La Ciencia
para Todos
Desde el nacimiento de la colección de divulgación científica del Fondo de Cultura Económica en 1986, ésta ha mantenido un ritmo siempre ascendente que ha superado las aspiraciones de las personas e instituciones que la hicieron posible. Los científicos siempre han aportado material, con lo que han sumado a su trabajo la incursión en un campo nuevo: escribir de modo que los temas más complejos y casi inaccesibles puedan ser entendidos por los estudiantes y los lectores sin formación científica.
A los diez años de este fructífero trabajo se dio un paso adelante, que consistió en abrir la colección a los creadores de la ciencia que se piensa y crea en todos los ámbitos de la lengua española —y ahora también del portugués—, razón por la cual tomó el nombre de La Ciencia para Todos.
Del Río Bravo al Cabo de Hornos y, a través del mar Océano, a la Península Ibérica, está en marcha un ejército integrado por un vasto número de investigadores, científicos y técnicos, que extienden sus actividades por todos los campos de la ciencia moderna, la cual se encuentra en plena revolución y continuamente va cambiando nuestra forma de pensar y observar cuanto nos rodea.
La internacionalización de La Ciencia para Todos no es sólo en extensión sino en profundidad. Es necesario pensar una ciencia en nuestros idiomas que, de acuerdo con nuestra tradición humanista, crezca sin olvidar al hombre, que es, en última instancia, su fin. Y, en consecuencia, su propósito principal es poner el pensamiento científico en manos de nuestros jóvenes, quienes, al llegar su turno, crearán una ciencia que, sin desdeñar a ninguna otra, lleve la impronta de nuestros pueblos.
¿LOS TERRIBLES COCODRILOS?
Comité de selección de obras
Dr. Antonio Alonso
Dr. Francisco Bolívar Zapata
Dr. Javier Bracho
Dr. Juan Luis Cifuentes
Dra. Rosalinda Contreras
Dr. Jorge Flores Valdés
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Leopoldo García-Colín Scherer
Dr. Adolfo Guzmán Arenas
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Jaime Martuscelli
Dra. Isaura Meza
Dr. José Luis Morán
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dr. Julio Rubio Oca
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Dr. Elías Trabulse
Coordinadora
María del Carmen Farías R.
La Ciencia para Todos / 197
Primera edición, 2004
Primera edición electrónica, 2014
La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
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ISBN 978-607-16-2304-1 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Los terribles cocodrilos ¿lo son?, es una pregunta que muy poca gente se hace. Quienes no han estado en contacto directo con estos “lagartos” los consideran terribles, feos y malos, sin comprenderlos ni preguntarse: ¿realmente son tan terribles? Sin embargo, aquellos que por su interés, convicción y entusiasmo han estado en contacto directo con los Crocodylia, los consideran seres muy interesantes, adaptados y con grandes cualidades, hasta llegar a la misma pregunta ¿realmente son tan terribles? Por ello, el conocimiento que adquiramos a través de este libro nos permitirá tener las bases y el criterio para plantearnos esa pregunta.
Muchos autores han descrito desde distintos puntos de vista a los caimanes y cocodrilos, unos siguiendo una línea muy pura y científica, otros alarmista y llamativa por las historias de los grandes monstruos comehombres, otros más de una manera histórica y fantasiosa. Pero son muy pocos los que han dedicado libros de enseñanza para todos con un grado simple, entendible y hasta cierto punto humorístico, para describir estos interesantes reptiles. En este libro los autores, de una manera asombrosa y alegre logran esto.
Con frases como “lágrimas de cocodrilo”, “la aventura de nacer”, “niño o niña”, etc., llegamos a conocer su historia, mitos, creencias, costumbres, reproducción, dimorfismo sexual, distribución e importancia en su hábitat natural, así como las narraciones que nuestros antepasados y los conquistadores españoles hacen de los “fieros lagartos”, y la importancia que tuvieron estos animales como dioses, espíritus y demonios para muchas culturas a lo largo del tiempo y en todo el mundo, lo cual constituye información esencial para poder entender y apreciar a los reptiles más grandes del mundo.
