¡HAY UN DINOSAURIO EN MI SOPA!
La Ciencia
para Todos
Desde el nacimiento de la colección de divulgación científica del Fondo de Cultura Económica en 1986, ésta ha mantenido un ritmo siempre ascendente que ha superado las aspiraciones de las personas y e instituciones que la hicieron posible. Los científicos siempre han aportado material, con lo que han sumado a su trabajo la incursión en un campo nuevo: escribir de modo que los temas más complejos y casi inaccesibles puedan ser entendidos por los estudiantes y los lectores sin formación científica.
A los diez años de este fructífero trabajo se dio un paso adelante, que consistió en abrir la colección a los creadores de la ciencia que se piensa y crea en todos los ámbitos de la lengua española —y ahora también del portugués—, razón por la cual tomó el nombre de La Ciencia para Todos.
Del Río Bravo al Cabo de Hornos y, a través del mar océano, a la península ibérica, está en marcha un ejército integrado por un vasto número de investigadores, científicos y técnicos, que extienden sus actividades por todos los campos de la ciencia moderna, la cual se encuentra en plena revolución y continuamente va cambiando nuestra forma de pensar y observar cuanto nos rodea.
La internacionalización de La Ciencia para Todos no es sólo en extensión sino en profundidad. Es necesario pensar una ciencia en nuestros idiomas que, de acuerdo con nuestra tradición humanista, crezca sin olvidar al hombre, que es, en última instancia, su fin. Y, en consecuencia, su propósito principal es poner el pensamiento científico en manos de nuestros jóvenes, quienes, al llegar su turno, crearán una ciencia que, sin desdeñar a ninguna otra, lleve la impronta de nuestros pueblos.
Comité de selección de obras
Dr. Antonio Alonso
Dr. Francisco Bolívar Zapata
Dr. Javier Bracho
Dr. Juan Luis Cifuentes
Dra. Rosalinda Contreras
Dra. Julieta Fierro
Dr. Jorge Flores Valdés
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Leopoldo García-Colín Scherer
Dr. Adolfo Guzmán Arenas
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Jaime Martuscelli
Dra. Isaura Meza
Dr. José Luis Morán López
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. José Antonio de la Peña
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dr. Julio Rubio Oca
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Dr. Elías Trabulse
Una guía rápida sobre evolución biológica
La Ciencia para Todos / 237
Primera edición, 2014
Primera edición electrónica, 2015
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-3178-7 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Ilargi eta laino, sorginen tzat giro.
[Luna y niebla, ambiente de brujas.]
Proverbio vasco
ÍNDICE
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Advertencia sobre una extraña criatura: el autor
La evolución biológica
¡Hay un dinosaurio en mi sopa!
Viejo amigo
Tragedias griegas
Hacia el oeste
Especies
Bautizando criaturas
Ubicando criaturas
Criaturas simpáticas
Pescados y mariscos
Me quiere, no me quiere
Cinco reinos y tres dominios
Hurgando en las ramas
El huevo y el homúnculo
El gimnasio selvático
Darwin y Wallace
Vacas lecheras
El árbol de las transformaciones
El árbol filogenético
El darwinismo
La selección natural
La eficacia, aptitud o adecuación
Batallas medievales y campanas
El árbol filogenético y el cambio gradual
El peligro de los azares
Los ojos de Darwin
Alas y velas
El jardinero Haeckel
La guillotina de Weissman
El “chicharito” Mendel
Archiveros y cajones para el ADN
El señor de las moscas
Moscas ojiblancas contra ratones rabones
La neosíntesis
Trepando montes
El gran monte de las eficacias
El lado oscuro
El monstruo esperanzado no es una oruga
La adaptación
Las adaptaciones imperfectas
El cuello de la jirafa
El ojo y el espejo
El fantasma del gonfoterio
Plátano en la sangre
Descubriendo adaptaciones
¿Cuánto cuesta el sexo?
Presumidos
Humanos en lo “oscurito”
¿A qué juega usted?
Especies de plastilina
Liebres y tortugas
Monstruos de fábula
El baile de las máscaras
El cubo de las conchas
El hipercubo de los genes
Bacteria lactosada
Enredos
Las alas del caos
Hormigas y neuronas
Desde la copa del árbol
Bibliografía
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a la doctora Lorea Chaos por sus comentarios sobre la versión final del manuscrito. A la arquitecta Aldara Chaos, por su ayuda en el diseño de los dibujos. Al doctor Mario Jaime, por sus observaciones sobre el texto final.
