TRABAJANDO CON MENORES VULNERABLES
Actividades lúdicas que mejoran la comunicación
NARCEA, S. A. DE EDICIONES
MADRID
© NARCEA, S.A. DE EDICIONES, 2017
Paseo Imperial 53-55. 28005 Madrid. España
www.narceaediciones.es
© Jessica Kingsley Publishers. London and Philadelphia
Título original: Direct Work with Vulnerable Children
ISBN libro papel: 978-84-277-2121-0
ISBN ePdf: 978-84-277-2124-1
ISBN ePub: 978-84-277-2350-4
Traducción: Susana Rivas Lorenzo
Todos los derechos reservados
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. ALGUNOS CONCEPTOS PREVIOS
1/ CÓMO TRABAJAR DE MANERA EFICAZ CON MENORES
Confidencialidad. Cuidar la apariencia. Utilizar un lenguaje adecuado. Cultura y entorno del menor. Saber escuchar.
2/ EL JUEGO LIBRE
Concepto de juego libre y rol del adulto. Algunos ejemplos de juego libre.
3/ PRINCIPIOS BÁSICOS CUANDO SE TRABAJA CON MENORES
Buscar el momento oportuno. Conocer los gustos e intereses del menor. Prever y elegir el lugar para el encuentro. Preparar a la persona que acompaña al menor. Organizar la habitación antes de que llegue el niño. Cuidar los detalles antes de empezar la entrevista.
4/ EL MENOR
Importa su nivel de madurez, no tanto su edad. Cuando los niños confían en nosotros esperan que actuemos. Cómo manejar la lealtad. Construyendo la confianza.
5/ USANDO EL YO Y EL ENTORNO PARA CONSEGUIR UNA BUENA RELACIÓN PROFESIONAL
Permitir que los niños interactúen en la conversación. Trabajar en entornos variados. Preparar y utilizar los propios recursos: algunas cosas que siempre llevo en el bolso y otras cosas que llevo en el coche. Creencias erróneas más usuales que pueden frenar nuestra creatividad.
II. TRABAJAR DE MANERA EFICAZ
6/ ACTIVIDADES PARA AYUDAR EN LA COMUNICACIÓN
1) Henry, el León heroína. 2) Piedras de Verdadero/Falso. 3) Semáforos. 4) Quién hace este trabajo. 5) Ruletas. 6) El árbol. 7) La tela de araña. 8) Cebollas. 9) Charla Arco Iris. 10) La casa de muñecas. 11) Cómics. 12) Cuentas y pines (insignias). 13) Menú Feliz-Happy Meal. 14) Manos seguras. 15) Preguntas de memoria para conocerse mejor. 16) En mi jardín.
7/ ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE EMOCIONAL
17) Don Loco, Don Triste, y Don Contento. 18) Tazas de “Tú y yo”. 19) Globos que explotan. 20) Globos enfadados. 21) Globos que llevan mensajes. 22) Esconder las caras. 23) Caras que cambian. 24) Tarjetas de promesas. 25) Escudos de seguridad. 26) Juego de los dados. 27) Bingo emocional. 28) Cajas de bienestar. 29) Contar cuentos. 30) Marionetas. 31) Bolsas de los sentidos.
8/ ACTIVIDADES Y ESTRATEGIAS PARA EXPLICAR COSAS Y PARA AYUDAR EN LAS DIFICULTADES
32) El agua del ADN. 33) Las cajas de Maslow. 34) Velas y cirios de colores. 35) Preparar para los cambios y recesos. 36) Para tranquilizar al niño en momentos de separación. 37) Para ayudar ante las dificultades del sueño nocturno.
INTRODUCCIÓN
A veces los niños sufren más que lo que deberían cuando están inmersos en entornos inseguros y estresantes, porque los adultos que están a su alrededor no tienen la habilidad suficiente para comunicarse con ellos de forma eficaz.
He compartido mi experiencia, adquirida tras más de 20 años de prácticas, en un curso de formación para trabajadores sociales en Edimburgo, denominado “Comunicándose con niños”, que llevo impartiendo cuatro años. Mis colegas se dieron cuenta de que mis herramientas eran eficaces y resolvían un vacío educacional en la educación del trabajo social. Este libro nace como respuesta a las peticiones de material escrito que me han ido haciendo los trabajadores sociales, oficiales de policía, familias de acogida, enfermeras infantiles, y demás personas que acudieron al curso.
