vineta

Editado por
Editorial Universidad del Norte en noviembre de 2013.

Portada

Contaportada

Oscar el hombre de agua, loco y genio

 

Olga Patricia Barón Buitrago

 

Universidad del Norte

Barón Buitrago, Olga Patricia.

Oscar: el hombre de agua, loco y genio / Olga Patricia Barón Buitrago. – Barranquilla: Editorial Universidad del Norte, 2011.

242 p.: il.; 16 x 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas (p. 241-242)

ISBN 978-958-741-387-8

1. Psicopatología infantil. 2. Psicosis en niños I. Tít.

(618.9289 B265 22 ed.) (CO-BrUNB)

 

Universidad del Norte

www.uninorte.edu.co

Km 5 vía a Puerto Colombia. A.A. 1569

Barranquilla (Colombia)

 

© Universidad del Norte, 2011

© Olga Patricia Barón Buitrago, 2011

Versión ePub: noviembre de 2013

Coordinación editorial
Zoila Sotomayor O.

Diseño y diagramación
Munir Kharfan De los Reyes

Diseño de portada
Joaquín Camargo Valle

Versión ePub
Epígrafe Ltda.
http://www.epigrafe.com

Este libro se lo dedico a mis padres.

Mi agradecimiento es para mis pacientes,
y en especial para aquel a quien llamé Oscar,
porque me han permitido entrar a sus mundos.
Para el Dr. Alejandro Rojas-Urrego, quien no
solo me ha transmitido conocimiento sino la
pasión por el trabajo psicoterapéutico, y además
me ha acompañado y apoyado generosamente
en toda mi formación como psicoterapeuta.
Como el origen de las historias son
fundamentales: a mis padres, que tanto me
quisieron y a quienes quiero tanto. Por último,
a mis hermanos y algunos amigos, por su apoyo
durante toda la elaboración de este trabajo.

Contenido

Contenido

Presentación

Autora

Introducción

Parte I. Consideraciones teóricas

Siguiendo el rastro de los historiales clínicos de las psicosis infantiles

Historial clínico

Las psicosis infantiles

Definiciones de psicosis infantiles

Evolución histórica del concepto de psicosis infantiles

Aspecto clínico de las psicosis infantiles

Autismo infantil precoz

El síndrome post-autista

La psicosis simbiótica

Consideraciones psicopatológicas en las psicosis infantiles

Donald W. Winnicott

Frances Tustin

Psicoterapia con niños psicóticos

Parte II. Proceso psicoterapéutico

La investigación clínica en un caso de psicosis infantil

Historial clínico de Oscar. Un modelo descriptivo de investigación de psicosis infantil

El espacio donde se llevó a cabo la psicoterapia

El primer encuentro

Entrevista inicial

Primera sesión de psicoterapia

Segunda sesión de psicoterapia

Tercera sesión de psicoterapia

Cuarta sesión de psicoterapia

Quinta sesión de psicoterapia

Sexta sesión de psicoterapia

Séptima sesión de psicoterapia

Octava sesión de psicoterapia

Novena sesión de psicoterapia

Décima sesión de psicoterapia

Undécima sesión de psicoterapia

Duodécima sesión de psicoterapia

Décimo tercera sesión de psicoterapia

Decimocuarta sesión de psicoterapia

Decimoquinta sesión de psicoterapia

Parte III. Reflexiones finales

Una conclusión inconclusa

Comprensión de la psicopatología

Comprensión del proceso psicoterapéutico

El inicio

Desarrollo de la psicoterapia

El fin

Despedida

Referencias

Notas

Presentación

Si algo llamó la atención de la primera lectura que hice a este documento fue la honestidad de una psicoterapeuta frente a su labor cotidiana. Mucho se dice de lo que un psicólogo o psiquiatra realiza pero poco es lo que en la literatura se encuentra sobre su actuar. Usualmente, los testimonios se realizan a través de pequeñas ilustraciones, llamadas viñetas (ventanas), mediante las cuales solo se perciben algunos puntos de un proceso, el cual en la mayoría de las ocasiones, la teorización eclipsa.

Si pudiera hacer una comparación con el mundo de la imagen, se me viene a la mente la división entre las películas de ficción y los documentales. Estamos llenos de ficciones sobre lo que es el trabajo de un terapia psicológica y pocas veces tenemos la posibilidad de enfrentar un documento que nos revele la totalidad del proceso.

