Traducción de
Ramón García Cotarelo
Primera edición en alemán, 1977 (tomo I) y 1979 (tomo II)
Primera edición en español, FCE, España (un tomo), 1987
Segunda edición, FCE, México, 1989
Tercera edición, 2009
Segunda reimpresión, 2012
Primera edición electrónica, 2015
D. R. © 1986, 1993, 2004, Reclam Verlag
Título original: Über den Prozess der Zivilisation. Soziogenetische und Psychogenetische Untersuchungen
D. R. © 2009, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-3109-1 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Sumario
Prefacio a la tercera edición en español,
por Gina Zabludovsky
Introducción
Prólogo
LOS CAMBIOS DE CONDUCTA EN LAS CLASES
ALTAS DEL MUNDO OCCIDENTAL
Capítulo primero: Sociogénesis de los conceptos
«civilización» y «cultura»
Primera parte:
Sociogénesis de la oposición entre «cultura»
y «civilización» en Alemania
Segunda parte:
Sociogénesis del concepto de «civilisation»
en Francia
Capítulo segundo: La «civilización» como transformación
específica del comportamiento humano
LAS TRANSFORMACIONES DE LA SOCIEDAD
Capítulo tercero: Sociogénesis de la civilización
occidental
RESUMEN: BOSQUEJO DE UNA TEORÍA DE LA CIVILIZACIÓN
Notas
Índice general
Prefacio a la tercera edición en español
GINA ZABLUDOVSKY
Norbert Elias (1897-1990) puede ser considerado como el gran solitario de la sociología contemporánea. A pesar de ser uno de los pensadores más importantes del siglo XX, sus ideas no siempre recibieron la debida atención. Pese a que la primera edición de El proceso de la civilización data de 1939, durante una gran parte de su vida Elias vivió como un profesor poco conocido y la importancia de este libro fundamental no se descubriría sino hasta 30 años después.1
A pesar del largo periodo de relativo anonimato, Elias siempre defendió sus teorías a contracorriente sin mostrarse vulnerable a las críticas y el menosprecio de sus colegas, rechazando lo que consideraba como una disposición excesiva a asumir las corrientes intelectuales y las modas de la época.
La imagen de Elias como un ser solitario se aplica a los distintos aspectos de su vida. Hijo único de un matrimonio de judíos alemanes, también sería el único miembro de su familia que sobreviviría al Holocausto. Además, nunca se casó, no tuvo hijos y tampoco parece haber tenido una importante relación de pareja. En este contexto, su preocupación básica sería la posibilidad de dejar como única herencia un legado intelectual sólido.
Por los alcances de su obra, el amplio periodo analizado y su intención de llevar a cabo “grandes síntesis”, Elias puede ser considerado al mismo tiempo como “el último de los clásicos” y como un autor contemporáneo que abrió nuevos caminos a la ciencia social.
LA EUROPA DEL JOVEN ELIAS
Norbert Elias nace en Breslau en junio de 1897 en el seno de una familia acomodada de judíos alemanes que, como muchos otros ciudadanos en sus mismas condiciones, pensaban que siempre gozarían de una seguridad plena.2
Durante la primera Guerra Mundial Elias es obligado a enlistarse en el ejército alemán. Como en casi todas las situaciones de su vida, su posición es la de un marginal, como él mismo señala: “En secreto estuve siempre contra todo esto”.3 Al finalizar el conflicto bélico, realiza estudios de medicina, psicología y filosofía en la Universidad de Breslau y después pasa un tiempo en Friburgo y en Heidelberg, donde asiste a los cursos de Rickert, Husserl y Jaspers. En 1922 se gradúa en medicina y durante 1923 y 1924 concluye su doctorado en filosofía y toma clases de psicología, historia, química, y algunas disciplinas artísticas.4
Con excepción de un breve periodo de trabajo en la fábrica de manufacturas de su padre, Elias permanece en Heidelberg hasta 1930. Durante ese lapso sus intereses intelectuales dan un viraje de la filosofía a la sociología, disciplina que hacia finales del siglo XIX había avanzado notoriamente adquiriendo renovados bríos a partir de 1918. La importancia intelectual de la Universidad de Heidelberg era excepcional y se le consideraba como una especie de “Meca para los sociólogos” que se nutren de la herencia de la rica tradición alemana desarrollada unos años antes por pensadores de la talla de Max Weber y Georg Simmel y donde, como el propio Elias señala, “en el fondo” también se “alzaba la figura callada y elocuente de Karl Marx”.5 Allí, Elias desarrolla trabajos posdoctorales con Alfred Weber, colabora como ayudante en las cátedras de Karl Mannheim6 y participa en las reuniones intelectuales organizadas en el salón de Marianne Weber.7
Después, Elias se traslada un tiempo a Fráncfort para continuar asistiendo en la docencia a Karl Mannheim, a quien le ofrecen una cátedra en la universidad de esta población. Allí empieza a escribir sobre el siglo XVIII francés y redacta la primera versión de La sociedad cortesana.
