Diseño de portada: Ricardo Caballero
Primera edición, Mayo 2016
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La adquisición de alguna de estas obras no incluye los derechos para llevarla a escena. Para adquirir los derechos escribir a sus respectivos autores.
Ignacio Mariscal 148-3 Col. Tabacalera, México, D.F.
ISBN: 978-607-8176-29-8
Hecho en México
Las obras aquí contenidas responden a inquietudes creativas, no a homenajes, tienen sus propias búsquedas y teatralidades. Hablamos de teatro mexicano contemporáneo, hablamos del presente. No se trata de un Shakespeare tropicalizado, cada uno de estos proyectos tiene una forma distinta de apropiárselo y en todos hay canibalismo. Esta antología muestra un autor vivo con quien se discute, no una tumba con ofrendas. Y resulta que Shakespeare siempre estuvo aquí, nuestro contemporáneo, que no estando, es.
Sin duda la apropiación shakespiriana más ambiciosa en México ha sido Códice Ténoch de Luis Mario Moncada. Como parte de las Olimpiadas Culturales en Londres 2012, se organizó el World Shakespeare Festival y en coproducción con la Royal Shakespeare Company, la Compañía Nacional de Teatro y el Festival Cervantino se llevó a escena esta épica de Moncada que abarca 30 años de guerra prehispánica entre los reinos de Texcoco, Azcapotzalco y Mexica. En ella se pueden reconocer El Rey Juan y Enrique IV, pero “no se ha tratado de una trasposición, sino de tomar aquello y sólo aquello que ayudase a detonar la naturaleza propia de los personajes”, dice Moncada en el Prólogo a Códice Ténoch (CONACULTA 2015)
El festejo shakesperiano coincidió con el incremento de la violencia en México, la crueldad cínica de los cárteles, y el regreso del PRI a la presidencia (2012). Era natural que Shakespeare apareciera en nuestros escenarios (también incontables Antígonas), especialmente Macbeth en muy diversas adaptaciones. Las adaptaciones con mayor impacto fueron La tragedia de Macbeth y Mendoza, ambas estrenadas en 2013.
En la lectura de obras para esta selección distinguí varias formas de apropiación de los textos. Algunos de esos caminos no se incluyeron en la antología, pero son parte de este universo y tienen mecanismos interesantes de observar.
La escénica es la apropiación más difícil de transmitir en un libro, en el caso de La tragedia de Macbeth, la cual tenía pocas adecuaciones al texto, era principalmente una apropiación escénica para dos intérpretes, Laura Almela y Daniel Giménez Cacho, que son monstruos escénicos y conseguían una experiencia abrumadora.
Otro ejemplo es Lady Hamlet, adaptación de Aurora Cano donde los personajes masculinos eran convertidos en mujeres y viceversa. Así, en lugar de una Ofelia hay un Fidelio y el mando es de la Reina Claudia. Un interesante cambio de roles que necesita forzosamente de la presencia de los cuerpos y los matices de los actores para producir el resultado esperado.
También encontramos obras que se ubican en un momento temporal o dentro de una situación de la obra original y que construyen una parte no contada como El cuerpo de Mercutio de Juan Cabello y Otelo (El deseo y los celos) de Luis Santillán. En El cuerpo de Mercutio, Romeo acude a una bruja para intentar revivir a su amigo muerto a manos de Teobaldo. Es un paréntesis en la obra, un spin-off que no afecta la trama de Romeo y Julieta. En cambio, la obra de Santillán se desarrolla entre espacios oscuros y paréntesis de Otello pero, a diferencia de El cuerpo de Mercutio, aquí sí se afecta la percepción de Otello, aunque el final es el mismo el camino es otro.
Algo de un tal Shakespeare de Adrián Vázquez y Sopa de puercos viscerales de Martín López Brie son ejemplos de una forma de acercamiento didáctico y lúdico a las obras del dramaturgo inglés, la primera centrada en compartir las anécdotas y la segunda, aunque también comparte las anécdotas, se centra más en los personajes. Ambas con un fin lúdico y mucho humor.
