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Introducción

“El mal está aquí y Satanás ruge;

Oíd, amigos, ¿tenéis miedo?”

Así empieza un viejo canto de los Chouans (NdT. campesinos insurreccionados bretones y normandos del último decenio del siglo xviii). ¡Pues sí! ¡El mal está aquí! Los filósofos y teólogos se pueden romper los cuernos sobre su origen, pero nosotros, el pequeño pueblo de infantería cristiana, nos vemos cada día enfrentados a su realidad mediante diversas tentaciones a las que estamos expuestos.

Adán y Eva fueron tentados como Caín, Lot, Miriam, Sansón, Elías, Saúl, David, Salomón, Eliseo, Giezi, los reyes Uzías y Asa, Judas, Pedro, Ananías y Safira cuya historia nos cuenta la Biblia. Todos han sido tentados. Los tres evangelios sinópticos nos relatan que en el principio de su ministerio, Jesús fue tentado por el diablo. Otra vez, algo real de lo que el hombre de hoy se burla pero que la Biblia presenta como una realidad, algo en que creía Jesucristo, y que prueba su existencia por todo el mal que suscita en este mundo.

“Oíd, amigos, ¿tenéis miedo?”

Y ¿cuál es la respuesta del estribillo?

“Sólo tenemos miedo de una cosa en el mundo, ofender a nuestro Señor”.

“Satanás, bailando en corro a vuestra puerta, asaltará vuestro corazón”.

¿Antídoto?

“Sólo amamos a uno en el mundo, amamos a nuestro Señor”.

“Dinero, placeres, cuando todo esto abunda, ¿esperamos mayor felicidad?”

“Dinero, placeres” son dos de las tentaciones más típicas que se nos presentan: la riqueza, el poder, el ascenso, “las cosas”, gozar, tener una aventura sentimental... Todas estas tentaciones las experimentaron hombres y mujeres de la Biblia, y “estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros (“para que saquemos de ellas enseñanzas” BS Bible du Semeur - NdT. de ahora en adelante, mi traducción de esta versión francesa: Biblia del Sembrador), a quienes han alcanzado los fines de los tiempos” 1 Co. 10:11. Observando el modo por el cual estos creyentes resistieron o sucumbieron a la tentación, aprendemos como no sucumbir a ella.

“Dinero, placeres, cuando todo esto abunda,

¿esperamos mayor felicidad?

Sólo tenemos una esperanza en el mundo: la victoria del Señor”.

Victoria en nosotros, primero, para ayudarnos a vencer nuestras tentaciones. Victoria en el mundo para que se establezca Su reino.

Capítulo 1

Tentaciones y pruebas

¿Qué es una tentación?

El diccionario la define como “una atracción hacia algo prohibido, un movimiento interior que incita al hombre al mal”. Entre las palabras relacionadas encontramos: deseo, atracción, ganas... Es una ocasión que se nos presenta para realizar algo que sabemos que es malo, pero que nos promete un placer: mentir, vengarse, emborracharse... Los ejemplos que vamos a estudiar en los capítulos de la sección siguiente: “En el cementerio de los náufragos” nos mostrarán la gran variedad de formas que toma la tentación.

Todo placer legítimo puede convertirse en una ocasión de tentación cuando se nos presenta fuera del marco ideado por Dios (una relación sexual fuera del matrimonio) o en unas proporciones exageradas (comer, beber, leer, mirar la tele, jugar en el ordenador...). Por otra parte, lo que es bueno para alguien puede resultar ser una tentación para otro: comer una fruta con un alto nivel de azúcar es una tentación a la que debe resistir un diabético; un ex-alcohólico rechazará el vaso de vino que otro podrá beber sin problema. Pasa lo mismo con todas las dependencias: droga, juego, pornografía...

