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Primera edición 2016
ISBN 978-958-8843-46-9
Silvana Franco R., MD., Esp.
Andrea Restrepo Castaño, MD.
Alejandro Giraldo Cardona, MD., Esp.
Simón Agudelo
José Alberto Correa V. MD., Esp.
Andrea Restrepo Castaño, MD.
Panamericana Formas e Impresos S.A.
Hecho en Colombia/Manufactured in Colombia
Corporación para Investigaciones Biológicas
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Medellín, Colombia.
La CIB es una entidad científica y académica creada el 21 de agosto de 1970 en la Universidad de Antioquia. Su primer laboratorio, independiente de la Universidad, inició labores en 1978, en el Hospital Pablo Tobón Uribe de Medellín. En 1995, la institución construyó su propia sede, un edificio de cuatro pisos (3.800 m2), en el cual se alojan el Fondo Editorial, el área administrativa, varios laboratorios de investigación y diagnóstico, un insectario, un bioterio, y las instalaciones requeridas para esterilización y preparación de medios de cultivo y reactivos.
Cuando usted adquiere un libro del Fondo Editorial de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB), contribuye a la investigación científica en las áreas médica y biotecnológica.
La CIB es una institución privada, sin ánimo de lucro, dedicada a:
La CIB trabaja permanentemente en la formación de universitarios interesados en la investigación que proceden de varias universidades del país, y promueve su desarrollo en la disciplina científica. En programas de posgrado (maestrías y doctorados) tiene acuerdos de sociedad con la Universidad Pontificia Bolivariana, Universidad de Antioquia, Universidad del Rosario y Universidad Nacional de Colombia. En pregrado, capacita a médicos, biólogos, bacteriólogos, microbiólogos y auxiliares de laboratorio.
Las investigaciones de la CIB se traducen en artículos científicos publicados en revistas indizadas, nacionales e internacionales, lo cual contribuye con el progreso de la ciencia mundial desde el ámbito latinoamericano. Los investigadores de la CIB participan, como autores y editores, en varios de los libros del Fondo Editorial que hoy cuenta con más de cincuenta títulos.
La CIB proporciona, a médicos y laboratoristas, ayuda en la ejecución y elaboración de exámenes diagnósticos especializados, en el campo de las enfermedades infecciosas. Además de los exámenes microbiológicos tradicionales, la CIB ofrece pruebas inmunológicas y moleculares, así como nuevas pruebas basadas en tecnologías rápidas (p. ej., PCR) que son de gran utilidad diagnóstica. Igualmente ha desarrollado pruebas rápidas para el aislamiento e identificación de micobacterias, así como para la determinación de la sensibilidad a medicamentos antituberculosos y antifúngicos, únicos en el país por su rapidez y confiabilidad.
En la CIB creemos que la investigación representa un esfuerzo coordinado entre pares investigadores, jóvenes investigadores y estudiantes, auspiciado y coordinado por instituciones interesadas en el avance científico y tecnológico del país. La CIB abre caminos para los jóvenes interesados en la investigación y les ofrece acompañamiento en su trabajo, de manera que hacer ciencia se convierta para ellos en un proyecto de vida.
A continuación presentamos las unidades de investigación del área de la salud de la Corporación:
Micología médica y experimental. Respaldada por la Universidad de Antioquia y la Universidad Pontificia Bolivariana, es considerada centro de referencia nacional para el estudio y diagnóstico de las micosis, con más de treinta años de experiencia en el desarrollo de nuevas herramientas para el diagnóstico rápido y oportuno de estas enfermedades, lo que se traduce en beneficios para los pacientes.
Bacteriología y micobacterias. Con el apoyo de la Universidad Pontificia Bolivariana, tiene una trayectoria de trabajo de más 20 años de experiencia, durante los cuales ha implementado métodos que permiten el diagnóstico rápido de la tuberculosis y la determinación de resistencia a Mycobacterium tuberculosis a los medicamentos específicos.
Biología celular y molecular. Con más de 15 años de experiencia en programas referentes a la aplicación de la biología molecular y la genética de los agentes causales de micosis sistémicas, incluyendo la participación en el desarrollo del genoma del hongo patógeno humano Paracoccidioides brasiliensis. Cuenta además con una línea de investigación en hipertensión y riesgo cardiovascular, la cual se ha enfocado en el estudio de las causas genéticas de la hipertensión esencial y de los factores de riesgo cardiovascular.
Unidad clínica y de investigación en micosis y tuberculosis. La Unidad Clínica tiene como objetivo la atención de pacientes con enfermedades producidas por hongos y micobacterias, principalmente, con el fin de optimizar su diagnóstico y tratamiento a través de estudios nacionales e internacionales que conducirán al desarrollo de nuevos medicamentos, nuevos protocolos y nuevas herramientas diagnósticas. El trabajo de la Unidad Clínica se hace en convenio con hospitales como el Hospital La María de Medellín.
