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Ferran Sánchez Agustí

ESPÍAS, CONTRABANDO, MAQUIS Y EVASIÓN

La Segunda Guerra Mundial en los Pirineos

Editorial Milenio

Lleida

© Ferran Sánchez Agustí, 2003

© Editorial Milenio, 2003

Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida

editorial@edmilenio.com

www.edmilenio.com

Primera edición: mayo de 2003

Depósito legal: L-469-2003

ISBN: 84-9743-071-9

Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, S.L.

© de esta edición digital: Editorial Milenio, 2010

Primera edición digital: mayo de 2010

ISBN digital (epub): 978-84-9743-355-6

Conversión Digital: O.B. Pressgraf, S L

Jaume Balmes, 52, bxs.

08810 Sant Pere de Ribes

A todos los guías, contrabandistas incluidos,

passeurs d’hommes, passeurs de frontière,

especialmente a aquellos que actuaron por simple generosidad

de amor a la Libertad y ayudaron a cruzar los Pirineos

a centenares de personas amenazadas por el fascismo,

las libraron de las garras de la Gestapo, de la vigilancia de

la Guardia Civil y las condujeron por caminos y veredas

de la Francia de Hitler y Pétain y por montes y laderas de la

España de Franco hasta la salvación...

El autor

Índice

Introducción

Evasión y espionaje en la Guerra Civil

Crónicas fugitivas

El Socorro Blanco

Evasión y contrabando entre dos guerras

Capítulo 1: ‘Réseaux’, maquis y ‘passeurs’

El Maquis

La travesía imposible de Andrés Abellán

Redes de evasión

Guía, ‘passeur’, contrabandista, oficio de riesgos

El viaje de Isabel del Castillo

Capítulo 2: Fronteras y salvoconductos

La Guardia Civil

El salvoconducto de fronteras

Capítulo 3: Maquis y espionaje

The F-Route, Lisa Fittko y Walter Benjamin

La OSS y Jacques Pujol

Maquis y espías

El Maquis del Canigó y la red Sainte Jeanne

Recuerdos de Vallmanya

Capítulo 4: Guías, espías y activistas nacionalistas

Fundación y objetivos del FNC

La resistencia del interior

Josep Serra Estruch

Jaume Martínez Vendrell

Los espías Gregori Font y Santiago Pey

Dirigentes y pasafronteras

Josep Marsal Moncasi

La familia Ferrusola

El ‘maître-passeur’ Joan Olibò

La red de Estat Català

Jaume Ros Serra, UNE y la invasión guerrillera de 1944

Joan Solé también ejerció de ‘passeur’

Capítulo 5: ‘Passeurs’ de breviario

Andreu Boyer Mas, alma mater de la gran evasión

Incidentes diplomáticos

Mosén Ginoux y su telaraña de ‘passeurs’

Joan Domènech Domènech

Capítulo 6: ‘Mugalaris’

El contrabando

La red Comète

Capítulo 7: Pasajes por el alto aragón

Maquis y ‘passeurs’

Difíciles pasajes

Joan de Riquer, pasador, pintor y explorador

Capítulo 8: Andorra

Espionaje, contrabando y evasión

Maquis que conducían a Andorra

La misión Larribère-Delrieu cruzó Andorra

Forné-Viadiu-Molné y el asalto de la Gestapo

Baldrich, Peramiquel, Clotet y la caída de ¿Comprendes?

Capítulo 9: ‘Passeurs’ del poum y la cnt

La red Ponzán

Josep Ester Borràs

El Caracremada, passeur y FTP

El passeur, FTP y guerrillero Enric Melich

El Frente por la Libertad

El ‘maillon’ Josep Pallach

Capítulo 10: Evasión en la Cerdanya

El aduanero Andreu Parent

Espías y contraespías

El ‘lletraferit-passeur’ Antoni Cayrol

Capítulo 11: El agente Melitón Sala

El último viaje de Melitón

El meu pare, l’emigrant

Fin de la Segunda Guerra Mundial

La Campana d’Ix

Memento del Melitón de Tòrrec

Capítulo 12: Presidios españoles

Barcelona, Figueres, Zaragoza, Lleida, Pamplona

La capilla de Sort

El balneario de Rocallaura

El campo de Miranda de Ebro

Cárceles de evadidos

Capítulo 13: Sendas de contrabando, evasión y guerrilla

Rutas del interior

Apéndice fotográfico

Vocabulario

Fuentes utilizadas

Introducción

Jo no sé quan, però vindrà un dia

que el Pirineu regnarà.

Joan Maragall

El vocablo evasión va ineludiblemente hermanado con la palabra francesa passeur, en traducción literal al español «pasador» y al catalán passador, sinónimo de guía. En diccionarios varios equivale, en traducción literaria, a «barquero», «guía de contrabandistas» o «persona que ayuda gente a pasar clandestinamente la frontera». Todas estas acepciones nos sirven para definir el oficio, práctica ocasional o costumbre pirenaica, interesada o filantrópica, pero en todo caso de tradición montañesa, consistente en guiar personas por lugares difíciles y desconocidos. Se trata de una ocupación tan antigua como la existencia de la vida humana sobre la tierra.

