Héroes del aire
Héroes del aire
© 2017, José Luis Caballero
© 2017, Redbook Ediciones, s. l., Barcelona
Diseño de cubierta: Regina Richling
Diseño interior: Grafime
ISBN: 978-84-9917-444-0
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Se ha dicho repetidamente que la Segunda Guerra Mundial no fue sino la continuación de la Primera tras unos años en los que las potencias beligerantes se habían tomado un periodo de descanso y de rearme. En la mente de los mandatarios de la época, Woodrow Wilson, David Lloyd George, Georges Clemenceau, Vittorio Emanuele Orlando y probablemente también en la de Friedrich Ebert, el presidente de la recién nacida República de Weimar, existía la idea de que no habría más guerras al menos en Europa, pero a la luz de los acontecimientos está claro que muchos de los políticos presentes en la firma del Tratado de Versalles y de los no presentes, en especial los alemanes, sabían positivamente que aquella paz no llegaría muy lejos. El Tratado imponía a Alemania, a la que se culpaba del estallido de la guerra y de los desastres y matanzas acaecidos, enormes restricciones en todos los ámbitos, sanciones económicas, pago de compensaciones y una reducción radical de sus fuerzas armadas que quedaron solo de modo testimonial. El Tratado, entre otras cosas, imponía la desaparición de la aviación militar y lógicamente de la compra o fabricación de aviones de guerra. En lo que respecta a los países vencedores, el mismo Tratado de Versalles, basándose en los 14 puntos de Woodrow Wilson, imponía la reducción de armamentos y a tal fin se montó una Conferencia Internacional sobre Desarme que tuvo lugar en 1932 pero que de inmediato se tuvo que suspender ante la postura de Alemania que cuestionaba las limitaciones del Tratado de Versalles. Cuando se reanudó la Conferencia en 1933, Hitler ya estaba en el poder y había iniciado el rearme de Alemania saltándose todos los tratados y las imposiciones de los vencedores.
Otra de las opiniones sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial apuntan a que Inglaterra, pero sobre todo Francia, obraron de manera vengativa y con escasa visión de futuro, anclados todavía en el imperialismo y el concepto hegemónico de sus países. En ese sentido, la rivalidad Alemania-Francia podría remontarse a la época del Imperio Romano y las guerras a lo largo de la frontera del Rhin eran una constante en Europa desde entonces. El caso es que Alemania, con una potente industria y un afán revanchista apenas disimulado retomó la carrera de armamentos, en la aviación también desde luego, mientras que el resto de países europeos, incluida la Rusia soviética y también Estados Unidos se imponían a sí mismos un freno en el rearme. Al otro lado del mundo, Japón, ahogado por la falta de recursos naturales para el desarrollo de su industria, iniciaba también una política de expansión para lo que precisaba un ejército moderno y bien dotado, de ahí el desarrollo de su aviación importando modelos y tecnología de Europa y posteriormente desarrollando una industria propia. Con esas premisas, a finales de los años treinta la guerra en China y sobre todo la Guerra Civil española fue el detonante para el desarrollo de las nuevas tácticas de aviación, principalmente para alemanes, japoneses e italianos, per también para la aviación soviética. El estallido de la guerra, en septiembre de 1939, puso de manifiesto quién había aprovechado el tiempo y quién se había quedado rezagado.
En lo que se refiere a la aviación, hacia el final de la Primera Guerra Mundial había vivido un gran impulso, pero todavía era considerada como un arma más del Ejército de Tierra. La potencia, velocidad o armamento estaban todavía en pañales y su desarrollo comparado con la artillería o la Marina era muy débil. No obstante, las bases para su evolución ya estaban asentadas y había mentes preclaras que veían sus posibilidades como Hugh Dowding o Ysoroku Yamamoto, entre otros, que vieron en la aviación, naval o terrestre, como una fuerza independiente y capaz de asumir el peso de la guerra con nuevas tácticas y nuevas máquinas. En los años que van desde 1934, más o menos, hasta 1945, la aviación pasó de los biplanos de hélice fabricados en gran parte en madera y tela a los motores a reacción en aviones de aleaciones metálicas duras y ligeras capaces incluso de salir al espacio exterior.
A los mandos de las máquinas de guerra en el aire se fueron colocando personajes, en su mayoría hombres, apasionados por la aviación, otros movilizados en los momentos de guerra y otros auténticos pioneros de un arma que iba a convertirse en fundamental. De todos ellos se ha hablado en múltiples trabajos pero siempre queda, en los rincones de la historia, el relato de hechos, anécdotas o tragedias que marcaron la historia de la aviación o la más pequeña historia diaria de la guerra. Pilotos de caza, de bombardero o de reconocimiento fueron protagonistas de la historia, pero también diseñadores, fabricantes y organizadores de las Fuerzas Aéreas cuyos nombres, algunas veces olvidados, forman parte de la Historia, con mayúscula. Este trabajo es un homenaje a todos ellos.