el proceso de formación del Estado de las Autonomías, la movilización social en favor de la descentralización y el auge de las manifestaciones de identidades regionales y nacionales subestatales en los estadios de fútbol y los medios de comunicación deportivos.
El capítulo 4 explora las identidades nacionales españolas en las décadas de los ochenta y los noventa. Se vinculan aquí los distintos discursos sobre identidades españolas con las transformaciones sociopolíticas producidas durante los Gobiernos de Felipe González y José María Aznar. Hacemos hincapié en los problemas que tuvieron los socialistas para elaborar un discurso común sobre el pasado y los símbolos de identidad española, problemas que favorecieron el fortalecimiento de las identidades regionales y locales en el fútbol español. Con todo, la modernización socialista del país, a la que contribuyó la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea, cambió la forma en la que el fútbol español era retratado en los medios. El estereotipo de la “furia española” fue abandonado gradualmente y las actitudes quijotescas atribuidas a los jugadores españoles desaparecieron. Sin embargo, el sentimiento de fracaso y bajo rendimiento siguió asociado a la selección. Esta percepción fue compartida tanto por los medios internacionales como por los españoles, cuyas narrativas, a través del fracaso deportivo, vinculaban de algún modo a España con el subdesarrollo franquista. Ahora bien, el capítulo 4 cuestiona la idea de que la asociación del equipo nacional de fútbol con el fracaso significara que los españoles no tuvieran mucho interés por la selección. En realidad, la “narrativa del fracaso” sirvió para que los españoles desarrollaran un vínculo emocional bastante fuerte con el equipo nacional, como indican los datos de las audiencias televisivas y la amplísima cobertura del equipo en los medios de comunicación de la época.
La “narrativa del fracaso” empezó lentamente a perder su posición hegemónica en los medios a comienzos del siglo XXI. El capítulo 5 analiza el fortalecimiento de la identidad nacional española a través del fútbol. A medida que transcurría la primera década del nuevo siglo, España se forjaba una nueva imagen internacional como un país moderno y exitoso, debido en parte al prestigio de los deportistas españoles. En España, el estilo de juego de los clubes más importantes y, posteriormente, de la selección fue asociado con un fútbol moderno, sofisticado y muy técnico. Estas descripciones de los equipos españoles eran manifestaciones de un nuevo nacionalismo cultural español, que desbancó los viejos estereotipos sobre el atraso y los malos resultados y presentó a España como una nación moderna, avanzada y europea en un mundo globalizado. La victoria de la selección en la Eurocopa de 2008 dio como resultado una especie de “explosión patriótica” sin precedentes que incluyó la reivindicación explícita de símbolos nacionales españoles y la consolidación de una narrativa del éxito, así como miles de muestras públicas de orgullo nacional. Los subsiguientes triunfos en la Copa del Mundo de 2010 y la Eurocopa de 2012 perpetuaron la narrativa del éxito y las manifestaciones de orgullo patrio en todo el país. No deja de ser significativo que estas reafirmaciones de orgullo popular colectivo se hayan ido produciendo a medida que la crisis económica ha ido teniendo un efecto cada vez más destructivo en España.
El capítulo 6 estudia las transformaciones de las identidades nacionales en Cataluña desde la transición, pasando por las celebraciones populares en las calles de Barcelona de la victoria de España en las Eurocopas de 2008 y 2012 y el Mundial de 2010, hasta las masivas manifestaciones pro-independentistas de la Diada de 2013. Este capítulo analiza el papel del FC Barcelona como alternativa en Cataluña al equipo nacional español, la creación de equipos nacionales catalanes, la dialéctica entre las narrativas catalanas y españolas y la cuestión de las dobles nacionalidades (catalana y española) en el principado.
Por último, el capítulo 7 proporciona un análisis de la transformación de las narrativas nacionales a través de los comentarios futbolísticos en el País Vasco desde 1975 hasta la actualidad. El capítulo explora el papel del Athletic de Bilbao y la Real Sociedad como fuentes de identificación colectiva, la creación de los equipos nacionales de Euskadi, el impacto del nacionalismo vasco en el fútbol, la relación dialéctica entre las identidades españolas y vascas, y el desarrollo de dobles identidades en una sociedad traumatizada por la violencia política durante décadas.