En la actualidad hay investigadores y académicos que dedican su vida al estudio y conocimiento de los crocodilianos del mundo. En México, con tres especies distribuidas en las zonas costeras, lagunas, ríos, esteros, manglares, etc., desde el norte de Sinaloa hasta la frontera sur con Guatemala, en Chiapas por el Pacífico y, desde el sur de Tamaulipas pasando por Veracruz, San Luis Potosí, Tabasco, norte de Oaxaca y Chiapas, y toda la península de Yucatán, así como la zona central del estado de Chiapas; es grato encontrarnos gente, “cocodrileros o cocodrileras”, dedicada y muy interesada en la protección y conservación de estos animales, logrando ver en estos sobrevivientes de la era de los dinosaurios expresiones de ternura, amor, cariño, así como de rudeza, enojo y tristeza.
Los crocodilianos han estado presentes en toda la historia de la humanidad de una u otra forma y estamos muy ligados a ellos de diversas maneras (histórica, mística, industrial, científica, económica, etc.), por lo que a través de su conocimiento y entendimiento podemos establecer su continuidad en este mundo y en este tiempo. Ocho de las 23 especies, por su valor comercial e importancia en la industria peletera, se encuentran fuera de peligro; el resto, en mayor o menor grado, tienen protección especial, siendo el Aligator chino la más amenazada y la que está a punto de desaparecer del medio natural. Éstas son especies que no tienen nacionalidades, credos ni fronteras: ¡hay que conocer para comprender y proteger!
Aprovecho también para agradecer la oportunidad que los autores me han brindado de presentar y leer las primeras versiones de este texto; de igual forma, les extiendo mi felicitación y un merecido reconocimiento por lo que esta obra representa para el Grupo de Especialistas en Crocodilianos de México y como parte de una colección de libros que busca la manera de resaltar y preservar lo que es nuestro.
MANUEL I. MUÑIZ CANALES
FRAY DIEGO DE LANDA perteneció a la orden franciscana y llegó a Yucatán poco después de la Conquista de México. Este religioso se caracterizó por su personalidad ambivalente y polémica, ya que a la vez que se preocupó por rescatar parte de la cultura de los antiguos mayas en el manuscrito Relación de las cosas de Yucatán (1563-1572), también se dedicó a combatir con severidad las antiguas creencias paganas a fin de imponer el cristianismo, destruyendo la valiosa información contenida en los códices.
En su famoso texto, se encuentra retratada buena parte de la vida silvestre de la península. En algunos de sus pasajes se puede leer la descripción que hace de unos
muy fieros lagartos, los cuales aunque andan en el agua, salen y están mucho en tierra, y comen en tierra o la cabeza fuera del agua porque carecen de agallas y no pueden mascar dentro del agua. Es un animal pesado y no se aparta mucho del agua y tiene furioso ímpetu en el acometer a algo, o en la huida. Es muy tragón, que cuentan de él cosas extrañas; y lo que yo sé es que uno nos mató, cerca de un monasterio, a un indio, bañándose en una laguna; y fue luego de allí a un rato un religioso con los indios a matarle a él y para matarle tomaron un perro no muy grande y metiéronle un fuerte palo en la boca hasta el sieso, hecho así, con sus puntas, y atáronle por las tripas del perro una muy recia soga y echando en la laguna el perro salió luego el lagarto y lo tomó en los dientes y se lo tragó; y tragado tiró la gente que con el fraile iba y lo sacaron con gran trabajo y dificultad atravesándosele el palo en el cuerpo; abriéronle y halláronle la mitad del hombre en el buche a más del perrito. Estos lagartos engendran como los animales, y ponen huevos, y para ponerlos hacen grandes hoyos en la arena, muy cerca del agua, y ponen trescientos huevos y más, grandes más que las aves, y déjanlos allí hasta el tiempo que les ha Naturaleza enseñado que han de salir y entonces ándase por allí aguardando y salen los lagartillos de esta manera: salen del huevo tan grandes como un palmo y están aguardando la ola de la mar que bate cerca de ellos, y así como la sienten, saltan de su lugar al agua y todos los que no alcanzan quedan muertos en la arena que como son tan tiernos y ella está muy caliente del sol, abrásanse y mueren luego. Los que alcanzan el agua escapan todos y comienzan luego a nadar por allí, hasta que acudiendo los padres los siguen: de esta manera escapan muy pocos aunque ponen tantos huevos, no sin divina providencia que quiere sea más lo que nos aprovecha que lo que nos daña y podría tanto perjudicar, como estas bestias, si todas saliesen a la luz.
