Carlos Jibaja Zárate
Los múltiples rostros en uno:
el sí-mismo, el uno-mismo y el sujeto
® Carlos Jibaja Zárate
Diseño y diagramación: Fernando Cavassa Repetto
Cuidado de la edición: Pedro Cavassa Falcone
Publicado por: Cauces Editores SAC
ISBN (edición digital): 9786124646751
Marzo de 2014
A Anna y Amanda
Prólogo
Agradecimientos
Introducción
CAPÍTULO 1
La tensión dialéctica en la construcción de la teoría psicoanalítica
1.1 Abriendo el círculo hermenéutico
1.2 El estatuto científico del psicoanálisis
1.3 La dialéctica en la metapsicología freudiana
1.4 La dialéctica en el paradigma psicoanalítico
CAPÍTULO 2
Comprensión dialéctica
2.1 El razonamiento dialéctico hegeliano
2.1.1 La dialéctica del reconocimiento
2.2 La dialéctica negativa de Adorno
2.3 Dialéctica pulsional
CAPÍTULO 3
Una comprensión dialéctica de la formación del sí-mismo
3.1 El sí-mismo a la luz de la dialéctica del reconocimiento
3.2 Edipo, una dialéctica en tres actos
CAPÍTULO 4
El sí-mismo y el uno-mismo
4.1 El funcionamiento tópico del sí-mismo
4.2 El sí-mismo como espacio dialéctico de sentido y cantidad
4.2.1 El sí-mismo como contracarga de enlace con el otro
4.2.2 Los representantes de pulsión, concepto articulador de cantidad y sentido
4.2.3 La represión, línea de frontera del saber del sujeto
4.2.4 El superyó, instancia de sentido en la estructura psíquica
CAPÍTULO 5
El sujeto
5.1 El sujeto descentrado
5.2 El sujeto en la lectura freudiana y post-freudiana
5.3 El lugar del sujeto en el sí-mismo
5.4 El proyecto identitario del sujeto en el orden sociocultural
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Cada vez resulta más clara la necesidad de una aproximación multi e interdisciplinaria a los fenómenos que intentamos describir o estudiar. Muchos de los problemas que nos aquejan hoy, a fines de la primera década del Siglo XXI, requieren miradas y perspectivas diversas y convergentes que asuman la complejidad de los asuntos tratados, abriendo así diversas posibilidades de comprensión.
Esto, que resulta parte del sentido común de lo que hoy día llamamos hermenéutica, la comprensión como interpretación diría Gadamer, resulta particularmente relevante para el psicoanálisis, caracterizado por algunos autores contemporáneos, como una hermenéutica de lo profundo. Como disciplina, en particular en su dimensión teórica, es de aquellas que reclama una confluencia de aportes conceptuales desde su base misma y para las posibilidades de un fecundo desarrollo.
El libro de Carlos Jibaja, que el lector tiene en sus manos, se propone ser un aporte en este diálogo interdisciplinario que enriquece nuestro entendimiento de la psyché humana en esa maravillosa complejidad dinámica que el psicoanálisis hizo explícita y trató de descifrar.
La distinción conceptual entre el yo (Das Ich) y el sí-mismo (Das Selbst), el famoso y difícilmente traducible self, es un problema metapsicológico que, como señala el autor, ha levantado muchas controversias en las diversas aproximaciones psicoanalíticas. La propuesta de Jibaja es abordar el sí-mismo como una instancia relativa a la experiencia de mismidad representativa del sujeto, distinta de un yo-sistema (Das Ich) que aparece como un concepto funcional lejano a la percepción que el sujeto tiene de sí mismo.
Para ello, la delimitación conceptual del sí-mismo plantea la exigencia de una comprensión dialéctica de su formación, de su funcionamiento y de su relación con el sujeto de la reflexión. Así, la dialéctica del reconocimiento será el eje articulador de la noción de intersubjetividad que se presenta como uno de los procesos subyacentes a la formación del sí-mismo.
