Él gana, ella gana
© 2015 por Willard F. Harley, Jr.
Publicado por Editorial Patmos,
Miami, FL. 33169
Todos los derechos reservados.
Publicado originalmente en inglés por Revell una división de Baker Publishing Group,
P.O. Box 6287, Grand Rapids, MI 49516-6287, con el título He Wins, She Wins
© 2013 por Willard F. Harley, Jr.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de:
La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI®
Copyright © 1999 Biblica, Inc.®
Citada con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente.
Traducido por Patricia Weist
Diseñada de portada por Luiz Felipe Kessler
ISBN 13: 978-158802-712-2
Categoría: Vida Cristiana/Matrimonios
Impreso en Brasil
Printed in Brazil
Contenido
Introducción
Primera parte
El arte de la negociación matrimonial
1 Identifique el problema
2 Los hombres y las mujeres se necesitan mutuamente
3 Porqué las cosas no andan bien cuando un cónyuge gana y el otro pierde
4 Teniendo en cuenta el amor romántico
5 Una estrategia donde ambos ganan
6 Negociadores, tomen sus lugares
7 Excepciones a la regla Nunca haga nada sin tener un acuerdo entusiasta entre usted y su cónyuge
Segunda parte
Cómo resolver los conflictos matrimoniales comunes por medio de la negociación
8 Conflictos en torno a los amigos y familiares
9 Conflictos en torno a las obligaciones de trabajo y el manejo del tiempo
10 Conflictos en torno al manejo de las finanzas
11 Conflictos en torno a los niños
12 Conflictos en torno al sexo
Tercera parte
Problemas comunes que surgen al resolver problemas matrimoniales
13 Cómo negociar cuando está sensible emocionalmente
14 Cómo negociar cuando ninguno de los dos quiere sacar a relucir cierto tema
15 Cómo negociar cuando está indeciso
16 Cómo negociar cuando uno de los cónyuges no quiere hacer nada
17 Cómo negociar cuando no siente entusiasmo por nada
18 Poniendo a funcionar sus habilidades
Apéndice A: Hoja de trabajo sobre la negociación matrimonial
Apéndice B Cuestionario sobre las necesidades emocionales
Apéndice C Cuestionario del libro Love Busters [Acciones que destruyen el amor]
Introducción
Los conflictos entre cónyuges son inevitables. Mi esposa Joyce y yo enfrentamos un conflicto cada hora que pasamos juntos. Muchas veces, la perspectiva de cada uno en cuanto a cómo resolver los problemas es completamente diferente. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, hemos llegado a ser expertos en resolver conflictos casi inmediatamente. Y las habilidades que hemos desarrollado en cuanto a tratar con las desavenencias rápida y eficazmente han contribuido a hacer de nuestro matrimonio el que siempre soñamos tener.
Pero, ¿qué pasaría si no supiéramos resolver nuestros conflictos? ¿Qué pasaría si en vez de encontrar soluciones, discutiéramos y nos resistiéramos a llegar a un acuerdo? Si fuera así, los conflictos se acumularían con el paso de los años. Y ahora, después de cincuenta años de matrimonio estaríamos ahogándonos en conflictos no resueltos. No soportaríamos vivir juntos.
En mi juventud, lo normal era que las parejas se casaran, tuvieran hijos y criaran a estos hijos juntos. En cambio, hoy día, la mayoría de los adultos están solteros, más de 40 por ciento de los hijos son criados por un padre o una madre que nunca han estado casados, y el porcentaje de adultos que escogen casarse es cada vez más bajo. Además, es muy posible que los que sí se casan, lleguen a divorciarse en algún momento.
En este libro, enfocaré una de las razones por este cambio fundamental en nuestra cultura: la falta de negociar eficazmente. Al enfrentar conflictos, la mayoría de las parejas no saben cómo resolverlas de modo que ambos queden satisfechos.