Al referirse a esta época, Elias observa que el ambiente no reflejaba la catástrofe política que se avecinaba; pese al incremento de la violencia que se vive de 1925 a 1930 y las peleas callejeras entre nacionalsocialistas y comunistas, la mayoría de los intelectuales no previeron los alcances que tendría el nazismo. Elias se ve amenazado por primera vez durante su estancia en Fráncfort en 1930, pero no es sino hasta 1932 cuando tiene la sensación de un auténtico peligro.8
En febrero de 1933 será víctima de la primera represión directa cuando la SS persigue a los miembros de su seminario acusándolos de tendencias izquierdistas. En marzo del mismo año, decide abandonar Alemania y viaja primero a Basilea y luego a París, de donde se marcha en 1935 debido a la falta de oportunidades para ingresar a alguna universidad francesa. A partir de entonces residirá en Inglaterra, donde seguirá teniendo dificultades para obtener empleo debido a que, como él mismo señala, por su edad, era “demasiado mayor para iniciar una carrera y demasiado joven para obtener una cátedra”.
En 1935 Elias viaja por última vez a Alemania antes de la guerra; posteriormente se encuentra con sus padres en dos ocasiones más, cuando lo visitan en Inglaterra. En 1938 intenta sin éxito convencerlos de que se queden a residir allí, pero ellos se empeñan en regresar a su país natal, donde morirán en los campos de exterminio.9
EL GRAN LIBRO
Durante su estancia en Londres, Elias descubre la Biblioteca del Museo Británico donde, gracias a una retribución otorgada por el Comité de Apoyo a Refugiados Judíos, le es posible pasar la mayoría de su tiempo sin mayores problemas económicos. Elias lee vorazmente los documentos sobre la historia de las costumbres y las “buenas maneras”, un tema que estaba ya presente en la redacción de la primera versión de La sociedad cortesana. A partir de entonces trabaja intensamente durante tres años escribiendo El proceso de la civilización.
Este “gran libro”10 se edita por primera vez en Suiza en el idioma alemán. El primer volumen aparece en 1938 y el segundo en 1939. En virtud de los acontecimientos bélicos de este fatídico año, su destino es realmente adverso y nunca llega a circular entre los posibles lectores. El propio Elias recuerda las palabras del editor cuando lo visita después de la guerra: “Vea usted el sótano lleno, ¿no lo podríamos liquidar? Nadie quiere comprarlo”.11
Así, la fecha y el idioma de la publicación marcan la adversa suerte de la primera edición del libro, que permanecería prácticamente desconocido durante un largo periodo. No deja de ser contradictorio que, justo el año del estallido de la segunda Guerra Mundial, se publique un estudio que trata sobre el autocontrol y el proceso de civilización y que éste sea escrito por un autor que sería víctima de un régimen sustentado en la violencia. Nada más paradójico y estremecedor que un texto que analiza el control de la agresividad y las “buenas maneras” de la sociedad moderna se abra (en su segunda edición) con la dedicatoria de Elias a la memoria de sus padres, que mueren en los campos de exterminio de Auschwitz y Breslau.12
A esta paradoja, que desde el inicio sella la recepción de la obra, se aúnan otras más, que de alguna forma explican su sinuoso camino.
El proceso de la civilización se publica por segunda vez en alemán hasta 1969 (30 años después de su edición original) y la primera versión en inglés aparece hasta 1978. Como si esta recepción fuera poco accidentada, las modalidades de la edición dan lugar a nuevos malentendidos. En la versión en inglés las dos partes que constituyen el libro fueron publicadas por separado, y entre la aparición del primero y el segundo volumen hay un periodo de ocho años, lo cual da lugar a interpretaciones erróneas. Al desconocer las teorías sobre la formación del Estado que se desarrollan en la segunda parte se consideró que las preocupaciones del autor se limitaban al estudio de la historia de las costumbres y los hábitos descritos minuciosamente en la primera sección del libro.13 En español, El proceso de la civilizacion aparece por primera vez en 1987, en una edición cuidadosa a cargo del Fondo de Cultura Económica, en la cual, para beneficio de los lectores del mundo iberoamericano, el libro se publica íntegramente.14
Las lecturas tardías y adulteradas de El proceso de la civilización impidieron apreciar la trascendencia de las aportaciones de Elias a las ciencias sociales.