Para trabajar de forma eficaz con los niños se requiere actitud y compromiso; son habilidades que se pueden ir aprendiendo, y las actividades y juegos que incluyo en este libro les ayudarán a construir su seguridad, al tiempo que les proporcionarán recursos e ideas prácticas que podrán usar.
A menudo, los trabajadores sociales tienen que abordar temas muy delicados con los niños. Y es muy probable que sea la primera vez que se reúnen con ellos. Es importante que tengan en cuenta que la visión global que tienen del mundo de un niño que ha sido objeto de abusos o de abandono es que los adultos que le rodean no lo han cuidado, o no han sido capaces de protegerlo, o incluso que esos adultos hayan sido los que abusaban de ellos (Ainsworth, 1978). En estas circunstancias es fundamental que seamos capaces de transmitir al niño que estamos seguros de lo que hacemos, que nos preocupamos por ellos y que les vamos a cuidar.
También, cuando participamos en un proyecto a largo plazo, hay retos adicionales a la hora de construir y sostener una relación con un niño. Los niños que han sido constantemente decepcionados por adultos suelen construir una barrera protectora ante la posibilidad de apostar por una relación. Es normal que no confíen mucho en los profesionales que le están atendiendo, y que rechacen la posibilidad de establecer una relación incluso cuando ya la ha empezado. La experiencia de sucesivas pérdidas les ha enseñado que no hay que confiar en nadie (Fahlberg, 1991). Su experiencia es que tienen que intentar autorregularse, ser autosuficientes emocionalmente, lo que, para un cerebro inmaduro, a menudo desemboca, bien en una actitud defensiva, o bien en ser superexigente emocionalmente (Gerhardt, 2004).
Con cualquier interacción que tenemos con un niño, podemos empezar a cambiar su visión global de los adultos, ya seamos trabajadores sociales, educadores, enfermeros, o familias de acogida. De hecho, podemos ofrecerle un modelo diferente del mundo. Este proceso sanador empieza para el menor cuando aprende a comprometerse y a confiar en otra persona. Usted puede ser esa persona. Es un gran privilegio, y también una gran responsabilidad, pero en mi experiencia, la recompensa y los beneficios son inmensos para ambos, niño y profesional.
Esto lo pude comprobar recientemente cuando atendí a un joven de 20 años. Había trabajado con él cuando tenía 14 o 16 años, lo primero que me dijo fue que su filosofía de vida era “N.C.N.”: “No confiar en nadie”. “Es la forma más segura de vivir –me dijo– porque así nadie me hará daño”. Tenía una visión muy pobre de los trabajadores sociales, pero yo estaba empeñada en ofrecerle mi apoyo constante y mi comprensión y, gradualmente se desarrolló una relación de trabajo entre nosotros.
Cuando finalicé mi trabajo con él, le animé a que siguiera en contacto conmigo, y efectivamente, después de seis meses, me llamó para contarme cómo le iba. Pasaron unos cuantos años y la siguiente vez que me lo encontré yo estaba ayudando en un comedor de beneficencia para gente sin hogar. Me reconoció inmediatamente y me agradeció el trabajo que había hecho con él cuando era adolescente. Recordó que no había confiado en mí al principio, pero fue creyendo gradualmente que podía depender de mí, y me dijo que no había habido nadie más en su vida que le hubiera hecho sentir de esa forma. Terminó afirmando “Hiciste mucho por mí, porque sabía que estabas ahí. Incluso aunque no hubieras podido arreglar mis problemas, sabía que estabas a mi lado”.
Con un poco de interés por mi parte, terminó contándome sus problemas actuales, y fuimos capaces de desarrollar algunas estrategias para resolver algunos de ellos. Al final de la conversación me dijo: “Ya no soy un niño, Audrey, pero cuando trabajas conmigo siento como si lo volviera a ser. Como si no estuviera solo”.
Todavía seguimos en contacto, me llama y me cuenta cómo le va. Son llamadas cortas, de no más de cinco minutos pero es tiempo suficiente para que se sienta conectado con alguien.
Inicialmente, este libro es un conjunto de actividades lúdicas que crean oportunidades para hacer participar a los niños (y a veces a los adultos). A través de ellas, serán capaces de contar sus historias y proporcionarnos oportunidades para ayudarlos. Pero en último término, la mejor manera de ayudarlos, apoyarlos y curarlos es a través de una relación sana, segura y comprensiva.
No se desanimen si sus primeros intentos son rechazados, sigan intentándolo. Nunca abandonen, porque los beneficios son grandes, tanto para el que da como para el que recibe. Les cambiará la vida: pueden cambiar la vida de los niños y ellos también cambiarán la suya.