Cuando empecé este libro en 2008, la crisis económica mundial acababa de comenzar y pocos podían imaginar su gravedad o duración. Casi seis años más tarde, la crisis y las consiguientes políticas de austeridad han tenido un efecto devastador en España. A principios de 2014, un 26 por 100 de la población del país está desempleada, más de un millón de españoles acuden a diario a comedores sociales, cientos de miles de familias han sido desahuciadas de sus casas porque no pueden pagar la hipoteca, los salarios han caído en picado y el sistema bancario ha sido rescatado con dinero público. Los recortes impuestos a los gastos del Estado y la privatización de los servicios públicos están teniendo impacto más allá de la economía: están deshaciendo el tejido social de un país cada vez más pobre y abrumado por decenas de escándalos de corrupción en los que están involucrados la familia real, los principales partidos políticos y conocidos empresarios. La degeneración es tal que el Consejo de Europa ha denunciado que los recortes sociales y el uso excesivo de la violencia por parte de la policía contra aquellos que protestan contra las políticas de austeridad están degradando los derechos humanos de los españoles.
En muchos aspectos, España es un país distinto al que era en 2008. La transformación del país ha afectado a las narrativas nacionales sobre España, tanto en la forma en la que los españoles se ven a ellos mismos, como en la manera en la que son vistos en el extranjero. La crisis también ha acelerado el conflicto de identidades en España y las demandas por la independencia en Cataluña y el País Vasco. Soy consciente del hecho de que el tema de este libro es sumamente controvertido, un campo de minas político. Se trata de una cuestión sensible porque las narrativas nacionales y las futbolísticas están muy arraigadas en las identidades de las personas y en su visión del mundo. Y es precisamente la construcción, fomento y asimilación de las identidades nacionales lo que este libro pretende desentrañar. También he intentado reflexionar sobre la creación de mitos nacionales, sobre las narrativas y estereotipos patrióticos que se hacen pasar por verdades absolutas y eternas para justificar ciertos órdenes sociales y políticos. Las siguientes páginas no sólo destacan la naturaleza artificial y variable de los mitos nacionales, sino que también subrayan los intereses que hay detrás de la creación y fomento de estas narrativas patrióticas.
«La comunidad imaginada de millones de seres parece más real bajo la forma de un equipo de once personas cuyo nombre conocemos»
(Eric HOBSBAWM)1
El 21 de junio de 2000 la selección española de fútbol jugó uno de los encuentros más memorables de su historia. En el último partido de la fase de grupos de la Eurocopa de Holanda y Bélgica, el combinado nacional tenía que ganar a Yugoslavia para pasar a cuartos de final, pero cumplido el minuto 92 de juego iba perdiendo 3-2. Lo que ocurrió en los últimos instantes del partido fue una de las remontadas más espectaculares del fútbol internacional. En el minuto 93, el árbitro pitó un penalti a favor de España y Gaizka Mendieta lo transformó con serenidad. Dos minutos más tarde, un pase de Pep Guardiola desde el centro del campo encontró a Ismael Urzáiz, quien de cabeza dejó el balón para que Alfonso Pérez marcara agóricamente de media volea. El gol in extremis dio la victoria y la clasificación a España. La prensa española describió la reacción de la selección como «racial», vio la victoria como «una demostración de casta y coraje» y explicó que el equipo había ganado porque había sacado su mítica «furia»2. Lo que no se pudo conseguir con un buen juego y creando ocasiones, se había logrado «por épica, bravura y amor propio»3.
