Kajii Motojirō
El limón
Traducción de
Héctor Tortajada Bernal y Lisa Kobayashi
Introducción de
Lisa Kobayashi
COLECCIÓN GRANDES CLÁSICOS - 3
Títulos originales (en orden de aparición de los relatos): 檸檬, 城のある町にて, 泥濘, 路上, 橡の花---或る私信, 過去, 雪後, ある心の風景, 冬の日, 冬の蠅, 桜の樹の下には, 闇の絵巻.
Copyright de la traducción © Héctor Tortajada Bernal y Lisa Kobayashi, 2014
Copyright de la introducción © Lisa Kobayashi, 2014
Copyright de la ilustración de cubierta © David González García, 2014
Copyright de la presente edición © Chidori Books S.L., 2014
Archiduque Carlos, 64-1º-4ª, 46014 Valencia
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Realización técnica: digitalebooks.es
ISBN: 978-84-942880-4-3
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Tabla de contenido
Portada
Portadilla
Créditos
Nota al texto
Introducción
Breve biografía del autor
Presentación de los relatos
Dedicatoria
Bibliografía consultada
EL LIMÓN
EN UN PUEBLO CON CASTILLO
Enfermedad
Katsuko
El día y la noche
Lluvia
CIÉNAGA
I
II
III
EN EL CAMINO
FLORES DE AESCULUS: UNA CARTA PERSONAL
I
II
III
IV
V
PASADO
TRAS LA NEVADA
I
II
III
IV
PAISAJE INTERIOR
I
II
III
IV
V
VI
DÍAS DE INVIERNO
I
II
III
IV
V
VI
MOSCAS DE INVIERNO
I
II
III
BAJO LOS CEREZOS
EL PERGAMINO ILUSTRADO DE LA OSCURIDAD
Notas
Enlaces
Nota al texto
Para la transcripción de las voces japonesas se ha empleado, por ser el método más extendido internacionalmente, el sistema Hepburn, según el cual la pronunciación de las consonantes se basa en la fonética inglesa, mientras que las vocales son prácticamente iguales a las españolas, con la salvedad de que algunas de ellas admiten una pronunciación larga, marcada gráficamente con un signo diacrítico sobre ellas.
En la presente edición se ha respetado la tradicional onomástica japonesa, en la que el apellido precede al nombre propio.
Las notas de la introducción corresponden a la prologuista, mientras que todas las demás notas a pie de página del texto, salvo que se indique lo contrario, son de los traductores.
Dadas las características de la obra, las notas a pie de página son abundantes y algunas de ellas, por tratarse de referencias bibliográficas consultadas para la redacción de la introducción, están en japonés.
Introducción
Kajii Motojirō hoy en día ocupa un puesto de honor entre los clásicos de la literatura japonesa moderna. Falleció prematuramente en 1932 a la edad de treinta y un años, por lo que el tiempo que estuvo activo como escritor fue breve, pues no solo murió muy joven, sino que además la mayoría de sus relatos fueron escritos a lo largo de siete escasos años, entre 1923 y 1930, dejando como único legado apenas veinte obras publicadas y doce escritos póstumos. Salvo una de ellas, todas las demás fueron publicadas en la revista del círculo literario Aozora, publicación bastante distanciada del mundo literario en el que se desplegaba una más intensa actividad. A pesar de que el reconocimiento de la labor de Kajii llegó justo dos meses antes de su muerte, con el tiempo sus obras se han ido valorando cada vez más, pues ha llegado a ser elogiado y respetado por reconocidos escritores de distintas generaciones y diversos géneros literarios, como Mishima Yukio, Ibuse Masuji o Yoshiyuki Junnosuke.
El trasfondo histórico de la época de Kajii Motojirō
Aunque en Japón también se cuentan los años según el sistema gregoriano, es normal datar los acontecimientos según las tradicionales eras japonesas, por las que cada una de ellas se asocia al mandato de un emperador. Así, Kajii vivió en tres periodos: Meiji (1868-1912), Taishō (1912-1926) y Shōwa (1926-1989).