Las actividades de este libro se pueden realizar en 30 o 45 minutos, (aproximadamente el tiempo asignado a una visita domiciliaria), aunque dependerá en gran medida de la actitud del niño, de su nivel de desarrollo y de su nivel de interés. Algunas actividades incluso pueden extenderse en dos o tres sesiones; todos los detalles para su desarrollo se explican y comentan en cada una de las actividades o juegos.
I.
ALGUNOS CONCEPTOS PREVIOS
CONFIDENCIALIDAD
Los niños tienen derecho a que sus sesiones individuales sean confidenciales. Sin embargo pecaremos de ingenuos si pensamos que este derecho es absoluto. Puede que surjan problemas a lo largo de las sesiones que tengamos que compartir con otras personas, con sus cuidadores o en los casos de protección, con otros profesionales, o incluso con su familia.
Lo más importante es ser honesto con ellos desde el principio. La edad de su desarrollo determinará cómo explicarle el nivel de confidencialidad que se le puede ofrecer, (y eso también puede depender de nuestra actitud). Con los más pequeños, hablo de secretos divertidos y seguros, “como cuando tienes una tarjeta para mamá y no quieres contárselo antes de su cumpleaños”. Les digo que a todos nos gusta tener esa clase de secretos. Pero hay otros secretos que son molestos, quizá porque el niño o alguien más se pueda enfadar o no sentirse seguro. Esa clase de cosas no se pueden mantener en secreto porque son demasiado importantes como para que alguien las tenga que guardar en secreto. Estas cosas tenemos que contarlas, y lo denominaremos “secretos que hay que contar”.
Suelo tener esta conversación usando una serie de tarjetas con imágenes y discutiendo cuáles se consideran secretos. ¿Por qué deberían ser secretos? ¿Son divertidos o son “secretos que hay que contar”?
Si son niños que ya leen bien, es más apropiado desarrollar escenarios por escrito. Trabajando en grupo, se le puede pedir a un grupo que represente un secreto y a otro que discutan entre ellos si es un secreto divertido o si es un “secreto que hay que contar”. ¿Están de acuerdo ambos grupos?
En las sesiones irán surgiendo asuntos que tendrán que contar a las personas que les cuidan, o que sería beneficioso que se supieran. En estas situaciones lo comento con el niño y le explico por qué es una buena idea contarlo.
En una situación en la que sería beneficioso que se supiera, invito al niño a que se lo cuente a su tutor/ padre, dejándole que hable, mientras que yo estoy presente en la conversación a modo de ayuda. Si no quiere hacerlo, o lo deja a la mitad, no pasa nada. Antes de irme, hago un resumen al cuidador de lo que he dicho, o bien lo hago después, por medio de una carta. Suelo reflejarlo en forma de viñetas o de dibujo con rotuladores de muchos colores. Los más mayores prefieren una carta más formal, en un estilo más adulto.
Si el niño elige no contárselo a su cuidador, lo dejo hasta la siguiente sesión, donde le pregunto de nuevo si lo podemos contar, y le explico los beneficios de hacerlo.
Cuando es una situación en la que “necesitamos” de verdad contarlo (por ejemplo, algo que tenga impacto en la seguridad del niño), les suelo decir que necesitamos contarlo y les explico claramente el porqué. También suelo aclarar que, incluso si el niño no consiente, se lo diría al cuidador (y a quien además deba estar informado). En definitiva, se trata de involucrar al niño todo lo posible.
CUIDAR LA APARIENCIA
Intente llevar puesto algo que atraiga el interés o la imaginación del niño, y transmita el mensaje de que usted es una persona accesible. Por ejemplo, suelo usar una correa de reloj con cuentas de colores. A los más pequeños les encanta mirar las cuentas, las tocan y se la prueban. Las niñas más mayores creen que soy muy moderna, porque las cuentas están de moda. También suelo ponerme un broche o una insignia interesante. Los hombres pueden vestir una corbata colorida o quizás llevar un llavero original.
Todos los niños analizan inconscientemente a los adultos. Buscan pistas. Es una conducta normal en su desarrollo, especialmente en los primeros años. El truco es ser consciente de ello y ayudar al proceso dando pistas que digan al niño: “me gustan las mismas cosas que a ti”.
