Foca / Investigación / 138
José Luis Velasco
Crónicas eléctricas
Breve y trágica historia del sector eléctrico español
¿Sabía usted que, igual que hoy en España existe un banco malo, en su día creamos una eléctrica mala? ¿Que, tal como hoy rescatamos las autopistas privadas arruinadas, hace tres décadas corrimos en auxilio de las centrales nucleares? ¿Que los días de nervios, confusión, caídas en bolsa y pérdidas millonarias alrededor de Bankia ya se vivieron, casi paso por paso, en la caída de la eléctrica Fecsa? ¿Que, igual que las últimas reformas educativas estrangulan a la escuela pública para dar oportunidad de negocio a la privada, otro tanto hicieron varios Planes Energéticos Nacionales con la instalación de centrales eléctricas? ¿Que la liberalización del sector eléctrico, cuyo precio aún pagamos, se defendió con, palabra por palabra, las mismas falacias con que hoy se aboga por la privatización de la sanidad?
El sector eléctrico español es un ejemplo de manual de lo que sucede, y cómo sucede, cuando se deja en manos privadas un sector estratégico. El resultado final es tristemente conocido; los métodos (marco discursivo, argumentos concretos y maniobras) que usaron entonces las elites económicas y políticas, no tanto. Es de interés recordarlos ahora que esas mismas elites pretenden hacer algo equivalente, y de idéntica forma, con otros sectores clave como la sanidad o la educación.
José Luis Velasco Garasa (Calahorra, 1981), es doctor en Física e investigador en energía de fusión. Desde 2012 es miembro del Observatorio Crítico de la Energía, un grupo de jóvenes científicos, ingenieros y arquitectos que, unidos en torno a un análisis común de los problemas de la sociedad, realiza una actividad pública orientada a contribuir a la transformación y regeneración del sistema democrático. Fundado en 2007 con la convicción de que aquellos miembros de la sociedad que han sido provistos de una formación técnica tienen una responsabilidad hacia ella, intenta generar un discurso riguroso e informado para abordar los problemas combinando la solvencia del método científico con la conciencia política y social. Como parte de este proyecto colectivo, José Luis Velasco escribe habitualmente en prensa sobre la insostenibilidad de nuestros modelos energético y económico.
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Pablo Carralero Ortiz
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El Observatorio Crítico de la Energía (OCE) es fundado a comienzos de 2007 por un grupo de jóvenes ingenieros y científicos que, unidos en torno a un análisis común de los problemas de la sociedad, deciden comenzar una actividad pública orientada a la transformación y regeneración del sistema democrático. Los principios sobre los que se organiza dicha actividad tienen su origen en una crítica a la insostenibilidad ecológica y económica de nuestra sociedad, y a la degradación de la cultura democrática. Concebido como una organización de carácter esencialmente progresista y crítico, el OCE es un foro de discusión y análisis en el que se intenta generar un discurso riguroso e informado para abordar estas cuestiones desde una postura que combine la solvencia del método científico con la conciencia política y social.
[Franklin] arrebató el relámpago al cielo y el cetro al tirano.
Frase atribuida al barón de Laune, alrededor de 1778
A pesar de mis experimentos con la electricidad, el relámpago sigue cayendo sobre nuestras cabezas; en cuanto al tirano, fuimos más de un millón de hombres los que le arrebatamos el cetro.
Benjamin Franklin, Carta a Félix Nogaret, 1781
Preámbulo
El sector eléctrico ha sido definido en alguna ocasión como «el más espectacular ejemplo de autorregulación de todo un sector económico por las propias empresas, bajo una supervisión lejana de la Administración, hecha en una economía contemporánea». Esta descripción, realizada precisamente por un antiguo directivo de la patronal de empresas del sector, es, sin duda, bastante acertada; y los resultados del experimento deberían ser suficientemente claros como para que cortemos por lo sano con él: tenemos una de las electricidades más caras de Europa, una deuda de decenas de miles de millones de euros con un oligopolio de compañías eléctricas, las cuales doblan en beneficios a sus homólogas europeas mientras cortan el suministro a casi un millón de familias al año, y nuestra política energética es virtualmente inexistente.