Kajii nació a finales del primero de dichos periodos, en el año 34 de la era Meiji (17 de febrero de 1901). Con el advenimiento de la Restauración Meiji (Meiji Ishin), se produjeron cambios radicales al abandonar Japón la política de aislamiento nacional que había durado casi doscientos años y comenzar a importar la cultura occidental. Este hecho afectó a toda la estructura del país, desde el sistema político, hasta la vida diaria del pueblo llano: los hombres se cortaron la característica coleta que tradicionalmente habían llevado atada sobre la parte superior de la cabeza; las mujeres también comenzaron a peinarse al estilo occidental; la gente empezó a cambiar el kimono por la ropa occidental y las geta, chancletas tradicionales, por los zapatos de piel; se dejó de usar el paraguas de papel de multitud de varillas y fue sustituido por el paraguas occidental, al que los japoneses de la época llamaban kōmori (murciélago) por su forma y color; las personas occidentalizadas recibieron el nombre de haikara por la camisa con cuello alto (del inglés high collar) que estaba de moda entre los hombres; frente a las casas tradicionales japonesas, construidas en madera, se comenzaron a levantar edificios de ladrillo y farolas según los usos occidentales… Se tendía a creer que todo lo occidental era bueno y, en poco tiempo, la sociedad japonesa cambió de manera drástica.
La era Taishō duró quince años. En ese corto período, Japón se industrializó gracias a los dos conflictos bélicos de la era anterior (la primera guerra Sino-japonesa y la guerra Ruso-japonesa) y a su participación en la Primera Guerra Mundial. Fue una época efervescente. Pese a que las zonas rurales quedaban alejadas de la modernización, la vida en las ciudades se desarrolló merced a las bases asentadas en la era Meiji y a los avances en los transportes, como el establecimiento del ferrocarril, la mejora de las comunicaciones marítimas y la generalización del uso de tranvías y autobuses. En el plano cultural, durante este período, además de presenciar la llegada de la música jazz, el arte de influencia occidental se popularizó, siendo uno de sus máximos exponentes la aparición del séptimo arte, que también dejó sentir su peso en la literatura de Kajii, donde en repetidas ocasiones aparecen escenas muy visuales. No se puede esconder su influjo. Asimismo, abundaron los cambios alimentarios con la difusión de la comida occidental y la inclusión en la dieta japonesa de alimentos como las croquetas, el café, la limonada, el té inglés o la cerveza, lo que condujo al desarrollo de la industria de la restauración en las zonas urbanas.
A nivel social, entre la clase media surgieron movimientos democráticos como la difusión del libre pensamiento y la elevación de la posición de la mujer y, en general, también de las clases sociales más bajas. Las corrientes de pensamiento de ese período estuvieron llenas de esperanza por emanciparse, vinculándose esta nueva época con el Romanticismo, como queda plasmado en la expresión Taishō roman (Romanticismo Taishō) que trasmite el ambiente de esta era. No obstante, a finales del período, y superada ya la Primera Guerra Mundial, el estrés social quedó de manifiesto a raíz del gran terremoto de Kantō de 1923 y del pánico financiero de 1927. La rápida urbanización y la industrialización incrementaron la población de clase obrera, entre la cual, respondiendo a esa nueva realidad social, se afianzó el movimiento socialista hasta convertirse en una amenaza para la clase dirigente. Además, la muerte de célebres personalidades por tuberculosis, enfermedad que la clase privilegiada tampoco superaba, arrojó una sombra de inquietud en la sociedad. Comenzaba así una época oscura y melancólica.
Como colofón, a principios de la era Shōwa estalló la Gran Depresión de 1929. En contraste con la indigencia en el campo, en las grandes ciudades los bares y cafeterías se multiplicaron y se extendió el consumo habitual de pan, leche de vaca y carne. Se divulgó la cultura popular y vulgar, simbolizada por tres calificativos: lo obsceno, lo grotesco y lo absurdo. Las culturas estadounidense y francesa tuvieron buena acogida, mientras que, por otro lado, comenzaba a asimilarse la cultura occidental fusionándose con la japonesa. A principios de la era Shōwa, la mayoría de las mujeres aún se vestían con kimono, pero, poco a poco, frente a ellas, se fueron posicionando las modan gaaru (del inglés modern girl), chicas modernas, que con sus faldas y su pelo corto se contoneaban por Ginza, el barrio más refinado de Tokio. Y, por fin, tras la Primera Guerra Mundial, se hizo habitual frecuentar el cine.
