LUIS DE GÓNGORA
Soledades
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
Primero sueño
BIBLIOTECA UNIVERSITARIA DE BOLSILLO
Primera edición (Tezontle), 2009
Segunda edición (Biblioteca Universitaria de Bolsillo), 2010
Primera edición electrónica, 2013
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ISBN 978-607-16-1733-0
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Prefacio
Las Soledades: guía de lectura, por Antonio Carreira
SOLEDADES
Invitación a la lectura del Sueño de sor Juana, por Antonio Alatorre
PRIMERO SUEÑO
Al parecer, es esta la primera edición conjunta de las obras maestras de Góngora y sor Juana, a pesar de que el título de la segunda invitaba a tener cerca la primera, a fin de precisar hasta dónde llega la imitación y en qué consiste la novedad. Alguna vez se ha acusado al parecidismo de vicio crítico o muestra de pereza mental. No se ha dicho tanto que suele serlo también la postura contraria, aquella que, ante dos cosas similares o emparentadas, afirma que no pueden ser más dispares. Sor Juana confiesa la imitación, Méndez Plancarte la confirma en el nivel métrico, versal, incluso imaginativo, así que no hay por qué dudar: sor Juana admiraba las Soledades de Góngora y las tomó por modelo. Un antiguo catador, el P. Calleja, ya advierte que el asunto del poema gongorino estaba medio poetizado, lo que no es el caso del Primero sueño, donde sor Juana se propuso expresar, entre otras cosas, lo mucho que sabía, lo enterada que estaba de la ciencia de su tiempo. Cabría decir, con algo de hipérbole, que el Primero sueño, en cuanto al contenido, pertenece a la Ilustración, es uno de esos poemas cuasi-didácticos que podría haber firmado, por ejemplo, el P. Feijoo, si hubiera tenido más trato con las musas. Al menos es cierto que en él se respira un aire nuevo, ya que no de otros planetas, pero no se debe olvidar que su forma es cosa del pasado, como lo serán un siglo después las formas musicales usadas por Bach, y a su dominio deben uno y otro lo mejor de su obra. Ambos casos constituyen, pues, una despedida, una gran traca final de mundos estéticos en declive o ya periclitados.
Al admirar e imitar las Soledades gongorinas, sor Juana demuestra que su ingenio y su sensibilidad van a la par, son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, no es ese poema el más afín del suyo, sino tal vez el Panegírico al duque de Lerma, un poco posterior y compuesto no en silvas sino en octavas reales. En él Góngora, como sor Juana, hubo de dominar una materia rebelde, mucho menos preciosa y maleable que la vida natural: la vida histórica. Pero también hay algo de eso en las Soledades, y acaso sea lo que más incitó el numen de sor Juana: el epilio de la primera, vv. 366-502, es un canto a los descubrimientos, empezando por la brújula, una condena a la Codicia, impulsora de las navegaciones y conquistas, presentadas, a pesar de su móvil, como hazaña prodigiosa, digna de todo el ornato cósmico y mitológico, ni más ni menos que lo son los búhos, las lechuzas y los murciélagos evocados por sor Juana al pintar la noche.
Los dos poetas, hijos de épocas tan distintas y que el término barroco uniformiza mucho más de lo deseable, se dan la mano por encima de casi un siglo y manifiestan el mismo semblante jánico: entusiasmo por la ciencia, honor del ser humano, y a la vez nostalgia por las formas y los maestros del pasado: la devoción de sor Juana por los poemas homéricos y gongorinos equivale a la de Góngora por Horacio, Virgilio, Ovidio o Garcilaso. Los textos se forman entrecruzando hilos diversos procedentes de ovillos muy lejanos. Si son varios y fuertes los que llegan de las Soledades al Primero sueño, de este puede salir uno tenue que recoge, por ejemplo, Juan José Domenchina, español refugiado en México, en unas cuantas décimas de su libro Destierro (1942), en las que parece haber meditado largamente sobre el fenómeno descrito por sor Juana. Sirvan dos de ellas como cierre de este prefacio y muestra de intertextualidad, si no de poligénesis:
Es vivir de otra manera
—no es morir— estar dormido.
Nacen un nuevo sentido
y la verdad verdadera
en la pausa duradera
del sueño, que corrobora
este existir sin demora
y racional —artesano
del instante—, ¡tan humano
que todo lo humano ignora!
…Pero siempre el despertar
es un asombro. La vida,
aun de noche, está encendida
para el lúcido mirar.
Le gusta desparramar
la opulencia de las cosas,
sus presencias jubilosas,
que de día son derroche
y que ocultan por la noche
sus vigilias laboriosas.
A. A. y A. C.