Sin embargo, incluso para aquellos que seguimos razonablemente de cerca la actualidad, se hace difícil conocer todos los aspectos del proceso que nos ha traído hasta aquí, ya sea porque algunos se desarrollaron hace décadas, ya sea porque, aunque más recientes, han quedado enterrados bajo el ruido mediático. En esta recopilación, daremos un somero repaso a lo ocurrido en el sector eléctrico durante las últimas cuatro décadas. Para ello, haremos uso de la hemeroteca: trataremos de separar el grano de la paja extrayendo, ordenando y dando coherencia a las noticias que nos parezcan más relevantes.
La elección de la prensa escrita como principal fuente de información se aparta de lo habitual (y, en general, aconsejable) en trabajos de este tipo1. En tiempos en que los medios de comunicación se financian principalmente con publicidad proveniente, en parte, de las grandes eléctricas, y en que la banca es acreedora o accionista importante de unos y otras, es legítimo dudar de la absoluta fiabilidad de todas las fuentes de las que bebe este trabajo. Poco puede hacerse aquí al respecto para, por ejemplo, solventar omisiones (aunque habrá casos en que serán clamorosas). Aun así, el lector encontrará un conjunto de relatos en los que las grandes empresas eléctricas no salen demasiado bien paradas; se le deja a él la tarea, si sospecha que el contenido está sesgado a favor de estas, de imaginar cómo de (aún más) horrible es la realidad.
En todo caso, es conveniente insistir en que este trabajo es divulgativo y no trata, como lo haría uno académico, de analizar exhaustivamente y por primera vez un aspecto concreto del tema sobre el que versa. Por el contrario, revisita información bien conocida salvo para aquellos que no vivimos, o vivimos inconscientemente, las décadas de los setenta, ochenta y noventa. Además, pretende ante todo proporcionar al lector no experto en el campo (y quizá no enormemente interesado en él) una visión general y de lectura relativamente fácil y amena. Con esto en mente, donde ha sido posible se han evitado los tecnicismos, y se ha incluido un glosario breve al final del texto. El acceso a la hemeroteca electrónica de varios diarios da además al lector ávido de más información la posibilidad de seguir los enlaces, buscarla por sí mismo y profundizar. En particular, podrá verificar que hasta los más increíbles entrecomillados corresponden a declaraciones reales.
Finalmente, la forma en que este texto se aproxima a la historia del sector eléctrico trata de hacer notar al lector los claros paralelismos con la información que lee hoy en los periódicos acerca de otros temas. El guiño a Crónicas Marcianas que contiene el título no es, por tanto, ocioso: esta obra de Ray Bradbury es formalmente una novela de ciencia ficción, compuesta de una serie de relatos disconexos que tienen lugar en un oscuro y hermoso Marte; sin embargo, el Planeta Rojo es para el escritor principalmente un escenario sobre el que diseccionar al ser humano y sus miserias. Del mismo modo, aunque este texto consta de crónicas muy variadas (en tono, época, protagonistas y desenlace) sobre el sector eléctrico español, no se limita a hacer un repaso histórico de este, sino que trata de usarlo como marco desde el que analizar aspectos más generales del presente de nuestro país. Al fin y al cabo, a quien siga de cerca la actualidad (y probablemente a quien no lo haga) no se le escapará que muchos de los acontecimientos pasados que aquí se narran se repiten casi paso por paso hoy en día en otros sectores: el lector conocerá que, igual que hoy tenemos bancos malos, en su día hubo eléctricas malas; que, tal como hoy salimos en auxilio de autopistas privadas, hace tres décadas rescatamos centrales nucleares; tal vez se acordará de su colegio, instituto o universidad cuando lea sobre Planes Energéticos Nacionales que estrangulan a la empresa pública para dar oportunidad de negocio a la privada; sin duda se escandalizará al leer a ministros defendiendo la liberalización del sector eléctrico con, palabra por palabra, las mismas falacias con las que hoy se aboga por la privatización de la sanidad.
