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René Laurentin

Vida de Bernardita

Traducción de Claudio Gancho

Herder

 

 

Título original: Vie de Bernadette

Traducción: Claudio Gancho

Diseño de la cubierta: Digit-graf

Edición digital: José Toribio Barba

© 2007, Desclée de Brouwer

© 2007, Herder Editorial, S.L., Barcelona

1.ª edición digital, 2016

ISBN DIGITAL: 978-84-254-3985-8

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ÍNDICE

Prefacio

Prólogo: ¿Quién es Bernardita?

La santidad de los pobres

I. LOURDES (1844-1866)

1. La infancia de Bernardita

2. Las tres primeras apariciones (11, 14 y 18 de febrero)

3. La quincena de las apariciones (18 de febrero-4 de marzo de 1858)

4. Últimas apariciones (25 de marzo-16 de julio de 1858)

5. Testimonio a los cuatro vientos (1858-1860)

6. Bernardita protegida (1860-1863)

7. La pastora y el escultor (1863-1864)

8. La vocación de Bernardita (1864-1866)

II. NEVERS (7 de julio de 1866-16 de abril de 1879)

9. El noviciado

10. La profesión religiosa (30 de octubre de 1867)

11. Bernardita enfermera (1867-1873)

12. Últimos empleos activos (1873-1874)

13. El empleo de enferma (1875-1878)

14. Santidad cotidiana de Bernardita

15. Las pruebas de Bernardita

16. Noche y niebla

17. Los últimos meses (diciembre de 1878-abril de 1879)

18. Tránsito de Bernardita

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Cuanto más sencillo se escriba
será mejor.
A fuerza de querer adornar
las cosas,
se las desfigura.
Santa Bernardita
en su lecho de muerte, abril de 1879

El relato que sigue no es un relato novelado. Los nombres, los hechos, los diálogos y las citas (en cursiva) se han sacado escrupulosamente de los documentos. Se han excluido las ficciones, que todavía hoy abundan en muchas obras. Podrá verificarse la exactitud de cada dato en los volúmenes en que hemos establecido el relato de las apariciones y la vida de Bernardita: Lourdes, documents authentiques; Lourdes, histoire authentique; Logia de Bernardita. A éstos remitimos al lector mediante referencias muy breves (véase la tabla de siglas en pág. 246).

«Patois de Lourdes»

Hasta las apariciones, Bernardita sólo hablaba el «patois de Lourdes», como ella lo designa. Y en ese dialecto de la lengua occitana recibió las comunicaciones de la Virgen. Por motivos de autenticidad el relato que sigue da algunas expresiones típicas o insustituibles.

¿Cómo transcribir ese dialecto? Ahí está la manzana de la discordia. Hay en efecto dos escuelas: la École Occitane y la École Gastan Fébus, cuyas grafías difieren, sin que coincidan tampoco con las grafías improvisadas de los documentos de la época. Estos problemas han sido estudiados a fondo en Lourdes, histoire authentique (6 tomos), mediante consultas a representantes de ambas escuelas. Para cada palabra de la Virgen se hallará una confirmación entre la ortografía de las fuentes y la transcripción según los principios de las dos escuelas citadas.

La presente obra, destinada a un público mucho más amplio, no puede entrar en esos problemas. Nos hemos decidido por transcribir el patois de la manera más próxima a los documentos, con unas convenciones especiales, para evitar controversias y equívocos interminables que surgen en materia de habla local, ya se trate de la Salette, Lourdes o Pontmain.

l° Emplearemos el acento como acento tónico. Tal uso se ignoraba en tiempo de Bernardita, pero hoy se ha impuesto (los acentos agudos o graves nos atraerían los reproches de especialistas, cuya competencia respetamos).

2° Por consiguiente, recordamos que ni en el occitano ni en el dialecto concreto de Lourdes existe la e muda; hay que pronunciar é o è, según los casos. Esto tiene singular importancia de cara a evitar confusiones sobre la palabra Aquerò, que Bernardita empleaba para designar la aparición; véase pág. 63.

