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eISBN 978-1-938420-16-0
ISBN 978-1-938420-18-4
Los Diez Mandamientos, © 2007 por el Rev. Leslie J. Thompson, Ph.D.
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse de cualquier forma sin permiso escrito previo de los editores, con la excepción de citas breves en revistas o reseñas.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas. Todos los derechos reservados.
Edición: Luis Nahum Sáez
Portada: Meredith Bozek
Ministerios LOGOI
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Miami, Florida 33186
DEDICATORIA
A mis catorce nietos
que han llenado mi corazón
de tanto gozo
Desde pequeñitos
aprendieron los Diez Mandamientos
y, ahora de grandes,
procuran vivir de acuerdo a esos preceptos.
A Dios sea la gloria.
PRUEBA
¿QUÉ OPINA DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS?
Cuando se habla de la Biblia, inevitablemente se oyen comentarios acerca de los Diez Mandamientos. ¿Qué vigencia tienen? ¿Son para nosotros hoy o eran solo para los israelitas? Ya que en esta obra trataremos el tema, sería interesante revisar varias opiniones acerca de esos mandamientos. Daré unas diez que he escuchado. Responda con un “Sí” o con un “No”:
1 | Jesús cumplió toda la ley, por lo tanto nosotros no tenemos que darle importancia a los Diez Mandamientos. |
Yes / No |
2 | Los Diez Mandamientos fueron dados a los israelitas, por tanto, no nos afectan a nosotros los cristianos. |
Yes / No |
3 | Hebreos 8:7, 13 dice que la antigua ley tenía “defectos”y que el primer pacto “desapareció”, por tanto la ley no está vigente. |
Yes / No |
4 | Ahora estamos bajo la “gracia”y no bajo la ley (Romanos 6:14), así que no importa si desobedecemos los Diez Mandamientos. |
Yes / No |
5 | Dice Corintios 3:6 que “la letra mata”más el Espíritu da vida”, así que la ley no es válida para los que tienen al Espíritu. |
Yes / No |
6 | Pablo en Romanos 10:4 declara que Cristo puso fin a la ley, por tanto, ya no necesitamos los Diez Mandamientos. |
Yes / No |
7 | ¿Por qué? preocuparnos por la ley? Lo que ahora vale es neustra conciencia (Romanos 2:15). |
Yes / No |
8 | Colosenses 2:14 nos enseña que la ley fue clavada en la cruz, por tanto, como Cristo fue crucificado no se aplica la ley. |
Yes / No |
9 | Puesto que los Diez Mandamientos no se repiten en el Nuevo Testamento significa que ya no son válidos. |
Yes / No |
10 | Nadie puede cumplir con todo lo que piden los Diez Mandamientos, así que no hay que prestarles atención. |
Yes / No |
Todas son erróneas. Si contestó afirmativamente a una o más, debe leer este libro.
PREFACIO
LO QUE TENEMOS QUE RECORDAR
Las siguientes sugerencias vienen por parte de mi hijo, Daniel. Él tiene su doctorado en Ciencias Religiosas y es pastor titular de la Iglesia Christ Community Church en Titusville, Florida.
Creo que sería importante aclarar que el propósito de los Diez Mandamientos no es para enseñarnos cómo ganar el favor de Dios. La Ley divina es buena si se usa según el propósito con que fue escrita. Pero puede ser usada muy equivocadamente si la usamos como lo hicieron los fariseos. Ellos intentaron usar la Ley para justificarse ante Dios. La Ley contiene una profundidad tremenda, como nos mostró Jesucristo. Lo importante no solo es lo externo, pero afecta lo interno: nuestros motivos, nuestros deseos, y los pensamientos de nuestros corazones. La Ley de Dios primero se dirige a los asuntos del corazón, y después es que afecta nuestro comportamiento. La Ley es buena porque nos enseña cómo debe ser nuestra vida; nos revela el carácter de Dios; da orden y sabiduría para nuestras vidas; nos muestra cómo amar a Dios y al prójimo. La Ley es buena puesto que al revelarnos nuestra pecaminosidad y nuestra culpabilidad, nos lleva directamente al Salvador, Jesucristo. Y la Ley sigue siendo buena, puesto que en el reino de la gracia de Dios, el Santo Espíritu la escribe en nuestros corazones.