El decano de este clase de cicerones fue san Cristóbal porque ayudaba al hombre a seguir caminos, salvar montes y cruzar ríos, si era necesario, subiéndolo a cuestas. Cuando el hombre desencadena conflictos bélicos acecha a sus contrarios: seres humanos de ideas diferentes. Cuando venía la guerra pasaban fugitivos del régimen establecido y tanto a la ida como a la vuelta paqueteaban fardos de mercancías según demandas y necesidades del mercado en uno y otro lado de los Pirineos. Cuando reinaba la paz se dedicaban exclusivamente al contrabando, una faena como otra cualquiera que sólo era delito fuera de las montañas.

Los contrabandistas y guías del siglo xix ayudaron a entrar y salir como Pedro por su casa a carlistas, antes, durante y después de las cuatro guerras civiles que promovieron éstos entre 1822 y 1823 para defender el absolutismo de Fernando VII y de 1833 a 1840. También lo hicieron entre 1846 y 1849 y de 1872 a 1876 para reivindicar los derechos de los sucesivos reclamantes Carlos V, Carlos VI y Carlos VII aunque, en muchas ocasiones, los legitimistas acabaran confundiéndose con bandoleros y trabucaires.

Pero los guías de montaña del siglo que más se cautivó con la palabra Libertad también auxiliaron a conspiradores republicanos y liberales como el general Joan Prim i Prats, marqués de los Castillejos, conde de Reus y vizconde del Bruc. Tras un fallido pronunciamiento, uno más hasta el definitivo de la Gloriosa Revolución de 1868, el reusense alcanzó Francia por la comarca altoaragonesa del Sobrarbe en noviembre de 1867 de la mano del barbastrense Bruno Fierro, párroco de Saravillo, pescador, cazador, contrabandista... Cabe destacar que éste fue el último baturro con sotana que, hasta expirar, tuteó a todo el mundo de Dios para abajo, fallecido de gripe en 1892 pero a la edad de 82 años en unos tiempos en que la mediana de vida era de medio siglo.

¿Un cura contrabandista? El dicton popular francés rebosa elocuencia meridiana al respecto: «Voler l’État, c’est voler un voleur et le Bon Dieu ne fait qu’en rire.» La moral católica no consideraba el contrabando un pecado sino una falta. Según los postulados eclesiásticos los contrabandistas cuando eran atrapados estaban obligados a librar la mercancía pero no existía la prohibición expresa de practicar el contrabando.

Evasión y espionaje en la Guerra Civil

Siguiendo aquella multisecular tradición fronteriza, montañeses navarros, vascos, aragoneses y catalanes durante la Guerra Civil pasaron no sólo a cuantos pudieron o quisieron buscar la zona rebelde por convicción ideológica, sino también por intuir que los putschistas acabarían venciendo. También lo hicieron por tener números para convertirse en candidatos a «un consejo de cuneta» precedido de «una saca», por estar tan hastiados como angustiados de oír los motores renqueantes de las brigadillas del amanecer que podían llamar a la puerta en cualquier momento para salir a dar «un paseo» y desaparecer sin dejar rastro. No se huía para no servir a la República sino para salvar el pellejo. Una mayoría de los catalanes que se pasaron no eran franquistas ni querían serlo pero Franco significaba la salvación. En el último verso de Mossèn Cinto Verdaguer: «Dolça Catalunya, pàtria del meu cor, qui de tu s’allunya», en lugar «d’enyorança es mor» se cantaba «recony quina sort».

José Maria Fontana Tarrats (Reus, Tarragona, 1911-Sanxenxo, Pontevedra, 1984), abogado, excursionista y esquiador, proclive escritor, padre de diez hijos, jefe provincial de FE de Tarragona (1933-1943), le exasperaba que existieran catalanistas apellidados García, González o Gutiérrez. Fue gobernador civil de Granada, procurador a Cortes, consejero del GMN, secretario general de la Cámara de Comercio de Madrid, vocal del Tribunal de Defensa de la Competencia, Premio Nacional de Literatura 1968 jefe de centuria en los frentes de San Sebastián, Teruel, Gandesa y Ulldecona. Situó entre treinta y cuarenta mil el número de catalanes que como él jugaron su vida a una carta: «Catalanes inteligentes, la ausencia y el vivir en climas universales les hizo perder la ferocidad autóctona del catalanista [...] Cuando la Generalidad dijo: Catalans a les armes!, le obedecimos todos. Pero nos fuimos con la verdadera Cataluña, a luchar con Franco.» Salió en el mismo barco de Barcelona con el biberón franquista Juan Antonio Samaranch, presidente de la última Diputación franquista, primer embajador español en Rusia después de 1939 y presidente emérito del COI.

A propósito, cabe añadir aquí aquella sentencia, traducida en hechos constatados durante casi cuarenta años, del filósofo y médico, Premio Príncipe de Asturias 1989 de Humanidades y sillón «J» de la Real Academia Española de la Lengua desde 1953, Pedro Laín Entralgo (Urrea de Gaén, Teruel, 1908-Madrid, 2001), pionero defensor de la unidad de la lengua catalana. Evolucionó de responsable del Servicio Nacional de Propaganda de FE a ser uno de los artífices del diálogo entre intelectuales castellanos y catalanes: «Los catalanes vencedores lo fueron como miembros del equipo vencedor pero en ningún caso como catalanes, y eso en la guerra y en la posguerra.»