Los mejores educadores y el personal de escuelas infantiles lo saben. Tuve el privilegio de conocer a una educadora que había cosido cerezas de tela a sus zapatos, porque a una de las niñas más problemáticas (que había sido mi paciente) le encantaba una historia sobre un cerezo. Se había decorado así los zapatos para intentar implicarla y la primera cosa que la niña me dijo cuando la vi en la escuela fue: “¡Audrey, mi profesora tiene zapatos de cerezas!”
UTILIZAR UN LENGUAJE ADECUADO
El lenguaje que usamos es muy importante en todos los escenarios y en un gran número de formas. Para empezar, consideremos cómo usamos el lenguaje. Uso la palabra “niños”, y siempre enfatizo, en los cursos de formación, que la gran parte de las herramientas y mi enfoque lúdico puede usarse también con jóvenes (e incluso con adultos). Deliberadamente aplico el término “niños” en referencia a cualquier persona por debajo de 16 años. Hay una razón para esto.
En los últimos años me han impactado las expectativas que depositamos en los jóvenes y la actitud imperdonable que muchos adultos suelen adoptar hacia ellos. Independientemente de la edad de su desarrollo (a menudo por debajo de la cronológica en casos de niños que han sido objeto de abuso o abandono), o de las experiencias traumáticas que hayan tenido, se espera que, cuando tengan 12 o 13 años, se comporten como jóvenes. No es de extrañar que no lo hagan.
Cuando usemos el término “jóvenes”, no olvidemos que es normal en su desarrollo que sigan comportándose como niños en muchos aspectos, y que los niños vulnerables tienen a menudo una edad más joven de desarrollo que sus compañeros. Se suele dar más responsabilidad a los jóvenes. Se les anima y se les apoya para que realicen elecciones y decisiones de forma más independiente, y se les da la experiencia de la consecuencia de la acción, pero necesitan todavía el cuidado y la protección de sus padres, su amor y su estímulo, y nosotros necesitamos recordar que, esencialmente, todavía siguen siendo niños, aunque sean más mayores. El primer principio que sostengo cuando hablo con otros profesionales sobre un “joven” es usar la palabra “niño” siempre al principio. El término tiende a provocar una respuesta más protectora y más cuidadosa, así como esperanza y optimismo; algo que necesitan todos los niños.
No es una coincidencia que muchos de los niños con los que trabajamos tengan un retraso en el lenguaje. Los avances en neurociencia nos indican que hay una gran cantidad de oportunidades para que el lenguaje se desarrolle en nuestros primeros años. Nuestra habilidad con las palabras depende del cuidado y de las oportunidades que se nos hayan dado.
Los niños aprenden el lenguaje desde el momento que nacen, incluso reconocen los tonos de voz de sus diferentes cuidadores. Si éstos han pasado por dificultades en sus vidas que les impiden comunicarse de una forma eficaz con el niño, el niño saldrá perjudicado en sus oportunidades de aprender y utilizar el lenguaje. De la misma forma, los que no han tenido la experiencia de ser escuchados o no tienen la ocasión de tener conversaciones positivas o constructivas, a veces se cierran al lenguaje. No les ha parecido útil, por lo que no se implican por completo en conseguirlo. Es problemático, ya desde el momento en que la primera vía de comunicación con los niños es a través del lenguaje. Por eso no es sorprendente que un niño a menudo no responda bien a las entrevistas formales cuando el medio de comunicación sea solamente a través del lenguaje, al ser un lenguaje más adecuado para el adulto que para los niños.
Si usted apoya el desarrollo cultural y lingüístico del niño con juego y un lenguaje apropiado, incluyendo herramientas visuales, estará abriendo las puertas a una buena comunicación.
CULTURA Y ENTORNO
El lenguaje viene influenciado por el desarrollo y la cultura del menor. Parece obvio, pero a menudo lo olvidamos. Una familia de acogida me pidió unas sesiones de emergencia para un niño de tres años. El trabajador social que tenían asignado era muy amable y había hecho un gran esfuerzo incluso para comprarle ropa, pero desconocía alguna información básica sobre el niño, como la palabra que usaba para ir al baño. “Me pidió un “cu-cú”, por lo que nos pusimos a jugar al escondite, hasta que mojó sus pantalones y me dijo angustiado “¿lo ves? Te dije que necesitaba un “cu-cú”.
Son estos pequeños detalles los que podían haber prevenido la humillación que sufrió este niño. Además, con ello también me transmitió el mensaje de que su cuidador no lo entendía y que era incapaz de satisfacer algunas de sus necesidades.