La CIB también trabaja en la evaluación de bacterias y hongos utilizados en la producción de bioinsecticidas, así como en el desarrollo de plantas modificadas genéticamente para que se hagan resistentes a plagas y enfermedades. Énfasis especial se da al desarrollo de proyectos que buscan el conocimiento, la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad de Colombia. Estos y otros proyectos de investigación, así como la prestación de servicios derivados de estos desarrollos, son adelantados por grupos de investigación en Fitosanidad y Control Biológico, Biotecnología Vegetal, Biodiversidad y el Laboratorio Central de Servicios, que presta apoyo en el área de diagnóstico y control para los sectores agroindustrial y agropecuario.
Si desea conocer más sobre las líneas de investigación y los servicios de diagnóstico ofrecidos por la CIB, por favor ingrese a nuestra página web www.cib.org.co
Queremos con este libro dar a nuestros médicos indicaciones claras y concisas de cómo enfocar, tratar y seguir a los pacientes con enfermedad tiroidea.
Van a encontrar información explícita respaldada por la experiencia y conocimiento de expertos en el tema quienes además de los textos nos regalan al final de cada capítulo una serie de preguntas basadas en casos clínicos que van a ayudar a afianzar nuestros conocimientos.
Esperamos que este libro, Aspectos Claves Tiroides, contribuya a la mejor formación de los estudiantes de medicina y a la actualización de médicos generales y especialistas.
Silvana Franco R., MD., Esp
Directora Fondo Editorial
Dedicado con mucho amor y gratitud a
Alfonso, Alicia y Juan Felipe
Carlos Alfonso Builes Barrera
A cada uno de los soñadores que participó en este proyecto.
A cada paciente que nos ha enseñado y motivado a ser mejores.
A cada estudiante, médico y personal de salud que se interesa por aprender y nos motiva a seguir compartiendo.
A Lucía y Elena- motores de vida para nuestra familia.
A mis Maestros
A mi familia.
Carlos Alfonso Builes Barrera
Abelardo Montenegro Cantillo.
Médico internista, FACP. Universidad de Caldas. Profesor asistente de medicina. Universidad de Manizales. Manizales, Colombia.
Adonis Túpac Ramírez C.
Cirujano de cabeza y cuello. Clínica Medilaser Neiva. Profesor de cirugía. Universidad Surcolombiana. Neiva, Colombia.
Alejandro Román-González.
Médico internista, endocrinólogo. Universidad de Antioquia. Miembro asociado Asociación Colombiana de Endocrinología. Hospital Universitario San Vicente Fundación. Medellín, Colombia.
Alejandro Vélez Hoyos.
Profesor titular de patología. Universidad Pontificia Bolivariana y CES. Profesor endocrinología y metabolismo. Universidad de Antioquia. Patólogo. Hospital Pablo Tobón Uribe y Dinámica IPS. Medellín, Colombia.
Alvaro Enrique Sanabria Q.
MD, MSc, PhD, FACS. Cirujano de cabeza y cuello. Hospital Pablo Tobón Uribe. Docente del departamento de cirugía. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
Antonio Carlos Toro O.
Psiquiatra. Docente servicio de psiquiatría. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
Carla Lorena Macchia.
Médico. Universidad de Buenos Aires (Argentina). Ginecóloga y obstetra especialista en endocrinología ginecológica y reproductiva (SAEGRE, Argentina). Ginecóloga de planta Hospital Universitario F. Troconis. Santa Marta, Colombia. Docente catedrática medicina de la mujer. Universidad del Magdalena (UNIMAG). Miembro asociado ACE. Santa Marta, Colombia.
Carlos Alfonso Builes Barrera.
Médico internista. Universidad de Antioquia. Endocrinólogo. Universidad Militar Nueva Granada. Endocrinólogo de adultos. Hospital Universitario de San Vicente Fundación. Docente. Universidad de Antioquia (sección de endocrinología). Grupo de endocrinología y metabolismo. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
Catalina Isabel Tobón.
Médica y cirujana. Universidad de Antioquia. Especialista en medicina interna. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
Catalina Rúa Marín.
Especialista en medicina interna y endocrinología. Universidad de Antioquia. Endocrinóloga de adultos. Hospital Universitario de San Vicente Fundación. Medellín, Colombia.
Clara María Arango Toro.
Medicina interna y endocrinología. Universidad de Antioquia. Jefe sección endocrinología clínica y metabolismo. Universidad de Antioquia. Endocrinóloga. Hospital Pablo Tobón Uribe. Medellín, Colombia.
Esdras Martín Vásquez Mejía.
Médico internista. Universidad de Antioquia. Endocrinólogo. Pontificia Universidad Javeriana. Endocrinólogo. Salud Hormonal y Endocrino SAS. Miembro de número Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. Medellín, Colombia.
