Traducción Daniel F. Rubín de la Borbolla
Edición conmemorativa 70 Aniversario, 2006
Primera edición en inglés, 1936
Primera edición del FCE, 1942
Primera edición electrónica, 2012
Título original: The Study of Man: An Introduction
D. R. © 1942, Fondo de Cultura Económica
D. R. © 1985, Fondo de Cultura Económica, S. A. de C. V.
D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-0996-0 (ePub)
ISBN 978-968-16-7754-1 (impreso)
Hecho en México - Made in Mexico
La mayor inspiración de este libro han sido las dificultades que el autor hallara al tratar de encontrar alguna obra suficientemente amplia para proporcionar a los principiantes las bases esenciales de la antropología. La literatura científica es amplia; pero, en su mayor parte, muy especializada. Hasta la mejor y más completa descripción de una cultura determinada es una colección de hechos curiosos mientras el lector no pueda relacionarlos con la cultura en general. Además, muchas de las obras que tratan de establecer estas relaciones adolecen de prejuicios tanto en su apreciación de la importancia de ciertos aspectos de la cultura, relacionados con la configuración total, como en su preferencia por determinadas fórmulas para explicar los problemas culturales. Aunque estas obras son de valor para el especialista, sólo pueden ofrecer al principiante un panorama incompleto y desproporcionado de la realidad.
La antropología, al igual que las demás ciencias jóvenes, aún no está muy segura de sus objetivos y de la forma en que deben manejarse sus materiales. Esto ha dado por resultado el desarrollo de un número de escuelas distintas, todas las cuales han aportado valiosas contribuciones al desarrollo de la ciencia, pero también han lanzado juicios algo extravagantes. Semejante diversidad de escuelas ha sido característica de la primera etapa de desarrollo de todas las ciencias, y conforme éstas van creciendo, las escuelas en contradicción tienden a fusionarse y desaparecer. El autor cree que la antropología actualmente cuenta con un conjunto suficiente de hechos comprobados que facilita los primeros pasos hacia una síntesis de esta naturaleza; presenta las conclusiones que a él le parecen válidas, sin referencia alguna a la escuela de la que han surgido, y está de acuerdo con una parte del contenido de todas estas escuelas, pero no así con el contenido total de alguna de ellas en particular.
Este libro tiene aún otro propósito. Conviene que toda ciencia se detenga de tiempo en tiempo y haga una síntesis de lo que ha logrado, los problemas que percibe pero que aún no ha podido resolver, y las deficiencias de sus técnicas actuales. El autor trata de ofrecer esta síntesis. También conviene que toda ciencia pruebe las premisas básicas sobre las que ha desarrollado las teorías que espera usar como guías para continuar la investigación. Si aquéllas son falsas, las teorías sólo pueden conducir a los investigadores por un camino erróneo. Esto dará por resultado una pérdida de tiempo y energía, en el mejor de los casos. Debido a que la naturaleza de sus materiales imposibilita a la antropología cultural el llevar a cabo estas pruebas en el laboratorio, los investigadores en este campo deben tener el doble cuidado de probar sus premisas por medio de la lógica y la observación. En el presente libro se han probado de este modo las premisas sobre las que ciertas escuelas de antropología han construido sus sistemas.
El autor hace extensivo su agradecimiento a todas aquellas personas que contribuyeron a su preparación en esta ciencia; no sólo a sus profesores y colegas antropólogos, sino también a sus amigos Fiu, Hapuani, Ralambo, Randrianomanana, Herman Asanap y Naya, quienes le ayudaron a entender sus culturas respectivas. En la preparación de este libro el autor ha contado con la valiosa cooperación de la crítica constructiva de sus colegas del Departamento de Sociología y Antropología, especialmente de los doctores E. A. Ross, Charlotte Gower y Kimball Young.
Ralph Linton
Madison, Wisconsin
Este libro se ha escrito en una época de confusión e incertidumbre; aún no es tiempo de decir si el mundo occidental podrá recobrarse de las heridas que él mismo se produjo durante la Gran Guerra o si, como parece más probable, una mejoría parcial no haya de ser más que la señal para un segundo intento de suicidio, probablemente más afortunado. Antes de ahora ha habido épocas de oscuridad, y no hay razón para suponer que no puedan volver a presentarse. Nadie dudará de que existe una urgente necesidad de acción en lo que toca a la reorganización de nuestra sociedad y de nuestra cultura sobre una base más sólida, y muchos lectores se sentirán decepcionados al no encontrar en estas páginas plan alguno, ni siquiera un intento de evaluar los planes más en boga actualmente. No obstante, deben tener en cuenta que una planificación efectiva necesita de un conocimiento cuidadoso y amplio tanto de las situaciones como de los materiales. En la lucha contra la enfermedad, puede ser que las medidas terapéuticas tengan que esperar una investigación sistemática de la naturaleza y comportamiento de los organismos afectados. El bacteriólogo, que trabaja en la quietud de su laboratorio, contribuye, a la larga, tanto como el médico que trabaja en la sala del hospital. En la lucha contra la confusión y el desajuste reinantes, la labor del reformador social puede, igualmente, apoyarse en la del sociólogo. Cuanto más objetivamente pueda éste estudiar los fenómenos que le interesan, más seguros y, por consiguiente, de más valor serán los resultados que obtenga. En ésta, como en todas las demás ciencias, los problemas no llegarán a comprenderse bien si no se atacan desde un punto de vista impersonal y con un espíritu amplio. Cosa que no podrá conseguirse mientras el investigador siga dedicándose a buscar pruebas con el mero objeto de echar por tierra cierta teoría en boga o de obtener racionalizaciones para determinado plan de reforma. Es muy fácil, incluso para un individuo muy consciente, dar de lado o restar importancia a hechos que no se ajustan a sus ideas preconcebidas.
