Michèle Petit es antropóloga y ha realizado estudios en sociología, lenguas orientales y psicoanálisis. Es investigadora honoraria del Centro Nacional para la Investigación Científica (París, Francia), donde ha trabajado de 1972 a 2010. Luego de haber llevado a cabo investigaciones acerca de las diásporas china y griega, desde 1992 trabaja sobre la lectura y la relación de niños y jóvenes con los libros. Su enfoque cualitativo otorga gran importancia al análisis de la experiencia de los lectores. Debido a ello, ha dirigido investigaciones sobre la lectura en el medio rural y sobre el papel de las bibliotecas públicas en la lucha contra los procesos de exclusión. Desde 2005, ha profundizado el análisis de la contribución de la lectura en espacios que son objeto de conflictos armados, de crisis económicas intensas, de movimientos forzados de poblaciones o de gran pobreza.
Es autora de numerosos ensayos y libros. Entre los traducidos al español se cuentan: Una infancia en el país de los libros (2008) y El arte de la lectura en tiempos de crisis (2009).
El Fondo de Cultura Económica ha publicado Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura (1999) y Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (2001).
Leer el mundo
Experiencias actuales de transmisión cultural
ESPACIOS PARA LA LECTURA
Leer el mundo
Experiencias actuales de transmisión cultural
Michèle Petit
Traducción de
Vera Waksman
Primera edición, 2014
Primera edición en español, 2015
Primera edición electrónica, 2015
Colección dirigida por Socorro Venegas
Traducción: Vera Waksman
Edición: Ezequiel Acuña y Mariana Rey
Formación: Hernán Morfese
Viñeta de portada: Hernán Morfese
Título original:
Lire le monde. Expériences de transmission culturelle aujourd’hui
ISBN de la edición original: 978-2-7011-9027-3
© Michèle Petit, 2013
© Belin, París, 2014 para todas las lenguas, salvo el castellano
D.R. © 2015, Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A.
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ISBN 978-607-16-3340-8 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Como fuente primaria de información, instrumento básico de comunicación y herramienta indispensable para participar socialmente o construir subjetividades, la palabra escrita ocupa un papel central en el mundo contemporáneo. Sin embargo, la reflexión sobre la lectura y escritura generalmente está reservada al ámbito de la didáctica o de la investigación universitaria.
La colección Espacios para la Lectura quiere tender un puente entre el campo pedagógico y la investigación multidisciplinaria actual en materia de cultura escrita, para que maestros y otros profesionales dedicados a la formación de lectores perciban las imbricaciones de su tarea en el tejido social y, simultáneamente, para que los investigadores se acerquen a campos relacionados con el suyo desde otra perspectiva.
Pero —en congruencia con el planteamiento de la centralidad que ocupa la palabra escrita en nuestra cultura— también pretende abrir un espacio en donde el público en general pueda acercarse a las cuestiones relacionadas con la lectura, la escritura y la formación de usuarios activos de la lengua escrita.
Espacios para la Lectura es pues un lugar de confluencia —de distintos intereses y perspectivas— y un espacio para hacer públicas realidades que no deben permanecer solo en el interés de unos cuantos. Es, también, una apuesta abierta en favor de la palabra.
ÍNDICE GENERAL
LIMINAR
PRÓLOGO
Te presento el mundo
Lanzar sobre el cielo, el mar, la ciudad, una red de palabras y de historias
Inscribir en la serie de las generaciones
El asunto de la familia y de los allegados…
… pero también de los promotores culturales
¿Para qué sirve leer?
¿Utilidad social o exigencia vital?
Los libros, cercanos a las cabañas
El extraño lugar de los recuerdos de lectura
Encontrar palabras a la altura de la propia experiencia
Conocer al Otro desde el interior
“Los libros me enseñan a escuchar”
Poner en movimiento el pensamiento, relanzar la narración
Levantar la vista del libro
Variaciones sobre tres vocablos:
palabras, comunicar, narración
El niño en una flor de papeles cubiertos de palabras
El lugar donde nos encontramos es el lugar donde jugamos
Tejer relatos, volver a pegar el mundo
Relato y crisis
Los libros, el arte y la vida de todos los días
Cuando las expresiones artísticas se apoderan de lo cotidiano
Un espacio diferente, tan esencial como inútil…
… donde se opera el verdadero trabajo
Dar profundidad a los lugares familiares
Celebración de lo imaginario
Un rechazo creador
Lo que habría podido ser: una parte invisible y vital.
Lo imaginario en el corazón del amor, del viaje, del hábitat
Un rol fundamental en el proceso de conocimiento
El arte de la transmisión
El peso del clima familiar
La búsqueda de un secreto, en el corazón del deseo de leer
La voz antes que las letras
Recomponer un clima propicio para la apropiación de lo escrito
Escribir o leer comienza en el cuerpo
La educación artística y cultural
¿Qué puede la escuela?
