DESANDAR
RICARDO YÁÑEZ
POESÍA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2014
Primera edición electrónica, 2015
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ISBN 978-607-16-3163-3 (ePub)
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SUMARIO
Nota bene
Ni lo que digo
Dejar de ser
Antes del habla
Si la llama
De rendimiento
Estrella oída
Vado
Piso de tierra
Papeles volando
Como al principio
Versos dicen
Nuevos papeles volando
Índice
A Lilia,
Magdalena y Hazael,
Gabriel,
Rodrigo,
Hana y Jonás
NB: La reunión de estos textos propició una revisión general que incluyó algunas modificaciones, siempre respetando su sentido original. Ciertas líneas, estrofas o poemas fueron suprimidos, y casi nada se agregó. No obstante, De rendimiento se puso aparte de Si la llama, y tras ver que Como al principio carecía de la unidad que cabría esperar, sus tres partes (canciones, sonetos y verso) se separaron y se les asignaron los títulos Papeles volando, Versos dicen y Como al principio. El autor no desea que con dicha fragmentación se pierda la dedicatoria que abría el último volumen mencionado: A todas las personas con las que me ha sido dado trabajar en taller.
Queda por lo demás patente un muy cordial agradecimiento del autor a anteriores editoriales: Anturios, Arlequín, El Aduanero, El Cálamo, La Casa del Mago, Conaculta, dba de Jalisco, Descritura, Era, el propio fce, Fondo Editorial de Nuevo León, ipn, Lunarena, Magenta, La Máquina de Escribir, La Orquídea Errante, Parentalia, scj, Trilce, uam-Azcapotzalco, udg, Vaso Roto, Verdehalago y La Zonámbula.
A Lilia
El título de este libro procede de un verso de Gabriel Zaid.
I
El hombre solo
Hoy vinieron arañas
a achatar las esquinas de mi techo
(gris-húmedo mi cuarto
hoy, clausurado el cielo)
y florecieron moscas
en todo el cable eléctrico.
Con frazada de polvo
alguien cubrió mi cuerpo.
Los piadosos ratones
me han traído carroña del subsuelo.
Hoy —hace mil años— he muerto.
En el centro del grito
ha quedado un cuchillo
Y un silencio tremendo
como una roca inusitada
se ha proclamado
Señor
del Tiempo
En tanto que la sangre
se muere en el asfalto
como un amanecer
que regresara a la noche
Pero nosotros
(¿Estamos aún?)
Si alguien me dijera que esto es una lluvia
yo le imprecaría diciéndole: ¡es una pecera!
Entonces él se desconcertaría, claro,
y llamaría a tres agentes policiacos
que, girando sus macanas, me invitarían a contestar:
¿es esto una lluvia?
¡No! Es una pecera, ya lo he dicho.
Y ellos, después de propinarme soberbia golpiza,
se irían muy orondos, nadando.
Una mañana antigua
la gente despertaba
abriendo sus balcones
para ver qué miraba
miró una mariposa
de mirada dorada
alguien dijo qué miras
y alguien respondió nada
Dios
Sumamente
azul
me tiendo en el suelo
como una toalla
azul
al centro hay una
lagartija
de cristal
que no me encuentra
dios es sí y si
soy un cangrejo naugrafo entre esqueletos
un pez en un mar evaporado
y la vida está en mí
En lo alto del muro caminada el hombre
y podía mirar para un lado y para otro
y no se decidía por ninguno
hasta que optó por acostarse de cara al cielo
a veces se moría de calor y a veces de frío
y un día se murió definitivamente
Julia era una muchacha que salía todas las tardespara ir a misa, hasta que un día se encontró al diablo y se enamoró de él.
—¡Julia! —le imprecaban sus amigas.
Pero ella no hacía caso y les sonreía encantadora; mirándolas al principio, pero luego perdiéndose en quién sabe qué punto recóndito de su alma.
Hay días en que no quisiera abrir la puerta de mi cuarto porque tengo miedo de que todo se convierta en humo.
Y hay días en que salgo a toda prisa de él, temiendo que el humo esté en mi cuarto.
Poesía
Nada
es
una
avispa
morada que
se
ha
insertado
en
tu
corazón:
Dios.
