Cubierta

Historia íntima de la humanidad

Theodore Zeldin

Traducción de José Luis Gil Aristu

Plataforma Editorial

Prólogo

Nuestras imaginaciones están pobladas de fantasmas. Presento aquí los resultados de mis investigaciones acerca de los fantasmas familiares, que nos dan seguridad; de los perezosos, que nos hacen obstinados, y, sobre todo, de los terroríficos, que nos desalientan. El pasado nos asedia, pero, de vez en cuando, la gente ha cambiado de opinión sobre él. Quiero mostrar cómo, hoy en día, los individuos pueden hacerse una idea original tanto de su propia historia como de la del catálogo completo de crueldad, incomprensión y alegrías de la humanidad. Para tener una visión nueva del pasado, ha sido siempre necesario haber tenido previamente una visión nueva del futuro.

Cada uno de los capítulos de mi libro comienza con el retrato de una persona real, con sus deseos y sus penas, en la que el lector reconocerá, quizá, algo de sí, pero que también está constreñida por actitudes heredadas de unos orígenes olvidados hace largo tiempo. La mente es un refugio para ideas que datan de siglos diversos, al igual que las células del cuerpo tienen diferentes edades y se renuevan o deterioran a distinta velocidad. En vez de explicar la peculiaridad de los individuos refiriéndome a su familia o a su infancia, me sitúo en una perspectiva más amplia y muestro cómo prestan atención a la experiencia de generaciones anteriores más distantes –o cómo la ignoran– y cómo prosiguen las luchas de muchas otras comunidades extendidas por el mundo entero, vivas o extinguidas, desde los aztecas y los babilonios hasta los yorubas o los zoroástricos, entre los cuales cuentan con más almas gemelas que las que pueden reconocer.

El lector no va a encontrar en estas páginas historia organizada como en los museos, donde cada imperio y periodo aparecen cuidadosamente separados. Escribo sobre cosas que no suelen reposar inertes, sino sobre ese pasado que aún vive en las mentes de las personas. Sin embargo, antes de explicar qué voy a hacer con esos fantasmas, me gustaría presentarles algunos de ellos.

Agradecimientos

Este libro es el resultado de la ayuda, el estímulo y los ánimos de muchas personas. Me gustaría agradecer a todos cuantos han tratado conmigo su experiencia de la vida; cada uno de ellos ha aumentado, de manera diversa, mi respeto por la especie humana. Mis colegas del St. Antony’s College, de Oxford, me han demostrado una gran amabilidad y han compartido libremente conmigo su erudición. Periodistas de distintos países que saben mucho más de lo que dicen o escriben en público me han proporcionado generosamente pistas valiosas en mis indagaciones locales. Al haber pasado una gran parte de mi vida leyendo libros, mi deuda hacia otros autores es inconmensurable, como lo es también la que mantengo con bibliotecarios y libreros que me ayudaron a dar con ellos. Estoy muy en deuda con la gente de los negocios, asociaciones voluntarias, políticos y funcionarios públicos que, al haberme invitado a debatir con ellos sus objetivos o estrategias, me han permitido introducirme en mundos normalmente cerrados a personas ajenas y observar directamente los problemas prácticos que la erudición libresca no puede captar del todo. Christopher Sinclair-Stevenson, Claude Durand, Hugh Van Dusen, Christopher MacLehose, Jean-Bernard Blandinier, Eric Diacon, Roger Cazalet, Andrew Nurnberg y Robin Straus, así como Edith McMorran y Louise Allen, han convertido la edición en un placer. He sacado un gran provecho de mis discusiones con Christina Hardyment. Y, como siempre, mi esposa, Deirdre Wilson, me ha mostrado una generosidad inagotable con sus ideas y su estímulo. No sé por qué dice la gente que escribir es una ocupación solitaria.