El desarrollo psicomotor
El desarrollo psicomotor
DESDE LA INFANCIA HASTA
LA ADOLESCENCIA
Gloria Cabezuelo
Pedro Frontera
NARCEA, S. A. DE EDICIONES
MADRID
© NARCEA, S. A. DE EDICIONES, 2016
Paseo Imperial 53-55. 28005 Madrid. España
www.narceaediciones.es
Cubierta: Fernando García de Miguel
ISBN papel: 978-84-277-1724-4
ISBN ePdf: 978-84-277-1846-3
ISBN ePub: 978-84-277-2237-8
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Para Anna Lee y Juan Enrique Álvarez
Índice
Introducción
1. Las etapas evolutivas del desarrollo psicomotor
Periodos del desarrollo de la personalidad
¿Se puede estimular el desarrollo psicomotor?
El vínculo del bebé con la madre
Cómo estimular el desarrollo psicomotor durante el primer año
2. El recién nacido
La preparación para ser padres
El vínculo materno y la adaptación del bebé
Los recién nacidos prematuros
El comportamiento del recién nacido
La postura del recién nacido
Los reflejos del recién nacido
Los órganos de los sentidos en el recién nacido
¿Qué necesitan los recién nacidos?
3. Desde el primer mes hasta los seis meses
Al mes de vida
A los dos meses
A los tres meses
A los cuatro y cinco meses
A los seis meses
4. La segunda mitad del primer año de vida
A los siete y ocho meses
A los nueve meses
A los diez y once meses
A los doce meses
5. Desde el año hasta los cinco años
A los quince meses
A los dieciocho meses
A los dos años
A los dos años y medio
A los tres años
A los cuatro años
A los cinco años
6. El niño mayor
El niño de seis años
El niño de siete años
El niño de ocho años
El niño de nueve y de diez años
La transición a la adolescencia
7. El adolescente
La maduración psico-social en la adolescencia
Los mecanismos psíquicos de transición
Las tres etapas psíquicas de la adolescencia
¿En qué consiste la «crisis» de la adolescencia?
La etapa introspectiva de la adolescencia
La etapa expansiva de la adolescencia
La relación padres-hijos durante la adolescencia
8. El desarrollo de funciones específicas
El control de los esfínteres
Lectura y escritura
El sueño
La conducta
A modo de conclusión
Índice temático
Bibliografía
Introducción
El crecimiento y el desarrollo, el cambio y la progresión constantes, tanto en sus características físicas como en las aptitudes y habilidades psíquicas, es la característica fundamental que diferencia al niño 1 del adulto. El niño es un ser en continua transformación, mientras que el adulto, por definición, ha dejado de crecer físicamente, aunque puede seguir mejorando sus capacidades intelectuales y psíquicas a lo largo de toda su vida.
La palabra desarrollo se refiere sobre todo a la maduración de los órganos y de los aparatos que forman el cuerpo humano, que se van organizando, diferenciando y perfeccionando a medida que aumentan de tamaño. El desarrollo, la maduración, es un fenómeno simultáneo al crecimiento, pero a veces no se manifiesta de una manera tan evidente.
Mientras que el desarrollo de algunos órganos internos, como pueden ser el hígado o el intestino, es difícil de apreciar desde el exterior, el desarrollo y la maduración de un órgano esencial como es el cerebro se evidencia bien con los avances en las funciones motoras y psíquicas del niño.
El cerebro, encerrado en la caja craneana, es el centro del sistema nervioso, el que gobierna todo el cuerpo. Dirige tanto el sistema muscular, y por consiguiente los movimientos, como las funciones intelectuales, bien sea el lenguaje, la visión, el aprendizaje y hasta los sentimientos y emociones.
Desarrollo psicomotor significa la adquisición progresiva por parte del niño de cada vez más habilidades, tanto físicas como psíquicas, emocionales y de relación con los demás. El desarrollo psicomotor de los hijos lo viven los padres con igual o con todavía más interés que su crecimiento físico.