Aristóteles en su Poética enunciaba el concepto de verosimilitud para referirse a la idea de cómo el autor de las tragedias debería reproducir las características de la realidad. La lectura de este texto nos acerca a la totalidad de un proceso, lo que da ese carácter de verosimilitud; no hay omisiones, la autora nos muestra sus reflexiones teóricas, los sentimientos que le deja el paciente, nos muestra su forma de ir pensando acompañada del paciente sobre lo que ambos están descubriendo. Por eso me parece que esta obra es un documental.

Y este documental nos permite adentrarnos no solo en el proceso de un psicólogo con su paciente, sino en la mente de un paciente con un trastorno mental, específicamente una psicosis infantil. Sé que este par de palabras no son las más agradables de leer. Pero a propósito de realidades, no entiendo porque llamar a las cosas de otra forma. Las psicosis infantiles son un universo que debemos entender como el cruce de dos conceptos, el pensamiento delirante y la noción de juego infantil.

El pensamiento delirante es una conjunción de representaciones de realidad junto con deseos inconscientes. Freud lo concibió como una forma de pensamiento que debe ser comprendido, y no eliminarlo, para poder entender los mecanismos que llevan a la enfermedad.

El juego infantil es la forma que tiene el niño de representarse las realidades que vive; mientras los adultos tienen un pensamiento interiorizado, en los infantes es como si todavía no se hubiera dado un proceso de cierre mental y sus pensamientos estuvieran en el afuera, a través del juego.

Estas dos formas se encuentran en Oscar y esto es lo que este documento nos permite ir observando, entender cómo este universo incomprensible es la manera que tiene un paciente con este trastorno de relacionarse con el mundo, de reciclarlo, significarlo. El terapeuta, venido del mundo de la realidad, se presta como un interlocutor que le permite al paciente ir reconstruyendo un sentido.

El terapeuta se aproxima a ese mundo que maneja códigos diferentes, hace tanteos, propone hipótesis sin carácter de verdad sino como tentativas de acercamiento; el paciente poco a poco va confirmándole la validez de sus aproximaciones a su mundo.

En la lectura del transcurrir de las sesiones se percibe la co-construcción de un universo de relación: el paciente, aparentemente salido de la realidad, da muestras de su vínculo con ella. La lectura se convierte en una especie de viaje planetario estilo El Principito, simplemente que aquí no hay un solo asteroide sino que hay muchos pequeños planetas que en el texto se enuncian como mundos, de agua, de libros de arroz, de robots, de polloclocks.

Hay un punto culminante, la sesión número catorce, en la cual el paciente relata una historia que nos permite adentrarnos en el nodo de su estructura. Allí lograremos entender cómo, desde su realidad “aparte”, este mundo psicótico le ha permitido vivir y defenderse del dolor del proceso de crecimiento, del desprendimiento de sus figuras de apego, del dolor de contactarse con los demás.

En estas épocas en las cuales la noción de alteridad ha permeado los diversos discursos filosóficos y sociales, este testimonio de Oscar nos sirve para pensar en que hay otras formas de percibir y representar la realidad y que la función de un psicoterapeuta consiste en servir de traductor entre el mundo delirante y el mundo de la supuesta realidad real.

LUIS FERNANDO ORDUZ
Bogotá, abril 2011

Autora

Olga Patricia Barón. Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia), especialista en Psicología del Niño y del Adolescente de la Université René Descartes, Paris 5 (Francia) y magister en Psicología de la Universidad del Norte (Colombia). Es profesora de la especialización y la maestría en Psicología Clínica de la Universidad del Norte desde 1997, y profesora de la subespecialización en Psiquiatría de Niños y Adolescentes y de la especialización en Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana desde 2008.

Introducción

Este trabajo es la presentación de un historial de caso de un niño de 13 años con psicosis infantil, a quien se tomó a cargo psicoterapéuticamente, durante cinco meses, una vez a la semana, a comienzos de la década de los noventa. La inteligencia del paciente, a quien se llamó Oscar, permite tener un acercamiento a esta patología de rica productividad. Así mismo, el hecho de tener 16 protocolos, tomados después de cada una de las sesiones con Oscar, permite presentar un historial clínico detallado que da la oportunidad de profundizar tanto en la comprensión de la patología como en lo que sucede en un proceso psicoterapéutico de orientación analítica con un niño de estas características.

