Portada del libro Teoría de los vínculos en psicoanálisis

Teoría de los vínculos en psicoanálisis

JAIME LUTENBERG

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Teoría de los vínculos en psicoanálisis

© Jaime Lutenberg

Primera edición digital: agosto de 2014

ISBN: 978-612-42500-5-7

Diseño de carátula: Silvia Feld - Proyecto I

© Cauces Editores SAC

Kenko 354, Surco.

Lima, Perú

www.cauceseditores.com

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso escrito del autor.

Contenido

Créditos

Introducción

Definición del concepto de vínculo

Síntesis de mis referencias de base epistemológica

LAS TEORÍAS DEL VÍNCULO EN EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO

Freud: Teoría general del inconsciente y los fenómenos vinculares

La teoría general del vínculo de Pichon Rivière

El concepto de vínculo en la teoría de Klein

El concepto de vínculo en la teoría de Winnicott

La teoría de Bion

Mis hipótesis acerca del concepto de vínculo

Transcripción y comentarios de una experiencia clínica

Bibliografía

A mis nietos: Nina y Tomás...

mis vínculos con el futuro

Introducción

A raíz de una reciente invitación que me cursó la Sociedad Brasileña de Psicoanálisis de San Pablo me encontré ante la grata tarea de exponer las teorías del vínculo en psicoanálisis. Mientras preparaba el material para el diálogo con los colegas paulistas fueron apareciendo distintas inquietudes y nuevas síntesis conceptuales referidas al tema.

Algunas de ellas pude discutirlas durante mi presentación en San Pablo, otras quedaron pendientes, en especial mi visión metapsicológica de los vínculos a partir de mi teoría del vacío mental. Es así que, desbordado por el estímulo que la revisión había generado en mi pensamiento, decidí escribir esta comunicación.

Un trascendente incentivo complementario fue la lectura de un artículo publicado en el diario La Nación, el 7 de marzo de 2006, mientras preparaba mi presentación en San Pablo. Se trata de una nota periodística de mucha actualidad sobre una de las múltiples crisis que estamos atravesando en nuestra cultura actual: el complejo rol que le cabe al Estado en relación a los problemas sociales e individuales causados por la violencia social, la transculturación, las migraciones y los vínculos alienados entre los individuos con la sociedad y sus gobernantes.

En dicho artículo están implícitamente delineados también los problemas que enfrenta el establishment gobernante de una sociedad (Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial) cuando debe configurar las legislaciones vinculadas con la evolución mental (normal y patológica) de los ciudadanos a partir de sus experiencias infantiles.

Se trasunta allí la importancia de la teoría evolutiva que el establishment tiene en cuenta para configurar los proyectos de ley y su posible implementación en la sociedad involucrada. Cada perspectiva científica de la evolución del infante humano (psicoanalítica, psiquiátrica, etc.) ofrece un vértice conceptual que adquiere el mismo valor determinante de la legislación posible que la que suele tener la filosofía del derecho para sustentar la lógica y la ética de las leyes. Este es un tema que compromete al psicoanálisis como ciencia de una manera original y trascendente.

Entiendo que dicha nota periodística abarca muchos más aspectos que dejo librados a las conclusiones personales de cada lector. Por ello, transcribiré en esta introducción una parte importante de la referida nota periodística.

En un apartado de la primera página del diario se anunciaba lo siguiente:

Si se aprueba el proyecto de ley, Francia seguirá a los niños como si fueran criminales… La polémica medida pretende prevenir la delincuencia.

El cuerpo de la nota, firmada por Patricio Arana, dice así:

Si su hijo llora por capricho, patalea, no se queda quieto en el jardín de infantes, roba los juguetes de sus compañeros y le muerde la oreja al perro en un arrebato de ira, puede ser un delincuente en potencia.