Por supuesto que esto no es nada nuevo. Los terapistas matrimoniales han sabido de este problema desde que la tasa de divorcio empezó a subir vertiginosamente en los años 60, y muchos libros se han escrito para ayudar a las parejas a comunicarse, entenderse, escucharse y respetarse más eficazmente. Entonces, ¿qué puedo aportar yo que ya no se haya dicho?
Lo diferente de mi estrategia para resolver conflictos matrimoniales es su meta final: el que la pareja esté enamorada. La mayoría de los terapistas consideran que la resolución de los conflictos matrimoniales es un fin en sí; sin embargo, yo la considero como un medio para conseguir un fin. Si cierta resolución aumenta sus sentimientos amorosos hacia su cónyuge, la apruebo; considero que la resolución se ha manejado correctamente. Sin embargo, si no aumenta ese amor, considero que se ha cometido un error.
A través de mi carrera como consejero, he visto a muchas parejas a quienes no les cuesta comunicarse respetuosamente, pero que aun así desean divorciarse, ya que han perdido su amor un por el otro. Pero nunca me he encontrado con una pareja que esté enamorada y aun así desee divorciarse.
Al leer este libro y aplicar sus lecciones a la manera en que maneja los conflictos, usted aprenderá a comunicarse eficazmente y resolver sus conflictos: se lo garantizo. Pero también aprenderá otra cosa que es mucho más importante. Aprenderá a hacerlo de una manera que sustenta el amor mutuo.
Primera parte
El arte de la negociación matrimonial
En la primera sección de este libro me enfocaré en enseñarle a tener las habilidades que necesitará para llegar a ser un negociador ingenioso. No será fácil al principio, pero con el tiempo y la práctica encontrará que la negociación ingeniosa llegará a ser un estilo de vida para usted y su cónyuge.
1
Identifique el problema
Había sido una noche difícil. La pequeña Emily, la última en incorporarse a la familia Kramer, no tenía ganas de dormir. Tenía ganas de gritar. Su padre, Tony, tenía que recibir a unos compradores venidos de la China al día siguiente, y tenía que tener su mejor rendimiento. Por esta razón, cada vez que Emily empezaba a llorar, Tony se daba vuelta en la cama y se cubría la cabeza para bloquear el ruido, suponiendo que su esposa, Jodi, se levantaría para calmar a su hija angustiada.
Sin embargo, Jodi se estaba cansando rápidamente de ser la que se levantaba para atender a la bebé. Le parecía que Tony y ella deberían turnarse para calmar a Emily. Después de todo, Emily también era hija de él. Y Jodi también necesitaba dormir ya que también tenía por delante un día ajetreado.
Por esta razón, la tercera vez que Emily empezó a llorar a gritos, Jodi decidió que le tocaba a Tony calmarla, y le dio un codazo para despertarlo. Cuando eso no funcionó, lo empujó con los pies hasta que terminó cayéndose de la cama. Cuando Tony se despertó y se dio cuenta de lo que había pasado, se puso furioso.
—¿Qué te pasa? —gritó.
—Lo siento —le explicó Jodi—. Pero no pude despertarte, ¡y te toca a ti calmar a Emily!
Jodi y Tony entendían su conflicto en torno al cuidado nocturno de su hija. Y cada uno tenía soluciones al problema que le parecían justos. Jodi opinaba que debían dividirse la responsabilidad: Tony cuidaría de la bebé una vez, y Jodí lo haría la próxima vez. Jodí proponía que cuidaran a Emily en días alternos, o semanas alternas, con tal que se dividieran la responsabilidad equitativamente.
Sin embargo, Tony opinaba que ya que él tenía que estar bien lúcido en el trabajo, no podía despertarse de noche. Ya que el trabajo de Jodi no requería del mismo grado de lucidez que el de él, le parecía que ella debería ser la única cuyo sueño era interrumpido.
Esta no era la primera vez que Jodi y Tony habían tenido conflictos en torno al cuidado nocturno de un bebé. De hecho, había surgido el mismo problema poco después que naciera su primer hijo, Robbie. Pero nunca habían resuelto ese desacuerdo, y estaban discutiendo acerca de lo mismo con su nueva bebé.
