CLIENTELISMO POLÍTICO,
¿DESVIACIÓN DE LA POLÍTICA
O FORMA DE REPRESENTACIÓN?
LAURA DANIELA GUERRERO GARCÍA
CLIENTELISMO POLÍTICO, ¿DESVIACIÓN DE LA POLÍTICA O FORMA DE REPRESENTACIÓN?
Estado del arte sobre las aproximaciones al clientelismo
en Colombia 1973-2011
LAURA DANIELA GUERRERO GARCÍA
Colección Opera Prima
© 2014 Editorial Universidad del Rosario
© 2014 Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales
© 2014 Laura Daniela Guerrero García
ISBN: 978-958-738-551-9 (rústica)
ISBN: 978-957-738-552-6 (digital)
Primera edición: Bogotá D.C., diciembre de 2014
Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario
Corrección de estilo: Manuel Gómez
Montaje de cubierta: Precolombi EU - David Reyes
Diagramación: Martha Echeverry
Desarrollo ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
Editorial Universidad del Rosario
Carrera 7 Nº 12B-41, oficina 501 • Teléfono 297 02 00
http://editorial.urosario.edu.co
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida
sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario
Guerrero García, Laura Daniela
Clientelismo político, ¿desviación de la política o forma de representación?: Estado del arte sobre las aproximaciones al clientelismo en Colombia 1973-2011 / Laura Daniela Guerrero García. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, 2014.
189 páginas: – (Colección Ópera Prima).
ISBN: 978-958-738-551-9 (rústica)
ISBN: 978-957-738-552-6 (digital)
Ciencia política / Partidos políticos / Corrupción política / Corrupción administrativa / Ética política / I. Título / II. Serie.
324.204 SCDD 20
Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. Biblioteca
amv Octubre 8 de 2014
Desde hace unas cuatro décadas, el clientelismo político en Colombia se ha venido configurando como objeto de estudio de antropólogos, sociólogos, historiadores y politólogos, incluso, se ha configurado como materia de discusión de periodistas y abogados. Los escándalos de corrupción en instituciones públicas, asociados erróneamente con el clientelismo, han suscitado el interés de muchos estudios de caso, que corroboran la existencia de racionalidades útiles a quienes detentan el poder, pero ineficientes dentro de las lógicas de un Estado moderno regido por la trasparencia, meritocracia y la participación ciudadana en defensa de lo público.
Doy gracias a la Universidad del Rosario por abrir los espacios de discusión y formación del pensamiento crítico que permitieron forjar un primer boceto de los planteamientos abordados a lo largo del presente trabajo; y así mismo, por hacer posible su publicación. La idea de ahondar en el tema de comportamientos políticos que se trasladan del pasado al presente, nació en primera instancia en una electiva conocida como Patrimonio Cultural, en ese entonces a cargo del profesor Pedro Eliseo Sánchez. Sin embargo, los desarrollos que nacieron de esa primera noción, no habrían sido los mismos de no ser por los debates abiertos que se dieron en clase de Hacienda y Presupuesto Público, a cargo del profesor Germán Puentes, y la iluminación que acarreaba cada dosis de teoría recargada de Política y Sociedad, en manos del maestro Rubén Sánchez David. Me gustaría citar palabras del profesor Puentes cuando nos recordó que la universidad no es otra cosa que la posibilidad de reunión de un grupo de personas, que se sientan a discutir y producir ideas alrededor de una sola problemática.
A los guías metodológicos: A Rocío Rubio Serrano, antropóloga de la Universidad de los Andes, especialista en el tema de conflicto armado y clientelismo, quien fue una guía que de manera constante y dedicada acompañó paso a paso este proceso y aportó el enfoque original y diferencial a este trabajo; y a Javier Cárdenas, profesor de metodología, quien fue inmensamente colaborador en el proceso de formulación del proyecto.
En esta lista interminable de personas e instituciones que de manera tranquila abrieron sus bibliotecas a lectores curiosos, hay dos maestros de la vida a los que no puedo dejar de hacer referencia: Mi madre, incondicional compañera y maestra de metodología, Bárbara García Sánchez; y mi padre, guía y maestro de historia, Javier Guerrero Barón. Esta tesis es el producto de una carrera y de una búsqueda incansable de respuestas, la mayoría de ellas todavía inconclusas, que nacieron en la mesa del comedor de casa y se desarrollaron posteriormente en la academia.
