Tabla de Contenido

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La fábrica del hombre.

Historias de viajes y usos de los libros
del Nuevo Reino de Granada en el siglo
XVII

 

 

 

 

 

 

 

José Luis Guevara Salamanca

 

 

 

 

 

 

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Reservados todos los derechos

© PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

© JOSÉ LUIS GUEVARA SALAMANCA

 

ISBN: 978-958-716-786-3

Número de ejemplares: 200

Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7 n° 37-25, oficina 1301

Teléfono: 3208320 ext. 4752

www.javeriana.edu.co/editorial

Primera edición: marzo del 2015

Bogotá, D. C.

 

Diseño de páginas interiores | Boga, Cortés & Triana

Diagramación | Diego Cortés Guzmán

Desarrollo ePub | Lápiz Blanco S.A.S

http://lapizblanco.com/

 

Guevara Salamanca, José Luis

La fábrica del hombre. Historias de viajes y usos de los libros del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII / José Luis Guevara Salamanca. -- ia ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015.

 

177 p. ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN: 978-958-716-786-3

 

1. LIBROS - HISTORIA - COLOMBIA. 2. LIBROS - HISTORIA - COLONIA, 1550-1810. 3. HISTORIOGRAFÍA. I. Pontificia Universidad Javeriana.

 

CDD 002 ed. 2i

Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

opg.                                                                                            Marzo 24 / 2015

 

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

Índice de figuras

Figura 1. Detalles de la encuadernación (Solano, c. 1667).

Figura 2. Filigrana del papel (Messia, 1657).

Figura 3. Filigrana del papel (Domínguez Camargo, 1666).

Figura 4. Letra capitular (Flórez de Ocariz, 1648, p. 12).

Figura 5. Letra capitular (Flórez de Ocariz, 1648, pp. 22r-23).

Figura 6. Corte de la punta de una pluma (Palomares, 1776, lám. 37)

Figura 7. Buen modo de tomar la pluma (Palomares, 1776, lám. 35).

Figura 8. Portada de Breve epítome de la prodigiosa vida, muerte y raras maravillas de el penitente siervo de Dios el venerable Padre Fray Pedro Urraca de la Santissima Trinidad (Messia, 1657).

Figura 9. Cartilla para procesar en el Santo Oficio de la Inquisición (s.a., 1649).

Figura 10. Molino para hacer papel en el siglo XVII (Hunter, 1978, p. 174).

Figura 11. Dirección de líneas y filigrana de un libro en folio (Flórez de Ocariz, 1648).

Figura 12. Dirección de líneas y filigrana de un libro en cuarto (Aguinao, 1620-1650).

Figura 13. Filigrana (Solano, 1670).

Figura 14. Filigrana (1649).

Figura 15. Lucas Fernández de Piedrahita, Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada (1688, p. 14).

Figura 16. Signatura con la letra A en la primera página del primer pliego (Ossorio de las Peñas, 1668).

Figura 17. Es posible ver los nervios que unen los cuadernillos en el borde encuadernado gracias a la ausencia de la guarda de inicio (Ossorio de las Peñas, 1668).

Figura 18. Cubierta y lomo (Escobar, 1651).

Figura 19. Cubierta y lomo (Domínguez Camargo, 1666).

Figura 20. Inicio del capítulo 5 (Solano, 1667).

Figura 21. Hojas cortadas de los pliegos (s.a., 1649).

Figura 22. Pedro de Mercado, El cristiano virtuoso (1673, f. 1).

Figura 23. Jerónimo de Escobar, Proemio de teología (c. 1651).

Figura 24. Francisco de Echave y Assu, La estrella de Lima convertida en sol, sobre sus tres coronas el beato Toribio Alfonso Mogrobexo su segundo arzobispo (Amberes, 1688, pp. 4-5).

Figura 25. Juan Flórez de Ocariz, Genealogías del Nuevo Reino de Granada (Fernández de Buendía, 1674, pp. 2-3).

Figura 26. Frontispicio, Lucas Fernández de Piedrahita, Historias de las conquistas del Nuevo Reino de Granada (1688).

Figura 27. Frontispicio de Francisco de Echave y Assu, La estrella de Lima convertida en sol, sobre sus tres coronas el beato Toribio Alfonso Mogrobexo su segundo arzobispo (1688).

Figura 28. Punzones de William Caslon (Fotografía de J. W. Thomas publicada en Carter, 2002 [1969], fig. 70).