Después de leer este relato de más de 450 años de antigüedad, no cabe duda que este fraile, considerado hombre contradictorio, fanático e intransigente, tenía alma de naturalista; en vista de que la descripción de las características morfológicas, de la biología y el comportamiento de estos “fieros lagartos” permite identificarlos claramente como cocodrilos, salvo por un par de imprecisiones, seguramente proporcionadas erróneamente por los nativos o conquistadores: como la puesta de 300 o más huevos y el que aguardan la ola de la mar para abandonar su nido, detalles que más bien parecen referirse a las tortugas marinas.
Pero lo que resalta en este relato local y que se repite invariablemente en todos los rincones de las regiones tropicales, es la historia del desafortunado encuentro entre el hombre y el reptil, siempre salpicado de terror y venganza, y en el que finalmente uno de los dos protagonistas termina siempre perdiendo la vida.
Sin embargo, el encuentro entre estas dos especies no siempre ha sido así, envuelto en un círculo vicioso de desconocimiento, temor y muerte, ya que otras culturas, como la egipcia, vieron en los cocodrilos los mensajeros o intermediarios ideales para vincular las plegarias de los mortales con las dádivas de los dioses.
Para los antiguos mexicanos, los “libros pintados” o códices (amoxtli, en lengua náhuatl) constituían una especie de memorando que sólo los sacerdotes eran capaces de descifrar. En ellos los hechos eran representados por medio de imágenes, símbolos y jeroglíficos, es decir, en forma pictográfica, ideográfica y parcialmente fonética. A menudo el ideograma para representar la Tierra era un cocodrilo.
Asimismo, de los 20 días que integraban cada uno de los 18 meses del año mexica (aparte de los cinco llamados nemontemi), tres días llevaron nombres de reptiles: coatl, serpiente; cuetzpallin, lagartija, y cipactli, cocodrilo, aunque, en su lenguaje común los mexicas llamaba acuetzpallin al cocodrilo, es decir, lagartija de agua.
El símbolo del día calendárico cipactli era representado únicamente con la cabeza del cocodrilo desprovista de mandíbula, nunca de cuerpo entero. Muy raras veces se le dibujaba en su totalidad, con el dorso cubierto de púas mitad rojas y mitad blancas, mismas que aluden a las placas óseas (osteodermos) presentes en el dorso y cuyos colores simbolizan, seguramente, la muerte y el crepúsculo o el tiempo remoto. Además, como lo menciona María Sten, los códices “… para algunos sabios no tenían valor y para otros representaban simples y ridículos dibujos para niños”; sin embargo, los ideogramas recogían detalles importantes sobre la morfología de las especies animales y sus adaptaciones al ambiente.
En el caso del cocodrilo-cipactli, un dibujo que aparece de él en el Códice Laud revela un rasgo característico de los de su especie: la elevación del ojo y de la nariz en relación con el resto de la cabeza, lo que le permite respirar y ver fuera del agua, mientras la mayor parte del cuerpo se encuentra sumergida dentro del líquido. Asimismo, el día cocodrilo-cipactli se relacionaba anatómicamente con el hígado o tlacaelli, quizás porque la incidencia de cierta enfermedad en este órgano ocurría durante ese día en particular, dando una base mágica al médico para deducir el correspondiente pronóstico.