Germán Camilo Giraldo Gonzáles.
Médico internista. Universidad de Caldas. Sub investigador de estudios clínicos. Caldas, Colombia.
Henry Mauricio Arenas Quintero.
Endocrinólogo. Universidad Nacional de Colombia. Miembro de número Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. Miembro The Endocrine Society. Docente de cátedra posgrado de Medicina Interna. Universidad Tecnológica de Pereira. Director. Clínica de Tiroides y Clínica Comfamiliar. Pereira, Colombia.
Hernando Vargas-Uricoechea.
Médico especialista en medicina interna y endocrinología, MSc en epidemiología, doctor en ciencias de la salud y candidato a Ph.D en Ciencias biomédicas. Profesor asociado departamento de medicina interna. Universidad del Cauca. Miembro de número, Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. Popayán, Colombia.
Javier Sánchez Flórez.
Médico Cirujano. Universidad Metropolitana. Ginecólogo y obstetra. Especialista en endocrinología ginecológica y reproductiva. Universidad Favaloro. Argentina. Coordinador del servicio de ginecología y obstetricia. Hospital Universitario F. Troconis. Santa Marta, Colombia. Docente catedrático clínica de la mujer. Universidad Cooperativa de Colombia (UCC). Miembro FECOLSOG. Miembro asociado ACE. Miembro Asociación Colombiana de PTGI y Colposcopía. Santa Marta, Colombia.
Johanna Patricia Barbosa Mier.
Médico internista y endocrinóloga. Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud. Bogotá, Colombia. Jefe de endocrinología clínica universitaria Colombia. Colsánitas. Miembro de número Asociación Colombiana de Endocrinología Diabetes y Metabolismo. Bogotá, Colombia.
Johnayro Gutiérrez Restrepo.
Médico internista y endocrinólogo. Universidad de Antioquia. Docente servicio de endocrinología clínica y metabolismo. Universidad de Antioquia. Endocrinólogo. Hospital Pablo Tobón Uribe. Medellín, Colombia.
John Jairo Duque Ossman.
Médico y cirujano. Especialista en endocrinología. Miembro de número de la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. Investigador asociado de la Universidad del Quindío y profesor asociado de la corporación universitaria empresarial Alexander Von Humboldt. Armenia, Colombia.
Karen Milena Feriz Bonelo.
Médica internista y endocrinóloga. Fundación Clínica Valle de Lili. Docente Universidad C.E.S. Medellín, Colombia.
Katherine Restrepo Erazo.
Especialista en medicina interna. Universidad del Valle. Especialista en endocrinología. Universidad Nacional. Miembro de número de la Asociación Colombiana de Endocrinología. Miembro de la Asociación Americana de Endocrinología Clínica. Docente. Pontificia Universidad Javeriana-Cali. Cali, Colombia.
Leonardo Javier Rojas Melo.
Médico internista y endocrinólogo. Universidad Nacional de Colombia. Candidato a maestría en oncología molecular de CIB, Barcelona, España. Profesor. Hospital Universitario San Ignacio y Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia.
Maritza Pérez Mayorga.
Especialista en medicina interna, especialista en endocrinología. Universidad Militar Nueva Granada. Docente Asistente. Facultad de Medicina Universidad Militar Nueva Granada. Endocrinóloga adscrita a la Clínica de Marly. Bogotá, Colombia.
Néstor Alfonso López Pompey.
Médico internista y endocrinólogo. Universidad Nacional de Colombia. Endocrinólogo Clínica Somer y Centros especializados de San Vicente Fundación. Rionegro, Colombia.
Oscar Rosero Olarte.
Medicina interna y endocrinología. Llanos. Miembro de número Asociación Colombiana de Endocrinología Diabetes y Metabolismo. Bogotá, Colombia.
Richard Giovanny Buendía Godoy.
Médico internista y endocrinólogo. Epidemiólogo clínico. Profesor. Pontificia Universidad Javeriana. Hospital San Ignacio. Bogotá, Colombia.
Teresa Ortiz Picón.
Endocrinóloga pediatra y de la adolescencia. Asesor científico del Laboratorio de Investigación Hormonal. Miembro fundador de la ACEP (Asociación Colombiana de Endocrinología Pediátrica). Bogotá, Colombia.
Carlos Alfonso Builes Barrera
Médico y Cirujano de la Universidad de Antioquia (1999). Especialista en Medicina Interna Universidad de Antioquia (2003). Especialista en Endocrinología Universidad Militar Nueva Granada. Docente de la sección de Endocrinología de la Universidad de Antioquia. Endocrinólogo de adultos en el Hospital Universitario de San Vicente Fundación
Autor de los libros de la colección consulta médica: “Que le pasa a mi tiroides”, “Diabetes: más que azúcar alto”, “Hipófisis: el alto comando central”, editados a través del Hospital Universitario de San Vicente Fundación. Editor del libro “Tratado de Tiroides” publicado a través de la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. Premio a la Excelencia Académica en Endocrinología ACE 2014.Distinción “Al Maestro” otorgada por la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia en 2014
Mucho cuidado con lo que sueña, porque lo más probable es que se le cumpla…Y aquí entregamos a usted amigo lector este sueño hecho realidad para que lo disfrute y saque el mayor provecho posible para el servicio de los demás.