Esta polémica conclusión, a la cual llegó un estudio del Instituto Nacional de Salud de Investigación Médica Francés (INSERM), inspiró nada menos que un anteproyecto de ley en Francia sobre prevención de la delincuencia, que presentará este mes el Ministro del Interior Nicolás Sarkozy.

Este último, quien construyó su base política presentándose como la alternativa de la ley y el orden, anunció que el proyecto de ley prevé el seguimiento de los “niños terribles” entre los tres y los seis años que son “más propensos a convertirse en delincuentes”.

“¿Recién cuando un adolescente de quince años reincida en la delincuencia debemos preocuparnos por su caso?”, se defendió Sarkozy, cuyas polémicas declaraciones contribuyeron en noviembre último a alimentar violentos disturbios en los suburbios de París.

“Sobre la prevención de la delincuencia” se titula el informe que redactó el diputado Alain Benisti del oficialista UMP, en el cual se basó el proyecto. El trabajo pretende que se establezca un “diagnóstico precoz” de la delincuencia, que se inscriban los antecedentes educacionales en la ficha y que los niños tengan un “Carné de Comportamiento” que los seguirá hasta que se encaminen por la buena senda.

Además, el proyecto de ley recomienda que las escuelas se abran a los psiquiatras infantiles, que serán los responsables de diagnosticar el comportamiento de los chicos y adolescentes.

El bilingüismo se encuentra entre las causas que, según el informe Benisti, harían que un niño presente conductas “anormales”. En este caso, el alumno “deberá asimilar el francés antes que cualquier otro idioma”. Añade que matar el tiempo en la calle sin practicar ninguna actividad deportiva o cultural también puede influir en un eventual comportamiento delictivo, al igual que vivir la desgracia de que sus padres no tengan empleo, en especial si son inmigrantes.

Por supuesto que en este mundo orwelliano imaginado por los seguidores de Sarkozy, el secreto profesional no existirá, razón por la cual ningún psiquiatra podrá invocarlo para no entregar a la “Policía de la conducta” a las jóvenes criaturas que les hayan confesado alguna travesura.

De esta manera, los diferentes servicios sociales del Estado podrán vigilar constantemente a los niños con problemas de conducta en un país donde la violencia en las escuelas es una realidad indiscutible: durante el año lectivo 2004–2005 se registraron 80.000 actos, de los cuales 20.000 fueron violencias físicas sin armas. Por esta razón, ayer comenzó un programa piloto en cinco colegios que consiste en designar a un policía para intervenir en caso de conflicto.

Más adelante, la nota aclara que hubo una denuncia de parte de los expertos en el sector educativo y de la psiquiatría infantil de Francia, ya que el informe incluye entre sus recomendaciones la medicación para los niños hiperactivos.

El informe sostiene también: “Contrariamente a lo que se piensa, los problemas de la conducta no se manifiestan únicamente en la adolescencia, sino también en la niñez. Los ataques de cólera y los actos de desobediencia son conductas patológicas, signos que pueden alertar sobre una futura delincuencia, según afirman los autores.

Los niños de entre dos y tres años que presentan “frialdad afectiva, tendencia a la manipulación, cinismo, falta de docilidad y un índice de moralidad baja” representan un grupo de infantes con los que se debe trabajar de cerca para que en el futuro no caigan en la delincuencia. El estudio subraya también que estos comportamientos se convierten en “anormales” si perduran más allá de los cuatro años. La indignación que generó en los profesionales del sector impulsó una ofensiva en contra que ya ha recogido 58.141 firmas.

Finalmente, el periodista se pregunta: 1) ¿Quién debe decidir si un niño de tres años será un delincuente a los doce?; 2) ¿Habrá que descubrir en las guarderías a los ladrones de cubos… o a los charlatanes mitómanos?

Entiendo que adentrados en la primera década del siglo XXI puede resultar adecuado a nuestro interés como psicoanalistas colocar las dos preguntas que cierran la nota periodística en el centro de nuestra investigación referida al tema de los vínculos. No las voy a responder en forma directa, pero deseo resaltar que su lectura amplió y enriqueció el sentido de mi reflexión.

