SECCIÓN DE OBRAS DE FILOSOFÍA

OBRA FILOSÓFICA REUNIDA (1867-1893)

Obra filosófica reunida

Tomo I
(1867-1893)

Charles Sanders Peirce


Edición de Nathan Houser y Christian Kloesel

Fondo de Cultura Económica

Nathan Houser es profesor de filosofía y editor asociado del Peirce Edition Project en la Universidad de Indiana, que se encuentra preparando el trigésimo volumen de los escritos de Charles Sanders Peirce.

Christian Kloesel es profesor de lengua inglesa y director del Peirce Edition Project en la Universidad de Indiana.

The old Sphinx bit her thick lip,—
Said, “Who taught thee me to name?
I am thy spirit, yoke-fellow,
Of thine eye I am eyebeam.”

[La vieja Esfinge mordió su abultado labio.
Dijo: “¿Quién te enseñó a llamarme por mi nombre?
Soy tu espíritu, mi compañero más cercano,
De tu ojo soy la luz resplandeciente”.]

EMERSON

ÍNDICE GENERAL

Prefacio, por Nathan Houser y Christian Kloesel

Introducción, por Nathan Houser

OBRA FILOSÓFICA REUNIDA (1867-1893)

1. Sobre una nueva lista de categorías

SERIE DE ARTÍCULOS SOBRE LA COGNICIÓN EN JOURNAL OF SPECULATIVE PHILOSOPHY

2. Cuestiones acerca de ciertas facultades atribuidas al hombre

3. Algunas consecuencias de cuatro incapacidades

4. Fundamentos de la validez de las leyes de la lógica: otras consecuencias de cuatro incapacidades

5. The Works of George Berkeley, de Fraser

6. Sobre una nueva clase de observaciones, sugerida por los principios de la lógica

EJEMPLOS DE LA LÓGICA DE LA CIENCIA

7. La fijación de la creencia

8. Cómo esclarecer nuestras ideas

9. La doctrina de las posibilidades azarosas

10. La probabilidad de la inducción

11. El orden de la naturaleza

12. Deducción, inducción e hipótesis

13. Sobre el álgebra de la lógica (1880)

14. Conferencia introductoria sobre el estudio de la lógica

15. Designio y azar

16. Sobre el álgebra de la lógica: una contribución a la filosofía de la notación

17. Un Platón norteamericano: reseña de Religious Aspect of Philosophy de Royce

18. Uno, dos, tres: las categorías kantianas

19. Una conjetura acerca del enigma

20. Tricotomía

SERIE DE ARTÍCULOS METAFÍSICOS DE THE MONIST

21. La arquitectura de las teorías

22. La doctrina de la necesidad examinada

23. La ley de la mente

24. La esencia de vidrio del hombre

25. Amor evolutivo

Cronología

Notas

Índice analítico

PREFACIO

NATHAN HOUSER
y CHRISTIAN KLOESEL

Esta colección de escritos de Charles Sanders Peirce obedece al propósito de recoger, en libros de un formato conveniente, sus trabajos más importantes, a fin de que los lectores se formen una impresión relativamente completa de las principales doctrinas de su sistema de filosofía y puedan estudiar su desarrollo. El presente volumen abarca un periodo de aproximadamente 27 años, más o menos la mitad de la vida inmensamente productiva de Peirce; las dos décadas restantes serán comprendidas en el segundo volumen. Por limitaciones de espacio, hemos tenido que excluir casi por completo sus escritos matemáticos, lógicos y científicos, así como muchas de sus contribuciones a disciplinas como la historia y la psicología. (Pero debemos advertir al lector que el pensamiento de Peirce, más que el de cualquier otro filósofo norteamericano clásico, está deliberadamente relacionado con concepciones matemáticas, lógicas y científicas. Muchos de sus escritos científicos más significativos pueden consultarse en los informes anuales del U. S. Coast and Geodetic Survey y en los primeros seis volúmenes de los Writings of Charles S. Peirce; sus escritos lógicos, en los volúmenes 2-4 de los Collected Papers of Charles Sanders Peirce, y sus escritos matemáticos, en los cuatro volúmenes de The New Elements of Mathematics de Carolyn Eisele.) Los escritos reunidos en este volumen están ordenados cronológicamente desde 1867 hasta 1893, terminando con la primera presentación prolongada y sistemática de su metafísica evolutiva en The Monist.

La introducción ofrece un esbozo de la filosofía de Peirce que sirve de trasfondo general y proporciona un marco para los 25 ítems del presente volumen. Éstos comienzan con la alternativa altamente estimada que plantea Peirce a la filosofía kantiana, su “Nueva lista de categorías”, de la que parte para desarrollar un nuevo sistema de pensamiento que responda a muchas de las cuestiones perennes de la filosofía. En la serie de artículos sobre la cognición publicados en el Journal of Speculative Philosophy (ítems 2-4), intenta elaborar una nueva explicación de la mente y de la realidad basada en los resultados de su “nueva lista”, así como proporcionar los cimientos para un sistema de filosofía verdaderamente objetivo y empírico en el que la epistemología se fundamente en la representación de los hechos externos; en suma, intenta unificar filosofía y ciencia. En su reseña del Berkeley de Fraser (ítem 5), Peirce expone su recientemente adoptado “realismo escolástico” y desarrolla una teoría del sentido común sobre la verdad y la realidad que va lejos en la dirección de su pragmatismo, próximo a ver la luz. No sorprende que su giro pragmático se note también en “Una nueva clase de observaciones” (ítem 6), pues, para ese tiempo, su pragmatismo ya tenía cinco años de existencia. Merece la pena señalar que en ese artículo Peirce incluye las sensaciones dentro de la clase de “objetos” que deberían estudiarse científicamente mediante observación controlada, y aparece al menos la sugerencia de que, respecto de las investigaciones filosóficas y científicas, está empezando a considerar la fenomenología como una alternativa a la lógica. Los “Ejemplos de la lógica de la ciencia” (ítems 7-12) contienen la primera presentación publicada del pragmatismo de Peirce, aunque el término no aparezca. Esta serie, que a veces se dice que es la lección de Darwin para la filosofía, marca una etapa importante en el avance continuo de Peirce hacia un sistema cada vez más realista de pensamiento y, según Max Fisch, es “la versión decimonónica del Discurso del método para conducir la razón y buscar la verdad en las ciencias”. El ítem 13, la primera parte de un ensayo sobre el álgebra de la lógica, trata de ciertas afinidades entre las concepciones lógicas, epistemológicas, psicológicas y fisiológicas, lo que sugiere que para ese momento Peirce había adquirido una mirada arquitectónica. Hacia 1882, en su esbozo para su curso de lógica en Johns Hopkins (ítem 14), está enfatizando ciertamente la unidad subyacente de las ciencias, pues afirma que es mediante la aplicación de los métodos de una ciencia a otra como se harán los principales avances en el pensamiento en los años venideros.