A Paula Kamila Guerrero y Nem Zuhue Patiño García, por su complicidad, mezclada con un poco de picardía, en la consecución del material bibliográfico de la Universidad de los Andes. Sin ellos, el trabajo no habría sido fácil y tampoco tan divertido como lo fue. Finalmente, gracias a Néstor Miranda Ontaneda, cuyos trabajos desarrollados a propósito del clientelismo político han sido una fuente de curiosidad y de próximas investigaciones.
El clientelismo político en Colombia, desde hace unas cuatro décadas, se ha venido configurado como objeto de estudio de antropólogos, sociólogos, historiadores y politólogos, incluso, se ha configurado como materia de discusión de periodistas y abogados. Los escándalos de corrupción en instituciones públicas, asociados erróneamente con el clientelismo, han suscitado el interés de muchos estudios de caso, que corroboran la existencia de racionalidades útiles a quienes detentan el poder, pero ineficientes dentro de las lógicas de un Estado moderno regido por la trasparencia, meritocracia y la participación ciudadana en defensa de lo público. De acuerdo con Jesús Duarte, el mal funcionamiento de las instituciones públicas es un aspecto que evidencia la ineficiencia estatal y hace del clientelismo no un mero problema administrativo, sino también político, cultural y comportamental.1 Comprenderlo sin judicializarlo, satanizarlo o patologizarlo puede contribuir a desarrollar mecanismos democráticos que adopten viejas formas de hacer política en el país.
La capacidad de adaptación del clientelismo a los cambios institucionales obliga a revisar las reformas más significativas al régimen político. Por ende, el presente estado del arte se aproxima al clientelismo político en Colombia desde 1973 hasta 2011. Su objetivo es identificar rupturas y continuidades en el abordaje del fenómeno, a partir de enfoques, tipologías, debates y momentos históricos claves resaltados en los estudios sobre el fenómeno. La hipótesis desde donde se partió en este trabajo identificaba dos aproximaciones al clientelismo. La primera consideraba al fenómeno una desviación de la política y amenaza al funcionamiento democrático. Mientras que la segunda lo abordaba como una característica funcional del sistema, como una forma de participación y representación política, e incluso, como un modo de distribución de lo público en un colectivo.2 En la medida en que se tuvo una aproximación más compleja al tema, se encontró que, si bien se puede encontrar un viraje en la forma de aproximarse al fenómeno a partir de la década de los años noventa, era difícil sostener la categorización de las obras en estas dos categorías. Sin embargo, el presente texto profundiza en estos dos tipos de aproximación, los cuales fueron identificados a partir de las mismas formas de enunciación utilizadas por los autores.
El ejercicio realizado configuró un corpus de 72 fuentes académicas, desde 1973 hasta 2011, que comprenden libros, capítulos de libros, artículos de revistas académicas y tesis, principalmente de maestría y doctorado. Estas fueron seleccionadas dentro de un universo más amplio que, dado el alcance y límites de este trabajo, no se referencia en su totalidad. El criterio de selección consistió tanto en la frecuencia con la que las obras fueron citadas como en sus aportes teóricos y contextuales a propósito de las reformas institucionales de la época.
La metodología de trabajo consistió en la construcción de una matriz metodológica (ver anexo 1), que agrupó las fuentes por año de publicación, enfoque teórico, unidad de análisis e hipótesis. La sistematización de la matriz fue complementada con la elaboración de 300 fichas bibliográficas que cumplieron el papel de Raes (Resumen Académico Especializado). En estas se extrajeron las tesis centrales de cada trabajo (ver anexo 2).
A continuación, el lector se encontrará con un balance a propósito de los estudios sobre clientelismo, estructurado a partir de siete capítulos. En el primero, se narra la emergencia de las obras analizadas y su importancia en términos teóricos, al igual que se realiza una descripción cuantitativa de las fuentes utilizadas. En el segundo, se hace una descripción de los marcos teóricos empleados en los estudios sobre clientelismo. En el tercero, se presenta la tipología empleada para clasificar el fenómeno y sus debates. El cuarto capítulo es una exposición de los principales debates que se han generado a propósito del fenómeno. En el quinto se efectúa un análisis del contexto histórico-político colombiano, referente obligado para la comprensión de la emergencia del clientelismo como objeto visible y problemático del sistema. En el sexto se describen dos aproximaciones hegemónicas al fenómeno: la visión negativa del mismo y la mirada en clave positiva. Se finaliza el ejercicio con un sexto capítulo que genera una hipótesis de trabajo acerca de la emergencia del clientelismo como objeto visible del sistema político y la preeminencia de la visión negativa. Finalmente, en el séptimo capítulo se procede a dar las conclusiones de este estado del arte.