En cuanto a las tendencias literarias, a lo largo de la década que va de 1920 hasta 1930, por influencia de los poetas simbolistas franceses, se introdujeron ideas modernas, como las nociones de «fin de siglo» o el de «decadencia», cuya aceptación por parte de la sociedad fue amplia, pues, debido a los acontecimientos vividos, conceptos como la decrepitud y la ansiedad habían llegado a sentirse como familiares.
A través de las páginas del presente libro podremos observar la atmósfera de la época, sus costumbres, los actores de éxito, los artículos de consumo más populares en su día convertidos hoy en objetos de nostalgia, como la pipa fina y larga llamada kiseru, un tipo de toalla de tejido fino llamado tenugi que los hombres colgaban en su caderas, juguetes para niños como la canica plana (ohajiki), o la canica de bola (biidama)…
Watakushi-shōsetsu o Shi-shōsetsu
El Watakushi-shōsetsu o Shi-shōsetsu es un género literario japonés que hace referencia a las novelas escritas a través de las experiencias vividas por los propios autores, aunque en cuanto a su definición todavía hay muchas discusiones. A principios del siglo XX, esto es, a finales de la era Meiji, desembarcó el Naturalismo en Japón. El Naturalismo europeo consistía en describir la realidad objetivamente, presentando al individuo con una vida condicionada por la herencia genética y el entorno en el que se desarrollaba. Sin embargo, en Japón, en ausencia de una tradición académica sobre esta materia, este estilo era interpretado como un género literario que exponía la realidad por completo, aunque sin profundizar en los elementos anteriormente descritos. Japón, por tanto, importó el Naturalismo a pesar de que el país todavía no estaba preparado para aceptar conceptos como el positivismo, de modo que solo prevalecieron su estilo y su técnica.
El Naturalismo japonés se abre con la obra literaria Hakai (1906), de Shimazaki Tōson, y con Futon (1907), de Tayama Katai, las cuales marcaron el rumbo del género, pues son consideradas como el verdadero origen del Watakushi-shōsetsu o Shi-shōsetsu, género percibido como un arte sobre el autor y su entorno, en el que la historia suele ser narrada por su protagonista, que desvela principalmente su interior más profundo, ahondando, incluso, hasta su lado más oscuro.
Kajii admiraba tanto a Shiga Naoya, otro de los grandes representantes de este movimiento literario, que aprendió su estilo copiando sus obras, incluso con puntos y comas. Así, al tomarse Kajii a sí mismo como modelo para la mayoría de los protagonistas principales de sus obras, suele ser clasificado dentro del Naturalismo nipón, si bien su estilo no se ajusta con exactitud a los cánones establecidos para este género, pues en sus relatos se entremezcla lo prosaico con lo poético, dando como resultado un estilo muy particular, rebosante de fantasía, en el que las vivencias reales del autor quedan por completo transformadas, hasta el punto de hacernos pensar que aquello que describe fue vivido tal cual lo narra. Frente al Watakushi-shōsetsu, fiel reflejo de la existencia real, la literatura de Kajii se basa en el concepto de que la realidad es un noúmeno, como bien reflejan sus propias palabras, recogidas en una carta destinada a su amigo Kondō Naoto y que fue redactada cuando estaba escribiendo Días de invierno, al definir su literatura como «funambulismo sobre un filo cortante del último arte capitalista simbólico-realístico»[1].
Tendencias literarias contemporáneas a Kajii Motojirō
Unas décadas antes de la primera publicación de Aozora en 1925 —revista de la que hablaremos más adelante—, el Naturalismo ya había entrado en declive. Sin embargo, el Watakushi-shōsetsu o Shi-shōsetsu, derivado de aquel, tomó el relevo al convertirse en la corriente principal y formar la base de una nueva literatura japonesa cuya influencia prevalece hasta nuestros días. Al esteticismo decadente que nació como antítesis del Naturalismo y que aspiraba al arte por el arte, se sumaron figuras tan relevantes como Nagai Kafū o Tanizaki Junichirō. Las escuelas más activas eran la Shirakaba-ha, de corte idealista-individualista, a la cual pertenecían escritores como Mushanokōji Saneatsu, Shiga Naoya, Arishima Takeo, Satomi Ton, etc.; la escuela Neorrealista, con Akutagawa Ryūnosuke, Kikuchi Kan, Kume Masao, etc., que debutaron entre el primer y tercer número de la revista Shin Shichō; la escuela Waseda-ha (o el Kiseki-ha), que con Hirotsu Kazuo, Uno Kōji, Kasai Zenzō, etc., produjo novelas con rasgos autobiográficos. Como escritores independientes del Romanticismo estaban activos Satō Haruo, Izumi Kyōka, etc. Y, finalmente, la generación más joven, agrupados en torno al Shinkankaku-ha (la escuela de los Nuevos Sensacionalistas), que nació a través de la revista Bungei Jidai, y cuyos principales representantes son Kawabata Yasunari, Yokomitsu Riichi, Nakagawa Yōichi, entre otros escritores vinculados a revistas del círculo literario Dōjinshi.
