Anish Kapoor
EVA FERNÁNDEZ DEL CAMPO
NEREA
Ilustración de cubierta: As if to Celebrate I Discovered a Mountain Blooming with Red Flowers (“Como para celebrar que descubrí una montaña florecida con flores rojas”), Tate Gallery, Londres, 1981.
Dirección de la colección: SAGRARIO AZNAR Y JAVIER HERNANDO
© Eva Fernández del Campo, 2006
© Editorial Nerea, S. A., 2006
Aldamar 38
20003 Donostia-San Sebastián
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© De las ilustraciones: los autores
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ISBN: 978-84-15042-18-1
Maquetación: Eurosíntesis Global, S. L.
A mi padre, a Julia,
por ese vacío tan lleno que nos han dejado
AGRADECIMIENTOS:
Javier Arnaldo
Carmen García Ormaechea
Mitch Strom
LOS AÑOS DE FORMACIÓN: LA INDIA/INGLATERRA
• Las raíces indias y el aprendizaje europeo
• Y, por fin, el mestizaje
• El arte como yantra
• Obra comentada: Sin título, 1975
NOMBRAR, ENCARNAR, TRANSFIGURAR
• El artista chamán
• Un pintor que esculpe
• La transformación de la Naturaleza en arte
• Obra comentada: 1,000 Names ('1.000 nombres'), 1979-1980
LA EXPRESIÓN DEL MATERIAL Y LA CONSISTENCIA DE LAS FORMAS
• La montaña. Heridas, grietas, cavernas
• El color en su estado puro
• Nuevos materiales, el lenguaje industrial
• Obra comentada: Void Field ('Espacio vacío'), 1989
ÉL ES ELLA
• El retorno a la Gran Madre
• Alquimia y dualidad
• Lo cóncavo, lo convexo, espejos y trampantojos
• Obra comentada: When I am Pregnant ('Cuando estoy preñado'), 1992
EL DIÁLOGO CON LA ARQUITECTURA
• Paisajismo simbólico y urbanismo escultórico
• El arte como umbral
• La piel del espacio
• Obra comentada: At the Edge of the World ('Al borde del mundo'), 1998
AL FILO DEL ABISMO
• El vacío como espacio de transición
• Un lugar fuera del tiempo
• La necesidad de la mirada
• Obra comentada: Marsyas ('Marsias'), 2002
APÉNDICE
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
Anish Kapoor es hoy por hoy uno de los escultores más emblemáticos del panorama artístico universal. Es indio, pero no le gusta que se hable de él como de un artista indio y, aunque actualmente vive y trabaja en Londres y la mayor parte de su producción artística ha visto la luz en Inglaterra, tampoco le gusta que se hable de él como de un artista británico. Intentar encasillar a Kapoor en una nacionalidad o un credo, o categorizarlo como individuo de una determinada cultura resulta, a todas luces, un absurdo, pues no sólo su vida personal le ha convertido en ciudadano del mundo, sino que, además, su producción artística tiene un carácter universal que escapa a cualquier intento de etiquetado. Nacido en 1954 en Bombay, de padre hindú, tiene sin embargo el ascendiente hebreo de su madre, una judía originaria de Irak; premonición quizá de lo que serán su obra y su carácter. Su propia vida parece uno de esos juegos paradójicos, donde los complementarios se encuentran y los contrarios se funden, en los que la obra del artista nos implica con frecuencia; la infancia del artista estuvo marcada por la diversidad y por una maravillosa conjunción de opuestos: un padre perteneciente a una cultura profundamente matriarcal y una madre que proviene de una civilización de un marcadísimo signo androcéntrico. Como no podía ser de otra manera, el Kapoor adulto se ha interesado desde siempre, no sólo por las culturas de sus padres y por el budismo y el cristianismo, sino, además, por los paralelismos que existen entre las distintas religiones, las coincidencias y los puntos de encuentro, y ha entendido su trabajo como un reflejo de ello. Para Kapoor el arte no es en ningún caso un sustitutivo de la experiencia religiosa, sino más bien un espejo que, “sin procurar respuestas, quizá ayude a plantear preguntas, sin que esto –confiesa el artista– tenga necesariamente que servir de algo” (Allthorpe-Guyton, 1991, p. 50).
Aunque Kapoor es un creador de una extraordinaria coherencia, cuyo interés gira siempre en torno a una serie de temas recurrentes, desde 1973 hasta nuestros días puede apreciarse claramente una interesante evolución en su obra, así como una continua experimentación con los materiales, que permiten distinguir varias fases y varios momentos de inflexión en su producción artística. Alcanzó el éxito y el renombre que hoy tiene en los años noventa cuando, con tan solo 36 años, ganó el Premio Duemila de la Bienal de Venecia y, al año siguiente, en 1991, el Premio Turner en Gran Bretaña; hasta este momento, Kapoor atraviesa por dos grandes etapas: un primer período de aprendizaje y formación, y un segundo momento, a partir de 1979, año en que realiza un decisivo viaje a la India.