Este capítulo describe las fuentes analizadas sobre el clientelismo político en Colombia, explicando su ubicación temporal e importancia teórica. Identifica, además, la existencia de diferentes enfoques y formas de aproximación al fenómeno.
La década del setenta es el punto de partida, momento en el que se observa una recurrencia en el empleo del término “clientelismo” en remplazo de otras categorías como las de “caudillismo”, “caciquismo” y “patrimonialismo”. En esta década, los estudios de clientelismo se caracterizaron por tomar fuerza tanto en Europa como en los Estados Unidos de Norte América, EE. UU., dando lugar a debates entre enfoques que, por supuesto, llegaron a Colombia y se manifestaron en las perspectivas y problemáticas abordadas.
En el país, los estudios sobre clientelismo representan un corpus de producción académica sostenida desde 1974.3 En este año, el Centro de Investigaciones y Educación Popular, Cinep, emprendió una serie de esfuerzos académicos con el fin de “indagar por las bases socioeconómicas del comportamiento político en el agro Colombiano”4 a partir del análisis teórico y los estudios de caso regionales. Este trabajo, liderado por Néstor Miranda Ontaneda,5 se enmarcó en el enfoque marxista, perspectiva desde la cual se pretendía superar las dificultades del enfoque funcionalista. 6
Lo expresado no niega la existencia de estudios anteriores: en 1973 se puede localizar el antecedente internacional más cercano en la tesis doctoral de Steffen Walter Schmidt en la Universidad de Columbia.7 Walter Schmidt revisó el sistema político colombiano y consolidó un marco conceptual sobre el clientelismo, introducido al tema por Orlando Fals Borda y León Bramson.8 Además de esta obra y de las publicaciones del Cinep, para la época se contó con otros aportes históricos, teóricos y sociológicos de autores nacionales tales como Fernando Guillén Martínez y de escuelas anglosajonas entre cuyos representantes se puede citar a Malcolm Deas, Frank Safford y Catherine LeGrand.9 Así, el clientelismo empezó a ser objeto de estudio en Colombia a partir de los años setenta, de manera paralela a los estudios del clientelismo europeos y estadunidenses. Se trata de una historia conectada y concomitante, cuyo agente difusor fue, sin duda, Miranda Ontaneda.
La producción de los setenta se caracterizó por estar enmarcada dentro de los enfoques funcionalista y marxista. Los principales voceros fueron Steffen Walter Schmidt10 y Néstor Miranda Ontaneda. Las variables empleadas respondían a una trasformación del sistema político colombiano. De ahí que estos trabajos abordaron el problema desde: i) la observancia de la burocracia aplicada al régimen del Frente Nacional; ii) el sistema productivo agrario de la época; iii) el desarrollo de la economía capitalista; y iv) el problema del poder político manejado por las élites bipartidistas.
En la década de los ochenta se presentó una explosión de estudios de caso sobre clientelismo. Así, los esfuerzos del Cinep dieron sus frutos en forma de estudios regionales marxistas, dentro de los cuales están los trabajos de Eloísa Vasco, Alejandro Reyes, Jorge Ramírez, Mario Alviar, Fernán González, Jaime Arocha, Jaime Echavarría y Julio Hálaby y Eduardo Díaz.11 Su aporte fue significativo para la comprensión del funcionamiento del poder local, en regiones como Sucre, Quindío, Chocó y Boyacá.
Para finales de los años ochenta aparecieron enfoques que antes de preguntarse por las relaciones de explotación del campesinado, causadas por las formas de producción pre-capitalista, se cuestionaban por el problema de la democracia en Colombia. En este contexto y con una mirada más institucionalista, Rodrigo Losada introdujo la problemática del voto clientelista en las elecciones populares,12 y John Sudarsky abordó la desigualdad del ingreso desde la formación de cooperativas.13 Desde entonces, el sistema político colombiano, la crisis de los partidos políticos y los cambios institucionales producidos, a partir de las reformas de 1968 y 1991, pasaron a ser el centro de atención de los autores.