Mendoza de Antonio Zúñiga y Juan Carrillo; Hamlet de Mónica Perea; Merienda de negros de Édgar Chías, La muerte de Julio César de Ana Lucía Ramírez y Ricardo III. Un guiño de David Gaitán son las obras que componen este título. Son apenas una muestra de las muchas reescrituras que habitan la dramaturgia mexicana, pero una muestra contundente y diversa en cuanto a formas de escritura, teatralidades y generaciones de autores. Todas han sido estrenadas y se construyen a partir de diferentes apropiaciones de la obra shakespirana que van desde la reescritura hasta el desmembramiento.
Mendoza de Zúñiga y Carrillo conserva la estructura original de Macbeth pero con una reescritura completa que acerca el lenguaje y el imaginario a la literatura mexicana posrevolucionaria. Efímero como es el teatro, al leer la obra se pierde gran parte de la aportación de Juan Carrillo, de quien es la idea original. La propuesta escénica es dinámica y vigorosa, la multiplicidad de lecturas se estimula por cada elemento que está jugando constantemente en diferentes niveles de ficción. Desde el vestuario hasta la forma de involucrar al espectador se crea un complejo tejido que dice a la vez “esto no pasó en la Revolución, esto es Macbeth” y “esto no es Macbeth, esto está alrededor nuestro”. Por otro lado, leerla es otra dimensión, permite al lector construir las atmósferas y los personajes más clara e íntimamente. Desentrañar los diálogos, en especial los monólogos que son textos hermosos, resultado de la más noble promiscuidad con Shakespeare.
Algunas apropiaciones son más radicales como es el caso de Merienda de negros de Édgar Chías o Ricardo III ¡Guiño! de David Gaitán. Merienda de negros es un diálogo con Otello o quizá debiera decir una discusión. Una fusión esquizofrénica de horizontes, no sucede dentro de Otello ni dentro de su universo, sino “cinco minutos” antes de iniciar una función, en un espacio que nunca existió. Desde la dramaturgia, Chías propone una actoralidad vertiginosa que elude la construcción de personajes.
Ricardo III ¡Guiño! más que un texto es un testigo, no puede replicarse, hacer un casting y montarlo de nuevo. Se trata del registro de una teatralidad, de la apropiación de Ricardo III por un grupo de personas. Los diálogos contienen fragmentos de esas personas y esta teatralidad así lo exige. No es Ricardo III, es lo que ellos pensaron de la obra, vemos una parte de su proceso. Hay pocas escenas que remiten a la obra y se construye a base de juegos escénicos que se pierden en la lectura, pero tratamos de explicarlos a modo de registrarlos para tener una idea clara de la propuesta, se hizo una especie de puesta en libro.
Mónica Perea cuenta un Hamlet sin protagonistas, exclusivamente mujeres en escena quienes comentan los sucesos “de la corte”. Entre comillas porque siempre es clara la intertextualidad, es decir, siempre es claro que estamos en una pieza literaria de alguien más e incluso, si no se tienen los referentes muy claros, hay muchas ideas que se pierden. En varios casos sólo sugiere las anécdotas y por ello esta es la obra más dependiente de la original. Aparecen Gertrudis y Ofelia, el resto de los personajes es indefinido. Voces femeninas que pueden ser una o un coro. Nuevamente una propuesta de teatralidad desde el texto distinta a las otras obras de esta antología.
Por último tenemos la apropiación directa, como lo hace Ana Lucía Ramírez con La muerte de Julio César. Una obra “independiente” de la original, sin referencias directas ni adaptaciones de la estructura, se puede no conocer Julio César y entenderla sin problemas. La apropiación es previa a la escritura, un canibalismo literario. Como en el Hamlet de Perea, no hay identificación de personajes, son sólo voces que narran, a veces en primera persona, otras en tercera, como testigos o como chisme. Una forma de escritura que en español han gustado denominar narraturgia, la cual privilegia al texto y la presencia del actor como principales elementos escénicos.