La tiroides está de moda. Y nosotros debemos estar preparados para recibir la gran cantidad de casos de pacientes con alteraciones de la glándula tiroides, para orientar de una forma eficaz, tranquila, que genere confianza y credibilidad.
¡Las hormonas mueven el mundo! Y la tiroides sí que lo hace bien. Permitamos a nuestros pacientes que fluyan adecuadamente en sus vidas y sepamos qué hacer para retomar el camino.
Veamos florecer nuevamente a nuestros pacientes hipotiroideos con la suplencia adecuada de la hormona tiroidea y permitamos que después de la tormenta venga la calma del control del hipertiroidismo.
Sigamos asombrándonos cada día de la diversidad de manifestaciones que tiene la hormona tiroidea en nuestro cuerpo, como un instrumento mágico que genera las más variadas notas musicales. Seamos artistas, magos, médicos, consejeros, buenos oyentes y ante todo grandes seres humanos para fortalecer, acompañar, guiar y ayudar en el proceso de control, mejoría y sanación de los pacientes con enfermedades de la tiroides.
Tenemos en nuestras manos la posibilidad de mejorar vidas, preparémonos para ello y hagamos que suceda.
Carlos Alfonso Builes Barrera
Endocrinólogo de Adultos-
Hospital Universitario San Vicente Fundación
Docente Universidad de Antioquia

La glándula tiroides se desarrolla en el embrión entre la semana 3 y 5 del embarazo y aparece como una proliferación de epitelio proveniente del endodermo sobre el piso faríngeo, en la base de la lengua. Este divertículo se vuelve bilobular y desciende después de la cuarta semana de gestación adherido a la faringe por medio del conducto tirogloso. La futura tiroides continúa migrando hasta la base del cuello, siempre conectado a la lengua por el conducto tirogloso, hasta la séptima semana cuando llega a su ubicación anatómica entre el tercer y sexto anillo traqueal. Los folículos de la tiroides comienzan a desarrollarse a partir de células epiteliales y logran captar yodo y producir coloide aproximadamente a la semana 11 y producen tiroxina aproximadamente en la semana 18.[1]
La glándula tiroides está formada por dos lóbulos laterales unidos por un istmo central. Se ubica en la región anterior de la tráquea, por debajo del cartílago cricoides a la altura de las vértebras C5 y t1. Los lóbulos laterales están situados entre la tráquea y la laringe medialmente y la vaina de la carótida y el músculo esternocleidomastoideo, lateralmente.
La tiroides está recubierta por una vaina aponeurótica denominada cápsula de la glándula tiroides que ayuda a mantenerla en su posición, la cual envía tabiques interiormente y le dan el aspecto lobuloso a su parénquima. La porción más externa de la cápsula de la tiroides se continúa con la aponeurosis cervical y hacia atrás con la vaina carotídea. Está recubierta en su cara anterior por los músculos infrahioideos, lateralmente por el músculo esternocleidomastoideo, en su cara posterior la glándula está fijada a los cartílagos tiroides y traqueal y, el músculo cricofaríngeo por medio de un engrosamiento de la aponeurosis que forma el ligamento suspensorio de Berry.
El istmo es una franja variable de tejido glandular que une las zonas inferiores de los lóbulos derecho e izquierdo y generalmente cubre los anillos traqueales segundo a cuarto. El lóbulo piramidal es una porción inconstante de la glándula que representa la porción inferior del conducto tirogloso y se extiende cranealmente desde el istmo y que puede alcanzar el hueso hioides por medio de tejido fibroso o muscular conocido como el músculo elevador de la glándula tiroides.
El peso usual de la tiroides está entre 12 y 20 g, los lóbulos tienen una longitud promedio de 40 a 45 mm, ancho de 18 a 20 mm y espesor de 13 a 18 mm. El istmo es menor de 3 mm, el volumen tiroideo en hombres es cercano a 20 cc y 15 cc en las mujeres. El lóbulo piramidal como variante anatómica está presente en cerca del 20% de los casos.[2] La glándula está cubierta por una delgada capa fibrosa y en la porción anterior por la fascia superficial y el músculo platisma, en tanto que en la región posterior la condensación de la fascia cervical profunda forma un ligamento suspensorio que fija la tiroides a los dos primeros anillos de la tráquea, a la laringe y a la porción inferior del cartílago cricoides, está unión hace que con la deglución la glándula tiroides se desplace hacia arriba.