Siempre compruebo las palabras que los niños usan en sus vidas diarias. ¿Les cuida una “nani” o una cuidadora? ¿Tienen amigos o camaradas? ¿Tienen que ir a casa para el “té” o para tomar la merienda? ¿Están hartos o se sienten saturados? ¿Se sienten agobiados o estresados? Es útil saber este tipo de cosas tan pronto como sea posible, para saber reconocer las diferencias y poder convertirlas en un juego. Los niños más mayores se sienten felices si te pueden educar en su lenguaje. Cuando esté trabajando con ellos, se dará cuenta de que usar las mismas palabras facilita la comunicación. Si los niños son muy pequeños tendrá que acudir a sus cuidadores para obtener esa información.
El desarrollo del lenguaje del niño también viene influenciado por sus experiencias diarias y su conocimiento base. Trabajé con un niño de 9 años, y estuvimos hablando sobre las personas importantes en su vida (actividad “Velas y cirios de colores”, página 191). Nombró a su abuelito, pero dijo “aunque está muerto”. Le dije que aún podíamos hacer una vela por él y me preguntó:
–“¿Qué le ocurrió a su cuerpo?”
–“No estoy segura. A veces los entierran, y así ayudan a que crezcan los árboles y la hierba. Otras veces hay una cremación. Eso significa que el cuerpo de la persona se transforma en cenizas y las ponemos en un jarrón especial para que la familia pueda guardarlo en un sitio seguro. No sé qué le sucedió al cuerpo de tu abuelito. Si quieres saberlo se lo podemos preguntar a mamá”.
–“¿Qué forma es la mejor?”
–“Ambas formas son buenas. Tenemos que hacer algo con un cuerpo que no va a funcionar más”.
–“Mamá me dijo que su alma iría al cielo”.
–“Sí, creo que las almas de las personas van al cielo.”
–“¿Pero por qué las almas”.
–“Porque es la parte más importante de la persona. Es la parte que ama, la parte que te hace ser quien eres”.
–“¿De verdad?” (se miró a los pies).
–“Ah, ¿pensaste que tu mamá se refería a las plantas de los pies?1”.
El niño asintió y se lo expliqué.
Hay una rica diversidad de lenguaje y de expresiones dentro de muchas de las sociedades en las que trabajamos y también entre las familias que comparten la misma cultura. Intenten también estar pendientes de ello, y pregunten siempre si no entienden algo. De la misma forma, animen a las personas a preguntar si no entienden algo. Los profesionales están acostumbrados a usar su propia jerga y a veces ni se dan cuenta de ello.
SABER ESCUCHAR
Los niños tienen montones de cosas importantes y valiosas que decirnos. Son expertos en la historia de su propia vida y, a menudo, pueden encontrar soluciones creativas a los peligros que afrontan. Todo lo que necesitamos hacer es apoyarles para que nos hablen y nos escuchen. Escuchar no solamente las palabras que dicen, sino también entender los mensajes que nos envían a través del juego, de sus dibujos o de su conducta. Puede que no esté claro cuál es el mensaje, pero puedo reflexionar después con el niño sobre lo que está haciendo o lo que me está enseñando, de la misma forma que usted puede reflexionar sobre las afirmaciones que ha hecho una persona a la que está ayudando (Rogers, 2003).
Por ejemplo, cuando el niño está jugando con dos muñecos y hace saltar a uno por encima del otro, yo diría : “Oh, estás haciendo que uno de ellos salte con fuerza encima del otro hombre, que aún está tumbado. También estás gritando.” De esta forma origino en el niño el pensamiento de que estoy jugando con él, y de que estoy atento y escucho lo que está diciendo. También estoy comprobando mi entendimiento. Sin embargo, es importante que no lea dentro del juego del niño. Suele ser simbólico, y le proporciona la oportunidad de trabajar a través de las cosas que ha visto o experimentado, y otras veces simplemente es la forma en la que expresa su imaginación. Pocos de los que trabajamos con niños somos terapeutas, y puede que no conozcamos el contexto del juego, por lo que, aunque es útil observarle de cerca, tener en cuenta las acciones del niño y comprobar las preocupaciones que le puedan surgir, no es igual de útil asumir que entiende completamente lo que se está demostrando.