Las relaciones del psicoanálisis con el resto de la cultura demandan respuestas específicas que deben ser articuladas con los nuevos desarrollos de la pediatría clínica, la psiquiatría infantil, la ciencia jurídica, la filosofía, la economía política, la sociología, la historia y la historia del arte. Se trata de aquello que Pichon Rivière anticipó como “epistemología convergente”.

Además del problema específico que se le presenta al gobierno de uno de los países más avanzados en el ejercicio de la democracia, como lo es Francia, entiendo que hoy nuestra práctica específica como psicoanalistas nos enfrenta a situaciones y decisiones clínicas que van mucho más allá del análisis de la neurosis de transferencia en nuestro consultorio privado.

Si Freud, sobre la base de las dificultades que ocasionaba el análisis de las neurosis, calificaba como “imposible” a la profesión de “psicoanalista”, en la actualidad ésta se ha hecho mucho más compleja y difícil. Estamos frente a un desafío que pone en juego los paradigmas básicos del psicoanálisis. No nos cabe otra alternativa que transitar los senderos de la evolución de nuestra cultura.

La extensión del psicoanálisis al tratamiento de afecciones no neuróticas nos plantea múltiples y novedosos desafíos dentro del “vínculo transferencial”. El tratamiento psicoanalítico de la psicosis, las adiciones a las drogas, las patologías sexuales complejas lindantes con la delincuencia, como la pedofilia (vinculada a la prostitución infantil), los pacientes borderline y los pacientes psicosomáticos graves, exige al psicoanalista la cooperación con varios profesionales de otras especialidades que complementen su tarea (psiquiatras, clínicos, neurólogos, terapeutas de familia); sin esta ayuda, su intervención es imposible y hasta estaría contraindicada.

Esto nos coloca ante una diferente perspectiva en lo referente a los vínculos en la teoría psicoanalítica, que abarca aquello que en las terapias individuales se denomina “contratransferencia”.

Los tratamientos en los cuales intervienen varios profesionales reclaman una permanente revisión intervincular entre ellos. Estoy convencido de que los problemas de un equipo de trabajo reproducen (dramatizan) los daños históricos relacionados con las protofantasías del paciente (complejo de Edipo, escena primaria y castración) y su inserción familiar y social. Este problema, que solo dejo indicado, atañe a las dificultades técnicas del manejo de los pacientes severamente perturbados.

El concepto psicoanalítico de vínculo se abre a las múltiples relaciones del psicoanálisis con las otras ciencias. Desde el inicio de sus investigaciones clínicas y sus aportaciones teóricas, que luego dieron nacimiento al psicoanálisis, Freud tuvo muy en cuenta el problema de los vínculos. Describió sus vicisitudes desde diversas perspectivas, aunque al referirse a este concepto no lo nominó específicamente con la palabra “vínculo”.

Definición del concepto de vínculo

Cuando consulté los diccionarios de psicoanálisis más tradicionales en nuestro medio (el de Laplanche y Pontalis y el de Roudinesco y Plon) me encontré con la sorpresa de que el término “vínculo” no figura en ninguno de los dos. Luego de esta primera decepción, decidí consultar el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española y el Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora. En ambos encontré definiciones que, aunque no son las específicas del ámbito del psicoanálisis, me resultaron muy útiles para categorizar el concepto desde un ámbito más general que contribuye a abrir nuestra mente —de psicoanalistas— hacia nuevos horizontes conceptuales en la investigación clínica y teórica del problema del vínculo.

Definición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española

Vínculo

     1. Unión o atadura de una persona o cosa con otra.

     2. (En derecho) Sujeción de los bienes, con prohibición de enajenarlos, a que sucedan en ellos los parientes por el orden que señala el fundador, o al sustento de institutos benéficos u obras pías. Se usa también hablando del conjunto de bienes adscritos a una vinculación.