El consulado de Francia en Barcelona, solamente entre 1936 y 1937, evacuó por mar a 6.630 personas de las cuales 2.142 eran religiosas y religiosos. Según Josep Tarradellas (Cervelló, 1899-Barcelona, 1988), conseller en diversas carteras de la Generalitat entre 1931 y 1938, presidente de la Generalitat de 1954 a 1980, se concedieron unos 100.000 pasaportes a sabiendas que sus beneficiarios no sólo se pasarían al enemigo, sino que, además, ayudarían a los rebeldes con el alma, dinero e incluso muchos darían la vida por el GMN.

En la retaguardia republicana los rebeldes organizaron redes de mensajería y evasión como Todos, Círculo Azul, Concepción, Córdoba, Osete, Felman. La LJRC de Vicente Costa y Aluja Roca sufrió nueve muertos. Luis Canosa dirigió el Ojo de Burgos desde la calle Aribau de Barcelona. El carlista Manolo Bustenga pasó 14 veces de una zona a otra y Carlos Carranceja dirigió la red Luis de Ocharán realizando, además, actividades de espionaje, información, sabotaje y socorro blanco. Cayó en peso: 20 cadáveres fueron enterrados con cal en Sitges.

Radio Nacional y Extranjera era un comercio de aparatos de radio y máquinas de escribir sito en plaza Catalunya, 16 de Barcelona. Encubrió actividades similares de espionaje y propaganda distribuida en buzones, bares, cafés, peluquerías, cines. Antonio Nolla Alsina, Juan Suárez y Domingo García de las Bayonas, confesos, confesados y comulgados fueron pasados en el castillo de Montjuïc por las armas entre arribas a España, una, grande y libre brazo en alto.

Las más importantes cadenas de correo y evasión fueron organizadas por los Servicios de Información de la Frontera del Norte de España (SIFNE). Este organismo, creado por el contumaz golpista Emilio Mola a iniciativa del conde de los Andes en agosto de 1936, halló la persona ideal para organizarlo: Josep Bertran Musitu. Era un abogado, pintor, escultor, políglota, cofundador de la Lliga, monárquico, ardiente defensor de la cultura catalana y de la enseñanza en lengua vernácula a través del Centre Escolar Catalanista, diputado de 1901 a 1923 por el distrito de Vilanova i la Geltrú. Además, en 1921 fue subsecretario de Hacienda siendo Francesc d’Assís Cambó titular de dicha cartera. Reorganizó el Sometent como fórmula económica, ideal y efectiva para combatir el contrabando. Luego, ostentó durante veinte días la cartera de Gracia y Justicia en 1922.

Un itinerario partía de Lleida a Barcelona (1ª etapa), Girona (2ª etapa), Figueres (3ª etapa), la Jonquera (4ª etapa) y el Pertús (5ª etapa). Por Figueres también se llegaba a Sant Llorenç de Cerdans en Francia o se ascendía por Espolla, Rabós d’Empordà o Garriguella. Otrosí: 1ª etapa, Barcelona-Manresa en tren; 2ª, coche de línea hasta Bassella pasando por Solsona; 3ª, Sallent d’Organyà; 4ª la Seu d’Urgell y 5ª Andorra. También, al llegar a Solsona, un taxi acercaba gente hacia Sant Llorenç de Morunys y de aquí a pie hasta las inmediaciones de la Seu d’Urgell desde donde en dos horas se llegaba a Andorra pero, si no había carabineros comprados, se debía dar un rodeo de diez horas.

La villa La Grande Frégate de Biarritz fue el cuartel general de los SIFNE instalados en Irún tras su expulsión de Francia. Se dedicaron a espiar buques que salían del Midi hacia Catalunya, a propagar el derrotismo, hostigar al SIM republicano interceptando valijas y correspondencia, seleccionando, contrastando y depurando noticias, intoxicando, fotografiando e incluso practicando infiltraciones y sabotajes en la zona republicana. En marzo de 1937 conocían con detalle la distribución de las distintas unidades republicanas desplegadas en el Frente de Aragón y la ubicación de 35 campos de aviación republicana con sus correspondientes efectivos.

Contó en su seno con vips catalanes como Felip Bertran Güell, hijo del fundador de los SIFNE; Joan Estelrich; Octavi Saltor; Manuel Vidal Quadras; Carles y Josep M. Sentís Anfruns; los escritores Eugeni d’Ors «Xenius» y Josep Pla; los ex ministros regionalistas Francesc d’Assís Cambó y Felip Rodés Baldrich (jefe de Prensa en París); el industrial de Sabadell Josep Gorina Turull; el alcalde de la Seu d’Urgell durante el Directorio de Primo de Rivera, Manel Fiter y el agente y comisionista de aduanas en Portbou Lluís Cabré Icart.