El día a día de la lenta pero segura progresión del bebé y del niño, tanto en sus movimientos como en su psiquismo, además de una alegría y de una satisfacción, puede ser fuente de preocupación e incluso de alarma. ¿Tendrá un ritmo normal en su adquisición motora? ¿Debería de andar ya? ¿A que edad tendría que hacer esto o aquello? ¿Será normal que pronuncie bien tan pocas palabras?
Todos los seres humanos son diferentes unos de otros, tienen peculiaridades propias que los hace únicos. No hay más que pensar en un hecho muy conocido, las huellas dactilares distintas de una persona a otra. Solo es la manifestación externa digital de sus profundas diferencias internas, cuya máxima expresión son sus diferencias en el ADN, la huella genética propia de cada individuo. También todos los niños son diferentes, no solo en sus rasgos genéticos, faciales o corporales, sino también en su propio ritmo de crecimiento y de desarrollo. Pero dentro de la diversidad de características que los distinguen, existen unos patrones comunes en la cronología del desarrollo, calificados habitualmente como «normales», aunque sea con lo que se llama la «normalidad estadística».
En biología y en medicina, y también en el desarrollo humano, realmente la «normalidad» no existe, es solo un fenómeno artificial, estadístico, destinado a tener una referencia. Aunque todas las personas sean diferentes, en lo que compartimos y se puede medir, como es el caso del ritmo del desarrollo psicomotor, se pueden establecer unos parámetros estadísticos de normalidad. Sus bases matemáticas son la mediana, o el valor más frecuente, la media aritmética de todas las medidas y la desviación estándar de la media si las mediciones siguen una distribución estadística normal, expresada por la curva en campana de Gauss. Es decir que no solo es «normal» el que alcance unas cifras más frecuentes, medias o habituales, sino también el que no se desvía de una manera exagerada de esas medidas.
Se puede decir que la variación de la normalidad es muy amplia y depende de muchos factores, pero existe una cronología del desarrollo que siguen la mayoría de niños.
En este libro hemos tratado de exponer de manera sencilla y comprensible tanto para los padres como para maestros, educadores y profesionales de la salud los patrones habituales, más frecuentes, o si se quiere decir «normales», del desarrollo psicomotor, la adquisición de funciones o «hitos» motores, intelectuales y psíquicos. Pretende ser una guía en la que los padres y los educadores vean reflejados los progresos de sus hijos y de sus alumnos.
Los autores, pediatras con una amplia experiencia, hemos utilizado nuestros propios conocimientos, adquiridos tras muchos años dedicados al cuidado de los niños, así como la abundante bibliografía de otros médicos que se han preocupado de este tema. A los clásicos estudios de Arnold Gesell, Brazelton, Koupernik, Montessori y Anne Freud siguieron los modernos de Hellbrügge, Mary Sheridan y Jacqueline Gassier.
Actualmente se ha demostrado claramente que una desviación muy notable, exagerada, de la edad a la que se adquiere un hito significativo del desarrollo, bien sea motor o psíquico, puede significar que el niño tiene algún problema o trastorno que conviene investigar por si constituye un fenómeno anormal, patológico, derivado de alguna alteración o enfermedad que requiere un diagnóstico y tratamiento precoz.
Hemos intentado que la lectura de este libro también ayude a los padres a comprender y a querer más a sus hijos, siguiendo las etapas de su desarrollo. El vivir y el entender cómo pasa un niño desde bebé hasta adolescente, y su transición hasta convertirse en adulto, es una de las experiencias más apasionantes que pueden tener las personas.
1 Para que la lectura del texto resulte más sencilla se ha evitado utilizar conjuntamente el género femenino y masculino en aquellos términos que admiten ambas posibilidades. Así, cuando se habla del «niño», se entiende que se refiere al niño y la niña, y aludir a la «maestra» o «profesora» no excluye la existencia de maestros y profesores. «Padres» significa padres y madres.