En aquel entonces la literatura proletaria también comenzaba a tener presencia. A pesar de que los amigos de Kajii se inclinaban hacia la ideología de izquierdas y de que él mismo también simpatizaba con El capital, de Karl Marx, no sentía especial predilección hacia la literatura proletaria. Debido a su anonimia, alejado de toda intervención de un círculo literario, Kajii dejó como legado un conjunto de obras singulares y libres. Su trayectoria creativa se divide en tres etapas: la primera, la de Tokio; la intermedia, la de Yugashima; y la última, la de Osaka. No obstante, cuando se piensa sobre la historia de la conciencia literaria de Kajii, los contenidos de sus obras no siempre coinciden con esas tres agrupaciones, pese a lo cual, sí que existe la extendida opinión de que Días de invierno supone un viraje en su trayectoria.
Breve biografía del autor
Kajii Motojirō nació en Osaka en 1901. Su padre, Sōtarō, que se dedicaba al transporte de materiales militares en el Consorcio de Comercio Exterior Yasuda Zaibatsu, a pesar de ser muy trabajador, se entregaba a los placeres mundanos y vivía con libertinaje, por lo que tuvo hijos extramatrimoniales. Su madre, Hisa, provenía de una familia de comerciantes arruinada tras la Restauración Meiji de mediados del siglo XIX. Había recibido la tradicional educación femenina que se inculcaba a las mujeres en su época y cuyo objetivo principal era convertirlas en buenas esposas y buenas madres (ryōsai kenbo). Trabajaba como maestra de guardería, pero debido a la sobrecarga de trabajo de su marido al estallar la guerra Ruso-japonesa (8 de febrero de 1904 a 5 de septiembre de 1905), Hisa dejó su empleo y ejerció únicamente como ama de casa. Por aquel entonces Motojirō tenía seis años. Su madre se esmeró en la educación que dio a sus hijos, pues llegó a enseñarles literatura clásica y poesía waka. De este modo, por influencia materna, desde muy joven Kajii leyó los libros de Natsume Sōseki, Shimazaki Tōson, así como otros escritores contemporáneos.
En diciembre de 1909, debido al traslado de su padre, Kajii marchó a Tokio, donde fue a una escuela primaria avanzada para su tiempo, ya que allí se impartían clases de inglés. Fue una dura época, pues los hermanastros fueron a vivir junto a la familia principal, que se vio abocada a pasar estrecheces, como queda plasmado en Pasado, que recoge el momento en que la familia se marchó de la casa de Tokio.
Nuevamente, en mayo de 1911, toda la familia se trasladó a Toba, en la prefectura de Mie, debido al trabajo del padre de Kajii, que fue ascendido, lo que permitió una mejora de la economía familiar. Toba proporcionó a nuestro escritor una infancia sana, nadando en la playa y correteando por las ruinas de un castillo.
En el mismo año de 1913 en que Kajii comenzó la escuela secundaria —donde aprendió a leer partituras con un maestro que sabía música occidental y que constituiría la base que lo convertiría en amante de la música— acaeció la muerte de su abuela y de su hermano menor debido a la tuberculosis pulmonar, enfermedad que unos años más tarde también obligó a Kajii a guardar cama. Fue entonces cuando su hermano mayor le dio un libro de Mori Ōgai, que le llevó a abandonar sus gustos lectores infantiles por la literatura.