Si existe un giro significativo en los 25 escritos de este volumen, se da en “Designio y azar” (ítem 15), donde Peirce acepta la doctrina de que el azar absoluto es un agente activo en la evolución del universo e incluso en las leyes de la naturaleza, doctrina que marca su giro hacia la metafísica evolutiva de la última parte de este volumen. Los dos ítems siguientes constituyen otro paso importante en el desarrollo de Peirce, a saber, su reconocimiento de la necesidad de índices tanto en la lógica como en el pensamiento, ya que sólo mediante índices puede hacerse referencia a individuos o a aquellos acontecimientos y estados de cosas fácticos. En el ítem 16, Peirce reintroduce su tríada semiótica más conocida (ícono, índice, símbolo), y en el ítem 17 declara la importancia del Choque Externo, la sensación irresistible de un otro que se opone en toda experiencia: así da un paso importante hacia la aceptación de la realidad de la segundidad. Después de “Designio y azar” muchos de los hilos de pensamiento que corren a lo largo de los primeros 17 escritos se unen, y a tal punto dan en el meollo del asunto que llevan a Peirce, en algún momento de 1885, a su gran conjetura sobre el enigma del universo. Fue la síntesis de su teoría de las categorías con su nueva cosmología evolutiva lo que más directamente condujo a su hipótesis de que “tres elementos son activos en el mundo”: primero, el azar; segundo, la ley, y tercero, la adquisición de hábitos. Esta conjetura se formula primero en el ítem 18, y los siete ítems restantes rematan los detalles y ramificaciones de esta conjetura para la filosofía y la ciencia. “Una conjetura acerca del enigma” (ítem 19) constituye el primer tratamiento general de Peirce de su nueva filosofía evolutiva, una teoría amplia y sistemática basada en su conjetura. Su “descubrimiento” de que los elementos activos del universo coinciden con sus categorías lo lleva a aceptarlas como la clave arquitectónica para la filosofía, clave que usa para reorganizar las diferentes ramas de la ciencia y la filosofía. Peirce proyectó “Una conjetura acerca del enigma” como un tratado completo sobre su nuevo sistema de pensamiento, en el que todo el conocimiento humano sería reorganizado de acuerdo con su programa arquitectónico, pero las circunstancias impidieron que terminara ese trabajo. El ítem 20 proporciona, de una forma un tanto popular, partes de lo que habría sido incluido en el segundo capítulo no escrito del tratado más amplio, y los ítems 21-25 llenan muchos de los huecos que quedan. De modo que lo que se inició en 1867 como una filosofía analítica y epistemológica llegó a su cumplimiento en 1891-1893, en la filosofía evolutiva y social de los cinco artículos de la serie de textos metafísicos de The Monist.

Peirce tenía 53 años de edad cuando se publicó en 1893 el último escrito de este volumen. Viviría otros 21 años y, durante ese tiempo, produciría su teoría de los signos más cabalmente desarrollada y muchas de sus teorías metafísicas más sutiles y profundas. También fue durante esos años posteriores cuando se despertó de nuevo su interés por el pragmatismo y, en un intento por elaborar una demostración de éste, empleó su sistema único de lógica gráfica (sus gráficos existenciales) junto con sus categorías y su teoría de los signos.

Al terminarse el presente volumen, Peirce todavía no ha llegado a muchas de las concepciones descritas en la Introducción. Tardaría cinco años más en llegar a ser lo que Max Fisch ha llamado “un realista de tres categorías”, y había sido “un realista de dos categorías”, que aceptaba la realidad de la segundidad, durante sólo tres años aproximadamente. La mayoría de los artículos del presente volumen fueron escritos cuando el realismo de Peirce se limitaba a un único universo, el de la terceridad—o mundo del pensamiento—. Los 25 trabajos deberían leerse tomando esto en cuenta, pero también entendiendo que Peirce está en camino hacia un realismo más completo. Pero lo que debería tenerse en mente, sobre todo, es que los escritos de Peirce son signos de un gran intelecto en proceso de abrirse paso hacia la verdad.