A lo largo de estas crónicas se hará evidente que el sector eléctrico, aun con sus particularidades, no es un caso especial y aislado, sino que, por el contrario, es un ejemplo canónico de por qué, cómo y con qué consecuencias los ciudadanos podemos llegar a perder completamente el control sobre un sector estratégico. Un objetivo de este texto, quizá el más importante, es divulgar esta tesis, y con ello contribuir humildemente a que lo que ha sucedido con la electricidad no vuelva a ocurrir con los sectores que son hoy objetivo de una nueva ofensiva neoliberal.
La mayoría de las ideas plasmadas en este libro han nacido, madurado y tomado forma final en el seno del Observatorio Crítico de la Energía, uno de cuyos objetivos fundacionales es precisamente servir de foro de debate riguroso sobre asuntos de esta naturaleza. Como consecuencia, discusiones planteadas por Cristóbal Gallego, Daniel Carralero, Iván Calvo, Marta Victoria y Raquel del Río, entre otros, aparecen frecuentemente en este texto, en ocasiones transcritas casi literalmente. También han sido relevantes las aportaciones «externas» de Gabriel Porquet desde Detroit, de Arturo Alonso desde Roma, de Sara Rodríguez y, por supuesto, de Alicia Nieto. Por último, ha sido continua fuente de inspiración el maravilloso ejemplo de los múltiples movimientos sociales nacidos a la luz del 15M, entre ellos la Marea Blanca, la Marea Granate, la Marea Verde, la Marea Violeta, la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético y, cómo no, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca; también, para qué negarlo, la miserable reacción contra ellos de las elites políticas y económicas. Sin todas estas contribuciones, este libro sería muy diferente o, con casi total probabilidad, no existiría. Así pues, si bien su firma es individual, su autoría es compartida.
1 Nos basaremos fundamentalmente en la hemeroteca del diario El País, por ser la que cubre de forma más completa y accesible el periodo que comienza en 1976, y la completaremos con otras fuentes donde sea necesario.
Capítulo I
Reabriendo el debate eléctrico
1977-1979
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Por inaudito que pueda parecernos en estos tiempos de enorme déficit democrático, durante los primeros años de la Transición llegó a debatirse, en los medios de comunicación, en el Consejo de Ministros y en el Congreso de los Diputados, qué modelo energético debía adoptar España. En este capítulo repasamos las posturas y declaraciones de cada uno de los actores involucrados en el debate; también cuál fue el desolador resultado final. |
Supongamos que una mañana, al despertar, escuchamos en la radio al ministro de Industria afirmar que es necesario el «refuerzo de la actuación administrativa de control y el seguimiento continuado de las actuaciones sectoriales y empresariales en todos sus aspectos». Y que, acto seguido, el ministro defiende que la «programación de las actuaciones de los distintos subsectores, y de las empresas que se enmarcan en cada uno de ellos, debe estar rigurosamente supeditada al Plan Energético Nacional». Y que acaba apuntando que «el control sobre la actividad de las compañías podría establecerse a partir de la presencia de delegados gubernamentales en las sociedades privadas». A estas alturas, creeremos sin duda que los sóviets han tomado el poder durante la noche o que, de algún modo, nos hemos trasladado durante el sueño a alguna república latinoamericana, de esas que tan mala prensa tienen en nuestro país. O, peor todavía, que los populistas han ganado las elecciones generales.
Nada más lejos de la realidad: esta es literalmente la postura que defendía[1] el ministro de Energía e Industria español[2], de UCD (Unión de Centro Democrático), en 1979, y que planteó abiertamente a las eléctricas[3]. Lo hizo, por cierto, sin gran oposición de los grupos políticos situados más a la derecha (como Alianza Popular, el embrión del actual Partido Popular [PP]), que se limitaban a pedir que esos controles «no perturbaran la eficacia del sistema eléctrico»[4].