Las glándulas paratiroides, se originan en el ala dorsal de la tercera y cuarta bolsas faríngeas. Típicamente son cuatro, miden entre 3 y 8 mm y pueden pesar, en conjunto cerca de 170 mg y se ubican en la mayoría de los casos uno en cada esquina de la tiroides. Las paratiroides superiores se ubican en la cara posterior de la tiroides y en el tercio superior, mientras que las inferiores están en las caras posteriores de los polos inferiores de la tiroides e incluso en el istmo. Puede haber localización ectópica de las paratiroides: intratiroideas, en el timo, lateral a la tiroides y en el mediastino.[3]
La glándula tiroides está irrigada así:
Arteria tiroidea superior. Es la primera ramificación de la arteria carótida externa, e irriga principalmente la parte superior de
la glándula.
Arteria tiroidea inferior. Es la rama principal del tronco tirocervical, que se deriva de la arteria subclavia.
El flujo sanguíneo de la glándula es muy alto en relación a su tamaño (4 a 6 ml/min/g). En el 10% de las personas existe una tercera arteria denominada arteria tiroidea ima, media o de Neubauer, proveniente del cayado aórtico o del tronco braquiocefálico.
Hay tres venas principales que drenan la tiroides. Las venas tiroideas superior, media e inferior que desembocan en la venas yugulares internas. Forman un rico plexo alrededor de la glándula.
Los linfáticos forman alrededor de la glándula un plexo paratiroideo. Los troncos que parten de él se dividen en linfáticos descendentes, que terminan en ganglios situados delante de la tráquea y encima del timo y en linfáticos ascendentes, los medios terminan en uno o dos ganglios prelaríngeos y los laterales en los ganglios laterales del cuello.
Simpática. Proviene del simpático cervical.
Parasimpática. Proviene de los nervios laríngeos superiores y laríngeos recurrentes, ambos procedentes del nervio vago. La inervación regula el sistema vasomotor y así la irrigación de la glándula.
La unidad básica de la tiroides es el folículo, que está constituido por células cuboidales que producen y rodean el coloide, cuyo componente fundamental es la tiroglobulina, la molécula precursora de las hormonas.
La síntesis hormonal requiere del yodo, que se obtiene en la dieta en forma de yoduro. El yodo se almacena en el coloide y se une con fragmentos de tiroglobulina para formar T3 o T4. Cuando la concentración de yodo es superior a la ingesta requerida se inhibe la formación tanto de T4 como de T3, un fenómeno llamado el efecto Wolff Chaikoff.[4]
La liberación de hormonas está dada por la concentración de T4 en sangre, cuando la T4 está baja en sangre se libera TSH, promoviendo la endocitosis del coloide, su digestión por enzimas lisosómicas y la liberación de T4 y T3 a la circulación.
Las hormonas tiroideas tienen efectos sobre casi todos los tejidos del organismo. Aumentan la termogénesis, el consumo de oxígeno, la absorción de glucosa, la gluconeogénesis, la glucogenólisis, la lipólisis, la síntesis de proteínas, el gasto cardiaco, el flujo sanguíneo tisular, la frecuencia cardiaca, la inotropia, la tasa metabólica basal, son esenciales en los periodos de crecimiento y para la organogénesis del sistema nervioso central.
El ensamble de las hormonas tiroideas se inicia con la concentración del yodo por parte de los tirocitos, por un mecanismo activo que depende del transportador de sodio/yoduro (NIS, Na, I Symporter) en la membrana basolateral del tirocito, logrando una concentración de yodo 20 a 40 veces mayor al interior de la célula que en la sangre, ingresando una molécula de yodo y dos de sodio a la vez.[4,5]
Una vez dentro de la célula el yodo es organificado incorporándose a los residuos de tirosina que hacen parte de la tiroglobulina a través de la enzima peroxidasa tiroidea o tiroperoxidasa (TPO), una selenoproteína que cataliza la unión del yodo a la tirosina para formar mono yodotironina y diyodotironina.[4,5]
La unión de dos diyodotironinas forma la tiroxina (T4) y una monoyodotironina con una diyodotironina forman la triyodotironina (T3). Dependiendo de la estimulación por parte de la TSH, las hormonas tiroideas permanecen almacenadas en el coloide y son liberadas a necesidad.
La glándula tiroides tiene un mecanismo ahorrador de yodo muy eficiente ya que cerca del 70% del yodo incorporado a la tiroglobulina que finalmente no hará parte de las hormonas tiroideas se recicla una vez esta glicoproteína se degrada. [5]
Una vez liberadas en la circulación las hormonas tiroideas se unen a proteínas del plasma de forma ávida. La globulina ligadora de tiroxina, como su nombre lo indica es la principal proteína transportadora de T4, llevando cerca del 70% de la hormona, en tanto que 20% a 30% de la T4 son transportadas por la transtiretina y la albúmina.[4,5] Gracias a la unión a las proteínas la cantidad de hormona ligada se convierte en una reserva, haciendo que la vida media de la T4 en plasma sea de 7 días en promedio.