Por haberse publicado en forma independiente en diversas antologías, muchos lectores sólo han tenido acceso al primer capítulo, en el cual el autor desarrolla una lúcida diferenciación entre el concepto francés de “civilización” y el alemán de “cultura” incorporando un enfoque comparativo que permite distinguir las peculiaridades de los estratos de intelectuales a la luz del desarrollo histórico y político de distintas sociedades.
Sin embargo, las dificultades para aproximarse al libro como una unidad obstaculizaron durante mucho la apreciación de otras perspectivas innovadoras que serán una constante en la producción intelectual posterior del autor. Entre ellas, destaca la concepción de la sociología como una ciencia empírica estrechamente vinculada con la historia y un eje argumentativo basado en una noción de interdependencia que se aplica tanto al ámbito de las relaciones entre las distintas áreas del conocimiento como al análisis de las sociedades concretas.
En el terreno disciplinario, Elias desaprueba lo que considera falsas fronteras entre las ciencias sociales y, como contrapartida, desarrolla una síntesis sumamente original que descansa en la imbricación entre la sociología histórica, el psicoanálisis y otras especialidades como la ciencia política, la economía y las relaciones internacionales. Su obra muestra cómo las diferentes actividades humanas están estrechamente interrelacionadas y no debieran someterse a la rigidez de los departamentos académicos. Así, por ejemplo, los hábitos de etiqueta son expresiones de las estructuras psicológicas y políticas y de las concepciones éticas y filosóficas de una época.15
En cuanto al análisis de la propia sociedad, la interdependencia es la perspectiva central para comprender las relaciones entre los seres humanos. En contraste con algunas de las visiones más divulgadas de la sociología, Elias afirma que los seres humanos no son autónomos sino interdependientes y forman figuraciones o interrelaciones y no sistemas o estructuras. Sus personalidades y comportamientos responden a los habitus específicos de una sociedad y de una etapa histórica.16 Así, Elias propone repensar a las personas simultáneamente como individuos y como sociedad, como el yo y el nosotros, y contrarrestar así la presión de una ciencia social condicionada que divide y polariza la concepción de lo humano.17
La categoría de interdependencia consitituye a su vez la guía conductora para el análisis de los fenómenos estatales e interestatales.18 Elias cuestiona la tendencia a dividir entre los dos planos de la acción humana y rechaza tanto la diferenciación disciplinaria entre “ciencia política” y “relaciones internacionales”,19 como los enfoques sociológicos que parten del Estado nación como unidad de análisis, sin abordar las relaciones interestatales por considerarlas ajenas a su objeto de estudio. Esta perspectiva cobra una extraordinaria vigencia en la actualidad, pues la creciente globalización ha mostrado que el desarrollo de toda sociedad-Estado no puede entenderse sino en su relación con otros estados, y viceversa. Resulta imposible estudiar los procesos de desarrollo diferenciando entre los niveles de integración de la “política interior” y “política exterior” con los que se asocian tradicionalmente. Las tendencias de integración y diferenciación nacionales e internacionales deben ser consideradas como aspectos estructurales de un proceso general.20
En El proceso de la civilización, el comportamiento social se entiende a partir de una teoría relacional del poder que caracteriza a las distintas configuraciones sociales. El cambio social se explica a la luz de la noción de proceso como un continuo devenir. La tarea del investigador radica en explicar y descubrir cómo las sociedades actuales surgen de estados anteriores.21
Para demostrar su tesis, el autor analiza minuciosamente el paulatino desenvolvimiento de las actitudes y los valores de la sociedad europea. El proceso civilizatorio es concebido como una transformación del comportamiento que históricamente coincide con la progresiva división de funciones y la consolidación de los monopolios fiscales y de la violencia física legítima en manos del Estado. La creciente interdependencia social se produce de forma paralela al fortalecimiento del control y autocontrol que se expresa en el “aumento del umbral de la vergüenza y el desagrado”.
Como el propio autor lo explicará posteriormente en otros textos, su interpretación descansa en una concepción del desarrollo social a partir de una triada de controles básicos: 1) el de los eventos naturales que da lugar a la tecnología; 2) el de las relaciones interpersonales y el dominio de los seres humanos sobre su vida en sociedad que da lugar a la organización social, y 3) el autocontrol de los individuos, el dominio de los seres humanos sobre sí mismos, que constituye la base del proceso de civilización.22 Los diversos grados de control generan rangos de estratificación según las posibilidades grupales para ejercer el dominio sobre los instrumentos de violencia; los medios de producción, las formas del conocimiento y los patrones de autocontrol.23
El libro se distingue por un particular estilo literario, diáfano y elegante, que es excepcional en el terreno de las ciencias sociales y genera un verdadero deleite intelectual. El autor muestra su extraordinaria capacidad de observación del mundo cotidiano. Los detalles más pequeños, nuestras costumbres y hábitos adquieren una extraordinaria significación sociológica y política.