A su vez, la ley no tiene poder. Ella no nos puede dar justicia. No nos puede librar del sentido de culpa. No nos puede quitar esos deseos pecaminosos. Saber cuáles son las cosas que Dios prohibe no nos da el poder para resistirlas, ni el poder para obedecer, ni el deseo de hacer lo que Dios nos pide. La Ley no puede dar vida, no puede justificar a un pecador culpable.
Creo que la mayor lucha que tiene el pueblo de Dios en cuanto a los mandamientos es entender por qué deben aceptar la Ley divina con toda seriedad y solemnidad. Saben que la Ley no los salva, eso lo hace Cristo. Es como si dijeran: "Si no ganamos el favor de Dios al obedecer su Ley, si no podemos ser salvos por medio de la Ley, no hay razón para prestarle caso". Lo que nos es tan dificil comprender es que la Ley es una elocuente muestra del amor que Dios tiene para con nosotros. Él nos creó, por tanto nos conoce mejor que nadie, y sabe qué es lo que necesitamos. El sabe lo que es el amor legítimo que debemos tener uno para el otro, y la manera en que le debemos amar a él. Es por esto que él ordena lo que más nos conviene.
La mayoría de las leyes humanas que tenemos que obedecer parecen muy arbitrarias. La velocidad máxima en nuestras carreteras, siempre terminan en un zero o en cinco. ¿Por qué no se dice que la velocidad máxima debe ser 52 kilómetros por hora, o quizás 27? Estas leyes de la carretera son muy arbitrarias, determinadas por alguien que quizás ni maneja mucho. No siempre tienen sentido. No afectan mucho nuestra forma de vivir.
—Dan Thompson
INTRODUCCIÓN
Si Dios es bueno y amoroso, como lo proclama el cristianismo, ¿habrá dado los Diez Mandamientos para segar toda aspiración humana a la felicidad, o será que la obediencia a ellos es el mejor camino a una vida llena de satisfacción? ¿Qué fin tuvo al darnos estos mandamientos?
Iremos contestando esas preguntas en el curso de la obra, ahora comencemos con tres observaciones en cuanto a los mandamientos. Primero, me atrevo a decir que al noventa por ciento de los que leen estas líneas les es difícil citar al menos cinco de ellos. Segundo, me sorprendería si el cinco por ciento de los miembros de la mayoría de las iglesias que se llaman cristianas citaran los diez. Tercero —y esto quizás le sorprenda—, los Diez Mandamientos no solo están vigentes para todos nosotros sino que, aun más preocupante, desobedecerl os acarrea grave peligro para nuestras vidas.
Usted podría contestar: “Pero, si fueron escritos para los judíos del Antiguo Testamento, ¿cómo puede decir que desobedecerlos acarrea grave peligro para nosotros que no somos judíos?”
Hoy vivimos en un ambiente en el que escogemos lo que queremos hacer y creer, tomando nuestras decisiones de acuerdo a lo que más nos convenga. No nos gustan ni las leyes ni los policías, mucho menos ni los jueces ni las cárceles. Queremos ser libres para hacer lo que nos dé la gana sin que nadie nos moleste. No nos importa si lo que creemos es verdad o mentira, lo relevante es ser libres y vivir a nuestro gusto. Por ser esa nuestra actitud, precisamente, cuestionamos la necesidad de que se nos impongan mandamientos, más aun cuando nos percatamos de que vienen de la antigüedad y que fueron dados al principio a un pueblo muy distinto.
Vayamos al Nuevo Testamento. ¿Qué nos dice este acerca de los mandamientos de Dios? En Romanos 2:14-16 hay una referencia a los no judíos —nosotros— en cuanto a la ley de Dios:
Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Se nos informa que Dios puso sus mandamientos en los corazones de todo el mundo. Todos nacimos con “genes” insertados por Dios para saber la diferenciar entre lo bueno y lo malo. Esta conciencia dada por Dios nos acusa o nos excusa, según nuestro comportamiento. ¿Dónde es que se determina lo bueno y lo malo? La mejor fuente se encuentra en los Diez Mandamientos. Además, el texto nos dice que en el día del juicio todos seremos juzgados de acuerdo a nuestra obediencia o desobediencia a esa ley revelada.
Otra aclaración, el mismo Señor Jesucristo nos dice:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos (Mateo 5:17-19).
Hay muchos textos en el Nuevo Testamento que enfatizan lo enseñado en los Diez Mandamientos (véanse Gálatas 5:19-21, Efesios 5:2-6; Colosenses 3:5-9). La ley de Dios no ha cambiado, sus mandamientos siguen vigentes. San Pablo nos dice que sin esos mandamientos no sabríamos cómo comportarnos:
¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno (Romanos 7:7-12).