Para hacer este libro utilicé una computadora con sistema operativo Ubuntu 14.04 lts Trusty Tahr. El texto lo escribí con LibreOffice Writer. Algunas imágenes las creé con LibreOffice Impress; otras, con gimp. El diseño de las gráficas vectoriales lo realicé con Inkscape. Firefox me sirvió para hacer las búsquedas en la internet. Todos ellos son programas libres que se distribuyen gratuitamente sin ánimo de lucro ni de enajenación, con una filosofía que se basa en la cooperación como eje rector de las interacciones humanas. Agradezco a todos sus creadores.
Ubuntu es una regla moral sudafricana enfocada en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas. La palabra proviene de las lenguas zulú y xhosa.
Soy porque nosotros somos.
Umuntu, nigumuntu, nagamuntu.
PRÓLOGO
Cualquier momento de nuestras vidas está compartido con innumerables seres vivos. Convivimos gustosos con perros y gatos en nuestras casas, y con otras criaturas de manera no tan armoniosa: moscas, mosquitos, cucarachas, ratas, ratones, arañas, etc. Nos place ir a la playa y zambullirnos en el mar para ver peces, erizos y conchas; al bosque, y sentir la frescura emanada de la vegetación; a las montañas para admirar alfombras verdes sinuosas; lugares todos repletos de vida. Es natural, somos una criatura biológica. Como cualquier niño preguntón, estamos intrigados sobre nuestro origen y la liga que guardamos con el resto de los organismos.
¿Quiénes son nuestros antepasados? ¿Se extinguieron todos los dinosaurios? ¿Existen las especies? ¿Es posible transformarlas? ¿Hasta dónde? ¿Por qué a veces los machos y las hembras son diferentes, y a veces no? ¿Cuál es la ventaja del sexo? ¿Debo seguir consejos de mi abuela para escoger pareja? ¿Qué es un monstruo esperanzado? ¿Son los seres vivos máquinas perfectas? ¿Qué dijo Darwin? ¿Qué estrategia me conviene tomar en la vida? ¿Pueden existir los unicornios, los dragones y los pegasos? ¿La vida tiene un destino forjado? ¿El caos nos domina?
Este libro pretende introducir al lector general y al estudiante de biología a dichos cuestionamientos biológicos, mostrándole los conceptos básicos, los avances y las disputas actuales en materia evolutiva.
INTRODUCCIÓN
Sumergidos en un mar tenebroso, cuya edad se calcula en 13 000 millones de años y su tamaño en 93 000 millones de años luz, flotan miles de millones de cuerpos. Algunos fulguran cual luciérnagas en una noche calurosa de verano; otros, son opacos y ladrones, roban brillos reflejándolos dentro de las tinieblas celestiales. Los más son fríos, congelados, navegan al pairo, sin una Estrella Polar o una Cruz del Sur para perseguir. Los cálidos y luminosos chisporrotean fuegos de diferentes tonalidades y, en ocasiones, albergan bajo su manto de luz y calor a unos oscuros y pequeñines, quienes danzan en torno a ellos cual bailarines ancestrales en torno a una fogata.
Dentro de lo insondable de este océano azabache plagado de canicas existe una canica “agüita” de color azul con una propiedad extraordinaria. En esta esfera la materia se ha organizado de tal manera que puede percibir el mundo. Detecta la luz, los campos magnéticos, la temperatura, la radiación ultravioleta, la infrarroja, por citar unos pocos ejemplos. También es capaz de emitir información a manera de colores, olores y sonidos. Dicha materia, organizada espontáneamente, sola, huérfana, sin una guía, ha logrado hacer de la agüita azul un sitio como ninguno otro. Además de estar supeditada a las leyes físicas y químicas universales que rigen a las demás esferas, presenta una serie nueva de reglas y un nivel de organización insólito. Como prueba de esta singularidad cósmica, es ella misma quien trata de encontrar las normas que la gobiernan. Intenta saber cómo se formó, cuáles son las condiciones detrás de su organización, cómo es que ha ido transformándose a lo largo del tiempo y, por si fuera poco, el porqué de su existencia. Esa materia es la vida.
