Portada del libro Psicología práctica para odontólogos

Psicología práctica para odontólogos

Una visión psicoanalítica

BERTHA GAMARRA MORGENSTERN

Logo de la editorial Cauces Editores

Psicología práctica para odontólogos

© Bertha Gamarra Morgenstern

Primera edición digital: agosto de 2014

ISBN: 978-612-42500-3-3

Diseño de carátula: César Gutiérrez

Illustración de carátula: Ana Belén Cantoni

© Cauces Editores SAC

Kenko 354, Surco.

Lima, Perú

cauceseditores.com

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso escrito del autor.

Contenido

Créditos

Prólogo

Palabras de la autora

Introducción

PRIMERA PARTE - EL FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE HUMANA

I. La Odontología y la Psicología Dinámica

II. La mente. Sus orí­genes y su configuración

III. Las fuerzas que nos mueven

IV. Ansiedad y conflicto. El sí­ntoma y su significado

V. Los sueños. Su comprensión y significado

VI. La estructura del aparato psíquico. Ello, yo y superyó

VII. Los mecanismos de defensa

VIII. Desarrollo evolutivo: I. La infancia

IX. Desarrollo evolutivo: II. La adolescencia y la madurez

X. Desarrollo evolutivo: III. Relaciones de pareja. Normalidad y patología

SEGUNDA PARTE - EN RELACIÓN CON EL PACIENTE

XI. Salud mental

XII. La enfermedad psicosomática

XIII. Diagnósticos psiquiátricos y psicológicos más frecuentes

XIV. Tipos de personalidad

XV. El paciente y el odontólogo

XVI. Algunos elementos de técnica

XVII. Encuadre y contrato

XVIII. El trabajo con niños y adolescentes

XIX. La ansiedad en la consulta odontológica

XX. Tipos de ansiedad en la consulta odontológica

XXI. Las especialidades

XXII. El odontólogo y su salud mental

Bibliografía

Agradecimientos

Quiero expresar mi sincero reconocimiento y mi mayor gratitud al doctor Jorge Arango Tamayo, fundador del Colegio Odontológico Colombiano —hoy Institución Universitaria Colegios de Colombia UNICOC—, por la amistad con la que me ha honrado, por la valiosa oportunidad que me ofreció al acogerme como parte de su equipo de docentes, y por la plena confianza con la que me encomendó la enseñanza del Psicoanálisis a sus alumnos.

También debo agradecer al doctor Jorge Arango Mejía, por el apoyo permanente a la actividad docente en la Psicología, y por la tranquilidad y el buen ánimo que día a día transmite a todos quienes le rodean.

Le doy asimismo las gracias a la doctora Rosa Arango Mejía, por su cálida presencia y su amistad incondicional.

Saludo además a los colegas odontólogos, quienes a lo largo de estos años generosamente compartieron conmigo sus conocimientos, y con quienes logré encontrar los lugares comunes que nos unen en nuestras distintas disciplinas. Entre ellos quiero mencionar a las doctoras Carmenza Macías y Myriam Alarcón, y a los doctores Jairo Forero, Javier Barragán, Guillermo Arenas, Rafael Palencia, Germán Barahona y Eduardo Rodríguez. Gracias a ellos y a todos los demás colegas y amigos de estos años.

También agradezco a los colegas psicoanalistas que me precedieron como docente en esta institución universitaria: los doctores Carlos Plata, Luis Yamín, y Pedro Abel Luna, y a los que compartieron las aulas conmigo: los doctores Camilo Jácome y Clara Maya.

No puedo dejar tampoco de corresponder al doctor Guillermo Sánchez Medina, mi analista y maestro.

Por último, quiero agradecer a todos y cada uno de los alumnos a quienes tuve el privilegio de acercarme como docente. Debo decir que más que enseñarles, aprendí de ellos; pues me ayudaron a entender, a partir de sus experiencias, las complejidades de la mente del paciente que acude a la consulta odontológica. Especialmente quiero expresarles mi gratitud a los alumnos que contribuyeron con las intervenciones y los trabajos escritos que forman parte del material clínico con el que trabajé en este libro, y que constituye uno de sus ejes principales. Estos autores fueron sin embargo mantenidos en el anonimato para asegurar la protección de la identidad de los pacientes.