Vincular

     1. Atar o fundar algo en otra cosa.

     2. Perpetuar o continuar algo o el ejercicio de ello.

     3. Someter la suerte o el comportamiento de alguien o de algo a los de otra persona o cosa.

     4. Sujetar a una obligación.

     5. (En derecho) Sujetar o gravar los bienes a vínculo para perpetuarlos en empleo o familia determinados por el fundador.

     6. Asegurar, atar con prisiones.

Cuando en un vínculo bipersonal (o de más integrantes) se pierden los límites individuales y se da lugar, por ejemplo, a un vínculo simbiótico-fusional, se borran todos los “derechos individuales” de los sujetos sometidos al “objeto” dominante, que pasa a cumplir funciones jurídicas sobre la vida del resto de los integrantes. Se trata de vínculos tiránicos de base simbiótica.

Durante los procesos terapéuticos de pareja y de familia resulta muy interesante e ilustrativo rastrear las transformaciones vinculares que se producen desde el polo de la discriminación al polo de la indiscriminación y viceversa. Cuando un analizando asocia libremente en una sesión individual, también resulta interesante rastrear esta transformación en las características del modelo vincular implícito o explícito en el contenido manifiesto del relato del analizando.

Definición del Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora

Vale la pena comentar acerca de la variable que el autor del diccionario de filosofía eligió para definir “vínculo”. El punto de inicio de su explicación, es el concepto de “vínculo substancial” (Vinculum substantiale), cuyo autor es el filósofo y matemático alemán G. W. Leibniz (1646-1716).

La inquietud que llevó a Leibniz a definir este concepto se inició a raíz de su correspondencia con el jesuita Dess Bosses, quien, en carta fechada en septiembre de 1709, le habría planteado el siguiente problema: ¿cómo podía sostenerse la presencia real de Cristo en la Eucaristía dentro de una concepción puramente “fenomenalista” de la materia?

Debemos recordar que la eucaristía es un sacramento de la Iglesia católica introducido por Jesucristo en la Última Cena por el cual el pan y el vino se “transustancian” en el cuerpo y la sangre de Cristo en el mismo momento en el sacerdote repite las palabras que Jesús pronunció ante sus apóstoles.

Tres años más tarde, en una carta fechada el 5 de febrero de 1712, Leibniz le escribe a Dess Bosses sus opiniones al respecto. Lo hace bajo una formulación generalizada del problema de “la relación entre sustancias simples para la formación de un compuesto sustancial”. Afirma que hay varias formas de relación (como la coexistencia) pero además que hay una “relación real más perfecta entre las sustancias, por la cual, de varias sustancias, surge una sustancia nueva.”

Según esta personal perspectiva filosófica de Leibniz, “el vínculo agrega una novedad a los conjuntos que se vinculan entre sí”. Esta posición ha sido muy discutida por los filósofos y ha dado lugar a diferentes valoraciones conceptuales.

Me llamó la atención de un modo especial la peculiar perspectiva de Leibniz cuando la relacioné con la teoría del campo de Kurt Lewin, que afirma que “el todo es distinto a la suma de las partes”. Encontré en estas vinculaciones conceptuales una referencia útil para la clínica y la técnica psicoanalítica. Las relacioné con la teoría del campo de M. y W. Baranger y la teoría del emergente de Pichon Rivière. La filosofía aporta un complemento conceptual que adquiere dimensiones epistemológicas que ayudan a sustentar las investigaciones clínicas y teóricas.

Es así que concluyo afirmando que dentro de un campo dinámico total, vincularse implica un potencial intento de producir una novedad operativa —positiva o negativa— para todos los participantes del conjunto y para el conjunto en sí mismo. Esta premisa resulta válida para cualquier miembro o conjunto de miembros que se vincule a un conjunto.