En el zumo de una lima, al morderla,
o al tocar unos brazos de mujer,
en el encuentro de un infinito de construcciones al alargar la
vista
y en el ritmo bestial, primigenio, del mar,
encontramos, siempre, la imagen de nuestro dios.
Un dios que nos sonríe y nos destruye
en el alargamiento de su sonrisa,
que nos desintegra
al golpe de sus carcajadas.
Mientras nosotros no hacemos
sino cantar sus alabanzas,
esos hermosos cantos en los que nuestra lengua se disuelve
y es esencia de pájaros,
esos hermosos cantos que él mismo depositó ternurosamente
en nuestros labios,
en todos nosotros,
en sus queridos hijos.
Qué no daríamos nosotros
por destruir una vez nuestra máquina amada,
esta gris ciudad.
Por descongestionarnos; tal vez con bomba atómica,
qué importa.
Qué por aquellos tiempos en que simplemente paseábamos
y el cielo se intensaba en nuestros corazones
al descubrir una flor, una piedrecilla.
Hoy caminé por calles, por distintas calles
de por las que acostumbro caminar.
Y pude mirar gentes, distintas gentes.
Y en sus actos había algo de pregunta y de respuesta:
algo así como un infinito incautado y restituido,
incautado en la pregunta y restituido, afirmado, en ella misma.
Eran gente como toda, como la que suele habitar este planeta.
La tarde no era más que un cordero azul
La tarde no era más que un cordero azul apenas degollado.
Por una última vez, pudo entreabrir los párpados
e iluminarnos;
y luego se cerró sobre sí mismo.
En la ciudad, al centro de la estrellada noche
En la ciudad, al centro de la estrellada noche,
hay un hombre que piensa que esto bien podría no ser así:
que la lluvia no es lluvia, ni los pájaros pájaros,
ni los aviones aviones,
ni la gente gente, ni los jaguares jaguares,
ni la jungla jungla, ni el mar mar, ni los pantanos pantanos,
ni los peces peces, ni las naves naves, ni las noches
noches,
ni las estrellas estrellas, ni las nubes nubes, ni
“En la ciudad, al centro de la estrellada noche…”
Mientras la muerte nos pudre beso a beso
nosotros pensamos en manzanos y pájaros.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en ríos y patos.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en ciudades y en amadas.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en atrios y en nogales.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros pensamos en submarinos.
Mientras la muerte nos pudre beso a beso,
nosotros, a veces, pensamos en nosotros, en la muerte,
en dios.
El sol crea nuevamente las cosas
Ese pájaro, allá entre lo verde, es tocado y vive;
y esa flor, tan cercana a tus pies, es de nuevo flor.
Tú misma, ahora me sonríes y hay una extraña luz que
resbala entre tus dientes
y parecen pequeños guijarros bajo un delgado cauce de luz.
Reía como quien todo lo sabe
Vivía como una flor.
Su corazón era un delgado polen.
Dios era un colibrí y le visitaba.
Por las noches se arrullaba con el crepitar de las estrellas —y
era como un manojo de cardos estallando blandamente
en la honda llama azul del blando viento, como un
manojo de crisálidas crujiendo lentamente hasta quedar
vacías.
Era un alma de Dios, era San Juan.
Las tuercas giraban con minuciosidad
y el aparato se desarmaba.
Curiosamente, nadie hacía caso.
El aparato decía soy dios.
(Y sí era.)
Flor 1
Es posible respirar a dios en esta flor.
Toda la historia se concentra en ella,
es su medio, su fin y su principio.
Por esta flor es que el mar remueve eternamente las arenas
y que la gente reza, come, ama, defeca y muere .
Flor 2
He cortado esta flor.
Esta flor ¿vive más aquí que en su vida?
Esta flor es poco fría y amarilla (muy):
como el sol-vuelto-luna-vuelto-flor.
Esta flor ocupa un lugar en dios.
Dios se cuartearía,
se descuartizaría feamente
si nosotros pudiéramos deshojar esta flor.
Flor 3
Hay flores que ordenan el universo.
Porque los muertos están muertos
nosotros tomamos vino.
Y porque los vivos están vivos,
nosotros tomamos vino.