Quiero dar las gracias al padre Point y al equipo de Misioneros de la Inmaculada Concepción, originarios de Lourdes, que han revisado fructuosamente las transcripciones.

 

PREFACIO

de Monseñor Donze, Obispo de Tarbes y Lourdes

El 16 de abril de 1879, moría en el convento de Saint-Gildard, en Nevers, sor Marie-Bernard Soubirous. Y con motivo de ese centenario he aquí un nuevo libro sobre lo que fue su vida, una vida muy corta, de treinta y cinco años.

Debemos la obra a uno de los máximos conocedores actuales de la historia de Lourdes. René Laurentin ha consagrado, en efecto, una veintena de volúmenes al estudio científico de los sucesos que allí ocurrieron hace ciento veinte años. En las páginas que siguen ha puesto a contribución la riqueza y seriedad de esa documentación. Nada hay de novelado en este relato: los nombres, los hechos, los diálogos, están sacados escrupulosamente de los documentos que el autor ha estudiado de un modo crítico, excluyendo cualquier ficción. En una palabra, se trata de un libro para reencontrar a Bernardita en su verdad, en sus gestos y en sus palabras auténticas, y para recibir las lecciones de su vida, animada por completo, hasta la hora de su muerte, por el mensaje recibido de la Virgen.

Un segundo atractivo de ese testimonio conmovedor y verídico, que todos los lectores advertirán en seguida, se halla en el estilo vivo, concreto y límpido con que el autor nos lo presenta. Nada de divagaciones; al contrario, frases sencillas, cargadas de sentido y que nos hacen reflexionar, con detalles vivamente captados y anotados deforma concisa. El resultado ha sido una historia palpitante, en que se redescubre el cándido frescor de la pequeña vidente de Massabielle y la sorprendente fuerza de carácter de la joven religiosa que fue después.

Bernardita Soubirous fue beatificada antes de los cincuenta años de su muerte, y canonizada el 8 de diciembre de 1933, apenas ochenta y nueve años después de su nacimiento. Entre los hombres y mujeres a los que la Virgen se ha aparecido en el curso de los siglos XIX y XX, Bernardita es la única que comparte esa gloria con Catherine Labouré.

De hecho vivió cada día una creciente santidad evangélica extraordinariamente pura, simple y desnuda. Los trabajos históricos, teológicos y pluridisciplinares, que desde hace treinta años vienen multiplicándose sobre ella, han puesto cada vez más de relieve que la santidad de Bernardita era una santidad pobre e imitable, en estrecha armonía entre la naturaleza y la gracia. Es una santa a nuestro alcance, una santa para nuestro tiempo, testigo anunciador de la Iglesia de hoy, llamada a vivir, como ella, un misterio de servicio y de pobreza, en la esperanza.

Todo eso y más se encuentra en la obra que me complace presentar aquí, a unos meses vista del año en que celebraremos el centenario del día en que Bernardita entró en la felicidad del cielo, que le había prometido la Virgen Inmaculada. Por lo serio de su información, por su presentación accesible a todas las culturas, por el calor de su estilo y su densidad espiritual, nos permitirá vivir más intensamente ese acontecimiento. Y por ello merece con toda justicia el título de Libro del centenario.

Deseo que sean muchos los cristianos que lo lean y mediten.

Tarbes, 11 de febrero de 1978

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Bernardita en 1864

 

PRÓLOGO

 

¿Quién es Bernardita?

Bernardita Soubirous, la vidente de Lourdes, murió a los treinta y cinco años de edad, el 16 de abril de 1879, en el convento de Saint-Gildard de Nevers, después de trece años de vida religiosa y veintiún años después de las apariciones de 1858.

Sólo ella había visto a la Virgen en el hueco de la roca, y sólo sobre el testimonio de esa muchacha pobre, iletrada y despreciada, se fundó Lourdes y, todavía hoy, acuden allí cada año cuatro millones de peregrinos y visitantes.

Al anuncio de su muerte acudió la multitud para ver en su féretro a la que había ido allí para ocultarse.