En julio de 1919, Kajii ingresó en el Instituto Dai-san (el equivalente, a día de hoy, a la Universidad de Kioto) para comenzar sus estudios de Ingeniería. Fue, precisamente, en el colegio mayor donde residió el lugar en el que conoció a Nakatani Takao, con quien más tarde fundó la revista literaria Aozora. A medida que crecía su entusiasmo por la literatura y la música, Kajii perdía su interés por el estudio y faltaba a las clases. Tal era su apasionamiento literario que por aquel entonces, en las cartas destinadas a sus amigos, ocasionalmente firmaba como Kajii Sōseki, por Natsume Sōseki, o Kajii Junjirō, por Tanizaki Junichirō.
Finalmente, en 1920, abandonó el colegio mayor y se puso a vivir en una pensión. En esa época comenzó a fumar y a beber, pero pronto enfermó de pleuritis, razón por la que interrumpió temporalmente sus estudios y se mudó en agosto a casa de su hermana mayor, en la prefectura de Mie, donde estuvo convaleciente. Allí le fue diagnosticada tuberculosis pulmonar, tras lo cual regresó a casa de sus padres en Osaka. A pesar de la insistencia materna para que abandonase los estudios y se estabilizara, se negó a seguir su consejo, de manera que en noviembre Kajii volvió al instituto.
Durante las vacaciones de primavera de 1921 fue a las termas de Shirahama, donde conoció a Kondō Naoto que también se encontraba allí convaleciente por una tuberculosis pulmonar. Kondō se convirtió en su íntimo amigo. Las cartas que Kajii le mandaba se consideran tan importantes a la hora de conocer mejor su obra como las que dirigió a Nakatani Takao. Según los recuerdos de Nakatani, la decadencia de Kajii comenzó en este período. A mediados de octubre del mismo año, en una noche de luna llena fueron a un canal y pusieron un bote a flote. Se arrojaron al agua para coger el bote, que no estaba atado y estaba siendo arrastrado por la corriente. Una vez recuperado, bajaron a tierra temblando de frío y comenzaron a beber alcohol. Aquella fue la primera vez que Kajii pasó una noche en un lupanar. Desde entonces, comenzó a hacer referencia a la decadencia y la pérdida de la inocencia[2]. Y continuó entregándose a los placeres. Su amigo Sadano Kōzō contaba que «a medida que Kajii padecía neurastenia, se volvía más decadente. Se dejaba encandilar por las mujeres; estando muy borracho tiró un trozo de ternera en la olla de la tienda de castañas, volcó el puesto de fideos; escapó de su pensión, con la cual mantenía deudas; intentó suicidarse, etc. Hizo todas las barbaridades que se le ocurrieron. Paradójicamente, quizá era una manera de expresar la búsqueda de la verdad de un joven dotado de sensibilidad. Vivía una adolescencia absurda, entregándose a ella por completo»[3]. Sin embargo, la decadencia de Kajii, que no era otra cosa que la manifestación de su soledad, no lo arruinaba, sino que elevaba su espíritu a una dimensión superior.
En mayo de 1922 se hizo miembro de la compañía de teatro de su instituto y comenzó a crear poemas y dramas. En aquel tiempo escribió Hisoyakana tanoshimi (Un placer íntimo) y Seyama no hanashi (El cuento de Seyama), que más tarde se convertirían en El limón.
Cuando se embriagaba, empleaba la violencia y cometía excesos. No obstante, tras confesar su vida decadente, regresó a la casa paterna de Osaka y llevó una vida prudente. Mientras se recluía en su domicilio, leía a Tolstoi, Strindberg, Nietzsche y Satō Haruo. Y comenzó a dedicarse a escribir seriamente. Iba a la escuela desde su casa y preparaba los exámenes para la graduación; sin embargo, no logró hacerlo y suspendió. Y de nuevo abandonó su casa de Osaka para vivir en una pensión. Escribía relatos cortos bajo el paródico pseudónimo de Paul Cézanne —prueba de su interés por el arte occidental— en la revista que circulaba entre los miembros de la compañía de teatro de su instituto.
Después del examen de graduación, en febrero de 1924, recorrió las casas de los profesores en un rickshaw fingiéndose enfermo grave y les rogó que lo aprobasen. Finalmente terminó el instituto en cinco años.