1. Las etapas evolutivas del
desarrollo psicomotor
El desarrollo psicomotor del bebé y del niño implica de manera global a un ser en crecimiento y, de momento, totalmente incapaz de sobrevivir ni de avanzar sin los cuidados de los adultos. Son sobre todo los padres, o bien sus sustitutos, los que no solo cuidan al niño y le proporcionan su sustento físico sino que al mismo tiempo son su apoyo emocional y psíquico, la base indispensable para que se desarrolle todo el potencial de su personalidad que tiene impreso y programado en sus genes.
Desde la época de recién nacido, cuya vida de relación está reducida al llanto y a solo unos reflejos primitivos o elementales, hasta la complejidad física y psíquica del adolescente, hay una larga evolución, una progresión constante en la adquisición de habilidades, de hitos físicos y psíquicos que configurarán poco a poco la personalidad adulta.
El desarrollo psicomotor es un proceso unitario, pero sin embargo compuesto de la imbricación concomitante y paralela de dos tipos de desarrollo que los propios padres y educadores perciben como claramente diferentes:
1. El desarrollo motor, de las habilidades ligadas al sistema formado sobre todo por huesos y músculos, capaz de efectuar movimientos cada vez más complejos y precisos. La actividad muscular está siempre ordenada y coordinada por el sistema nervioso (cerebro, médula espinal y nervios periféricos).
2. El desarrollo psíquico y afectivo, ligado sobre todo a la actividad cerebral, de la que dependen funciones como el lenguaje, las manifestaciones afectivas y la relación social. Aunque su base es orgánica, tiene una interacción constante con el medio ambiente inmediato. Lo condiciona y estimula sobre todo el clima de afecto y los cuidados continuos de los padres, su amor en definitiva.
Aunque habitualmente estos dos aspectos del desarrollo se exponen de manera separada, su influencia recíproca es evidente. La persona es una unidad homogénea y cualquier factor externo, favorable o adverso, actúa a la vez sobre los dos factores en que se divide su desarrollo, motor o psíquico.
El proceso de crianza de los hijos, el cuidar, educar y amar a los niños, tiene como objetivo el conseguir que el pequeño bebé se haya convertido al final de la adolescencia en una persona responsable, en un adulto desarrollado en todas sus potencialidades virtuales, es decir autónomo, capaz, independiente y si es posible también feliz. El desarrollo psicomotor del niño es totalmente imposible sin los cuidados y el amor de los padres o de otros adultos que sustituyan sus funciones.
El desarrollo psicomotor depende casi a partes iguales de tres factores, que actúan sobre el bebé, el niño y el adolescente de manera continuada:
1. El potencial genético. Los genes heredados de los padres, quienes a su vez los heredaron de los suyos, están situados dentro de todas las células del cuerpo y contienen una programación de lo que puede ser el futuro adulto. Esta programación, similar a la habitual en informática, es una especie de «hoja de ruta», un esbozo expresado por marcadores bioquímicos, que deben desarrollarse a lo largo de toda la niñez y de la adolescencia. En los genes están marcados, como ejemplo muy demostrativo, todas las posibilidades de crecimiento del niño. Los hijos de padres altos heredan genes que permitirán y programarán que ellos mismos sean altos, salvo que sufran un problema externo muy importante que lo impida.Los hijos de razas de talla baja como los pigmeos, nunca serán altos aunque las condiciones en las que crezcan y se desarrollen sean las más favorables.
2. Las condiciones ambientales adecuadas. Sobre todo el bebé y el niño, pero también el adolescente, necesitan de una buena alimentación, así como de unos cuidados físicos, de higiene y de protección contra las enfermedades, para permitir que su potencial genético y de desarrollo se materialice y se desenvuelva sin padecer carencias ni problemas.