Pero estos signos son profusos. Los escritos existentes de Peirce—y hay muchos que se perdieron durante sus peregrinaciones rumbo al Coast and Geodetic Survey y en varias otras ocasiones después de su muerte—llenarían 100 volúmenes de 500 páginas cada uno. Sería necesaria una edición selecta de aproximadamente 50 volúmenes para tener una idea comprehensiva de su trabajo en matemáticas, ciencias naturales, filosofía y lógica, historia y psicología, y varios otros campos a los que contribuyó. La edición multivolumen más ambiciosa, Writings of Charles S. Peirce: A Chronological Edition, se está llevando a cabo en el Peirce Edition Project en Indianápolis; se han proyectado 30 volúmenes. La primera edición multivolumen apareció hace 60 años, cuando se publicaron los primeros seis volúmenes de los ocho de los Collected Papers (1931-1935, 1958). Otras cuatro ediciones magnas han aparecido en los últimos 15 años. Las Contributions to THE NATION de Peirce fueron editadas por Kenneth Ketner, en cuatro partes, entre 1975 y 1988, y su New Elements of Mathematics, en cuatro volúmenes, por Carolyn Eisele en 1976. El año siguiente vio la publicación el Complete Published Works de Peirce, una edición de 149 microfichas acompañada por una Comprehensive Bibliography impresa (revisada y ampliada con 12 fichas en 1986), y en 1985 Carolyn Eisele sacó dos volúmenes de Historical Perspectives on Peirce’s Logic of Science.

La presente colección de dos volúmenes no pretende reemplazar las ediciones más comprehensivas, sino proporcionar un texto asequible y fiable que cubra toda la extensión del sistema de filosofía de Peirce. Sus límites temáticos son más expansivos que los de otras colecciones de uno o dos volúmenes; está ordenada cronológicamente, en dos partes, con objeto de permitir el estudio del desarrollo del pensamiento de Peirce; y, algo importante, presta atención especial a la integridad del texto editado de sus escritos. Aunque no puede decirse que los últimos ítems sean textos plenamente críticos, el volumen en su conjunto puede considerarse fiable desde un punto de vista textual.

De los 25 ítems incluidos en este volumen, 19 fueron publicados durante la vida de Peirce. Dado que pertenecen a sus escritos filosóficos más importantes, todos han sido reeditados en los diferentes volúmenes de los Collected Papers y varios han reaparecido, en su totalidad o en parte, en algunas otras antologías y en los primeros cinco volúmenes de los Writings. Los seis ítems restantes (6, 15 y 17-20) son manuscritos y textos mecanografiados inéditos. Sólo los ítems 17 y 19 están incluidos en los Collected Papers, y los cuatro ítems restantes han aparecido por primera vez, o pronto aparecerán, en los Writings: el ítem 6 en W 3, el ítem 15 en W 4, el ítem 18 en W 5, el ítem 20 en W 6. Los seis manuscritos y textos mecanografiados han sido editados a partir de los originales de la Biblioteca Houghton de Harvard. Los primeros 18 ítems del presente volumen han sido tomados directamente de su aparición en los Writings, volúmenes 2 a 5 (incluyendo algunas de las correcciones en la segunda impresión del volumen 2), y como estos últimos han sido preparados de acuerdo con los estándares del Comité de Ediciones Académicas de la Modern Language Association (MLA), representan textos críticos y autorizados. (Para las correcciones y los problemas textuales en esos 18 ítems, como no se han reproducido en las notas, los lectores deberían consultar aquella edición.) Hemos tratado de editar los ítems 19-25 según estándares similares, pero no puede decirse que se hayan beneficiado del mismo tipo intensivo de escrutinio en materia de trabajo histórico, biobibliográfico y textual/editorial que se requiere para la preparación de una edición crítica. Esto se aplica especialmente a los cinco artículos de la serie de textos metafísicos de The Monist (ítems 21-25), para los que hay varios manuscritos y galeradas relevantes, y, en un grado menor, se aplica a “Una conjetura acerca del enigma” (ítem 19), con varios capítulos de los que hay más de una versión; en este último caso hemos escogido lo que parecía más representativo y acabado.

En todos los casos hemos corregido errores tipográficos y otros gazapos obvios (y hemos enlistado la mayoría de las correcciones en notas editoriales que aparecen a continuación del texto de Peirce), pero hemos conservado inconsistencias en la ortografía y la puntuación cuando reflejan estándares y prácticas aceptables en el siglo XIX. Los cambios puramente estéticos, tales como poner los títulos de los libros en cursiva o la sangría de los párrafos iniciales, se han hecho sin advertencia. También hemos proporcionado títulos a los tres ítems sin título (5, 15, 20), y se dan en corchetes en cursiva las palabras que faltan. Por lo demás, nuestra edición ha sido guiada por la mesura y la precisión, y los textos incluidos aquí representan lo que Peirce escribió, no lo que pensamos que debería haber escrito.

Los 25 ítems de la presente colección se han editado con la mínima intrusión editorial en el texto, si bien hemos empleado algunos símbolos editoriales para reflejar ciertos problemas físicos en los escritos, tanto publicados como inéditos, y hemos indicado en forma estándar (con superíndices arábigos) dónde hemos agregado notas editoriales. Las notas al pie que aparecen en la parte inferior de sus respectivas páginas son de Peirce y se identifican con asteriscos, dagas, etc. (En algunas de estas notas al pie hemos proporcionado, en corchetes, información adicional—como nombres, fechas, números de página y referencias a trabajos en los Writings—que nos parecía más útil y económica aquí que en entradas adicionales en la sección de notas.) Las notas (editoriales), que son numeradas consecutivamente dentro de cada uno de los 25 ítems, proporcionan varios tipos de información (incluyendo traducciones) que Peirce mismo no proporcionó. Al final de esta obra se presenta una cronología en la que se enlistan las fechas y los eventos más significativos en la vida y la obra de Peirce. El volumen concluye con un índice analítico detallado.

