Palabra de Francisco
Presentación y selección
de Francisco García Lorenzana
Primera edición en esta colección: marzo de 2016
© Libreria Editrice Vaticana
© de la selección y la presentación, Francisco García Lorenzana, 2016
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2016
Plataforma Editorial
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ISBN: 978-84-16620-48-7
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El 10 de febrero de 2013 saltaba inesperadamente una noticia inusitada en los últimos setecientos años de historia de la Iglesia católica: Benedicto XVI, acuciado por los escándalos de pederastia y por sus problemas de salud, presentaba su renuncia al trono de Pedro durante una reunión aparentemente anodina con los cardenales. Desde la abdicación de Celestino V en 1294, ningún papa había renunciado al cargo. El pontificado de Joseph Ratzinger, que se vaticinaba corto y de transición desde su elección en abril de 2005, llegaba a un final abrupto y abría numerosas incógnitas en una institución que se enfrentaba (y se sigue enfrentando) a numerosos y graves problemas del presente y de cara al futuro.
El cónclave reunido a continuación fue breve y llegaba a su conclusión el 13 de marzo a las 19:06 horas cuando la fumata blanca que surgía de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba que los cardenales habían elegido al sucesor de Pedro en la quinta votación del segundo día de deliberaciones. Poco después se anunciaba desde el balcón de la basílica de San Pedro que el elegido era el cardenal argentino Jorge María Bergoglio, prácticamente un desconocido para el gran público, pero que ya había quedado en segundo lugar en el cónclave que eligió al cardenal Ratzinger.
Esta elección establecía algunos hitos en la historia de la Iglesia mucho antes de conocer la personalidad y las ideas del elegido: se trataba del primer papa procedente del continente americano, del primero no europeo desde el 741, año del fallecimiento del sirio Gregorio III, y del primer papa perteneciente a la Compañía de Jesús. Un papa procedente del continente de la teología de la liberación y miembro de una orden religiosa que había mantenido unas relaciones tensas con Juan Pablo II y con el cardenal Ratzinger como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que además adoptaba el nombre de Francisco, permitía augurar un papado diferente. Pero, más allá de estos datos y de estas expectativas, ¿quién es Jorge María Bergoglio?
Nacido en Buenos Aires, en el barrio porteño de Flores, el 17 de diciembre de 1936, es el mayor de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Mario José Bergoglio, un piamontés que emigró a causa del avance del fascismo en Italia, y Regina María Sívori, nacida en Buenos Aires de padres también piamonteses. El trabajo del padre como contable en la compañía ferroviaria permitió que Jorge pudiera estudiar en un colegio de los salesianos y posteriormente en la escuela secundaria industrial Hipólito Yrigoyen, donde se graduó como técnico químico.
Tras acabar los estudios estuvo trabajando durante algún tiempo en un laboratorio dedicado al control higiénico de los alimentos, pero en esa época ya sentía una fuerte vocación religiosa, que se había ido gestando durante su paso por los salesianos y, sobre todo, por su relación con su abuela Rosa Vasallo, que marcó profundamente la personalidad y la vocación del futuro papa. Así, con 21 años, decidió convertirse en sacerdote e ingresó en el seminario de Villa Devoto, y un año después inició el noviciado en la Compañía de Jesús, que culminaría en 1971 al aprobar el tercer nivel en Alcalá de Henares e incorporarse de pleno derecho en la Compañía.
El noviciado lo llevó a Santiago de Chile, donde culminaría sus estudios de humanidades, que ampliaría posteriormente con una licenciatura en Filosofía en 1963 y en Teología en 1970. Entre 1964 y 1965 fue profesor de Literatura y Psicología en varios colegios de los jesuitas en Buenos Aires y el 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote a la edad de 33 años.
Durante sus estudios en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José fue alumno del teólogo jesuita Juan Carlos Scannone, fundador de la filosofía de la liberación y de la teología del pueblo, corriente argentina de la teología de la liberación, que influyó profundamente en su pensamiento y, sobre todo, en su labor pastoral.
Tras un primer destino como maestro de novicios en la residencia jesuita Villa San Ignacio de Buenos Aires, en 1973 fue nombrado provincial de la orden en Argentina, cargo que ocupó hasta 1979. De 1980 a 1986 fue rector del Colegio Máximo San José y párroco de la iglesia del Patriarca San José en el humilde barrio del mismo nombre en Buenos Aires.