3. El amor de los padres. Se ha dicho que el amor de los padres es «la vitamina del crecimiento y del desarrollo». A cualquier edad, no solo el bebé y el niño, sino también el adolescente necesitan un clima afectivo positivo para desarrollarse y crecer como personas. El niño no solo necesita que lo quieran, sino además que ese amor sea explícito, evidente y se manifieste de forma continua y repetitiva con abrazos, caricias y besos. Por supuesto, el afecto se debe extender al cuidado y a la atención constante de sus necesidades. La carencia de cariño durante la infancia, la llamada «deprivación afectiva», no solo puede ser el origen de un retraso en el desarrollo sino también de problemas psíquicos y afectivos durante la vida adulta.
El desarrollo psicomotor tiene su sustrato fisiológico indispensable en la maduración de todo el sistema nervioso. Este comprende sobre todo su órgano más importante, el cerebro, además del cerebelo y el tronco cerebral, situados detrás del cerebro, la médula espinal (que está físicamente dentro de la espina ósea de las vértebras), así como los nervios periféricos, incluidos los de los sentidos (oído, vista, tacto, etc.).
El sistema nervioso constituye un verdadero conglomerado de neuronas y de células auxiliares. Va creciendo en tamaño y madurando de manera lenta y progresiva, estableciendo conexiones entre sí, «circuitos» similares a los de un ordenador, que son la base, el sustrato físico, de la adquisición de funciones motoras y cognitivas. Cualquier daño o lesión en el cerebro, o en el resto del sistema nervioso, puede ocasionar una alteración en este proceso madurativo. Aunque el progreso en el desarrollo del sistema nervioso y de las funciones psicomotoras sea unitario, para mayor claridad se suele dividir en tres áreas diferentes:
1. Postura y movimientos (desarrollo motor o de las habilidades corporales).
2. Órganos de los sentidos, sobre todo visión y audición que son los básicos.
3. Lenguaje, que incluye la conducta social ya que es el más importante vehículo de relación.
Los progresos y los hitos del desarrollo que se describen en este libro son los habituales o más frecuentes de los niños nacidos a término y que tienen unas condiciones ambientales y familiares favorables.
Tanto los niños nacidos antes de tiempo (prematuros), como otros niños que hayan tenido problemas importantes durante el periodo neonatal pueden tener un retraso de algunos meses respecto al calendario de progresos que se describe en las páginas siguientes y que debe servir de orientación a los padres. Una desviación notable o un retraso importante en este calendario debe ser motivo de consulta médica.
Periodos del desarrollo de la personalidad
La personalidad humana es muy compleja y en su desarrollo intervienen múltiples factores. La psicología evolutiva ha intentado explicar el desarrollo del niño a través de periodos y etapas, y sus dos grandes teóricos en el siglo XX han sido Erikson y Piaget.
Erik Erikson (1902-1994), formado intelectualmente en Viena con Sigmund Freud, emigró a Estados Unidos en 1933 y realizó numerosos trabajos de campo que le permitieron elaborar su teoría del desarrollo, que enseñó en diversas y prestigiosas universidades americanas.
Jean Piaget (1896-1980), biólogo y psicólogo suizo, estudió sobre todo el desarrollo cognitivo de los niños, y sus textos son ya clásicos en psicología evolutiva.
Las teorías de estos dos autores, aunque muy diferentes, en realidad son complementarias y su breve descripción ayudará a entender la evolución de los avances psicomotores, emocionales y cognitivos de los niños que se exponen en este libro.
Etapas en el desarrollo de la personalidad según Erikson
Para Erikson, el desarrollo de la personalidad sigue unos pasos predeterminados que impulsan al organismo humano a ser consciente de lo que le rodea e interactuar cada vez más con el mundo exterior. Así el desarrollo evolutivo, aunque marcado por unas etapas, se influenciaría sobre todo por el tipo de sociedad y por la cultura en que está inmerso el niño. Habría una pre-programación biológica natural de cada una de las etapas que, al interactuar con el medio, permitiría completar los ciclos evolutivos y avanzar psíquicamente.