En gran parte nuestra ignorancia en cuanto a los mandamientos radica en cuán pocos son los que toman tiempo para estudiarlos y lo raro que es que se mencionen desde nuestros púlpitos. Esto indica una falla imperdonable: No hemos comprendido la universalidad de la ley de Dios. Pido, por tanto, que antes de cerrar este libro —si es que no tiene validez para usted—, por lo menos lea uno o dos capítulos para ver si tengo razón o no.
Una lectura ligera de los Diez Mandamientos, sin pensar mucho en su contenido, al principio no le parecerá muy gravosa. ¿Quién no debe amar a Dios? ¿Quién no debe respetar a sus padres y a sus vecinos? Pero…
No requiere un examen muy riguroso de nuestro estilo de vida concluir que, si amar a este Dios de la Biblia significa ir a la iglesia todos los domingos o si debemos amar al prójimo al grado de perjudicarnos a nosotros mismos, son enseñanzas demasiado exageradas. Tal tipo de demandas nos hacen cuestionar a ese Dios al punto de que somos tentados a cerrar la Biblia para buscar a otro dios más a nuestro gusto. Pero: “¿Habrá otro dios al cual podamos recurrir? ¿Será el Dios de la Biblia el único y verdadero Dios? ¿Qué nos pasará si no le hacemos caso? ¿Tendrá ese Dios el derecho de pedirnos cosas que no queremos hacer? Y si le desobedecemos, ¿tendrá poder para hacernos algún mal?”
Como base de argumentación, digamos que el Dios de la Biblia es el único y verdadero Dios. Y ya que lo que tratan los Diez Mandamientos tiene que ver con la relación buena o mala que tenemos con Su divina persona, no nos haría mal familiarizarnos con esos Diez Mandamientos. Me propongo, en las páginas que siguen, dar una explicación clara y moderna de cada uno. A la vez, procuraré explicar por qué cada mandamiento establece un principio básico, no solo para el funcionamiento sicológico y moral de cada persona, sino para el bien temporal y eterno. En fin, procuraré mostrar por qué los Diez Mandamientos (o el Decálogo, q0.
ue quiere decir “diez palabras”) representan las diez palabras más importantes de toda la Biblia —palabras que ignoramos a prejuicio nuestro.
Aquí están los Diez Mandamientos:
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Éxodo 20:1-17
Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra
de Egipto, de casa de servidumbre.
1.No tendrás dioses ajenos delante de mí.
2.No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
3.No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
4.Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
5.Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
6.No matarás.
7.No cometerás adulterio.
8.No hurtarás.
9.No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
10.No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Nota editorial: La Iglesia Católica, siguiendo las divisiones de los textos de este pasaje hechos por San Agustín, une los dos mandamientos iniciales como el primero, y divide el último para poder llegar a diez. En la mayoría de sus catecismos no se presenta una discusión de lo que en nuestra Biblia protestante llamamos el segundo mandamiento, que se relaciona con la fabricación y adoración de imágenes (véase la segunda edición del Catecismo de la Iglesia Católica, 1992, comienza en la página 455 y discute el tema de las imágenes en la página 473).
Los primeros cuatro mandamientos, como aprenderemos, declaran quién es Dios y cómo debe ser adorado. Los últimos seis nos declaran cómo somos nosotros y cómo debemos comportarnos ante los demás. Al estudiarlos, notaremos que no hay aspecto en todo el quehacer humano que quede fuera del alcance de los Diez Mandamientos y no hay área de la vida que estos mandamientos no toquen.
Una vez que comprendamos todo lo que abarca cada uno de ellos, descubriremos que no hay ser humano capaz de cumplir satisfactoriamente estas simples pero inasibles palabras. Nos será obvio que para cumplir lo que piden los Diez Mandamientos necesitamos la ayuda divina. En el estudio descubriremos que los Diez Mandamientos explican: (1) cuánto nos ama el santo y justo Dios que, queriendo nuestro mayor bien y gozo nos demuestra cómo conducirnos para evitar todo daño y pecado, con el fin de encontrar la mayor felicidad posible (2) por qué fue necesario que el Hijo de Dios viniera al mundo para cargar en su cuerpo la pena de toda nuestra desobediencia; y (3) nos declaran la increíble recompensa eterna que les espera a aquellos que en Cristo Jesús obedecen los mandamientos.
Hagamos, entonces, un repaso comprensivo de cada mandamiento.