La tentación puede también manifestarse únicamente en la esfera mental. Pr. 24:9 dice que “el pensamiento del necio es pecado”, lo que podemos entender como las ganas de hacer locuras (actos reprensibles). Jesús dijo que la mirada de deseo dirigida hacia una mujer equivale a un adulterio, Mt. 5:28, y el apóstol Juan apunta que el que odia es tan culpable como el asesino, 1 Jn. 3:15. Albergar pensamientos culpables puede llevar a cometer actos culpables, pero el pensamiento en sí ya es reprensible. Si se me presenta semejante pensamiento, debo rechazarlo, pues resulta ser una tentación.

“El corazón del hombre se da a conocer en la tentación... Siendo tentado, el hombre conoce su corazón”, decía Dietrich Bonhoefer. Efectivamente, lo que nos tienta revela en nosotros una necesidad no satisfecha – quizás desde nuestra tierna infancia. Para alguien, se tratará de ternura, para otro, de poseer cosas, dinero para comprarlas, o el poder. Oswald Chambers dice que “las disposiciones interiores de la personalidad de alguien determina lo que le tienta desde fuera. La tentación pone a la luz las potencialidades de nuestra naturaleza”. Una tentación a la que hemos sucumbido es prueba que la razón por la que no hemos pecado antes debía ser la vergüenza o la timidez.

La tentación siempre nos ataca en nuestro punto de mayor vulnerabilidad.

En nuestro mundo actual, tentación equivale a: experiencia sexual. En Internet, el primer sitio bajo este mismo nombre propone un “club libertino de intercambio de parejas”. “La isla de la tentación” es un programa para parejas dispuestas a entrar en este juego. Así que, podemos entender que para personas que no se sientan atadas por normas éticas, “la mejor manera de resistir a la tentación es ceder a la tentación” y que “ningún recuerdo de nuestra memoria deja mayor insatisfacción que una tentación a la que hemos resistido” (James Branch Cabell) o como lo decía Oscar Wilde: “Puedo resistir a todo menos a la tentación”. Dado que, para ellos, la aventura sentimental (=sexual) es positiva.

¿Tentación o prueba?

La tentación es una incitación al mal a la que se trata de resistir, la prueba es un test sobre nuestras capacidades (las pruebas de selectividad) que puede tener resultados positivos. “Que nadie, ante la tentación, diga: ‘Es Dios quien me tienta.’ Porque Dios no puede ser tentado por el mal y él no tienta a nadie” Stg. 1:13, pero probó a Abraham, Gn. 22:1.

Las palabras griegas que designan la tentación y la prueba derivan de la raíz peira: intento, prueba. El sustantivo peirasmos quiere decir: el examen o la tentación; el verbo peirazô: probar. La traducción griega del Antiguo Testamento emplea este verbo para ‘tentar a Dios’: ponerle a prueba, BS: retarle, querer forzarle la mano (p. ej. Sal. 78:41: “Nuevamente, retaban a Dios y entristecían el Santo de Israel”).

El Nuevo Testamento emplea 36 veces el verbo tentar (12 de las cuales se encuentra en los Evangelios, en la tentación de Jesús), y 21 veces el sustantivo que puede traducirse por ‘tentación’ (“Cuando el diablo terminó de someterle a todo tipo de tentaciones, se alejó de él hasta el tiempo fijado.”BS) o ‘prueba’: “‘La semilla que cae sobre las piedras’ se refiere a los que oyen la Palabra y la aceptan con gozo; pero, como no le dejan echar raíces en ellos, su fe es pasajera. Cuando viene la prueba, abandonan todo” Lc. 8:13 BS. Según las versiones, encontramos esta palabra en un mismo pasaje traducido a veces por tentación o por prueba. Al final de su vida, Jesús dijo a sus discípulos: “Os habéis quedado fielmente conmigo durante mis pruebas” Lc. 22:28 BS. Darby traduce: “Pero vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis tentaciones”.