Gracias también a mi esposo, amigo y colega, Fernando Gómez Cabal, por todos sus inteligentes aportes, su compañía y su invaluable apoyo en esta ardua y grata tarea.

Prólogo

Manifiesto mi agradecimiento a la Dra. Gamarra por tenerme en cuenta para que sea yo la primera persona que reciba su libro Psicología práctica para odontólogos. Una visión psicoanalítica, y por haber solicitado mi concepto en relación a esta publicación.

He leído su agradable libro con la atención y el cuidado merecidos, encantado de su comprensión, y deseo expresarle mi admiración y gratitud por haber recibido de él un conjunto de conceptos claros y didácticos, que usted produce con destino a sus alumnos de Psicología, estudiantes de Odontología y futuros odontólogos que pregonan el reconocimiento que usted siempre ha merecido.

Inicia usted su libro justificando un lenguaje sencillo frente a sus discípulos, futuros médicos de la boca humana, y crea un sendero que recorre las emociones del odontólogo, así como las emociones y la comprensión del paciente.

Dice usted “…este libro recoge los aportes de la Psicología y del Psicoanálisis”. Tenemos que aprovechar entonces la oportunidad para rendirles el merecido tributo a los profesionales que como usted han dedicado su vida al Psicoanálisis, y dejar constancia de la deuda que tenemos y seguiremos teniendo con ustedes.

Aprovecho para rendirle homenaje a Sigmund Freud, con todos los honores que merece. Este médico austríaco, nacido en 1856 y fallecido en 1939, fue el primero en hablar del inconsciente. El inconsciente, porción oculta de la mente tras la conciencia, rige gran parte de nuestro comportamiento, y Freud demostró que los sueños son su expresión. A partir de estos descubrimientos, Freud fundó, a finales del siglo XIX el Psicoanálisis como una ciencia y como una terapia mental útil para rastrear el origen de las enfermedades mentales, con lo cual nos dejó un completo modelo conceptual y terapéutico.

Con la publicación de la Dra. Gamarra desaparecen las limitaciones de orden psicológico y psicoanalítico en el trabajo de los odontólogos, ya que sirve como un valioso complemento a su labor al ofrecerles una compleja visión psicoanalítica sobre su actividad. Este magnífico libro hará profesionales más aptos en el ejercicio de la Odontología. Le agradezco el complemento aportado, y reciba mis felicitaciones y agradecimientos en nombre de la Odontología.

Jorge Arango Tamayo

Presidente y Fundador del Colegio Odontológico Colombiano, hoy Institución Universitaria Colegios de Colombia UNICOC.

Palabras de la autora

A medida que fui pensando en escribir este libro, la idea tomó rumbos que no había planeado. Mi primera intención fue escribir un texto que sirviera de apoyo a mis clases, de manera que mis alumnos tuvieran a mano un documento con el que pudieran estudiar, y con el que les fuera más fácil aprehender los complicados contenidos psicológicos que los psicólogos pretendemos que todos entiendan.

Cuando recomendaba algunas lecturas, tenía el inconveniente de que el lenguaje usual que se emplea en la literatura sobre psicología no toma en consideración el público específico a quien yo quería dirigirme: estudiantes de Odontología. Así que empecé a concebir la idea de escribir yo misma los textos de mis clases, pues era precisamente yo quien conocía de cerca la forma de pensar de los odontólogos en formación y de los odontólogos graduados, de quienes aprendí a entender sus principales dudas, sus inquietudes y sus preguntas más frecuentes en torno al fenómeno psicológico en su relación con el paciente.

La segunda intención de este escrito la descubrí a medida que lo iba escribiendo, y surgió también de las clases que he dictado, de la relación que se estableció con los alumnos y de la manera en que fuimos confrontando las diferentes acciones que ellos habían realizado en su actividad cotidiana con sus pacientes.

Esta segunda intención es poder compartir con los odontólogos, tanto estudiantes como profesionales, lo que comprendí a lo largo de mi experiencia dictando estas clases, es decir, el aporte que la Psicología y el Psicoanálisis pueden hacer a la Odontología en cuanto al manejo de las ansiedades y angustias que comúnmente presenta el paciente odontológico, y que se convierten un reto y muchas veces un obstáculo en el desarrollo y la culminación de los tratamientos odontológicos.