Cuatro días más tarde, España se enfrentó a Francia en los cuartos de final. Los galos llegaron a los instantes finales del partido con una ventaja de 2 a 1 pero, en el minuto 90, el colegiado italiano Pierluigi Collina señaló un penalti a favor de España. Raúl González cogió el balón, lo puso en el punto de penalti, lo golpeó con fuerza y lo mandó fuera. Dos minutos más tarde el árbitro señaló el final del partido. España caía, una vez más, en los cuartos de final de una gran competición. En esta ocasión la prensa española no habló ni de casta, ni de coraje, sino de una despedida «triste y penosa» marcada por el «mal fario», el injusto «trato de los duendes del azar» y la «falta de suerte»4. La derrota era consecuencia de un misterioso «maleficio» histórico de la selección y, por lo tanto, era inevitable5. «Contra el destino no se puede luchar»6. De una forma un tanto poética, el periodista Enrique Ortego escribió en ABC: «El presente se escribe con la misma tinta que el pasado y el futuro termina siempre en el mismo sitio. España se vuelve a marchar a casa en cuartos de final. Las semifinales son su Everest particular»7.
En el espacio de cuatro días, el equipo nacional había pasado de ser retratado como la personificación del coraje y la valentía a ser las tristes víctimas de una maldición histórica que impedía a los españoles entrar en la élite futbolística de Europa. Es obvio que la historia no juega al fútbol y mucho menos falla penaltis. Sin embargo, estas dos representaciones opuestas del equipo nacional ilustran perfectamente los componentes principales de una “narrativa maestra” sobre las características nacionales de los españoles. Esta narrativa está basada en dos ideas centrales. Por una parte, los futbolistas españoles y, por extensión, todos los españoles, se caracterizan por su “furia”, un término que hace referencia a la rabia pero que, por encima de todo, tiene connotaciones de pasión, valor y coraje. En la mayoría de los casos, el término “furia” tiene un tono positivo y lleva implícito que los españoles tienen un espíritu atrevido y luchador. Por otra parte, los españoles son descritos con frecuencia como personas que no desarrollan todo su potencial mental, como psicológicamente débiles, atrasados y víctimas de tenebrosas fuerzas históricas que escapan a su control. Éste es el lado oscuro de la pasión y la valentía. Son el coraje y el valor transformados en un comportamiento irracional y salvaje lo que impide a los españoles ganar. La combinación de estos grupos de ideas positivas y negativas constituye lo que podría denominarse una “narrativa de la furia y el fracaso”, un discurso que une el éxito español a un extraordinario coraje, y explica la derrota como fruto de unos impedimentos psicológicos nacionales y de desgracias históricas insoldables. Esta “narrativa de la furia y el fracaso” surgió vinculada al fútbol a principios del siglo XX y ha perdurado, de distintas formas y maneras, hasta bien entrado el siglo XXI. Su transcendencia radica en que ha tenido como objetivo explicar no sólo las victorias y derrotas deportivas, sino también la “verdadera” naturaleza de las identidades nacionales españolas.
En los últimos años ha cobrado fuerza en la historiografía la idea de la nación como narración8. Esta interpretación considera la nación como un conjunto de metáforas, estereotipos, mitos e imágenes que se producen y reproducen en el ámbito discursivo. Este conjunto se habría ido configurando desde finales del siglo XVIII en distintas narrativas maestras que elaboraron un pasado nacional para distintos territorios y comunidades políticas en todo el mundo9. En Europa, los historiadores de la Ilustración fueron pioneros a la hora de crear narrativas nacionales modernas que serían posteriormente reelaboradas y propagadas por profesores, periodistas y políticos a lo largo del siglo XIX. Estas narrativas maestras de la nación se transmitieron fundamentalmente a través de libros de texto, prensa y novelas, encontrando en las escuelas, los ateneos, los bares y los hogares su espacio natural para la difusión. Desde principios del siglo XX, a medida que se fue desarrollando una nueva sociedad de masas en Europa, se fueron creando también poderosas historiografías populares que representaban el pasado y sus mitologías nacionales a través de revistas, cómics, cine, radio y, posteriormente, televisión. Estas representaciones populares con frecuencia mostraban el pasado de un modo unidimensional, simplista y claro, lo que las hizo muy efectivas como productoras de identidad nacional10.
