Cuando el viajero llega a cualquiera de los aeropuertos de la región (Kemi, Kuusamo, Rovaniemi, Sodankylä, Kittilä, Enontekiö e Ivalo) o atraviesa en tren o en coche sus extensísimos paisajes, experimenta una agradable sensación de plenitud. Para muchos es la pureza y el frescor del aire, para otros el resplandeciente verdor de sus bosques o la inmaculada blancura del territorio nevado; en cualquier caso, para todos los visitantes, gentes procedentes del sur, llegar a Laponia es un hecho sin igual: ¡por fin llegamos a la última frontera!
Con una extensión de 93.937 km2, la mayor parte de los cuales se hallan al norte del Círculo Polar Ártico, la región de Laponia ocupa más del 40% del territorio finlandés. Las aguas continentales cubren cerca de seis mil hectáreas. El número de habitantes que vive en sus ciudades y pueblos apenas supera los doscientos mil, y representan el 3,6% de la población de Finlandia. Es una de las densidades demográficas más bajas de toda Europa, con tan solo dos habitantes por kilómetro cuadrado.
El clima de la región, muy riguroso en gran parte del año, no fomenta el trato social. Ahora bien, el carácter reservado y tímido de sus habitantes no debe entenderse como una actitud de rechazo al visitante. Muy al contrario, los lapones son gentes hospitalarias y afectuosas. Los samis (alrededor de 6.500 en la Laponia finlandesa) son el mejor exponente de estas características.
Vinculados de manera directa con la naturaleza, este pueblo se nutre de la tierra para desarrollar su cultura. Los “seitas” o ídolos lapones son animales, árboles, lugares del bosque. Por todo ello sienten un gran respeto por quien se acerca hasta aquí para conocer sus paisajes. La sonrisa y las ganas de jugar de sus niños y el rostro amable de las mujeres y hombres de este pueblo serán el recuerdo más valioso que el viajero se llevará de Laponia.
El visitante que llega por primera vez a Laponia se dispone a vivir un contacto con la naturaleza en estado puro. Y es cierto: descubre aquí un entorno en un perfecto estado de conservación, casi virginal, que facilita al viajero encuentros con rincones de sorprendente fuerza paisajística y especies de flora y fauna que en ningún otro lugar del planeta se pueden admirar como aquí. Laponia es un bosque eterno, una sucesión de colinas (tunturi) salpicadas de lagos, arroyos, zonas de tundra, y cubiertas de nieve buena parte del año, a cuyos pies impera el bosque escandinavo de coníferas.
La situación geográfica de Laponia, dentro de la región paleoártica alpina, determina las condiciones climáticas y dicta la naturaleza. Por ello, la sucesión monocorde de hileras de pinos es posible que genere cierto desencanto en los amantes de la naturaleza acostumbrados a transitar por varios escenarios naturales en una salida de campo. No obstante, la variada y abundante lista de animales y plantas que pueblan el territorio ofrece a los naturalistas la posibilidad de desarrollar su afición como en ninguna otra parte del continente. No en vano Laponia guarda diez de los 32 parques nacionales de Finlandia, entre ellos los de Lemmenjoki (el que está situado más al norte), Pallas- Ounastunturi y Oulanka, sin olvidar el gran Parque Nacional Urho Kekkonen: orgullo de los conservacionistas finlandeses.
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