En este libro propongo una forma de trabajo con los pacientes que proporciona una herramienta fundamental en la resolución de los obstáculos que usualmente se presentan cuando la angustia y los conflictos psicológicos invaden al paciente e inundan el consultorio odontológico, lo cual inmoviliza al odontólogo, quien no encuentra cómo solucionar la situación para que la consulta pueda seguir desenvolviéndose normalmente y así poder realizar adecuadamente su actividad profesional.

Esta forma de trabajar es a la vez sencilla y complicada; si bien es sencilla en su planteamiento, lo que la hace complicada es que requiere de un entrenamiento personal y de una profunda toma de contacto del odontólogo consigo mismo; sólo entonces el odontólogo podrá reconocer y acudir a la relación afectiva y humana que se establece entre él y su paciente y establecer una actitud empática y cuidadosa frente a éste.

Es en esta relación peculiar y única que cada odontólogo establece con su paciente que se dan todos los conflictos y dificultades; pero a la vez es en esta misma relación, y a partir de las mismas dificultades, que el odontólogo bien entrenado en los temas psicológicos podrá encontrar el camino para resolver el problema, organizar la consulta y así lograr atender bien a su paciente en esa ocasión particular, y asegurar que él quiera volver, para que los tratamientos propuestos puedan llevarse a feliz término.

En este camino de aprendizaje el odontólogo transita por el trabajo a través de las emociones; debe empezar por la observación y el examen de las emociones que le pertenecen, continuar con el análisis y la comprensión de las emociones del paciente, y finalmente, entender la forma en la que las emociones de ambos se engranan para conformar el tipo de vínculo que se establece en la díada única e irrepetible que conforma cada odontólogo con cada uno de sus pacientes.

El objetivo principal de esta propuesta es que el odontólogo alcance la certeza y la confianza de que tiene en sus manos un instrumento valiosísimo —sus propias emociones— para aproximarse al mundo interno del paciente y así lograr apaciguar sus ansiedades, controlar sus temores y establecer una vía de comunicación que les permita a ambos superar los escollos que debe confrontar tan difícil profesión al trabajar en la sensible área oral.

Para lograr esta anhelada situación de aceptación mutua, es necesario que el odontólogo comprenda primero lo que le pasa a él mismo, luego lo que le pasa al paciente, y finalmente, lo que les pasa a los dos cuando interactúan en la consulta odontológica. Tendrá que comprender también las vicisitudes de esta relación peculiar, las ansiedades que se despiertan en el paciente y en él mismo, y reflexionar sobre cómo es la experiencia de estar enfermo, qué significa perder un diente, qué sentido tiene el que este pueda ser reparado y cómo son las fantasías que se generan alrededor de toda la experiencia odontológica. Pero principalmente, el odontólogo tendrá que tener una actitud humana y solidaria con el paciente.

Cuando termino de dictar un curso, al final del semestre me gusta preguntar a mis alumnos si lo que yo les di les sirvió para algo. Uno de los comentarios más significativos y que nunca olvidaré me lo dio una alumna hace algún tiempo. Es muy sencillo, pero como todas las cosas sencillas, comporta una gran profundidad y significado. Esta chica, de unos 20 años, levantó la mano y me dijo: “Doctora, antes de tomar esta materia, yo sabía que los pacientes tienen ansiedad. La diferencia es que ahora sí me importa”.

Se trata de que, como le pasó a esta alumna, sí nos importe lo que el paciente está experimentando a nivel emocional. Si a través de este libro logro también sembrar este sentido de relevancia en el lector, quedaré más que satisfecha.

Introducción

En las últimas décadas los conocimientos de la Psicología como ciencia se han venido aplicando a diferentes áreas con el fin de aprovechar y utilizar la información que puede ser útil en la comprensión del ser humano y sus motivaciones. Estos aportes han sido muy importantes en el área de la salud y en la Odontología, que es el tema que nos compete. La Psicología tiene mucho que enseñarnos.

La mente humana es intrincada y compleja. El paciente odontológico no suele ser un paciente fácil. Se queja de dolores que muchas veces el odontólogo no puede verificar. Algunos procedimientos rutinarios como la administración de anestesia de aplicación general y con resultados efectivos para la mayoría de pacientes, a algunos no les funciona, debido en parte a su ansiedad. Esto evidentemente obstaculiza el procedimiento, y crea malestar en el odontólogo y en el paciente. Así, vemos cómo diferentes estados de nerviosismo, acompañados de temores irracionales, suelen impedir el normal desenvolvimiento de la consulta.