Estamos, pues, de lleno ante una propuesta que nos invita al diálogo con la filosofía y a la manera en que ésta ha abordado la dimensión dialéctica del conocimiento, de la vida misma y de la constitución del sujeto.
El autor emprende en el libro la compleja tarea de realizar un análisis teórico de la organización y formación del sí-mismo en la subjetividad, enfocando el proceso dialéctico que se suscita entre lo pulsional y lo intersubjetivo, entre el deseo y la búsqueda de reconocimiento con los otros, que conlleva al advenimiento de un sujeto con conciencia de sí, intérprete de su propia subjetividad y de sus relaciones con los otros en un tiempo y cultura determinados.
En las páginas que siguen, encontramos un trabajo de naturaleza teórica, conceptual, que asume desde el inicio una mirada interdisciplinaria al tema tratado y que no elude las dificultades que su objeto de estudio comporta. Por ello, nos introduce desde sus primeras páginas a la dialéctica de los diversos planos implicados en la producción de conocimiento de la disciplina psicoanalítica. Busca, en concreto, responder a la pregunta de si puede pensarse una epistemología psicoanalítica específica a partir del razonamiento dialéctico. El cuestionamiento planteado por Marcia Cavell, desde la filosofía de la mente, nos introduce en la interesante discusión de la multiplicidad de lecturas teóricas que un mismo fenómeno puede provocar, y que además pueden tener eficacia en su aplicación clínica. Para Jibaja es claro que el aislamiento del psicoanálisis (propuesto, según él, por el propio Freud) de las demás ciencias humanas hoy día es inviable y que la discusión epistemológica interdisciplinaria es fundamental para el desarrollo del psicoanálisis.
¿Cuál es el estatuto epistemológico del psicoanálisis? ¿Es una teoría? ¿A qué nos remite: a una realidad o a una realidad psíquica, en la que (citando a Stern) «el niño real del pasado está definitivamente perdido»? La mirada dialéctica a la que nos invita Jibaja se propone comprender el cuerpo teórico psicoanalítico como una articulación dialéctica de órdenes heterogéneos cuya interacción desemboca en el advenimiento de un sujeto en relación con los otros. La tensión, retomada en la argumentación y planteada originalmente por Paul Ricoeur, entre una propuesta energética y otra hermenéutica, que finalmente se interpenetran, estaría en el núcleo dialéctico de la disciplina psicoanalítica. El concepto del sí-mismo permitirá ilustrar este «subyacente interjuego dialéctico» en el que se forma el ser humano y que nos aproxima al sentido del sujeto.
Pero antes de llegar a la comprensión dialéctica del sí-mismo, resulta ineludible al autor esbozar un desarrollo de la noción misma de dialéctica, en su origen hegeliano, terminando en la dialéctica del reconocimiento tal como la presentan diversos autores contemporáneos. Como sabemos quienes nos dedicamos a la filosofía, el terreno filosófico de la dialéctica es complejo y resbaloso. En las páginas que se ocupan de ella, el autor realiza un tratamiento cauto y cuidadoso de la misma, manteniéndose en una cercanía prudente y necesaria con los textos y los autores.
Con la ayuda de Kojève, la famosa dialéctica del reconocimiento entre señor y siervo de Hegel nos conduce a la explicitación de que la autoconciencia existe en tanto reconocida por otra. Honneth desarrolla este reconocimiento a tres niveles: el amoroso (y aquí Winnicott es fundamental), el jurídico y el de valoración, que tienen también sus respectivas formas de menosprecio. La discusión prosigue con la dialéctica negativa de Adorno, quien cuestiona el postulado hegeliano de identidad entre el objeto y el pensamiento que lo concibe.
La relevancia de la concepción de Adorno para la dialéctica pulsional abordada y para la comprensión del sí-mismo, queda claramente establecida; el autor dice coincidir con Adorno en la acentuación del carácter negativo de la dialéctica, entendiendo como tal que lo negativo es la expresión de un otredad que se resiste a ser asimilada por el código de la racionalidad; que se constituye en un cuerpo extraño, diferente al orden del pensamiento y que tiene la propiedad de impulsar al pensamiento hacia nuevas maneras de intentar aprehender aquello que se le desliza inevitablemente. Es el caso de la metapsicología freudiana que, desde una perspectiva dialéctica, genera una tensión intrínseca al deseo: a saber, pulsión de vida y pulsión de muerte.
