Este libro se lo dedico a una persona
muy especial que me quiere con toda su alma.
Se lo dedico a mi mamá, aunque en realidad
es como si me lo dedicara a mí,
ya que ella y yo somos una.
Kesia Disaya nació en Marbella el primer día de mayo de 1998, siendo una niña enormemente deseada. Hija única, sus padres incluso inventaron su nombre con significado: Disaya lo inventó su padre y la madre, con las letras, puso el significado («deseada hija ya»). Compone sus propias canciones, pues tiene un torrente de voz que, ya desde la cuna, sorprendía y deleitaba a todo el que llegaba. Además, ha compuesto la canción de su instituto y la canta. A los trece años escribió este libro, está ya escribiendo otro y tiene más en proyecto. A los ocho años comenzó a mostrar sus dotes artísticas pintando y decorando todas las paredes de su casa. Con un año ella tenía que contar un cuento a su madre y otro distinto a su padre antes de dormir.
Una madre se ve obligada a abandonar a su hija recién nacida en un centro a causa de una estafa que la dejó totalmente arruinada. La niña es adoptada por una pareja de millonarios, y pronto descubre que su padre adoptivo es realmente su padre biológico, lo que hace que, a los trece años, ella se encuentre con su madre. Una historia que te emocionará y te llegará a lo más hondo del corazón. Además, te hará vivir momentos inolvidables de ternura, emoción, alegría, rabia… ¿Estás preparado?
¿Por qué, mamá?
© 2013, Kesia Disaya
© 2013, Ushuaia Ediciones, S.C.P.
Carretera de Igualada 71, 2º - 8ª
43420 Santa Coloma de Queralt
info@ushuaiaediciones.es
ISBN edición papel: 978-84-15523-38-3
ISBN edición ebook: 978-84-15523-39-0
Primera edición: febrero de 2013
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Dibujos de los personajes: © Kesia Disaya
Todos los derechos reservados.
www.ushuaiaediciones.es
Este libro se lo dedico a una persona
muy especial que me quiere con toda su alma.
Se lo dedico a mi mamá, aunque en realidad
es como si me lo dedicara a mí,
ya que ella y yo somos una.
Érase una vez una madre, Brenda, que tuvo que abandonar a su hija Beauty en un centro de acogida, porque quería que pudiera tener una buena vida, una buena niñez, un buen futuro…, cosas que ella, a causa de su pobreza, no podía otorgarle.
Con el tiempo, esta pobre niña se hizo mala, porque no podía entender. ¿Por qué? Su madre la había abandonado, y se sentía sola en la vida.
Un día una familia quiso acogerla. Timothy y Susan eran novios, y a Susan lo único que le gustaba de Timothy era su dinero, ya que él era millonario. A Susan no le gustaba para nada el objetivo de adoptar a Beauty, por lo que su objetivo era ingeniárselas para echar a la niña a la calle, o hacerle la vida imposible. Cuando la niña llegó a la casa…
… No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que ¡eran millonarios! Susan le propuso a Timothy salir de paseo. Hacía muy buen día y el sol radiaba por doquier. Todas las personas estaban preparándose para ir a la playa, luego a tomar un helado…
A Beauty no le importaba el dinero para nada, ni salir de paseo, ni cualquier otra cosa, ya que lo único que necesitaba era sentirse querida, y responder esa incógnita que siempre la atacaba y que le impedía conseguir la felicidad. No saber por qué la abandonó su madre la mataba por dentro.
Ah… ¡Se me ha olvidado decíroslo!: ahora Beauty tiene una nueva hermana, Valentina, que es la hija de Susan. Valentina era idéntica a Susan en lo que a maldad se refiere, y su objetivo era el mismo: deshacerse de Beauty.
Cuando salieron de paseo decidieron sentarse a tomar un helado. Brenda, la madre de Beauty, se encontraba en ese mismo momento pidiendo limosna y… vio a Beauty.