El deporte desempeñó un papel clave en la formación de un lenguaje, de unos mitos y de unas narrativas vinculadas a las naciones en el siglo XX. El crecimiento económico urbano, los desarrollos en el consumo metropolitano y la comercialización del ocio trajeron consigo una popularización sin precedentes del deporte en las primeras décadas del siglo XX11. Estos cambios prepararon el terreno para el surgimiento de la prensa especializada y la creciente cobertura del deporte en los periódicos más importantes. Las crónicas y los reportajes deportivos se convirtieron en una forma adicional de hablar sobre la nación. Al igual que en los casos de la literatura, la música y el cine, la escritura deportiva adquirió un carácter nacionalizador al atribuir aspectos patrios a los atletas y a los equipos. La creación de competiciones internacionales, incluyendo los Juegos Olímpicos modernos, llevó a creer que los atletas y los equipos tenían estilos nacionales que, de alguna forma, reflejaban la identidad del país al que representaban. De manera gradual, el vínculo entre las características de los atletas y equipos del país, por un lado, y las identidades nacionales, por otro, se fortaleció, con lo que los medios adoptaron una narrativa que enfatizaba los “estilos nacionales típicos”. Según esta narrativa, y de forma bastante absurda, los deportistas tenían que permanecer fieles a sus estilos patrios si querían tener éxito. El fracaso se explicaba aduciendo que un deportista o un equipo no habían sido fieles al estilo “genuino” de su país. Además, los periodistas convirtieron actuaciones deportivas en historias épicas, transformando a los atletas en ídolos nacionales12. Como en el caso de los artistas, los deportistas fueron continuamente comparados con los ídolos del pasado, con figuras claves de la historia nacional. Esto hizo que millones de ciudadanos acabaran conectando mentalmente a los deportistas contemporáneos con los héroes patrios del pasado.
Ningún otro deporte ha contribuido a la consolidación de identidades nacionales y a la propagación de narrativas nacionales tanto como el fútbol. En primer lugar, el fútbol parece captar completamente el concepto de Benedict Anderson de una «comunidad imaginada», ya que es relativamente fácil imaginar el país y fortalecer su identidad cuando la patria está representada por once jugadores en un partido contra otro país13. En palabras de Eric HOBSBAWM, la «comunidad imaginada de millones de seres parece más real bajo la forma de un equipo de once personas cuyo nombre conocemos»14. El concepto abstracto de comunidad nacional se vuelve más tangible cuando se “visualiza” a través de un equipo uniformado. En segundo lugar, el fútbol se entiende como una manifestación de las sociedades en las que se juega. Desde principios del siglo XX, los equipos de cada país han sido vistos como repositorios de identidades nacionales. El público se ha identificado y se ha enorgullecido de un estilo particular, “nacional”, que ha visto reflejado en su selección. Esta afinidad por un estilo específico muestra una conciencia propia y supone la afirmación de una identidad nacional específica. También significa que, a medida que la práctica del fútbol se ha ido haciendo más universal, el balompié se ha ido “nacionalizando”, en tanto en cuanto diversos estilos de juego se han ido percibiendo como un distintivo nacional15.
Es indudable que el fútbol también ha sido capaz de crear y reproducir identidades a nivel local, provincial y regional. Desde los inicios del siglo XX, los equipos de fútbol se han convertido en una fuente de identificación colectiva y una expresión de identidades de municipios y pequeñas comunidades locales. Las rivalidades provinciales y regionales también se han desarrollado entre equipos de ciudades vecinas de toda Europa16. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, se ha demostrado que la creación o fortalecimiento de identidades provinciales y regionales basadas en el deporte no obstaculiza el fomento de los sentimientos nacionales. Al contrario, la construcción de identidades locales, provinciales y regionales a través del fútbol ha reforzado las nacionales. En este sentido, el fútbol no ha sido diferente de otros canales de nacionalización de masas. Para la mayoría de la gente, la idea abstracta de nación se ha «materializado» mediante instituciones locales tales como los colegios, los ayuntamientos, las oficinas de correos o las iglesias17. En el caso del fútbol, los equipos locales juegan en ligas provinciales y regionales que, a su vez, forman parte de competiciones nacionales organizadas por la federación nacional de turno. Este sistema es capaz de abarcar un amplio sector de público, mientras sigue manteniendo la nación como el referente último del fútbol local.