Se calcula que la Tierra se formó hace 4 500 millones de años, y que los primeros seres vivos aparecieron hace 3 500. Desde esos tiempos hasta el día de hoy la vida ha ido cambiando. Es posible que todo haya empezado con el simple impulso de las moléculas a duplicarse. Para ello necesitarían encontrar el material necesario. Probablemente la vida se haya iniciado con una receta tan sencilla como “consigue material, energía y duplícate”. En esencia, eso es lo mismo que hacemos hoy todas las criaturas de nuestro planeta, con la adición de “escapa de aquellos cuyas intenciones sean las de usarte como material energético o de construcción; es decir, que sean las de comerte”.
A partir de ese esbozo de vida, poco variada y sencilla, se ha alcanzado una diversidad maravillosa compuesta por seres que van desde lo simple a lo complicado, de lo unicelular a lo pluricelular, de lo solitario a lo gregario. Todas interaccionando de maneras sorprendentes en redes intrincadas, con armonía y precisión envidiables.
Este libro trata sobre las teorías desarrolladas por una especie de simio, autodenominado Homo sapiens, habitante del planeta, para explicar el suceso de la evolución de la vida.
ADVERTENCIA SOBRE UNA EXTRAÑA CRIATURA: EL AUTOR
Para cualquier lector de este libro, terrestre o extraterrestre, es necesario aclarar la naturaleza del escritor. El autor es un Homo sapiens común y corriente, una de las más de un millón y medio de especies de la Tierra descritas por esta misma especie. Según su propia visión, ella es la única criatura capaz de pensar, de ser inteligente. Acepta que existen otros animales con capacidades cognoscitivas muy desarrolladas, como los delfines, los perros, los simios y los cerdos; sin embargo, remitiéndose a las pruebas, como dice, concluye que están lejísimos de su nivel intelectual. La evidencia principal que presume siempre es una actividad llamada ciencia. Con ella intenta conocer y predecir su entorno. Gracias a ella ha mejorado la calidad de sus alimentos, construido casas más cómodas, elaborado medicamentos, descubierto la agricultura, los antibióticos, en fin, hasta ha logrado llegar a la Luna. Si bien es una especie con pocas características excepcionales, salvo esa inteligencia autoproclamada, presenta comportamientos extraños para los demás seres vivos. Desde que surgió, hace aproximadamente 100 000 años, el hombre ha conseguido poblar todos los continentes, salvo el Antártico. Bajo su propia definición, se ha convertido en la mayor plaga del planeta. Debido a ello se comporta de maneras muy disimiles según la latitud, longitud y altitud a la que se encuentre. Por eso siempre hay que ser cautos al generalizar sobre esta especie. En algunas partes de sus conglomeraciones tiene actitudes raras. Hablando en términos biológicos, las especies tienden a maximizar su prole y a adquirir la mayor cantidad de energía. El hombre habitante de estos centros, llamadas ciudades, no. Le gusta el placer y ha logrado conseguirlo tan frecuentemente que ahora le presenta unos inconvenientes nunca afrontados por organismo alguno. Le fascina el sexo, ama comer y moverse poco. Pero no desea tener decenas de hijos que mantener, ni estar obeso por estética y salud. Entonces se las ha ingeniado, como siempre, para gozar de los placeres carnales sin el inconveniente de fecundar óvulos amistosos. Aunque esto suena aberrante a los oídos de las demás especies —las que tienen, claro—, se lo agradecen enormemente: menos humanos, menos problemas. También ha logrado inventar comida con sabor cercanamente al normal, pero con un contenido calorífico mínimo. Para explicar eso a un león habría que decirle que comiera cebras light, porque las normales le acarrearán problemas de hipertensión y artritis con la edad. A un oso polar se le debería aleccionar que guardar la línea es saludable y que no debe de engordar al nivel que lo hace. Sería aconsejable una visita al nutriólogo para que le informara la cantidad de focas que debería comer y así esquivar niveles de colesterol altos. A ambos se les tendría que convencer sobre los problemas de comer carne y de no llevar una dieta balanceada con frutas y legumbres ricas en fibra.
Pues bien, a ese tipo de ser viviente pertenece el escritor del libro. Y como tal, la visión presentada aquí corresponde a su tradición humana.
LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA
El tema central del libro es la evolución biológica. Entremos en materia sin más preámbulo. El término evolución es sinónimo de cambio. En ese sentido se puede hablar de la evolución del cosmos, de una enfermedad, del arte, de las lenguas. Etimológicamente proviene del latín evolutio, “desenrollarse”. Hasta mediados del siglo XIX la palabra se empleaba para referirse al desarrollo, esas etapas tempranas que conforman básicamente a los organismos.