En los años noventa, la obra de Francisco Leal y Andrés Dávila,14 desde un enfoque estructural-funcionalista, marcó un hito en el abordaje del clientelismo al comprenderlo como el articulador de todo el sistema político colombiano y no sólo como un mecanismo que instrumentalizaba individuos en función de votos y favores. Con la vigencia de la Constitución de 1991, se presentó una explosión de estudios institucionalistas y con enfoques anclados a la cultura política, a partir de los cuales se empezarían a abordar otros aspectos del clientelismo tales como: la participación, la representación y la formación de ciudadanía. Dichos estudios estarían liderados por autores tales como Francisco Gutiérrez Sanín, Andrés Dávila, Miguel García y Rocío Rubio.15
En este recorrido se observa que desde finales de la década de los ochenta hay una apertura a examinar el clientelismo desde diferentes enfoques (funcionalista, marxista, estructural-funcionalista, el socio-antropológico, con anclajes en la cultura política, y el institucionalista). Estos observan al fenómeno como modo de distribución de bienes y servicios,16 forma de participación y representación;17 o bien como la peor deformación de la democracia, antesala de la corrupción política18 y producto de la crisis de los partidos tradicionales.19
Figura 1. Producción de estudios sobre clientelismo en Colombia por año y por décadas
Fuente: Figura elaborada por el autor del presente trabajo con base en la información tomada de la matriz metodológica.
Adicionalmente, la matriz metodológica, elaborada para dar cuenta de este estado del arte (ver anexo 3), indica a manera de conclusión que en Colombia aparecieron los estudios pioneros sobre clientelismo en la década de los setenta. En la siguiente década, se observa un terreno fértil para los estudios regionales de caso. Desde 1993, se identifica que hay una tendencia a producir anualmente al menos un trabajo sobre clientelismo. Entre el 2002 y el 2003, evidencia la máxima producción de las cuatro décadas revisadas (ver figura 1). Por último, señala un declive de los estudios sobre clientelismo a partir de la segunda década del siglo XXI.
Los hallazgos de la matriz permiten establecer que en la década de los setenta los dos enfoques predominantes fueron el marxista y el funcionalista, teniendo en cuenta que el estructuralismo representa una vertiente del marxismo. Una década más tarde, se observó la desaparición del enfoque funcionalista y el auge del enfoque marxista. Simultáneamente, se mantuvo constante la cantidad de estudios de corte institucionalista, a la vez que emergió tímidamente la perspectiva socio-antropológica. En los noventa se observó un declive en el empleo del enfoque marxista; no obstante, algunas de sus ideas siguen prevaleciendo, lo que ha evitado su completa desaparición. El enfoque hegemónico en esta década fue el institucionalista; por otro lado, el estructural-funcionalista mostró sus primeras apariciones, mientras que el enfoque socio-antropológico mostró un ligero incremento. Para comienzos del siglo XXI, el enfoque predominante fue el institucionalista, le siguió el socio-antropológico y el estructural-funcionalista, pese a que se presentaron eventuales trabajos desde el enfoque marxista.
Figura 2. Enfoques de clientelismo político en Colombia durante las cinco décadas
Fuente: Figura elaborada por el autor del presente trabajo con base en la información tomada de la matriz metodológica.
Identificar los límites teóricos de cada trabajo es una tarea que requiere claridad sobre los enfoques, ya que no todos los autores manifiestan explícitamente sus adscripciones. Sin embargo, las categorías enunciadas y los argumentos presentados son la primera clave para evidenciar el marco conceptual soporte de cada estudio. Este ejercicio se realizó, en un primer nivel de análisis, en la construcción del presente estado del arte.
A continuación, además de explicar los criterios de clasificación de las obras, se buscará hacer una exposición de las trasformaciones de cada enfoque teórico, así como de una serie de eventos diagnósticos que alimentaron la discusión a propósito del tema. Vale la pena aclarar que la selección de los eventos diagnósticos que se presentan a continuación es producto de la literatura revisada. Finalmente, se pretende mostrar el cambio que ha sufrido la forma de abordar el fenómeno en Colombia.
Los cambios políticos de las últimas décadas impactaron no sólo al Estado, sino también a las concepciones de las ciencias sociales sobre lo público, la democracia, la ciudadanía, la participación, la transparencia y la corrupción, entre otros aspectos. De estos cambios, surgió una redefinición del clientelismo político, menos ingenua y más compleja. Las viejas concepciones funcionalistas, marxistas e institucionalistas se han redefinido y, en algunos casos, entrelazando eclécticamente, dando lugar a la emergencia de nuevas categorías analíticas.