Satanás puede emplear cualquier cosa para incitar al hombre a pecar: incluso la ausencia de relaciones matrimoniales: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia (por vuestra incapacidad para dominar vuestros instintos BS)” 1 Co. 7:5. La inmadurez de los recién convertidos puede también ser un medio. Pablo escribe a los Tesalonicenses: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano” 1 Ts. 3:5. Jesús fue sometido a pruebas durante todo su ministerio: “Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle (BS: para tenderle una trampa), si era lícito al marido repudiar a su mujer” Mc. 10:2. “Más él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? (BS: ¿Por qué me tendéis una trampa?) Traedme la moneda para que la vea” Mc. 12:15. “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo para probarle (BS: para tenderle una trampa): Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Lc. 10:25; cf. Jn. 8:6.

“Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que están tentados” Heb. 2:18; “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin (BS: cometer) pecado” Heb. 4:15.

Toda tentación es también una prueba y toda prueba puede ser considerada como tentación. Si los hombres que sucumbieron a lo largo de siglos hubieran resistido, esto les habría acercado a Dios y fortalecido para resistir a los ataques del Enemigo en estas mismas áreas.

Jesús nos pide que empleemos la oración para luchar contra la tentación: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil (BS: el espíritu del hombre está lleno de buena voluntad, pero la naturaleza humana es muy débil)” Mt. 26:41. En la oración modélica que Jesús enseñó a sus discípulos, les hace pedir a Dios: “guárdanos de ceder a la tentación”. “Y no nos metas en tentación”.

“No nos metas en tentación”

Esta traducción habitual de la sexta petición del Padrenuestro plantea un problema: ¿cómo conciliar dicha petición con la afirmación de la carta de Santiago?: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido (BS: son los malos deseos que llevamos dentro los que nos atraen y nos seducen). Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” Stg. 1:13-15.

J. Ellul dice que “la famosa traducción: ‘No nos metas en tentación’ o ‘no nos sometas a la tentación’ es absurda” (Si tu es le Fils de Dieu - Si eres el Hijo de Dios - p.17).

La traducción que hace la Bible du Semeur (Biblia del Sembrador): “Guárdanos de ceder a la tentación”, implica que:

El mecanismo de la tentación

En su carta, Santiago nos presenta el mecanismo de la tentación, Stg. 1:13-15. Cuatro etapas conducen desde la tentación hasta la muerte:

La imagen es más coherente en griego que en español dado que hamartia (pecado) es del género femenino. “El deseo de la persona que cede a la seducción es representado aquí como una prostitución o un adulterio, más que como una trampa o un anzuelo. La tentación empleó exitosamente todo su arte, que fertilizó, y lleva ahora en sí el producto de esta fecundación. Susurra no obstante a su amante ilegítimo: ‘Nadie tiene por qué enterarse’. El fracaso interno de la vida de fe y confianza debe quedar escondido de la mirada de otros. Pero la matriz del corazón no puede ocultar para siempre el fruto ilegítimo; el niño del deseo llega a la madurez, y su nombre es pecado. Es una verdad declarada en Marcos 7:21-23 que Santiago tiene en mente: ‘Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos... la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez’”.3

Santiago no menciona el papel de Satanás en la tentación. ¿Por qué? C. Vaughan sugiere dos razones: “1. Su intención no fue la de dar una enseñanza técnica sobre el origen del pecado, sino sólo mostrar que la incitación al pecado no podía proceder de Dios. 2. Santiago subraya la naturaleza interna de la tentación de manera que quita del hombre toda excusa por su pecado. Satanás, por cierto, tiene un papel en la tentación, pero Santiago quería evitar que el hombre se defienda echando la culpa sobre alguna fuente externa. No se puede achacar la culpa a Dios, ni al prójimo, ni siquiera a Satanás. El pecado tiene sus raíces en nosotros mismos y debemos llevar la plena responsabilidad de nuestros actos”.