En mi experiencia, cuando el niño refleja en su juego un incidente del que ha sido testigo o que ha experimentado, habrá un montón de pequeños detalles y a veces un cierto entendimiento de la situación, adquirida a lo largo de los años. Su lenguaje del juego puede sonar más adulto y puede que le escuche repetir frases concretas o imitar tonos de voz. Algunos niños también desarrollarán una respuesta emocional muy fuerte o una reacción física, que les haga sentirse muy animados y volcados en el juego. Puede que repitan la misma secuencia varias veces. También pueden requerir respuestas de sus cuidadores, como querer beber, ir al baño o buscar algo de comodidad.
A menudo, el resultado es que el niño le contará más detalles sobre su juego o le incluirá en él. Siempre que sea posible, actúe como le diga el niño. Enséñele que le valora, demuéstrele que cuida de él. Por ejemplo, cuando un niño me enseñó a través del juego con pequeños muñecos que se había sentido desplazado en un juego porque no tenía almuerzo, le di una manzana que llevaba conmigo. Le dije a su padre que le preparara un almuerzo todos los días y al día siguiente llamé al colegio para comprobar si lo había hecho. No se lo había dado, por lo que llamé al padre y acordamos que para recordárselo esta semana, yo llevaría una bolsa con almuerzos a la escuela, y el ayudante de la clase le daría una al niño cada día. El acuerdo fue que la semana siguiente el padre asumiría su responsabilidad.
Alguien me argumentó que esto estaba por encima de las responsabilidades de los padres, creándoles una dependencia. Sin embargo, era el niño el que era mi paciente y no tener ese almuerzo le estaba causando estrés. Era una cuestión muy importante, y estaba vinculada con la forma en que él se socializaba con sus compañeros. Pensando en el niño, prioricé su necesidad en un momento concreto. Lo menos importante era la persona que proporcionaba ese almuerzo.
Esta cuestión fue importante para el niño durante poco tiempo, pero también me dio la oportunidad de demostrarle que podía actuar sobre las preocupaciones que tenía, y que por ello esperaba que ya tuviera confianza en mí en el futuro, cuando tuviera otros problemas o preocupaciones. También vale la pena recordar que los adultos que tengan un historial de abusos de alcohol o de sustancias psicotrópicas pueden tener áreas cerebrales dañadas que afecten a su memoria o a su capacidad de planificar, y esto requiere recordatorios y ayuda para desarrollar esas habilidades; por ejemplo, llevar una agenda/diario, para ayudar a construir nuevas conexiones en su cerebro.
La disposición del niño para ir al colegio mejoró durante la semana que le proporcioné el almuerzo. La semana siguiente me llamó su tutor para decirme que una vez más el niño había ido al colegio sin él. La mañana siguiente hice una visita a la familia sin avisarles antes, y le di a la madre un vale para comprar cinco almuerzos en el comedor del colegio (la madre los pagó), y los dejamos en la oficina del colegio. Sólo me ocupó media hora fuera de mi trabajo. En la siguiente semana, el lunes por la mañana la madre llevó cinco almuerzos al colegio. Reconociendo que el desarrollo emocional de su madre era menor que su edad cronológica, la alabé por haber sabido manejar esto, y, ya a la tercera semana le daba el almuerzo diariamente a su hijo, yendo a comprarlo antes de ir al colegio. Todo esto lo inició el niño, que sugirió a su madre que sería más fácil hacerlo así, porque otras madres hacían lo mismo.
El principio subyacente es que escuché al niño. Para él, era un gran problema no tener almuerzo, y afectaba a su atención y a su trato social con sus compañeros. Mis actuaciones le dieron el mensaje de que no solamente le había escuchado y había dado importancia a las cosas que ya había considerado importantes en su vida sino que también intenté arreglarlo, y era por eso una persona fiable en cumplir sus promesas. También le demostré que, aunque respetaba a su madre, sabía que ella no siempre hacía las cosas que su hijo necesitaba.
Todo lo que acabo de mencionar son mensajes importantes. Ese niño estaba sufriendo por un abuso emocional y negligente. En sesiones posteriores fue capaz de hablarme sobre la adicción de su madre a las drogas y cómo se comportaba cuando estaba bajo su influencia, aunque ella le había dicho que no dijera nada.
Creo que esto sólo fue posible porque encontramos una forma eficaz de comunicarnos que le parecía segura y porque le demostré que lo valoraba y que podía cambiar.
1 Juego de palabras intraducible, entre “soul” – alma, y “sole” – planta del pie, (N. del T).
CONCEPTO DE JUEGO LIBRE Y ROL DEL ADULTO
El juego libre no es una actividad confinada a los terapeutas o a los trabajadores de escuelas infantiles. Es un arma poderosa e inestimable para construir relaciones que permitan ayudar de forma eficaz a los niños. Durante años he trabajado de esta forma en un grupo de práctica social donde todos sus integrantes estaban siempre muy ocupados, el tiempo era escaso y las presiones muy fuertes.