Por aquel entonces ya esputaba sangre. Paulatinamente, fue tomando consciencia de observar las sensaciones y disfrutar con ellas, liberándose de las frustraciones cotidianas y de la excesiva consciencia de sí mismo, viviendo en constante emoción, inestable y variable. En abril ingresó en la Facultad de Literatura Inglesa de la Universidad de Tokio. En julio del mismo año su hermanastra, de tres años, falleció por tuberculosis. Poco después, en agosto, se refugió en casa de la familia de su hermana mayor, en Matsuzaka, en la prefectura de Mie, para recuperarse de aquel suceso. Durante el mes que duró su estancia tomó notas, en las que se inspiraría más tarde para escribir En un pueblo con castillo.
Llegado 1925 fundó, junto con sus amigos, una revista literaria. La creación de una revista vinculada a un círculo literario era una asignatura pendiente para Kajii y sus cinco amigos de la compañía de teatro del instituto en Kioto desde aquella misma época en que compartieron estudios. La revista recibió el nombre de Aozora (Cielo Azul) y decidieron como fecha de publicación de su primer número el mes de enero de 1925. No obstante, el pánico financiero de 1927 causó grandes perjuicios a las familias comerciantes acomodadas de los socios que financiaban la revista, por lo que, al no poder depender de sus aportaciones económicas, dejaron de publicarla en junio de ese año, pero durante los dos años y medio de actividad, llegaron a publicar veintiocho números en los que participaron aproximadamente veinte escritores.
Clarificadora resulta la definición de la revista que dio el propio Kajii en marzo de 1928: «Aozora es una reunión de gente seria y formal hasta un nivel inflexible. A medida que ampliamos nuestra visión del mundo, no nos quedamos tranquilos si no volvemos al entusiasmo sencillo que teníamos y lo apreciamos. Ante todo, Aozora creó nuestro hara[4]»[5].
Fue, precisamente, en esta revista donde se publicó por primera vez, en enero de 1925, El limón, la obra más representativa de la primera etapa de Kajii. El limón fue presentado en el primer número de la revista Aozora, aunque no fue tomado en alta estima por el mundo literario, tan satisfecho con el statu quo, y tan cerrado y autocomplaciente con sus escritores de talento y variedad de géneros que no prestó mucha atención a una revista de poco grosor y que había sido impresa en una cárcel. De este modo, no aceptaron El limón hasta que, siete años después de su publicación, el célebre crítico literario Kobayashi Hideo, que estableció el criticismo como un arte independiente, escribió una evaluación favorable de este célebre relato, acertando a la perfección con la descripción de la esencia de Kajii: «una decadencia en el modo limpio, una extenuación en el modo sano, una ansiedad en el modo sereno, y su estilo era libre y al mismo tiempo digno»[6]. En este sentido, desde el principio, los socios de Aozora no mandaron su revista gratuitamente a los círculos literarios, puesto que Kajii insistió en la necesidad de que fuera comprada y leída por un verdadero interés personal en su contenido.
Tras la publicación de El limón, a lo largo de ese año de 1925, vieron también la luz otros cuatro relatos más de Kajii: En un pueblo con castillo, en febrero; Ciénaga, en julio; En el camino, en octubre; y Flores de Aesculus, en noviembre. En enero del año siguiente (1926) publicó Pasado; en junio, Tras la nevada; y en agosto, Paisaje interior. Shinchōsha, una potente editorial, se fijó en Kajii y le encargó un relato para un número especializado en nuevos escritores, sin embargo, no terminó de escribirlo y tuvo que ir a la editorial para disculparse. A finales de ese mismo año se vio obligado a dejar la universidad por el agravamiento de su enfermedad y fue a convalecer a las termas de Izu Yugawara, emplazamiento conocido por ser el escenario y lugar de redacción de la novela La bailarina de Izu (1927), de Kawabata Yasunari, premio nobel de literatura, que frecuentó el lugar durante una década, hasta 1927. Kawabata le mostró a Kajii el ryokan[7] Yugawaya, lugar donde Kajii se hospedaría desde el 1 de enero de 1927, prolongando su estancia a lo largo de un año y cinco meses. Durante ese tiempo entabló amistad con Kawabata, gracias al cual conoció a otros escritores y se entretuvo jugando a go[8]. También prestaría su ayuda a Kawabata colaborando en la corrección de La bailarina de Izu, pese a lo cual, el nobel se mostró indiferente respecto a la literatura de Kajii. De estas fechas data también Días de invierno, que Kajii publicó separado en dos partes: la primera, en febrero, y la segunda, en abril.