“Las personas y las cosas influyen sobre el corazón corrompido, atizan sus inclinaciones, hacen arder la llama de la pasión, presentan todo tipo de ocasiones e incitan a sucumbir al pecado. Ahora bien, no introducen nada en nosotros, sólo ponen a la luz lo que ya se hallaba desde el principio” (J. Adam).4

“La llave de la tentación es la codicia que se halla en cada uno de nosotros, su otra cara siendo el espíritu de poder. Yo diría que la ‘codicia’ encierra todos los orígenes de la tentación, pero cuando toca el ser humano, toma la forma del espíritu de poder” (J. Ellul Si tu es le Fils de Dieu p. 18-19).

“Pero para que exista la tentación, no basta que haya codicia. Podría permanecer encerrada en nuestro corazón y contentarse con torturarnos. Santiago nos dice que uno es ‘cebado’, atraído y seducido. Es preciso que exista una circunstancia externa... que haga de cebo para la codicia... La tentación es la conjunción de estos dos factores de esta codicia y esta circunstancia. El encuentro no cambia nada si no hay codicia en el corazón. Esta última no se expresa si no hay una oportunidad” (Íd. p. 20-21).

 

La imagen que usa Santiago y la expresión “codicia de la carne” suele evocar pecados de tipo sexual, pero Santiago alude a otros pecados diferentes que pueden tentarnos:

la ira 1:19,

los pecados de la lengua 1:26; 3:1-12,

juzgar a los demás 2:4; 4:11,

los celos y el espíritu de queja 3:14,

los conflictos y las querellas 4:1,

el orgullo 4:5-6,

la presunción y la jactancia 4:15-16,

los pecados de omisión 4:7,

la avaricia y la injusticia 5:1-6.

 

Diferentes elementos se presentan habitualmente en una tentación: 1. Una promesa de placer. 2. El hecho de que, aún cuando sabemos que está mal ceder, no saldremos mal parados (“Tan sólo una vez... para ver... no hará daño a nadie”). 3. Nadie lo sabrá (excepto Dios, pero como es un Dios de gracia, perdonará – “es su oficio” decía Voltaire).

En la fábula “Los animales enfermos de peste”, cuando hace hablar al burro, La Fontaine analizó con cuidado los diferentes elementos de una tentación: “el hambre, la ocasión, el delicado pasto y, creo, algún diablo seduciéndome (NdT: Lit. empujándome)”. Tomás a Kempis observaba también la progresión de la tentación en La imitación de Jesucristo: “Primero, un simple pensamiento viene a la mente, luego la imaginación despliega su febril labor pintándola con vivos colores, a continuación, nos recreamos en ella, damos un paso en falso y asentimos”. Es lo que corresponde al “deseo ilícito” de Santiago: la imaginación se recrea con un pensamiento prohibido y desemboca en una decisión de la voluntad.

Don Anderson dice: “La fórmula puede ser fatal, nuestro deseo, más la sugerencia del diablo = destrucción. Hoy día, pensar que es más fácil obtener el perdón que pedir permiso, amenaza infiltrarse, incluso, en la Iglesia evangélica. ¡Ojalá nunca olvidemos las consecuencias del pecado!... El pecado es el hijo no deseado de una unión ilícita, y el resultado del pecado es la muerte”.5

 

 

1 The General Epistle of James London, Tyndale Press 1969 p. 47.

2 Bonnet-Schoeder: Le Nouveau Testament expliqué Vol. 4 Emmaüs 1983 p. 141

3 Ver las diferentes citas de P.H. Davids, J. Cantinat, G. Keddie, D. Moo y F. Vouga sobre este texto en l’Encyclopédie des difficultés bibliques (vol. NT 3 : Epîtres générales p. 180-184).

4 J. Adam An exposition of the Epistle of James Edinburgh, T & T Clark 1867 p. 73.

5 Don Anderson James: Running uphill into the wind Neptune (N.J.) Loizeaux Br. 1990 p. 63.