Hay que mencionar dos características más en el texto de Peirce: los símbolos editoriales y las explicaciones que aparecen entre el título y el texto. Los símbolos editoriales, como se ha indicado, reflejan problemas físicos, ya sea en los escritos publicados o en los manuscritos y textos mecanografiados inéditos, e incluyen lo siguiente: las palabras (o partes de palabras) que aparecen en corchetes en cursiva indican que han sido proporcionadas (o reconstruidas) por los editores; los corchetes en cursiva que encierran puntos suspensivos indican una o más páginas de manuscrito que se han perdido, y los conjuntos de diagonales dobles indican el comienzo y el fin de las lecturas alternativas de Peirce entre las que no escogió, con una diagonal individual dividiendo la inscripción original de la alternativa.* Las explicaciones, que aparecen con una fuente reducida entre el título de cada ítem y el texto mismo, sirven para varios fines. Identifican a cada ítem como artículo publicado o manuscrito inédito; proporcionan información sobre su composición o publicación (y su uso posterior en otras partes de la obra de Peirce y su republicación en una de las dos ediciones principales de sus escritos); caracterizan sus contenidos y sus argumentos principales, e indican su lugar en el desarrollo global del sistema de filosofía de Peirce. Los escritos publicados durante la vida de Peirce se identifican con una P seguida por un número y la información bibliográfica proporcionada en la Comprehensive Bibliography (2a ed. rev. [Bowling Green, OH: Philosophy Documentation Center, 1986]). Los escritos inéditos se identifican con MS, seguido por el número asignado en el Annotated Catalogue of the Papers of Charles S. Peirce (Amherst: University of Massachusetts Press, 1967), de Richard Robin, y su “The Peirce Papers: A Supplementary Catalogue” (Transactions of the Charles S. Peirce Society 7 [1971]: 37-57); si se trata de una referencia a manuscritos de nueva enumeración en su forma rearticulada y cronológicamente ordenada tal como aparece en los Writings, se escribe MS, en cursiva (y es seguido por el nuevo número del Peirce Edition Project). La republicación (o primera publicación) de cada ítem se indica por una W (Writings of Charles S. Peirce), seguida por los números de volumen y página; CP (Collected Papers of Charles Sanders Peirce), seguida por los números de volumen y página; y, en un caso, HPPLS (Historical Perspectives on Peirce’s Logic of Science), seguida por números de página. (Algunas de estas letras de identificación se utilizan también en la introducción, que incluye una referencia a NEM, la edición de Carolyn Eisele de The New Elements of Mathematics.)

Aunque hay varias referencias, especialmente en la introducción, a algunos de los estudios secundarios más importantes de la filosofía de Peirce, algunos podrían decir que habría sido de utilidad la inclusión de una lista de “Estudios secundarios” o “Lecturas adicionales”. Nos pronunciamos en contra de tal lista por tres razones: 1) el número de estudios secundarios sobre Peirce ha crecido enormemente, en especial durante las últimas dos décadas, y breves artículos son, a veces, de más ayuda que monografías enteras; 2) cualquier selección que hagamos (con sus exclusiones concomitantes) manifestaría sin duda nuestros prejuicios y afinidades críticas, y 3) hay dos listas útiles de estudios secundarios, hasta 1982, en la Comprehensive Bibliography y en The Relevance of Charles Peirce (La Salle, IL: The Hegeler Institute, 1983), y la mejora en los servicios de indexación bibliotecaria y el uso creciente de bases de datos bibliográficos han obviado, casi por completo, la necesidad de bibliografías impresas. Si tuviéramos que mencionar dos estudios con los que todos, sean novatos o especialistas, deberían estar familiarizados, son Peirce (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1985) de Christopher Hookway, obra que pronto saldrá en rústica, y Peirce, Semeiotic, and Pragmatism (Bloomington: Indiana University Press, 1986), de Max Fisch, que representa muchos años de investigación. Y no deberíamos dejar de mencionar que las Transactions, la publicación periódica de la Peirce Society, ya está en su vigésimo séptimo año.

Tampoco deberíamos dejar de mencionar, por último, que nos han sido de gran utilidad en la preparación de este primer volumen los dos de escritos filosóficos selectos de Peirce. Por su inestimable ayuda expresamos nuestro agradecimiento a Beth Sakaguchi; a nuestros colegas en el Indiana University Press por su estímulo y cooperación; al Indiana University School of Liberal Arts por su apoyo continuo, y a André De Tienne, por su consejo académico y su cuidadosa lectura de una gran parte del manuscrito entero.

Indianápolis, julio de 1991

* En la edición en español aparecen además entre paréntesis los términos originales en inglés cuando se trata de palabras que Peirce inventó o a las que les dio un sentido específico. [T.]

INTRODUCCIÓN

NATHAN HOUSER

Charles Sanders Peirce nació el 10 de septiembre de 1839 en Cambridge, Massachusetts—cuando Darwin tenía sólo 30 años de edad—, y vivió hasta 1914, el año que estalló la primera Guerra Mundial. Su padre, Benjamin Peirce, era un distinguido profesor en Harvard College y el matemático más respetado de los Estados Unidos. La familia Peirce estaba bien conectada en los círculos académicos y científicos, y Charles creció en estrecha relación con sus figuras más importantes. Era considerado un prodigio tanto en la ciencia como en la filosofía e incluso más brillante en matemáticas que su padre. Desafortunadamente para Peirce, su mentalidad independiente, al principio tan admirada, se convirtió en un grave impedimento para su éxito. Esa independencia se debía, en parte, a los tiempos. Como James Feibleman ha señalado, con la expansión de los Estados Unidos y el ascenso de las grandes ciudades del oeste, Nueva Inglaterra, y especialmente Boston y Cambridge, se volvieron cada vez más insulares y conservadoras, y temerosas del genio y de la originalidad.1 Aunque Peirce es equiparable a cualquiera de los pensadores de primera magnitud que los Estados Unidos hayan producido jamás, encontraba obstáculos en todas partes y sólo mediante un gran esfuerzo de su voluntad fue capaz de cumplir, en alguna medida, la promesa que mostraba en su juventud.