Y porque tú y yo nunca quizá podamos amarnos,
nosotros tomamos vino.
—¿Por qué no comes carne?
—Porque los pájaros más obviamente carnívoros
son bastante feos. ¿No te habías dado cuenta?
—¿Y tú eres un pájaro?
—Pí
Pienso en Descartes, qué fregadazo debe haber andado
para tener que recurrir a la comprobación de su existencia.
Cogito, ergo sum. Híjole, qué duro.
Si casi me río, pero
pobre Decar.
No me importa significar: me importa ser
No me importa significar: me importa ser.
Y esos pájaros ahí
parecen significar y, sin embargo, ser.
Esa ventana, si tan sólo pudiera traer esa ventana
y colocarla aquí; de modo que pudiera ser vista por todos uds.
Una troca cruza el infinito azul.
Mi alma siente cambiar lo que el mundo cambia.
Pero hay un punto-Dios que permanece.
Hay algo de materia muriendo para ser.
Pero hay tanto ser para la nada.
¿Cómo estar?
¿Cómo estar
al fin
y
no ser
al fin?
Lo mismo se da Dios que una rosa
II
Mujer que me alargas un brazo
en ademán de lluvia
y estás tendida en la sábana
como un charco de Dios
para mis brazos,
mujer que mueves tus labios de barca
y alargas una canción antigua
de sirena perdida en un tiempo extraño,
mujer que elevas tus burbujas
mientras yo te desnudo.
de tu agua
y te descubro
agua,
infinitamente amable y dulce
como un pez al que no hubieran
afectado las inundaciones,
mujer que me llama
y a la que voy sonámbulo,
lugar en que caigo de bruces cada vez que tropiezo
y me arrulla en sus brazos
y me canta canciones
de cuna,
mientras yo me finjo —y me lo creo—
ser un gran soldado.
nada digo pregunto
por un espejo de agua
y un espejo de piedra
me vuelve la mirada.
Giro la perilla abro
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
al recordar de pronto
mi voz al otro lado
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
al recordar de pronto
mi voz al otro lado
ah un espejo digo
y cierro y me regreso
y me detengo atónito
Baño
Ayer salí medio asfixiado del agua de la alberca
Y me eché medio cuerpo en sus orillas de cemento
Y lo demás era agua
Pude Ver el Espejo
Pude VerMe al espejo
Yo colgado frente a nada mirándome otro cuerpo
Yo frente a mí a mí mismo en una nada doble
Y un sol hondísimo como una mirada sosteniéndome
Y un sol altísimo del que pendía en un hilo
Encontrándome ahora frente a frente
Dos imágenes que nada se decían porque no había palabras
Pero alguien rió en nuestras espaldas
Y ambos regresamos
Hacia arriba hacia abajo
Alejándonos
Fijos los ojos en nosotros mismos
Sin preguntarnos nada
Porque aún no había preguntas ni palabras ni
Nada
La muerte es el espejo de la vida
La vida es el espejo de la muerte
Y así, hasta el infinito
el pesar insistente de ser nada
se arregla la corbata ante el espejo
se sale a caminar por la añoranza
de la vida vivida ciertamente
en la memoria busca algunos brazos
alborozadas sábanas dichosas
cabelleras oscuras lluvia afuera
y vino cigarrillos y palabras
se sabe sólo sombra de su sombra
el pesar insistente de ser nada
se sube a los camiones compra cosas
no quisiera llorar quisiera irse
a vivir a sí mismo mucho tiempo
no quisiera mirarse en el espejo
sinsonte sin cesar amanecido
o bisonte vivísimo
bebiendo de nosotros
es este estar así
este estar así siendo
cerval asumir bosques
insistir del salmón que contra la corriente
imprudente rebusca la memoria
larva de luz
tenaz
agujerando
las graves hojarascas de la muerte
tris
le cortan la cabeza
tras
un pie
tris le cortan una mano
tras
el otro pie
tris tras tris tras tris
quisieran acabar con él
hondo temblor
temblor
los árboles
el agua
una vez
una brisa
una vida
una vez
una bala
una vez
una vida
una brisa
una brisa
una vez
una vida
una bala
una vez
Sobre un tema de Augusto de Campos
Mírame precipitarme hacia el olvido
hacia la certidumbre irremediable del títere que soy,
hacia donde los ecos no son las palomas ni los caballos
blancos las espumas de mares inacabados.