Es de imaginar que al menos las compañías eléctricas pondrían el grito en el cielo ante tamaña intromisión pública en asuntos privados. Tampoco ocurrió así: el presidente de Unesa, la patronal de las grandes eléctricas, afirmaba por esas fechas que «nunca se habían opuesto ni se opondrían a que se estableciera el conveniente control sobre su actividad», y que «se habían ajustado y estaban dispuestos a hacerlo a las directrices y objetivos señalados por la política energética del país y a dar pública cuenta del resultado»[5]. En particular, en el tema nuclear, las eléctricas aceptaban que eran «los Gobiernos los que deben dar la respuesta adecuada», la cual sería «acatada de forma serena y responsable»[6].
Pero, si la derecha y las organizaciones empresariales aceptaban postulados que hoy serían inimaginables quizá incluso en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ¿cuál era entonces la postura del PSOE? Lo que afirmaba este partido era que se debía «caminar hacia una pronta y rápida nacionalización del sector. […] Esta medida instrumentaría una mejor planificación del conjunto energético»[7]. No sólo había motivos económicos para la nacionalización, sino también ideológicos, porque «las empresas eléctricas, de clarísimo poder político y económico, no pueden estar en otro lugar que no sea el sector público» y, en particular, no era posible que siguiera en sus manos la política nuclear. Similares actuaciones defendía el Partido Comunista, que además pedía «asegurar la participación de las demás fuerzas sociales en las decisiones sobre política energética»[8]. Grupos como Alianza Popular se oponían tibiamente a esas demandas afirmando que «la defensa de los intereses generales no pasa forzosamente por la empresa pública o las nacionalizaciones»[9]. Argumentos que recuerdan por cierto en contenido y (falta de) fervor a los que actualmente podemos escuchar a algunos dirigentes socialistas[10]. Los argumentos de las eléctricas, a la defensiva, tampoco eran muy contundentes: se limitaban a sostener que «el sector eléctrico [había] cubierto satisfactoriamente en el pasado los objetivos que le correspondían», y a preguntarse, por tanto, «¿en qué y por qué va a mejorar la actividad de las empresas eléctricas si se cambia su sistema de propiedad?»[11].
Si bien las declaraciones de los diferentes actores (exceptuando la de los comunistas) pueden parecernos marcianas a la vista de las que sostienen en la actualidad, el desenlace del debate lamentablemente nos es más familiar. Finalmente las nacionalizaciones, que fueron defendidas[12] por algunos sectores del Gobierno y llegaron a discutirse en Consejo de Ministros, desaparecieron del Plan Energético Nacional. Dicho Plan, que contenía las primeras directrices de política energética del país desde el fin de la dictadura, llegó al Congreso de los Diputados en verano de 1979, tras años de aplazamientos; fue aprobado mediante el rodillo parlamentario de UCD[13] y entre acusaciones de corrupción[14] relacionada con el supuesto apoyo financiero prestado por el sector eléctrico a este partido en la anterior campaña electoral. El diario El País ya había contado en su editorial[15] cómo los «sectores más integristas del sector eléctrico [habían] recuperado una parte sustancial de su tradicional poder y recompuesto sus mecanismos de influencias» y que, como consecuencia, «recónditos y probablemente fácticos poderes [habían] alterado sustancialmente el último proyecto del Plan Energético, en el tránsito desde la mesa del Consejo de Ministros a la Secretaría del Congreso de los Diputados» con procedimientos que debían ser calificados, «con la terminología más suave, como claramente antidemocráticos». Acababa el editorial hablando de cómo «el sector eléctrico, con su intransigencia, intentaba prolongar su siniestro pasado».
Tras esa demostración de fuerza de las eléctricas, como veremos, el marco del debate eléctrico fue desplazándose a lo largo de los años, pasando de un consenso absoluto en la necesidad de que el Estado planifique el sector a la situación actual, en que se nos repite sin cesar que la liberalización y la competencia acabarán con todos sus problemas. Este fenómeno, que no es en absoluto ajeno a lo ocurrido en otros sectores y otros países, merecerá un tratamiento aparte. En este capítulo queremos simplemente acabar con una reflexión a partir de dos extractos del texto que, aún tras la mencionada injerencia, incluía el Plan Energético Nacional aprobado[16]:
Se propiciará la creación de una asociación de todas las empresas del sector eléctrico que tenga como finalidad la óptima utilización y distribución de los recursos de energía disponibles. […] Estará facultada para dar instrucciones a las empresas respecto de la mejor utilización de los medios de generación y transporte. Su actuación estará intervenida por un delegado del Gobierno, con capacidad para impartir las instrucciones de aquel vinculantes para el consejo de la sociedad y con derecho de veto sobre cuantos acuerdos del consejo considere lesivos a los intereses públicos.