La importancia de Peirce como pensador no pasó del todo desapercibida en su propia época. Entre sus amigos y admiradores se contaban filósofos tan respetados como William James, Josiah Royce y John Dewey, y el renombrado matemático y lógico Ernst Schröder. No obstante, tras un puesto de corta duración como profesor de lógica de tiempo parcial en la Johns Hopkins University (1879-1884) y una jubilación prematura (1891)—y forzosa—del U. S. Coast and Geodetic Survey, donde se encargaba de los experimentos sobre la gravedad y las investigaciones pendulares, Peirce no pudo conseguir de nuevo un empleo regular. Pasó gran parte del último tercio de su vida luchando para ganarse la vida, y muchos de los escritos de esos años los hizo por encargo. Entre ellos se contaban reseñas de libros para periódicos y revistas populares, colaboraciones en diccionarios y enciclopedias, así como traducciones (principalmente del francés y del alemán). También escribió varios artículos filosóficos para satisfacer las expectativas e instrucciones de editores dispuestos a pagarle. Durante un tiempo, aproximadamente a partir de 1890, la vida de Peirce estuvo frecuentemente dominada por “planes para hacerse rico”, que fracasaron uno tras otro.2 Con el nuevo siglo empezó a preocuparse por publicar su programa de filosofía y sus descubrimientos en matemáticas y lógica, pero casi ninguna de sus propuestas logró conseguir apoyo. Sólo 20 años después de su muerte, y sólo después de que el Departamento de Filosofía de Harvard publicara una colección de sus escritos, los estudiosos empezaron a vislumbrar, de forma más general, la importancia y profundidad de su pensamiento. Hacia 1936 Alfred North Whitehead describiría a los Estados Unidos como el centro en desarrollo de la filosofía de veras valiosa e identificaría a Charles Peirce y a William James como los fundadores del renacimiento norteamericano. “De estos hombres—dijo Whitehead—, W. J. es el análogo a Platón, y C. P. a Aristóteles.”3.

El interés en Peirce ha crecido enormemente en años recientes y las valoraciones de su importancia como pensador continúan remontándose a las esferas. Su trabajo en lógica, algebraica y gráfica, ha llegado a considerarse como sustancial tanto por su impacto histórico como por la importancia que sigue teniendo para la investigación. Hilary Putnam expresó su sorpresa al descubrir “cuánto de lo que es muy familiar en la lógica moderna se dio a conocer al mundo lógico, de hecho, mediante los esfuerzos de Peirce y sus alumnos”,4 y W. V. Quine data la lógica moderna de “el surgimiento de la teoría general de la cuantificación en manos de Frege y de Peirce”.5 Más recientemente, John Sowa ha demostrado cómo el sistema gráfico de la lógica de Peirce (sus gráficos existenciales) es mejor que otras lógicas en cuanto a la representación del discurso y el estudio del lenguaje en general, y ha utilizado los gráficos existenciales como fundamentación lógica para sus propios gráficos conceptuales, “que combinan la lógica de Peirce con investigaciones sobre redes semánticas en inteligencia artificial y lingüística computacional”.6 En la filosofía, más en general, el trabajo de Peirce ha sido el foco de un considerable resurgimiento de interés en todo el mundo. Esto se demuestra por el creciente número de libros y artículos sobre Peirce, por el mayor número de referencias a sus ideas y por el testimonio de filósofos tan respetados como Karl Popper, quien considera a Peirce como “uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos”.7 Por último, en el rápidamente creciente campo de estudio conocido como semiótica, Peirce es universalmente reconocido como uno de los fundadores, incluso como el fundador, y su teoría de los signos se cuenta entre las más frecuentemente estudiadas y sistemáticamente examinadas de todas las teorías fundacionales. Apenas se está empezando a reconocer la importancia de la semiótica para todas las disciplinas que tratan la representación como cuestión crucial (entre ellas la epistemología, la lingüística, la antropología y las ciencias cognitivas, y probablemente todas las bellas artes). En su Jefferson Lecture (Conferencia Jefferson) de 1989, Walker Percy afirmó que la ciencia moderna es radicalmente incoherente—“no cuando trata de entender las cosas y los organismos infrahumanos y el cosmos mismo, sino cuando trata de entender al hombre, no la fisiología ni la neurología ni su circulación sanguínea, sino al hombre qua hombre, al hombre cuando es peculiarmente humano”—pero que, con su teoría de los signos, Peirce preparó el terreno para una ciencia coherente del hombre que aún está por desarrollarse.8

Peirce desarrolló un temprano interés por la filosofía, en particular por los escritos de Kant, y por la lógica formal, pero su formación lo llevó a la ciencia experimental, en especial a dos ciencias con una base marcadamente matemática: la astronomía y la geodesia. Su primer libro, Photometric Researches (1878), fue el producto de varios años de observaciones astronómicas en el Observatorio Harvard. Incluía el catálogo de las estrellas de Ptolomeo, en una traducción que Peirce hizo a partir de un manuscrito de la Bibliothèque Nationale de París. Publicó diversos artículos y monografías sobre geodesia, y uno de éstos se considera todavía como un clásico en ese campo. Fue geodesta con el U. S. Coast and Geodetic Survey durante casi 30 años, y después trabajó durante un tiempo como consultor de ingeniería química para la St. Lawrence Power Company.