Figura 29. Matrices para las tipografías lombarda y letra negra, cerca de 1490 (Carter, 2002 [1969], fig. 9).

Figura 30. Uso del molde para la preparación de los tipos (Carter, 2002 [1969], fig 5).

Figura 31. Organización de la caja baja y alta en donde se guardaban los tipos (Víctor de Paredes, 2002 [c. 1680], f. 9).

 

 

 

A mi papá

Agradecimientos

 

ESTE OBRA SE DEBE A LOS ESFUERZOS COORDINADOS DE PERSONAS e instituciones que desde la edición y la historia colaboraron en el ejercicio investigativo y la producción del libro. En primer lugar, gran parte de la reflexión académica se la debo a las enseñanzas y discusiones que tuve con Jaime Borja y Ana María Otero-Cleves, así como a mis compañeros del seminario Nuevas Aproximaciones a la Historia del Consumo, en la Maestría en Historia de la Universidad de los Andes. Asimismo, agradezco a la Biblioteca Nacional de Colombia, el Archivo General de la Nación y al Archivo Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J., por los documentos que pusieron a mi disposición y la amabilidad que siempre caracterizó su gestión.

En segundo lugar, en el ámbito editorial tengo que agradecer a Nicolás Morales Thomas y Juan Felipe Córdoba-Restrepo por su acompañamiento y preocupación durante este proceso de investigación. También debo agradecer la lectura de Mauricio González, quien ayudó a mejorar el estilo narrativo y la calidad de la escritura, así como la colaboración de Jessica Gua- pacho en la preparación de la propuesta para publicación. Por último, debo reconocer la labor editorial e interés en este proyecto editorial de la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, sin su conocimiento y oficio esta obra no habría logrado su publicación.

Introducción

 

EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVVII, EN EL NUEVO REINO DE Granada existió un campo de producción literaria y científica en el cual se enmarcó un tipo de libro característico de la época. Esa clase de libro estaba definida por unos materiales, formas de elaboración, agentes culturales, circuitos de producción e instituciones que, de alguna u otra manera, influyeron en su construcción, conservación, circulación y lectura. Esto se presenta en un escenario en el cual el libro adquiere dos formas: manuscrita e impresa, las cuales tuvieron unas dinámicas colectivas y otras individuales que caracterizaron la cultura del libro de ese momento.

Esta cultura del libro no tuvo que pasar por las transformaciones de la imprenta en el siglo XV para el contexto europeo, pues la llegada del libro al Nuevo Reino de Granada trajo consigo los libros manuscritos e impresos al mismo tiempo. Por esto, el proceso que lleva del siglo XVI al siglo XIX en términos de la cultura del libro es un fortalecimiento paulatino de la idea del impreso como única forma del libro. En este sentido, en el siglo XVII, la idea de libro se divide en estas dos formas, entre las cuales no se presenta una separación muy clara de qué tipo de escrituras o narraciones deben ser comunicadas en cada uno de estos libros.

Asimismo, el libro se une con un ámbito social en el cual se determinan sus usos, formas, temas y jerarquías. En este sentido, a partir de unas condiciones sociales y culturales como la evangelización, la influencia de la religión en muchos aspectos de la vida cotidiana, la tradición educativa y las divisiones sociales, el libro cobra sentido para hombres, mujeres e instituciones1. Es aquí donde la materialidad del libro se mezcla con las manos de artesanos, escribas, autores y lectores quienes hablan sobre su relación con el libro y el papel que este cumple en su cotidianidad.

En esta serie de relaciones entre el libro, distintos grupos sociales, las formas de producción, escritura y lectura, instituciones y materialidad aparece la pregunta central de la investigación, ¿cómo era y qué aspectos materiales, escriturales y funcionales caracterizaron al libro en la segunda mitad del siglo XVII en el Nuevo Reino de Granada2? Por un lado, los géneros de escritura se presentan como elementos esenciales en la creación de los libros, pues en ellos se evidencia un escenario en el cual el objeto, que en un primer momento parece como único y estable, es entendido como el resultado de una diversidad de decisiones que se establecen a partir de posiciones, oposiciones, simpatías y luchas que se explican a través de la diferencia en las formas de escritura y las formas de producción. Para entender este dinamismo fue fundamental recurrir a la sociología, en especial a Pierre Bourdieu (1995) con su concepto de campo de producción cultural, con el cual se pretende explicar cómo se involucra el libro con un entorno social que se encuentra en constante movimiento.

