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PEDRO CALDERÓN
DE LA BARCA

TEATRO BREVE

Fondo de Cultura Económica

CENTZONTLE
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2005
Primera edición electrónica, 2013

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Don Pedro Calderón de la Barca nació, vivió y murió en Madrid, España, entre los años 1600 y 1681. De noble cuna, estudió durante su infancia en el Colegio Imperial de los jesuitas, mas al fallecer su madre y contraer problemas con la segunda esposa de su padre, pasó penurias económicas y estrecheces. A los catorce años se trasladó a Alcalá de Henares y de allí a Salamanca, donde se graduó en cánones y derecho; a los 23, pasó a Flandes e Italia, sirviendo al duque de Frías en 1525 como escudero, aunque ya llevaba no pocos cuadernos entregado a su vocación de escritor con obras dramáticas. Pronto fue nombrado dramaturgo oficial de la corte y caballero de Santiago: a los 37 años quedó al servicio del duque del Infantado y bajo las órdenes del conde-duque de Olivares participó en varias contiendas militares, destacándose en el sitio de Lérida, al frente de un ejército mandado por Felipe IV. Este hecho ha quedado reflejado en el magnífico retrato que hiciera Diego Velázquez del rey, cuyo rostro y pose delatan fielmente la intensidad y fervor del momento, mismos que quizá influyeron para que Calderón abandonase las armas en 1642.

A los 51 años de edad, desencantado de la política, las guerras y el mundo terrenal, Calderón decide ordenarse sacerdote, luego de haber procreado y perdido un hijo con una dama desconocida. Aunque poco se ha escrito sobre este drama particular en su vida, se sabe que Calderón pasó a ser nombrado capellán de los reyes de España, donde se le prohibió la publicación de comedias para el público en general, aunque siguió produciéndolas para deleite y a solicitud de los monarcas.

De la vasta producción literaria de Calderón de la Barca, baste citar La vida es sueño o El alcalde de Zalamea para confirmar que se trata de un dramaturgo común y conocido entre todas las generaciones, reconocido por los entendidos así como aplaudido por el público en general. Sin embargo, no se han honrado debidamente las otras muchas obras que confirman su estatura literaria, así como el hecho de que elevó el auto sacramental a su máxima expresión, habiendo ejercido y quizá magnificado todos los postulados teatrales formulados por Lope de Vega.

Centzontle presenta en estas páginas tres breves obras de teatro, entremeses con los que Calderón demuestra, por un lado, la plenitud del barroco alcanzada por su obra en el siglo XVII, así como la universalidad intemporal que hasta hoy no ha perdido un ápice de vigencia; en ella el ingenio y el sentido común se enredan con dimes y diretes, enigmas y conjeturas, empeños y secretos de la gran comedia humana que representamos todos, día con día.

Reproducimos la obra Guardadme las espaldas, con la que Calderón retrata la enrevesada conjura entre un típico celoso, un fanfarrón advenedizo y la hermosa mujer condenada a ser esposa encadenada: aquí la burla del marido burlado, donde una fila de pícaros personajes entran a casa, a escena o a una obra, de donde nadie saldrá bien librado. En El convidado queda expuesto el caballero fanfarrón que vive de milagro o, más bien, el gorrón que tendrá que sufrir un divertido castigo por sus abusos de confianza; por otro lado, El dragoncillo, aunque imitación de La cueva de Salamanca, de Cervantes, es una obra más elaborada en su argumento y trama al desenvolver los enredos de un marido burlado. Entre dragones y serpientes —reales o metafóricos—, para escarnio de la maldad y la codicia.

Índice

Guardadme las espaldas

El convidado

El dragoncillo