Su vocación artística nació en la India, donde abandonó sus estudios de ingeniería para dedicarse a la pintura. Se afincó en Londres en 1973, tras una estancia de dos años en Israel, y estudió Bellas Artes en Londres entre 1973 y 1978, primero en el Hornsey College of Art, y luego en el Chelsea School of Art. A partir de 1979 enseñó en la Politécnica de Wolverhampton y en 1982 se trasladó, como artista residente, a la Walter Art Gallery de Liverpool. Desde sus primeras obras, en 1976, hasta 1979, Anish Kapoor vive un primer momento creativo que podría considerarse de formación, en el que el artista va apuntalando su carácter y su forma de hacer, inspirado fundamentalmente en el arte occidental, y en especial en las obras conceptuales de Duchamp y Beuys, aunque sin dejar de lado otras experiencias artísticas, como el minimal o el arte povera o el funk de Paul Thek. Se interesa ahora un joven Kapoor por el Marcel Duchamp de las asociaciones alquímicas de El Gran Vidrio y de Étant donnés, y por la idea del arte como ritual y el aspecto cósmico chamanístico de Joseph Beuys, cuya obra conoce fundamentalmente gracias al artista rumano Paul Neagu. Muchas son las conexiones con el arte y los artistas contemporáneos occidentales y muchas son también, sin embargo, las discrepancias, porque Kapoor toma sólo aquello que requiere, sin comprometerse con nada ni con nadie y sin necesidad de ortodoxias. Admira, por ejemplo, el tratamiento del color en Barnett Newman, Mark Rothko o Ad Reindhardt; la austeridad y el número reducido de elementos utilizados por el minimal de los años sesenta y setenta, un movimiento que, sin embargo, le es totalmente ajeno en cuanto a su ausencia de sensualidad; la afirmación del yo femenino y de la mujer como origen, del arte feminista; la monocromía y la utilización del color como forma de sumergirse en la sensibilidad cósmica, de Yves Klein; o la polaridad materia-espíritu y la poética espacial de Lucio Fontana. Todas estas presencias e influencias llevan al artista a realizar, en estos primeros años, una serie de obras (instalaciones en su mayor parte), en la que utiliza, como Beuys, materiales enfrentados por sus cualidades térmicas, como el hierro y la tela de algodón; y crea espacios profundamente rituales y sexuales, una suerte de cámaras nupciales que evocan el Gran Vidrio, donde aparecen las ideas del encuentro, de la alquimia sexual y del matrimonio interno de Jung.
1. Fotografía de Anish Kapoor, Tarantara, 2002.
En una entrevista realizada en 1990 por Marjorie Allthorpe-Guyton, Anish Kapoor comentaba con esperanza que en el año 2000 habría aproximadamente cincuenta millones de no europeos viviendo en Europa, y que éstos definirían un arte nuevo que se implantaría sólidamente en la corriente principal, que transformaría las concepciones de la cultura y la raza y que nos rescataría de la crisis de la posmodernidad (Allthorpe-Guyton, 1991, p. 48). En 2004 las cifras de inmigración han superado abrumadoramente las previsiones, y las estadísticas dicen que, tan solo en Gran Bretaña, dos de cada mil habitantes son inmigrantes legales. Es precisamente aquí donde ya existe una generación de artistas, no sólo plásticos, que se ha consolidado y se ha convertido en parte de la nueva imagen de este país. Entre ellos destacan, provenientes también de la antigua colonia de la India, casos tan significativos como el de Salman Rushdie, uno de los más grandes prosistas anglófonos de nuestro tiempo que, también heredero de la tradición india, renueva su esplendor en contacto con Occidente; del mismo modo, toca en su obra el tema del choque cultural de los emigrantes Anif Kureshi, novelista, escritor de guiones de teatro y cine y realizador de películas que han contribuido a dar una visión del mundo y del panorama artístico abierto a muchas formas distintas y válidas, así como a un punto de vista transcultural donde se funden vocabularios visuales de diversos tiempos y lugares.