A partir de Bourdieu y de la lógica de los campos, la incógnita por el papel y definición de los géneros se hace fundamental; este propósito se sustenta en la necesidad de darle un carácter histórico a esta división de la producción literaria e intelectual con el objetivo de entenderla en las relaciones que existieron entre cada una de estas narrativas. En el esquema de luchas que el campo de producción cultural encierra, los géneros van más allá de ser formas de escritura historizables, pues, para Bourdieu, representan posiciones y jerarquías dentro de un orden en el cual constantemente se está construyendo una normatividad y la definición de lo que es ser autor. Es así como la búsqueda por la naturaleza de los géneros en el siglo XVII es fundamental para poder entender el escenario social en el cual el libro se escribe y se usa.

Por otro lado, la materialidad del libro juega un papel importante en el objetivo de responder la pregunta propuesta, pues es a través de ella que el objeto muestra los mecanismos, procesos, decisiones y carencias que rodean la labor de hacer libros. A partir de la condición material es posible ver el tipo de libro que predominaba en la época, pues cada sociedad crea los libros según una serie de intenciones, demandas del contexto, tradiciones, formas de producción, materiales, prácticas de lectura y necesidades, entre muchas otras. De esta forma, los libros que se encuentran en el contexto neogranadino durante el siglo XVII presentan unas particularidades que lo hacen diferente de otros libros producidos en otras partes del Imperio y otras que posiblemente lo unan a la producción del libro imperial. Por este motivo, la materialidad guarda las claves para poder entender también las jerarquías, los diferentes órdenes de uso de los libros, la influencia en las formas de producción de discursos hegemónicos acerca de la idea de libro, etcétera.

Para poder realizar tal tarea, se escogió la tradición historiográfica inglesa sobre el libro como una puerta para poder entender las dinámicas que pesan sobre la materialidad del libro. Aunque Roger Chartier ha planteado la necesidad de la discusión sobre la materialidad del libro, es la escuela inglesa la que ha hecho énfasis sobre la información que conserva el objeto. En este sentido, D. F. McKenzie y G. Thomas Tanselle (2009) otorgaron elementos para poder entender la relación entre materialidad, producción y la creación de convenciones culturales que definen las características del objeto. Sin embargo, el estudio de la materialidad por sí misma no da las suficientes herramientas para entender muchas de las formas en que los objetos se "adoptan" por sus lectores o por las personas que los hacen. Por tal motivo fue necesario hacer explícita la manera como las sociedades intervienen en la creación y uso de los objetos a partir de los aportes de Mary Douglas y Baron Isherwood (1996) y Arjun Appadurai (1996), por ser autores cuyos trabajos sobre cultura material tienen un amplio reconocimiento.

De esta manera, esta obra plantea que para entender las dinámicas del libro en el siglo XVII es necesario abordar la materialidad del manuscrito y del impreso en un mismo orden y no como subordinación de uno hacia el otro. Esto se debe a que los dos objetos cumplieron muchas de las funciones que se esperaba que el libro tuviera para la época, compartieron tipos de escritura y las relaciones que entre ellos existieron fueron más allá de entender el libro manuscrito como una etapa en la producción del impreso. Las razones son que para la época aún estaban vigentes tradiciones culturales provenientes de la Edad Media en medio de las órdenes, las cuales utilizaron el manuscrito como mecanismo de comunicación de libros que no debían entrar en una esfera más amplia o que debían ser mantenidos en secreto. Además, tanto manuscritos como impresos compartieron unos mismos "géneros" y en muchos casos evidencian tradiciones escriturales que se mueven de un lado al otro de la materialidad como fueron los sermones, tratados de teología, la poesía y las vidas ejemplares.

Con esto en mente, se intentó crear un conjunto de herramientas teóricas que dieran respuesta a los diferentes órdenes involucrados en una vida social del libro y sus diversas dinámicas, pues como se verá, la existencia del libro abarca y atraviesa diferentes territorios sociales, narrativos y, para el caso del libro español en el siglo XVII, geográficos. Al respecto, G. Thomas Tanselle (2009) no podría decirlo mejor:

Los artefactos son extensiones de los cuerpos de aquellas personas que los producen, encarnaciones de pensamientos enviadas dentro del mundo. Esto se lleva a cabo cuando estos objetos se convierten en parte del ambiente físico percibido por otros, quienes en algunos casos ponen sus marcas en ellos3.