El odontólogo competente no sólo ha de poseer los conocimientos relativos a la ciencia odontológica; para tener éxito debe saber también cómo es el ser humano que atiende en su consultorio, debe conocer cómo es su psicología —es decir, su modo de pensar y de sentir—, y debe saber manejar adecuadamente las diferentes situaciones a las que se ve enfrentado en la consulta. Pues las motivaciones y las dificultades inconscientes de los pacientes se mezclan y causan dilaciones en los tratamientos cuando no se aclaran, y más aún, cuando el odontólogo no las entiende.

Los pacientes son personas que poseen la misma complejidad en sus emociones y sentimientos que los otros seres humanos, y que frecuentemente llegan a la consulta porque se encuentran en una situación particular de sufrimiento. Esto hace difícil la labor del odontólogo, quien, para realizar bien su trabajo, tiene la obligación de reconocer y tomar en cuenta los estados mentales de sus pacientes, y estar en condiciones de ayudarles a sobrepasar las dificultades que tienen frente a los procedimientos y a los tratamientos en general.

Este libro es el resultado de un recorrido de más de diez años con mis alumnos tanto de Pregrado como de Postgrado de la Facultad de Odontología de la Institución Universitaria Colegios de Colombia UNICOC —antes Colegio Odontológico Colombiano—, en los cuales que he compartido con ellos mis conocimientos y mi experiencia como Psicóloga Clínica y Psicoanalista para aplicarlos al campo odontológico. Al mismo tiempo, es el resultado de lo que aprendí de mis alumnos, quienes generosamente compartieron conmigo sus experiencias, aciertos y dificultades en el trabajo con sus primeros pacientes.

El libro recoge así los aportes de la Psicología y el Psicoanálisis, fundamentales en la comprensión de la mente, y los aplica a los temas centrales de la Odontología en un lenguaje al que el profesional de este campo pueda acceder sin dificultad; específicamente, en relación con los aspectos humanos con los que el odontólogo entra en contacto cuando trata a un paciente.

La primera parte se enfoca en el conocimiento profundo del ser humano, sus necesidades, sus angustias, la forma como las atiende o se defiende de ellas, y los principales hitos del desarrollo a lo largo de la vida. Con esta aproximación a la mente humana pretendo que el odontólogo descubra y comprenda al ser humano que hay en su paciente, y que también reconozca cómo es él mismo.

La segunda parte se dedica al campo de los aportes de la Psicología Clínica en la Odontología a partir de los conceptos básicos de salud mental, psicosomática y psicopatología, tomando también en cuenta los elementos técnicos fundamentales que tienen lugar en el desarrollo de la consulta odontológica. También se abordan las cuestiones relativas a la psicología de los pacientes odontológicos ansiosos, la razón profunda de estas ansiedades y cómo manejarlas, así como las principales peculiaridades de los pacientes que acuden a las distintas especialidades del campo de la Odontología. Hay un énfasis central en la relación odontólogo-paciente, sus características y sus vicisitudes. Todo esto, con el objetivo de que el odontólogo entienda y sepa cómo manejar a su paciente enfermo, y cómo identificar, elaborar y manejar dentro de sí mismo las ansiedades que su paciente le despierta.

La particularidad de este libro es que muestra a través de ejemplos clínicos las diferentes circunstancias presentes en el ejercicio odontológico; más que plantear una discusión teórica, intenta ilustrar a través del relato de los hechos clínicos de la relación odontológica las diferentes reacciones humanas —tanto del paciente como del odontólogo— y la forma en que desde esta relación se pueden resolver las dificultades particulares que el aspecto emocional imparte a la situación odontológica.

Los casos clínicos que presento y discuto a lo largo de este libro son todos reales. Unos pocos son de mi práctica privada, y la mayoría de los otros surgieron de las discusiones en clase y de los trabajos elaborados por los alumnos.

Estos relatos de situaciones clínicas son presentados cuidando la privacidad de los pacientes y de los alumnos-odontólogos, y son contados en la misma forma en que fueron reportados por ellos, de manera que reflejan con fidelidad la situación del paciente y las acciones que los odontólogos llevaron a cabo para solucionar las dificultades que enfrentaron tal y como sucedieron.