Traigo conmigo la sortija de humo
que vuelve gutural todo silencio
y en mi calza derecha la huella del peldaño aquel que nos
devuelve, en un temprano espejo,
esa ferviente imagen de la dura sonrisa.
Mírame precipitarme hacia el olvido de lo que nunca fue,
regresando tal vez a la primaria piedra,
a la rústica red, a la mar calma.
Reveo los cardúmenes bullentes, la fija lentitud
de los gestos solemnes
frescamente esparcidos en lo que fue la brisa
y ya es el agua.
Caigo en cuenta de mí, de la misma manera
que se cae en los brazos amantes de la amada.
Me precipito, impromptu, sostenido
en la gravitación del movimiento.
Mírome precisar estas últimas letras
como un viaje que acaba en el futuro,
donde la luz endulza las naranjas.
III. NI LO QUE DIGO
El amor es esa estrella filosa
y el desamor quién sabe qué carajos
pero yo no soy yo
ni este aire mi aire
Es un tambor el miedo
y la paz un tejido frecuentado
pero en mi corazón hay un cangrejo
y alguien está torciendo mi pescuezo
¿Qué es el atole blanco?
¿Qué los cigarros faros?
Pero a quién le interesan esas cosas
cuando uno se muere de sí mismo.
¿Qué son los huevos fritos, por ejemplo?
¿Qué son los buenos días?
Los vecinos arrían la bandera
de la felicidad, pero quién se los festeja?
quién se los critica?
Sólo los que se aman los comprenden.
Se está tirando el bóiler. Hay que apagarle
Se encordó este reloj. Hay que arreglarlo.
Hizo frío por la noche.
No lo olvides.
A veces es una araña la palabra amar
una araña en las vigas de la casa
y uno es la mosca la tonta mosca
A veces el amor es una aspirina
vieja olvidada en el botiquín
y uno no el dolor de cabeza sino el aburrimiento
A veces el amor es una botella de tequila
escondida en el fondo del ropero
y uno la mano oscura y el trago rápido.
en una cajita de oro
vi una estrellita de plata
el amor se entrega entero
si no nomás se maltrata
en una cajita de oro
vi un listón verde bandera
porque te quiero te digo
que no dejes que me muera
en una cajita de oro
vi una flor de maravilla
querer es saberse dar
en una forma sencilla
Si me emborracho pienso en ti
Si me viene el amor a las palabras, a los ojos, al llanto,
a los cigarros alas, al tequila sauza,
¿en quién voy a pensar?
Hay un Ricardo Yáñez que me pega, que todo el día me pega,
y hay un Ricardo Yáñez que te ama. Ése es el bueno.
Echó un poco de sal en su corbata
mas no se la comió cual pretendía
quizá le pareció que estaba fría
aparte de que no era muy barata
Pintó en su corazón de hoja de lata
una dulce canción que se sabía
pero le reprocharon la alegría
y se compró un chaleco color rata
Consideró que el sol era la luna
y que la luna nada finalmente
y se quedó mirando su presente
como quien ve llover y no se moja
como quien huevos fritos desayuna
mientras la rosa suya se deshoja
si no amor soy entonces qué carajos
qué nube de pesar qué estrella herida
bandera por qué vientos abatida
conversación resuelta en qué estropajos
vengo del corazón a mis trabajos
y voy de mis trabajos a la vida
vida que se te entrega inmerecida
pero que sabe dar sus golpes bajos
no sé ni qué decir pero me digo
que al fin y al cabo soy un buen testigo
y voy a atestiguar que estoy amando
todo lo que perdí mejor ahora
que cuando lo tenía llora llora
no dejes de cantar te estoy mirando
Miras los torpes, graciosos dibujos
de la puerta amarilla:
obscenidades ante las cuales otros sonreirían
y a ti te hacen sufrir.
El vino de la noche con los amigos
ha estado bien, ciertamente.
Pero sobre la alfombra,
con un dolor reumático en la pierna derecha,
tiritaba tu soledad de amante.