Una de las mejores formas de desarrollar una relación de ayuda con los niños es proporcionarles un tiempo de juego libre. Para algunos adultos no es tan fácil como suena pero, como todas las habilidades, puede aprenderse y, en mi opinión, es esencial para trabajar con niños.
Cuando los niños se sienten seguros y confían en usted, tiene que darles las oportunidades correctas para que le muestren lo que sucede en su mundo. Tengan en cuenta que no digo “digan”. A veces los niños se lo contarán, pero otras muchas se lo mostrarán a través del juego. También digo “lo que sucede en su mundo”. Puede que un niño pequeño no esté muy expuesto al mundo exterior, por lo que es probable que crea que las experiencias de todo el mundo son similares a la suya propia. Nosotros sabemos que su madre se inyecta heroína, pero los niños no tienen por qué saberlo. Ellos se pueden sentir asustados por la conducta de sus madres, pero asumen que todas las madres se comportan igual. Desde la perspectiva de un niño los adultos lo saben todo y no necesitan que nadie les diga lo que tienen que hacer.
Es a través del juego cuando los niños atribuyen un sentido a sus experiencias e intentan aprender y entender el mundo, por lo que es muy probable que escenifiquen a través del juego las experiencias que le están causando malestar, así como también las buenas experiencias que tengan. Nuestro trabajo es conocer a los niños en su entorno y facilitarles la comunicación. Sólo así podremos protegerlos y ayudarlos.
Nuestro papel como adultos es proporcionarles una gran variedad de materiales para jugar. Un cuarto de juegos es el lugar ideal para ello. Permita que elija con qué y cómo quiere jugar. Permanezca a su lado pero no interfiera. El niño puede dirigir el juego, por ejemplo, “tú serás el papá y yo la mamá”, o, “ tienes que hacer una pelota con la plastilina”, etc.
Podemos hacer alguna observación de lo que vemos, por ejemplo: “Estás usando los ladrillos rojos para hacer una torre muy alta”, o de lo que estamos oyendo: “Me estás diciendo que en un minuto vas a derrumbar la torre”. Podemos reflexionar sobre sus emociones: “Ríes y cantas cuando pintas. Pareces feliz.”
Al hacerlo permitimos que los niños adviertan que estamos interesados en ellos, que estamos atentos y que valoramos lo que están haciendo. Esta práctica está basada en los principios del asesoramiento centrado en la persona.
Sin embargo, tenemos otro papel que hacer cuando apoyamos el juego de los niños, es ayudarles a ampliar su juego. Por ejemplo, si el niño está jugando a ser un bombero, pero no sabe cómo usar la manguera, puede hacerle alguna sugerencia. Quizás enrollar una pieza de papel para hacer una manguera o usar un tubo de papel higiénico. La clave es permitir que el niño elija. No le está dirigiendo, sino solo respondiendo a su juego y ofreciéndole otros materiales y alternativas.
Cuando me encuentro a solas con un niño, al principio disfrutamos de un tiempo de juego libre, y a veces también al final, y ocasionalmente la visita con el niño sería lo que denomino “una visita de jugar”. Esta es una sesión de juego libre, normalmente de unos 30 minutos. Los niños escogen los juguetes de una selección que llevo o usan los suyos. Si son niños mayores de 12 años, el juego libre se centra normalmente en una actividad artística o de trabajos manuales, usando los materiales que ellos quieren, jugando con un coche con radio control o con un juego de mesa.
Cuando el niño ha tenido mi atención completa durante 30 minutos entonces le explico que necesito hablar con su madre, padre o cuidador, por lo que los siguientes 30 minutos será “juego ocupacional”. Esto significa que puede continuar con la actividad de juego en la que haya estado implicado, pero yo ya no voy a estar jugando con él. A veces, si se trata de niños más pequeños o con un desarrollo menor es más fácil proporcionarles una nueva actividad para el juego ocupacional, para crear así una distinción entre los dos tipos de juego. El propósito es tener ocupado al niño mientras que los adultos están ocupados. Una vez que haya terminado de hablar, debería dedicar un rato más al niño para que le pueda enseñar y explicar lo que ha estado haciendo.