Definición de Pichon Rivière

“Definimos vínculo como una estructura compleja que incluye al sujeto y al objeto, su interacción, momentos de comunicación y aprendizaje, configurando un proceso en forma de espiral dialéctica; proceso en cuyo comienzo las imágenes internas y de la realidad externa deberían ser coincidentes” (Pichon Rivière, 1971).

Para Pichon Rivière los componentes del vínculo son:

     a) Sujeto.

     b) Objeto.

     c) Interacción recíproca (equiparable al concepto de interfase).

     d) Emociones.

     e) Memoria individual y vincular.

     f) Roles dinámicos (realidad interna y externa).

     g) Espiral dialéctica (eje temporal estructural).

El concepto sintético de interfase vincular

En la sesión psicoanalítica, el paciente y el analista se encuentran para producir un conocimiento que los trasciende. Dicho conocimiento será producto de la interacción de dos personalidades en un vínculo de extrema privacidad e intimidad potencial. Para cada integrante del vínculo, el producto que se va generando tiene cualidades diferentes.

Estas cualidades están discriminadas por el encuadre del vínculo; el mismo encuadre es el que otorga especificidad a la producción vincular total. La ecuación insight (para el paciente) ↔ fe en el método psicoanalítico (para el analista) sintetiza el sobreentendido relacionado con la producción de todo vínculo analítico (el encuadre de la terapia individual, de pareja, familiar, grupal o institucional).

Entre los protagonistas de un proceso terapéutico se configura un puente vincular que, a la vez que los une, los separa y discrimina. Esa misma “discontinuidad vincular” se transforma en el factor fundamental que da lugar a la creatividad vincular, base del proceso corrector.

Me resultó útil considerar también el espacio intervincular (↔) como una “interfase”, término originado en la informática y desarrollado por Nicholas Negroponte (1995) en su libro El ser digital. Su visión general me ayudó a repensar el concepto de “cesura” (Freud, 1926; Bion, 1977) así como los aportes a la teoría de la comunicación efectuados por Pichon Rivière (1971) y Liberman (1970-1972).

Entiendo que resulta trascendente reconocer las cualidades específicas del vínculo psicoanalítico como tal, ya que esta perspectiva brinda al clínico un instrumento de máxima operatividad, sobre todo para atender las urgencias técnicas con los pacientes más perturbados y, por supuesto, con los que no lo son tanto. Considero que la verdad psicoanalítica está en el vínculo (Lutenberg, 1998).

La computadora funciona con “verdades” guardadas en su memoria en un código digital (verdadero–falso).[1] Lo que es indudable es que el ser humano es capaz de mentir creyendo que dice la verdad. El lenguaje basado en la palabra es apto para ello. ¿Cómo se pone en juego este problema en la interfase computadora-ser humano?

Negroponte plantea que la base para la evolución radica en la facilitación del vínculo entre la computadora y el usuario común:

Socialmente nos relacionaremos en forma de comunidades digitales en las que el espacio físico será irrelevante y el tiempo desempeñará un rol diferente. Dentro de veinte años, cuando se mire a través de una ventana, lo que se verá podrá estar a dos mil kilómetros y seis husos horarios de distancia (Negroponte, 1995, p.14).

Han pasado solo once años y esta predicción ya es una realidad de nuestra vida cotidiana.

La condición que facilitó esta nueva realidad social y cultural también fue anticipada por Negroponte cuando postuló que toda la inteligencia, la información y las habilidades operativas de las computadoras deben ser fácilmente accesibles para cualquier usuario “no especialista” en computadoras. La clave de esta facilitación operativa en el uso de las redes informáticas está en los secretos de la “interfase” (usuario ↔ computadora).

Se denomina “interfase” al vínculo técnico entre el usuario y la computadora. Si la interfase es óptima, el usuario puede sacar mayor provecho a la computadora y a las redes a las cuales está conectada. Cuanto más transparente y fácil de manejar sea una computadora para el usuario, mejor es la interfase. Todas las nuevas versiones de los programas de Windows están destinadas a mejorar la interfase.