En las situaciones clínicas presentadas he respetado la forma de proceder de cada persona, y en todas ellas lo más relevante ha sido la dinámica de la relación del odontólogo con su paciente y la forma en que el odontólogo ha hecho frente a situaciones de difícil manejo, unas con intervenciones adecuadas y otras con resultados menos afortunados. De todas ellas hemos aprendido mis estudiantes y yo; tanto los aciertos como los errores han resultado muy valiosos para la comprensión del proceso que se llevó en cada caso particular y nos han hecho pensar en una mejor forma de hacer las cosas.

Por lo tanto, contamos con un material invaluable que nos permitirá entender mejor la psicología de nuestros pacientes odontológicos y la naturaleza de la relación que se establece entre el odontólogo y su paciente. Esta comprensión nos llevará a consolidar una herramienta única e insustituible para atender y resolver las distintas dificultades que se presentan naturalmente en los procesos odontológicos, y así poder brindar un mejor cuidado de la salud oral.

Espero que estas lecciones de Psicología ayuden tanto al odontólogo como al estudiante de Odontología a pensar de un modo diferente cuando se enfrenta con su paciente, a tomar en cuenta sus sentimientos y emociones, sus temores y expectativas, sus conflictos y sus ambivalencias… las de su paciente y las suyas propias.

Primera parte

El funcionamiento de la mente humana

I. La Odontología y la Psicología Dinámica

El enfoque de la Psicología que utilizo en este libro es el de la llamada Psicología Profunda o Psicología Dinámica, que se nutre de los descubrimientos del Psicoanálisis, iniciado por Sigmund Freud a fines del siglo XIX. La Psicología Dinámica nos descubre el mundo inconsciente del ser humano con sus motivaciones —desconocidas unas, negadas otras—, que son las que nos mueven a actuar en la vida cotidiana.

El paciente que “olvida” su cita, que confunde la hora o el día de su consulta, nos revela un temor inconsciente al procedimiento que se le va a hacer, así a nivel consciente esté seguro de que quiere hacérselo. Es decir: este paciente quiere y no quiere hacerse el tratamiento, pero no sabe que hay una parte de él que no quiere. Estas son las contradicciones que Freud nos hizo entender como naturales en el ser humano, y que tienen un sentido oculto que tenemos que descubrir, especialmente si queremos conservar a nuestro paciente y llevar a buen término su tratamiento.

Pero para entender a nuestros pacientes debemos empezar por entendernos a nosotros mismos. Necesitamos entender cómo funcionamos, cuál es la dinámica de nuestra mente. Hemos escuchado hasta el cansancio que la mente humana es muy complicada, y hasta acudimos a brujos, lectores del café y del chocolate, del Tarot y del cigarrillo, para poder comprender por qué hacemos determinadas cosas; por qué, por ejemplo, no podemos dejar a alguien que nos hace daño —o por qué nos quedamos apegados a él—, por qué elegimos siempre el mismo tipo de personajes que terminan haciéndonos sufrir, y además, siempre por las mismas razones.

La mente es compleja y dinámica, y el ser humano ha intentado desde siempre comprenderla. La Psicología nos ha dado muchas respuestas, y es necesario que las incluyamos en nuestro conocimiento global de lo que es el ser humano. Sabemos desde la escuela la forma en que funciona el cuerpo. Por ejemplo, cualquier ser humano medianamente educado sabe cómo funciona el aparato digestivo, o el respiratorio, o el sistema reproductor. Pero, ¿cuándo se nos ha enseñado cómo funciona nuestro aparato mental, nuestro sistema de pensar y de sentir?

Todos los seres humanos compartimos estos mismos sistemas, y por más que seamos de diferentes razas y nacionalidades, todos poseemos el mismo aparato digestivo, con esófago, estómago, intestinos… Esto lo sabemos y sería ridículo pensar lo contrario. Pero nos sorprenderíamos si se nos dijera que de igual manera compartimos la misma organización psíquica, la misma estructura de la mente, los mismos mecanismos defensivos. Esto suele causar extrañeza, y sin embargo, es así. Somos semejantes en nuestra organización psíquica, funcionamos de modos semejantes, aunque conservamos, eso sí, una originalidad individual de funcionamiento, de acuerdo a nuestra historia y nuestra manera particular de sentir.