Los SIFNE, fusionados en febrero de 1938 con el SIM, pasaron a denominarse Servicio de Información para la Policía Militar (SIPM) dirigido por el general de Sant Gervasi de Cassoles José Ungría Jiménez. Era nieto de un soldado de Prim e hijo de un funcionario del Ayuntamiento de Barcelona, alférez en 1910, diplomado de EM en 1924 en la Escuela Superior de Guerra de París con superior nota a un compañero de pupitre llamado Charles de Gaulle. Además de todo esto, fue teniente coronel en 1927, agregado militar en 1930 de Madrid en París. No participó en las conspiraciones golpistas pero se incorporó a la zona rebelde por Irún en abril de 1937 gracias a la Embajada francesa en cuyo interior se escondió en octubre de 1936.

Cuando cayó Catalunya en febrero de 1939 el mundo entero llegó a la conclusión de que la República había perdido la Guerra Civil. Ante la inminente victoria final, Ungría se desplazó expresamente desde Burgos para organizar los Servicios de Seguridad mediante la transformación de quintacolumnistas, ex cautivos, «rojos arrepentidos» o miembros de la Columna de Orden y Policía[1] de zonas ya liberadas, de edades comprendidas entre los 33 y los 42 años, en agentes de seguridad provisionales para desempeñar funciones de investigación y vigilancia bajo la supervisión de la Jefatura Superior de Policía por el resto de la campaña con una mensualidad de 300 pesetas. Aseguró que Barcelona, «en el aspecto amplísimo del orden público no será más quitasueños de gobernantes ni mercado de claudicaciones». Elevó la delación policíaca al prestigio de acto patriótico para poder luchar con más eficiencia contra «la murmuración sistemática que huele a sabotaje político y social, y a los disfraces de españolismo, con derecho a crítica, sobre viejos historiales de separatismo productivo de los que Barcelona ha sido tristemente escenario y España entera su víctima» (La Vanguardia española, 26-2-1939).

Colaboraron con el SIPM los servicios alemanes Abwerh y Gestapo, la PVDE portuguesa, los italianos Servicio de Información Militar y la Organización para la Represión del Antifascismo y los franceses a través de la Organización Secreta de Acción Revolucionaria Nacional y La Cagoule. En Barcelona diversas francesas, encantadoras, alojadas en el hotel Continental, fingiendo ser periodistas, trabajaban para el SIPM. La espía Carmen Tronchoni, de 22 años, expiró ante el piquete en marzo de 1938.

En Madrid actuó eficazmente el coronel reservista de EM José Centaño de la Paz, cerebro de la quintacolumista organización Lucero Verde y un miliciano llamado «Teodosio Paredes Laina»: el teniente Manuel Gutiérrez Mellado (1912-1995), uno de los artífices de la transición democrática. Tras el 23-F, al cual se enfrentó con un par de cojones en pleno Congreso de los Diputados en unas imágenes que dieron la vuelta al mundo, confeccionó un programa para desarraigar nuevos brotes golpistas y falleció en accidente de tránsito trabajando en el seno de una entidad contra la drogadicción.

Agentes que operaban en el Midi, como Carlos Farran, domiciliado en 6, rue de la Poste de Perpinyà, con epicentro en Toulouse, se desplazaron en junio de 1938 al departamento de los Pirineos Atlánticos para prometer el oro y el moro a los soldados de la 43 División republicana refugiados en Francia tras la heroica resistencia en la Bolsa de Bielsa: cuantos cedieron, pocos, sólo vieron al moro.

N. Cortés, fabricante de calzado en un obrador donde está ubicada actualmente la pista Castell de Manresa, refugiado en Andorra a finales de 1936, realizó diversas misiones entre San Sebastián y Toulouse, fue delegado de la Suscripción Pro Movimiento Nacional en Lyon. Luego, se dedicó al contrabando en compañía de N. Sarret (hermano de un contrabandista de Bourg-Madame), Joan Sabaté y el ex agente del SIPM Santiago Roca, tratante de aceites y antiguo subordinado del jefe de prensa y propaganda del SIPM Carlos de Rafael Marés, residente en Marsella y huésped del hotel Saint-Julien de Biarritz.

Un agente del SIPM, de nombre ignorado, que operaba desde Andorra, encontró la muerte en uno de los tres puentes del camino romano de Llívia a Lleida que salvaban el Segre entre Noves de Segre y Organyà. Entre las gargantas de este río fue arrojado en 1839 con una piedra atada al cuello a la altura del piedrón de Sant Ermengol, el conde de España Charles Espagnac, gobernador de la Catalunya legitimista, tras ser estrangulado en el puente del Diablo y no el de Espía, fruto de una conjura carlista de malcontents a quienes había represaliado siendo gobernador fernandino de Catalunya en 1827.



[1] Josep Barniol Reixach perteneció a la Columna de Orden y Policía. Fue vilmente asesinado, si bien en extrañas circunstancias, por una partida de maquis en su masía de la Vila en el término de Alpens (Santa Eulàlia de Puig-oriol) el 15 de octubre de 1949. Junto a él estaba su mujer, Enriqueta Tubau, y un religioso que se encontraba casualmente allí para celebrar misa, mosén Llorenç Vilacís Viñets, director del Colegio Sant Miquel dels Sants de Vic (Barcelona).