Sin duda alguna en América los cocodrilos y los caimanes fueron candidatos naturales para ser divinizados por el hecho de que su vida es anfibia (sus vidas son compartidas entre el ambiente acuático y el terrestre) y transcurre lenta y larga, como la de la Tierra misma; sus hijos nacen cerca de la temporada de lluvias, como cualquier brote vegetal; habitan en cuevas vecinas al agua en las que desarrollan casi todas sus actividades, caracterizadas por ser nocturnas, por lo cual se relacionan con el Inframundo, el reino de los muertos; además, sus escamas se parecen a las espinas de las ceibas jóvenes (en la cultura maya la relación cocodrilo-árbol conecta los tres niveles cósmicos: Cielo, Tierra e Inframundo y sirve de camino a los dioses y los espíritus de los muertos, quienes pasan de uno a otro nivel a través de su tronco, se manifiestan y actúan en la Tierra).
La visión del cocodrilo, que muchas veces emerge de las aguas en que habita, con el lomo de duras escamas cubierto de hojas de lirio y otras plantas (era común que los dioses del Inframundo usaran lirios en su tocado o vestimenta), fue posiblemente la inspiración para el mito de que los dioses crearon la Tierra en tiempos muy remotos de un cocodrilo en cuyo lomo crecía la vegetación y cuyas fauces abiertas eran la entrada al Inframundo. Esta relación del cocodrilo con el agua y la fertilidad se pone de manifiesto en la cultura maya, ya que durante la celebración del mes de mac, dedicado a Chaak, deidad de la lluvia, y a Itzamná, el dios principal, que en ocasiones adoptaba la forma de cocodrilo, se les ofrecían corazones de este reptil.
Por su parte, la deidad en la cultura mexica que adoptaba la figura de cocodrilo era Cipactonal, “el que tiene como disfraz al cocodrilo” y, que según la mitología, era el regente de la primera trecena del ciclo adivinatorio, honor compartido con su mujer Oxomoco. Ambos eran brujos y hechiceros por excelencia, porque predecían el porvenir por medio de maíces que tiraban al aire.
Por la relación del cocodrilo con el dios primordial, la creación, lo antiguo y, por otra parte, su relación con la corteza terrestre, el agua, la fertilidad, la abundancia y la riqueza, el niño que nacía en el día ce cipactli, “uno cocodrilo”, sería afortunado y a menudo le daban el nombre de cipac, es decir, cocodrilo o lagarto.
Los antiguos mexicanos temían al cocodrilo y decían que atraía a la gente con su aliento para matarlos, por lo cual extremaban sus precauciones al transitar por los lugares donde se sabía que habitaba. Sólo algunos hombres cumplían su penitencia en la que se enfrentaban a un mítico cocodrilo monstruoso que se suponía tenía cuatro cabezas. El pecador que verdaderamente deseaba ser perdonado acudía ante el sacerdote, quien le recomendaba ir en busca del lagarto fantástico. Se ataba unos calabazos como flotadores y nadaba río arriba hasta encontrarlo. Al verlo saltaba sobre su lomo, daba así varias vueltas y regresaba río abajo hasta su pueblo a dar cuenta al sacerdote para que lo absolviera.
Por otro lado, según las mitologías maya y mexica, las almas que salían de la boca de los muertos llevaban jabalinas para someterse a varias pruebas antes de llegar a su morada e iban acompañadas por la sombra de su perro favorito. Estas pruebas consistían en el paso entre dos peñas peligrosas, la lucha con una serpiente, el enfrentamiento con un cocodrilo, la travesía por ocho desiertos y ocho montañas, la superación de un torbellino capaz de atravesar las rocas más sólidas, además de una serie de demonios que les impedían el paso.
En la cultura maya se emplearon diversos vocablos como Ain, Chi’wal’an e Itzam para designar al cocodrilo. Ain significa “cocodrilo” y Chi’wal’an, “hocico largo”. En el caso de Itzam, se refiere a un “cocodrilo cósmico”. Por su parte, se cree que el vocablo Itzam Na era empleado para designar a un cocodrilo hembra y macho a la vez, bicéfalo, deidad creadora; es decir, la Madre 1 Lagarto. Con este vocablo se referían a la misma tierra que uno pisa (de hecho, como se mencionó, el cocodrilo representa la Tierra), al agua tanto celeste, fluvial y lacustre como del Inframundo y a la vegetación, en especial a los nenúfares y la ceiba. Los dos últimos vocablos, Itzam e Itzam Na eran empleados por los mayas para referirse a divinidades crocodilianas. Asimismo, el vocablo Cipactli de los mexicas corresponde a los mayas Itzam y Chi’wal’an; de igual forma, las deidades Itzam Na y Cipactonal corresponden a seres reptilianos que personifican a la Tierra y al Inframundo de las cosmovisiones de ambas culturas.