En el capítulo que aborda el proceso dialéctico de la formación del sí-mismo, se nos muestra que en él confluyen, dialécticamente y valga la redundancia, los órdenes natural, narcisista y sociocultural del psiquismo. Aquí, juega un rol fundamental la presentación de la relación primaria, intersubjetiva, con la madre, vista desde perspectivas teóricas diversas (Stern, Winnicott y Aulagnier), que servirán de «telón de fondo» para entender la formación del sí-mismo desde la perspectiva de la dialéctica del reconocimiento. Se busca poner de manifiesto la tensión dialéctica entre lo intrapsíquico y lo intersubjetivo.
Para explicar la dialéctica de la formación del sí-mismo, con la discusión teórica precedente, se vuelve a la dialéctica del reconocimiento de Hegel, traduciéndolo en «díadas relacionales» en las que ser el deseo del otro es el principio. La dialéctica en tres actos del Edipo, clara y sumamente ilustrativa, explicita las tensiones y contradicciones implícitas en el modelo.
En el último apartado de su libro, Jibaja nos confronta con el sí-mismo concebido como espacio de articulación dialéctica entre una lectura tópica, económica y dinámica del psiquismo y otra lectura de sentido, que conduce a la discusión sobre el lugar del sujeto y su proyecto identificatorio en la cultura. La diferencia entre el sí-mismo, el uno-mismo y el sujeto conforman la sustancia de esta parte final. El espacio del sí-mismo aparece como el territorio en el que se pueden vislumbrar las relaciones estructurales de la segunda tópica freudiana, el ello, yo y superyó, pero en tanto (el sí-mismo) es terreno fértil para que una comprensión dialéctica e intersubjetiva brinde el sustento teórico para el devenir del sujeto. La opción del autor es por un entrelazamiento dialéctico de una hermenéutica del sentido con otra de características tópico-económicas constituyentes del sí-mismo que, a mi juicio, resulta ampliamente sustentada.
Sin embargo, el sujeto como autoconciencia que se vivencia en el mundo no es teorizado como tal en la lectura freudiana; tal vez sus raigambres naturalistas, positivistas o su necesidad de crear un lenguaje «cuasi-físico», a decir de Ricoeur, lo llevan a no poner el acento en las relaciones intersubjetivas de un sujeto, en la búsqueda de sentido en el mundo compartido. Me parece particularmente significativa la afirmación de Jibaja, discutiendo también a Lacan, cuando considera que «el sujeto es lenguaje e inconsciente, sí, pero también es historia, biología, cultura, relaciones amorosas, interpretación».
La hermenéutica de Gadamer, a la que hacíamos alusión al inicio de estas líneas, viene en apoyo de esta concepción del sujeto y la interpretación, tanto como la autointerpretación. Es decir, de un sujeto intérprete de su propia subjetividad (y no el yo freudiano como jinete anónimo o como Pinocho que quiere convertirse en niño).
Las conclusiones permiten al lector apreciar el modo riguroso en que se despliega la argumentación en este magnífico libro. Se han abordado, así, de manera clara, ordenada, bien argumentada y novedosa tensiones muy importantes en la teoría psicoanalítica, privilegiando una mirada interdisciplinaria. Me parece que el objetivo se logra: mostrar, como dice el último párrafo del trabajo, que el psicoanálisis como disciplina de las ciencias humanas, puede conservar su doble inscripción epistemológica: asumiendo plenamente la vigencia de una metapsicología del inconciente en una estructura psíquica a la vez que enriqueciendo su horizonte con nuevos modelos para pensar al sujeto en su relación consigo mismo, los otros y la cultura.