Los historiales clínicos de tratamientos de psicoterapia son una de las herramientas esenciales para comprender tanto las diferentes psicopatologías, como para acercarse a entender cómo es que se desarrolla un proceso psicoterapéutico. Desafortunadamente, son muy escasos los materiales que se encuentran en la literatura; en general, existen viñetas o relatos de casos, pero no procesos completos. Un historial de caso es un testimonio de una experiencia clínica compartida entre el psicoterapeuta y su paciente, lo que implica conocer la relación que se establece entre estas dos personas, los afectos que este proceso genera en los dos participantes, la forma de trabajar de ambos, las fallas y los aciertos del psicoterapeuta, la desconfianza y la confianza que el paciente va a tener en el tratamiento, las enseñanzas y las correcciones que hace el paciente; pero sobre todo implica acercarse a la complejidad del psiquismo humano con sus grandes posibilidades y su gran sufrimiento, en especial en las psicosis infantiles.

PARTE I
Consideraciones teóricas

Siguiendo el rastro de los historiales clínicos de las psicosis infantiles 

La literatura acerca de las psicosis infantiles es muy extensa. Sin embargo, aunque es posible encontrar historiales clínicos con niños psicóticos, la mayoría de ellos son de tratamientos psicoanalíticos y no de psicoterapia de enfoque psicoanalítico.

Si nos referimos a trabajos de psicoterapia, se encuentra el de Alberto Lasa Zulueta (1998) en el cual expone el tratamiento realizado en una psicoterapia con una intensidad de una vez a la semana de un niño psicótico, durante un periodo de 12 años. Lasa Zulueta tuvo en tratamiento a este niño de los 11 a los 23 años. Su trabajo se centra en el estudio de las vicisitudes de la relación. Este tratamiento se llevó a cabo en una institución de servicio público. El autor describe momentos de la psicoterapia que permiten ver el establecimiento de la relación de confianza y los progresos que logra el paciente, pero como es evidente por la extensión en el tiempo de tratamiento, no se encuentran en detalle las sesiones que realizaron, sino viñetas del tratamiento.

Desde el psicoanálisis, se encuentran los historiales clínicos clásicos. En primer lugar, el caso tratado por Melanie Klein (1929) que llamó Dick. Melanie Klein se basó en este caso para desarrollar cuestiones teóricas respecto a diferentes temas, entre ellos la formación de símbolos en el desarrollo del Yo, el desarrollo del sadismo y sus defensas, entre otros.

Después encontramos el historial del caso llamado la pequeña Piggle, de D. W. Winnicott (1964), constituido por la reproducción de los apuntes tomados a lo largo de un tratamiento que inicio cuando la Piggle tenía dos años y cuatro meses y finalizó cuando la niña había cumplido cinco años. Winnicott trabajó con la Piggle 16 sesiones en total, con intervalos variable entre una y otra sesión, pues las sesiones se llevaban a cabo cuando la niña pedía ver a Winnicott. Historial de gran riqueza y que permite no solo estudiar la forma en que Winnicott trabaja sino también la posibilidad de reorganización psíquica lograda en la pequeña.

Encontramos, igualmente desde el tratamiento psicoanalítico, aunque este fue un trabajo desarrollado en una institución, los casos analizados por Bruno Bettelheim (1967) de niños con autismo en tratamiento en la Escuela Ortogénica. Trabajo que permitió a Bettelheim desarrollar su propia teoría acerca del autismo o La fortaleza vacía, como denominó a su libro.

También están los trabajos desarrollados por Frances Tustin (1987), consignados en el libro de Estados autistas en los niños. Allí la autora expone varios casos que tuvo oportunidad de tratar y las diferentes teorías que desarrolló alrededor del problema de autismo, la clasificación que realiza de las diferentes patologías psicóticas y que serán herramientas esenciales para el tratamiento de niños psicóticos, especialmente autistas.

Es de mencionar el estudio desarrollado por Donald Meltzer (1979) con su equipo de trabajo —todos ellos analistas, que estaban bajo su supervisión— y que fue consignado en el libro Exploraciones del autismo. Los casos que presenta son niños que han salido del autismo total y que por lo tanto tienen la posibilidad de pintar o de alguna comunicación verbal, lo que les permitió hacer un estudio profundo por medio de la construcción retrospectiva del estado autista integral.

No se pueden dejar de citar los trabajos de Francoise Dolto (1957) con niños psicóticos. En estos trabajos, en especial en sus artículos “L’enfant du miror” y “Le Cas Dominique”, Dolto desarrolla su teoría acerca de la imagen inconsciente del cuerpo basándose en los hallazgos realizados en el tratamiento con estos niños psicóticos.