En síntesis, para Erikson tanto el niño como el adolescente pasan desde una etapa de su desarrollo a la siguiente cuando hay una coincidencia, una conjunción, entre su preparación madurativa biológica y su preparación social. Si no se da esta sinergia, esta coincidencia, puede haber desajustes en el desarrollo, «baches» y dificultarse así la progresión.
Con estas bases, Erikson definió los conceptos de «etapa o estadío» y de «crisis». Etapa o estadío es el periodo en el que se adquiere una capacidad determinada y al mismo tiempo se integra en la personalidad, estableciéndose como propia. Así, con este nuevo bagaje incorporado, el niño ya está preparado para la siguiente etapa del desarrollo.
Crisis es el periodo en el que existe una incrementada vulnerabilidad a los acontecimientos, un momento decisivo o crucial debido a la posibilidad de desajustes, de desequilibrios que pueden enlentecer el progreso.
Las ocho etapas en que dividió Erikson el desarrollo humano se resumen en la Tabla 1.
CRISIS |
EDAD |
ACONTECIMIENTO IMPORTANTE |
1ª Confianza básica, versus desconfianza básica |
Desde el nacimiento hasta el año y medio |
Alimentación. Cuidados generales |
2ª Autonomía, versus duda |
De 1,5 a 3 años |
Control de esfínteres |
3ª Iniciativa, versus culpa |
De 3 a 6 años |
Gran desarrollo motor |
4ª Habilidad, versus inferioridad |
De 6 a 12 años |
Escolarización |
5ª Identidad, versus confusión de rol |
Adolescencia |
Relación con los padres |
6ª Intimidad, versus aislamiento |
Adulto joven |
Relación amorosa |
7ª Creatividad, versus estancamiento |
Madurez |
Paternidad y crianza |
8ª Integridad del yo, versus desesperación |
Vejez |
Reflexión y aceptación vital |
Tabla 1. Las ocho etapas del desarrollo, según Erikson
De las ocho etapas o crisis, las tres últimas corresponden ya a la edad adulta, por lo que sólo explicaremos brevemente las cinco primeras.
El paso de una crisis a otra está influenciado por una base biológica irreversible, la progresión en edad, que conlleva un inevitable y programado desarrollo fisiológico corporal. Sobre esta base actúan las influencia ambientales, fundamentalmente socioculturales, así como la respuesta, la reacción específica de cada niño a las demandas tanto de sus padres como de su ambiente.
1.ª La primera «crisis de desarrollo», que Erikson denomina «confianza básica versus desconfianza básica», abarca el periodo biológico de «bebé», desde el nacimiento hasta el año o hasta el año y medio de edad. Está influenciada sobre todo por los cuidados y por el cariño de los padres hacia un ser totalmente desamparado, sensible y vulnerable, pero también muy receptivo a todo lo que se le ofrece. El bebé incorpora a su personalidad la lección de confianza, la seguridad plena que le da la atención cariñosa y constante que recibe. Esto le proporciona su propia autoafirmación para crecer como persona. Al contrario, si sus demandas físicas y afectivas no son atendidas, predomina la desconfianza, el bebé aprende a ver el mundo como algo hostil, que además de no satisfacerle sus necesidades es totalmente impredecible, lo que le ocasiona inseguridad e incluso problemas muy precoces de relación.