El libro de Carlos Jibaja constituye, pues, un importante y significativo aporte a la discusión teórica del psicoanálisis. Como él mismo lo señala en su Introducción, las nuevas generaciones tienen la obligación de establecer un vínculo entre la validez conservada de los escritos de Freud y los nuevos horizontes de la teoría y práctica del psicoanálisis contemporáneo. Ese es el reto y el disfrute del saber del que habla Carlos Jibaja: abrir nuevas perspectivas interdisciplinarias que constituyen, como este libro, un aporte importante en la teoría psicoanalítica en nuestro país y, en general, en el mundo de habla hispana. Estoy segura que los lectores serán partícipes de este disfrute.
PEPI PATRÓN
A Pepi Patrón, quien con su valiosa y precisa orientación me ayudó a volcar lo que quería decir, acotando las cosas donde había que hacerlo, clarificando las ideas donde había confusión, sugiriendo autores cuando éstos eran indispensables y, en general, permitiéndome ingresar, con su calidez y guía, al lenguaje interdisciplinario.
A Gloria Luna, por su capacidad y entusiasmo para llevar al terreno de las sesiones psicoterapéuticas las ideas que fuimos desarrollando a lo largo de varios años de reuniones y amistad.
A Moisés Lemlij, por su generosa lectura del texto, sus sugerencias y aportes basados en su experiencia en el quehacer institucional psicoanalítico.
A Lucía Barnechea, Carolina Barrios y Graciela Castillo, miembros del «Grupo de los Jueves», con quienes hemos compartido, esclarecido y redescubierto algunos pasajes del presente trabajo.
Los múltiples rostros en uno es un estudio que parte de una simple observación acerca de la conducta humana: las personas cambiamos de actitudes, matices afectivos, gestos, contacto visual, posturas, incluso tono y ritmo de voz cada vez que, determinado estímulo o situación sea interna, interpersonal o del entorno convocan nuestra atención. Imaginemos una situación en la que una persona conversa amenamente con otra esperando llegar a la boletería de un cine, de pronto porque un tercero acaba de meterse en la fila, la persona afable con la que hablamos monta en cólera y tiene un intercambio de palabras violentas con el trasgresor. Acto seguido, un poco más calmado, la misma persona retoma la conversación angustiado, dudando si su actitud estuvo justificada o no. Podemos preguntarnos: ¿cómo es posible que una persona pueda cambiar de manera más o menos inmediata aspectos tan diferentes de sí, y que esta conducta sea considerada por todos como algo común y corriente?; ¿qué disposiciones psíquicas se dan para que la misma persona encarne completamente una actitud y luego con esa misma totalidad pueda encarnar otras?; ¿qué aspectos corresponden al «verdadero» yo de un sujeto, y cuáles imposturas, defensas o emociones pasajeras?
Estas preguntas iniciales que apuntan a la experiencia de ser uno mismo, encausaron mi interés en la delimitación del campo conceptual del sí-mismo,1 uno de los problemas metapsicológicos que diferentes aproximaciones psicoanalíticas han intentado esclarecer, levantando no pocas controversias al respecto.
En diferentes escritos, Freud (1895, 1900, 1923) formula el concepto del yo utilizando dos registros heterogéneos: uno como organización (Das Ich, el yo) y el otro como persona (Das Selbst, el sí-mismo). El yo como organización está descrito en textos como El proyecto de una psicología para neurólogos, La interpretación de los sueños y El yo y el ello, que se refieren al yo como un sistema adaptativo, diferenciado del ello a partir del contacto con la realidad exterior. Se define por sus funciones intersistémicas: el acceso a la motilidad, el juicio de realidad, la tolerancia a la frustración, los mecanismos de defensa, etcétera, así como por sus relaciones con el ello y el superyó. Es un concepto funcional, impersonal, que está lejos del sentimiento y la percepción de mismidad que un sujeto tiene con respecto a sí.
El referido yo-sistema se ve contrastado con otro registro del yo, que es el de la experiencia: el «yo» al que percibimos, amamos, odiamos o el que anhelamos ser. Es decir, el registro íntimo, perceptual, afectivo, cognitivo y conductual de ser uno mismo, una persona separada de otras y que conserva la sensación de continuidad de ser uno en el tiempo, también esbozado por Freud (Das Selbst).