Al año siguiente, 1928, Kajii regresó a la capital y realizó los trámites para dejar la Universidad de Tokio. En marzo del mismo año publicó Moscas de invierno en la revista Sōsaku Gekkan (literalmente, Creación Mensual). Tomó la decisión de convertirse en escritor profesional y nuevamente abandonó Yugashima para vivir en Tokio. Sin embargo, se encontraba en aprietos económicos y recurrió a su amigo Nakatani Takao. Por aquel entonces, esputaba ya tanta sangre que en ocasiones se le hacía difícil hasta respirar, por lo que, debido al empeoramiento de su salud, en septiembre regresó a casa de sus padres en Osaka. En diciembre publicó Bajo los cerezos en la revista Shi to Shiron (La poesía y su crítica). Cuando en enero de 1929 falleció repentinamente su padre, Kajii reflexionó, hizo balance de su vida y llegó a la conclusión de que había sido una carga para sus padres debido a su vida disoluta y a sus gustos sibaritas.
Al hilo de la tendencia izquierdista que estaba en boga entre los intelectuales de la época, y cuyo más destacado sector era conocido como intelligentsiya, se despertó en Kajii en este período cierta inquietud por los problemas sociales, lo que se puso de manifiesto en los libros de economía que solía leer. Publicó una crítica sobre una poesía en la revista de Kawabata y Yokomitsu Riichi titulada Bungaku (La Literatura), deseando escribir una novela social y objetiva, pero no al estilo de la literatura proletaria que estaba de moda, sino como un reflejo de la vida humana real. Sin embargo, debido a su estado físico no empuñó mucho la pluma, aunque leía numerosos libros de izquierdas o economía —como El capital, de Marx—, y una colección completa de literatura universal, entre cuyos títulos figuró el Quijote, de Miguel de Cervantes, que leyó en repetidas ocasiones.
En enero de 1930 de nuevo hubo de guardar reposo a causa de una pulmonía, pero leía con entusiasmo a Gorki y a Remarque, y comenzó a leer a Ihara Saikaku, conocido como escritor del ukiyo-zōshi (libros del mundo flotante). Ese mismo año su madre ingresó en el hospital por nefritis y, al ser dada de alta, Kajii se fue con ella a vivir junto a la familia de su hermano mayor. En junio, publicó El pergamino ilustrado de la oscuridad en la revista del círculo literario Shi Genjitsu (La poesía y la Realidad).
Nuevamente, debido a una gripe, en 1931 Kajii permaneció en cama hasta la primavera. Miyoshi Tatsuji y otros amigos, antiguos socios de Aozora, se esforzaron para ayudarle a publicar su obra y en mayo vio la luz el libro de relatos El limón. En agosto recibió sus primeras regalías tras la venta de ejemplares. En octubre, sufrió un acceso de fiebre: su enfermedad era ya muy grave. Regresó a la casa de Osaka, pero allí encontró difícil convivir con su familia, por lo que terminó alquilando una casa cercana, a la cual su madre iba a cuidarle.
El año de 1932 fue el último de su vida. En enero publicó su postrera obra (Nonkina kanjya, Un paciente optimista) en Chuuō Kōron (El Centro de la Polémica), recibiendo en pago a la entrega de la misma su primera remuneración en efectivo como autor. Gracias a las buenas críticas que fueron publicadas en los periódicos el mundo acabó reconociendo el talento de Kajii Motojirō. Además, Kobayashi Hideo, el crítico literario más importante de su época, escribió un artículo favorable, aumentando con ello su popularidad. Kajii pensaba en su siguiente relato aun cuando estaba guardando reposo absoluto, pero en marzo su enfermedad se agravó aceleradamente. Sus amigos vinieron a despedirle. Percibiendo entonces la llegada del final de su vida, rezó manteniéndose boca arriba, con las manos juntas, afirmando: «Yo soy un hombre. Cuando muera, moriré dignamente»[9]. Y pidió disculpas a su hermano por haberle pedido que trajera corriendo a un médico a toda prisa por el barrio. El 24 de ese mismo mes de marzo durmió el sueño eterno. Su hermanastro, monje budista, recitó unos sutras por su alma. El 25 se celebró su funeral. De acuerdo con su última voluntad, el interior de su ataúd se rellenó de hojas de té, y la parte superior fue decorada con flores y plantas silvestres.