A diferencia de otras obras académicas, El proceso de la civilización no incorpora excesivas citas a pie de página que en la práctica dificultan la lectura y se convierten en texto paralelo dentro del libro. Lo anterior se explica por su rechazo abierto a polemizar con otros autores. Aunque para la segunda edición, publicada en 1968, Elias escribe una nueva introducción en la cual señala sus desacuerdos con Talcott Parsons, en términos generales y a diferencia de muchos pensadores alemanes, nuestro autor considera que el “debate con los otros” es un objetivo muy secundario que en cierta forma distrae el verdadero trabajo sociológico.24
Sin embargo, a pesar de rehusarse a entrar en polémica, de alguna forma la lectura de sus obras permite rastrear fácilmente tanto las críticas como la recuperación de las corrientes teóricas que nutren sus ideas. En Elias siempre hay un “oculto debate” con los otros. Sin pretender mencionar a todos los pensadores cuyos legados intelectuales resultan fundamentales para desarrollar la interpretación original de El proceso de la civilización, conviene tener presentes algunos de los más importantes, entre los cuales destaca, sin duda, Sigmund, Freud.
PSICOGÉNESIS Y SOCIOGÉNESIS: LA HERENCIA DE SIGMUND FREUD
Las tesis freudianas en torno a las limitaciones de la cultura sobre los instintos agresivos y sexuales,25 y el consecuente control y autocontrol de las pasiones, constituyen algunas de las bases más importantes de El proceso de la civilización que se anuncian desde el subtítulo del libro: “Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas”. Elias considera que los historiadores y los sociólogos no deben separar las actividades psíquicas de las sociales y propone una psicología sociohistórica que incluye las diversas manifestaciones sociales de los seres humanos.26
Elias cuestiona el énfasis en el papel del pensamiento y las ideologías y la oposición entre lo “racional” y lo “irracional” como ejes para explicar el desarrollo occidental y, como contrapartida, considera que la transformación de los modos de vida propios del proceso de civilización se explican por una diversidad de factores que van “desde la orientación consciente del yo hasta la orientación completamente inconsciente de los instintos”.27 El ser humano no sólo planea y calcula de forma consciente, y el estudio de sus hábitos y conductas cotidianas también debe tomar en cuenta la expresión y represión de los impulsos.
La racionalización y la psicologización son manifestaciones del proceso civilizatorio que no pueden separarse, ni siquiera de forma imaginaria: “Carece de sentido preguntarse si la transición paulatina desde las formas de pensamiento y de comportamiento menos racionales a las más racionales cambia a la sociedad, puesto que este fenómeno de racionalización, al igual que el más amplio de civilización, es al mismo tiempo un fenómeno psíquico y social”. Así, la racionalización es
una manifestación civilizatoria entre otras [...] la racionalización del comportamiento es históricamente tan importante como lo es la modelación peculiar de la economía instintiva que acostumbramos llamar “vergüenza” o “escrúpulos”: se trata de dos aspectos de la misma transformación psíquica: el intenso movimiento de racionalización, y el no menos intenso avance del umbral de la vergüenza y de los escrúpulos que se produce especialmente a partir del siglo XVI en los hábitos de los hombres occidentales [p. 499].
La falsa alternativa entre el orden funcional de lo “consciente” y el “inconsciente” constriñe la interpretación de la realidad social: “la racionalización, así como la configuración racional y la justificación de los tabúes sociales, sólo es un aspecto de un cambio que abarca el conjunto de la organización espiritual, tanto los aspectos impulsivos como los del yo y el super yo...”
A partir de la integración de lo psicológico y lo sociológico, el autor muestra las relaciones entre el nacimiento y la consolidación de los ejércitos modernos y las formas de comportarse y de vestirse. Elias explica cómo los procesos macrosociales y microsociales coinciden con un espacio histórico determinado. El proceso de civilización se caracteriza tanto por un desarrollo paralelo de la disminución de los temores externos ante la posible amenaza del ataque de otros, como del aumento de los miedos internos automáticos con el respectivo fortalecimiento de los mecanismos de autocoacción. En el mismo periodo histórico, en el cual progresa la racionalización y la capacidad de previsión, se observa un avance de los límites del pudor y de los escrúpulos.