A pesar de la importancia tanto del fútbol como de la cuestión nacional en la Península Ibérica, las investigaciones académicas sobre deporte e identidades en España han sido pocas hasta fechas muy recientes18. Los trabajos pioneros de Duncan Shaw sobre el fútbol y el franquismo y de Vic Duke y Liz Crolley sobre fútbol e identidades colectivas en la España del siglo XX tomaron un enfoque histórico para explicar los vínculos entre balompié y nacionalismos19. En estos estudios, el énfasis se puso en el papel del Estado español como creador de identidades nacionales a través del fútbol, aunque las identidades catalanistas y vasquistas también recibieron algo de atención. Las investigaciones de John Walton, Francisco Caspistegui, Jorge Uría y Xavier Pujadas han analizado el tema desde una perspectiva de historia social20. Las transformaciones urbanas, la modernización social y la comercialización del ocio son el centro de estos análisis que se centran especialmente en las primeras décadas del siglo XX. En la misma línea, Andrew MacFarland ha intentado combinar la historia cultural y la social centrándose en el impacto del consumo de masas en la formación de identidades. Sus trabajos han hecho hincapié en el papel del consumo urbano y los objetivos políticos de los distintos colectivos nacionalistas como factores que explicarían el rápido crecimiento del fútbol y lo que éste conllevaba para la formación de identidades de clase en la España de principios del siglo XX21.
Otras disciplinas fuera de la historia también han contribuido a mejorar nuestra comprensión del vínculo entre deporte e identidades en España. La investigación de Jeremy MacClancy sobre la reinvención de los deportes rurales vascos y el análisis de Salvador Duch sobre la rivalidad Real Madrid-FC Barcelona han mostrado que la antropología puede ampliar sustancialmente nuestro conocimiento de la creación y los procesos de transformación de identidades22. Desde el campo de los estudios culturales, los trabajos de Elena Delgado y Germán Labrador han analizado las construcciones de los discursos nacionalistas españoles en torno a la selección masculina de fútbol y sus usos como mecanismo de compensación en momentos de crisis económica23. Por otro lado, los trabajos sociológicos de Ramón Llopis sobre el deporte y la identidad colectiva y las investigaciones de Hunter Shobe en torno a las conexiones entre el fútbol, la identidad y las nociones geográficas han demostrado que hay una pluralidad de enfoques válidos en los estudios académicos sobre fútbol e identidades en España24.
De particular importancia para mi investigación han sido los trabajos de Jesús Castañón Rodríguez. Este autor fue pionero en el estudio de los discursos sobre fútbol en los medios españoles. Su libro de 1993 El lenguaje periodístico del fútbol adoptaba un enfoque sociolingüístico para analizar los cambios de las narrativas creadas en la prensa española desde los años veinte hasta finales de los ochenta25. El resultado fue una novedosa investigación que entrelazaba las transformaciones y las continuidades en el campo político, periodístico y discursivo. En una línea similar, Liz Crolley y David Hand han utilizado el análisis del discurso para explorar la representación de identidades en la prensa escrita de ciertos países europeos, tales como España, Italia, Francia, Alemania y el Reino Unido. Estos dos lingüistas se han centrado en los discursos periodísticos como forma de crear y reproducir identidades de un modo cotidiano. A través del análisis comparativo de las noticias futbolísticas en varios países, Crolley y Hand han explorado algunos de los mecanismos mediante los cuales se construyen las identidades regionales y nacionales26. Siguiendo los postulados de la escuela postestructuralista de análisis del discurso, Crolley y Hand sugieren que los medios no son simples retransmisores pasivos de las actitudes sociales existentes, sino que también son creadores activos de identidades nacionales y regionales27. Estas construcciones y reproducciones de identidades son procesos dinámicos que necesitan un cierto diálogo entre la “auto-representación” (cómo se ven las naciones a sí mismas) y la “hetero-representación” (cómo son vistas las naciones por los demás). Así, cuando se analiza el caso de España a finales de los noventa y principios de la primera década del siglo XXI, Crolley y Hand identifican los elementos principales de la construcción y reproducción de identidades tanto en términos de “auto-representación” (España retratada por los españoles) como de “hetero-representación” (España vista por los extranjeros)28.
