Diseño de portada: Álvaro Jasso
Primera edición, septiembre 2012
©Mario Cantú
© Publicaciones Malaletra Internacional
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La adquisición de esta obra no incluye los derechos para llevarla a escena. Para adquirir los derechos escribir a mtoscano@intercable.net.
Ignacio Mariscal 148-3 Col. Tabacalera, México, D.F.
Hecho en México
Se graduó de la licenciatura en Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León en 1997. Ha tomado cursos con maestros como Coral Aguirre, Jean-Marie Binoch, Euginio Barba y Julia Varley. De 1998 a 1999 fue becario del Centro de Escritores de Nuevo León. Hizo un taller de guión y realización cinematográficas con el cineasta Pascal Aubier en la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en Cuba, en 2001. En 1998 recibió el Premio Nacional Obra de Teatro que otorgan el Instituto Nacional de Bellas Artes y el gobierno del estado de Baja California. En 2000 obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Dramaturgia "Teatro Nuevo", organizado por la Sociedad General de Escritores de México y el Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Ha sido jurado en los concursos Premio Nacional de Dramaturgia UANL 2004 y Premio Nacional de Dramaturgia "Víctor Hugo Rascón Banda" 2005. Sus obras se han montado en ciudades como Monterrey, Distrito Federal, Guadalajara, Puebla, Tuxtla Gutiérrez, Tepic, Tampico, Torreón, Durango, ciudad Juárez y Tijuana. Además de un par de montajes en el extranjero: Murcia, España (1998), y Lima, Perú (2004).
Las estructuras del teatro mexicano contemporáneo se basan más en la forma que en lo que se quiere decir de fondo, sin que esto sea peyorativo para el desarrollo del mismo porque en la buena dramaturgia, esa forma es parte de ese fondo.
Hoy, estamos ante un libro que magistralmente trabaja la forma para llegar al fondo. Es como esas tácticas de actuación cuyas teorías están ya pasadas de moda, pero que empiezan por el afuera para terminar con un personaje entrañable. Dixit de Antony Hopkins.
Mario Cantú Toscano es un creador que entiende perfectamente que lo que no se ve es lo que importa. Y una manera de ocultar eso es a través de una cotidianidad más que extraña, más que teatral, más que incitadora a la creación.
En Memorama, Cantú conjunta una serie de sucesos en la mente del espectador, a través de los razonamientos atrofiados de sus personajes. Acosta es un héroe trágico contemporáneo, que logra hacer contacto con la realidad a través de la pérdida de la misma. Tiene problemas de memoria a corto plazo. Y eso es muy conveniente para que Martín teja sus redes alrededor de su también estropeada mente. Es una lucha constante entre lo que creen que debe ser, y lo que en verdad es. Es ir de un estado mental a otro, de una vida alterna a una vida paralela, pero siempre sin perder la conciencia de que son unos monstruos que deben existir para que la sociedad funcione. La expectativa siempre presente hace que Memorama sea una obra irresistible, tanto para el creador, como para el espectador. La obra es el ejemplo perfecto para entender la peripecia en el drama.
En Nuestra perversión el autor camina por un sendero peligroso no nada más para la teatralidad, sino para la vida misma. ¿Quien juzga que el amor tiene que ser entre dos?
Tal vez esa sea una pregunta que tendríamos que resolver al leer esta historia que nos plantea la vida entre tres. Porque finalmente los personajes lo tienen claro, pero tienen que vivir con "el maldito pudor establecido por un ente invisible que acota". Los personajes se sienten bien, intentando amarse sin amor, porque esa es la regla número uno: no enamorarse. Dice Joaquín: ¿Tienes honor o no tienes honor? ¿Eres coherente? Querías destruir un matrimonio y una amistad de años por el amor, pero es un amor que sólo tú sientes. ¿Dónde está ahí la felicidad para todos? ¿No es egoísmo?
Tal vez podríamos concluir que si el amor no existiera, habría un mayor número de seres humanos felices.
Además, címo no sucumbir a una historia cuyo primer parlamento es: Te quieres coger a mi vieja. Ojo, no es pregunta, es afirmación.