De la puerta amarilla a estas palabras
¿qué diferencias hay?
No por alegría es que escribo
no por tristeza.
Escribo porque el amor es triste y alegre,
porque nosotros moriremos y otros amarán.
IV
Alfonso
¿Quién diría de Alfonso algo bueno?
No su madre, por cierto. Y su padre menos.
No su novia tampoco, ni sus amigos.
Sólo la Juana y la Azabache,
a las que se cogió entre las milpas
una noche estrellada de junio.
El oficinista
Helo allí, acostumbrándose a diario a no morir,
a ir tachando pájaros, a aceptar la neblina como aire,
el amor como piedra en el bolsillo, la paz
como tener con qué comer y masticar el sandwich
del domingo.
En el globo del elevador, cuando va solo, se permite soñar
prudentemente
en unas rosas blancas cada vez menos blancas.
Intuye que está vivo, algo se lo dice,
quizá las nubes cuando nubes hay al cruzar el parque;
quizá también la foto del acribillado en el periódico.
Pero la estrella negra que preside su escenario
de la corbata a la valenciana ha pasado su chisguete de tinta
y ya le vemos enterarse de que es tarde
de que siempre ha sido tarde para todo.
Ente y no antes.
José Lezama Lima
Bebedor silencioso
el que es amigo de los hombres
hace como si removiera con el pie
las aguas de un estanque.
Oye caer las hojas de qué otoño
bajo el árbol que se le ha regalado
y en el atardecer vuelve a sonreír
al que le pide otra moneda para hablar por teléfono.
Neblina agradecida es
el gesto con el cual su rostro
intenta despedirse.
Pero puede más su generosidad y permanece,
el peso de sus codos impidiendo
que al que retorna a la mesa se le fracture nuevamente
el mundo.
Qué optimismo
uno quiere vivirse hasta los huesos
uno quiere llorarse hasta la risa
uno quiere volverse longaniza
o bien taco de sesos
uno quiere ganar sus buenos pesos
mas la pobreza nunca cicatriza
uno quisiera darse una paliza
o saberse más rezos
uno se rasca a veces la cabeza
uno se bebe a veces su cerveza
uno se toma en serio muchas veces
uno quisiera ser tan sólo dieces
quizá reírse menos de uno mismo
qué optimismo
Recado
Ninguna voz que no diga tu nombre,
ningún tiempo que no diga tu espacio,
ningún rostro que no diga tu llanto,
ningún cigarro que no diga tu humo.
Ningún afuera que no diga tu adentro,
ninguna voz que no diga tu canto,
ningún temblor que no diga tu miedo,
ningún estoy que no diga te quiero.
Ningún ahora que no diga tu lluvia,
ningún entonces que no diga tu tiempo,
ninguna silla que no diga te espero.
Ningún sobre que no diga tus cartas,
ningún beso que no diga tu boca,
ningún perdóname que no te esté mintiendo.
—No es que esté desnudo, es que no sabe estarlo
Por eso bebe, por eso se despoja de sus ropas.
—No, no es que beba, es que está desnudo.
Amanecer
Más allá del basurero sobre el que estás sentado
más allá del frío y la comezón interminable
más allá del ruido de los camiones
sólo soportable por un sonido de agua que no es tuya
pero te protege
más allá del guante de boxeo impreso en esa bolsa de plástico
—el impacto significado por un estallido azul—
más allá de tu mala memoria y tus, dos o tres, buenos
recuerdos
más allá de ti mismo vaya
están los árboles las nubes extensísimas un pedazo de cielo
abriéndose a la luz y
no sabes exactamente dónde pero eso no importa
el canto de los pájaros
las campanas mojadas por la lluvia de anoche
su sereno sonar después del sueño
en que un pesado gato subía su suavidad sobre tu pecho
y enroscaba su cola en tu garganta
Ventana
Afuera caen gotas sobre el limonero,
el limonero pequeño y serenante.
Contra los cristales caen gotas
y el limonero se mira fresco allá afuera.
Caen gotas que estallan o resbalan,
caen gotas sobre el limonero.
Y del limonero sobre sí mismo
caen también gotas.
Llueve.