En computación se habla de lenguajes de programación de bajo y alto nivel. Cuanto más bajo es el nivel, más cerca del lenguaje del microprocesador está. Cuanto más alto el nivel, más cercano al lenguaje del usuario. Para un usuario común es fácil hablarle a una computadora, pero para la computadora es mucho más complicado entender la voz que entender el significado de una orden cuando el usuario aprieta una letra, un signo o un número del teclado.

Hace años se creó un programa que permite que la pantalla de la computadora reproduzca por escrito lo que hablamos ante un micrófono conectado a ella. La clave de este “milagro tecnológico” está en las transformaciones producidas en la interfase. El programa que lo hace posible produce un mejoramiento en la interfase. Si la interfase está en condiciones óptimas, el usuario ni se entera de las diferencias de lenguaje. Si la interfase mejora mucho, el usuario podrá sacar mucho más provecho a la computadora. Aquí me detengo por razones prácticas, pero dejo abierta la inquietud de repensar el problema por separado y con más especificidad. Se trata de una hipótesis que propone un modelo referido al funcionamiento óptimo de la interfase.

Si tomamos el vínculo analítico como una “interfase”, un “inter”, un puente, entre la transferencia y la contratransferencia”, se nos presenta un modelo diferente para repensar la técnica psicoterapéutica y psicoanalítica. Desde esta perspectiva, la capacidad de comprensión semántica del analizando es un referente básico para la construcción de la interpretación. Por lo tanto se pondrá más énfasis en la “interfase” transferencia ↔ contratransferencia, que en la censura, represión o escisión del paciente.

Se trata de un vértice diferente vinculado al abordaje técnico de las psicoterapias de base psicoanalítica y los procesos psicoanalíticos mismos. Es decir, involucra a todas las psicoterapias basadas en la hipótesis ontológica de que en el inconsciente del paciente se condicionan las pautas que dan lugar a su enfermedad mental.

Esta perspectiva técnica encuentra un mayor rendimiento con pacientes que tienen una patología narcisista. También puede ayudar a revisar los problemas vinculados a la crisis actual del psicoanálisis y su relación con las resistencias al análisis de los consultantes y de la sociedad en su conjunto.

Esta revisión conceptual está sustentada en mi visión personal de la verdad psicoanalítica. A continuación transcribiré una síntesis de la definición de “verdad vincular” que aparece en el capítulo V, apartado “C”, de mi libro El psicoanalista y la verdad:

La práctica del psicoanálisis requiere de una definición de verdad que tenga en cuenta las propiedades específicas de la operatividad psicoanalítica… adquiere la máxima jerarquía la verdad que emerge de la observación del acontecer dinámico generado por el encuentro de dos personalidades que intercambian información en un vínculo de privacidad… debemos operar con un concepto psicodinámico de verdad altamente dependiente de la interrelación entre analizando y analista.

Es así que surgió en mí una definición de verdad mental coincidente con la noción de verdad vincular: “la verdad mental es una fulgurante y evanescente evidencia vincular cuya validez perdura solo el tiempo necesario para estimular el aparato mental de pensar los pensamientos”. Así vista, la verdad mental es básicamente un estímulo que transita a través del vínculo transferencial… Concebir la verdad como un elemento emergente del propio tránsito de emociones que circulan por el vínculo transferencial, nos ofrece otra dimensión en lo que atañe a su existencia conceptual misma… nos podemos preguntar hasta cuánto la búsqueda de la verdad “objetiva” es un derivado de una concepción científica positivista (o neo positivista) del intercambio psicoanalítico y/o además encubre una perspectiva jurídica.