A pesar de las diferencias descritas, todos los textos de la antología comparten el cuestionamiento a la relación actor/personaje, en el caso de Mendoza esto no se encuentra en el texto, pero sí en la escenificación. Ninguno de ellos es realista, ni en su planteamiento escénico ni en la actoralidad que proponen. En el caleidoscopio de las teatralidades mexicanas contemporáneas podemos señalar estas características como tendencias.
Alejandra Serrano
Escena - México 1910
Noche. La Bruja sentada con una gallina en un monte. A lo lejos se escucha el sonido de una batalla.
BRUJA: ¿Oyes, Canosa? ¡Shht! ¿Oyes? Ya mero andaremos por en debajo de los truenos, volando en los relámpagos. ¿Sientes? Son los gritos del páramo, los gritos de las almas muertas en vida. ¿Qué ves? ¿Eh? El aíre huele a podrido y la lluvia a sangre deslavada, gallinita y no hay rastros de mesura, sólo pena, sólo dolor. Muerte y destrucción. ¿Oyes ladrar los perros? Huelen el miedo y la raza se encabrona. Los augurios nacen desde endenantes, están ahí, tú nomás ves y yo nomás les pongo voz. Ahora anda un reborujo de espíritus alborotados, como abejas ardientes, que se confunden con los hombres. ¿Dónde están los muertos y dónde los vivos? Bailaremos lo mismo con unos que con otros, mientras les damos su cristiana sepultura. Que la virgen morena y todos sus santos bajen con aliados, porque no se van a dar abasto. ¿Oyes? Yo y tú nos bañaremos de lluvia, Canosa, nos limpiaremos con el hedor del aire ponzoñoso. Pero espérate, eso será cuando acaben los estruendos, ya que se asilencie la metralla, ya que nos aturda el silencio y surjan las propias voces, ahora que la batalla se haya ganado y se haya perdido. Antes de que el gallo cante, por ahí, por la vereda, por ahí mismo nos toparemos con Mendoza. Antes las cosas tenían su lugar y ahora todo se confunde. ¿Oíste? Lo hermoso es feo, Canosa y lo feo, ¡ah! cómo es hermoso. ¡Revoloteemos por de entre la niebla y los aires de la noche!
Campamento de rebeldes en la sierra. Montaño, Esparza y su tropa. A lo lejos se acerca el Meco.
MONTAÑO: ¿Y ese quién es? ¿Qué nuevas trae?
GARCÍA: Es el Meco, señor. Soldado muy reata, un adelantado que a poco se unió a la causa. (Entra el Meco.) ¿Qué pasó, vale?
MECO: Traigo el gaznate seco. Me tragaría un arroyo completo.
GARCÍA: ¿Cómo van las cosas? ¿Cómo fue la batalla?
MECO: Pues cuento lo que pasó a según mi punto de vista. Primero estaba dudosa, los dos bandos peleaban de tal manera que ni a cuál irle mi coronel. Como dos gallos de pelea que ya cansados nada más se dan vueltas el uno al otro.
MONTAÑO: Dinos qué pasó.
MECO: Un puntito antes de morir la tarde, llegó Herrera “el carnicero”, con su tropa de federales, como fiera nos emboscó en la plaza. Resistimos como perros con los pelos erizados, que no hay hombres en esta revolución que nos puedan prestar suerte y valor para aguantar la refriega. He de reconocer sin temor a parecer menos macho, que ese fulano estuvo a punto de mandarnos al otro mundo, con la crisma agujereada, el condenado…
MONTAÑO: ¿Y Aguirre y Mendoza temblaron?
MECO: ¿Ha visto usted mi general, temblar a un coyote asustado por las gallinas?
MONTAÑO: Tanto como he visto que la noche y el día se juntan.
MECO: Pues así mismo con ellos. ¡Por ésta! Que parecían dos perros rabiosos; regando balazos seguros contra los federales, apenas tiraban un tiro y caía un mendigo guacho al suelo. Aguirre es un cabrón con cojones, cómo de que no, pero Mendoza, ese sí que tiene huevos duros. Hombre muy bragado, arriesgando su vida, con todo y cuaco y guiando una bola de los nuestros, trepó por las azoteas hasta llegar hasta la retaguardia de los canijos guachos. La sorpresa fue su aliada y los hizo retroceder hasta quedar lejos de la munición, ya divididos pues pudimos atacar y Mendoza no encontró paz ni sosiego, hasta dejarle un kilo de plomo en la panza al cabrón de Herrera. ¡Un acto chingón propio de un hombre!