“No es diversión, es mayéutica”
Múltiples resistencias
Las bibliotecas, mañana
EPÍLOGO
ÍNDICE DE NOMBRES
Me gusta el juego, el amor, los libros, la música,
la ciudad y el campo, todo; no hay nada
que no me sea un bien soberano,
hasta el oscuro placer de un corazón melancólico.
JEAN DE LA FONTAINE
Liminar
Daniel Goldin
HAN PASADO casi veinte años desde que leí por primera vez un texto de Michèle Petit. Aquel primer texto hablaba sobre la lectura y los jóvenes. Recuerdo la sensación refrescante que me proporcionó su abordaje a un tema manido. Sin mencionar la literatura juvenil ni sumarse a los lamentos que acentuaban la supuesta caída en los índices de lectura, Petit había habilitado un espacio en el que la voz y las ideas de chicos marginados brillaban por su inteligencia, vital y sorprendentemente profunda. Al iluminar los encuentros de algunos adolescentes con algunos libros (o más precisamente con algunos pequeños textos), mostraba los imprevisibles caminos por los cuales las palabras e ideas impresas eran resignificadas para conseguir algo que en otros espacios se les negaba: la posibilidad de hacerse un poco más dueños de sus propias vidas. Unos cuantos muchachos, fragmentos de textos, solo un poco. ¡Qué relevancia adquirieron de pronto esas migajas!
Esta mujer no solo mira la realidad desde otro ángulo, tiene un oído muy agudo y borda fino, pensé.
Luego vinieron los cuatro títulos que tuve el gusto de publicar, y decenas o centenas de miles de personas de leer y de apropiarse en Iberoamérica. Cada uno es diferente, pero en todos ellos encuentro esos rasgos distintivos. En las cuidadosas maneras de tejer está el mensaje.
Evoco ese primer encuentro casi dos décadas después en el momento de saludar este nuevo libro.
Lo saludo con la certeza de que, al igual que entonces, sus lectores encontrarán aquí palabras, ideas y aliento. Lo hago con alegría de constatar la reciprocidad del encuentro. Casi dos décadas después, Michèle teje también con voces de este lado del Atlántico.
Nadie se atreverá a decir que veinte años no es nada, y yo no cometeré la insensatez de intentar describir, resumir o calificar los cambios que hemos vivido o estamos viviendo. Esta época llena de posibilidades e incertidumbres es nuestro presente. El momento en el que nos toca vivir y recibir a otros.
Aquí, una vez más, Petit se ocupa de asuntos que inquietan a muchos y se aparta de las perspectivas habituales. Se formula preguntas fundamentales e indaga en territorios que solo algunos, muy pocos, han pensado.
Tal vez en algún momento se la considere una de las primeras obras que anunciaron una nueva rama del saber —teórico y práctico—, alejada de la doxa que escindió el cuerpo y el espíritu, las ciencias y las artes, la imaginación, el ensueño y la conciencia.
Febrero de 2015
Biblioteca Vasconcelos
Prólogo
ESTE LIBRO es un alegato para que la literatura, oral y escrita, y el arte bajo todas sus formas tengan lugar en la vida de todos los días, en particular en la de los niños y adolescentes.
Surgió como un acto de rebeldía contra el hecho de estar cada vez más obligado, si se defienden las artes y las letras (o también, las ciencias), a proveer pruebas de su rentabilidad inmediata, como si esa fuera su única razón de ser. Julien Gracq, hace casi veinte años, se había sublevado contra “la calibración monetaria instantánea de toda actividad humana” y se había puesto a imaginar cómo oponerle un movimiento diferente.1 Hoy en día, la calibración monetaria ha alcanzado proporciones insensatas y no solo se alarman los escritores próximos al surrealismo. Drew Faust, la presidenta de Harvard, también se preocupa por la caída brutal del porcentaje de estudiantes que eligen las “artes liberales” y las ciencias como disciplina principal. Recuerda que la apuesta de la enseñanza va mucho más allá de una utilidad mensurable: “Los seres humanos necesitan sentido, comprensión, perspectiva tanto como trabajo. La cuestión no debería ser si podemos permitirnos creer en esos objetivos en los tiempos que corren, sino si podemos permitirnos no hacerlo”.2 No se le puede objetar que se ubique en posiciones románticas o pasadistas: la institución que preside está a la cabeza del ranking mundial establecido por la Universidad Jiao Tong de Shanghái. Martha Nussbaum, profesora de la Law School de la University of Chicago, se inquieta, por su parte, con el hecho de que
en casi todos los países del mundo, las artes y las humanidades son amputadas a la vez en el ciclo primario, en el secundario y en la universidad. Los responsables políticos ven en ellas florituras inútiles en un momento en que los países deben sacarse de encima todos los elementos inútiles para seguir siendo competitivos en el mercado mundial.3
Sin embargo, de acuerdo con ella, solo una cierta práctica de las artes y las humanidades estaría en condiciones de responder a preguntas muy actuales de las sociedades democráticas, en particular por el desarrollo de las capacidades emocionales, imaginativas y narrativas. Estas, precisa, deben cultivarse también en la familia, desde el comienzo de la vida.