La hormona libre es la que ejerce los efectos biológicos, por lo tanto cualquier variación en la cantidad de las proteínas transportadoras o en su afinidad por las hormonas tendrá un impacto en la cantidad de hormona funcional. Algunos medicamentos, así como enfermedades y estados fisiológicos ejercen importantes variaciones sobre la fracción libre de las hormonas tiroideas.[4]
Normalmente cerca del 90% de la hormona producida por la tiroides es T4 y cerca de 10% es T3. En la periferia la T4 se convierte en T3 por acción de las desyodinasas. En estados de deficiencia de yodo se produce un aumento en la síntesis de T3 en comparación a T4 como un mecanismo de ahorrar yodo. La desyodación de la tiroxina es llevada a cabo por tres tipos de deyodasas (D1, D2, D3). La D2 es la enzima que más contribuye a la formación de T3 a partir de T4. La D3 convierte la T4 en T3 reversa (T3r), con poca acción biológica conocida. La D1 se localiza sobre todo en el hígado, riñón, tiroides e hipófisis, mientras que la D2 lo hace en la hipófisis, el tejido graso pardo, la tiroides, el corazón y el músculo esquelético y la D3 se expresa de preferencia en cerebro, piel, útero, placenta y en el feto.[5]
La hormona estimulante de tiroides (TSH, por su sigla en inglés) tiene una variación circadiana, con un pico de TSH durante la noche y un descenso diurno. La supresión del alimento reduce los niveles de hormonas tiroideas circulantes con supresión de los niveles de TSH y TRH.
La hormona liberadora de tirotropina (TRH, por su sigla en inglés) producida en el núcleo paraventricular del hipotálamo, estimula la TSH en la hipófisis anterior, al igual que a la prolactina.[6] El aumento de los niveles de hormona tiroidea suprime la producción de TSH por estímulo de los receptores de hormona tiroidea TRβ2 en las células hipotalámicas. La mutación del gen THβ lleva a la forma de resistencia central a las hormonas tiroideas.
Las anomalías más frecuentes del desarrollo embrionario de la glándula tiroides incluyen la atireosis (ausencia de la tiroides en el nacimiento por fallo de la producción del esbozo tiroideo embrionario), que es la causa más frecuente de hipotiroidismo congénito (1 en cada 3.000 nacidos vivos). La tiroides ectópica, cuando la glándula no está ubicada en su sitio anatómico por fallas en el descenso del divertículo tiroideo y los remanentes del conducto tirogloso o quiste tirogloso que se detecta como una masa benigna, central, en la cara anterior del cuello, que asciende al sacar la lengua.
En pacientes con diagnóstico de cáncer de tiroides a quienes se les practica tiroidectomía total y reciban terapia con yodo radioactivo, se espera que los niveles de tiroglobulina sean bajos (menores de 1ng/ml). El aumento de los valores de tiroglobulina advertirá al clínico que debe buscarse la presencia de recidiva tumoral.
En mujeres con antecedente de hipotiroidismo primario que toman levotiroxina y que inician planificación con anticonceptivos orales, se aumenta la globulina transportadora de hormona tiroidea por acción de los estrógenos y esto lleva a necesitar un aumento en la dosis necesaria. Durante el embarazo, por el marcado incremento estrogénico pueden llegar a necesitarse incrementos de la dosis entre 30% al 50% en las primeras 20 semanas de gestación.
En los casos de hipertiroidismo primario el aumento de la vascularización de la tiroides puede ser tan marcado que llega a producir soplo audible sobre la superficie de la tiroides y en el doppler color de ecografía tiroidea a la imagen de “infierno tiroideo”.
El cáncer papilar de tiroides tiene predilección por hacer metástasis ganglionares, respecto al carcinoma folicular. La presencia de adenopatías en la región lateral del cuello en un paciente con nódulo tiroideo firme o duro hace sospechar la presencia de cáncer de tiroides.
En pacientes con hipertiroidismo primario severo (tormenta tiroidea) luego de iniciar medicamentos antitiroideos para reducir la producción hormonal, pueden recibir varias gotas de lugol (yodo) 5 gotas 3 a 4 veces al día y así aprovechar el mecanismo de bloqueo de captación de yodo para síntesis de nueva hormona (Wolff Chaikoff).
Los pacientes con hipotiroidismo severo (coma mixedematoso) pueden tener baja de la temperatura corporal, de su tasa metabólica, frecuencia y gasto cardíaco que puede llevarlos a la muerte.
Los anticuerpos contra la peroxidasa tiroideos (antiTPO) se miden a los pacientes en su sangre para confirmar la naturaleza autoinmune de la enfermedad tiroidea. Están presentes en cerca del 85% de los pacientes con hipotiroidismo primario autoinmune (enfermedad de Hashimoto).