Lo dinámico

¿Por qué digo que nuestra mente es dinámica? Porque está en permanente evolución y movimiento. Nuestra mente, pues, no es estática, no se queda quieta un minuto, ni siquiera cuando dormimos. Pero no solamente pensamos con nuestra mente, también sentimos a través de diferentes tipos de emociones, la mayoría de las veces contradictorias.

Desde el nacimiento el ser humano busca expresar sentimientos y emociones. Somos muy ricos en la cantidad y calidad de nuestros contenidos mentales, y eso nos hace muy complejos como seres humanos. Extraemos conclusiones y construimos y mantenemos una serie de creencias respecto tanto de nosotros mismos como de las personas que nos rodean. De tal manera que asimismo construimos nuestros sistemas de relaciones con nuestros padres, hermanos y las personas más allegadas a nuestra vida, y todo esto va constituyendo las bases de nuestra mente.

La dinámica de nuestra mente está basada en la noción de conflicto. Como seres humanos que nos constituimos a través y en función del afecto, estamos sometidos a las fluctuaciones derivadas de las tonalidades y los matices de los afectos que sentimos dentro de nosotros y hacia los seres humanos que son más importantes para nosotros. Esto hace que sintamos al mismo tiempo sentimientos de amor y de odio dirigidos a la misma persona, lo cual produce intensos sentimientos, muchas veces contradictorios y angustiosos, y nos hace reaccionar de formas muy distintas en diferentes momentos.

La mente es además dinámica porque es susceptible de modificarse y es permeable a los cambios. Una mente inicialmente bien constituida puede convertirse en una mente atormentada y confusa dada una situación traumática. De la misma manera, a veces observamos cómo una persona con una vida complicada y llena de dificultades puede, por influencias benéficas, tranquilizarse y repararse, y empezar a utilizar sus recursos psíquicos de una manera constructiva y creativa.

El hombre es un ser biopsicosocial

Como dije antes, el ser humano siempre ha querido entender sus funcionamientos mentales. Desde tiempos antiguos ha habido una preocupación por el alma, los sueños y las distintas manifestaciones mentales. Los griegos definieron a la psique, equivalente al alma, como la causante de los pensamientos y las emociones. Posteriormente, en la era cristiana, el alma se transformó en un concepto netamente espiritual. Más tarde fue necesario replantear la psique como concepto psicológico perteneciente a una esfera distinta del espíritu, situarla dentro de la rama corporal y separarla de lo religioso.

Como la entendemos hoy, la psique se relaciona más con el concepto de mente, la cual es distinta de lo cerebral, que pertenece al campo de las neurociencias. Sin embargo, para tener mente es necesario contar con un aparato neurológico sano. Sin cerebro, no hay mente. Por eso una persona con daño cerebral tiene una capacidad mental y cognitiva limitada. La mente además comprende la esfera de los sentimientos y emociones, los cuales se construyen en la vida de relación, y con los padres en primer término. Todo esto hace parte de la mente; de ahí el término Psicología: estudio de la psique, o mente.

Partiremos del campo de lo biológico para dar paso a lo psicológico. Freud dijo que el Yo es, ante todo, un Yo corporal. Para entender al hombre, tenemos que partir de la esencia corporal del ser. No es lo mismo una persona sana que una persona enferma; su psicología es esencialmente distinta. Una persona con una malformación corporal desarrolla sentimientos de autoestima muy diferentes a los que cultivaría sobre sí mismo si no tuviera tal discapacidad. Por ejemplo, pensemos en un niño que a consecuencia de un accidente casero queda con una cicatriz que lo afea y acompleja. Su Yo estará afectado a consecuencia de esta situación, la cual marcará no sólo su rostro, sino probablemente toda su vida.

Revisemos el caso específico de Sebastián:

Sebastián sufrió a los tres años un grave accidente en el que cayó sobre una mesa de vidrio, y como consecuencia, su rostro quedó con una cicatriz, además de que tuvo que acarrear los traumatismos causados por diferentes cirugías reconstructivas. A este niño en el colegio sus compañeros lo ridiculizaban y se burlaban de él, diciéndole “Scar Face”, lo que lo hacía sentirse humillado, apocado y profundamente infeliz. Sentirse rechazado fue algo que lo marcó psicológicamente durante su infancia, adolescencia y gran parte de su vida adulta.