MONTAÑO: Mendoza y Aguirre son dos hombres de verdad.
MECO: Parecía que los dos querían bañarse con la sangre de los guachos. Nada los detiene. Hicieron saltar más miembros cercenados que vísceras en el matadero.
MONTAÑO: Me quitas un peso de encima. ¿Pero y cómo chingados los encontraron?
MECO: Rajaron señor.
GARCÍA: ¿Quién? ¿Un espía?
MECO: No, y usted perdone mi patrón y mal haya que sea yo quien tenga que decirlo, pero resulta que el soplón fue uno de los nuestros.
MONTAÑO: ¡Me lleva la chingada! ¿Quién?
MECO: Pues…
GARCÍA: ¡Habla pinche Meco! ¿Quién?
MECO: El general de división Eufemio Cabral.
MONTAÑO: ¿Cabral? ¿Un rajado? No se me acomoda creerlo.
MECO: Sí, señor, venía de retaguardia de los federales, el capitán Esparza ya lo apresó y lo traen de camino para pasarlo por las armas, si es que usted no manda otra cosa.
MONTAÑO: Ese era un general de toda mi confianza, pero nunca le adiviné la traición en la cara. A ese me lo traen, lo quiero vivo. Lo fusilo yo mismo, ya no volverá entrometerse en nuestra causa.
GARCÍA: Sí, mi General.
MONTAÑO: ¿Necesitas algo?
MECO: No sé si usted lo vea, y Diosito sabe que no me estoy quejando, pero resulta que traigo una herida entre las costillas.
MONTAÑO: ¡Milagros te tienen con vida! ¡Que lo atiendan, chingado!
Una vereda. Mendoza y Aguirre caminan.
MENDOZA: ¡Ah, qué pinche día tan feo… pero tan hermoso al mismo tiempo! ¿No, compadre?
AGUIRRE: Sí pues.
Aparece la Bruja.
BRUJA: …enlazo las manos, mensajera de la tierra…
AGUIRRE: ¿Y ahora?
BRUJA: ¡Giremos! ¡Girando! Giremos…
AGUIRRE: ¿Y esta quién es?
BRUJA: Tres vueltas para ti, tres vueltas para mi…
MENDOZA: Sabrá Dios.
BRUJA: Y otras tres para que sean las nueve… ¡Silencio! Se Acabó.
Pausa. Mendoza y Aguirre se alejan.
BRUJA: ¡Viva Mendoza! ¡Viva mi Coronel! ¡Viva Mendoza! ¡Viva mi general de división!
AGUIRRE: Habla pues… Si tienes algo qué decir, mejor que sea muy verdadero porque sino te vas a volver jalea y te vas a tragar todas tus palabras, vieja bruja.
BRUJA: No me tires amenazas que es como escupir al cielo.
MENDOZA: No me endulzan la vida tus palabras necias que tengo oídos sordos. Deja de halagarme, rastrera. ¿A qué te metes en el camino? ¿Quieres ver el diablo?
AGUIRRE: ¡Apártate, sucia, mojina!
BRUJA: Conozco el futuro. Ahora mismo en dos segundos el cielo se rompe.
AGUIRRE: ¿Por qué te arrastras y babeas? ¿Qué traes en ciernes, mala mujer? Yo te voy a detener con la cruz de mi señor que cargo aquí. Si no hablas te vas a regresar al fondo de la tierra pécora, maldita Bruja enclenque… ¿Quién eres? ¡habla ya!