Es especialmente en Introducción al narcisismo y Lecciones introductorias al psicoanálisis donde Freud abre este otro modo de conceptualizar al yo, al señalar que el narcisismo es el desplazamiento de la libido «para fijarse al propio cuerpo y a la propia persona del sujeto en lugar de ligarse a un objeto exterior» (Freud 1916: 2381). Así, Freud, en relación con la elección de objeto de tipo narcisista, afirma que «se ama: a) lo que uno es (a sí mismo); b) lo que uno fue; c) lo que uno quisiera ser; d) a la persona que fue una parte de uno mismo» (Freud 1914: 2026). Este giro metapsicológico conduce a modificar la primera teoría de las pulsiones, en la que las pulsiones sexuales se encuentran en oposición a las pulsiones de autoconservación del yo. Al entenderse que el «yo» también puede ser objeto de las pulsiones sexuales se diluye la necesidad teórica de diferenciar a éstas de las pulsiones del yo, postulada por Freud hasta esos momentos. A partir de entonces, la diferencia conceptual reside principalmente en que la pulsión sexual puede investir al «yo» (libido narcisista) o al objeto, entendiéndose que la carga narcisista puede tomar como objeto a sí mismo en representaciones de uno, presentes, pasadas y futuras. Desde este ángulo, a nuestro entender, el aporte de la teoría psicoanalítica del yo (Hartmann 1950) sobre el tema es haber diferenciado que el objeto investido por la libido narcisista no son el yo y sus funciones, que en el texto freudiano no se terminan de deslindar, sino fundamentalmente las representaciones del sí-mismo (Jacobson 1969: 32).
Diferentes enfoques psicoanalíticos debaten desde entonces sobre cómo se articula la relación entre la organización del sí-mismo y el modelo estructural de la segunda tópica freudiana. El debate plantea la posición de algunos psicoanalistas que cuestionan la necesidad de mantener la diferenciación teórica entre el yo y el sí-mismo, afirmando que la constitución y el sentido del sí-mismo deberían estar contenidos en el concepto del yo y sus procesos de desarrollo (Loewald 1973, Mahler 1980), mientras que otras posturas como la de Kohut (2001, 1980) y Jacobson (1969) entienden el sí-mismo como una estructura de organización interna que articula las heterogéneas auto-representaciones y las representaciones de objeto localizadas sea en el yo, ello y/o el superyó, confiriéndole a la relación estructural del psiquismo un principio integrador de la experiencia de la persona en su relación con los objetos.
El sí-mismo está históricamente asociado a la psicología psicoanalítica del yo (Hartmann, Kris, Lowenstein, entre otros) y a las teorías de las relaciones objetales (Fairbain, Guntrip, Balint, entre otros). Tiene en la relación objetal la piedra angular de su constitución; ésta se forma a través de una serie de etapas de desarrollo en las que intervienen múltiples procesos psíquicos (identificaciones, defensas, integración de objetos parciales en totales, etcétera) y es vivenciada en las relaciones con sus figuras más significativas. Bajo el enfoque de tales tradiciones, el sí-mismo se aleja de la necesidad teórica de conservar las nociones freudianas de pulsión, enfatizando su utilidad en la clínica en el contraste con los objetos y el proceso de relación y diferenciación con éstos, a través de fases de desarrollo normativas que culminan en la propuesta adaptativa de un «yo maduro».
De esta manera, psicoanalistas posfreudianos han ido deslindando estos dos registros del yo, y señalando la necesidad teórica de distinguir a un yo-sistema (Das Ich) de una instancia cercana a la experiencia de mismidad representativa del sujeto (Das Selbst) (McIntosh 1986: 63). En nuestra exposición asumimos esta diferencia teórica al restringir la utilización del término ‘yo’ al sentido sistémico-estructural planteado por Freud (1923, 1938), porque consideramos que la instancia del yo está en un plano epistémico distinto al del sí-mismo. La delimitación conceptual de este último requiere una comprensión dialéctica de su formación, funcionamiento y relación con el sujeto de la reflexión, comprensión que no pertenece de manera explícita al horizonte de la lectura estructural del yo.