Nuestra perversión no es nada más un título. Es la perversión conjunta del autor, del espectador, y claro, de los personajes, pero ellos nacen y mueren constantemente. Los perversos somos nosotros. ¡Excelente!
En Golem hay una propuesta diferente a la que Cantú nos tiene acostumbrados, pero no por eso menos efectiva dramáticamente. En un mundo creado aparentemente en otra dimensión, cuatro personajes con nombres bíblicos conviven en un limbo tan incomprensible como el que desapareció la iglesia católica. Y la única esperanza de estos cuatro científicos, paradójicamente, es un ser que no pueden ver y que se llama Abraham. Todo es un desastre. Por eso es normal que la teoría de las catástrofes sea la especialidad de Samuel, el jefe de la estación. El científico que lleva la voz cantante en esta historia. Golem deja claro que la ciencia es peligrosa. Dice Sonia: ¿Tú crees que el genoma es uno de los grandes descubrimientos del nuevo siglo? Puede servir para la medicina; pero también puede ser una herramienta de control, de dominación.
Golem es una disertación científica. Es un cuento más de ciencia que de ficción, es la prueba perfecta de que la ciencia puede llegar a ser un verdadero invento que no sirve para nada. Vale la pena Golem...
Cantú Toscano tiene la virtud de pensar en la escena cuando escribe. Su sentido del humor, ácido, regenera todo el tiempo la acción de la escena. El montaje de sus obras implica un estado de alerta por la capacidad de acción, -a veces paralizada por lo que los personajes están comprendiendo. Cantú no es un dramaturgo para leerse, es para llevarse inmediatamente al escenario. ¡Esperemos que este libro lo lean muchos buenos directores!
Daniel Serrano
Tijuana, B.C. a 26 de Agosto de 2012
Acto único
23 de junio - 17:36 horas
SAMUEL: Bienvenido David.
DAVID: ...
SAMUEL: ¿Estás bien?
SARA: ¡Cómo va a estar bien! Se está congelando. Te voy a traer un té.
SAMUEL: Siéntate... o recárgate, no sé, lo que quieras, como te sientas más cómodo.
DAVID: G... gr... gracias...
SAMUEL: ¿Te falta el aire?
DAVID: Me... me... no estoy bien...
SAMUEL: Es la altura, estamos a tres mil metros sobre el nivel del mar. Ya te acostumbrarás. Todos la primera vez sufrimos, pero en un par de semanas estarás aclimatado.
SARA: Ten David.
DAVID: ...
SAMUEL: Ella es Sara. Yo soy Samuel. Supongo que Abraham te dijo algo sobre nosotros.
DAVID: Ni... ni... una... palabra...
SAMUEL: Mejor quítate el abrigo. Aquí la calefacción está muy alta, no te vayas a sofocar.
DAVID: ¿Y ella quién es?
SAMUEL: Sonia.
DAVID: ¿Le pasa lo mismo que a mí?
SARA: No, ella lleva un año aquí.
SAMUEL: No hagas caso. Está un poco alterada, pero ya se le pasará.
DAVID: ¿Qué está murmurando? Parece que no se siente bien.
SAMUEL: ¿Qué te dijo Abraham sobre este lugar?
SARA: ¿Hablaste con Abraham?
SAMUEL: Todos hemos hablado con Abraham.
SARA: ¿Viste a Abraham?
DAVID: ¿Qué es?
SARA: Té de hoja de coca. No sólo te dará calor, sirve para la altura.
SAMUEL: ¿Fuiste a la oficina azul? ¿Lo viste?
DAVID: Ella no se ve bien. ¿Cómo dices que se llama? Me parece conocida.
SARA: Sonia. Yo soy Sara y él es Samuel. ¿La conoces?
DAVID: No, creo que no...
SONIA: (Explotó... yo lo vi... explotó, así nada más...)
SAMUEL: Pues bien. Ésta es la estación. Hacia allá están las habitaciones, hacia ese otro lado están la cocina y la bodega. ¿Te dijeron cuál era tu misión?
SARA: A todos nos dicen lo mismo.