BRUJA: Tan solo un mal aire, un relámpago, soy la mujer que espera, soy la mujer que mira hacia dentro, soy la mujer que busca debajo del agua, soy la mujer luna, soy la mujer constelación, soy la mujer arrancada, soy la mujer que hace soñar, soy la mujer piedra de sol, soy la mujer que hace girar, soy la mujer impura. Soy una mujer que cría salamandras y helechos en el sobaco. Soy una mujer que cría musgo en el pecho y en el vientre. Soy una mujer a la que nadie besó jamás con entusiasmo. Soy una mujer que esconde pistolas y rifles en las arrugas de la nuca. Soy la mujer espíritu porque puedo entrar y puedo salir en el reino de la muerte.
MENDOZA: ¡Ya, muchas pinches credenciales!
BRUJA: Soy lo que usted ponga por nombre.
AGUIRRE: ¡Y yo soy tu padre, hija de la chingada! ¡Fuera de aquí!
MENDOZA: No, espera. ¿Qué tienes que decirme?
BRUJA: Todo en esta vida nace del deseo. Todo se produce en el tierno centro del alma acorazada. Nada es ajeno al mundo de los espíritus y tú tienes un destino marcado. Llegarás muy alto. A la cumbre en estas armas. Vas a ser General de División y a lueguito Comandante Supremo…
AGUIRRE: ¿Eres un fantasma, o qué chingados? Festejas a mi compadre con el rango que ahora tiene y luego lo festejas con un futuro muy crecido, y a luego, una esperanza en el gobierno que lo sacude todito. ¿Y para mí qué? ¿No hay? Digo, si ya que parece que puedes calar en asuntos que sólo son cosa del tiempo y adivinas qué semilla cuaja y qué semilla no, pues mírame también a mí, nos seas mala entraña y cabrona conmigo.
BRUJA: Tienes un chamaco, Aguirre, que será gobernador, que será padre de gobernadores; pero tú no gobernarás. ¡Viva Aguirre! ¡Menos grande que Mendoza, pero mucho más grande! ¡No tan afortunado pero sí más feliz! ¡Vivan pues, Mendoza y Aguirre!
MENDOZA: ¡Parada ahí! No te muevas un clavo, bruja chocarrera. Soy Coronel. ¿Pero cómo que general de división? La división tiene su general; y eso de gobernar, está tan lejos de mi pensamiento como ser general de división. ¿De donde sacas tamañotas pendejadas? ¿Por qué sobre este monte, revuelto por los ventarrones, vienes a toparnos el camino con tus mentadas profecías? Habla, ladina.
BRUJA: Soy una mujer remolino. Una que ahora está y enseguida no… ¡vuelo!
La Bruja desaparece.
AGUIRRE: ¿Para dónde ganó?
MENDOZA: Sepa la chingada.
AGUIRRE: Pero esa bruja… ¿Era de a de veras? o. ¿Andamos muy enyerbados, compadre, que ya se nos enchuecó la razón?
Los dos ríen.
MENDOZA: ¡Mi ahijado, tu hijo, será gobernador!
AGUIRRE: Sí, pues. ¡Pero primero tú gobernarás estas armas!
MENDOZA: Y seré general de división también. ¿Eso dijo la torcuata esa?
AGUIRRE: Sí, pues. Así mismo, general de división, mi compadre.
MENDOZA: Pues me cuadra el nombre… ¡pero más la tonadita!
Llegan García y el Meco.
GARCÍA: ¡Mendoza! ¡Mendoza!
MENDOZA: ¡García!
GARCÍA: No pensaba en otra cosa más que en encontrarlo mi coronel. Montaño me mandó a buscarlo, ya nos dieron santo y seña de la batalla.
MECO: No dije más que la pura verdad. Es un honor pelear a su lado, mi general.
MENDOZA: ¿Qué dijiste?
GARCÍA: (Al Meco) Cállese el hocico. (A Mendoza) A mí nadie me quita el gusto de darle esta noticia. Montaño me encargó que lo nombrara a usted general de división. ¡Felicidades, mi general! ¡Ahora, este nuevo rango, es todo suyo!
AGUIRRE: (Aparte.) ¡Válgame la chingada! ¿Ora los diablos dicen verdades?
MECO: ¡Ya le dieron su aguilita! ¡Felicidades, mi general!
MENDOZA: El general de división es Eufemio Cabral. ¿Por qué me cuelgas milagritos que no son míos?