Pero a lo largo de su vida, aunque estaba comprometido con la ciencia, mantuvo un continuo programa de investigación en filosofía y lógica. Impartió series de conferencias en diferentes instituciones desde mediados de la década de 1860 hasta después del cambio de siglo, y entre 1879 y 1884 enseñó lógica en Johns Hopkins University, la primera verdadera escuela de posgrado en los Estados Unidos. Cuando a finales de la década de 1880 escribía definiciones para el Century Dictionary, fue sin duda su entusiasmo por el modelo de Johns Hopkins lo que lo llevó a definir “universidad” como “una asociación de hombres con el fin del estudio que confiere grados que son reconocidos como válidos a lo largo de la cristiandad, que tiene recursos y es privilegiada por el Estado para que la gente pueda recibir dirección intelectual y para que puedan resolverse los problemas teóricos que se presenten en el desarrollo de la civilización”. La definición fue tema de una anécdota de John Jay Chapman:

Charles Peirce escribió la definición de Universidad en el Century Dictionary. La llamaba una institución cuyo fin era el estudio. Le escribieron diciendo que la noción de ellos había sido que una universidad era una institución para la instrucción. En su respuesta les dijo que si tenían alguna noción tal, habían incurrido en un grave error, pues una universidad no tenía ni había tenido nunca nada que ver con la instrucción, y, hasta haber superado esa idea, nunca tendríamos una universidad en este país.9

En su época, Peirce era un personaje más internacional de lo que se reconoce en general. Visitó Europa cinco veces entre 1870 y 1883, y aunque normalmente viajaba como científico—para estudiar la oscilación de los péndulos y la comparación de los pesos y medidas norteamericanos con los estándares europeos—, conoció tanto a matemáticos y lógicos prominentes como a científicos, incluyendo a De Morgan, McColl, Jevons, Clifford y Herbert Spencer. Peirce mantenía correspondencia con la mayoría de estos estudiosos y también con Schröder, Cantor, Kempe, Jourdain, Victoria Lady Welby y otros. A través de Lady Welby, las cartas de Peirce sobre semiótica llegaban de vez en cuando a manos de C. K. Ogden, quien, con I. A. Richards, publicó algunas de ellas en el clásico The Meaning of Meaning. El buen amigo de Wittgenstein, F. P. Ramsey, quedó impresionado con esas cartas y, en su reseña del Tractatus, comentó que Wittgenstein hubiera sacado provecho de la distinción de Peirce entre tipo e instancia [type and token].10

La filosofía sistemática de Peirce, que es el centro de la presente reunión de escritos, es difícil de caracterizar en pocas palabras. Por una parte, consiste en un número de teorías y doctrinas distintas pero interrelacionadas, y cualquiera de ellas podría ser fácilmente el tema de libros enteros—como de hecho han sido algunas—. Entre las teorías de Peirce más características están su pragmatismo (o “pragmaticismo”, como después lo llamó), un método de resolver confusiones conceptuales refiriendo el significado a las consecuencias; la semiótica, su teoría de la información, la representación, la comunicación y el crecimiento del conocimiento; el idealismo objetivo, su tesis monista de que la materia es mente desvirtuada (con el corolario de que la mente es inexplicable en términos de la mecánica); el falibilismo, la tesis de que ningún investigador jamás puede afirmar, con toda seguridad, que haya alcanzado la verdad, ya que puede surgir nueva evidencia o información que reverbere a lo largo del propio sistema de creencias, afectando incluso a las más arraigadas; el tiquismo, la tesis de que el azar es realmente operativo en el universo; el sinequismo, la teoría de que la continuidad prevalece y de que la suposición de la continuidad es de enorme importancia metodológica para la filosofía, y, por último, el agapismo, la tesis de que el amor o simpatía ejerce una influencia real en el mundo y, de hecho, es “el gran agente evolutivo en el universo”. Las últimas tres doctrinas forman parte de la comprehensiva cosmología evolutiva de Peirce.

Además de este imponente ensamblaje de teorías, hay todavía otra barrera para una caracterización fácil de la filosofía de Peirce, señalada por la referencia a Darwin en el primer párrafo. La filosofía de Peirce no consiste en un conjunto de doctrinas estáticas, pensadas y plasmadas de una vez y para siempre; su desarrollo a lo largo de sus más de 50 años de trabajo intelectual representa apropiadamente su motivación darwiniana. No sólo consideraba que estaba desarrollando una filosofía evolutiva, que incluye a la humanidad como parte del mundo natural evolutivo, sino que sus escritos ilustran su compromiso personal con el principio del crecimiento evolutivo. Peirce siempre estaba abierto a las revelaciones de la experiencia y, de acuerdo con eso, estaba preparado para cambiar sus teorías al respecto. Algunas de éstas cambiaron dramáticamente a lo largo de su vida, y casi todas cambiaron de una manera u otra. No podemos extraer una filosofía consistente de los escritos de Peirce sin ignorar pasajes contradictorios. La tendencia de algunos comentaristas de Peirce a pasar por alto esta característica de su pensamiento ha provocado mucha confusión. Esto fue señalado de forma bastante dramática por el filósofo de Indiana Arthur F. Bentley, ya difunto:

Lo que uno dice a veinte años de haber dicho algo en otra ocasión debe ser estudiado como Evento-en-proceso… Peirce no disponía de un vocabulario modernizado post-jamesiano para las conductas. Se enredaba y cambiaba de dirección… Puedes mostrar a Peirce como todo tipo de cosas. Pero al tener en cuenta toda la trayectoria del desarrollo de Peirce, sus ensayos de 1869 sobre la actualidad; su lógica de relaciones—su afirmación sobre los conceptos en 187[8] Sci. Monthly—; su esfuerzo tardío para desarrollar una lógica funcional que nadie menciona nunca, etc.: aquí tienes un evento en progreso. Para mí, es uno de los eventos más grandes entre todos los eventos.11

Es imposible, en una breve introducción, presentar de forma completa las doctrinas y teorías filosóficas más características de Peirce, no digamos prestar una atención seria al desarrollo de su pensamiento. Es difícil incluso dar un esbozo satisfactorio de su desarrollo filosófico. A lo largo de los años los estudiosos han descrito de distintas maneras los pasos clave en su vida intelectual. Para dar alguna estructura cronológica a tales estudios, Max Fisch ha dividido la actividad filosófica de Peirce en tres periodos: 1) el periodo de Cambridge (1851-1870), desde su lectura de la Logic de Whately hasta su memoria sobre la lógica de relativos; 2) el periodo cosmopolita (1870-1887), la época de su trabajo científico más importante, en la que viajaba extensamente por Europa, los Estados Unidos y Canadá, y 3) el periodo de Arisbe (1887-1914), desde su traslado a Milford, Pensilvania, hasta su muerte—el periodo más largo y filosóficamente más productivo—.12

