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La vida es una telenovela

Diseño de portada: Ricardo Caballero

Primera edición electrónica, junio 2011

© Mauricio Bares

[Historieta: Ricardo Camacho Barrera

© Publicaciones Malaletra Internacional

ISBN: 978-607-8176-01-4

Hecho en México

Mauricio Bares

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Narrador, ensayista, editor. Autor de Streamline 98, Sobredosis, Ya no quiero ser mexicano, La vida es una telenovela, Posthumano (finalista en el Premio Anagrama de Ensayo, España). La novela Apuntes de un escritor malo, también resultó finalista en el Premio Herralde de Novela, promovido por la editorial Anagrama. En ella se narra la infancia del protagonista, Anónimo Hernández, hoy mundialmente conocido.

Co-fundador del periódico A Sangre Fría (1993-95). Fundador y director de la editorial Nitro/Press. También fue finalista en el Concurso Herralde de Novela (2005).

Web: Mauricio Bares

La vida es una telenovela

Mauricio Bares

Narrativa

PRÓLOGO

Nunca he escrito para agradar a nadie y estos cuentos son la mejor muestra. Se trata de algunos primeros relatos –sobrevivientes de literales hogueras– que no creí volver a publicar jamás. Sin embargo, al quedar expuestos en un blog ha hecho que les sonría la fortuna y han sido publicados en forma impresa, bajo editorial Atemporia, y ahora en formato de libro electrónico, con Libros Malaletra.

Fueron escritos hace mucho, sin demasiadas lecturas y fuera del ámbito literario, lo que los hizo disfrutables y les otorgó un aura de libertad y cinismo que a penas he podido conservar como escritor. Presentan similitudes (producto de las mismas obsesiones) pero también diferentes estilos y abordajes. Fueron la respuesta visceral a esa época en que los "alfonsinos" acaparaban  todo, y cuando los blogs no eran ni ciencia ficción.

Una época cuya vida cotidiana se veía dominada por la omnipresencia de las telenovelas (y por su equivalente en el ámbito musical, la balada). Si bien las telenovelas no reflejaban en lo absoluto nuestra realidad, la realidad comenzaba a parecerse peligrosamente a las telenovelas. El relato "¿Por qué no podemos ser los de antes?" imagina un posible futuro para Luis Alberto Salvatierra y su esposa Mariana tras su final feliz en la telenovela Los ricos también lloran. Los personajes del cuento, de hecho, coinciden con las descripciones de los actores que los interpretaron.

Era una época en que la literatura –así, en general– podía ofrecer una alternativa a esta realidad, algo más sustancial, pero que en los hechos no pasaba de ser un aparato burocrático que sólo estaba dispuesto a celebrar aquellas obras donde las palabras volaban cual gaviotas a la mar.

Quizá se trata de relatos precoces. Y para que los lectores no los encontrarán muy despeinados, decidí darles una "manita de gato". La idea no era embellecerlos o "mejorarlos", sino sólo acercarlos a la idea que siempre tuve en mente pero que la premura con que fueron escritos me impidió lograr. De esa manera, el estilo ha ganado al verse libre de fanfarronerías y ha conservado íntegramente lo demás: su ira, su ironía, sus tramas, sus tonos y sus estilos originales.

El relato "El otro nombre de la rosa" (1986) tuvo una versión cinematográfica nominada al Ariel por "Mejor ópera prima" en 1992. También fue adaptado a historieta por Ricardo Camacho en una impresionante versión de 40 páginas en El Gallito Cómics.

El relato "La vida es una telenovela" tuvo una versión para radio y se transmitió en Suiza, en español y en alemán, en agosto de 1994.

Mauricio Bares

EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA

Lo que más me gustaba de la Rosa eran sus nalgas. No es que le falte al respeto, ya sé que está muerta, por eso estoy aquí. Seguramente todos éstos iban a verla de lejitos para hacerse una puñeta bajo la mesa. Y seguro que nadie sabía que se llamaba Rosa.

–Yo sí.

También fui el primero en notar que sus nalguitas habían crecido para asombro de los idiotas que seguíamos viéndola como una niñita escurrida; en sólo dos meses, cuando pasamos de segundo a tercero de secundaria, ocurrió el milagro. Y siempre he sido muy mula con la gente, incluida Rosa. Aún así me acerqué para preguntarle que dónde había comprado esas nalguitas tan ricas si el año anterior no tenía nada. Estaba listo para una bofetada, pero luego de ruborizarse me contestó con una sonrisa que después de doce años no se me olvida.

–Ahí viene el cortejo fúnebre...

Luego nos hicimos novios. Con ella empecé a domesticarme, a suavizarme, hasta le escribí unos versos. Me tenía embrujado... Desde chamaco había aprendido que el mundo era duro y me creí en la obligación de protegerla. Con los demás habían bastado las amenazas y los empujones; sólo el negro Ureña perseveraba. Déjala en paz pinche negro o te blanqueo a cabronazos, y que se me deja venir floreándome un ojo. Era mucho más alto que yo pero nos trenzamos rico y en cuanto pude le pateé el pito, tantas veces que casi se lo sumo. Ja. Quedamos como cristos en miniatura. El negro era machito y se quedó callado. No pasó nada.

El escándalo grande se armó después con el mamón que nos daba educación física. Ahí todo se vino abajo. Fue como morir una vez. No sé si mucha gente cree en esas pendejadas de la media naranja... Yo sí. Pero no quiero ver cuando la entierren, mejor me tomo el ron que traigo en el carro.