2.ª La segunda crisis de desarrollo, la «autonomía versus vergüenza y duda» va desde el año y medio de edad hasta los 3 años. Es un periodo determinado sobre todo por el impulso del niño hacia su autonomía, relacionado con sus grandes avances motores, neuromusculares y cognitivos. Su desarrollo físico y psicomotor (ya anda y hasta comienza a hablar) le da una fuerza y confianza que le permite intentar hacerlo todo por sí mismo. Surge el deseo creciente de tomar sus propias iniciativas y decisiones, de auto-asignarse tareas, aunque contrarrestado por la imposición de las primeras normas y reglas por parte del adulto. Son las primeras imposiciones que debe seguir y puede tener dudas y vergüenza, surgidas al comprobar que todavía no está preparado para muchas cosas. Ya se le dice «no» a actividades que pueden ser peligrosas, aunque él no tenga conciencia.
3.ª La tercera «crisis de desarrollo», llamada por Erikson «iniciativa versus culpa», abarca el periodo entre los 3 y los 6 años. En ella el niño entra en conflicto entre su impulso de crear y el inicio de su autonomía. También hay conflicto con las normas de los adultos, con los juicios morales de lo que quiere hacer. La identificación total con los padres de la anterior etapa da paso ahora a una ruptura, con inclusión de un sentimiento de culpa que penaliza la trasgresión de las reglas, la «mala conducta». El niño debe sobreponerse a este miedo, consciente o inconsciente, y adquirir la decisión necesaria para perseguir sus nuevas y valiosas metas.
4.ª En la edad escolar, entre los 6 y los 12 años, tiene lugar la cuarta crisis vital que Erikson denomina «habilidad versus inferioridad». Lo importante para el niño en esta etapa es dominar bien las tareas diarias, hacerlas con éxito, para que se reconozcan adecuadamente por los padres y por los profesores. El niño tiene una energía constante que persigue la producción, el hacer cosas útiles y bien hechas. Deberá luchar con sus dudas, o incluso con sus sentimientos de inferioridad, así como esforzarse para aprovechar las oportunidades de aprendizaje que le proporciona todo su entorno, tanto la escuela como la familia. En este periodo es importante evitar a cualquier coste el fracaso o su sensación. El niño se motiva enormemente con los reconocimientos y alabanzas a su labor bien hecha y a su progresión, aunque sea pequeña o incompleta. Los determinantes sociales y referentes significativos son sobre todo sus padres, pero también los maestros, los otros adultos conocidos e incluso sus propios compañeros, sus pares. Todos lo impulsan a mejorar, a hacer sus tareas con éxito. Subsiste y subyace siempre un temor al fracaso, que puede alentar al niño a esforzarse o bien puede dominarle y acarrear sentimientos negativos de inferioridad.
5.ª Después de los 11 o los 12 años, ya en la etapa de la adolescencia, ocurre la quinta crisis del desarrollo, que Erikson denomina «identidad versus confusión de rol». Ahora el principal problema es encontrar el sentimiento individual, el sentimiento de uno mismo como ser humano especial, con un papel único y específico, no ya solo dentro de la familia sino en un escenario mucho más extenso, en todo el círculo que el joven va ampliando progresivamente. Es una etapa de autoafirmación. Para formar su identidad y resolver el conflicto de posible confusión, para reforzar su individualidad, deberá integrar todo su pasado, toda su esencia y sus capacidades logradas en las etapas anteriores. El comienzo de las relaciones amorosas, el enamoramiento típico de la etapa adolescente, es uno más de los caminos que sigue el joven en su búsqueda de identidad. Al establecer relaciones afectivas más profundas con otras personas, al compartir sentimientos, pensamientos y valores, se identifica a sí mismo y se ofrece como individuo diferenciado. La comprensión de lo que ocurre en la mente del adolescente en esta crisis es esencial para las relaciones padres-hijos durante esta etapa vital.
6.ª La crisis del adulto joven, que abarca el periodo comprendido entre el final de la adolescencia, desde los 18 a los 20 años, hasta el comienzo de la madurez, casi hasta los 40 años, la denomina Erikson «intimidad versus aislamiento» y excede, al igual que las dos siguientes, los límites temporales de este libro.