La sola palabra evoca casi inequívocamente imágenes de dinosaurios, bestias primitivas, grandes reptiles, humanos semejantes a simios y muchos esqueletos. Otro mito sobre el asunto se refiere a que la evolución es un proceso lento, que no se puede percibir porque acontece durante miles o millones de años. En realidad, nos estamos refiriendo a la evolución biológica. Por alguna extraña razón, la biología ha secuestrado el término —quién sabe si con alevosía o no—. Lo que sí ha generado es un problema de comunicación entre científicos de diferentes áreas. Cuando un físico habla de evolución, se refiere a cambio. Un biólogo —que se ahorra el calificativo de biológica— se refiere a un tipo de cambio específico. Muy probablemente en círculos ajenos a estas dos profesiones la imprecisión sea irrelevante, pero no lo es cuando los biólogos intentan comunicarse con científicos de diversas ramas. Como éste es un libro de ciencia, y el autor presencia frecuentemente polémicas cuyo origen se debe sólo a la confusión de estos términos, la aclaración parece pertinente.
Para comprender el término es necesario precisar dos cosas: qué es lo que cambia y cuándo cambia. La evolución biológica se define como aquel cambio en las proporciones de los caracteres heredables en los individuos de una población a través de sus generaciones.1 Usemos una población de 100 conejos blancos para aclarar el concepto. El color es una característica que se hereda. Los conejos tardan aproximadamente ocho meses en llegar a la madurez sexual. Para tener una generación nueva habrá que esperar dicho lapso. Simplifiquemos un poco el ejemplo: supondremos que cada pareja de conejos concebirá dos hijos —algo reducido para ellos—. Cumplida la fecha, tendremos una población nueva de conejos compuesta también por una centena —olvidemos a los padres y contemos a los hijos—. Planteemos dos escenarios contrastantes. En el primero, todos los hijos nacerán blancos. Entonces la población no cambió, no hubo evolución biológica. En el segundo, contamos 70 gazapos blancos y 30 negros. La población original poseía 100% de conejos blancos, que ahora conforman 70% de la población. Hubo un cambio en la proporción del color de los conejos (característica heredable), por lo tanto, la población evolucionó biológicamente.
Ahora entendemos que las poblaciones son las que evolucionan, no lo individuos. El cambio de las poblaciones a lo largo de sus generaciones es evolución biológica. El cambio de los individuos durante sus vidas es desarrollo. El proceso puede ser tan lento o rápido como tarden las generaciones nuevas en aparecer.2 Con nuestros amigos orejones bastó menos de un año. Otros seres vivos se reproducen mucho más rápido, las bacterias tardan minutos. La evolución biológica se puede ver, se puede apreciar, no es asunto de eones necesariamente.
1 Para complicar el asunto, hay más de una definición. Darwin la definió como descendencia con modificación. Muchos biólogos moleculares afirman que la evolución biológica se define como el cambio de las frecuencias alélicas de una población a lo largo de las generaciones. Esta visión reduce el fenómeno evolutivo solamente al cambio que acontece en la secuencia del ADN. Lo anterior es una visión reduccionista y genocentrista de la biología, además de falsa. Por ejemplo, hoy sabemos que la manifestación diferencial de ciertos genes no depende únicamente de su secuencia, sino de ciertas marcas que impiden o promueven su expresión.
2 El ejemplo anterior muestra el caso de generaciones que se suceden de manera discreta. Los individuos se reproducen y la población debe de esperar cierto tiempo a que los hijos vuelvan a hacerlo, ocho meses en este caso. No obstante, hay poblaciones cuyas generaciones se traslapan, ocasionando que siempre haya críos y adultos reproductores.
¡HAY UN DINOSAURIO EN MI SOPA!