Desde la corriente psicoanalítica, pero desde el enfoque lacaniano, son múltiples los trabajos de psicosis infantiles, pero estos en general son teóricos y con viñetas clínicas más que con historiales de caso.

Finalmente, resulta de particular importancia citar el trabajo realizado por Joyce McDougall (1960), que dio origen al libro Diálogos con Sammy, una obra apasionante, en la cual se consigna un tratamiento psicoanalítico de una intensidad de cinco veces a la semana, durante un periodo aproximado de un año, con un niño psicótico de nueve años de edad. La riqueza del material lo constituye la productividad del paciente, porque obliga a su psicoanalista a tomar nota dentro de las sesiones de análisis y, por supuesto, por la genialidad de McDougall. La importancia de esta obra es la posibilidad de acercarse al ejercicio de un psicoanalista —casi se podría decir que en vivo y en directo—, lo que permite comprender la dificultad del trabajo con niños psicóticos, pero también las satisfacciones y las frustraciones que se pueden tener cuando se aborda un tratamiento de estas características.

Como se mencionó, son muchos los trabajos que se encuentran acerca de las psicosis infantiles, pero historiales como tal, los señalados arriba, aunque es posible que existan algunos a los que la autora no pudo acceder.

HISTORIAL CLÍNICO

Los historiales clínicos han sido una de las herramientas que ha utilizado la teoría psicoanalítica para desarrollarse. Como plantea Widlöcher D. (1990), “cien años después, la descripción de un caso típico sigue siendo el objeto privilegiado de la comunicación científica en psicoanálisis” (p. 288). Para tomar un ejemplo en el libro Los más famosos casos de psicosis, de David Nasio (2000/2001), se encuentran, como su titulo lo indica, una selección de lo que el autor considera los historiales de psicosis más reconocidos. Todos los casos que están allí, exceptuando el caso de Schreber, que como sabemos es más un análisis del libro que este publicó; y el de las hermanas Papin, trabajado por Lacan, son historiales de tratamientos de pacientes vistos por un periodo variable. Desde Joey, el caso que Bruno Bettelheim trató desde los 9 hasta los 18 años, hasta el historial de Piggle a quien Winnicott atendió en 16 consultas terapéuticas desde que tenía 2 años y cuatro meses hasta los 5 años. Todos estos casos generaron aportes teóricos valiosos de los grandes maestros del psicoanálisis y contribuyeron a la comprensión de la psicosis.

Cabe la pregunta acerca de qué define un historial clínico. Se tomarán dos acercamientos de dos autores diferentes para entender qué es un historial clínico. El primero de ellos es tomado del argumento de un número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse, dedicado precisamente a los historiales clínicos:

¿Cuál sería la definición del historial? Según Sartre:

Para que el evento más banal devenga una aventura, se requiere y es requisito suficiente, que alguien se ponga a narrarla». Una historia de caso es la narración de un caso. No es posible saber lo que significaría la historia sin el relato; la condición es por consiguiente necesaria. ¿Pero es acaso suficiente? Que el relato sea nuestro material, sin duda, pero ¿basta para transformarla en historia? […] Reconocer tres reglas gracias a las cuales la narración de un caso entra en concordancia con el historial de dicho caso. La primera consiste en anclar firmemente la narración en la realidad, aquí —y quizás siempre— por medio de una fecha y un nombre propio. La segunda regla consiste en separar la temporalidad del relato de la historia; el comienzo y el final del relato no coinciden con el comienzo y el final de la historia, que comenzó sin nosotros y terminará del mismo modo. La tercera regla es la del vínculo pleno de tensión entre las primeras representaciones, las que siguen y las últimas: como en el análisis, las unas conllevan un eco anticipado, anuncio del desfase sin el cual no se podría escuchar las otras [...] Hay por consiguiente varias historias: el historial no es la historia del relato que hacemos ni la del relato que no es narrado. Todas apuntan a reemplazar y a trasmitir partes que hacen falta, huecos, faltas de ilación. En esto, el historial clínico mantiene con las otras historias, trátese de casos literarios o de la gran Historia, relaciones a la vez distantes y próximas. La distancia proviene de que el historial nos llega a través de la boca u las otras historias, incluso las de Freud, a través de un texto. La proximidad corresponde a los medios utilizados: deducciones, especulaciones, construcciones e interpretaciones son cada vez las vías de acceso singulares a aquello que consideramos la verdad. Cada vez, nos confunden mientras, al mismo tiempo, nos aportan la evidencia (pp. 6-7).