Uno de los objetivos fundamentales de El proceso de la civilización es demostrar empíricamente, mediante una minuciosa reconstrucción histórica, el camino que ha llevado a la internalización de la coerción y incremento del umbral de la vergüenza. Así, Elias estudia los cambios en el comportamiento humano que se manifiestan, por ejemplo, en el uso de pijamas y de los cubiertos. El siguiente párrafo resulta revelador:
La vestimenta nocturna especial comenzó a utilizarse aproximadamente en la misma época que el tenedor y el pañuelo de la nariz. Al igual que los “utensilios” de la civilización, éste también hizo su camino lentamente a través de toda Europa. Y también es un símbolo del cambio decisivo que se dio entre los hombres de aquella época. Creía la sensibilidad de los hombres humanos en relación con todo ello que entraba en contacto con su cuerpo. El sentimiento de vergüenza se adhería a hábitos de comportamiento que hasta entonces no tuvieron nada que ver con tal sentimiento... Desaparece, por lo tanto, la naturalidad con que la gente se muestra desnuda, como también desaparece la naturalidad con que hace sus necesidades en público... [p. 205].
Además del pensamiento freudiano y la influencia del psicoanálisis, las ideas de Elias se nutren de la herencia de la sociología del siglo XIX y principios del XX.
EL RESCATE DE LOS MANUALES DE COMPORTAMIENTO
Y LA SOCIOLOGÍA CLÁSICA...
Elias considera que, frente al pensamiento del siglo XVIII, las teorías del desarrollo del siglo XIX fueron un paso en el camino correcto, ya que con ellas se introduce el análisis de los procesos sociales de largo plazo bajo cierta direccionalidad histórica. En este sentido, Elias destaca las contribuciones de Augusto Comte y afirma que “hizo mucho más por el desarrollo de la sociología que haberla bautizado como ciencia social”.28 Como también sucede con Herbert Spencer y Karl Marx, en sus obras se encuentra la concepción de un cambio social que quebranta los planteamientos anteriores de Aristóteles y Montesquieu. Elias opina que Comte y Marx son “los dos patriarcas desiguales de la sociología” que se han esforzado por romper con las fábulas de la filosofía clásica europea. Aunque acepta que al compararlos comete una herejía, considera que, como “hijos de la Revolución francesa”, ambos piensan en procesos de desarrollo social de largo plazo, y que, lamentablemente, estas teorías, que representaron un viraje en el sentido correcto durante el siglo XIX, se vinieron abajo en el XX en la medida en que los científicos sociales se concentran, una vez más, en el estudio de una pretendida inmutabilidad histórica.30
Además de los autores hasta aquí señalados, Elias se nutre de los clásicos de la sociología moderna de principios del siglo XX, entre los cuales destaca la influencia de Max Weber. A pesar de sus críticas al concepto de racionalización y al rechazo a la concepción de carisma por otorgar una excesiva importancia a las posibilidades de las personas independientes para cambiar el flujo de la historia, Elias reconoce que la más fecunda elaboración de la sociología del dominio se encuentra en la obra de Max Weber y afirma que ésta “constituye una mina de conocimientos sociológicos que no está, ni mucho menos, agotada”.31
Como ya se ha señalado, la conocida concepción weberiana del monopolio de la violencia física legítima, como fundamento del Estado moderno, constituye uno de los ejes de centrales de El proceso de la civilización. Elias vincula la sociogénesis del Estado con el monopolio central y legítimo de la violencia y reconoce con Max Weber que es “completamente acertada y da en el centro de la cuestión”. Precisamente, uno de los objetivos centrales del libro es explicar minuciosamente los procesos históricos que hicieron posible la transformación paulatina desde una época en la que el ejercicio de la violencia era privilegio de una serie de guerreros rivales libres hasta la etapa moderna, cuando se logra la centralización y el monopolio del ejercicio físico de las instrumentos de violencia y del ejercicio fiscal.
Además de estos autores, Elias recibe influencias de varios pensadores y corrientes como la filosofía kantiana, las propuestas de Karl Mannheim a las que se ha hecho referencia previamente, los enfoques historiográficos de la Escuela de los Annales y una amplia gama de fuentes históricas y literarias.
Adicionalmente a la consulta de estas obras, las tesis de Elias se yerguen sobre las observaciones en torno a las buenas costumbres del hombre civilizado que se encuentran en la obra de Erasmo de Rotterdam y en una diversidad de manuales sobre el buen comportamiento. Estos textos, que son ampliamente citados en El proceso de la civilización, constituyen el fundamento para el estudio de la génesis y el desarrollo históricos de las normas y los hábitos cotidianos de la sociedad moderna como las prácticas para comer, la utilización del pañuelo, y otras pautas sociales que expresan el pudor y el sentimiento de vergüenza y desagrado frente a las propias necesidades corporales y se constituyen en muros invisibles que contienen y separan los cuerpos de los seres humanos
EL PROCESO CIVILIZATORIO Y LA REALIDAD CONTEMPORÁNEA
Después de un largo periodo de oscurantismo, a partir de la década de 1970, Elias obtiene el Premio Adorno de Sociología, y sus escritos empiezan a ser difundidos e interpretados a luz de las nuevas condiciones mundiales. Ante el redescubrimiento de su obra, varios autores se preguntan hasta qué punto sus teorías sólo son válidas para el proceso europeo que él estudia, y hasta dónde pueden ser útiles para la comprensión de otras realidades.
Como ya se ha mencionado, en El proceso de la civilización se muestran las relaciones entre el surgimiento de los estados, la monopolización y la centralización de los ingresos, la violencia física legítima y la transformación del comportamiento y la sensibilidad humana en una dirección determinada. En la actualidad, esta teoría, que Elias desarrolla exhaustivamente para el caso europeo, ha servido como modelo para varios estudios sobre contextos históricos que no fueron originalmente analizados por nuestro autor.32
Hacia finales del siglo XX y principios del XXI, con la fragmentación de los estados-nación y el incremento de la violencia en todos los niveles, algunos estudiosos recuperan las tesis eliasianas afirmando que la realidad social debe ser interpretada tomando en cuenta la coexistencia de procesos civilizatorios y “descivilizatorios”. Desde este punto de vista, se considera que la propuesta de Norbert Elias no debe restringirse al estudio de los primeros, caracterizados por el desarrollo del monopolio de la violencia física legítima y el control de los instintos, sino que también pueden dar pautas para entender los procesos que se dan en la otra dirección. De hecho, en su “gran libro” él mismo se pregunta por los factores sociales que favorecieron la centralización y la descentralización del poder en distintos lugares (p. 275). En otros textos posteriores, compilados en el libro Los alemanes, Elias explica los procesos “descivilizatorios” a la luz de fenómenos sociales que caracterizaron al siglo XX como los genocidios, la relajación de los controles y el avance de la sociedad permisiva. Al rescatar el pensamiento de Elias para analizar estas realidades, se sostiene que, aun cuando su interés prioritario fue el estudio del proceso de civilización, sus teorías también pueden explicar las tendencias que conducen a la exacerbación generalizada de la violencia, la regresión y la anomia.33
En los últimos años estos temas han sido retomados por un creciente número de académicos cuyas posturas han incidido en aspectos fundamentales del debate contemporáneo: ¿cómo deben ser considerados la violencia social y la destrucción masiva que caracterizan a la sociedad contemporánea?, ¿se trata de excepciones o de consecuencias de la modernidad, de desviaciones o de radicalizaciones de la civilización?34
A partir de estas inquietudes se ha puesto en la mesa de debate la reflexión en torno a si la humanidad está entrando en una etapa de descentralización de la violencia organizada y de fragmentación de monopolios que, como tal, podría ser considerada una “cuarta fase” dentro de la siguiente periodización:
1) Una etapa en la que la violencia organizada se convierte en monopolio de los varones adultos. Se excluye consecuentemente a las mujeres.
2) Una etapa en la cual la violencia organizada se convierte en monopolio de los especialistas y en la consecuente formación y organización de “élites guerreras”. Corresponde a las sociedades militares agrarias de Europa.
3) Una etapa en la cual las élites de guerreros se ven forzadas a renunciar al ejercicio de la violencia en favor de las élites estatales, y la formación del Estado moderno en Europa.35
4) Una cuarta fase propiamente “descivilizatoria” en la cual se produce una intensificación de la violencia entre los individuos, los grupos sociales, las comunidades y los estados-nación, con el consecuente debilitamiento de la estabilidad y consistencia en las relaciones sociales.36
Los investigadores que rescatan esta tesis advierten que a pesar de que en El proceso de la civilización Elias presenta la relación entre civilización y barbarie como fenómenos mutuamente excluyentes, su texto es tan rico que la lectura abre las posibilidades para el estudio de las transformaciones sociales en múltiples direcciones. Los procesos de civilización y “descivilización” pueden ocurrir simultáneamente y el Holocausto es considerado un regreso a la barbarie.37 Con base en los anteriores planteamientos se ha llegado a sostener que, aunque parezca paradójico, lo ocurrido en la Europa del siglo XX puede considerarse más como un proceso descivilizatorio que propiamente civilizatorio.38
En este sentido, la sociología de Norbert Elias puede constituirse en una poderosa herramienta para acercarse a algunos fenómenos actuales y proporcionarnos una guía para comprender las realidades vinculadas con el cambiante nexo entre la raza, la clase, el género, la nacionalidad y el espacio en las metrópolis modernas, el creciente incremento del miedo, la violencia y la pobreza y diversos aspectos de la “despacificación” de la vida cotidiana, la fragmentación organizacional y la informalización de la economía. Cada uno de estos procesos está acompañado por el colapso de las instituciones públicas, el reemplazamiento del “nido de seguridad social” del estado de bienestar y la agudización de las crisis económicas. Estas realidades generaran serias dudas sobre la dirección hacia la cual se encaminan los países ricos y cuestionan si se está verdaderamente ante un progreso. En el mismo sentido, se niega la pertinencia de seguir considerando la existencia de “sociedades avanzadas” o el de pensar que algunos países son “más civilizados” que otros.39
Con la inquietud de entender los nuevos escenarios mundiales se ha argumentado que, lejos de ser excluyentes, en el proceso de civilización se puede mantener la pacificación de la sociedad mientras se ejerce la violencia extrema y en gran escala contra ciertos grupos.40 Así entendida, esta teoría puede servir para entender las causas que han llevado a la relajación de los modales y las formas de comportarse y a las nuevas normas relacionadas con la sexualidad del siglo XX, que pueden ser vistas como “una quiebra de los estándares de la civilización”.41 Asimismo, el surgimiento de grupos armados —que van desde la delincuencia organizada hasta el narcotráfico y la guerrilla— ha mermado notoriamente las bases del Estado moderno tal como lo concibieron Max Weber y Norbert Elias. La incorporación de la perspectiva de procesos descivilizatorios que conllevan la pérdida del monopolio de la violencia física legítima nos permite estudiar ciertos acontecimientos ocurridos durante las últimas décadas del siglo XX, como los procesos de descentralización e intensificación de la violencia en países como la ex Unión Soviética y la ex Yugoslavia. Lejos de limitarse al suelo europeo, los procesos descivilizatorios se extienden a distintas latitudes. Desde esta perspectiva, los procesos históricos de países como Camboya y de Líbano también han sido considerados ejemplos de la “quiebra de la civilización.
Además de lo hasta aquí expuesto, las tesis de Elias permiten fijar la atención en situaciones cotidianas que no han sido analizadas como merecen, debido a las limitaciones de los enfoques sociológicos prevalecientes.
Como sucede en otros países, en México los objetos de estudio disciplinarios han sido prioritariamente las instituciones (como el gobierno y los partidos políticos), los movimientos sociales o bien lo que se ha llamado, con bastante imprecisión, los actores de la “sociedad civil”. Si bien es cierto que por su propia naturaleza estos temas son específicamente sociológicos, no por ello debiéramos perder de vista que el mundo social está conformado por seres humanos de carne y hueso cuyas relaciones y comportamientos cotidianos merecen una mayor atención y análisis.
En este sentido, aunque la repetimos con frecuencia, en la práctica los académicos y otros comentaristas de la realidad nacional y mundial olvidamos que en política “la forma es fondo” y mantenemos una mirada miope frente a los hábitos, rutinas y modales propios de la vida en sociedad que —como lo muestra Norbert Elias en El proceso de la civilización y en La sociedad cortesana—, expresan y reproducen la dinámica de las relaciones de poder en una etapa determinada. Así, analizamos las instituciones del gobierno sin situarlas en el contexto de sus propias configuraciones sociales. Pocas veces estudiamos la naturaleza de las redes que se tejen en torno a las personas que ocupan los cargos de decisión más importantes y que de alguna forma explican cómo éstos han llegado a su posición y cómo se mantienen en ella. Tampoco ponemos atención en la disposición de los espacios las oficinas y los edificios públicos desde los que se ejerce el poder: ¿qué significado tienen las salas de espera de los políticos?, ¿cómo se relacionan con sus asesores y subalternos?, ¿cómo se saludan entre sí?
De la misma manera, solemos estudiar a las élites económicas y políticas sin tomar en cuenta dónde se reúnen, qué peso tienen las comidas de negocios y los encuentros en campos de golf o partidos de tenis. Una práctica que parece ser cada vez más común en las esferas gubernamentales y corporativas es que las negociaciones más importantes no se llevan a cabo en las oficinas sino en “reuniones amigables” y encuentros que aparentemente tienen un carácter más informal. El análisis sobre las transformaciones en nuestros gustos y ceremoniales y la carga simbólica que las sociedades modernas otorgan a las comidas y otras prácticas cotidianas, así como el significado específico que éstas tienen en la conducta de los diferentes grupos sociales, es uno de los aspectos más importantes desarrollados por Elias en El proceso de la civilización que nos podrían servir como modelo para estudiar cómo se han desarrollado estas costumbres en diversas sociedades y cuál es el peso de la “economía afectiva” en la cultura política y empresarial contemporánea y en la sociedad en general. No estaría de más preguntarnos: ¿qué significado simbólico tiene el hecho de que una persona con poder opte por concertar una cita para comer fuera de su despacho u oficina?, ¿en qué tipo de restaurante se lleva a cabo el encuentro?, ¿prefiere que su mesa esté en un sitio más bien oculto y discreto o procura que sea visible, de tal forma que pueda saludar a otros conocidos que seguramente se encontrará sin haberlo planeado? A partir de este tipo de análisis podríamos obtener una rica información sobre las alianzas que se establecen entre los integrantes de las élites y las jerarquías que otorgan a los distintos temas y asuntos de la vida política y económica que, en términos generales, no son abordados desde esta perspectiva.
Otro tema que durante mucho tiempo fue relegado dentro de la tradición sociológica es el del significado del cuerpo. Como se señaló más arriba, en El proceso de la civilización Elias asocia el sentimiento de vergüenza con la invención de la pijama (que es una muestra del pudor ante la propia desnudez aun a la hora de dormir), el pañuelo y el tenedor... Este último utensilio es expresión del control civilizado y a su vez se convierte en el guardián de la prohibición de no volver a comer “libremente “con las manos”. ¿Cómo nos ubicamos ahora frente a estos hábitos?, ¿cómo concebimos nuestro propio cuerpo y qué sentido le damos al uso de utensilios y vestimentas cotidianas?, ¿cuáles son nuestros mecanismos de seducción y cómo se expresa nuestra vida sentimental?
En cuanto a las relaciones entre diversas áreas del conocimiento, el enfoque multidisciplinario adoptado por Elias permite observar cómo en el caso de México la sociología se ha desarrollado en estrecha vinculación con la ciencia política, pero se ha separado demasiado de las otras disciplinas como la psicología. No estaría de más impulsar estudios de una psicología aplicada a la política.
De alguna forma, también nos hemos apartado de la historia, y específicamente de la historia de la cultura y de la vida cotidiana. En términos generales, la historia que se aprende fluctúa entre la exaltación heroica de las grandes figuras nacionales y los enfoques político-institucionales (el gobierno, los presidentes en turno, los partidos políticos, etcétera).
Además, la sociología se ha distanciado de la antropología y no se ha interesado por la elaboración de trabajos en colaboración con la disciplina encargada de entender el significado simbólico y el estudio de los rituales cotidianos. En la medida en que esta disciplina tiende a concentrarse en comunidades consideradas “pre-modernas”, con excepción de algunos estudios, no hemos sabido adoptar una mirada antropológica sobre nuestros propios hábitos.
Estas preocupaciones no deben abordarse de forma aislada, porque podríamos caer en lo meramente anecdótico o superficial. Para evitarlo, las investigaciones sobre estos temas no pueden perder de vista que el carácter dinámico de estos microprocesos debe entenderse a la luz de macroprocesos históricos, como los mecanismos de exclusión y de formación de clases sociales, las nuevas formas de comercialización y división del trabajo, los efectos del mundo globalizado en la centralización y descentralización de los ingresos, las tendencias a la fragmentación y consolidación de los monopolios de la violencia física legítima; los fenómenos de contención y acentuación de la agresión en las distintas sociedades y los procesos descivilizatorios que enfrentamos ante el creciente poder del narcotráfico y el terrorismo.
Son muchos los temas que podría seguir tratando a partir del legado de Elias. En la medida en que sus aportaciones tienen una vigencia extraordinaria para el estudio de la realidad cotidiana es imperativo que sus obras sean enseñadas en las aulas y nutran a las nuevas generaciones. Sin embargo, su influencia no debe limitarse a la academia. Es necesario dar una mayor difusión a estas obras para que puedan caminar con libertad entre nosotros. Como la buena literatura, el conocimiento no debe circunscribirse a los ámbitos eruditos y especializados, sino que debe estar al alcance de un público más amplio, simplemente porque al conocerlas enriquecemos nuestras vidas. Como todo texto que se considera clásico, la lectura de El proceso de la civilización nos da oportunidad de debatir con el autor, como si estuviera vivo, y preguntarle en qué medida sus aportaciones pueden ser útiles para entender nuestra propia realidad.
A la memoria de mis padres
Hermann Elias, † Breslau, 1940
Sophi Elias, † Auschwitz, ¿1941?