Gérard Deledalle ha asociado estos periodos más directamente con la actividad filosófica de Peirce y les ha dado nombres más figurativos: 1) “Saliendo de la caverna” (1851-1870), el periodo de la evolución del pensamiento de Peirce que empieza con su crítica a la lógica kantiana y al cartesianismo; 2) “El eclipse de Sol” (1870-1887), el periodo dominado por su descubrimiento de la lógica moderna y del pragmatismo, y 3) “El Sol liberado” (1887-1914), el periodo de su fundamentación de la semiótica sobre una fenomenología basada en su lógica de relaciones y de su desarrollo de la metafísica científica, la coronación de su esfuerzo filosófico.13

Murray Murphey da una explicación algo diferente de las principales etapas del desarrollo de Peirce, asociando cada uno de los cambios clave de su pensamiento con importantes descubrimientos en lógica. Identifica cuatro etapas principales: 1) su fase kantiana (1857-1865/66); 2) la fase que empieza con el descubrimiento de la irreductibilidad de las tres figuras silogísticas (1866-1869/70); 3) la fase que empieza con el descubrimiento de la lógica de relaciones (1869/1870-1884), y 4) la fase que empieza con el descubrimiento de la cuantificación y de la teoría de conjuntos (1884-1914).14

Probablemente el desarrollo más significativo en la vida intelectual de Peirce fue la evolución de su pensamiento desde sus comienzos cuasi-nominalistas e idealistas hasta su conclusión amplia y fuertemente realista. Puesto que hay tantas variantes de estas doctrinas, algunas selecciones de las definiciones de Peirce en el Century Dictionary ayudarán a esclarecer sus concepciones de estos términos:

Nominalismo: 1. La doctrina de que nada es general salvo los nombres; más específicamente, la doctrina de que los nombres comunes, como hombre, caballo, no representan en su generalidad nada en las cosas reales, sino que son meras conveniencias para hablar de muchas cosas a la vez o, a lo sumo, necesidades del pensamiento humano; individualismo.

Idealismo: 1. La doctrina metafísica de que lo real es de la naturaleza del pensamiento; la doctrina de que toda realidad es, en su naturaleza, psíquica.

Realista: 1. Un lógico que sostiene que las esencias de las clases naturales tienen algún modo de ser en las cosas reales; en este sentido se distingue como un realista escolástico, opuesto a un nominalista. 2. Un filósofo que cree en la existencia real del mundo externo como independiente de todo pensamiento sobre él o, al menos, del pensamiento de cualquier individuo o número de individuos.

Peirce también definió “ideal-realismo” como “una doctrina metafísica que combina los principios del idealismo y el realismo”. Como variante de este término, definió el ideal-realismo de su padre como “la opinión de que la naturaleza y la mente conforman una comunidad que imparte a nuestras conjeturas una tendencia hacia la verdad, mientras que, al mismo tiempo, requieren la confirmación de la ciencia empírica”.

La tensión entre nominalismo y realismo a lo largo de toda la vida intelectual de Peirce es un testimonio de la importancia general que le atribuía a esta cuestión; de hecho, si puede decirse que Peirce consideraba alguna cuestión como la cuestión filosófica más importante de su tiempo, sería la de decidir entre las dos doctrinas. Peirce coincidió en esto con su viejo compañero de escuela Francis Ellingwood Abbot, quien en 1885 escribió que “la vieja batalla entre Nominalismo y Realismo estaba, a finales del siglo XV, tan lejos de acabarse que hoy en día constituye el problema profundo y subyacente a todos los problemas, de cuya correcta solución depende la vida de la filosofía misma en las épocas por venir”.15 Para Peirce, así como para Abbot, la significación del resultado de esta “batalla” no se limitaba a la filosofía técnica:

Aunque la cuestión del realismo y el nominalismo tiene sus raíces en los tecnicismos de la lógica, sus ramas envuelven nuestra vida. La pregunta de si el genus homo tiene alguna existencia excepto como individuos, es la pregunta de si hay algo de mayor dignidad, valor e importancia que la felicidad individual, las aspiraciones individuales y la vida individual. La cuestión de si los hombres tienen realmente algo en común, de modo que la comunidad deba considerarse como un fin en sí mismo y, si es así, cuál es el valor relativo de los dos factores, es la pregunta práctica más fundamental con respecto a toda institución pública en cuya constitución tengamos la capacidad de influir (ítem 5).

Según Fisch, el progreso de Peirce hacia el realismo empezó temprano y fue gradual, pero hubo pasos clave que lo dividen en etapas.16 Peirce dio su primer paso deliberado en 1868 cuando, en el segundo artículo de su serie sobre la cognición (ítem 3), “se declara discretamente a favor del realismo”. Aunque este paso constituye sólo un pequeño viraje en su pensamiento—la introducción del “a largo plazo” en su teoría de la realidad—, es un paso importante, ya que lleva a su fin el periodo de ser un nominalista declarado.17

El segundo paso deliberado lo dio Peirce en 1871, cuando en su reseña sobre Berkeley (ítem 5) se declaró nuevamente a favor “del realismo de Escoto” y reconoció que el realismo está temporalmente orientado hacia el futuro, mientras que el nominalismo está orientado hacia el pasado. Fisch señala que esta segunda declaración la hizo Peirce cuando, tras un periodo de estudio intensivo de los escolásticos, llegó a familiarizarse con los escritos de Duns Escoto.