Brenda, que no sabía que Beauty era su hija, se quedó como hipnotizada, como si su corazón intuyera que era parte de ella. Ese presentimiento la sumergió en una sensación constituida por una inmensa esperanza, alegría y emoción, que cubría todo su ser.
Timothy, en el pasado, tuvo una grandísima unión con Brenda. Ambos fueron novios, y él nunca se la pudo quitar de la cabeza. Veía algo especial en ella, algo que no veía, ni sentía, con nadie más.
Entonces Thimoty alzó la mirada, y localizó así a Brenda, pero no podía creer ni asimilar que fuera ella, ya que en el pasado había sido supermillonaria. Iba al mismo colegio privado que él, era la que mejor vestía de la clase…
De repente, Brenda se dirigió hacia donde estaba Thimoty…
Thimoty se quedó durante tres largos segundos mirándola, sin decir nada y desconcertado, al mismo tiempo que sentía un dolor inexplicable por verla en ese estado. Estaba paralizado.
Después de esos largos segundos, las únicas palabras que le salieron fueron:
—¿Eres tú, Brenda?
—Sí, soy yo —contestó ella.
—Pero, pero… ¿qué te pasó? —le preguntó aún desconcertado.
—Es difícil de explicar —dijo Brenda—, y lo siento, pero no quiero recordarlo. Me causó mucho daño, sobre todo por una decisión, muy difícil y delicada, que tuve que tomar. Ay, ¡qué mal! No quiero hablar más. Ya he hablado demasiado. Por favor, dame tiempo.
—Lo siento por haberte preguntado, pero es que me duele verte así —se apresuró a decir Timothy, y añadió—: Yo pienso cortarte esta situación desde hoy. Ah…, ya sé: ven a mi casa.
—¡Estás loco! —le gritó Susan—. ¿Cómo vas a meter a una indigente en casa?
—No… No quiero causaros problemas —dijo Brenda.
Pero Timothy no cambió de idea.
—Que no se hable más —sentenció—. Desde hoy vives en mi casa. Bueno, tranquila Susan: cerca de mi casa. Vas a estar en la casita que hay justo al lado de la nuestra. Y te daré ropa… y todo lo que necesites.
—No… No lo entiendo… —empezó a decir Brenda, que no salía de su asombro—. ¿Por qué haces todo esto por mí?
—Bueno, sería malvado si viéndote de esta manera no te ayudara, pudiendo hacerlo —se limitó a decir Timothy.
«¡La odio! ¡No la aguanto!, necesito planear algo», pensaba Susan, que no podía creer lo que estaba ocurriendo.
Timothy le enseñó a Beauty su nuevo colegio. Era un colegio de película, además de un colegio de artistas, donde los niños que tenían cualidades especiales (como cantar, pintar o bailar) tenían unas clases especiales para ellos.
En el colegio tenían comedia musical, y cuando Timothy dijo las palabras mágicas «comedia musical» los ojos de Beauty se iluminaron. Beauty cantaba genial, y bailando era la mejor, así que lo tuvo decidido: quería apuntarse a comedia musical. Y cuando Valentina se enteró de que Beauty sabía cantar y bailar se murió aún más de rabia, ya que ella también estaba en comedia musical.
Cuando Brenda vio su nueva casa se quedó boquiabierta: tenía una piscina en un jardín precioso… Y entonces Timothy fue a visitarla.
—Cuando éramos novios, ¿por qué desapareciste? —le preguntó—. Después del viaje, ¿qué hiciste? No me volviste a llamar… ¿Por qué?
Justo en ese momento estaba allí cerca Susan, y escuchó la palabra «novios».
—¿Cómo que fueron novios?
Era un momento verdaderamente dramático.
—¡Decidme! ¿Fueron novios? —gritaba Susan.
—Sí, fuimos novios —dijo Timothy—, pero eso ya pasó. Fue hace mucho, y yo ahora te quiero a ti, Susan.