Crónicas fugitivas

En el Brusi de 24 de diciembre de 1936 podemos leer que la noche anterior fueron puestos a disposición del Tribunal Popular los contrabandistas Colom y Dídac Laporta Bello, Josep M. Costa Rodés y Lluís Ruete Robles, detenidos en Portbou y acusados de dedicarse a hacer pasar la frontera «a gente indeseable y enemigos del régimen».

Raymond Blanc (Prats de Molló, 1914) ayudó a pasar fugitivos de la zona republicana hacia Francia. En la SGM fue corresponsal de prensa y delegado comarcal de propaganda del Gobierno de Vichy. El 27 de agosto de 1944 cruzó la frontera clandestinamente buscando la protección franquista. El GMN también devoró retoños franceses: fue internado en el campo de concentración de Nanclares de la Oca (Vitoria).

Semejante alegación de colaboración con el GMN formularon el secretario de Palaldà (Amélie-les-Bains) Alphonse Mias Dejoule, infiltrado por Maçanet de Cabrenys el 28 de julio de 1944 y avalado por el delegado comarcal del Frente de Juventudes de Figueres José María Elorduny Buscarons. También, el subprefecto de Ceret Peretti de la Roca al presentarse el 20 de agosto de 1944 a las autoridades españolas, acompañado de siete ciudadanos más, entre los que se encontraba el inspector del servicio antimasónico del Ministerio de Justicia vichysta Jean Brugiere.

El alcalde de Serdinyà Pere Melcior Giralt, el 16 de septiembre de 1944 entró en España clandestinamente por los Límits del Pertús. Para solicitar asilo político alegó haber formado parte, «con otras personas de Perpinyà de un organismo en favor de los amigos de Franco, auxiliando a los huidos de la zona roja y prestándoles socorro para pasar a la zona Nacional». Su esposa, Clara Mary, natural de Vallmanya, se reunió con él en 1945. Hacia 1951 retornaron a casa tras residir en Camprodon bajo la tutela del vecino Pere Colom Soler a quien habían ayudado durante la Guerra Civil.

Mosén Francisco Agustí Teixidó, natural de la Granja d’Escarp (Lleida), párroco de Adons, Corbins y Albalate de Cinca, desaparecida la tonsura de su cabeza, se camufló en las filas republicanas hasta que un día fue reconocido por un coterráneo. Entonces decidió refugiarse en la boca del lobo. No podía existir lugar más seguro: Sallent (Barcelona), localidad tristemente conocida o sumamente popular (según el color del cristal con que se mire) por haber sido capital de la proclamación del comunismo libertario en el Alto Llobregat en 1932 donde residían varios hermanos suyos. Uno de ellos, Josep, de profesión pintor, perteneció un tiempo al Comité, por la CNT. Se exilió en Mont-de-Marsan en 1939. De haberse quedado, aunque no tenía las manos manchadas de sangre, habría sido pasado por las armas. Manuel se llamaba otro hermano. Éste trabajaba de encargado en un taller mecánico de construcción de vagones con destino a la línea MZA convertido, fundiendo campanas, en fábrica de morteros del 81 y obuses para la aviación republicana durante la Guerra Civil. Era un ciudadano tan respetado por los dirigentes del Comité como apreciado por obreros y directivos. Mosén Francisco permaneció oculto unos cuantos días en una buhardilla de la Travesía del Teatro n.o 2 hasta que Manuel consiguió hacerlo pasar. Manuel era el abuelo materno del autor. Mi tío-abuelo mosén Francisco, capellán castrense y ferviente franquista, fue enterrado en 1989, con sotana, tal como dejó dispuesto.

Uno de los más quebrados y extensos términos de la provincia de Lleida es la Baronia de Rialb. En esta tierra de pasajes y escondite de desertores en la Guerra Civil, actuó un contrabandista llamado l’Ermengolet de Perecolls. Pasaba gente a Francia y Andorra por la ruta del valle del Segre hasta que fue eliminado, presumiblemente por algun carabinero, porque cobraba 500 pesetas por persona y al guardia en cuestión le pareció insuficiente el montante que destinaba a comprar su silencio. Normalmente los fugitivos se apeaban en la parada que el coche de línea de la Alsina Graells realizaba en Folquer, a medio camino del alto de Comiols. Por el Cimadal de l’Estall eran conducidos hasta Bóixols. Aquí eran recogidos por otro guía, y a veces con el mismo, llegaban a Andorra siguiendo la ruta de Taús, Castellàs del Cantó, Serra Seca, Sant Joan de l’Erm, Bosc de Santa Magdalena.

La misma función, mezcla de pasar gente y contrabando, realizó en el Pallars Jussà Pere Monsó Gimó «Pereisidre», de Abella de la Conca, asesinado por unos milicianos coterráneos suyos en las puertas de la fonda Gassó de la Seu d’Urgell. L’Esquirolet de la Faidella también pasó después de la guerra familias enteras que se querían reunir con sus exiliados en Francia.

En la comarca del Berguedà actuaron el Gravat de Gironella y Miquel Plana Casals (1912), vecino de cal Blanc de Vilacireres de Gósol (pueblo inmortalizado en 1906 por el ilustre veraneante Pau Picasso) muerto en 1937 por unos carabineros en la célebre palanca de Alàs (l’Alt Urgell). Numerosas evasiones desde el Berguedà hacia Andorra y Francia se organizaron en la fonda Cerdanya de la Pobla de Lillet y, en Guardiola de Berguedà en cal Rotllan de Brocà y la fonda de ca la Bòrnia.