Tras una larga etapa docente y parroquial, en 1992 Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Oca y auxiliar de Buenos Aires, donde colaboró estrechamente con el cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires. En 1997 ocupó el puesto de arzobispo coadjutor a causa de los problemas de salud del titular y al año siguiente, tras su fallecimiento, fue elevado a la dignidad arzobispal, que lleva aparejada el primado de Argentina. Tres años después, Juan Pablo II lo creó cardenal, y participó como tal en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger.
Su labor como párroco, obispo y arzobispo dibuja una personalidad humilde, muy alejada de los oropeles de los cargos que ha ocupado, muy preocupado por la justicia social y conservador desde el punto de vista doctrinal. Su estilo de vida sencilla, el uso del transporte público para desplazarse y el impulso dado a la labor parroquial en las barriadas más pobres, junto con la apertura al diálogo con todo tipo de colectivos, fueran o no católicos, y su presencia en actos reivindicativos le valieron el sobrenombre de «el obispo de los pobres».
Una vez elegido papa, Jorge María Bergoglio ha trasladado al Vaticano este estilo sencillo al renunciar al apartamento pontificio y alojarse en una habitación modesta en la Residencia Santa Marta, compartiendo el comedor común con el resto de los huéspedes, utilizando una sotana sencilla y renunciando a coches lujosos. También su discurso se ha impregnado de conceptos nuevos que han estado ausentes del vocabulario papal: misericordia, pobreza, dignidad, ecología, periferia, globalización de la indiferencia o cultura del descarte son algunas de las palabras que se repiten continuamente en los discursos del papa Francisco y a las que otorga un contenido más pastoral que doctrinal, interesado más por la práctica de, por ejemplo, la misericordia que por su definición teológica. Esto lo lleva a adoptar un punto de vista nuevo sobre la sociedad, la política, la economía o la cultura de este siglo XXI en el que pretende estar cerca de las personas y ayudar a solucionar sus problemas, sin renunciar a la doctrina tradicional de la Iglesia, pero poniendo más empeño en «amar al pecador» que en «odiar el pecado».
Los tres años de pontificado de Francisco han sido muy intensos y han generado más de un millar de páginas de discursos, mensajes, homilías, cartas, bulas y encíclicas que han marcado una agenda que viene definida por tres conceptos clave: misericordia, pobreza y familia. La preocupación del papa por la pobreza y la denuncia de sus causas, la apertura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia y el Sínodo sobre la Familia son posiblemente hasta el momento los tres jalones principales del papado de Jorge María Bergoglio.
En las páginas que siguen hemos intentado reunir un florilegio de las principales ideas y pensamientos del papa Francisco, después de revisar toda la documentación publicada en la página web del Vaticano (www.vatican.va), en la que se pueden consultar los documentos originales en toda su extensión. La actividad incesante del papa nos ha obligado a fijar un límite temporal a la documentación consultada, que hemos fijado en el 31 de diciembre de 2015, de manera que la actividad pública y publicada desde esa fecha hasta el momento de aparición de este libro no se encuentra incorporada en las páginas que siguen.
Hemos agrupado las citas en dos bloques diferenciados. El primero de ellos, «De Jorge a Francisco», se centra en tres aspectos concretos: las razones de la adopción de un nombre nuevo, «Francisco», en el listado papal, y hasta cierto punto sorprendente para un papa procedente de la Compañía de Jesús, que podría haber optado por «Ignacio», en homenaje al fundador de la orden y que tampoco ha sido utilizado por ningún papa; la definición del concepto de «misericordia», que es la idea esencial que mueve la acción pastoral del papa y que está en la base y en el trasfondo de las ideas y reflexiones que veremos en la segunda parte del libro, y «oración», que marca la espiritualidad personal y comunitaria que intenta definir y transmitir el papa Francisco. Desde su primer saludo como papa desde el balcón de la basílica de San Pedro, Jorge María Bergoglio ha pedido incesantemente que se ore por él y ha recalcado la necesidad de la oración para guiar al cristiano individual y a la Iglesia. La misericordia y la oración forman el cristal a través del cual se deben interpretar y aplicar la liturgia y la doctrina.
El segundo bloque, que reúne el corpus principal de citas, está ordenado alfabéticamente por conceptos generales, empezando en «abusos sexuales» y terminando en «trabajo». Dentro de cada tema las citas se ordenan de manera cronológica. Podrá comprobar que muchos de los temas tratados por el papa son totalmente transversales y aparecen en más de un apartado, pero hemos preferido adoptar esta ordenación para que el lector pueda tener una referencia rápida y estructurada de la opinión de Francisco sobre los temas más candentes de la actualidad social, política, económica y eclesial.