Como dije en la introducción, los conflictos entre cónyuges son inevitables. Joyce y yo enfrentamos numerosos conflictos en nuestro matrimonio diariamente. Hemos aprendido a resolver estos conflictos de la manera correcta, y como resultado, nuestro matrimonio se ha fortalecido.
Pero, ¿qué si como Jodi y Tony, nos encontráramos atascados en un patrón de conducta conflictiva y fuéramos incapaces de resolver nuestras diferencias? Muy pronto no soportaríamos estar juntos.
Un cambio de enfoque: mayor igualdad
Históricamente, el esposo ha tenido el poder de decisión en cuanto a resolver conflictos matrimoniales. Él simplemente tomaba la decisión y su esposa se sometía obedientemente. En el pasado, la mayoría de las culturas y religiones alentaban este comportamiento. El esposo debía liderar y la esposa debía seguirlo. El matrimonio se consideraba como un microcosmo del orden religioso y político, donde la autoridad provenía desde arriba (Dios) y bajaba desde ahí. Los hombres de mayor rango tenían autoridad sobre los de menor rango, y dentro de la familia, el esposo tenía autoridad sobre su esposa, sus hijos, sus siervos y sirvientes. Los hombres dominaban el mundo.
Pero en los Estados Unidos, la Revolución estadounidense empezó a invertir esta tradición. La Declaración de Independencia decía que todos tenían el mismo derecho a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Por supuesto que en la práctica, no todos recibieron estos derechos del día a la mañana. Tomó casi cien años, pero finalmente, los esclavos fueron liberados y se les dio la ciudadanía, y los hombres afroamericanos recibieron el derecho al voto. Luego, después de más de cincuenta años, las mujeres fueron incluidas cuando se les dio el derecho de votar y ocupar cargos públicos.
Hoy día en los Estados Unidos y en la mayoría de las demás culturas democráticas, se da por sentado que las mujeres deben tener los mismos derechos básicos que los hombres. Ya no se da por sentado que el esposo tiene el derecho de dominar y controlar a su esposa. Desafortunadamente, tampoco se da por sentado que los matrimonios durarán toda una vida. Antes de los años 60, la tasa de divorcio no era más del 10 por ciento. Sin embargo, ya para 1980, había subido vertiginosamente a más del 50 por ciento. Hoy día, ha bajado un poco y se mantiene a más o menos un 45 por ciento, pero el porcentaje de parejas que se casan cada año ha estado bajando cada vez más.
¿Cuál es el problema, entonces? ¿No deberían los matrimonios ser más felices hoy, ahora que ambos cónyuges trabajan y una parte ya no es controlada por la otra? Así parecería, a primera vista. Pero lo que ocurre es que los hombres y las mujeres no siempre enfocan la vida de la misma manera. El hecho de que la cultura haya cambiado y haya más igualdad no los ha equipado automáticamente con las habilidades que necesitan para enfrentar problemas y tomar decisiones conjuntamente.
El tomar decisiones en nuestro matrimonio sería menos complicado para Joyce y yo si hubiéramos vivido hace cien años. Cada vez que hubiéramos tenido un conflicto, se hubiera esperado que ella se sometiera a mi manera de hacer las cosas. Como un esposo amoroso, yo tal vez hubiera escuchado su punto de vista. Pero al final, yo hubiera tomado la decisión final, la cual ella hubiera tenido que aceptar.
Cuando Joyce y yo nos casamos, todavía era común oír a las esposas prometiendo “amar, honrar y obedecer” a su esposo, “hasta que la muerte nos separe”. Joyce recitó obedientemente este voto. Por supuesto que, como la mayoría de los hombres en esa época, yo no hice el mismo compromiso. Simplemente prometí “amar y respetarla”.
Pero a pesar del texto de nuestros votos, ambos comprendíamos que seríamos iguales y que nos beneficiaríamos de la sabiduría del otro. Joyce no me obedecería simplemente y yo no esperaría que lo hiciera. Más bien, nos amaríamos y nos respetaríamos mutuamente, lo cual significaría tomar decisiones conjuntamente, de modo a estar satisfechos los dos.
No nos dábamos cuenta en ese momento, pero nuestra decisión de hacer que nuestro matrimonio fuera un esfuerzo conjunto sin que cualquiera de los dos ejerciera control sobre el otro era algo muy diferente a la manera en que la mayoría de matrimonios habían funcionado por miles de años. Y no fue fácil tomar decisiones conjuntamente. Fue mucho más difícil que si Joyce me hubiera simplemente obedecido.
Mi experiencia como consejero matrimonial me ha enseñado que en los matrimonios de hoy, la negociación es una herramienta esencial, pero algo que es muy difícil aprender. Eso no quiere decir que los cónyuges no sepan negociar. De hecho, muchos de los cónyuges que he aconsejado son negociadores expertos fuera de su matrimonio. Pero cuando se trata de negociar con su cónyuge, parecen hacer caso omiso de todo lo que saben acerca del arte de llegar a un acuerdo.
Es probable que esta discrepancia entre nuestro conocimiento de la negociación y la manera en que negociamos dentro de nuestro matrimonio tenga algo que ver con las actitudes y los instintos que se han formado a lo largo de la historia de la humanidad al dominar el esposo a la esposa. Aunque vivimos en una cultura que le otorga a la mujer los mismos derechos que al hombre, muchos esposos todavía tienden a enfocar el conflicto como si todavía se esperara que su esposa lo “obedeciera”. Y muchas esposas, al darse cuenta del poder que conlleva la igualdad, lo usan para tratar de controlar a su esposo.
Cuando un conflicto no se resuelve fácilmente, demasiado a menudo tanto el esposo como la esposa tratan de obligar al cónyuge a hacer lo que él o ella quiere. Y cuando eso no funciona, tratan de hacer las cosas solos, tomando decisiones unilaterales. El problema es que a ninguno de los dos les gusta que se les diga lo que deben hacer. Y ninguno de los dos quiere que su cónyuge tome decisiones sin tomar en cuenta los sentimientos e intereses del otro. Ninguno de estos “atajos” a la resolución de conflictos funciona. Y así como vimos con los problemas de Tony y Jodi en cuanto al cuidado de su hija, los conflictos no resueltos se acumulan y al final llegan a agobiar a los cónyuges, dejándolos desesperanzados.
No hay duda que la vida se complica más cuando los cónyuges toman decisiones conjuntas en vez de simplemente ordenarle al cónyuge que haga esto o aquello, o tomar decisiones unilaterales. Pero si en realidad el esposo y la esposa son iguales y quieren resolver sus conflictos una vez por todas, el acuerdo mutuo es su única alternativa.
Una meta en común
En cualquier negociación, el primer paso es estar de acuerdo en cuanto a una meta. Yo insto a las parejas a que fijen la meta de encontrar una solución que hace feliz a ambos, es decir, encontrar un resultado donde ambos ganan. Pero como mencioné anteriormente, no es fácil lograr esto. Aunque muchos cónyuges estarían de acuerdo conmigo que en el matrimonio, un resultado donde ambos ganan es el resultado más deseable, muchos insistirían que tales resultados son casi imposibles de lograr. Entonces, dirían, si una pareja va a avanzar en la vida y tomar las decisiones necesarias, es inevitable hacer concesiones. Al decir “hacer concesiones” generalmente quieren decir que los resultados siempre terminarán siendo algo menos que un resultado donde ambos ganan.
Charlie Weaver, el jefe de gabinete del antiguo gobernador de Minnesota, Tim Pawlenty, ha sido un negociador político muy respetado. Durante todo el tiempo que su jefe fue gobernador, hizo un excelente trabajo al usar sus habilidades de negociación para mantener a raya a los enemigos políticos contenciosos. Él atribuye su éxito a tener la meta siguiente: “Después de llegar a un acuerdo, cada parte debe estar un poco contenta y un poco enojada.”
Tal vez esta meta le funcione bien al Sr. Weaver en el mundo de la política, pero no funciona muy bien en el matrimonio. Al tratar de resolver sus conflictos según esta estrategia, los cónyuges tienden a olvidar rápidamente el poquito de contentamiento que lograron y recordar para siempre el enojo que sintieron. El resentimiento a largo plazo es un problema que experimenta casi toda pareja casada cuando los conflictos no se resuelven de la manera correcta, con ambos cónyuges contentos con el resultado.
En el mundo de la política, no podemos esperar que todos estén contentos con una decisión. Simplemente hay demasiados intereses en conflicto que hay que tomar en cuenta. Además, las dos partes nunca han prometido cuidarse una a la otra. Su meta es derrotar a la otra parte. Pero en el matrimonio, sólo hay que tomar en cuenta los intereses de dos personas al tomar una decisión. Y esas dos personas no deberían estar compitiendo entre ellas. Más bien, han hecho un compromiso único de cuidarse una a la otra. Por eso, tendría sentido que se esforzaran por encontrar resultados donde ambos cónyuges salen ganando cada vez que tienen un conflicto. Ha sido mi experiencia en mi propio matrimonio y al ayudar a miles de parejas en su matrimonio que esto es algo que casi toda pareja puede lograr.
He escrito este libro para ayudar a ambos cónyuges a recibir lo que necesitan uno del otro al llegar a ser negociadores matrimoniales habilidosos. Cuando hayan terminado de leer el libro y hayan aplicado sus enseñanzas a los conflictos que enfrentan, se asombrarán al ver que han podido eliminar conflictos con los cuales han luchado por años. Y al resolver todos sus conflictos de la manera correcta, con soluciones donde ambos ganan, también encontrarán que han logrado algo más: estarán enamorados.
2
Los hombres y las mujeres se necesitan mutuamente
Durante la época en que yo era profesor universitario, enseñaba neuropsicología. Mis estudiantes aprendían cómo las diferentes partes del cerebro controlan la conducta humana. Al principio del curso, yo mostraba un cerebro de un hombre maduro y uno de una mujer madura y les preguntaba a los estudiantes si veían alguna diferencia entre ambos. Los estudiantes siempre estaban de acuerdo en que los cerebros no se parecían en nada. El cerebro masculino era más grande y más grumoso que el cerebro femenino.
Luego, al diseccionar ambos cerebros, le mostraba a la clase que no sólo eran diferentes exteriormente, sino también interiormente. El cuerpo calloso, una banda de fibras que conecta los dos hemisferios es mucho más grande en el cerebro femenino, aunque el cerebro en sí es más pequeño. El hecho de que los dos hemisferios estén más interconectados tal vez sea la razón por la cual las mujeres tienden a tomar en cuenta más información al tomar decisiones que los hombres.
El lóbulo parietal inferior es proporcionalmente más grande en el cerebro masculino, sobre todo en el hemisferio izquierdo. Esta área tiene que ver con la habilidad matemática, y se encontró que en el cerebro de Albert Einstein, esta área del cerebro era más grande de lo normal. ¿Será por eso que más hombres que mujeres tienden a destacarse en las matemáticas?
Dos estructuras asociadas con el lenguaje, la circunvolución temporal superior y la circunvolución frontal inferior, son proporcionalmente más grandes en el cerebro femenino. ¿Hay alguna duda que las mujeres tienden a comunicarse más eficazmente que los hombres?
La región parietal del cerebro es más gruesa en el cerebro femenino. Se ha planteado que este grosor inhibe la habilidad de la mujer para rotar los objetos mentalmente, y que por lo tanto, los hombres entienden mejor las relaciones espaciales.
Más allá de todas estas diferencias que pueden identificarse visualmente, hay aun más diferencias bioquímicas. Por ejemplo, consideremos las maneras contrastantes en que el estrógeno en un cerebro femenino y la testosterona en un cerebro masculino afectan la hormona oxitocina, la cual tiene un efecto calmante y se libera durante momentos de estrés. El estrógeno realza el efecto de la oxitocina, mientras que la testosterona reduce su efecto. Se ha planteado que esta diferencia hace que las mujeres se cuiden y cuiden a sus hijos en momentos de estrés, mientras que los hombres tienden a experimentar una reacción de lucha o huida.
La manera en que todas estas diferencias en el cerebro masculino y femenino afectan la conducta sigue siendo un tema polémico. Pero está claro que existen diferencias importantes. Las diferencias físicas generales que se observan en todo cuerpo masculino y femenino se encuentran en el cerebro, y en la manera de pensar.
Mis años de experiencia como consejero me han llevado a pensar que estas diferencias ayudan a los hombres y a las mujeres a tomar las más sabias decisiones cuando respetan estas diferencias. Cuando no las respetan, surge el conflicto y la confusión.
Los hombres y las mujeres necesitan la perspectiva uno del otro
Las diferencias en la estructura y la química interna del cerebro masculino y femenino afectan la manera en que piensan los hombres y las mujeres. Por lo tanto, no nos debería sorprender que hombres y mujeres lleguen a conclusiones diferentes en una gran variedad de situaciones.
Desde tiempos inmemoriales, ya que los hombres son más fuertes que las mujeres y por lo tanto han podido dominarlas, la sociedad (los hombres) ha considerado que la perspectiva masculina es la correcta y la perspectiva de la mujer es inferior. Hasta muy recientemente, aun las mujeres aceptaban esta interpretación de su perspectiva.
Hagamos reflexión. ¿Por qué no les era permitido a las mujeres votar u ocupar cargos públicos aquí en los Estados Unidos hasta 1920? Era porque a los hombres que estaban a cargo no les parecía que las mujeres tuvieran suficiente sabiduría como para hacerlo. Para esto, se basaban en el hecho de que las mujeres muchas veces no estaban de acuerdo con las conclusiones de ellos. Y para esa época, a la mayoría de las mujeres no parecía molestarles esta forma de ver la vida.
Pero ya no es así. Ahora sabemos con certeza que en promedio, las mujeres son tan inteligentes como los hombres. Hombres y mujeres simplemente tienen una perspectiva algo diferente. En el matrimonio, estas perspectivas diferentes muchas veces acarrean conflictos. Y si una pareja no sabe cómo llegar a un acuerdo sin atropellarse uno al otro, los conflictos generan pleitos y no resoluciones. El resultado ha sido que en la mayoría de los matrimonios, los cónyuges se alejan emocionalmente, pierden su amor romántico uno por el otro, y al final, o bien viven de manera independiente o se divorcian.
Pero no tiene que ser así. Esposos y esposas pueden resolver sus conflictos de la manera correcta, llegando a un acuerdo entusiasta. Y las soluciones que encuentran al hacerlo son mucho más sabias que las soluciones planteadas originalmente por uno y otro cónyuge. Sus diferentes perspectivas se complementan, creando así un entendimiento más completo de los problemas que todos enfrentamos en la vida. En otras palabras, su acuerdo conjunto es la mejor resolución a sus conflictos.
Pero hay que dar una advertencia importante: para lograr esto, ambos deben tener en alta estima la perspectiva del otro. Ambos deben admitir que no tienen todas las respuestas y que su perspectiva individual pudiera ser un tanto imperfecta. Deben valorar el punto de vista del otro y considerarla una parte esencial de su vida en conjunto. Deben entender que en el matrimonio, la única manera de resolver conflictos sensatamente es el acuerdo mutuo entusiasta.