Notas de:

Definición del concepto de vínculo

[1] Parte de esta información me fue suministrada por Pablo Lutenberg, ingeniero electrónico, especialista en “redes”. [REGRESAR]

Síntesis de mis referencias de base epistemológica

En términos generales, considero que la epistemología es un referente auxiliar que brinda a los psicoanalistas una contribución trascendente para orientar y ordenar nuestra investigación.

Dado que el tema de los vínculos abarca el ámbito unipersonal, bipersonal, micro grupal y macro grupal (social), me resultó útil para repensar estos problemas dentro de un ámbito tan vasto recurrir a Kurt Lewin y a su aporte epistemológico publicado en su artículo “Teoría del campo y experimentación en psicología social”. Hallé en él una adecuada orientación para investigar la articulación entre los diferentes problemas conceptuales derivados de la observación de:

     a) Los “hechos sociales”.

     b) Los “hechos biológicos y somáticos” que estudia la medicina.

     c) Los “hechos psicológicos” que estudia la psicología en general y el psicoanálisis en particular.[1]

Desde el punto de vista de nuestra investigación psicoanalítica acerca de los vínculos, la posición de Lewin permite observar y pensar las acciones sociales individuales y colectivas como expresión de la tendencia de cada persona a vincularse con sus congéneres.

El comportamiento humano, en el nivel social, expresa la emocionalidad de sus protagonistas en interacción vincular con su contexto social. Según Pichon Rivière, las restantes áreas de expresión de las emociones singulares del ser humano (además del mundo externo) son el cuerpo y la mente. Todas estas manifestaciones provienen de la misma fuente: la constante generación de emociones en la intimidad de cada individuo.

Lewin considera todo este conjunto de variables una unidad a ser investigada (totalidad fenoménica de conjunto). Aunque ha profundizado en la indagación de la dimensión metapsicológica de las conductas del hombre, la teoría psicoanalítica freudiana también tiene en cuenta el nivel somático, el nivel psicológico y el nivel social de toda actividad humana; es, en ese sentido, compleja y completa. Muchos autores posfreudianos han enriquecido esta perspectiva original.

Considero que el concepto de pulsión (trieb) de vida y de muerte nos abre las puertas semánticas para efectuar correlaciones interdisciplinarias entre la medicina, el psicoanálisis y la sociología.

Kurt Lewin postula un principio de correlación entre los diferentes niveles de las conductas humanas y el estado dinámico de los vínculos que establecen entre sí. Su visión contribuye a ordenar metodológicamente los fenómenos observados en el campo de la experimentación empírica: la clínica psicoanalítica, las terapias vinculares (familiares, de pareja) y las investigaciones institucionales relacionadas con la observación de micro y macro grupos.

Las hipótesis de Lewin toman en cuenta los postulados de la psicología de la Gestalt, pero los reformula y amplía. Si seguimos el núcleo de sus hipótesis, nos ubicamos mentalmente de un modo diferente ante los “acontecimientos empíricos” propios de los distintos niveles de indagación; nos posibilita formular hipótesis más libres, menos contaminadas por “la memoria y el deseo” (Bion) del observador.

La teoría de la Gestalt postula que “el todo es más que la suma de sus partes”. Lewin afirma que “el todo es distinto a la suma de sus partes”. Existe una enorme distancia conceptual entre ser más y ser distinto. En particular, estas diferencias adquieren otra relevancia epistemológica desde la perspectiva filosófica de Heidegger ([1951-1952] 2005, parte II, lecciones segunda, tercera y cuarta).

Cuando tenemos en cuenta esta diferencia destacada por Lewin, podemos observar simultáneamente la totalidad del campo que estamos investigando a partir de sus “unidades”, así como apreciar y evaluar la totalidad observada, captada mentalmente desde la visión del “conjunto”. De este modo, todos los componentes singulares que el investigador define (personas, instituciones, subgrupos, etc.) son observados e investigados desde su capacidad de vincularse. Esta visión también nos coloca en la lógica filosófica y matemática de Gottlob Frege (1848–1925).[2]

La visión epistemológica de Lewin consigue destacar el hecho de que es un error atribuir una “superioridad” o una “inferioridad” a los componentes conceptuales del fenómeno observado. A mi entender, su perspectiva tiene muchos puntos de coincidencia con los planteos epistemológicos efectuados mucho después por Karl Popper (1983).