A Brenda, inconscientemente, le llegó al alma que él dijera que lo suyo con ella ya pasó. Y a Susan le entró la desesperación, pues pensaba que todo lo que había conseguido hasta ese momento lo iba a perder de golpe: comprarse anillos de veinte mil euros, bolsos de cincuenta mil euros… Tan solo con pensarlo le entraba terror. Tenía que impedirlo, y se le ocurrió una grandísima idea.
Mientras tanto, la directora le pidió a Beauty que les demostrara su talento, pero cuando subió al escenario…
… Se resbaló por culpa de Valentina, que había mojado el suelo con aceite. Beauty se bajó del escenario enfadadísima. Sus ojos echaban lágrimas, al mismo tiempo que estaba avergonzada por haberse resbalado y hacer el ridículo. La directora, preocupada, se aceró a Beauty, pero antes de que ella llegara Beauty se encontró con Valentina.
—Oh, ¡qué pena! —le dijo de manera irónica—. ¿Te has hecho daño? Ten cuidado con los escenarios, que sooon muuuuuy peligrosos.
—¿Fuiste tú? —le preguntó Beauty.
—Sí, ¿y qué?
—¿Y encima me dices «y qué»? ¿Qué te he hecho yo para que me hagas esto? Me gustaría que ya que somos hermanas nos llevemos bien, pero si tú no quieres poner de tu parte, te trataré igual que tú a mí. Bueno, mejor dicho, aún peor.
—Bueno, tranquila —dijo Valentina—, que esto que te he hecho hoy no será lo único. Seré mucho, pero que mucho peor.
—¿Qué dices, Valentina? —le preguntó la directora, que había escuchado lo que estaba diciendo—. ¿Has sido tú quien ha provocado este caos?
—No, no, señorita. Yo no he sido —dijo Valentina.
—Valentina, ahora tendrás doble castigo. Encima de que te he oído te atreves a negarlo —la reprendió la directora, y después se fue.
—¿Ves?, quien ríe último ríe mejor —le dijo Beauty.
—Se ve que aún no me conoces… —contestó ella.
Susan llamó a su madre o, en otras palabras, a su jefa, pues fue ella quien manejó todo para que Susan tuviera todo ese dinero que tenía. Susan, su madre y Valentina eran todo un equipo para la maldad y para conseguir dinero. La madre de Susan se llamaba Úrsula.
—Mamita, necesito ayuda —le dijo Susan.
—¿Qué te pasa? ¡Habla! —le pidió su madre.
—Timothy ha traído a casa a una ex, se llama Brenda.
—¿Brenda? —dijo preocupada, como si conociera a Brenda y temiera algo mucho más preocupante—. Susan, mañana me mudo a tu casa.
—¡Qué gran idea, mamá! —exclamó.
Mientras tanto, Brenda vio a Beauty llorando desconsoladamente y fue hacia donde estaba ella, su hija, cosa que no podía revelarle.
—Pero Beauty, ¿qué te pasa? —le preguntó.
—No eres quién para que te lo cuente —contestó ella.
Pero Brenda insistió.
—Por favor, cuéntamelo. Solo quiero ayudarte.
—Bueno, sí, te voy a contar lo que me pasa —dijo finalmente Beauty—. ¡Mi malvada madre me abandonó porque me odiaba!
A Brenda esas palabras la mataron por dentro, sintió escalofríos y casi se desmayó, pero intentó que Beauty no se diera cuenta.
—Yo creo que tu madre no te odiaba —le explicó—. Nadie te puede ni podría odiar. Seguramente tenía algún motivo.
—¡¿Y tú qué sabes?! ¡Déjame en paz!
Después de decirle eso, Beauty se fue corriendo y Brenda se quedó destrozada, sin fuerzas, rota. Timothy pasaba por allí y vio llorando a Brenda.
—Por favor, cuéntame qué te pasa —le pidió—. Se me parte el alma viéndote así. Dime, ¿qué te pasa?
—Por favor, no quiero hablar. Necesito estar sola, pero gracias.