SAMUEL: A mí me dijeron más, me dieron el cargo de...
SARA: Eso dices tú.
DAVID: Ni siquiera me dijeron que haría este frío.
SARA: Y eso que es junio. Es la única época del año en que se puede salir sin congelarse. Por eso los reemplazos se hacen en junio. Uno llega y otro se...
SAMUEL: Yo soy el jefe de esta estación.
SARA: Eso dices tú.
SAMUEL: Abraham me dio el cargo. ¿Conociste a Abraham? ¿Lo conociste, David? ¿Te dio alguna instrucción específica?
SONIA: (Se hizo pedazos... explotó... se hizo puré...)
DAVID: Yo... ¿qué es eso?
SAMUEL: Esto es el centro de la estación, la pieza fundamental, la razón por la que estamos aquí.
SARA: Es una computadora, parezca lo que parezca.
DAVID: ¿Una computadora? ¿Pues de qué año es? ¿Cuánto tiempo tiene esta estación? Ni siquiera tiene teclado.
SAMUEL: A esta computadora llegan una serie de datos. Cada intervalo de tiempo, que puede ser entre los veintisiete y los cuarenta y tres minutos, llega un serial numérico precedido por una letra griega. Nuestra labor, tu labor, es anotar esos números y llevar un registro. Éstas son las cajas donde se guardan los registros.
DAVID: ¿Y para qué sirven?
SAMUEL: Cada cierto tiempo vienen por ellos y se los llevan a la central para ser analizados.
SARA: Eso dices tú.
SAMUEL: Eso dice Abraham.
SARA: Desde que yo estoy aquí, nadie ha venido por esos archivos.
DAVID: ¿Y por qué no se imprimen o se envían por satélite o...? ¿Por qué llegan aquí esos datos?
SARA: ¿Ves? A todos nos dieron la misma información.
SAMUEL: ¿Conociste a Abraham?
DAVID: Creo que la tecnología ya ha avanzado lo suficiente como para...
SAMUEL: Este programa es muy antiguo, como podrás darte cuenta por la computadora. No se ha podido cambiar el equipo porque se perderían estos valiosos datos.
SARA: Eso dices tú.
SAMUEL: Yo soy el jefe de esta estación. A mí me dieron este cargo.
DAVID: ¿Y siempre son cuatro los miembros de la estación?
SAMUEL: Así es.
SONIA: Pedazos... muchos pedacitos esparcidos por el suelo...
DAVID: ¿A quién estoy reemplazando? No me crucé con nadie cuando me trajeron.
SAMUEL: ...
SARA: ...
SONIA: (Vete de aquí, vete...)
DAVID: ¿Perdón?
SAMUEL: Está alterada, ya se le pasará, no le hagas caso. De pura casualidad... ¿no eres médico?
DAVID: No... ¿"Emet"?
SAMUEL: ¿Cómo?
DAVID: Ahí, en la pared. Dice "Emet". ¿Qué quiere decir?
SARA: A ver, Samuel, dile. ¿O nunca te lo dijo Abraham?
SAMUEL: Abraham no tiene por qué saberlo. Así estaba escrito cuando yo llegué. Nadie sabía quién o por qué lo pusieron. Como te podrás dar cuenta, está rayado con un objeto punzo-cortante, un cuchillo tal vez. A veces a los miembros de la estación no aguantan el encierro y pueden perder la calma, pero tenemos medicamentos para eso, no te preocupes. ¿No eres farmaceuta o químico o algo? Abraham dijo que nos iba a mandar a alguien que...
DAVID: ¿Se pueden comunicar con Abraham?
SARA: Se supone, pero hasta la fecha...
SAMUEL: Este teléfono rojo es el único medio de comunicación que tenemos con el exterior. Pero hay que marcar una clave. Y sólo el jefe de la estación la tiene.
DAVID: ¿Y si al jefe de la estación le pasa algo?
SAMUEL: ¿Me estás amenazando?
DAVID: No... yo sólo...
SONIA: (Vete de aquí, hay algo afuera, algo horrible...)
SARA: ¡Sonia, cállate! Ya te oí.