Los hombres y las mujeres están diseñados para ser compañeros idóneos justamente porque piensan de una manera diferente. Ambos necesitan el cerebro del otro. El error más grande que puede cometer una pareja es mirar sus perspectivas diferentes con desprecio y desdén. El bromear acerca del hecho que hombres y mujeres tienen una manera diferente de ver la vida es hacer caso omiso de su recurso más valioso: sus diferencias. Y es de igual importancia que los cónyuges eviten la tentación de hacer caso omiso de su propia perspectiva para satisfacer a su cónyuge.
Por qué el ceder no es la mejor manera de cuidar uno del otro
La mayoría de los hombres y las mujeres saben que se necesitan de muchísimas maneras: físicamente, emocionalmente e intelectualmente. Esa dependencia ayuda a crear una disposición instintiva para cuidar y protegerse uno al otro que va mucho más allá de la manera en que ambos manejan las relaciones con personas del mismo sexo.
Después de hablar a un grupo de madres jóvenes recientemente, me hicieron la siguiente pregunta: Mi esposo muchas veces cede y deja que yo haga lo que deseo, pero sé que en realidad no está conforme. Me gusta salirme con la mía, pero a veces me siento mal después. ¿Cómo hago para que él sea más sincero conmigo acerca de sus verdaderos deseos y sentimientos?
Posiblemente el esposo de esta mujer aceptó hacer lo que la hacía feliz a ella, porque la amaba y quería que fuera feliz. Ella probablemente hacía lo mismo por él de vez en cuando. Ambos tenían un instinto de cuidar del otro a toda costa, aun a costa de su propia felicidad.
Pero ella se había dado cuenta de un problema que surgía a raíz de este amor mutuo. Le gustaba hacer las cosas a su manera, pero en su corazón, sabía que esta no era la manera correcta de resolver los conflictos.
Fíjese en lo que ella dijo: ella quería que él “fuera más sincero con ella acerca de sus verdaderos deseos y sentimientos”. En otras palabras, cuando discutían, nunca llegaban a hablar de sus diferentes perspectivas. Más bien, ella expresaba lo que quería, y él simplemente se negaba a hacerlo, o bien cedía ante sus deseos. Lo que ella deseaba en realidad era que llegaran a un acuerdo mutuo, habiendo expresado sus diferentes puntos de vista.
Cuando hay que tomar una decisión en mi matrimonio, muchas veces mi instinto me dice: “Si realmente amo a Joyce, le daré todo lo que quiere. Y mientras más dispuesto estoy a sacrificar mis propios deseos, más la amo.” Sin embargo, sé que las decisiones más sabias son aquellas que toman en cuenta la perspectiva de ambos. Ambas perspectivas tienen el mismo valor. Por lo tanto, si dejo de darle mi perspectiva a Joyce, estoy limitando nuestra sabiduría mutua.
Al simplemente darle a su esposa lo que ella deseaba sin expresar la opinión de él, el esposo de esta joven madre la estaba privando de información valiosa, y esto la incomodaba. Era más importante para ella comprender a su esposo que salirse con la suya.
En el matrimonio, un hombre y una mujer deben llegar a ser una entidad nueva. Deben funcionar no como dos individuos, sino como un equipo. Deben aprender a planificar juntos y llevar a cabo ese plan juntos. El tener un compañero colaborador y amoroso nos da una gran ventaja sobre cualquier cosa que hubiéramos podido ser o lograr como individuos. Y somos mucho más sabios que jamás hubiéramos podido ser solos. Pero esto requiere de destreza para trabajar en equipo, destreza como negociadores.
3
Porqué las cosas no andan bien cuando un cónyuge gana y el otro pierde
Antes de mostrarle cómo encontrar las mejores soluciones a los problemas que enfrenta en el matrimonio (soluciones que son beneficiosas para ambos), les expondré algunas de las soluciones más comunes donde un cónyuge gana y el otro pierde. Estos resultados donde uno gana y uno pierde son comunes, no sólo porque son mucho más fáciles de encontrar que soluciones donde ambos ganan, sino porque también son algo instintivos. Pareciera que somos atraídos naturalmente a este tipo de soluciones.