Todavía hoy, en Nevers, continúa la afluencia de gente ante el sarcófago en que reposa su cuerpo, exhumado intacto después de su beatificación, el 15 de agosto de 1925, transcurridos menos de cincuenta años después de su muerte. Pío XI la canonizaría ocho años más tarde, el 8 de diciembre de 1933, en la festividad de la Inmaculada Concepción.

De haber vivido, en aquella fecha Bernardita hubiera tenido ochenta y nueve años.

Desde entonces Bernardita no ha cesado de manifestar su importancia: justamente la de una santidad de nuevo cuño, que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia del siglo XIX: una santidad puramente evangélica.

Y, sin embargo, es Bernardita la más secreta de todas las santas. Quienes han afirmado esto no pensaban tanto en los «secretos» que guiaron su vida como en la calidad íntima de una santidad sin obras ni escritos ni triunfos humanos. Una santidad de pobre.

El secreto de esa santidad escapó a su propia maestra de novicias, mujer notable y santa a su manera, que no quería oír hablar de la canonización de Bernardita. ¿Tenemos nosotros mayores probabilidades de captar ese secreto? Sí, pero en el sentido de Bernardita: a fuerza de sencillez. Ella decía:

La pasión me conmueve más cuando la leo que cuando se me explica (L 576).

Y a los historiadores de Lourdes:

Cuanto más sencillo se escriba será mejor... a fuerza de adornar las cosas se las desfigura (L 550 y 576).

Su vida, sin introspección ni artificios, nos invita a evitar el comentario y a presentar simplemente sus hechos, gestos y palabras lo más cerca posible de los documentos auténticos. Ésa es la mejor probabilidad de revelar su secreto, que es el de una transparencia.

La vida de Bernardita es una ilustración ejemplar de esta palabra del Evangelio:

«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra; porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25; Lc 10,21-22).

La santidad de los pobres

Esa luz, oculta a los sabios y eruditos y revelada en cambio a los pequeñuelos, es la de Bernardita. Bien pronto lo descubrieron los más perspicaces.

Desde el tiempo de las apariciones la joven Antoinette Tardhivail, a quien su escasa salud impedía realizar su vocación de carmelita, hace este descubrimiento en la pequeña aldea en que los Soubirous son unos desarrapados y con mala reputación:

Sus padres son muy pobres... tan pobres como lo fue nuestro Señor sobre la tierra, y en esa niña ha puesto los ojos María, prefiriéndola a tantas jóvenes ricas, que en este momento envidian la suerte de aquella a la que habrían mirado con desprecio, y que se consideran dichosas de poder abrazarla o tocar su mano (Carta del 29 de marzo de 1858, D5 p.77).

Cuatro años más tarde (18 de enero de 1862) el obispo, sin haber leído esta carta íntima, saca la misma conclusión, en la instrucción en que reconocía la autenticidad de las apariciones:

¿Cuál es el instrumento del que se va a servir el Todopoderoso para comunicarnos sus designios de misericordia? Una vez más será aquello que hay de más débil en el mundo: una niña de 14 años... nacida ... de una familia pobre.

Y Bernardita escribe lo mismo en el momento en que cobra conciencia de su vocación, en esta plegaria íntima a la reina del cielo:

¡Qué dichosa era mi alma, oh mi buena madre, cuando tuve la dicha de contemplaros... Sí, os habéis abajado hasta la tierra para apareceros a una débil niña... Habéis querido serviros de lo que había de más débil según el mundo (ESB, pág. 187).

Aquella a quien Bernardita dirigía esa oración debió reconocerse en ella, pues había dicho:

«Porque grandes cosas hizo en mi favor el Poderoso... puso sus ojos en la humilde condición de su esclava. Y así, desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones» (Lc. 1,48-49).

Este fragmento del Magnificat, el cántico de los pobres, nos ilumina la vida cotidiana de Bernardita.

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I

LOURDES
(1844-1866)

La infancia
Las apariciones
El testimonio

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Barrio de los molinos: abajo, Savy

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Molino de Savy