A Carlos Mapes
Casi crece el sol
casi estoy vivo
—araña entre las milpas
Y sombra que era yo
casi echada a llorar
en un barranco
Sale el sol / casi
y el hilillo del agua
espera ser sonreído
Qué es cantar
sino saberse vivos para siempre
Qué reírse
sino florecer desaliñadamente
igual que en los llanos
la manzanilla
la coronilla
el girasol
En fin qué es estar vivos
sino cantar reunidamente
abriendo y cerrando la estrella
de la certidumbre
A la memoria de Manuel y Elvira
I. GRAFISMOS
¿Qué dice lo que dice?
¿qué desde mí y en mí dice lo que dice?
¿qué dice lo que digo que dice lo que dice?
¿qué de lo que dice lo que digo que dice lo que dice
se está oyendo?
Copa
Si no la plenitud,
si no el desbordamiento,
qué sino la carencia,
la limpieza pulida de la copa
que registra la música del vino
aun sin custodiar su sanguínea sonrisa?
Qué sino el hueco pleno
de su propia oquedad intransigente,
la huella deshollada hasta el deslumbramiento,
hasta el no-ser profundo en donde la embriaguez se verifica?
Para venir a ser, hay que dejar de ser
para venir a amar, hay que dejar de amar;
para venir a saber, hay que dejar de saber;
para venir al contento, hay que dejar el contento;
para venir al habla, hay que dejar de hablar;
para venir al mundo, hay que dejar el mundo;
para venir a ver, hay que dejar de ver;
para venir a la desnudez, hay que dejar la desnudez;
para venir a ser agua en el agua
hay que dejar de ser incluso el agua.
Sobre un tema de san Juan de la Cruz
aunque me digan
aunque me peguen
aunque me contradigan
aunque me corten la lengua y se la echen a los gatos
aunque me metan en un costal
aunque me den con la mano del metate
aunque me corten en pedacitos
aunque me echen al pozole
a los tamales
a las tostadas con carne
aunque venga mi tía y me suplique
mi madre y me suplique
mi tortuga y me suplique
mi voz y me suplique
he de morir viviendo
ya lo dije /
es todo lo que sé
Los papeles seguían revolando
muchas horas después
revolando y cayendo
azules
tamaño carta
formas
De los escritorios de los rotos anaqueles
de la distancia más propiamente que de la altura
se desprendían
uno en uno
dos en cuatro
desistían de un orden
ya no exigido
Azules eran
poco más que el cielo
en el aire
iban
y venían
libres
por más que acordonados.
El pigüino
El pingüino no es carne, pescado ni volátil,
no pertenece al carnaval ni a la Cuaresma.
Animal el menos atractivo, el más ambiguo,
chapotea en los tres elementos y posee
algún rudimentario derecho a todos ellos, pero
no se encuentra a gusto en ninguno:
en tierra renquea,
en el agua avanza cinglando
y en el aire
aletea y se desploma.
Como avergonzada de su fracaso,
la naturaleza lo oculta
en los confines del mundo.
Sobre un tema de Herman Melville
II. RUSTICATIO
Las flores son el puro agradecimiento a la luz.
Una hoja que cae hace el sonido
de un pájaro que vuela.
Ha visto tu mirada un girasol,
su amarillo disperso, concentrado,
haciendo luz la luz.
Vas sobre el empedrado y respiras azul,
un azul silencioso
remojado de nubes.
El tiempo es un venero de tiempo, no un reloj.
Suena el agua
El viento se oye
agujerado
por el piar de los pájaros
La seca serenidad
de una esquila se entremezcla
con una voz de niño que entre que nada y pesca
Un rebaño
que no había mirado
acaba de descender la ladera
Todo está en sepia y verde
excepto un caballo
casi blanco
texolo
Hay un agua que corre
cuyo rumor nos dice desdiciéndonos
cuyo descenso por entre las rocas
se conjuga con nuestra tos de fumador
con el bebedor de vino
de la cara raspada
(chocó contra la lluvia
qué le vamos a hacer)
y con la lagartija
que se llena de noche
a pleno sol
La flauta sabe a arroyo donde el cielo
hace correr su azul.
El sol
El que todo tiene
en todo tiempo lo da.