Por su parte, Nasio (2000/2001) define un historial, aunque el autor habla de caso clínico como

El relato de una experiencia singular, escrita por un terapeuta para dar testimonio de su encuentro con un paciente y apoyar una innovación teórica. Ya sea que se trate del informe de una sesión o del desarrollo de un cura, ya sea que constituya la presentación de la vida y de los síntomas del analizando, un caso es siempre un escrito que apunta a ser leído y discutido. Un escrito que, en virtud de su modo narrativo, pone en escena una situación clínica que ilustra una elaboración teórica. Por ello, podemos considerar el caso como el paso de una demostración inteligible a una presentación sensible, como la inmersión de una idea en el flujo móvil de un fragmento de vida y concebirlo, finalmente, como la pintura viva de un pensamiento abstracto (p. 16).

Siguiendo con Nasio, plantea que un caso tiene tres funciones: una didáctica, una metafórica y una heurística. Entiende la primera como el valor de enseñanza de un caso que estriba en el poder irresistible que tiene un historial clínico, de atrapar al lector y de llevarlo lenta y pausadamente, casi sin que el lector se dé cuenta, a descubrir un concepto y a elaborar otros, a través de la lectura del mismo. La función metafórica, la entiende como la posibilidad de que un caso se puede volver una metáfora de un arquetipo de patología, como ha sucedido, por ejemplo, con en caso Schreber como arquetipo de la psicosis. Por último, la función heurística en la medida que un historial clínico podría llegar a ser generador de conceptos, nuevas hipótesis que enriquecen y consolidan la teoría.

¿Qué tienen de común estas dos definiciones de historial clínico? Considero que, lo que aparece de común es la búsqueda de conocimiento, es el hecho de trasmitir una historia que a la vez va a generar una nueva historia, entre el narrador de los hechos y el lector, por lo que se hace una nueva historia; pero con el fin de que sea discutido, de establecer nuevas maneras de pensar el material que se presenta, poder crear comprensión en cuanto al material, confrontar pensamientos y puntos de vista, crear puentes-vínculos nuevos a partir de la historia entre dos personajes.

Como lo plantea Widlöcher D. (1990):

Confrontar, a partir de los mismos datos clínicos, puntos de vista diferentes no tiene o no debería tener necesariamente por efecto que cada uno se encierre en su forma de ver las cosas o se contente con felicitar al otro para asentar sus posiciones (lo cual es la regla en las asambleas científicas psicoanalíticas). El trabajo fecundo consiste, o consistiría, en buscar las razones de las constantes divergencias a nivel de la práctica o de la teoría con respecto a un caso. Estas divergencias, cualesquiera sean las razones que las explican (filiación intelectual o transferencial, identificaciones, contraidentificaciones…) implican necesariamente diferencias que deben explicitarse en los procedimientos utilizados para interpretar los datos observados. Por procedimientos no entendemos solamente las reglas técnicas o del savoir-faire, sino la manera en que se organizan en el pensamiento del psicoanalista las inferencias o la comprensión del «material» (p. 300).

El historial clínico de este trabajo es una historia entre el paciente, Oscar de trece años, y su psicoterapeuta; una historia que se dio a comienzos de la década de los noventa, que se desarrolló a través de cinco meses. Este es, por supuesto, un fragmento de la historia de Oscar, donde es posible ver el desarrollo de una relación con todo lo que esta implica y en la cual se brinda la oportunidad de poder pensar la historia de un vínculo entre paciente-terapeuta, hacer hipótesis de cómo desde la primer consulta se encontraba gran parte de lo que sería el desarrollo de la historia narrada y que ha producido nuevas formas de pensamiento en la autora y espera generar deducciones, especulaciones, construcciones e interpretaciones en el lector del caso, así como discusiones.

El material que se encuentra en el historial clínico fueron los protocolos que se realizaban después de cada sesión con el paciente, protocolos que fueron llevados a supervisión en ese momento y que para este trabajo fueron retomados y analizados de nuevo. Los protocolos elaborados después de la sesión no fueron modificados para la realización de este trabajo, sino que se tomaron literalmente cómo fueron escritos en su momento. Por lo tanto, como lo menciona Tuckett (1993), cuando se presenta un caso, el psicoterapeuta entiende y construye, participa en hacer la historia, y se “presenta así un proceso del cual él (terapeuta) es parte vital; de tal modo que la presentación […] forma parte del campo de observación construido consciente e inconscientemente” (p. 229).