El análisis lingüístico de Hand y Crolley se desarrolla de forma paralela a la investigación crítica de los estereotipos nacionales en los estudios literarios y culturales conocidos como “imagología” (imagology). Los imagólogos se centran en la relación «entre las imágenes que caracterizan al Otro (heteroimágenes) y aquellas que caracterizan la identidad doméstica propia del yo (autoimágenes)»29. Desde este enfoque, las naciones se entienden como discursos imaginados, ya que la caracterización estereotípica de las naciones tiene lugar a nivel discursivo. Es más, esta construcción discursiva de la nación se realiza sin tener en cuenta la veracidad de las representaciones (propias o ajenas) y fuera del terreno de los hechos comprobables30. Esto no quiere decir que las circunstancias sociales y políticas en las cuales se producen los estereotipos nacionales no sean relevantes. De hecho, lo son; pero los estereotipos pueden estar muy lejos de la realidad y seguir siendo compartidos universalmente en diferentes contextos históricos.
La metodología de este libro combina el estudio de la estructura y el significado subyacente de los textos de los medios de comunicación, junto con el análisis histórico de las circunstancias sociales en las que se produjeron dichos textos. Me centro en las dinámicas entre los discursos de auto-representaciones y los discursos de hetero-representaciones; es decir, la relación entre la forma en que los españoles se representan a sí mismos y la manera en que los extranjeros retratan a España. En concreto, el libro analiza cómo los medios españoles e internacionales han utilizado la prensa y los comentarios en la radio y la televisión para construir varios discursos sobre las identidades nacionales españolas desde 1975. En el ámbito de los medios de comunicación internacionales, exploro los periódicos, los programas de radio y las emisiones de televisión del Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. Estos países han desempeñado de diferentes formas el papel del “otro” para los españoles, quienes han construido sus identidades sobre la caracterización estereotípica de Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania. Por otro lado, España también ha actuado en mayor o menor medida como el “otro” nacional para Francia, el Reino Unido, Alemania e Italia31. En el caso de Cataluña y el País Vasco, la situación ha sido especialmente compleja, ya que diferentes identidades nacionales han luchado por convertirse en hegemónicas. Para los nacionalistas vascos y catalanes, el “otro” más importante ha sido (y es) España. De ahí que analicemos en el libro tanto las auto-representaciones de Cataluña y el País Vasco, como la imagen de España en ambos territorios.
El análisis detallado del contexto histórico en el cual se crearon y recrearon las narrativas nacionales también es clave para el planteamiento de este libro. Mi investigación conecta las transformaciones sociopolíticas con los cambios y continuidades en los discursos nacionales. Como señalaba anteriormente, las identidades nacionales no existen aisladas, sino que están arraigadas en las estructuras sociales dominantes que tienden a reproducir las relaciones hegemónicas de desigualdad32.
Uno de los objetivos de este libro es explicar la naturaleza cambiante de las identidades nacionales en relación con las transformaciones sociales y políticas de España, desde la transición a la democracia en la segunda mitad de los setenta hasta la actualidad. Por ello, los conceptos de hegemonía y contra-hegemonía de Antonio Gramsci son aquí muy importantes. La idea de que las clases gobernantes obtienen el consentimiento del pueblo no sólo con la amenaza y el uso de la fuerza, sino también a través de medios culturales, sitúa la construcción cultural de identidades en el centro de la lucha por el poder33. Para Gramsci, las prácticas y discursos culturales hegemónicos no son impuestos únicamente desde arriba, sino que surgen de un proceso de negociación entre aquellas élites que controlan los grandes medios de comunicación y una compleja red de grupos heterogéneos conocida como el público. A su vez, algunos sectores del público recurren a tácticas culturales contra-hegemónicas, como la negación, la contestación y la “resignificación” de las narrativas hegemónicas34.