Un concepto que pertenece al campo de la filosofía, que es central en el desarrollo del diálogo interdisciplinario de nuestra exposición, es el de la dialéctica, enunciada por Hegel en textos como Ciencia de la lógica y La fenomenología del espíritu. Así, autores como Hegel (1966, 1968), Ricoeur (1970, 2003), Kojéve (1975), Adorno (1975) y Honneth (1997) son los referentes teóricos de una lectura de la dialéctica y de la dialéctica del reconocimiento, en especial, que nos servirá como eje articulador de la noción de intersubjetividad que pensamos presentar como uno de los procesos subyacentes a la formación del sí-mismo. Así, la comprensión dialéctica del sí-mismo que intentaremos explicitar a lo largo de la exposición buscará esclarecer elementos que aparecen contradictorios y yuxtapuestos entre las diferentes aproximaciones sobre el tema, pero que a la luz de la dialéctica podrían ganar una mayor cohesión teórica entre sí. En consecuencia, en nuestra referencia a las diversas perspectivas de autores psicoanalíticos no se pretenderá suprimir las contradicciones entre sí, ni arribar a un patchwork ecléctico, puesto que es justamente pensar las cosas en sus diferencias y semejanzas, considerando planos disímiles de entendimiento, lo que permite el ingreso de la dialéctica como modo de razonar los textos psicoanalíticos en sus posiciones aparentemente irreconciliables.
Considerando lo dicho como telón de fondo, nos interesa aproximarnos a entender los siguientes interrogantes: ¿es la dialéctica un método que nos permite razonar las diferentes interpretaciones psicoanalíticas?; la oposición pulsión de vida y muerte ¿puede ser comprendida desde la perspectiva de una dialéctica pulsional?; ¿es el sí-mismo una tópica en la que se anudan sentido y energía?; ¿cómo es que el sí-mismo, como organización narcisista, está constituido por lo intersubjetivo?; ¿cuáles son los momentos estructurales del sí-mismo y qué órdenes se articulan?; ¿cómo funciona el sí-mismo?; ¿es relevante mantener la diferenciación conceptual entre yo y sí-mismo?; y de ser así, ¿cómo es la relación entre el sí-mismo y las instancias estructurales?, ¿cómo es que el sujeto en psicoanálisis transita por la doble vía de un modelo adaptativo- funcional del yo y un modelo interpretativo de búsqueda de sentido del sí-mismo en un contexto sociocultural? Éstas y otras preguntas nos motivan y encaminan el presente trabajo a tratar de poner en relieve el campo semántico del sí-mismo buscando profundizar acerca de sus orígenes, su conformación y sus características.
El hilo conductor de nuestra argumentación teórica será el proceso dialéctico de reconocimiento. Esta comprensión dialéctica parte de una íntima contradicción al interior del deseo; subyace como proceso constitutivo del sí-mismo, que coincide con la búsqueda de reconocimiento de sí en sus vínculos con los otros, articula planos heterogéneos del psiquismo y sostiene la gradual asunción de un sujeto. De esta manera, nos proponemos realizar un análisis teórico de la organización y formación del sí-mismo en la subjetividad, enfocando el proceso dialéctico que se suscita entre lo pulsional y lo intersubjetivo, la tensión dialéctica entre el deseo y la búsqueda de reconocimiento con los otros que conlleva al advenimiento de un sujeto con conciencia de sí, intérprete de su propia subjetividad y de sus relaciones con los otros en una cultura dada.