LAS PSICOSIS INFANTILES

El mundo de las psicosis infantiles es complejo, difícil, fascinante y doloroso, tanto para el niño como para su familia. Este hecho explicaría, al menos en parte, el marcado interés que ha despertado entre los investigadores de las más diversas corrientes. El presente estudio de caso, construido a la manera de los denominados Historiales Clínicos, es el resultado del trabajo psicoterapéutico adelantado con un niño que tenía una organización psicótica de personalidad. La posibilidad que me fue dada de conocer su mundo me invita hoy a buscar compartirlo.

La revisión teórica que se encuentra a continuación seguirá el siguiente esquema: en primer lugar, se examinan diferentes definiciones del término “psicosis infantiles”. Luego, se hace un recorrido por la evolución histórica del concepto de psicosis. Posteriormente, se desarrollan los aspectos clínicos de tres estados psicóticos particulares, como son el autismo, el postautismo y las psicosis simbióticas, por considerar que son los cuadros más cercanos al tipo de psicosis del paciente que se va a estudiar. Finalmente, se realizan las consideraciones psicopatológicas de las psicosis infantiles tomando en cuenta los puntos de vista de Frances Tustin y de Donald W. Winnicott. Para finalizar, se establecen algunas anotaciones sobre la psicoterapia con niños psicóticos.

DEFINICIONES DE PSICOSIS INFANTILES

Las definiciones planteadas por diferentes autores resultan interesantes por cuanto muestran no sólo los esfuerzos por entender esta patología, sino también hacen evidente que se trata de un campo en el que aún falta mucho por explorar.

Dentro de las numerosas definiciones se tomó en consideración las siguientes:

Los términos psicosis infantiles cubren un grupo vasto y polimorfo, tanto en su expresión clínica como en sus potencialidades evolutivas, de procesos que se instauran antes de la pubertad. Se caracterizan dichos procesos por la presencia de «perturbaciones severas de la organización de la personalidad que comprometen de manera radical la aprehensión que de la realidad tiene el niño, tanto de la realidad del otro como de la suya propia» (Rojas-Urrego, 1993, p. 129).

Las psicosis infantiles […] su unidad, como entidad mórbida, no es ni mucho menos evidente. En efecto, se designa con este nombre estados clínicos muy dispares, cuyo primer carácter común es su manifiesta gravedad —aunque esta no sea siempre obvia para la familia— gravedad que la evolución suele confirmar con frecuencia. A veces parece que el trastorno afecta a la inteligencia y los procesos cognoscitivos parecen suspendidos o desviados […] otras veces afecta el lenguaje […] en ocasiones el comportamiento se ve alterado […] pero se consideran igualmente como afectados de psicosis infantiles a niños con rendimiento intelectual brillante, cuyo lenguaje oral y escrito se ha desarrollado a veces con gran precocidad. A menudo sus intereses están muy desigualmente repartidos, algunos sectores de la actividad psíquica parecen investidos con pasión, mientras que otros están radicalmente excluidos (Diatkine & Ribas, 1989, p. 245).

El término psicosis infantil es un concepto abarcador que incluye una serie de los más graves trastornos del funcionamiento total de la personalidad en los años previos a la adolescencia. Psicosis, específicamente, es un deterioro conductual profundo: desintegración de la personalidad o atrofia de su desarrollo, deficiencia en el examen de realidad y aislamiento social. Y psicosis infantil es el término general organizador referido a diversos síndromes que se diferencian por la conducta o la sintomatología, la edad del comienzo, la diversidad del curso clínico, una distinción entre etiología orgánica y funcional (donde “funcional” indica los casos en que no hay prueba concreta de una disfunción orgánica del sistema nervioso central) y a veces por una categorización de diferencias en el desarrollo intrapsíquico en los diversos síndrome (Massie & Rosenthal, 1986, p. 32).

Estas definiciones tienen en común el hecho de precisar que se trata de un grupo heterogéneo de expresiones clínicas, de comienzo temprano, que implican graves perturbaciones en el desarrollo de la personalidad en su conjunto y comprometen de manera profunda el contacto con la realidad y la adaptación de estos niños al entorno.