Esta interpretación de la hegemonía y la contra-hegemonía facilita el análisis de la ideología y las identidades en campos de cultura popular tales como el deporte35. Las narrativas de identidad nacional creadas y propagadas por los grandes medios de comunicación son múltiples y dinámicas. Algunas narrativas nacionales llegaron a ser hegemónicas durante un tiempo y después actuaron como discursos contra-hegemónicos en una época política diferente. Por ejemplo, el nacionalismo autoritario español fue el discurso hegemónico en Cataluña durante la dictadura de Franco, aunque en un principio su primacía se obtuvo por la fuerza. En cambio, el nacionalismo catalán fue contra-hegemónico, pero utilizó al FC Barcelona para promover las narrativas catalanistas y llegar a ser cada vez más popular bajo la dictadura de Franco. Con el regreso de la democracia a España en la segunda mitad de la década de 1970, el catalanismo se volvió hegemónico, mientras el nacionalismo autoritario español se convertía en un discurso contra-hegemónico de minorías en Cataluña. Los cambios tanto en la estructura política del país como en la configuración social del público hacia quien se dirigen los discursos nacionales son vitales para entender qué narrativa es hegemónica en un momento dado y por qué. La contextualización histórica nos permite comprender la relación entre hegemonía y contrahegemonía en cualquier coyuntura.
La constante renegociación de los discursos hegemónicos y contra-hegemónicos refuerza la naturaleza dinámica de las narrativas nacionales. El periodo de 1975 a 2014 ha sido testigo de la emergencia de varias narrativas asociadas al fútbol en los medios de comunicación españoles. En estos años, las ideas franquistas de España han compartido espacio en los medios con las visiones democráticas del país; los discursos conservadores se han opuesto a los puntos de vista progresistas, y los valores modernos y tradicionales se han combinado en diferente medida, dependiendo de las tendencias políticas de los creadores de las narrativas. Además, los nacionalistas vascos y catalanes han adoptado narrativas futbolísticas patrióticas con el objetivo de gozar de una hegemonía cultural en sus territorios y los regionalistas de toda España han utilizado el deporte para promocionar sus propias identidades. Como resultado, el mapa de identidades de España del periodo examinado en estas páginas aparece bastante fragmentado. Este libro analiza esa variedad de narrativas, así como las interacciones entre discursos futbolísticos destinados a construir naciones. Estas interacciones se entienden aquí como manifestaciones de las luchas de poder para hacerse con una posición hegemónica en territorios concretos, ya sean España, Cataluña o el País Vasco.
Hago un uso un tanto flexible del concepto de hegemonía, destacando las acciones de los individuos y considerando la resistencia contra-hegemónica como un ejercicio de poder en sí mismo36. Esto no quiere decir, por supuesto, que todos los discursos compitan por convertirse en hegemónicos en las mismas condiciones. Como creadoras de identidades nacionales, las narrativas futbolísticas normalmente están bastante cerca de aquellas defendidas por el Estado. Las narrativas futbolísticas son producidas en su mayor parte por los grandes medios de comunicación privados, aunque con frecuencia la prensa contribuye de buen grado a consolidar una hegemonía construida principalmente por el Estado37. La disparidad discursiva entre los medios de comunicación privados y estatales varía históricamente según la naturaleza de los regímenes políticos. En los dictatoriales, el espacio entre el discurso de los medios y las narrativas del Estado tiende a desaparecer. Las narrativas nacionales alternativas al discurso oficial son prohibidas, perseguidas, forzadas a la clandestinidad o representadas en canales poco convencionales. En las dictaduras, la propia naturaleza del régimen político determina una dialéctica injusta y desequilibrada entre las narrativas oficiales y las alternativas. En los regímenes democráticos, la interacción de las narrativas nacionales tiene lugar en un «mercado de identidades» moldeado por las fuerzas políticas y económicas y dirigido por los medios de difusión38. La propagación de las identidades públicas y la lucha por la hegemonía en este mercado están determinadas por la desigual distribución de los recursos materiales y simbólicos en los grandes medios de comunicación. Así, este “mercado de identidades”, con sus discursos hegemónicos y minoritarios, reproduce las desigualdades estructurales de la sociedad.
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