El 11 de mayo de 1938 un grupo de 80 personas, la mitad de Berga, tras abonar 3.000 pesetas por cabeza, emprendieron camino de Francia por el término de la Nou i Malanyeu. Pasaron cerca del Catllaràs, Pla de les Forques, la Molina, vieron Puigcerdà y cuando estaban a punto de alcanzar la Guingueta d’Ix el falaz pimpinela dijo que debía retroceder para buscar a unos rezagados extraviados y desapareció. Detenidos el 14 de mayo, de la cárcel de Puigcerdà los mandaron a trabajar a la carretera de Sant Martí de Sesgueioles en Calaf y en la de Cardona a Solsona a la altura de Sant Ponç.[2] Pasaron mucho hambre. Obligados a partir con la Retirada, arribados los rebeldes, de Figueres les mandaron a un campo de concentración en Zamora. No pudieron salir hasta que llegaron los avales.

A decenas huyeron grupos de fugitivos de la zona republicana por Sant Llorenç de Morunys, pueblo de la comarca del Solsonès (Lleida) del cual solamente cuatro vecinos combatieron con la República, 67 marcharon a Andorra y 47 de éstos lucharon con Franco, bastantes en el Requeté. Como hiciera el canónigo de Vic Lluís Cura Pellicer, manresano, normalmente llegaban hasta la estación de Olvan (el Berguedà) en el Carrilet y de aquí emprendían camino hacia la Vall d’Ora procurando no pasar por núcleos habitados como Avià o Berga hasta alcanzar Sant Llorenç a pie o en la tartana del Nin. Los controles milicianos no era difícil burlarlos: solo había que enseñar el pase que fuera pero al revés para comprobar que ni le daban la vuelta y mucho menos comprobaban su veracidad porque no sabían leer. Descansaban en las masías Bella, els Ollesos o les Barraques, seguidamente subían por el Coll de Port hacia el Molí de Fòrnols (se pasaba entre el molino y la casa), la Vansa, Coll de Creus, la Bastida d’Hortons, cruce del Segre más arriba o más abajo, según el caudal, de la palanca de Alàs desnudándose, con la ropa al cuello, luego vestirse y atravesar la carretera, ascenso hacia Sant Julià de Lòria en Andorra por los Emprius y los llanos de Òrria. Este recorrido se podía cubrir en unas 30 horas contando los descansos. Habitualmente se salía al atardecer para llegar en la madrugada de un día después.

Joan Barraquer, de la Coma, pueblo de justificada tradición contrabandista, puesto que este país solsonés era de tierras pobres; Josep Canal «Manyanet»; Maria Graus y Ramon Rovira «Ramonet de cal Baró», taxista después de la guerra en Barcelona, intervinieron en innumerables pasajes. Este último realizó diversas misiones para los servicios de espionaje nacionales yendo y viniendo de Irún. Pasó al párroco de Brics, ex vicario de Sant Llorenç de Morunys, Josep Canal Vidal y al abogado cautivo durante 23 días de la cheka Sant Elies de Barcelona, diabético (tenía una herida en la pierna, sufrió en la travesía), fejocista (sinónimo de mártir por partida doble, ya que los democristianos eran perseguidos en ambos bandos —Franco fusiló a Carrasco i Formiguera el mismo día que abolió l’Estatut) Josep Cirera Solé l’advocat Senalles, cofundador de UDC en unión de Esteve Farré, Josep M. Trias Peix, Josep M. Farré y el padre de Miquel Roca Junyent, Joan Baptista Roca Caball (Declaració de principis, El Dia, 17-11-1931).

Josep Canal Roca (Sant Llorenç de Morunys, 1919), alumno de los Salesianos de Sarrià, carpintero, decorador y diseñador de interiores, cogió el tren espardenyal (el de San Fernando) a primeros de octubre de 1937 y llegó a Irún. Sobrino del rector de Brics, hasta entonces había colaborado en numerosas evasiones de familiares y conocidos de Berga, Manresa y sobre todo de l’Ametlla de Merola. Requeté en los tercios San Marcial, San Miguel, Nostra Senyora de Montserrat y Cristo Rey participó en la frustrada constitución del tercio Sant Jordi (desagradó la idea y el nombre a los militares), luchó en la reconquista de Teruel, en el frente del Ebro y en las cabezas de puente de Balaguer e Isona (Figuerola d’Orcau).