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE PSICOSIS INFANTILES

Es importante recordar que la palabra psicosis aparece en la psiquiatría alemana del siglo XIX, como un término amplio que designa la locura, la alienación, las enfermedades mentales en general. La oposición entre neurosis (término más antiguo) y psicosis conformó el eje del sistema nosográfico alemán, que va a ser uno de los fundamentos, si no el más importante, de la psiquiatría moderna. Freud retomó esta oposición desde sus primeros escritos, aunque trabajó esencialmente en el territorio de las neurosis.

Las psicosis infantiles fueron individualizadas hace relativamente poco tiempo. Una explicación, al menos parcial, de un retraso semejante radica en que su definición sólo es posible cuando se inicia el estudio de las patologías de los niños como una disciplina específica y por consiguiente diferente a las de los adultos. Para ello fue preciso abandonar la idea de que los niños eran adultos pequeños o en miniatura y aceptar la idea de que los niños tenían una dinámica propia y diferenciada. También se hizo necesario que se tomaran en cuenta puntos de vista diferentes al puramente organicista, ya que esta óptica buscaba asimilar todo trastorno mental grave de la infancia al amplio campo de las deficiencias mentales de origen orgánico. El retorno de la vigencia de las concepciones apoyadas sobre puntos de vista análogos a estos últimos no deja de ser llamativo en nuestros días.

En el siglo XIX y comienzos del siglo XX, “las psicosis infantiles eran confundidas con las demencias observadas en los asilos, con las deficiencias intelectuales estudiadas gracias a los aportes de la psicometría y, ocasionalmente, con los denominados “trastornos del carácter” (Rojas-Urrego, 1993, p. 130).

Hasta la mitad del siglo XX, los primeros trabajos sobre las psicosis infantiles se dieron dentro de la continuidad de las investigaciones clínicas y nosográficas de la psiquiatría de los adultos, siguiendo los trabajos de Kraepelin y Bleuler.

Kraepelin (1856-1926) había identificado la esquizofrenia y la había denominado como “demencia precoz”, en razón de su inicio a temprana edad y por el deterioro que implicaba. Sancte de Santis, en 1908, describe la “demencia precocísima” en los niños, como si se tratara simplemente de una variante de la demencia precoz de Kraepelin. También en 1908, Théodor Heller describe un cuadro dentro de las variantes de la demencia, que denomina “demencia infantil”, recalcando la importancia del origen encefalopático que marcaba la diferencia con las demencias precocísimas.

Eugen Bleuler (1857-1939), psiquiatra suizo, propuso el término de “esquizofrenia”, subrayando el rol desempeñado por la escisión fundamental de los procesos mentales en la alteración cognitiva global. Sus aportes a la psicopatología de los adultos no tuvieron repercusiones mayores en el campo de la psicopatología infantil. No sobra sin embargo precisar que fue el mismo Bleuler (1911) quien estableció la noción de “autismo”, derivada del griego autos que significa “sí mismo”, para describir la sintomatología esquizofrénica de retraimiento social y repliegue sobre sí mismo en los pacientes adultos que sufrían de esquizofrenia. Tanto Kraepelin como Bleuler subrayaron que un porcentaje menor de esta enfermedad (demencia precoz para el primero y esquizofrenia para el segundo) se iniciaba en la infancia.

Gradualmente, la noción de esquizofrenia infantil se fue afirmando aunque, en un comienzo, se tomaba como el mismo cuadro que en el adulto con la sola diferencia de una edad de inicio más temprana.

Entre 1930 y 1940, autores como Bradley y Potter, en Estados Unidos, y Heuyer y Lutz, en Europa, consideraban la esquizofrenia infantil como una psicosis crónica que evolucionaba hacia la pseudo-demencia y perturbaba en su conjunto las relaciones del sujeto con el otro antes de alcanzar el estadio deficitario. Implica obligatoriamente un descenso marcado de la curva evolutiva, incluso en aquellos casos en los cuales son anotadas algunas particularidades de la personalidad premórbida, esencialmente la clásica esquizoidia (Misés & Moniot, 1970, citado en Rojas-Urrego, 1993, p. 130).

Es importante mencionar como Heuyer ya plantea, en este momento, la existencia de diferentes formas de esquizofrenia infantil. Refiere que algunas son características de este periodo de la vida; realiza una diferenciación entre aquellas formas que se caracterizarían por una regresión intelectual, disociación y autismo y otras formas en las cuales predominarían los delirios y las alucinaciones, que estarían más próximas a la esquizofrenia de aparición más tardía en el desarrollo. Por su parte, Lutz define la esquizofrenia infantil como una enfermedad endógena autónoma que se opone a las demencias orgánicas, intentando mantener la pureza del concepto en cuanto a su etiología.