El hipotiroidismo primario manifiesto cursa con valores bajos de T4 y niveles altos de TSH, la falta de elevación de la TSH proporcional a la reducción de la T4 libre hará sospechar que la causa del hipotiroidismo sea por defectos en la hipófisis.
En cerca de una tercera parte de pacientes con hipotiroidismo manifiesto puede haber hiperprolactinemia concomitante por estímulo de la TRH para la producción de TSH y de prolactina. Esta hiperprolactinemia mejora al lograr niveles normales de TSH.

1. Sadler. Langman´s Medical Embriology. Twelfth Edition. Wolter Kluwer Health-Lippincott Williams & Wilkins; 2011.
2. Arancibia G, Niedmann J, Ortga D. Ultrasonografía de tiroides. Rev Chil radiol. 2012; 8 (3):101- 6.
3. Mohebati A, Shaha AR. Anatomy of thyroid and parathyroid glands and neurovascular relations. Clin Anat. 2012 Jan;25(1):19-31.
4. Stathatos N. Thyroid physiology. Med Clin North Am. 2012 Mar;96(2):165-73.
5. Stockigt JR. Thyroid hormone binding and metabolism. En: DeGroot LJ, Jameson JL. Endocrinology. 4th Ed. WB Saunders; 2001.
6. Hall JE, Guyton AC. Guyton and Hall. Texbook of Medical Physiology. 12th Ed. Saunders; 2011. Chapter 76.

La tirotropina sérica (TSH) es la prueba fundamental de detección y seguimiento en la valoración de la función tiroidea. La mayoría de expertos establecen el rango normal basado en los valores observados en el 95% de la población sana estudiada. Los médicos requieren conocer y confiar en los límites de referencia que se establecen, pero existe un debate vigente acerca de este rango de normalidad, dado principalmente por el método empleado para establecerlo, características de la población estudiada como edad, raza, etnia y género, además de su aplicabilidad en forma generalizada.
La secreción de TSH se inhibe por pequeños aumentos en la concentración sérica de T4 y T3 y aumenta en respuesta a una leve disminución de la concentración de hormonas tiroideas. Como resultado de este fino control de la TSH, la secreción de hormonas tiroideas se mantiene dentro de un rango estrecho. Por lo anterior la determinación de TSH es escogida como estrategia primaria para el diagnóstico de la disfunción tiroidea en pacientes ambulatorios,[1] pero se requiere como prerrequisito de una función normal del eje hipotálamo-hipófisis-tiroides. Cuando la función del eje es normal, existe una relación inversa lineal logarítmica entre las concentraciones séricas de TSH y T4L (T4 libre), producida por la retroalimentación negativa de la hormona tiroidea en la secreción hipofisaria de TSH.[2,3]
Los métodos de laboratorio para la determinación de la TSH sérica han avanzado notablemente en las últimas décadas, lo que ha permitido pasar de ensayos de primera generación que tenían un límite de detección de 1 mUI/L, a métodos de tercera generación ultrasensibles empleados con amplitud en la actualidad, con límites de detección de 0,01 mUI/L.[3] Lo cual ha conducido a reevaluar los límites de referencia normales de la TSH, creándose gran controversia principalmente en cuanto al valor del límite normal superior.
Existen tres variables que afectan la determinación de la tirotropina sérica, variables fisiológicas, patológicas y las relacionadas con la muestra.
Edad. Los laboratorios establecen el intervalo de referencia para la TSH entre 0,4 a 0,5 mUI/L de límite inferior y entre 4,5 a 5,5 mUI/L de límite superior, a partir de los límites de confianza del 95% de los valores logarítmicamente transformados en 120 individuos voluntarios normales eutirodeos, seleccionados de manera rigurosa y que no presenten anticuerpos tiroideos detectables (antitiroperoxidasa, ni antitiroglobulina), antecedentes personales ni familiares de disfunción tiroidea, bocio visible o palpable ni consumo de medicamentos que afecten la función tiroidea.[1,3]
De acuerdo al estudio de vigilancia del Instituto Nacional de Salud y Nutrición de Estados Unidos (NHANES III), publicado en el 2002, el límite superior de TSH es de 4,5 mUI/L en una población denominada libre enfermedad, que excluía aquellos con enfermedad tiroidea (autoreporte), bocio o consumo de medicación tiroidea.[4]
En el año 2003 la Academia Nacional de Bioquímica Clínica (NACB) publicó sus guías, en las cuales recomienda bajar el límite superior de la TSH sérica a 2,5 mUI/L, argumentando que el 95% de los voluntarios eutiroideos rigurosamente evaluados tenían un límite de TSH entre 0,4 a 2,5 mUI/L.[1,5]
Un reciente análisis del estudio NHANES III, que incluyó 16.533 individuos, para valorar la distribución por edad del intervalo de la TSH, evidencia un desplazamiento hacia la derecha de la curva de distribución de los valores de TSH en pacientes mayores, que persistía al excluir a los pacientes con anticuerpos antitiroideos. El percentil 97,5 para la TSH en sujetos afro americanos de edad entre 20 a 29 años fue 3,56 mUI/L y para el grupo mayor de 80 años fue 7,49 mUI/L. Por cada 10 años después de los 30-39 años el percentil 97,5 de la TSH sérica aumenta en 0,3 mUI/L. Una limitación de este estudio es que todos los pacientes son norteamericanos y por tanto estos resultados no se pueden aplicar a todas las poblaciones. [6,7]
Otras publicaciones recientes confirman los hallazgos anteriores, sugiriendo influencia de la edad, etnia, suplencia de yodo, género e índice de masa corporal en la distribución de los valores de TSH.[8-10]
Embarazo. En el embarazo se producen cambios fisiológicos, con el fin de adaptarse al aumento de las necesidades metabólicas, lo cual implica aplicar valores de referencia de TSH sérica específicos para el embarazo y para cada trimestre.