Diversos vecinos de Vilanova de Meià (Lleida) estuvieron encarcelados entre la Modelo y el castillo de Montjuïc de Barcelona del 20 de noviembre de 1936 al 17 de abril de 1937 por su condición de conservadores y católicos practicantes. Cuando volvieron a casa vivieron siempre con el ¡ay! en el cuerpo por temor a represalias y acciones de incontrolados. A mediados de febrero de 1938 habían partido hacia Andorra los vecinos Josep Miranda Rocaspana (alcalde de 1963 a 1973), Joan Estrada Massanés y Climent Durich Miret. No habían llegado malas nuevas y, tras una primera fallida tentativa a causa de la traición del guía, se organizó una segunda expedición formada por Anton Batalla Macià (su padre compartió celda seis meses en la Modelo con Josep M. Porcioles, alcalde de Barcelona de 1957 a 1973); Ramon Castejón París (nieto de los históricos republicanos leridanos Castejón Bagils); Josep Estrada Massanés, Antonio y Agustí Codina Molí, braceros de la finca de las Moreres de Isona (Pallars Jussà) y José Amorós Roset, militar retirado que llevaba una pistola y ya estaba escondido en esta propiedad pallaresa de los Castejón hacía días.

Llegaron a las inmediaciones de Aós de Civís (l’Alt Urgell) acompañados por el guía pallarés Joan Guitart Terrés «Joan de la Vall» (Berga, 1904-Abella de la Conca, 1972), quien conservó muchos años un balín en la pierna derecha de una expedición anterior mientras en aquella ocasión salió ileso pero con unos cuantos rasguños en la frente. Cuando desde el paraje de los Emprius se disponían a descender por el barranco de Llimois o Dimonis para entrar en tierra andorrana por Bixessarri cometieron alguna imprudencia: ¿encendieron fuego en tierra española? ¿hablaron alto? ¿dieron voces contra Azaña y vivas a Franco creyéndose a salvo? ¿hubo un tiroteo y murió un carabinero? chi lo sa? Las cuatro versiones así de mezcladas pero con cierto grado de verismo han llegado al autor. Los carabineros, instalados en una cabaña de las Bordes de Serbellà, al pie del Bony de Tresculs, en el antiguo camino de herradura que une Civís con Aós de Civís, a cuatro pasos de la línea fronteriza, los detuvieron, los torturaron para averiguar quién había detrás de su escapada, y los fusilaron, a todos, el 5 de marzo de 1938 al pie de una torrentera. Vecinos de Aós bajaron sus cadáveres en parihuelas hasta el cementerio. Los restos de Anton Batalla, en octubre de 1940, fueron trasladados al cementerio de su villa natal en cuyo nicho se lee «Caído por Dios y por España», mientras que los de su gran amigo mosén Enric Gabriel, protomártir de la diócesis de Urgell asesinado in odium fidei de un disparo a bocajarro en la frente ante la puerta de la casa parroquial de Vilanova de Meià el 22 de julio de 1936 por un desalmado de Artesa de Segre, desde 1988 reposan en la cripta de la catedral de la Seu d’Urgell encontrándose en proceso de beatificación.



[2] El anarquista Joan Garcia Oliver, ministro de Justicia, creó por decreto el 28 de diciembre de 1936, los campos de concentración y los campos de trabajo, además de habilitarse todo tipo de recintos. Amargos recuerdos conservan cuantos pasaron por el campo murciano de Totana (se leía a la entrada «Trabaja y no pierdas la esperanza»), Chinchila de Monte-Aragón (Albacete), Valmuel, cerca de Alcañiz (Teruel), Torres del Obispo (Huesca), Alcazaba (Almería) o San Miguel de los Reyes y Mislata (Valencia). En Barcelona, los buques Uruguay y Argentina, el convento-checa de Sant Elies, la Modelo, los castillos de Montjuïc y Cardona, el Pueblo Español, las prisiones de «inadaptados» de Sabadell y Vic. En Girona, la prisión celular de Figueres y el santuario del Collell. En Tarragona, los campos de Hospitalet de l’Infant, els Omells de na Gaia, Falset, Cabassés, los buques Cabo Cullera y Río Ter. En Lleida, los campos de Concabella, Ogern y el castillo de Ribelles. El ingeniero industrial y coronel en jefe de los campos catalanes Manuel Astorga lo enterraron vivo en la arena de Argelers. Para saber más, Francesc Badia, Els camps de treball a Catalunya durant la Guerra Civil , Montserrat, 2001.

El Socorro Blanco

Con anterioridad al GMN Socorro Blanco era el nombre de una organización carlista dirigida por Margaritas de la Caridad. Uno de los puntos de apoyo de Socorro Blanco era el estanco ubicado en el número 4 de la calle de la Palla de Barcelona regentado por las hermanas Vergara Espinosa, Carmen, Josefina y Mercedes. Recibían óbolos de variadas procedencias destinados a posibilitar medios, albergues y caminos para ayudar a huir de Catalunya a prófugos y desertores. También socorrían a religiosos ocultos e incluso facilitaban vino de misa y hostias para celebrar clandestinamente. Ahora bien: era un secreto a voces. El presidente Negrín, como el titular de Justicia Manuel de Irujo, sabían de su existencia. Encerraron a García Guijarro, Isabel Priego, Montserrat Segarra, Maria Miret, el fejocista Joan Rof, el escritor Maurici Serrahima y 40 militantes más de UDC. No se ejecutó ninguna de las penas de muerte impuestas el 10 de diciembre de 1938 por el Tribunal de Espionaje y Alta Traición de la Conselleria de Justícia de la Generalitat a Josefa Arderiu Borrell, Soledad Codina Arderius, Tomàs Ferrer Serra, José Ciscan Perelló, Salvador Gili Sardà, Josefa Sitjà Teixidor, Luis Ortiz Estrada, Joan Bonet Romeu, Ignasi Trias Peix, Carmen Taxonera Riera, Justo Uriarte Duran, Josefa y Mercedes Vergara Espinosa.