2. Fotografía de Anish Kapoor, Tarantara, 2002.
La primera fase de producción artística en la carrera de Anish Kapoor, que coincide con su etapa de estudiante y que se prolonga hasta 1979, supone precisamente el choque cultural previo al mestizaje y a la integración de las distintas tradiciones. Ser indio en la Inglaterra de los setenta, cuando se tienen veinte años, no es algo inocuo y es en ese momento cuando Kapoor ha de enfrentarse a las contradicciones internas que suponen el encuentro de la tradición antigua con el futuro posmoderno, la colisión de códigos culturales distintos y de tiempos históricos diversos. Es en este intenso momento de búsqueda personal cuando se fraguan los cimientos de su obra. Podemos imaginar al Kapoor de esos años como un joven deseoso de encontrar su lugar entre los dos mundos que conoce y que le arrastran hacia polos opuestos para desgarrarlo; quizá debamos verlo, como a tantos de sus compatriotas, o a tantos inmigrantes de cualquier nacionalidad en cualquier punto del planeta, debatiéndose entre el rubor por su pasado vinculado a lo ancestral y la admiración por el nuevo mundo tan próximo al futuro; verle debatirse entre el cariño y la intimidad del mundo de la infancia y la arrogancia de la imposición de lo otro; entre lo colonizado y lo colonizador, lo sagrado y lo secular y, en definitiva, entre el Este y el Oeste, y entre el Sur y el Norte. Será precisamente ese deseo de solventar la contradicción, de salvar el abismo insondable que se abre entre los dos mundos y de curar la dolorosa escisión que él vive en carne propia, lo que le llevará a engendrar un arte de umbrales pero sin fronteras, a encontrar puntos de unión y coincidencias en las divergencias y en los límites; un arte donde la contradicción y su anulación se convierten en un leitmotiv recurrente y omnipresente que acompañará a toda su producción artística.
No es extraño que el artista de las grandes polaridades se interese, al entrar en contacto con el arte occidental, por la obra de Marcel Duchamp, el rey de la paradoja; y no es raro que confiese en este momento haber abierto los ojos a la idea de que hacer arte no consiste en producir objetos más o menos bellos, sino que hay un propósito más profundo en ello; que la escultura habla de pasiones, creencias y experiencias que están más allá de la forma y del material.
Observando las obras de estos años setenta podríamos caer en la tentación de interpretar que encierran un cierto rechazo por las raíces asiáticas y una toma de partido por la modernidad que representa su nuevo entorno vital, pero realmente no es así: Anish Kapoor se está empapando en estos años de los aspectos que más le interesan de la cultura occidental, no para desvincularse de sus orígenes, sino, muy al contrario, y puede que inconscientemente, para aproximarse de forma definitiva a su pasado y traerlo al presente con una fuerza arrolladora cargada de novedad. Kapoor, en sus años de estudiante, y a través de sus primeras instalaciones, va urdiendo una trama que para siempre ligará lo indio con lo occidental; una urdimbre de influencias que ha sido densamente tejida con los hilos de la madeja cultural previa a su encuentro con Occidente y con referencias metafóricas que apuntan a horizontes ajenos a esta tradición. En este sentido, resulta curioso que “trama” sea el significado literal del término tantra, un conjunto de creencias, de prácticas y de manifestaciones artísticas de la India, asociadas con el esoterismo indio (tanto hindú como jaina y budista), que tiene muchos elementos en común con la obra de Kapoor por lo que ésta tiene de culto a la energía femenina y sexual, así como por el deseo de convertir la obra de arte en un microcosmos que reproduce en sí el funcionamiento y cada elemento del macrocosmos.
Tanto Anish Kapoor como el tantra se sirven de imágenes que condensan en sí las fuerzas del cosmos; ambos utilizan imágenes que son fórmulas sagradas con el poder mágico de concentrar la esencia de la divinidad y las energías del universo, piezas que son auténticos potenciadores energéticos por vía visual, y que en sánscrito se denominan yantra.
3. Srã Yantra, Rajastán (la India), siglo XVIII.
Todas las colosales polaridades que inundan la vida de Kapoor van a confluir, en sus primeras obras, en una visión del objeto artístico como una entidad cosmológica, una visión holística basada en una unión de los opuestos que se funden; en ellas aparece repetida la noción de cortar el cuerpo en fragmentos de materia, reducirlo a la simple expresión de lo simbólico. Toda su obra de este momento gira ya en torno a la interrelación entre lo interior y lo exterior, lo superficial y lo subterráneo, lo femenino y lo masculino y, en definitiva, a la plasmación de lo absoluto en torno a la unión del yo y el todo, principio en el que consiste también el pensamiento hindú, tanto en la filosofía sàükya donde el mundo fenoménico está compuesto por la unión de puruùa ('el alma pasiva') y prakçti ('el universo dinámico'), como en el principio de identidad del brahmanismo, que considera que el àtman ('ser individual') es idéntico a Brahman ('el ser universal', 'la pura inmensidad').
4. Representación de la energía femenina, øakti. Rajastán (la India), siglo XVIII.
5. Cosmograma de Punjab, siglo XVIII.
La obra de Kapoor representa una intensa búsqueda de sí mismo; el artista confiesa que su obra es un intento de hacer un retrato del interior, de su interior, que él define como un área desconocida, un vacío confortable y amenazante a la vez. En vista de ello, no es extraño que en sus años de estudiante Kapoor muestre un gran interés por el psicoanálisis y que lea ávidamente la obra de Carl Gustav Jung. En Jung, y especialmente en su obra Alquimia y psicología, encuentra Kapoor una respuesta a las contradicciones y un respaldo a la importancia que da a las oposiciones binarias, fundamento tanto del pensamiento indio como de la alquimia. “Sin la experiencia de los opuestos –dice Jung– no hay experiencia de la totalidad”, aproximándose así enormemente al mundo indio, cuyo pensamiento, como ya se ha señalado, aspira a atraer a los polos para encontrar la universalidad, algo que ya percibió Jung en sus estudios e interpretaciones del maõóala indio (uno de los tipos más frecuentes de yantra) y del que se sirvió para representar arquetipos de lo que Jung desarrolla como el subconsciente colectivo.
Por otro lado, entre 1975 y 1979 hay toda una serie de obras en la producción de Kapoor en las que aparece el tema del andrógino, otra de las constantes del arte indio, en el que el ser dual, dotado de una doble sexualidad, simboliza la ambivalencia de la naturaleza divina, la unión de los opuestos y también la armonía perfecta y la interdependencia entre los dos principios activos del uni verso, que reciben el nombre de øiva y øakti; el primero de ellos personifica el Cielo, y el segundo, la Tierra; en el andrógino, la parte femenina es el objeto, y la masculina, el sujeto: la primera encarna las almas individuales, y la segunda, el alma universal. La divinidad en la India es, por tanto, a un mismo tiempo masculina y femenina, creadora y destructora, liïga ('falo') y yoni ('vagina'), algo que Kapoor, interesado ya en el tema del andrógino desde sus años de estudiante, redescubre e identifica en su viaje a la India, tras el que relata su admiración por la gran cantidad de imágenes en las que se plasma de forma abstracta esta dualidad.
6. Mándalas realizados por pacientes de Carl Gustav Jung, de su obra Formaciones de lo inconsciente.
Según la concepción hindú del mundo, el elemento masculino resulta incompleto e incapaz de actuar sin el femenino, que constituye su energía activa, su capacidad creadora, y sólo la unión entre ambos puede satisfacerles y completarles, algo con lo que parece identificarse Kapoor cuando en una entrevista afirma: “Como artista considero que la parte creativa de mi trabajo es femenina (…) he reconocido este hecho como una realidad, y eso me permite trasladar mi interés a otros temas. Creo que es una liberación fundamental” (Allthorpe-Guyton, 1991, p. 49).
7. Liïga-yoni. Mont Abu, Rajastán (la India). (Fotografía: Eva Fernández del Campo.)
En 1978, antes de completar sus estudios en el Chelsea School, Kapoor realizó una obra sin título que consistía en una instalación en su estudio, en el que colocó, dividiendo la habitación, dos paneles transparentes pintados con trazos negros, conunas pinceladas muy gestuales que recuerdan a Jackson Pollock. Todo el espacio estaba lleno de objetos tridimensionales, tanto el suelo, con trozos de escayola, sedas y motores eléctricos, como las estanterías, que se podían contemplar a través de los paneles transparentes y en las que estaba dispuesta una serie de esferas. Cada uno de todos esos signos bidimensionales o tridimensionales simboliza las secreciones del cuerpo, la respiración cósmica, mágica y enigmática, creando un universo en sí mismo; una especie de constelación o un microcosmos, donde cada elemento del mundo fenoménico alude a un elemento del mundo trascendental. Un universo donde, como en muchas de sus obras, coexisten las oposiciones: dispersión y acumulación, superficie y volumen, solidez y transparencia, color y material, movilidad y quietud, alto y bajo, la manifestación de la confluencia de dos culturas: Oriente y el mundo contemporáneo, y también la rectitud de la tradición fálica contrastando con las formas fluidas y orgánicas del arte oriental.
8. Sin título, Anish Kapoor, 1986. Tinta sobre papel, 31 x 44 cm. Tate Modern, Londres.
9. Instalación sin título, Anish Kapoor, 1978. 900 x 600 x 450 cm.
Sin título, 1975
Desde el inicio de sus estudios de Bellas Artes en Londres en 1973, Kapoor mostró un gran interés por el arte occidental, y en especial por el arte conceptual. Se trata de un momento de maduración personal y de formación como artista que le llevará a inspirarse y a volcarse por completo en la posmodernidad para, unos años más tarde, reencontrarse con sus raíces indias y extraer del choque y de la fusión de ambas un nuevo lenguaje mucho más elaborado y propio. Esta instalación, a pesar de ser una obra de juventud, supone ya, sin embargo, una especie de declaración de intenciones, de confesión pública de lo que será para él el arte y un adelanto de los problemas que como artista planteará en su obra de madurez.
malefemale