Esperemos que esta selección constituya una pequeña aportación a la creación de un mundo mejor que, en palabras del propio Francisco, «no alude ingenuamente a concepciones abstractas o a realidades inalcanzables, sino que orienta más bien a buscar un desarrollo auténtico e integral, a trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos, para que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha entregado». A esto no podemos decir nada más que «Amén».
Algunos no sabían por qué el obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en Francisco de Asís. Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al […] cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!
Encuentro con los representantes de los medios de comunicación, 16 de marzo de 2013.
Soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos.
Entrevista de Antonio Spadaro SJ para La Civilità Cattolica, 21 de septiembre de 2013.
Decidí vivir aquí, en la habitación 201, porque, al tomar posesión del apartamento pontificio, sentí dentro de mí un «no». El apartamento pontificio del palacio apostólico no es lujoso. Es antiguo, grande y puesto con buen gusto, no lujoso. Pero en resumidas cuentas es como un embudo al revés. Grande y espacioso, pero con una entrada de verdad muy angosta. No es posible entrar sino con cuentagotas, y yo, la verdad, sin gente no puedo vivir. Necesito vivir mi vida junto a los demás.
Entrevista de Antonio Spadaro SJ para La Civilità Cattolica, 21 de septiembre de 2013.
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.
Mensaje Urbi et Orbi, 31 de marzo de 2013.
Partiendo de que la misericordia de Dios no tiene límites –que es lo más importante–, si acudimos a él con corazón sincero y contrito, la cuestión para quien no cree está en obedecer a la propia conciencia. Hay pecado, también para quien no tiene fe, cuando se va contra la conciencia. Escucharla y obedecerla significa, de hecho, decidirse frente a lo que se percibe como bueno o como malo. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestras acciones.
Carta al periodista Eugenio Scalfari del periódico La Repubblica, 4 de septiembre de 2013.
Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros, cristianos, es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices.
Misericordiae Vultus, bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 11 de abril de 2014.
No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.
Misericordiae Vultus, bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 11 de abril de 2014.
Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Misericordiae Vultus, bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 11 de abril de 2014.
Ante la visión de una justicia como mera observancia de la ley que juzga, dividiendo las personas en justos y pecadores, Jesús se inclina a mostrar el gran don de la misericordia que busca a los pecadores para ofrecerles el perdón y la salvación. Se comprende por qué, en presencia de una perspectiva tan liberadora y fuente de renovación, Jesús haya sido rechazado por los fariseos y por los doctores de la ley. Estos, para ser fieles a la ley, ponían solo pesos sobre las espaldas de las personas, pero así frustraban la misericordia del Padre. El reclamo a observar la ley no puede obstaculizar la atención a las necesidades que tocan la dignidad de las personas.
Misericordiae Vultus, bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 11 de abril de 2014.
El Jubileo se refiere a la gran puerta de la misericordia de Dios, pero también a las pequeñas puertas de nuestras iglesias abiertas para dejar entrar al Señor –o muchas veces dejar salir al Señor–, prisionero de nuestras estructuras, nuestro egoísmo y de muchas cosas.
Audiencia general, 18 de noviembre de 2015.
Es justo contemplar la misericordia de Dios, pero hay muchas otras necesidades urgentes. Es verdad, hay mucho por hacer, y yo en primer lugar no me canso de recordarlo. Pero hay que tener en cuenta que, en la raíz del olvido de la misericordia, está siempre el amor propio. En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses, de placeres y honores unidos al deseo de acumular riquezas, mientras que en la vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y de mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia. Los lemas del amor propio, que hacen que la misericordia sea algo extraño al mundo, son tantos y tan numerosos que con frecuencia ya no somos ni siquiera capaces de reconocerlos como límites y como pecado. He aquí por qué es necesario reconocer el hecho de ser pecadores, para reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina.
Audiencia general, 9 de diciembre de 2015.
Pero la misericordia y el perdón no deben quedarse en palabras bonitas, sino realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha transformado nuestro corazón y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a ir siempre más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Audiencia general, 16 de diciembre de 2015.
¡Cuánta necesidad de oración tiene un obispo, un cardenal, un papa, para ayudar al pueblo de Dios a seguir adelante! Digo «ayudar», es decir, servir al pueblo de Dios, porque la vocación del obispo, del cardenal y del papa es precisamente esta: ser servidor, servir en nombre de Cristo. Rezad por nosotros, para que seamos buenos servidores: buenos servidores, no buenos dueños.
Ángelus, 23 de febrero de 2014.
El espíritu de oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que siempre le falta el tiempo, vuelve a encontrar la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados.
Audiencia general, 26 de agosto de 2015.