Peirce dio su tercer paso a mediados de 1872, cuando, en el Club Metafísico de Cambridge, presentó por primera vez su pragmatismo, en el que el significado de los conceptos se refiere a la experiencia futura: “Así que decimos que el tintero sobre la mesa es pesado. Y, ¿qué queremos decir con eso? Sólo que si se quita su soporte caerá al suelo… De modo que… el conocimiento de la cosa que existe todo el tiempo existe sólo en virtud del hecho de que, cuando surja una cierta ocasión, una cierta idea vendrá a la mente” (W 3:30-31). Unos meses después, Peirce escribió que “ninguna cognición… tiene un significado intelectual por lo que es en sí misma, sino sólo por lo que es en sus efectos sobre otros pensamientos. Y la existencia de una cognición no es algo fáctico, sino que consiste en el hecho de que bajo ciertas circunstancias surgirá alguna otra cognición” (W 3:77). Pero el enunciado más conocido de la doctrina llegó en 1878, en el segundo de sus “Ejemplos de la lógica de la ciencia”, en la versión ahora célebre de su máxima pragmática: “Considérese qué efectos, que pudieran concebiblemente tener repercusiones prácticas, concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Entonces, nuestra concepción de esos efectos constituye la totalidad de nuestra concepción del objeto”.

Fisch deja de enumerar los pasos hacia el realismo en 1872, y divide el resto del desarrollo de Peirce en dos periodos, el periodo anterior a los artículos en The Monist (1872-1890) y el periodo de The Monist (1891-1914). Resume los factores clave del primer periodo como sigue:

Los desarrollos principales en el periodo anterior a los artículos en The Monist, cuyos efectos sobre el realismo de Peirce aparecerán en el periodo de The Monist, son su pragmatismo; su trabajo sobre la lógica de relaciones y sobre las tablas de verdad, los índices y la cuantificación; la reformulación resultante de sus categorías; su trabajo y el de Cantor y Dedekind sobre los números transfinitos; la aparición en 1885 de libros provocativos de Royce y Abbot; y, al final del periodo, una revisión fresca de la historia de la filosofía con el propósito de definir términos filosóficos para el Century Dictionary.

En el periodo anterior a los artículos en The Monist, un paso que tuvo especial importancia para el desarrollo filosófico de Peirce fue su reconocimiento, con ayuda de su alumno de Johns Hopkins, O. H. Mitchell, de la necesidad de índices en su álgebra de la lógica. Peirce reconoció la necesidad de índices en notaciones adecuadas para la plena representación del razonamiento porque había llegado a entender la importancia de sujetar el pensamiento a situaciones que hubieran ocurrido efectivamente. “Ninguna descripción—decía—puede distinguir el mundo real de uno imaginario. De aquí la necesidad de pronombres e índices” (ítem 16). Fisch señala que la incorporación de los índices de Peirce a su sistema de lógica requería una reformulación tanto de su teoría de los signos como de su teoría general de las categorías. Fue entonces cuando Peirce reintrodujo la familiar tricotomía de ícono-índice-símbolo y las categorías reformuladas que denotan tres clases de caracteres (singular, dual y plural), que asociaba con tres clases de hechos: “hechos sobre un objeto, hechos sobre dos objetos (relación), hechos sobre varios objetos (hecho sintético)” (W 5:244).

Al final de su periodo anterior a los artículos en The Monist, Peirce dio un paso importante hacia un realismo más robusto, un paso relacionado con su reconocimiento de la necesidad de índices. Fue su aceptación, alrededor de 1890, de la haecceidad de Escoto—la realidad de la actualidad o de la segundidad—. Peirce no podía ignorar por más tiempo el Choque Externo, como había hecho Hegel en detrimento de su sistema de filosofía. Al aceptar la realidad de los segundos, Peirce reconoció el modo de ser que distingue al individuo de lo general, y aisló sus categorías del hecho: qualia, relaciones y signos.

El periodo posterior empezó con la serie de cinco artículos con que concluye el presente volumen. Es la primera de cuatro series de artículos que Peirce ofreció a The Monist, que, después de su fundación en 1890, se convirtió en su principal medio de publicación. En cada una de estas series y en muchos otros de sus escritos de este periodo, continuó eliminando lo que quedaba del nominalismo así como muchos de los elementos idealistas de su filosofía. Peirce dio su paso más decisivo hacia el realismo en 1897. Fisch ha ilustrado bien este último gran paso al contrastar dos pasajes, uno de una reseña de enero de 1897 sobre el tercer volumen del Algebra und Logik der Relative de Schröder, y el otro de una carta a William James con fecha de 18 de marzo de 1897. En enero, Peirce escribió: “Anteriormente [ya en octubre de 1896] definía lo posible como aquello que, en un determinado estado de información (real o fingido), no sabemos que no sea verdadero. Pero hoy día esta definición me parece sólo una frase retorcida que, por medio de dos negativos, oculta un anacoluto” (CP 3.527). Dos meses después le escribía a James: “Lo posible es un universo positivo, y sucede que dos negaciones concuerdan con él, pero nada más” (CP 8.308). Así, Peirce añadió lo posible como un tercer modo del ser—y, al hacerlo, renunció a su largamente sostenida teoría de la probabilidad inspirada en la teoría de la frecuencia de Mill—y su esquema de las categorías quedó fundamentalmente completo. A sus categorías en su forma de terceridad (sensación, o signos de primeridad; sentido de acción y reacción, o signos de segundidad; y sentido de aprendizaje o mediación, o signos de terceridad) y en su forma de segundidad (qualia o hechos de primeridad; relaciones o hechos de segundidad, y signos o hechos de terceridad), Peirce agregó entonces lo que podrían llamarse sus categorías ontológicas, sus categorías en su forma de primeridad: primeridad, o el ser de la posibilidad cualitativa positiva; segundidad, o el ser del hecho actual, y terceridad, o el ser de la ley que gobernará los hechos en el futuro (CP 1.23).

CP