En el bazar Torras de la Ronda Universidad de Barcelona existió otra estafeta de Socorro Blanco, institución también dedicada a visitar cautivos en la Modelo y el castillo de Montjuïc. Recogían donativos entregados por personas en paquetes disimuladamente depositados en un estante concreto de la tienda simulando ser clientes interesados en adquirir juguetes, colonia, un cepillo de dientes, jabón o alguna cuchilla de afeitar. Por la noche eran distribuidos entre familias necesitadas por Ignasi Trias Peix y un tal Cisteller. Este mismo comercio y su almacén (el piso lo tenían incautado) también sirvieron de comedor y hospedaje de candidatos a cruzar la frontera.

La margarita de la caridad Maria Rosa Torras Llopart (Barcelona, 1918) recuerda que su particular ruta de evasión partía de la estación del Nord de Barcelona y finalizaba en la de Manresa donde cogían el coche de línea hasta Balsareny. Emprendían la carretera de las Vilaredes que conduce a Súria y tras caminar unas dos horas llegaban a una masía de confianza, posiblemente can Cortès del Pi, situada en los límites de los términos de Castelladral y Súria, donde acudía el guía a buscar el grupo. Por la tarde, María Rosa y su amiga de nombre Paulina regresaban a casa y los evadidos, en grupos de cinco a seis, emprendían un largo camino hacia Andorra que se cubría en seis o siete jornadas andando, como era habitual de noche y descansando de día. Por expresa indicación, los evadidos llevaban a la espalda un ato o un saco (también les servía de manta si carecían) con comida, guantes para el frío y alpargatas que sustituían los zapatos para poder caminar mejor. Su hermano Juan, de 15 años, fue encerrado en la cárcel de la FAI instalada en la sala de fiestas Le Moulin Rouge (rebautizada como el Molino tras la Guerra Civil). Cuando le soltaron, con su hermano Manuel, huyeron, conducidos por su hermana a través de este mismo trayecto hasta Andorra por un sendero paralelo al primitivo puesto fronterizo de la Farga de Moles en la Seu d’Urgell. Después, se pasaron a la zona nacional. Juan murió con 18 años recién cumplidos durante la ofensiva republicana de agosto de 1938 en la batalla del Ebro (Vilalba dels Arcs) luchando en el heroico Terç de Requetès Nostra Senyora de Montserrat.

En Lleida, Socorro Blanco confeccionaba prendas de abrigo, aliviaba familias que tenían el cabeza de familia muerto o encerrado y hogares sin ingresos con donativos en especie o dinero en metálico. También visitaba a presos y mantenía contactos con quintacolumnistas que aportaban observaciones valuosísimas para moverse. Existían tres grupos con una precaución fundamental: cada mujer solamente conocía a su enlace. Delegada: Rosario Alonso Guallar (padeció un registro domiciliario). Enlace de grupos: Dolores de la Peña Méndez (declaró sin consecuencias ante el Tribunal de Espionaje y Alta Traición). Tesoreras: Lluïsa y Anita Artigues. Miembros: Teresa Infante, Teresa Amorós, Antonia Piñol, Maria Artigues, Maria Balada, Teresa Castelló, Victòria Manonelles, Carme Alfaya, Teresa Perelló y Rosita Solans.

Uno de los guías de Socorro Blanco fue Jaume Feliu Torrentallé (Solsona, 1917). Dejó el Seminario cuando empezó la Guerra Civil, se escondió cuando la República le llamó a filas, fue condenado a muerte por prófugo y por ayudar a gente y desertores a pasarse. Estuvo cautivo en Solsona, Cervera y se escapó en Sant Guim saltando del tren en marcha. Su madre y su hermana sufrieron ocho meses de prisión por amparar fugitivos en la masía Creu Blanca. Caminando tres noches, Feliu, con Jaume Xic, de Solsona, cobrando de 600 a 700 pesetas por persona, conducían huidos hasta Andorra por Odèn, Alinyà, la Vansa y cruzaban la frontera 3 o 4 kilómetros más arriba de la Seu d’Urgell a la altura de la famosa palanca de Alàs. Después, retornaba cargado con tabaco de picadura. Los grupos, de 10 a 20 personas, una vez llegó a 200, se desencadenó un tiroteo y murió uno de ellos. En cierta ocasión, Feliu materializó la libertad de un joven de la farmacia de cal Sala, de Solsona, encerrado en el castillo medieval de Cardona convertido en cárcel, por encargo, vistiendo el traje de un teniente republicano al cual había ayudado a pasar. Su condición de persona católica no le sirvió de gran cosa porque, en enero de 1939, y hasta que no llegaron los tres avales de buena persona, como a todos aquellos que se ocultaron para no servir en las filas de la República pero que tampoco se pasaron al GMN, lo encerraron con prisioneros republicanos en el campo de concentración de Candás (Asturias). A continuación, tuvo que hacer un servicio militar de tres años. Transcurrido un largo lustro, regresaba a casa.