GARCÍA: Ya no lo es, lo afusilaron. Él fue el guía de los federales para que los emboscaran a ustedes, lo dijo todo en confesión, se le asomaba el miedo y la pena por los ojos, pero lejos estuvo de conseguir el perdón de Montaño.
MENDOZA: (Aparte.) ¡General de división! Y lo más grande todavía falta… (A García y al Meco.) Pues gracias por su molestia… (A Aguirre) ¿No tienes esperanza de que Emilio tu hijo sea gobernador, la Bruja esa no te prometió menos que a mí?
AGUIRRE: Pues… será el sereno… pero si te aferras a esas creencias, bien se te puede despertar tu deseo en eso de la gobernada. ¿Qué no? Esto está muy raro, compadre; mejor santígüese, que de a seguido, las brujas alburuceras esas, nos adivinan verdades y luego nos tientan haciendo que le demos vuelo a las ilusiones, para después apergollarnos alevosamente a las consecuencias más terribles. Yo mejor me curo de espantos.
MENDOZA: (Aparte) ¡Ya me adivinaron lo primero! Esta promesa puede ser mala, pero también buena… Si fuera mala. ¿Para qué me cumple la primera verdad? Es fácil entonces saber lo que viene. Soy general de división. ¿Qué no? Y si es buena. ¿Por qué tengo tantos escalofríos, por qué siento que se me hiela el alma, que el corazón se me quiere salir por las costillas y se me hace retuerce de a tiro el pecho? ¡Los temores de a deveras son menos dañosos que los que luego uno se imagina! Mi cabeza anda llena de ruidos y de voces, pero para mí nada es, hasta que no sea. ¿Para qué negarme a la suerte? ¡Que sea lo que Dios quiera!
AGUIRRE: ¿Qué pues compadre?
MENDOZA: Piénsale, y luego cuando le hayamos dado vueltas bien al asunto, hablamos con el corazón abierto.
AGUIRRE: Sí, pues.
MENDOZA: Mientras, asilénciese… ¡Vamos a ver a Montaño!
La Bruja en cualquier lugar.
BRUJA: La sangre se alimenta de carne roñosa y la vida nos da poco, a los que no paramos de desear. El trueno no nace sin luz interior. Un mal solo se predice en la luz de una lámpara, frente al fuego de una hoguera, pero ahora el mal está en el aire. Ahora nada puede detener esto, pinchurrientas, marranientas, corpulentas majaderías han de salir del culo de los gobernantes que como tú, o como las putas, no puedan saltear al destino. Un sexenio de triste ventura, un quinquenio de dolor, un cuatrienio de mierda en los hocicos de los perros, un trienio de bazofia regada en los ranchos y rancherías, un pueblo que no aguanta más. La predicción no es consecuencia de mi mala inquina. Que yo soy una mujer con voz negra van a decir, pero las desgracias de un país, no están puestas en las lenguas de las magas, ni en brujeril conciencia, sino por la rabia, por la ambición y por la desigualdad. Yo sólo interpreto las señales. ¿Qué chingada culpa es esa?
Montaño, Esparza y rebeldes en un refugio. Entran Mendoza y Aguirre seguidos de García y el Meco.
MECO: ¡Viva el general José Mendoza!
REBELDES: ¡Viva!
MONTAÑO: (A Mendoza) Muy bien Mendoza, no esperaba menos, por algo llevamos la misma sangre. Ahora eres General de división y me debes un compromiso muy grande.
MENDOZA: Todo por el triunfo de la causa señor.
MONTAÑO: Aguirre ven para acá. Tus méritos no son menos y así como lo esperas, serán recompensados, porque eso es lo que los mantiene con vida. Su tesonero carácter endemoniado, su pinche condición de hombres de la tierra, su aferramiento al poder. Porque a mí no me engañan cabrones, ustedes quieren más poder y mayor riqueza y quieren bien, con fanfarrias y toda esa mierda. Pues eso van a tener, no porque esto se los pueda yo dar sino porque se lo merecen. La lealtad se paga con lealtad con poder o con dinero. Ya tendrán las tres cosas. (A todos) ¡Aquí están sus héroes, chingado!