DAVID: Perdón, era sólo una pregunta, no quise... es que siempre debe haber un plan de emergencia, ¿no?
SAMUEL: Aquí no hay ninguna emergencia.
DAVID: ¿A quién reemplacé?
SONIA: ¡Hay algo afuera! ¡Es cierto!
SARA: ¡Cállate!
SAMUEL: Sara, no la lastimes.
DAVID: Es que no vi que nadie saliera...
SARA: A ver, llama a Abraham para que él le explique lo que pasó. A ver, llámale.
SAMUEL: Es sólo para emergencias. Todo está bajo control. Yo soy el jefe de...
SARA: ¿Y por qué él no llama? Yo nunca he oído que suene. Lo más probable es que ni siquiera funcione.
DAVID: ¿Qué le pasó al anterior?
SONIA: ¡Explotó! ¡Se hizo pedacitos!
SARA: ¡Cállate!
SAMUEL: ¡Sin golpes, Sara! David, ¿seguro que no eres médico?
SARA: Nadie nunca ha visto a Abraham. ¿Tú lo viste, David? Pasaste al cuarto azul, ¿pero lo viste? Todos pasamos al cuarto azul y oímos su voz, pero ¿tú lo viste?
DAVID: Se está asfixiando.
SAMUEL: ¡Sara, suéltala!
SARA: Admítelo, Abraham no existe. Todo es un inve...
Todos:¡!
SARA: ¡Yo contesto!
SAMUEL: ¡Nadie puede contestar, salvo el jefe de la estación!
SARA: Levanta el auricular... levántalo.
SAMUEL: ...
SARA: ¿Y...? ¡Contesta! ¡Habla, di algo! ¡Pásamelo! Quiero hablar con él.
SAMUEL: ...
SARA: Col... colgaste... ¿por qué colgaste?
SAMUEL: Ven, David, te mostraré tu habitación.
3 de septiembre, 03:14 horas
DAVID: ...
SAMUEL: ¿Qué pasa?
DAVID: Van a ser las tres y cuarto. Me dijiste que viniera a las tres y cuarto. ¿Es cambio de turno? ¿Ya me toca?
SAMUEL: No, yo estoy en turno, pero te necesito para algo más.
DAVID: ¿Qué haces?
SAMUEL: No me puedo mover del sitio porque los datos están por llegar. Los víveres llegan en unos minutos más. Te toca ir a la bodega y abrir la compuerta para que puedan entrar. Recuerda que tiene que ser muy exacto porque si la abres muy tarde puede fallar y caer fuera de la bodega, y nos quedamos sin víveres por un mes. Si la abres con mucha anticipación, nos congelamos.
DAVID: ¿Son ecuaciones?
SAMUEL: ¿Me estás escuchando?
DAVID: No sé mucho de matemáticas, pero parecen fórmulas probabilísticas.
SAMUEL: Mírame... hace tres meses que estás aquí, ya es tiempo de que asumas otras obligaciones, igual que los demás. Primero tienes que...
DAVID: El mes pasado acompañé a Sonia, sé cómo se hace.
SAMUEL: ...
DAVID: ¿Qué estás calculando?
SAMUEL: ¿Quién es el jefe de la estación?
DAVID: Tú.
SAMUEL: ¿Quién hace las preguntas?
DAVID: ...
SAMUEL: ¿Me tienes miedo?
DAVID: No...
SAMUEL: Platicas bien con Sara y con Sonia, pero a mí muy a penas me diriges la palabra.
DAVID: Un poco... pero no es miedo...
SAMUEL: Casi nunca me miras de frente. ¿Eres gay?
DAVID: ¿Qué? No... yo no... lo que pasa... digo... ¡no!
SAMUEL: ¿Qué hacías antes de venir a la estación? ¿Cuál era tu profesión? Pareciera que sabes un poco de todo lo que comentamos, pero luego no tienes idea de las cosas básicas de la ciencia.
DAVID: ¿Sara y tú...?
SAMUEL: Eso no te interesa.
DAVID: Ella dijo que te conocía.
SAMUEL: