Dedicatoria
A Pablo, hijo de David;
y, por supuesto, a Puck...
Dedicatoria
A Pablo, hijo de David;
y, por supuesto, a Puck...
...
Resumiendo, señor, por si anda con prisas, le diré que Adela y Bastián se casaron en marzo, el mismo día en que cumplieron los veinte años, que hoy tienen tres hijos y que viven aquí, a la vuelta de la esquina.
Ahora, y con más calma, por si alguna vez siente curiosidad, le dejaré escrito quién es quién y cómo empezó todo.
I
Ellos, los otros, nunca supieron quién fue el padre de Bastián.
Bastián era hijo de la Vieja de las Hierbas, la que vivía a medio monte, en una cabaña de piedra y ramajo, sin más luz que la de un candil hecho con la cabeza de un besugo.
La Vieja de las Hierbas se ganaba el pan cociendo cataplasmas para aliviar reumas, dentaduras postizas, cadriles adoloridos y otros males.
Unos la tenían por medio bruja y otros por bruja entera, de las que vuelan a la medianoche y suben alto, a dar una vuelta al campanario antes de irse al monte, a comadrear con el cabrito.
A pesar de que don Manolo, el señor cura, dijo que no, que lo cristiano es dejar a la gente en paz y si quiere volar, que vuele. Eulogia, la santera, sorprendió a la Vieja de las Hierbas echándole por encima un cubo de agua bendita.
La Vieja de las Hierbas no dio un grito horrible, ni se deshizo en humo.
La Vieja de las Hierbas dijo:
—¡La madre que te parió!
Y lo dijo bien cabreada.
Eulogia, la santera, que sabía leer, tenía leído que antes, mucho antes, cuando las ruinas de lo alto del cerro aún eran castillo, a las brujas se las podía untar con ajo, ponerles capirote y quemarlas en medio de la plaza.
El fuego había que hacerlo con leña ruin, tablazón de patíbulo o árbol partido por el rayo.
Eulogia se lamentaba:
—¡Ay señor!, ¿y por qué no conocí aquellos tiempos?
Una noche de invierno, yo hambriento y a espera de que rompiese a hervir la sopa, oí contar a mi madre cómo la Vieja de las Hierbas, cuando aún era buena moza, subió la Noche de San Juan a los prados altos, a coger el trébole con que alegrar el agua al despertar al día.
De camino, al pie de un roble, conoció a Brunildo, duende vagabundo, forjador de anillos, que sintió capricho de ella y le regaló un cascabel de plata.
La moza quedó embarazada, y a su tiempo dio a luz un niño. La comadrona que la atendió, por llenar los papeles como está mandado, preguntó:
—¿Qué nombre vas a ponerle?
—Bastián.
—¿Quién es el padre?
—El viento.
carballeira
A mí me llaman Xenxo y soy el cuarto hijo de Anxela y Martiño, de la tribu de los buscadores de trufas.
Yo y los míos hacemos casa debajo de los helechos y en las madrigueras que dejan los conejos.
Sepa, al fin, y délo por cierto, que Puck, el afamado, no fue invento del poeta, sino el poeta invento de Puck, el primo de Olegario, el patriarca de todos los duendes que bailamos en este rincón del mundo.