La maceta
es la novia provinciana
del sol.
*
La dama
lleva en su bolso
un pedazo de sol.
*
La verdad,
el melón
es un sol interior.
*
“A mí no me va ni me viene”,
dice el pescado del sol.
*
El valiente
le dice a su cuchillo
“afílate en el sol”.
*
La campana parece
el sonido del sol.
*
La botella
es la pura nostalgia
del sol.
*
El bandolón supongo
que es a la bandolina
lo que a la luna el sol.
*
Un sol
dicen que era
esta calavera.
Nocturno
Está tan claro el cielo
que todos los caminos caen,
hoy, a las estrellas.
Estación el Mezquite
Un pino refrescado de pájaros.
III. CANCIONES
La rosa de oro le dicen
a este dolor que me mata
que no es dolor ni contento
y que en todo se retrata
La rosa de oro por más
que algunos la vean de plata
y otros tan sólo de fierro
la rosa de oro insensata
Rosa que crece en el pecho rosa
que en la sangre viaja
rosa que es como navaja
Rosa que si rosa fuera
sonreiría en mis palabras
rosa que espera que la abras
Poema del lunes
Lunes era y dolía,
como nube dolía, como puerta.
Era lunes y había
una ternura muerta.
Pasaban por la calle los viandantes,
como de sentimientos traficantes.
Iba arriba la luna, muy arriba,
muy en su desnudez Lady Godiva.
Era lunes —acaso medio martes
pero lunes aún— en todas partes.
Lunes fue y no dolía:
fantasía.
Era un lunes feroz pero discreto,
lunes de un amoroso Capuleto.
Era un lunes sin marca, sin esgrima.
Era un lunes cabal, lunes-lastima.
Iba mi voz en do, doliente nota.
Iba mi voz en solamente rota
bajo la luna-lunes, todavía.
Era lunes. Dolía.
Sobre un tema de Amparo Rubín
Hay un hombre que camina
jornadas jornadas largas
por oír pulsar el viento
las arpas de tus ventanas
hay un hombre que se moja
de lluvia hasta las entrañas
por ver cómo tú te asomas
corroída por las aguas
a oír entreverar el viento
sus manos en tus ventanas
hay un hombre que camina
y se llega hasta tu casa
y te descuartiza a besos
sin que puedas hacer nada
y a besos te reconstruye
lejos de toda mirada
hay un hombre que camina
jornadas jornadas largas
hay un hombre que se moja
de lluvia hasta las entrañas
Canciones en melancólico inglés
acompañadas con mariachi
escuchas.
Has estado en reposo mucho tiempo,
has entendido al fin lo que es la vida,
preparación para la muerte
que es—o debe ser— la vida.
Fragmentario es tu amor, criticables
tus modos de acercarte
a la eterna sorpresa de lo real.
En ningún cumpleaños, ahora lo sabes,
nadie podrá nunca regalarte
el estar de tu corazón consigo mismo.
IV. PERSONARIO
En San Andrés mataron a Macario
por un pleito sin chiste.
Lo balearon por la espalda, además, ¿y qué tendría:
16, 17 años?
Fue por la calle de Artes, junto a los llanos
donde juntos volamos papalotes.
Ahora ya pavimentaron, construyeron,
pero entonces su sangre oscureció la tierra.
Dicen que el que lo hizo era muy pobre,
que Simón, el otro hijo de don Goyo, lo había
humillado;
que se quitó los huaraches para huirse,
pero de todos modos lo agarraron.
Al lado del barbecho quedó la troca:
rala su escasa sombra sobre el cuerpo.
(Calabaza y camotes enterregados
bajo el sol, aire lento...)
Macario me prestaba su bicicleta,
algo que para muchos será un milagro.
En San Andrés, tardeando la mañana,
murió por doce pesos que al tiempo se olvidaron.
Tina, por E. W.
Al frío sol de no sé qué febrero
Tina Modotti
abreva lo que después
habrá de ser conocido como su muerte
El árbol que sabemos la protege
apresura tres pájaros entre sus hojas
anden
distráiganla
Entornada la puerta quizá roja
quizás alguna vez recién pintada y olorosa
da señales de ángel de la guarda
al que se le ha caído la niña
De un momento a otro dirá algo
Tina Modotti
¿dirá
que buena vida estoy viviendo?
