SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA
LUCES POLÍTICAS Y CULTURA UNIVERSAL
Luces políticas y cultura universal
BIOGRAFÍAS DE ALAMÁN, GUTIÉRREZ DE ESTRADA, COMONFORT, OCAMPO
Primera edición, 2014
Primera edición electrónica, 2015
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
D. R. © 2014, José Diego Valadés
D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-3193-0 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
ALAMÁN, ESTADISTA E HISTORIADOR |
|
Noticias preliminares |
|
I. |
Abriendo los ojos (1792-1810) |
II. |
Penetrando en la vida (1810-1814) |
III. |
Abrazando al mundo (1814-1820) |
IV. |
Sirviendo a la patria (1820-1822) |
V. |
Ascendiendo a la montaña (1822-1825) |
VI. |
Cultivando el jardín (1825-1830) |
VII. |
Mediodía (1830-1832) |
VIII. |
Probando la hiel (1832-1834) |
IX. |
Caminando al progreso (1834-1840) |
X. |
Dirigiendo la industria (1840-1844) |
XI. |
Escribiendo la historia (1844-1849) |
XII. |
Dejando la herencia (1849-1851) |
XIII. |
Cerrando los ojos (1851-1853) |
Fuentes |
|
JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ DE ESTRADA |
|
I. |
El joven diplomático |
II. |
Enfermedad molesta |
III. |
Senador y ministro |
IV. |
Misión en Londres |
V. |
Sombrío paisaje |
VI. |
Carta memorable |
VII. |
En el destierro |
VIII. |
Nuevos desengaños |
IX. |
Maximiliano de Habsburgo |
X. |
El trono para Maximiliano |
XI. |
El ofrecimiento |
XII. |
El elegido |
XIII. |
En Roma |
XIV. |
La muerte |
Fuentes |
|
EL PRESIDENTE IGNACIO COMONFORT |
|
DON MELCHOR OCAMPO, REFORMADOR DE MÉXICO |
|
I. |
Carácter varonil e indeficiente caridad |
II. |
Sobresalió por la sublimidad de su talento |
III. |
Dejé la carrera para ir a cuidar mis bienes |
IV. |
El abismo estaba abierto; yo incapacitado de retroceder |
V. |
Soberanía no es hacer todo lo que se quiere |
VI. |
Que no era tan difícil gobernar |
VII. |
No tuvimos valor salvaje para continuar la guerra |
VIII. |
A Michoacán hago el sacrificio de mi porvenir |
IX. |
Ser liberal en todo es ser hombre en todo |
X. |
Sólo una ambición específica: la de ser útil |
XI. |
Más allá de la prudencia, la temeridad; más acá, la cobardía |
XII. |
Aquí estoy avanzando al cabo de mi carrera |
ALAMÁN, ESTADISTA E HISTORIADOR
A don Ignacio E. Lozano
NOTICIAS PRELIMINARES
1
Si quien se ocupa de la historia y de la vida de un hombre está obligado a señalar las fuentes que le permitieran hacer resurgir —y no en un sentido de gloria, ni siquiera de valor subjetivo, sino de historicidad— la figura del pasado, obligación tiene también de explicar el porqué del propósito, y en qué medio actuó y qué estado de ánimo alimentaba y por fin, qué método empleó en la tarea.
Por más amor que se tenga a la verdad, por más afán que se emplee en la investigación, por más interés que se consagre al trabajo, interés, afán y amor se pierden cuando el escritor no se coloca en un medio, si no de igualdad —¡quién podría hacerlo a un siglo de distancia!—, sí de un conjunto de factores equivalentes a los que se dispone a narrar y a interpretar.
¡Cuánto y cómo influye en el escritor el medio! Si en algún acto de la vida es indispensable desprender la individualización del individuo, ha de ser al trasplantar sentido y realidad, realidad y sentido a los hechos del pasado. Se ha de vivir en un mundo diferente al que se vive. No fueron ni los hombres, ni la sociedad de ayer, la sociedad y los hombres de hoy.
Ha de olvidarse la subjetividad que nos rodea. Hay que vivir, por horas y por días, un mundo que fue y que ya no es. Hay que desligarse de la sociedad, de los amigos, de uno mismo, y gozar y sufrir, y pensar y creer lo que el biografiado gozó, sufrió, pensó y creyó.
Y si a veces hay necesidad de abandonar al biografiado, es para avalorar los instantes de su vida y de su historia, en los cuales el desquiciamiento moral o el desquiciamiento físico le empequeñecen en grandezas o le engrandecen en pequeñeces. Y no es esta avaloración un juicio final; no es la sentencia histórica, que no existe en el método objetivo; no es la elección entre lo apolíneo y lo satánico: es la guía arquitectónica para una figura que se reconstruye.
2
Fue don José Vasconcelos —guía espiritual de un pueblo que no lo comprende— quien me llevó a don Lucas Alamán.
Vasconcelos trazó, intuitivamente, al hombre, al creador, al imaginativo que fue Alamán. Pero ¿fue Alamán el Alamán vasconceliano?
El Alamán vasconceliano es el Alamán de la ráfaga cintilante que fulgió sobre el cielo mexicano a mediados del siglo pasado. Vasconcelos inspirose en el alamanismo que fue, principio de raza, principio de ideas, principio de moral, principio de instituciones. Nada parte y todo parte, de y para una nacionalidad, de esa idea sobre la cual Vasconcelos forjó su Alamán.
Pero, históricamente, ¿era el pensamiento vasconceliano la interpretación justa del alamanismo? ¿Vasconcelos con su maravillosa pasión había superado al investigador?
Cualquiera que la respuesta fuese, ella invitaba a la investigación, al estudio, al método: tal fue el origen de este trabajo.
3
Ardua era la tarea por emprender; superior a mis posibilidades económicas, cuando el mercantilismo lo abarca todo. Mas grande fue mi fortuna cuando, ya en el camino de la investigación, me hallé con la generosidad de un amigo: de don Salvador Noriega, que puso en mis manos, con caballerosidad y desprendimiento sin iguales, los papeles de don Lucas Alamán —que tanto él como su señor padre don Juan Manuel Noriega han conservado cariñosamente— y que constituyen la parte documental más importante de esta biografía, sin cuyo valioso auxilio no habría yo dado cima a mi modesto trabajo.
Tuve además la buena suerte de contar con el estímulo de don Genaro Estrada, amigo inolvidable con quien leía yo las páginas de este trabajo cuando lo sorprendió la muerte. Era don Genaro animador desinteresado de todos los que se ocupan de la historia mexicana. Con este recuerdo a su memoria vaya mi gratitud.
He de expresar también públicamente mi agradecimiento al profesor don Aurelio Manrique júnior, director de la Biblioteca Nacional, quien con verdadero cariño, se interesó en mis investigaciones, dándome todo género de facilidades para realizarlas dentro de la Institución que dirige; a don Ricardo Obregón, que puso a mi disposición en la ciudad de Celaya los archivos de la hacienda de Trojes; a don Alfonso Alamán, que de París me remitió valiosos documentos; a don Rafael Alamán, quien hizo llegar a mi mano importantes papeles de familia; a don Luis González Obregón; a don Salvador Azuela; a don Benjamín Tamayo; a don Fernando Torres Vivanco; a don Joaquín Meade; a don Eduardo Enrique Ríos; a don Jorge Flores D.; a don José de J. Núñez y Domínguez; a don Guillermo M. Echániz, y a cuantos amigos me hicieron inestimables indicaciones.
J. C. V.