(LOC. 1713, TRADUCCIÓN LIBRE DELAUTOR)

Por esta razón, la historia del libro se une y complementa una historia intelectual, la historia de la ciencia, de la literatura, la educación y una historia social y económica, entre otras menos cercanas.

Es así como las raíces de una escritura de la historia del libro para esa historiografía colombiana hay que encontrarlas en otros lugares, pues la historia del libro en esta tradición aún no ha logrado consolidar un cúmulo fuerte de trabajos. Sin embargo, hay dos historiadores que marcaron un inicio interesante en la historia del libro en América Latina, ellos son José Toribio Medina y Tarcisio Higuera. El primero publicó en 1952 su obra La imprenta en Bogotá y la Inquisición en Cartagena de Indias, con la cual se inaugura una tradición historiográfica sobre el libro que tendrá como eje la imprenta en el siglo XVIII y la censura. El segundo, Tarcisio Higuera, en la misma línea del primero publicó el libro La imprenta en Colombia en el año de 1970. Estos dos trabajos muestran un interés particular por el siglo XVIII y, por lo tanto, unos estudios en donde el libro impreso adquiere un papel central. Es una constante en muchos trabajos sobre la historia del libro, una tendencia exclusiva hacia el libro impreso, lo cual representa una permanencia de la cultura del impreso en el abordaje de la historia del libro.

Para los siglos XVI y XVII, los aportes a la historiografía sobre este tema están centrados, en primer lugar, en esfuerzos sobre las particularidades del discurso y producción escritural de los textos. Entre los trabajos que se pueden contar en esta área están Un nuevo reino imaginado. Las elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos de Luis Fernando Restrepo (1999); Los indios medievales de fray Pedro de Aguado. Construcción del idólatra y escritura de la historia en una crónica del siglo XVI de Jaime Humberto Borja (2002). Asimismo, es necesario resaltar el aporte que Renán Silva (2004) ha hecho a la construcción de la educación colonial como un campo en el cual se involucra el libro dentro de unas formas y dinámicas relacionadas con la escolástica.

Por otro lado, el siglo XVIII ha acarreado numerosos trabajos tangenciales a la historia del libro, los cuales han estado anclados en una historia intelectual, una historia de la ciencia o una historia social de los intelectuales, pero que, de muchas formas, aportan a una comprensión del fenómeno en ese contexto. En este sentido los trabajos de Renán Silva (2002) y Mauricio Nieto (2005) sobre los intelectuales neogranadinos funcionan como ejemplo de estudios que parten más allá de las fronteras de la historia del libro y que han aportado algunos elementos para analizarla.

Para este periodo es necesario resaltar los trabajos realizados por Francisco Ortega (2012) sobre la consolidación de la opinión pública en las gacetas del Imperio español (finales del siglo XVIII), con el objetivo de mostrar una comunicación que atravesaba el globo alimentando las diferentes publicaciones de las principales ciudades españolas en ultramar. Estos trabajos están inscritos en formas de comunicación que caracterizaron desde el siglo XVII la formación de las primeros periódicos en Inglaterra, experiencia que un siglo después aparece dentro de las fronteras del Imperio español. Este contexto de finales del siglo XVIII ha sido estudiado también en otros países latinoamericanos con el objetivo de encontrar las raíces de los procesos de la independencia en las publicaciones ilustradas, este es el caso del libro La fuerza de la palabra impresa. Carlos María de Bustamente y el discurso de la modernidad de Roberto Castelán Rueda (1997).

Asimismo, los trabajos de Carlos Alberto González (2003), Idalia García Aguilar y Pedro Rueda Ramírez (2010) y Cristina Gómez Álvarez (2009) han aportado nuevos elementos y temas para el caso del Virreinato de Nueva España. En el caso del Virreinato del Perú, los trabajos de Tedoro Hampe (1990-1991) sobre circulación del libro e Inquisición son bastante reconocidos. De la misma forma pasa con el texto Censura, libros e inquisición en el Perú colonial 1570-1754 del historiador Pedro Guivobich Pérez (2003). Esta producción reitera la centralidad que la censura y los procesos de impresión han tenido para la historiografía del libro en el periodo colonial y en el siglo XVIII. Sin embargo, estos trabajos han continuado con la costumbre de abordar la circulación de libros desde la censura y el control, cuando sería conveniente poner en tela de juicio la efectividad de esas restricciones. Es decir, mirar la circulación del libro no tanto desde las condiciones de restricción, sino desde las condiciones de posibilidad que dan las formas de producción.