—Bueno, vale, te dejaré tranquila —aceptó Timothy—, pero que sepas que la conversación que tuvimos de «¿por qué me abandonaste de esa manera?» sigue en marcha, para cuando te recuperes. Y por favor, no llores, que cada lágrima es una puñalada para mí. Y si necesitas ayuda para cualquier cosa, por favor, acude a mí.
Entonces Timothy se fue al The Best School a recoger a las niñas. Cuando llegaron a casa, alguien llamó a la puerta. Fue… Úrsula.
Úrsula llegó con un montón de maletas y estaba distinta a como la había visto Susan la última vez (al saber que estaba Brenda quiso intentar camuflarse). Susan se quedó extrañada por el cambio de su madre, pero no le dijo nada por si se trataba de parte del plan.
—¡Bienvendia, ma! —le dijo.
—Susan, ¿por qué no me dijiste nada? —quiso saber Timothy al verla.
—¡Quería que fuera sorpresa! —contestó ella.
—Úrsula, bienvenida —saludó Timothy—. ¿Quieres tomar algo? Floren, prepara algo —le pidió a la cocinera.
—¿Me prestas un momento a Susi? —le pidió Úrsula—. Hace mucho tiempo que no la veo y… quiero hablar con ella.
—Ah, tranquila, me voy a dar un paseo por aquí cerca.
Timothy salió y se encontró con Brenda.
—Explícame, por favor —le pidió una vez más—. No entiendo… Después del viaje eras otra. No me dejaste volver a saber nada más de ti. Luego te encuentro en la calle de esa manera… Y aquí parece que hay algo que te preocupa.
—¡¿Quieres que te lo cuente?!
—Sí, por favor —le pidió Timothy.
—Vale —accedió Brenda—, te contaré: ¡me fui de viaje porque te encontré con otra! Y solo te voy a responder a esto, porque lo demás ¡no te incumbe!
Timothy no daba crédito a lo que oía.
—Tuvo que ser un malentendido. Por favor, escúchame…
—¡No hables más! —gritó Brenda—. No mientas más, os vi como una pareja, abrazados y todo.
—Ah —recordó él—, fue aquel día… ¡Escúchame, por favor! ¡No te vayas! Solo era una amiga que quería consolarme por la muerte de mi madre. El abrazo que viste solo me lo dio por pena, por mi situación. Solo era una amiga que estaba hablando conmigo.
Pero Brenda seguía enfadada.
—Ah, lo siento, pero ya da igual. Tú tienes novia y cada uno tiene su vida. Además, en todo este tiempo pasaron muchas cosas.
De repente alguien saludó a Brenda…
—¡Hola, amiga! ¡Cuánto tiempo, Brendita!
Eric se puso muy contento al encontrarse con Brenda, pero ella y Timothy, tras la conversación, quedaron rotos, con ganas de poder retroceder en el tiempo para arreglar ese malentendido y sintiendo a la vez impotencia por no poder hacerlo.
—¡Hola Eric! —le saludó Brenda.
—¿Quieres que tomemos algo, y ya de paso nos contamos nuestras vidas? —le propuso él.
—¡Ah, genial! ¡Qué buena idea! —exclamó Brenda—. Bueno, Timothy, ¡hasta luego!
—Tengo que contarte un montón de cosas, Eric —le dijo Brenda nada más marcharse—. Y gracias, porque siempre que tengo un problema ahí estás tú, para escucharme e intentar ayudarme.
—¿Quién podría no ayudarte, conociendo lo bueno que eres? —contestó él.
—Qué buena persona eres. Bueno, te cuento: después del viaje que hice, al ver a Timothy con aquella chica me quedé destrozada, rota, ciega. Y digo ciega porque después de ver a Timothy con esa chica me enamoré ciegamente de un traicionero, ya que lo único que quería de mí era mi dinero, cosa que consiguió gracias a su madre. Ellos me dijeron que firmara un papel y yo confié en ellos, y tras firmarlo me quedé en la ruina.
Eric no podía creer lo que escuchaba.
—Pero… ¿no llamaste a la policía? —le preguntó—. ¿No los denunciaste?