En esta teoría evolutiva, la resolución eficaz de cada periodo de crisis es un paso más hacia la autonomía personal y la madurez. Si las crisis no se superan en el estadio correspondiente, pueden ser compensadas en un estadio posterior del ciclo vital, pero ya con un cierto retraso madurativo.
En realidad los estadios y las crisis señalan las tareas, las misiones y el quehacer que debe efectuar cada niño y adolescente para encontrarse a sí mismo como persona.
Para Erikson es esencial la sinergia entre
la maduración biológica del niño
y su conjunción con el ambiente social que lo rodea.
Los desajustes en el desarrollo
y las dificultades en la progresión
se dan cuando no coinciden estas dos esferas.
Etapas en el desarrollo de la personalidad según Piaget
Jean Piaget estudió sobre todo los aspectos del desarrollo cognitivo de los niños, es decir la diferenciación de la personalidad a través del conocimiento propio. Inicialmente el bebé se encuentra inmerso en un mundo indiferenciado, en el cual ni siquiera se reconoce a sí mismo como persona. El mundo externo, tanto objetos y personas como estímulos y sensaciones, se confunden con su propio cuerpo. Sin embargo, poco a poco se va identificando y diferenciando, en límite y en contraste con el medio que le rodea.
El bebé adquiere lentamente esquemas cognitivos que después dan paso, mediante mecanismos de asimilación y acomodación, a estructuras y operaciones mentales, primero reflejas y después más complejas.
En el desarrollo cognitivo del niño van a influir sobre todo los factores biológicos ligados al crecimiento y a la maduración del sistema nervioso. Piaget era biólogo y sabía que, sin un sustrato de crecimiento y de maduración cerebral, no eran posibles ni el desarrollo emocional ni el desarrollo psicológico. Con esta base orgánica, tanto los factores sociales y familiares ligados a la interacción con el medio en que vive el niño, como los factores educativos y culturales concretos que impregnan su vida, se van produciendo reacciones más o menos equilibradas que determinan su desarrollo.
Los conceptos que utiliza Piaget en su teoría de desarrollo cognitivo son difíciles de sintetizar. Son los conceptos de estructura, operaciones, esquema y equilibración. Describe la inteligencia como «una forma de equilibrio hacia la cual tienden todas las estructuras que ha formado el niño».
En la compleja teoría de Piaget hay «invariantes funcionales» como característica de la actividad y de la conducta inteligente. Se basan en la organización, la necesidad de tener una estructura interna ordenada y bien organizada, pero también en la adaptación, la necesidad de cambiar para sobrevivir en el entorno. La asimilación y la acomodación son los componentes del acto inteligente, que se adapta al medio con estructuras variables que se corresponden con los estadios del desarrollo.
Según Piaget, los estadios del desarrollo tienen formas de organización de la actividad mental, «estructuras variables», cuyas características son un orden de sucesión constante y una estructura de conjunto. Sin embargo su cronología puede ser variable.
Los estadios del desarrollo de Piaget tienen un periodo inicial o de preparación de la progresión y otro periodo final del logro de la función o de la habilidad.
Piaget distingue solamente tres periodos evolutivos en el desarrollo:
1. Periodo de la inteligencia sensorio-motora
Este primer periodo comprende desde el nacimiento hasta los 2 años de edad, aunque está subdividido en 6 estadios sucesivos. En esta etapa el niño responde sobre todo a través de reflejos. Su principal tarea consiste en pasar desde la des-diferenciación entre el yo y el mundo exterior hasta la delimitación de sí mismo, la diferenciación. Está caracterizado por su función cognitiva, fundamentalmente práctica, de exploración sensorial basada en el desarrollo fisiológico de los sentidos y los avances motores.
Piaget divide el desarrollo cognitivo de los niños
en una primera etapa sensorio-motora,
caracterizada por la diferenciación frente al mundo exterior
y basada en el desarrollo motor y de los sentidos.
Hay una segunda etapa muy larga, entre los 2 y los 12 años,
en que el niño organiza un sistema de representación
y organización de operaciones concretas.