Para el caso del siglo XIX, los trabajos de Carmen Elisa Acosta (1999) sobre la historia de la lectura en Santafé de Bogotá son una referencia obligatoria, pues a través de ellos se comienza a ver una importancia por una cultura del libro particular de la época. De igual forma, los trabajos sobre los viajeros científicos de este siglo entran a formar parte de la comunicación de la ciencia y, por consiguiente, de la presencia y uso del libro en la época (Pérez, 2002). Por último, han comenzado a ser publicados algunos trabajos sobre lo cultural del libro en el siglo XIX y principios del siglo XX, entre algunos de los trabajos están El corazón y la norma. Aproximaciones al canon conservador del siglo XIX de Andrés Gordillo (2000) y El obrero ilustrado. Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929 de Ángela Nuñez (2006).

En general, los estudios sobre la historia del libro se pueden clasificar -en el espectro de países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos- en cuatro grandes temas: la historia de la imprenta, los autores, las prácticas de lectura y el futuro del libro. En medio de una producción que, a pesar de llevar unas décadas de fortalecimiento (aunque sus raíces podrían estar en prácticas bibliográficas provenientes del Renacimiento), cuenta con centros de estudio consolidados en universidades inglesas, canadienses y estadounidenses, entre otras; un amplio repertorio de autores y trabajos en diferentes campos, y programas de posgrado. Los autores más representativos que se pueden encontrar al respecto son Robert Darnton, Roger Chartier, D. F. Mackenzie, Harold Love, Fredéric Barbie, Lynn Hunt y G. Thomas Tanselle, cuyos aportes van desde la historia de las prácticas de lectura; la historia social de la comunicación, de las formas de producción y de los discursos; historia de la imprenta, y la historia material del libro.

En este sentido, un campo con semejante dinamismo y amplitud sigue buscando nuevos lugares a los cuales expandir sus límites, por eso temas como la historia de las bibliotecas; la historia del mercado del libro y la historia de las editoriales se plantean como nuevas apuestas en algunos contextos académicos. Para el caso de América Latina, se deben reconocer las contribuciones que se están haciendo en la consolidación de este campo desde distintas perspectivas; por ejemplo, estudios sobre el comercio del papel en Argentina, la historia de la impresión en España, el comercio del libro en Perú, entre otros. Entre los más reconocidos exponentes al respecto se podría citar el caso de Rolena Adorno, y los citados Teodoro Hampe y Carlos Alberto González.

En este panorama tan amplio de estudios, el libro cada vez cobra más centralidad, por eso esta investigación pretende mostrar cómo era esa diversidad de la cultura del libro en el siglo XVII a partir de cuatro situaciones específicas. En primer lugar, y como primer capítulo de la investigación, se presenta un acercamiento a las dinámicas del libro en un horizonte en el cual los libros manuscritos ocupan un lugar central en la explicación de la historia de este objeto. Con este objetivo se termina haciendo una recuperación del lugar del manuscrito en el siglo XVII, así como evidenciando la tradición impresa del libro que ha definido gran parte de los estudios sobre la historia de la literatura. Desde este primer instante aparece la discusión sobre la definición del concepto de "género" en la época, pues se propone que a través de ellos se pueden entender las posiciones que ocupan algunos agentes dentro del campo de producción cultural.

El segundo capítulo se propone describir la materialidad del libro en el siglo XVII, teniendo en cuenta los procesos de escritura en pluma, la historia del papel, las encuadernaciones y la marginalidad. De esta forma, se pretende evidenciar la importancia del libro como objeto para una cultura letrada y su elaboración a partir de consideraciones que involucran el tipo de escritura, la lógica de los objetos y unas tradiciones artesanales de antigua data. Asimismo, la relación entre materialidad y género aparece como una pieza clave para entender las jerarquías del libro en la época.

En el tercer capítulo se trabajan algunos elementos que definen el campo de producción cultural, como las características que definen el ideal de hidalguía, la influencia de las órdenes en la educación de los letrados, las formas de escritura características de la época, entre otros. Esto con el fin de estudiar los agentes que se llamaban "autores" en la época, sus oficios y espacios sociales en donde habitaban. De esta manera, se puede analizar el escenario donde se desenvuelven los autores en relación con la circulación del libro.