Este capítulo da cuenta de los principales supuestos teóricos que guiaron los diferentes estudios sobre clientelismo. Su derrotero es reseñar las ideas de las que partieron los textos, en su momento, mas no hacer un tratado sobre las trasformaciones de cada enfoque desde sus orígenes hasta nuestros días.
Se observa que existe una concordancia entre los siguientes tres elementos: i) la preeminencia que tuvo cada enfoque a lo largo de las décadas estudiadas; ii) el contexto histórico-político; y iii) las tipologías sobre clientelismo empleadas por la literatura estudiada.20 Sobre este último punto, se identifican tres tipos de clientelismo: i) el tradicional, ii) el moderno; y iii) de mercado.21 Cada tipo tiene unas características particulares que: hacen referencia a un tiempo determinado; interactúan con marcos conceptuales específicos; y con debates en boga en cada momento histórico.
La discusión teórica sobre clientelismo nació, en parte, de la distinción de los conceptos de comunidad y sociedad planteadas por Fernando Tönnies, Max Weber y Talcott Parsons.22 En los años sesenta, un grupo de antropólogos se interesó por el estudio de estructuras sociales definidas como arcaicas, tomando distancia de los énfasis evolutivos de la época.23 Los temas del desarrollo, la modernidad y el capitalismo fueron los problemas prioritarios para abordar la relación entre el clientelismo y las sociedades arcaicas.
El marco analítico de estos estudios fue el funcionalista, que desplazó conceptos biológicos al campo de las ciencias sociales. La sociedad fue descrita, entonces, como un organismo compuesto por partes, que tendían a adaptarse a las condiciones del ambiente: el grado de adaptación de las partes, por ende, definía la naturaleza funcional o disfuncional de los subsistemas.24 Las sociedades rurales fueron, preferencialmente, la unidad analítica y el microanálisis fue la metodología más empleada. Los principales hallazgos fueron el carácter diádico y las relaciones cara a cara del clientelismo.25
Para el enfoque funcionalista, la estructura social, por definición asimétrica, es una urdimbre de roles desempeñados por individuos. Allí, toda relación diferente a la familia nuclear se configura contractualmente.26 En este contexto, el clientelismo fue asumido como un contrato personal, de libre asociación e informal entre dos individuos, con diferente estatus pero con una contraprestación recíproca.27 Las tres relaciones que señalaba el enfoque en función de la estructura social (piramidal y jerárquica) eran: i) la relación patrón-cliente (P-C); ii) la relación patrón-patrón (P-P); y iii) la relación cliente-patrón (C-P).28 A partir de estos tipos de relaciones se crearon modelos para determinar la cantidad, la naturaleza y la calidad de las prestaciones y contraprestaciones entre los actores. Los teóricos que nutrieron este enfoque fueron, entre otros, Fernando Tonnies, Max Weber, Talcott Parsons, Mauss, Malinovski, Richard Thurwald, Redfild y Boscof.29
Tras su auge, el enfoque funcionalista mostró sus limitaciones analíticas. Las críticas cuestionaban el énfasis en unidades micro, cuando estas tienen conexiones o dependencias con centros de poder más amplios y los vínculos simples entre individuos sin complejidad y sin contexto. La respuesta funcionalista fue la introducción de nociones tales como la de bróker, intermediario o mediador, al igual que el análisis de redes y triadas y los estudios de grupos de poder y de partidos.
En Colombia, son pocas las obras que se inscriben exclusivamente en el enfoque funcionalista. Una de ellas es la ya citada de Steffen Walter Schmidt sobre el sistema bipartidista en 1972. Este autor estableció las formas básicas de operación y los rasgos característicos de las relaciones P-C en Colombia.30
El debate académico nacional reconoce que el enfoque funcionalista fue el punto de partida para los estudios de clientelismo colombiano. No obstante, las discusiones se han centrado en señalar sus límites. Ronald Archer, por ejemplo, sostiene que en la relación patrón-cliente, la asociación del patrón con grandes propietarios y del cliente con campesinos sin tierra se prestan para interpretar que la trasformación social de los roles da por terminada la relación clientelista, lo cual es erróneo.31
No en vano, desde el enfoque funcionalista el clientelismo fue asumido como un problema que tendería a desaparecer con la llegada del desarrollo. Sin embargo, pese a las transformaciones del país y su inserción económica en el mundo capitalista, el clientelismo persiste, se reproduce, se transforma y se adapta a los cambios institucionales.