Ninguna ciencia que se ocupe de los seres humanos podrá alcanzar nunca el grado de objetividad de que son susceptibles las ciencias físicas y las biológicas. Nadie podrá estudiar a una persona con la misma impasibilidad con que estudiaría a una rata blanca o a un fósil, pues se encontrará demasiado ligado al objeto de su estudio. Siempre habrá algún factor emotivo cuya influencia será más directa cuando el objeto de estudio sean los fenómenos de la cultura y sociedad propias. Hasta la investigación más superficial de las condiciones normales pondrá al descubierto tal cantidad de cosas que aún quedan por hacer, que difícilmente podrá sustraerse al deseo de formular planes para su realización, y, luego, al de justificar esos planes. Además, su íntimo contacto con esos fenómenos hará extraordinariamente difícil que pueda verlos en su justa perspectiva, o apreciar todos los factores que en ellos intervienen.
Suele definirse la antropología como el estudio del hombre y de sus obras. Tal definición habría de abarcar algunas de las ciencias naturales y todas las sociales, pero, debido a una especie de acuerdo tácito, los antropólogos se han dedicado sobre todo al estudio de los orígenes del hombre y la clasificación de sus variedades, y a la investigación de la vida de los pueblos llamados “primitivos”. El estudio de los orígenes del hombre y de las variedades humanas pesa muy poco en nuestros problemas comunes. Podría tener más importancia para nosotros si las variedades humanas mostrasen marcadas diferencias en cuanto a inteligencia o capacidad, pero, según todas las pruebas que hoy día poseemos, no es éste el caso. El estudio de los pueblos “primitivos”, por otro lado, puede encerrar la clave para la solución de muchos de los problemas que nos preocupan. Hay mucha distancia de un kral kaffir a una ciudad moderna, y a veces resulta muy difícil convencer al sociólogo o al economista de que lo que podemos aprender del primero puede ayudarnos a comprender la segunda. Sin embargo, el uno y la otra tienen un denominador común, puesto que los dos dependen de las cualidades que caracterizan a los seres humanos que viven organizados en sociedades. Mientras no lleguemos a entender estas cualidades, está claro que no podremos entender realmente los fenómenos que producen.
Si la antropología ha conseguido probar algo, ello es que los pueblos y las razas son fundamentalmente muy semejantes unos a otros. Si queremos comprender la naturaleza de la sociedad y de la cultura, en abstracto, cualquier sociedad y cualquier cultura nos podrán dar luz para el problema. Incluso será de alguna ventaja el empezar nuestro estudio con pueblos no europeos. El investigador puede examinarlos con menos implicaciones emotivas, y hasta las diferencias entre la cultura de estos pueblos y la suya propia le harán apreciar mejor los detalles. Además, estos grupos vienen a sustituir a las técnicas de laboratorio, de tanto valor para las ciencias físicas y naturales. El sociólogo nunca podrá estudiar sociedades o culturas en determinadas condiciones de prueba, pero sí podrá observarlas bajo una gran variedad de condiciones. Puede encontrar en estas observaciones denominadores comunes para la sociedad, e igualmente para lo que vagamente llamamos “naturaleza humana”, con mucha mayor facilidad que si se limitara en su estudio al marco de una sola sociedad. En particular, tales estudios comparativos nos dan una medida del grado en que el medio social puede conformar a los individuos.
Esto último es de importancia vital para todas las formas de planificación social. El reformador, lo mismo que cualquier otro planificador, ha de tomar en cuenta las propiedades de sus materiales. Si quiere cambiar las costumbres y actitudes de los seres humanos, ha de conocer antes qué es lo que tiene por delante y qué es lo que puede hacer con ello. Último objetivo del antropólogo es descubrir los límites dentro de los cuales puede condicionarse el hombre, y cuáles patrones de vida social son los que pesan menos al individuo. Los problemas han de enunciarse en esta forma negativa, puesto que nuestro actual conocimiento nos muestra que el grado posible de adaptación en cada uno de estos respectos es muy amplio.
La antropología es una de las ciencias más jóvenes, y aún no ha hecho más que empezar a echarse a andar hacia la solución de todos estos problemas. Su trabajo está entorpecido por falta de técnicas adecuadas y hasta por cierta confusión en cuanto a sus objetivos. Este libro se propone mostrar los resultados obtenidos hasta ahora y señalar algunas de las cuestiones más importantes aún no resueltas.