Elvira, Elvira, Elvira
qué diluvio de flores es tu nombre,
de flores aromadas y marchitas.
Elvira, Elvira López,
con tu máquina Sínger bajo el brazo,
con tu hermana Francisca a cante y cante.
López Estrada Elvira,
comiendo capulines junto a un burro,
comida por la luz junto a un barranco.
Don José
Solo y su voz y su acordeón y su clientela,
solo y su suerte adversamente suya,
solo y su enorme y mala, mala estrella,
está sentado a la orilla de un dolor
como otros en la arena de la playa.
Abre el recuerdo su canción monótona
como un balazo abre un cráneo vivo,
limpia y confusamente. Se desborda
por el mantel la sangre, el instrumento
musical sonríe, con qué tristeza.
Calla la luz, recorren las guitarras
el ardor ceniciento de otras mesas.
Pesa como un relámpago —la violentada luna de un espejo—
el gris de esos bigotes que comentan, asibiladamente,
cómo se acaba el mundo de unos ojos.
Epitafio
No vamos a decir que moriste por algo,
todos sabemos que moriste por una pendejada.
Y sin embargo moriste por algo,
para que no muramos por una pendejada.
V. CICATRICES
Una mujer que se fractura, que no se ve, que no
quiere ver. Una mujer que acaso gime, en una silla,
sentada, despatarrada, dolorosa. Una mujer con
derrumbes, azorada, vasta. Una mujer llena de lluvia,
una mujer desierto. Una mujer que cae-que-no-cae.
Ríe sin ser ella, habla sin ser ella, calla sin ser ella.
Ecos, profundos ecos, desgarramientos.
Aleluyas maltrechos.
Una mujer atarantada de sonidos. Patitiesa.
Patiabierta.
Una mujer hermosamente ridícula, frágil,
escultórica.
Esculpida: con rabia.
Una mujer que cambia de lugar y no de vida.
Grita, susurra (nadie sabe si llora).
Pariente de la luna, de la sangre, anda comiendo
sillas todo el día.
Es un abeto, es una basura.
No anuncia los nombres de los nombres.
En el poema anda, errática, su boda. Su velo, su vestido.
—Su alborada…
Música huye de su vida, desintegra lo cierto.
Pájaro, gato, fiebre. Es una pared enmarañada de signos
vacuos.
Una mujer rinde sus propias cuentas (lo que cuenta
no cuenta). Desdramatización; ése es su drama.
¿Baila? ¿Acaso está bailando?
No tiene dónde descansar sus pensamientos. Y su cuerpo
en sus cuerpos. Los ajenos.
No tiene dónde caerse muerta. No tiene muerte suya de
que morirse. A tientas anda entre neblinas (ja, ja, ja), chismorrea,
bisbiseante, güirigüerea. Anda de aquí para allá, de allá para
acá, suavemente. Se descoyunta. Se equilibra. Se cansa. Se
distiende. Come sopas de sombra. Las sombras se la comen.
Sobre un tema de Paloma Martínez y Dolores Lince
VI. CONSOLAMENT
Sobre un tema del siglo XII
No me detengas, Amor, la mano
cuando a la espina de tu rosa acerca
su torpeza impoluta.
Es que quiere sangrar con tu color.
Es que se quiere herir de tu esperanza.
Amor, no por su daño temas, se lo busca.
Amor no la detengas, que es su vida.
Tú aún no usabas Chanel
usabas avón todavía
era aquella tarde bajo los árboles
tarde de mucho viento y nubes de lluvia
tú llevabas tu vestido verde
aquel de rayas verdes y más verdes y más verdes ligerísimo
y yo llevaba tres pesos y huaraches y un libro yo creo
que ladera este
nos besamos claro y las hojas de los árboles removíanse
y las hojas secas en el suelo de hojas secas también removíanse
y crujían las hojas secas bajo nuestros cuerpos abrazados...
Su corazón es una música
que todavía no aprendo
y es su mirar la claridad
en la que soy sin miedo
Llegó como una lluvia
no sé cuándo se vaya
huele como al laurel
después de la batalla