Si desde estas perspectivas epistemológicas tan amplias nos proponemos investigar como psicoanalistas la naturaleza de los vínculos humanos, debemos reconocer necesariamente que en la intimidad de cada individuo, florece permanentemente una subjetividad en la cual convergen:

     a) El equilibrio biológico y somático mental estudiado por la medicina y la psiquiatría.

     b) El equilibrio social, que investiga la sociología.

     c) El equilibrio existencial del “ser” estudiado por la filosofía; en particular, pienso que resulta muy útil y esclarecedor tener en cuenta la visión de Heidegger (1927) acerca del “Da-Sein”.

     d) El equilibrio psicodinámico que estudia la psicología y el psicoanálisis.

Al observar la tendencia y la capacidad vinculante del ser humano en sus niveles biológico, psicológico y social se abre la investigación a la visión de totalidades. Dicha perspectiva demanda del investigador una elevada neutralidad científica que Popper (1983) conceptualiza como “tolerancia y honradez intelectual”. Resulta trascendental, como fenómeno intelectual propio del pensamiento científico, no dar más importancia a un factor que a otro. Para investigar totalidades, Lewin propone un “método de aproximación gradual”.[3]

Popper (1983), en su trabajo “Tolerancia y responsabilidad intelectual”, recuerda la respuesta que al respecto dio Voltaire:

Tolerancia es la consecuencia necesaria de la comprensión de que somos personas fiables: equivocarse es humano y todos nosotros cometemos continuos errores. Por tanto, dejémonos perdonar unos a otros nuestras necedades. Esta es la ley fundamental del derecho natural.

Como se desprende de estas puntualizaciones, es nuestro “amor al intento por conocer la verdad” (no la sustentación de la verdad) que nos va a posibilitar practicar la tolerancia científica. Ésta no sólo atañe a las ideas sostenidas por nuestros “amigos” o “adversarios” intelectuales, sino que, fundamentalmente, implica una natural tolerancia a nuestra ignorancia. Una significativa herida narcisista siempre acecha al que investiga acerca de “la verdad” de los hechos, ya que dada su propia naturaleza, nunca es alcanzable.

Para finalizar estas puntualizaciones epistemológicas resaltaré cuatro conceptos que figuran en las doce premisas enunciadas por Popper. Se trata de una apretada síntesis de aquello que denomina “una nueva ética profesional”, una visión global con la cual concuerdo. Todas sus premisas están basadas en la tolerancia y la honradez intelectual. Luego de enunciar sus doce premisas, Popper da por “destronado” el ideal de la vieja ética profesional, que aunaba a la persona del sabio la condición del saber y la verdad.

     1) Nuestro saber conjetural objetivo va siempre más lejos del que una persona puede dominar. Por eso no hay ninguna autoridad. Esto rige también dentro de las especialidades.

     2) Es imposible evitar todo error o incluso tan sólo todo error en sí evitable. Los errores son continuamente cometidos por todos los científicos. La vieja idea de que se pueden evitar los errores, y de que por eso es obligado evitarlos, debe ser revisada: ella misma es errónea.

     3) Debemos, por tanto, modificar nuestra posición ante nuestros errores. Es aquí donde debe comenzar nuestra reforma ético-práctica. Pues la vieja posición ético-profesional lleva a encubrir nuestros errores, a ocultarlos, y así, a olvidarlos tan rápidamente como sea posible.

     4) Porque debemos aprender de nuestros errores, por eso debemos también aprender a aceptar, sí, a aceptar agradecidos que otros nos hagan conscientes de ellos…