Una tercera etapa, ya en la adolescencia,
de reflexión y de pensamiento hipotético-deductivo,
es la antesala de su vida adulta
con independencia de la familia.
2. Periodo de preparación y de organización de las operaciones concretas
Abarca una larga etapa, desde los 2 hasta los 12 años, subdividido en 3 estadios sucesivos. En este periodo se realiza el inicio del pensamiento representacional. El niño desarrolla un sistema de representación y utiliza símbolos como las palabras para representar personas, lugares y acontecimientos. En este periodo hay sub-periodos o estadios con intuiciones o representaciones, primero simples y después articuladas. Se caracteriza por la adquisición progresiva de estructuras lógico-matemáticas de clasificación, seriación y conservación que, unidas a la posibilidad de interactuar con los demás, le ayuda a asimilar perspectivas distintas a la suya y operaciones concretas cada vez más amplias.
3. Periodo de las operaciones formales
Comprende toda la etapa de la adolescencia, desde los 12 hasta los 15 o 16 años. En esta etapa la persona ya puede pensar en términos abstractos y tratar con situaciones hipotéticas. Se consigue el llamado pensamiento hipotético-deductivo. El adolescente, impulsado por sus extraordinarios cambios tanto corporales como psicológicos, establece relaciones cada vez más profundas con su medio, con el exterior que le rodea, desligándose progresivamente de la familia. Las operaciones formales le posibilitan manejar ideas generales y realizar construcciones abstractas, y así tiene la posibilidad de obtener conclusiones propias. Su pensamiento tiene un nuevo impulso, de base fundamentalmente fisiológica y hormonal, con capacidad de teorización, de reflexión libre capaz incluso de liberarle de lo real y de elaborar reflexiones y teorías individualizadas.
¿Se puede estimular el desarrollo psicomotor?
El desarrollo de las funciones psíquicas y motoras del bebé se realiza de manera simultánea al crecimiento físico y junto al desarrollo emocional. Es un proceso armónico y asociado al conjunto de crecimiento del niño en todas sus facetas.
El desarrollo psicomotor no es espontáneo. Forma parte de la crianza y requiere el cuidado y el estímulo familiar, es decir la atención constante por parte de los padres. La estimulación que favorece el desarrollo psicomotor consiste en una dedicación continua para prestar atención a las necesidades del bebé. El niño, a cualquier edad, lanza continuamente señales de demandas, que deben ser captadas y satisfechas con amor y dedicación, idealmente por los padres o bien por las personas que los sustituyan.
La relación satisfactoria entre los padres y el bebé, con cuidados responsables y continuos en un marco familiar no conflictivo, es el estímulo ideal para un desarrollo psicomotor normal. La relación afectiva madre – hijo puede incrementarse si hay un contacto continuo, lo más precoz posible inmediatamente después del parto. Este contacto favorece la instauración de la lactancia materna e incrementa los lazos de unión madre – hijo. El amor, el contacto continuo y los cuidados, son esenciales para el estímulo del desarrollo psicomotor y emocional.
El desarrollo emocional del bebé comienza con el estadio que se llama de confianza básica. El lactante adquiere confianza cuando aprende que sus necesidades, que él expresa como nerviosismo o como llanto, se satisfacen de manera inmediata y además de manera regular y constante por parte de la madre. El lactante confía y se une afectivamente a esta persona que está siempre inmediatamente disponible para él. La tensión que le origina al lactante una sensación no placentera, como puede ser el hambre o el sentirse mojado, se anula por el comportamiento de la madre cuando le soluciona el problema. La atención constante y específica le cambia el malestar por bienestar.
El desarrollo de las funciones psíquicas y motoras del bebé
requiere la estimulación y atención constante
de padres y familiares.
La satisfacción regular, constante y amorosa
de las necesidades del bebé
ayuda al desarrollo emocional.