Por último, el cuarto capítulo recorre los procesos de producción de cinco impresos escritos desde el Nuevo Reino de Granada en un taller de impresión español. De esta forma, se observa el proceso de aprobación y censura que tuvieron que pasar las solicitudes de impresión de libros provenientes de ultramar. Igualmente, se estudia la agencia que dentro de este proceso tienen las órdenes religiosas, en este caso los jesuitas, quienes aparecen como promotores y gestores de todo un movimiento cultural que podría servir para identificar las prácticas de lectura inscritas en los viajes del libro.

Capítulo 1
 

Libros en las sombras y libros migrantes:
la vida material de los libros en el siglo XVII

 

EL 27 DE OCTUBRE DE 1650, DON JUAN FLÓREZ DE OCARIZ SAL de su casa ubicada en una de las esquinas de la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá, precisamente aquella ubicada sobre la calle de la Concepción. En una de sus manos llevaba una carta sellada en donde respondía a las solicitudes que días atrás los funcionarios del Cabildo habían hecho formalmente. A pesar de esto, seguramente Ocariz conoció los requerimientos del Cabildo por rumores en reuniones y encuentros anteriores a la misiva oficial. Mientras atravesaba la plaza no dejaba de calcular el tamaño de la empresa que había decido aceptar; sabía de antemano que no sería capaz de llevar a cabo semejante trabajo sin la ayuda de su hijo o de otros escribanos del Reino.

Dos décadas después de la muerte del padre Pedro Simón (c. 1628), provincial de la orden de los franciscanos, los alcaldes ordinarios Francisco de Colmenares y Martín de Urquijo y Mendoza habían hecho explícita la necesidad de continuar y terminar la obra inconclusa del sacerdote. Tan solo uno de los tres tomos de Noticias historiales logró finalizar su proceso y volvió impreso al Nuevo Reino de Granada. Los otros dos quedaron "menos perfeccionados y con algun escrupulo de noticias"; asimismo, ha "faltado quien acuda a ello, y de donde suplirse el costo de la ympresion" ("que Don Juan Flórez de Ocariz componga la historia de las Conquistas del Nuevo Reyno de Granada con proposicion del cavildo de Santafe", 10 de octubre de 1650, RM 303, f. 106); en otras palabras, aún estaban en su forma manuscrita. Para llevar a cabo tal objetivo, los oficiales del Cabildo fueron en busca de Flórez de Ocariz, pues para ellos

no ay otro mas a proposito ni que lo pueda hacer mas bien que Don Juan Flórez de Ocariz scrivano de Camara mas antiguo en esta Real Audiencia cuyo continuo desbelo y studio en papeles le tiene advertido de todas las particularidades siendo el fundamento su conocida y mucha capacidad.

(F. 106R)

El proyecto que comenzó como la labor de completar, revisar y llevar a la imprenta los dos tomos finales de las Noticias historiales terminó siendo el inicio de la construcción de Genealogías del Nuevo Reino de Granada (1674). Esta obra consumió los siguientes veinticinco años de la vida de Flórez de Ocariz; posiblemente gracias a ella construyó parte de su biblioteca personal de 310 títulos y fue probablemente fuente de la fortuna que pudo acumular en bienes y objetos4. De igual forma, la elección de Flórez de Ocariz para realizar esta labor descansaba básicamente en la cercanía y estudio que había dedicado a la búsqueda de las genealogías de los habitantes del Nuevo Reino.

Un ejemplo de este interés se puede encontrar en el libro manuscrito El fuero, franquezas y libertades de los cavalleros y hijodalgos del señorio Viscaya, autorizado el 23 de octubre de 1648, hecho por Flórez de Ocariz a partir del libro impreso homónimo publicado en Bilbao por Pedro de Hyudobro en 1643. Este libro impreso aparece en el inventario de la biblioteca personal de Flórez de Ocariz, realizado en el año de su muerte, 1692; en el decreto de aprobación de la versión manuscrita se lee lo siguiente: "Yo Don Juan Flórez de Ocariz scrivano de cámara del Rey nuestro señor en su audiencia y chancilleria Real de este Nuevo Reyno de Granada en cumplimiento de lo proveydo hize sacar y saque la copia que se pide" (f. 2-2r)5.

Aunque el proceso de elaboración de las Genealogías