Surcando los aires sobre un bosque de coníferas, cuyo suelo rebosa de helechos y equisetos, un magnífico ejemplar de Quetzalcoatlus northtropi otea desde las alturas. El reptil volador bate sus alas majestuosamente con ritmo calmoso. Su envergadura de 10 metros no permite movimientos muy rápidos. Con vista aguda detecta movimiento abajo; posiblemente sea alguna pelea que puede dejarle buenos dividendos si la carne de la víctima es abundante. Al acercarse, divisa una manada de Triceratops horridus acorralando a un Tyrannosaurus rex de cinco metros de altura, quien a su vez persigue a un pequeño triceratops. Al parecer el bebé se alejó de la manada y se cruzó en el camino del carnívoro. Afortunadamente para el despistado, la manada logró llegar en su auxilio a tiempo, pero el tiranosaurio no está muy de acuerdo en dejar escapar el bocadillo tan fácilmente. Después de un rato de amagues, unos defendiendo y el otro atacando, el dinosaurio bípedo decide no arriesgarse a que una madre triceratops enfurecida le hinque el par de cuernos de más de un metro de longitud que posee en la cabeza. Éstas son algunas de las criaturas que pisaron el mundo hace 65 millones de años.
Probablemente sus dimensiones y ferocidad han hecho que los dinosaurios sean una franquicia exitosísima. La trilogía de Parque Jurásico comprueba el gusto de la gente por ver a estos reptiles. Tan famosos son, que especies como el estegosaurio y el velocirraptor son conocidas por la mayoría de las personas. Incluso los pequeños dominan el nombre de varias especies de dinosaurios. El gran kaiyú (monstruo) japonés engendrado por la radiación nuclear, Godzilla, está inspirado en una combinación de tiranosaurio, estegosaurio e iguanodonte. Los “dinófilos” aumentan cada día. Un elemento seductor extra se relaciona con su extinción: dominaron la tierra durante 160 millones de años, y súbitamente desaparecieron. La hipótesis Álvarez es la que cuenta con mayor número de evidencias a favor. Según ella, hace 65 millones de años, en el Cretácico, a finales de la era Mesozoica,3 un meteorito cayó en lo que hoy es Yucatán levantando una inmensa nube de polvo. Los rayos del Sol dejaron de incidir en la superficie del planeta durante un lapso considerable, ocasionando un invierno mundial duradero. El cambio climático fue la sentencia de muerte para gran parte de la vida terrestre, entre la que se encontraban los dinosaurios.
Curiosamente hay elementos sustanciales poco conocidos sobre los dinosaurios. Por ejemplo, que algunos de los más grandes poseían huesos huecos, con lo que aligeraban sus masivas estructuras corpóreas, situación que daría un giro inesperado en sus descendientes. Que sólo fueron criaturas terrestres: ninguno voló ni tampoco nadó en aquellos tiempos vaporosos del Jurásico. La presencia de sangre caliente, al menos en ciertos grupos, se acepta cada día más gracias a las evidencias recabadas, principalmente óseas. Esas referencias aparentemente mundanas son desconocidas, a veces hasta por dinófilos de cepa.
Un dato sorprendente ignorado es que en realidad no se han extinguido. Murieron muchos, pero sobrevivieron al holocausto reptiliano no pocas especies de dinosaurios. Si está pensando en algún lugar recóndito del mundo donde se han descubierto algunos supervivientes, se equivoca. No están confinados a islas remotas. Han vuelto a dominar el mundo, pero ahora son los amos de otro elemento. ¿Dinosaurios en pleno siglo XXI? Sí. ¿Dónde están?
Hace millones de años, un grupo de dinosaurios desarrolló protuberancias en la piel parecidas a picos cortos. Algo equivalente a los pelos de un mamífero, pero más gruesas. Surgían a partir de un folículo circular. En lugar de permanecer así, como sucedió con el pelo mamiferiano, el tubo se ramificó en multiplicidad de fibras. A su vez, cada una de ellas produjo estructuras derivadas: un eje ramificado, compuesto de otros ejes ramificados, un fractal en términos matemáticos. Esta aparente maraña de fibras adoptó una organización en la cual se entretejían todas las prolongaciones, semejando la urdimbre de una tela. Cada prolongación, cosida de esa forma y enclavada en la piel del animal, es lo que conocemos hoy como pluma.
Ciertos dinosaurios se emplumaron. Se ha propuesto que este recubrimiento suave aislaba a los portadores del clima frío, digamos que los inventores de las chamarras rellenas de plumas fueron ellos. Empleadas como abrigo, las plumas permanecieron. Luego ciertos plumíferos aprovecharon la capa esponjosa de otra forma. Eran trepadores de árboles; la ligereza de la capa les convino para moverse con destreza entre troncos y encima de ellos. Saltaban de uno a otro con facilidad. Gracias a una reducción de sus tamaños y a estar constituidos por… ¡huesos huecos! ¿Recuerda que algunos aligeraron sus cuerpos con osamentas agujereadas? Pues ahora ese atributo posibilitaría algo impensable. A la larga, a través de las generaciones, fueron transformando sus patas y su cuerpo, saltaban cada día más lejos, planeaban mejor, hasta que un día volaron. Desde entonces se apoderaron del aire. El águila, el búho, el halcón, el gallo, la paloma, son todos súper choznos de dinosaurios. Usted come dinosaurios asados, caldo de dinosaurio, huevos rancheros de dinosaurio, dinosaurio à l’orange y el típico dinosaurio de Navidad.
Nunca se extinguieron, se transformaron. No han sido los únicos en alterar su estructura; el cambio natural es más una costumbre que una excepción.
3 La era Mesozoica se divide en tres periodos: el Triásico, el Jurásico y el Cretácico.
VIEJO AMIGO
Lejos de la manada, perdido, un cachorro deambula sobre una esponjosa alfombra blanca. Lleva varios días sin comer. Poco a poco las fuerzas han ido abandonándolo. Es raro que las familias de lobos pierdan un crío. Varios acontecimientos tuvieron que alinearse para que eso sucediera. Todo empezó con el grupo de megaterios (perezosos gigantes prehistóricos) cruzando cerca de donde los lobos pernoctaban. El encuentro dejó a todos sobresaltados. Después de unos minutos de gruñidos por ambos lados, los megaterios continuaron su camino y los lobos el suyo. Sin embargo, en la confusión un pequeño resbala por una ladera y va a parar muy abajo en el valle. Queda aturdido. Pasan minutos mientras recupera la orientación. Pierde el rastro de su familia. El oráculo maldito, ése que se encarga de decidir el destino de todos nosotros, opta por crear una tormenta de nieve, cuya fuerza obliga al pequeño a buscar refugio. Al aclarar, el lobezno vuelve a buscar la senda lupina borrada.
Son tiempos difíciles, más para unos que para otros. Ak ha despertado y decide dar una vuelta de reconocimiento mientras su familia se despereza. Él se reponen del cansancio de la cacería del día anterior. Se siente fuerte, anoche llenó el estómago con carne de mamut hasta hartarse. La sustancia energética del paquidermo lo impulsa con vigor. Gracias a la agudeza visual de la juventud, percibe un bultito moviéndose entre la nieve. Se acerca para cruzarse con una mirada lánguida proveniente de dos ojitos marrones. Decide tomar al cachorro y llevárselo.
Años después, Ak y Graj disfrutan de los beneficios que les da algo que en biología se denomina fríamente mutualismo, pero cuando se conoce su esencia en el lenguaje humano se llama amistad. Lobo y hombre cazarán y dormirán cabeza con cabeza. Y un día, a ese mismo oráculo caprichoso, se le antojará que Graj quede preñada de un lobo salvaje y sus cachorros sean criados por la familia humana de Ak, para dar origen al linaje del mejor y más viejo amigo del hombre: el perro.
Éste es un escenario posible sobre cómo empezó la relación entre hombres y lobos. No se conocen con certeza las razones de su inicio, pero bien podría haber sido como la historia de Ak y Graj. Varias cosas hacen a las dos especies coincidir en tiempos y espacios. El hombre es un ser social y hace aproximadamente 12 000 años era un cazador, carroñero y recolector. El lobo también es sociable, cazador y carroñero oportunista. Ambas especies viven en sociedades jerárquicas muy similares. Mientras migraban se traslaparon sus áreas de distribución, por lo que los contactos entre ambas fueron frecuentes. Gracias a las coincidencias, es sencillo entender la facilidad con que esos animales quedaron unidos en la naturaleza.
El perro es el primer organismo en ser domesticado por el hombre, incluso antes que cualquier vegetal. Existe el debate sobre si este proceso se llevó a cabo conscientemente o no. La primera postura arguye que fue intencional. El hombre reconoció la utilidad de ciertas características lobunas y fue seleccionándolas poco a poco. Las tendencias generales que vemos durante la evolución del lobo al perro son principalmente dos: la disminución de tamaño y el adelanto de la época de reproducción. El contacto entre las dos especies no se restringió a un área geográfica estrecha, más bien se gestó en una extensión gigantesca. La relación se forjó en Norteamérica, Europa y Asia, como mínimo. Hablando en lenguaje del político actual, fue una relación global. Es difícil pensar que en todos estos ámbitos los humanos seleccionaran exactamente los mismos caracteres. Incluso hoy en día, la propuesta suena rara. Es cierto que los perros pequeños —los llamados “no perros” en tono de broma por algunas personas— tienen muchos fanáticos y se prestan muy bien a vivir en departamentos y casas de tamaño reducido; sin embargo, existen muchas razas de tamaños medianos y grandes, inclusive hasta mayores que sus antecesores los lobos. No hay una preferencia actual indicadora de que el tamaño reducido del perro sea siempre un rasgo deseado por todas las culturas.
Entonces la segunda postura queda como una explicación mejor. La domesticación intencional en realidad es producto de un proceso evolutivo en el cual no existe el deseo consciente del hombre de transformar al lobo. Al incorporarse al ambiente humano, el cánido debió ajustar varios elementos de su cotidianidad. Al amoldarse para vivir con los humanos, el lobo tuvo que realizar pocos cambios. La jerarquía indiscutible del hombre como amo fue aceptada por la mayoría de ellos, y si algún lobo resultaba demasiado dominante, no podría haber morado en la tribu humana y hubiera escogido retornar al ambiente salvaje. Claro que eso puede ser cuestionable al observar el programa de César Millán, el encantador de perros, donde vemos que los amos son los cuadrúpedos y los bípedos quedan supeditados a cumplir sus caprichos. Además el lenguaje no verbal lo entienden muy bien ambas especies, por lo que facilitó la integración. El detalle estuvo relacionado con la comida. Al principio, ambos eran claramente nómadas y carnívoros, comían frutos cuando la ocasión lo permitía. Poco tiempo después, dio comienzo otra relación que cambiaría la historia del planeta. Hace 10 000 años, súbitamente el número de humanos aumentó. Emergía la primera revolución humana: la revolución neolítica.
El hombre había descubierto la agricultura. En varias regiones del mundo empezaron a cultivarse diversos vegetales. Ya era posible establecerse en un sitio y no depender de la veleidosa naturaleza para comer. Se asentó. Cultivó plantas y domesticó otros animales. Varias fueron las consecuencias del hecho; la más evidente fue que al haber más disponibilidad de comida la población se agigantó. Como el alimento era de menor calidad, varios investigadores señalan que debido a esto el hombre sufrió una baja de salud y de tamaño. Por otro lado, surgió la propiedad privada y el acopio de materia, situación que puede representar la génesis del capitalismo y de la desigualdad social. Antropólogos, como Santiago Genovés, han afirmado que el origen de la violencia puede rastrearse en este cambio. Otro elemento negativo resultante fue el sedentarismo. Actualmente algunos humanos nos congregamos en un gimnasio para hacer lo que haríamos en la selva: correr, nadar, trepar, con la diferencia de que en el ambiente natural la membresía es gratis y de por vida.
Pero regresemos a nuestro amigo canino. A él, como buen carnívoro, le afectó de la misma forma el cambio de régimen alimenticio. Es muy probable que entre mayor cantidad de vegetales consumiera el hombre, su socio tuviera que acostumbrarse a ingerir cierta proporción de ellos en su dieta. Esta situación ecológica lo obligó a reajustar su metabolismo para adaptarse al nicho nuevo. El lobo se empequeñeció, lo cual sabemos que se relaciona con una presión natural para que la especie se reproduzca antes. Así, gracias a su nueva amistad, el lobo paulatinamente disminuyó de tamaño y comenzó a reproducirse en etapas más tempranas. Este fenómeno se conoce como paidomorfosis, del cual hablaremos en capítulos posteriores. Mientras, diremos que un paidomorfo es un ser que puede ser más chico que sus antecesores y reproducirse antes que ellos. En pocas palabras, tiene la forma de un infante, pero con la capacidad de reproducirse. Si se fija bien, mi querido lector, notará que las facciones de cualquier perro pastor recuerdan aquéllas del cachorro del lobo. Su cráneo es más ancho y su cara es menos larga. Nuestro perro no es más que un lobezno precoz. De allí su comportamiento juguetón permanente. Es un adolescente toda su vida. Si a un lobo adulto se le avienta la pelota y se le pide que la traiga, se le quedará mirando con cara de abulia.
Sea como hubiese sido, hace al menos 12 000 años el hombre reconoció que las especies animales y vegetales podían cambiar.