Una vez esclarecido el objetivo de este estudio nos permitimos poner en relieve una carencia que nos deja en deuda, esperamos por no mucho tiempo. No hemos hecho una distinción entre el modo en que el niño o la niña, el hombre o la mujer, podrían diferenciarse al momento de asumir las dimensiones natural, narcisista y sociocultural de su subjetividad. El desarrollo sexual de la mujer en el orden natural, la particular investidura de una madre sobre el cuerpo de la hija y los significantes femeninos en una cultura dada, o el modo en que una sociedad produce roles de género y discursos de poder en la relaciones entre éstos, por mencionar algunos factores, marcan diferencias significativas en el modo en que como sujetos sexuados, hombres y mujeres, asumen fórmulas y proyectos identitarios en sus contextos culturales. Asumimos la ausencia: el género como categoría de análisis en este estudio no ha sido desarrollado.
El presente texto está dividido en cinco capítulos. En el primer capítulo empezamos describiendo las críticas epistemológicas al psicoanálisis, para luego poner en relieve cómo una comprensión dialéctica de los diversos planos implicados en la producción de conocimiento de la disciplina psicoanalítica podría ser de utilidad para un saber que se debate entre teorías diferentes e igualmente plausibles que buscan explicar los fenómenos observados en la situación analítica.
El segundo capítulo está dedicado a «la comprensión dialéctica», puesto que es necesario explicitar a qué dialéctica nos referimos. Partimos de una sucinta descripción del razonamiento dialéctico hegeliano sobre la base de algunas de sus ideas centrales explicitadas en Ciencia de la lógica y La fenomenología del espíritu. Su noción de dialéctica como de dialéctica del reconocimiento está guiada y complementada por referencias a autores como Ricoeur (1970), Kojéve (1975), Giusti (1992) y Honneth (1997). Una vez descritas las nociones principales del razonamiento dialéctico hegeliano, recogidas en este texto, hacemos referencia a la Dialéctica negativa de Adorno (1975), que cuestiona el postulado hegeliano de que son el pensamiento y la dialéctica de éste, como forma de razonamiento, los que constituyen los objetos. Éste es un punto clave para nuestra comprensión dialéctica, que se buscará explicitar en el parágrafo «Dialéctica pulsional».
El tercer capítulo trata sobre los momentos dialécticos que van decantando, a la vez que la estructura intrapsíquica del sí-mismo como instancia metapsicológica, el nacimiento y desenvolvimiento del sujeto de la relación con los otros. Este proceso de formación y reconocimiento del sí-mismo se describe en tres momentos dialécticos que irán acompasando el camino de un sujeto que paulatinamente asumirá las posiciones de los lugares simbólicos que sus figuras parentales y la cultura tienen nombradas para él y que, en un largo proceso de toma de conciencia de sí, podrá resignificar a través del proyecto identitario de su subjetividad.
En el cuarto capítulo describimos el funcionamiento metapsicológico del sí-mismo en sus aspectos tópico, económico y dinámico; definimos el término ‘uno-mismo’ en la tópica del sí-mismo y presentamos la noción dialéctica del sí-mismo como instancia de sentido y el lugar del sujeto en la estructura del sí-mismo. El libro termina con el quinto capítulo en el que se analiza el lugar del sujeto en la estructura del sí-mismo, así como la búsqueda de sentido mediante un proyecto identitario en su relación con los demás en una cultura dada.
Para cerrar esta introducción queremos afirmar que los textos de Freud son, desde nuestra perspectiva, una fuente viva de relaciones de sentido. La comprensión de la obra freudiana clásica nos permite, a las nuevas generaciones, trazar el vínculo entre la validez conservada en sus escritos y los nuevos horizontes de la teoría y práctica del psicoanálisis contemporáneo, entendiendo estos renovados horizontes no como el verdadero y unívoco sentido de los textos freudianos, sino como potencialidad y disfrute del saber de una disciplina fecunda e inagotable.
1 Optamos por el castellano ‘sí-mismo’ en lugar del término inglés ‘self’; varias traducciones lo han hecho (McIntosh 1986, Kohut 1980). De manera particular, en el cuarto capítulo de nuestra exposición vamos a diferenciar el «sí-mismo» del «uno-mismo», términos que por ser el castellano nuestra lengua materna, nos aseguran su correcta comprensión y utilización. [← regresar]