El enfoque marxista abordó el clientelismo al advertir que este no era un asunto exclusivo de sociedades atávicas e indicó que eran las relaciones de producción las que explicaban cómo y a favor de quién funcionaba el sistema.32 De ahí que le imprimiera al análisis una perspectiva histórica y de clase en situaciones socioeconómicas concretas.
Este enfoque describió al clientelismo como un modo de obrar político y una transacción bajo las reglas del dar y recibir, que puede ser traducida en “dar un poco de poder a quien le hace falta”.33 En consecuencia, el clientelismo fue definido en términos de instrumentalización de una clase, dueña de los medios de producción político-económicos, sobre otra desprotegida a la que se le saca el mayor beneficio; en síntesis, un modo de explotación del hombre por el hombre.34
Miranda Ontaneda abordó, por primera vez, el problema del clientelismo en Colombia desde una perspectiva teórica marxista. Su trabajo tomó las tesis del clientelismo como una relación diádica presente en la perspectiva funcionalista.35 También, Miranda se apoyó en la obra de Guillén Martínez,36 quien realizó una génesis del clientelismo a partir de categorías que tomaron distancia de las weberianas,37 para proponer un análisis de las formas de asociación presentes en la historia colombiana tales como: la encomienda, la hacienda y el sindicalismo. Así, señaló que tales formas de agrupación se articularon como mecanismos sutiles pero efectivos de dominación de las élites, que se trasladaron a la esfera política vía los dos partidos tradicionales y se reprodujeron a partir de lógicas clientelistas en el nivel burocrático.38
Los estudios marxistas del clientelismo, como se anotó anteriormente, aportaron una perspectiva histórica y de clase social al análisis del mismo. Desde esta postura, las relaciones de patronazgo presentes en el campo absorben las formas de producción capitalista, produciendo un hiato cultural que hunde al país en un estado de producción pre-capitalista y pre-moderno.39 El clientelismo es un mecanismo de dominación de las élites que permite reproducir y mantener las lealtades verticales e impedir la creación de asociaciones en su sentido horizontal.40
Sin embargo, cuando el clientelismo manifestó ser un fenómeno que también podía darse entre clases y en todas direcciones, los postulados marxistas perdieron alcance y capacidad explicativa. Además, su referencia a grandes estructuras, partidos, clases, el Estado, cuya figura central era casi exclusivamente el terrateniente o el gamonal o cacique, impedían su efectividad y aplicabilidad.41 De otra parte, la idea de un “pre-capitalismo” agrario anacrónico le restó vigencia y capacidad explicativa sobre la naturaleza del campesinado y sus articulaciones con el capitalismo urbano. Actualmente, este enfoque se ha trasformado y su campo de análisis ha migrado a otros asuntos tales como el sindicalismo, los movimientos sociales, los análisis de grupo y de género, entre otros.
Este enfoque comparte con el funcionalista la herencia de conceptos de las ciencias naturales con modificaciones sustanciales al trascender la biología y ver la sociedad como un gran sistema articulado por subsistemas. Con ello va más allá de la explicación del funcionamiento interno de la unidad para entender cómo se relaciona esta con un entorno mucho más amplio. Desde esta perspectiva, los conceptos de estructura social, de sistema, de función, rol, estatus y de proceso adquieren un papel central: “La estructura social es la trama de posiciones e interrelaciones mutuas mediante las cuales se puede explicar la interdependencia de las partes que conforman la sociedad. La función de cada parte es la forma en que esa parte opera para mantener el sistema total en buena salud”.42
En Colombia, Leal y Dávila adoptan este enfoque para superar las dificultades analísticas de los trabajos precedentes sobre clientelismo. Su investigación articuló el macro-análisis con el micro-análisis, explicando el funcionamiento del sistema político colombiano a partir de la comprensión de su unidad más pequeña: el municipio y de su articulación con el sistema en su conjunto. En este contexto, el clientelismo se describe como aquello que “[…] comanda al conjunto de relaciones sociales que definen la forma real como opera la política (sistema), a partir de las normas establecidas para el efecto por el Estado (régimen). El Estado, a su vez, expresa la organización de las relaciones de poder en la sociedad, materializadas en un conjunto de instituciones administradas por los gobiernos”.43