Es después de la Segunda Guerra Mundial que se desarrolla lo que Misès y Moniot han denominado la corriente moderna, cuyo inicio se encuentra en los trabajos de Despert en 1937. El primer cambio importante es que el término de psicosis va a remplazar paulatinamente al de esquizofrenia, en un intento por tomar distancia con respecto a los criterios tradicionales.

Un intento de introducir la actitud comprensiva en el análisis clínico y de ampliar el concepto inicial; mientras la esquizofrenia clásica se caracterizaba por un deterioro evolutivo neto, se apuntaba de esta manera a ampliar el marco, con el fin de incluir por una parte estructuraciones patológicas precoces conformadas en el movimiento mismo de la organización de las mismas interacciones y, por otra parte, formas mórbidas de expresión más tardía que a pesar de corresponder a una perturbación grave no implican siempre una ruptura masiva de la curva del desarrollo (Misès & Moniot, 1970).

La corriente moderna brinda, por lo tanto, criterios diagnósticos basados en un enfoque comprensivo que toma en cuenta el desarrollo normal del niño, las variaciones de dicho desarrollo y las crisis específicas de este. Por otra parte, los trastornos que presentaba el niño serían estudiados para reconocer el sentido que podían tener las perturbaciones relacionales, tomando en cuenta una perspectiva dinámica.

Algunos psicoanalistas empezaron a trabajar con niños afectados de psicosis infantiles, sin que se hubiera determinado todavía claramente el cuadro clínico como tal. Entre ellos se encuentran Melanie Klein, Bruno Bettelheim, Margaret Malher y Donald Winnicott, entre otros, cuyos trabajos han servido de base para desarrollos posteriores en la comprensión de las psicosis infantiles.

Melanie Klein nace en Viena, pero la mayor parte de su trabajo como psicoanalista se lleva a cabo en Inglaterra. Hizo aportes importantes para la comprensión de las psicosis infantiles, en especial a partir del caso de Dick, un niño que trató en 1929 durante un corto periodo. Este caso le permite a Klein plantear aspectos claves para la comprensión de los procesos patológicos involucrados en tales trastornos. A partir de este análisis, Klein establece conceptos fundamentales en su teoría de las psicosis infantiles basada en la importancia que otorga a la precocidad de los procesos que tienen lugar en un niño desde el primer año de vida, tomando en cuenta la relación de este con el pecho, la aparición temprana del conflicto edípico y del superyó, el sadismo máximo y su relación con las pulsiones y las situaciones ansiógenas a las que está sometido el niño pequeño. Se interesa principalmente por la extraordinaria crueldad y la agresividad que caracterizan a la primera infancia que pueden llevar a una excepcional inhibición del Yo, incapaz de tolerar la angustia, generando en condiciones semejantes una defensa excesiva y una activación prematura de la fase genital.

Quince años después, en 1943, Leo Kanner, psiquiatra estadounidense, planteó un síndrome específico que denominó “trastorno autístico”, caracterizado por su precocidad (desde el primer año de vida), su sintomatología, su evolución y por las perturbaciones de las relaciones afectivas con su medio.

Los rasgos característicos descritos por Kanner en su descripción inicial fueron:

  1. Una «incapacidad para desarrollar relaciones interpersonales»; este trastorno del contacto da el sentimiento de que el niño vive en un mundo aparte, insensible, en apariencia, a las solicitudes exteriores, y es considerado por Kanner como innato.
  2. Trastornos del lenguaje y de la comunicación; el lenguaje está totalmente ausente, o si está presente, no permite, según Kanner, la comunicación; se limita a una ecolalia o a una utilización estereotipada de palabras o de frases.
  3. Una necesidad de inmutabilidad; el niño exige el mantenimiento de un entorno que no cambie. Esta exigencia se refiere con frecuencia a detalles que son el objeto de verificaciones y de rituales de aspectos compulsivo.
  4. Kanner insiste, finalmente, en el «aire de inteligencia» de estos niños y de su buen desempeño intelectual en ciertos aspectos privilegiados (música, memoria, etc.) que los diferencias de los niños con retardo (Houzel, Emmanuelli & Moggio, 2000, p. 76).

En la década de los cincuenta del siglo XX