Otras culturas buscaron materializar en sus cuerpos la figura misma del cocodrilo. Diversos grupos nativos de Papúa-Nueva Guinea consideran que un antiguo cocodrilo recorrió la región fundando a su paso villas y comunidades, las cuales fueron pobladas por hombres regurgitados por este reptil creador. Para honrar y recordar su origen, los jóvenes son sometidos a un rito de iniciación en el cual los hombros y el torso son estigmatizados con cortaduras (tatuados) que, al cicatrizar, se asemejan a las lesiones causadas a sus antepasados cuando éstos fueron creados y tuvieron que pasar a través de las fauces del mítico cocodrilo.
Una vez descubierta América y consumada la Conquista de México, cronistas e historiadores españoles observaron y recogieron información sobre la flora y la fauna de las diferentes regiones del país, sus usos y utilidad, con lo que dejaron constancia de la existencia de unos animales llamados acuetzpallin por los nativos.
Por su parte, diversos historiadores afirman que los cocodrilos eran capturados para comerlos; para ello los pescadores se valían del procedimiento del palo o estaca con los extremos muy agudos que, al aproximarse el animal para morder, le introducían en el hocico. El reptil, al cerrar las fauces, se clavaba la estaca y moría desangrado.
Kahun,
El desaparecido biólogo mexicano Rafael Martín del Campo, en su excelente artículo “Los batracios y reptiles según los códices y relatos de los antiguos mexicanos” (1937), recoge extractos de los relatos de los cronistas e historiadores ibéricos quienes comentaban que
del acuetzpallin se obtenían muchos remedios: las piedras que se encuentran en su buche contra los males de piedra (se refiere posiblemente a los gastrolitos, piedras presentes en el estómago de los cocodrilos); ciertas glandolillas semejantes a habas que se hayan [sic] junto a la garganta y que huelen suavemente a almizcle (se trata de las glándulas del almizcle, situadas en la base de la mandíbula), contra las calenturas; el buche, lavado y seco, quiebra la piedra de los riñones, de la vejiga y la expele, además de provocar abundancia de orina y, el mismo buche, asado, tostado y reducido a polvo, es un maravilloso remedio contra la hidropesía.
La efectividad de estos remedios antiguos no ha sido probada fehacientemente en nuestros días.
En México se tienen informes esporádicos sobre el consumo de la carne y los huevos de los cocodrilos de pantano por los lacandones; además, se dice que curten sus pieles con una mezcla de la corteza de caoba y mangle. Por su parte, en el estado de Oaxaca respetan y veneran a los caimanes porque los consideran protectores de la comunidad. De igual forma, en ciertas poblaciones rurales del sur de México el cocodrilo es el personaje principal de sus festividades, por lo que lo ofrecen como parte de un platillo tradicional o para el tratamiento de enfermedades como el cáncer, reumas, impotencia sexual y hasta el asma.
El uso de pociones a base de cocodrilo para la cura de enfermedades parece haber sido una práctica común en el antiguo Egipto. El historiador romano Plinio el Viejo, relata en sus obras que se creía que la carne de este reptil suministrada a niños con tos ferina les ayudaba a sentirse reanimados; asimismo, se pensaba que la piel, combinada con vinagre, poseía propiedades anestésicas. De igual forma, en la década de 1880, los Estados Unidos utilizaron grandes cantidades de aceite de aligator americano para combatir la afecciones causadas por la tuberculosis, aunque no se tiene evidencia de que el tratamiento haya generado algún beneficio en los pacientes.