MECO: ¡Viva Aguirre y Mendoza!
REBELDES: ¡Vivan!
MONTAÑO: (A todos) Esta guerra duele. Porque se muere inútilmente. En todas las guerras es igual. Pero fuimos llamados y nadie nos puede culpar. No falta quién quiera ponernos frente al paredón definitivo. No falta quién nos quiera ver con los huaraches colgando a un metro del piso, pero también habrá quién, sin duda, nos va a agradecer esta sangre derramada. Porque esta guerra es nuestra. Y dependerá de las decisiones que tomemos, como las de estos dos. Hombres con los huevos y el alma entregada a la causa, y es por eso que ahora están al frente. ¿Saben para qué los he llamado? Para que ellos dispongan de sus vidas. Porque ahora les pertenecen. Porque juraron respetar y hacer respetar mi nombre junto al de ustedes, porque cuando llegaron a esta revuelta sabían que uno más cabrón que ustedes los mandaría a comer caca si era necesario para la causa revolucionaria. ¿Saben por qué están aquí? Porque no están muertos luego de la batalla anterior y porque ya estaban muertos desde antes y quieren resucitar. La Revolución es hoy y no hay lugar para medias tintas. Montaño es inflexible señores, a mí que me toca dirigir esta campaña, no tengo tiempo para que la mano me tiemble. Lograremos nuestro cometido, caiga quien caiga. Yo, señores, duermo parado, con las armas sueltas, con la carabina enhiesta y lista para cobrar caro el desamor, la deslealtad, duermo parado pensando en que algún día voy a descansar aunque sea muerto pero en mi propia tierra.
TODOS: ¡Viva Montaño! ¡Viva!
MONTAÑO: Y así muera en la lucha, nunca agacharé la cabeza. Y ustedes están aquí para seguirme. Para lograrlo, para no derramar esta sangre en vano, les declaro que me reelijo como su líder, comandante supremo y gobernador de este estado, asumiendo mi deber con la causa y comprometiendo a dar mi vida por la Revolución.
TODOS: ¡Viva Montaño! ¡Viva la Revolución!
MENDOZA: (Aparte) ¡Me lleva la chingada!… ¡Esta es una tranca que debo quitar, pues se atraviesa en mi camino!… ¡Nada más que no se alumbren mis negros pensamientos!… ¡Que mis ojos se cierren ante mi mano!
ESPARZA: (A Mendoza) ¡Mi General!
MENDOZA: ¡Señor!
ESPARZA: En unos días iniciaremos una campaña para evaluar a la gente de los municipios que hayan sufrido los estragos de las batallas, y darles ayuda lo más pronto posible.
MONTAÑO: Pensamos pasar la noche en tu rancho, antes de seguir con la caravana. Sería el pretexto perfecto para celebrar, digo, si te parece.
MENDOZA: ¡Hombre! ¡Faltaba más! Con gusto, es un placer señor Gobernador. Bueno, pues así le hacemos… si no dispone de otra cosa me retiro, traigo en la cabeza varios pendientes.
MONTAÑO: Ande pues.
Mendoza se aleja.
MONTAÑO: (A Esparza) Es cierto, Esparza; tiene la valentía que me decías. ¡Es todo un hijo de la Revolución!
Una habitación en el rancho de Mendoza.
TRINIDAD: ¿Cómo llegó a ti?
ROSARIO: Llegó como llega el amanecer.
TRINIDAD: ¿Cómo?
ROSARIO: Un poco frío, un tanto húmedo y melancólico, pero seguro de que como el día, una vez que sale el sol ya luego, nada lo detiene.
TRINIDAD: ¡Qué emoción! ¿Qué te dijo?
ROSARIO: No me dijo, lo escribió. Con fea letra por cierto.
TRINIDAD: Soldado al fin. ¿Y qué fue lo que te atrapó?
ROSARIO: Primero su insistencia.
TRINIDAD: ¿Te insistió? No lo puedo imaginar.
ROSARIO