El caso de Sebastián ejemplifica muy bien la importancia de nuestro cuerpo y su relación con la mente.

Una vez dado lo biológico, tenemos lo social. El entorno social es fundamental en la constitución de lo mental. No es lo mismo un niño criado en un ambiente de escasez, con desnutrición y maltrato físico, que un niño criado en un ambiente amoroso y con todas sus necesidades básicas satisfechas.

Un entorno favorable consiste en un ambiente que propicie el desarrollo. Así como una planta sana crece bien y en forma adecuada si es sembrada en una tierra abonada, con el riego y la luz apropiados, pero se seca y muere si es descuidada, de la misma manera el infante humano posee una capacidad innata de crecimiento y una tendencia al desarrollo que, si hay un buen ambiente familiar y social, se va a dar naturalmente y en una forma en que se desarrollen también su inteligencia y creatividad.

En este sentido, el hombre es un ser biopsicosocial. Somos el resultado de un equilibrio armónico en el cual, si alguno de sus elementos falla, el resultado se ve pronto reflejado en la aparición de distintos tipos de problemas en la persona en formación.

Los aportes del Psicoanálisis a la comprensión del ser humano

Freud fue en principio un médico neurólogo respetable. A su consulta llegaban diferentes señoritas aquejadas de síntomas muy molestos, tales como adormecimiento de miembros, o bien, dificultades para hablar, para recordar su lengua materna, y en fin, para relacionarse adecuadamente con su entorno. Freud, que era curioso y meticuloso, se dio cuenta de que los síntomas que presentaban no tenían una base neurológica clara y definida. Eran los últimos años del siglo XIX.

El diagnóstico de estas pacientes era histeria. Freud empezó a tratar a estas pacientes, y junto con un médico famoso, el Dr. Breuer, descubrió una nueva técnica para la comprensión y el tratamiento de estas personas. Primero recurrió a la hipnosis, y a través de ella los síntomas empezaron a ceder… Lo malo fue que al poco tiempo los mismos síntomas reaparecían. El descubrimiento consistió en darse cuenta de que siempre había un suceso traumático alrededor del inicio de los síntomas, y que ese suceso por lo general tenía que ver con la sexualidad reprimida.

Por ejemplo, una paciente soltera —y naturalmente, con deseos sexuales insatisfechos— que cuidaba a una hermana casada que se le estaba muriendo, desarrolló síntomas histéricos. Durante su análisis con Freud, descubrió que lo que le había sucedido era que mientras cuidaba a la enferma, había tenido la fantasía de casarse con el joven viudo después de que su hermana muriera, de acuerdo a la tradición de la época. Así que mientras atendía a su amada y agonizante hermana, la paciente inconscientemente estaba animada por la idea del marido que pronto le tocaría en suerte… Al darse cuenta de tan odioso deseo —claramente rechazado a nivel consciente— y presa de la culpa, ella misma cayó enferma.

Fue este tipo de casos lo que encendió la inquietud por los procesos mentales subyacentes a la aparición de síntomas que no se relacionaban directamente con males surgidos del cuerpo. Pronto Freud abandonó el método de la hipnosis, el cual fue sustituido por el de la Asociación Libre, que es el que se usa en nuestros días. Este método consiste en pedirle al paciente que hable de todo lo que quiera y se le venga a la mente, sin orden ni programa, sin timidez ni vergüenza, sin editar nada. A partir de este flujo de conciencia, entre el paciente y el psicoanalista construyen un sentido acerca de lo que le pasa a esta persona que está sufriendo.

Es más, es el mismo paciente el que pone en orden sus ideas y con la ayuda del psicoanalista empieza a entender lo que le sucede, de manera que puede, ahora sí, sentirse libre para tomar una decisión.