Durante el primer trimestre de embarazo las concentraciones séricas de gonadotropina coriónica son altas y ejercen efecto tirotrópico con la consecuente disminución en las concentraciones séricas de TSH. Durante el segundo y tercer trimestre, las concentraciones séricas de TSH aumentan en forma gradual pero persisten más bajas que en las mujeres no embarazadas. En un pequeño porcentaje de mujeres la TSH puede llegar a estar muy suprimida, y aún considerarse dentro del rango normal para el trimestre de embarazo. En los embarazos múltiples las concentraciones de gonadotropina coriónica aumentan en forma significativa, lo cual lleva a valores de TSH más bajos que en embarazos únicos.[1,11] Por lo anterior la recomendación de la Asociación Americana de Tiroides, en las guías para el diagnóstico de enfermedad tiroidea durante el embarazo y posparto,[12] es establecer intervalos de referencias para la TSH específicos para cada trimestre de embarazo en población con adecuada ingesta de yodo. En caso de no tener disponibles estos rangos en el laboratorio se recomiendan los siguientes:
• Primer trimestre 0,1 a 2,5 mUI/L
• Segundo trimestre 0,2 a 3,0 mUI/L
• Tercer trimestre 0,3 a 3,0 mUI/L
Variabilidad biológica. Los niveles séricos de tirotropina, tienen variabilidad intra e inter individual. La variabilidad intraindividual, refleja la vida media corta de la TSH (aproximadamente 60 minutos), junto con el ritmo circadiano y las variaciones diurnas, sin embargo la amplitud de esta variabilidad dentro de las 24 horas, está dentro del intervalo de referencia normal para la TSH y no afecta su utilidad.[1,13] La variabilidad también depende los las diferentes isoformas circulantes de la molécula de TSH y de las diferentes epítopes hacia las que van dirigidos los anticuerpos monoclonales de las pruebas utilizadas.[1,14]
Variables patológicas. La función tiroidea se afecta por el compromiso de otros sistemas. Ver capítulos respectivos, disfunción hepática, renal, medicaciones y enfermedad sistémica.
Variables relacionadas con la muestra. Factores que interfieren en la medición de laboratorio, como la precisión del método empleado y sensibilidad funcional llevan a diferencias inter laboratorio. Factores relacionados con la muestra, como la presencia de anticuerpos heterófilos (HAMA) en el suero del paciente puede interferir con la medición de TSH. Éstos interfieren formando un puente entre el anticuerpo de captura y de señal, creando una lectura falsamente elevada de TSH. Menos frecuente los HAMA pueden bloquear la unión de los anticuerpos monoclonales a la TSH resultando en una lectura falsamente baja. Otros tipos de interferencia son producidos por anticuerpos contra la TSH. [1,15]
Existe un amplio debate acerca del rango de normalidad de la TSH sérica, basado en las recomendaciones de la NACB, donde los niveles de TSH ajustados a una población sin factores de riesgo ni enfermedad tiroidea, ubican el percentil 2,5 en 0,3 mUI/L y el percentil 95 en 2,5 mUI/L, y los hallazgos actuales de grandes cohortes, indicando que el intervalo de referencia normal, no refleja la distribución de la TSH en los diferentes grupos de edad. La reducción del límite superior podría incorrectamente designar tanto como al 35% de individuos mayores con hipotiroidismo subclínico, llevando a tratamientos innecesarios que no proporcionarían ningún beneficio y que podrían tener efectos adversos en su salud. La evidencia actual apunta fuertemente a usar rangos de referencia específicos para grupos de edad, en especial en pacientes mayores de 70 años para evitar que sean mal clasificados como resultados anormales.

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