Si bien luchan contra un utilitarismo miope, estas dos mujeres no se plantean como guardianas nostálgicas de un templo perdido, así como tampoco se lamentan de la revolución digital; es por esa razón que las cité. En efecto, el deseo de escribir y de reunir los textos que siguen provino también de un hastío de los discursos de la queja que se han multiplicado en todos los ámbitos y que se oyen bastante a propósito de la lectura, de las bibliotecas o de la transmisión cultural. Como resultaban deprimentes para muchos profesionales y los hacían dudar del sentido de su trabajo, me consultaron con frecuencia a lo largo de estos últimos años: tengo fama (difícil de sostener) de levantarle la moral a las tropas. De modo que, la mayoría de los textos de este libro fueron concebidos, en una primera versión, para coloquios o jornadas que reunían a bibliotecarios, docentes, personas que trabajan en la promoción de la lectura o estudiantes que se preparan para esos oficios, en Francia o en otros países de Europa y de América Latina. Las preguntas que me hacían, de manera reiterada, eran más o menos las siguientes: ¿para qué sirve leer, por qué leer hoy, por qué incitar a los niños a que lo hagan? Y: ¿cuáles son los fundamentos de la importancia de la literatura, pero también, de manera más general, de la transmisión cultural?
Procuré responderlas desde diferentes lados: explicando por qué era vital presentar el mundo a los niños y de qué manera los libros y los otros bienes culturales contribuían a ello; evocando la manera en que leer podía reanimar la interioridad, poner en movimiento el pensamiento, relanzar una actividad de construcción de sentido, suscitar intercambios; recordando que el lenguaje y el relato nos constituían pero, también, mostrando que una dimensión tan esencial como “inútil” debía añadirse a la vida de todos los días, o celebrando lo imaginario. Otra pregunta que me plantearon a menudo: ¿cómo hacer para dar el gusto por la lectura y por las prácticas culturales? Los últimos dos textos hablan, pues, del arte de transmitir y de la educación artística.
Para proveer estas respuestas, evidentemente parciales, me apoyé en lo que aprendí, a lo largo de mis investigaciones, escuchando a hombres y mujeres de diferentes sectores sociales que me comparten sus lecturas, ya sea que lean regularmente o de manera muy ocasional, estudiando recuerdos transcriptos por escritores y conversando con promotores de libros y con “educadores por el arte” que saben cómo hacer deseable la apropiación de la cultura escrita, de la literatura y del arte a aquellos que están más lejos.
Esta obra retoma en ocasiones temas o ejemplos evocados en libros que publiqué con anterioridad,4 pero desde una perspectiva algo diferente. Un hilo conductor recorre los textos que la componen: desde la más tierna edad y a lo largo de toda la vida, la literatura, oral y escrita, y las prácticas artísticas están en estrecha relación con la posibilidad de encontrar un lugar. Lo veremos en numerosos ejemplos; son incluso un componente esencial del arte de habitar, de esas actividades que consisten, según el arquitecto Henri Gaudin, en
tejer todo tipo de cosas alrededor de nosotros para amigarnos con ellas, para volvérnoslas menos indiferentes. Habitar es eso, disponer cosas en nuestro entorno. Reabsorber la distancia con la extrañeza de lo que es externo a nosotros. Intentar salir del desconcierto mental que provoca la incomprensibilidad inherente a lo que está ahí afuera”.5
Más allá de la integración social, lo que está en cuestión es la posibilidad de acordar, en el sentido musical del término, o de volver a ponerse de acuerdo con aquello que (y con quienes) nos rodea.
Quizá el hecho de haber trabajado durante mucho tiempo cerca de geógrafos me volvió sensible a esta dimensión. También que ese hilo conductor se encontraba en varios de los dichos que sostenían mis interlocutores. A lo largo de los años, me hicieron comprender que compartir con niños o jóvenes experiencias culturales, darles una educación literaria y artística, no tiene como principal objetivo “formar lectores”, en un momento en que su proporción estaría en disminución en muchos lugares, o futuros amantes de museos o de salas de espectáculo en vivo. Es curioso que, en ese caso, también se les suele pedir a la literatura y al arte que rindan cuentas. No se juzga acerca de las buenas razones de la gimnasia en la infancia por el hecho de que, cuando grande, se practique regularmente vóleibol o atletismo, o del interés de despertar a las matemáticas por la frecuencia de una curiosidad posterior por esa disciplina.
La apuesta es, antes bien, que esas experiencias, esa educación, animen a aquellas y a aquellos que las han tenido a lo largo de toda su vida, aun cuando hayan olvidado la mayor parte de lo que vivieron o descubrieron. Es forjar un arte de vivir cotidiano que escape a la obsesión de la evaluación cuantitativa, es forjar una atención. Es llegar a componer y preservar un espacio muy diferente que privilegie el juego, los intercambios poéticos, la curiosidad, el pensamiento, la exploración de sí y de lo que nos rodea. Es mantener viva una parte de libertad, de sueño, de algo inesperado.