Trabajar de esta forma proporciona a ambos una experiencia compartida sobre la que se puede luego volver atrás y hablar sobre ella, creando recuerdos positivos y una historia juntos. Las experiencias positivas que satisfagan sus necesidades pueden aumentar su resiliencia. Si el niño también habla de forma positiva a sus padres o cuidadores sobre su juego libre, usted tiene la oportunidad de animar a los padres a hacer lo mismo, apoyando el desarrollo del niño y mejorando así la vida de ambos.
El juego ayuda al niño a superar la adversidad enriqueciendo su vida. He tenido a muchos pacientes que tuvieron escasas experiencias de juego cuando eran niños, lo que ha debilitado su disposición y su capacidad de implicarse en jugar con sus propios hijos, perdiendo la oportunidad de compartir la diversión y la relajación. Intento ayudarles a que vean el juego de la misma forma que lo ven los adultos que juegan, a través de sus intereses y de sus aficiones, y que reconozcan los beneficios ocultos de estas actividades, especialmente en la salud mental.
ALGUNOS EJEMPLOS DE JUEGO LIBRE
• Cuando puedo trabajo en un cuarto de juegos. He construido un cuarto de juegos en mi oficina usando una de las salas para entrevistas (que también pueden utilizar otros compañeros), surtiéndola con muñecos, y con coches comprados en rebajas y cosas parecidas. Puedo reservar un cuarto de juegos en un centro de familia o en la escuela, pero lleva su tiempo acondicionarlo y prepararlo todo, por lo que, desde mi perspectiva, solo es práctico cuando puedo ver varios niños al tiempo, y el tiempo está justificado. Me aseguro de incluir materiales que puedan ser importantes en la vida de los niños, por ejemplo, un kit de maletín de médico con una jeringuilla y un poco de papel de aluminio.
Hace algunos años, cuando trabajaba en un centro de familia, un niño de cuatro años puso un bebé en una cama, y con el papel de aluminio escogido del area de arte, y la jeringuilla del botiquín de doctor, hizo cómo si estuviera preparando heroína, se la inyectó e imitó sus efectos de inducción al sueño. Entonces entró en la zona otro niño, que al verlo le dijo: “mejor no hagas eso, si el trabajador social te ve te quitará el muñeco.” Las madres de ambos niños eran heroinómanas. Ambas creían que sus hijos no lo sabían.
• Tengo mi coche preparado como si fuera un espacio de juego. Hay tres marionetas grandes en el asiento trasero, una bolsa ajustable con cordón que contiene una gran variedad de juguetes, y he hecho un jardín (un juego imaginativo del pequeño mundo) en el salpicadero. También tengo cuatro cuentos de imágenes y una pequeña herramienta para escalar en los laterales de las puertas. ¡Cada vez que voy a la compra tengo que limpiar el coche! En la parte trasera del coche guardo mi caja de actividades y una alfombra (de bolsillo) de viaje, especialmente en verano, cuando podemos jugar al aire libre.
A los niños les encanta montarse en mi coche. Juegan contentos mientras vamos hasta la siguiente parada. Obviamente cuando conduzco no puedo distraerme con ellos, pero si puedo les voy hablando. La mayoría de los niños lo entiende, y la ventaja del viaje en coche es que es un espacio completamente confidencial. A menudo encuentran relajante el ritmo, y el que no se pueda establecer un contacto visual es una ventaja positiva, que incrementa su sensación de sentirse seguros.
• En la bolsa que siempre llevo conmigo tengo lápices, papel, marionetas de dedo, cartas, una botella de pompas de jabón, un libro con cuentos, un pequeño muñeco u osito, algunas cuentas para hacer collares, e incluso he llegado a tener botes de plastilina. Da lugar a muchas alternativas para escoger actividades.
• Otra alternativa consiste en visitar un parque de juegos con los niños y que usen el equipo de una forma imaginativa.
En conclusión, animo a todos los trabajadores a que dediquen tiempo de juego libre con los niños con los que trabajan, para ayudarles a construir y mantener sus relaciones.
Después de jugar a la actividad de “Semáforos” (página 76) con un niño de 9 años, me dijo que le gustaría tener más tiempo para jugar, y me preguntó si podía jugar con los ladrillos y los dinosaurios, con lo que estuvimos más de media hora adicional. Me pidió algunos soldados pero como yo no tenía le dije que se los conseguiría para la próxima sesión de juego libre. Al día siguiente me estuvo esperando en la ventana y me condujo hacia la mesa de la cocina, donde me indicó dónde debía sentarme.