Una de las primeras pacientes de Freud, Anna O., bautizó este método con la expresión “limpieza de la chimenea”. Ya podemos imaginar cómo esta paciente podía haberse sentido, toda llena de hollín por dentro, y cómo sería su alivio al comparar su interior con lo que sería una chimenea limpia. El trabajo del psicoanalista es ayudar a su paciente a que limpie o libere su interior de la infinidad de pensamientos que lo atormentan y que no lo dejan ser él mismo, ni pensar tranquilamente, ni querer, ni desear…

Este pequeño relato da cuenta de una experiencia de autoexamen a como resultado del proceso psicoanalítico:

Un paciente, después de unos meses de análisis, se sintió maravillado ante la experiencia de poder pensar en sus cosas y poner en orden sus ideas, y me decía: “Es increíble cómo puedo estar llegando al fondo de mí mismo. Es más, es increíble que yo tenga un fondo”. Este paciente de 30 años se estaba refiriendo a su sorpresa al descubrir que tiene un mundo interno rico y poblado de imágenes, de deseos contradictorios y de necesidades insatisfechas que habían regido sus principales decisiones en la vida. La experiencia de sentirse a sí mismo, de conocerse, de empezar a darse cuenta de quién es él, más allá de los deseos de sus padres, amigos y maestros, le hizo sentir una libertad interna que desconocía. Sólo a partir de este momento de toma de conciencia él pudo empezar a estar listo para tomar realmente sus decisiones, y especialmente, para tener un diálogo consigo mismo.

La finalización de la omnipotencia

Hay en la historia tres momentos claves que ubicaron al ser humano en un punto que cuestionó su omnipotencia y lo bajó de su alto nivel de vanidad y narcisismo. Yo los llamo los desengaños de la humanidad.

El primero lo sentó Copérnico en el siglo XVI, cuando dijo que la Tierra no era el centro del Universo. ¡Era inaudito pensar que la Tierra no fuera el centro de todo! Si la Tierra era la creación de Dios, si todo el universo giraba alrededor de ella, pues Dios la había hecho para su criatura preferida, el hombre, ¿cómo siquiera imaginar algo diferente? Pero hubo que aceptarlo. No sólo no somos el centro del Universo, sino que somos un pequeño planeta entre una constelación de muchas que lo pueblan.

Charles Darwin fue el autor del segundo desengaño, cuando al publicar su trabajo El origen de las especies en 1859, sostuvo que el hombre es el producto de la evolución a partir de formas de vida más elementales. El ser humano, centro de la vida en la Tierra, ¿cómo podría descender de los simios? Esa idea era imposible, inaceptable, injuriosa. Se desató una terrible controversia, porque siempre se había pensado que el hombre se había formado del soplo de vida de Dios sobre un puñado de barro. Tremendo desengaño entonces el pensar y comprobar que provenimos de una larga serie evolutiva desde la amiba, pasando por los cocodrilos y lagartos —momento en que conseguimos apoyarnos en nuestras cuatro extremidades y deambular por la tierra—, hasta llegar a ser monos trepados a los árboles, para al fin, después de muchos siglos, ponernos de pie y continuar nuestro recorrido antropomórfico. Como muestra de la sorpresa e incomodidad que generó este conocimiento, voy a referir una anécdota:

Se cuenta que una noche en un elegante cóctel, una señora muy encopetada y angustiada se acercó a Darwin y le preguntó con gesto de incomodidad: “Doctor, ¿es verdad que descendemos de los monos?”. A lo que él, elegantemente, respondió: “Usted no, mi señora, ¡usted no!”.

Tal vez pensaron en ese entonces que esto era el tope de todo. Pero faltaba algo más. Sigmund Freud fue el causante del tercer desengaño. Ya habíamos tenido que aceptar que la Tierra no era el centro del Universo y podíamos tolerar descender del mono… Pero aún conservábamos un orgullo especial: nuestro libre albedrío.

Sin embargo, con los conocimientos proporcionados por el Psicoanálisis, y especialmente con el reconocimiento de que no somos tan conscientes como creíamos, Freud nos hizo caer en cuenta de que no somos tan libres como pensábamos desde el imperio de nuestra razón, porque la mayoría de nuestras decisiones, que creíamos haber tomado con la totalidad de nuestras capacidades y con los cinco sentidos, son en realidad el resultado de movimientos inconscientes de nuestra mente, y por lo tanto, las motivaciones de nuestras principales actuaciones en la vida provienen de las regiones más oscuras y desconocidas de la mente, las que guardan celosamente nuestros deseos reprimidos —principalmente los deseos sexuales— provenientes de corrientes instintivas que no son fácilmente admitidas por la sociedad.

Este desengaño, que fue objeto de mucha oposición, discusión y desvalorización, fue a su vez uno de los aportes científicos más importantes del siglo XX: el descubrimiento del Inconsciente.

II. La mente. Sus orí­genes y su configuración