La ordenación y expansión del sector energético, piedra angular del futuro económico español, debe adecuarse al criterio constitucional de acuerdo con el cual «toda la riqueza del país en sus distintas formas, y sea cual fuese su titularidad, está subordinada al interés general».
Huelga decir que el segundo punto no se cumple en absoluto y que nuestro sistema eléctrico no está subordinado, ni directa ni indirectamente, al interés general. Es evidente que el intento de control por parte del Estado (real o impostado, grande como en aquel Plan Energético Nacional o pequeño como ahora) sobre las grandes empresas privadas del sector eléctrico ha fracasado. Pensamos, por tanto, que es momento de volver a abrir ese debate que se nos hurtó hace años. Al fin y al cabo, aunque hayan pasado más de tres décadas, las leyes del electromagnetismo no han cambiado; la energía eléctrica sigue generándose mayoritariamente mediante turbinas; sigue sin poder almacenarse en grandes cantidades; sigue transportándose el líneas de alta tensión y distribuyéndose en líneas de media y baja tensión; sigue requiriendo planificación a largo plazo, inversiones relativamente grandes y financiación… Y muchos argumentos que eran válidos entonces[17] siguen siéndolo hoy, por encima de todos el de la defensa del interés general.
Sólo un acontecimiento ha alterado las reglas del juego, y este es la aparición y desarrollo de las energías renovables. Estas permiten una gestión energética, además de sostenible, no centralizada y cooperativa, donde los consumidores pueden convertirse simultáneamente en productores. Por lo tanto, a la opción de la nacionalización se ha sumado una nueva alternativa que posibilita, de primera mano, cierto control ciudadano sobre el sector. Es a su vez una herramienta que nos permitirá reabrir un necesario debate público que se cerró en falso en el pasado, y que hará que esta vez seamos los ciudadanos quienes decidamos qué modelo energético queremos.
[1] «El Estado no puede convertirse en un hospital o asilo de empresas», El País, 04/04/1978 [http://elpais.com/diario/1978/04/04/economia/260488828_850215.html].
[2] A lo largo de las cuatro últimas décadas, la denominación y competencias de los ministerios, y en particular del que dicta la política energética, han cambiado en numerosas ocasiones. Se intentará que esto resulte transparente para el lector.
[3] «El Ministro de Industria se opone a determinadas propuestas del Plan Energético», El País, 14/02/1978 [http://elpais.com/diario/1978/02/14/economia/256258822_850215.html].
[4] «Todos los grupos parlamentarios excepto UCD se oponen al Plan Energético», El País, 27/10/1978 [http://elpais.com/diario/1978/10/27/espana/278290807_850215.html].
[5] «En este momento el sector eléctrico no constituye ningún grupo de presión a nivel político», El País, 23/11/1978 [http://elpais.com/diario/1978/11/23/economia/280623604_850215.html].
[6] «El presidente de Iberduero insiste en la necesidad de que España acepte la opción nuclear», El País, 06/05/1979 [http://elpais.com/diario/1979/05/06/economia/294789603_850215.html].
[7] «La energía, un problema político», El País, 20/10/1977 [http://elpais.com/diario/1977/10/20/economia/246150030_850215.html].
[8] «Todos los grupos parlamentarios excepto UCD se oponen al Plan Energético», art. cit.
[9] Ibid.
[10] «Rubalcaba y Pablo Iglesias discuten por el modelo eléctrico en España», Cuatro, 13/12/2013 [http://www.cuatro.com/las-mananas-de-cuatro/2013/diciembre/Rubalcaba-Pablo-Iglesias-Nacionalizar-electricas_2_1719405069.html].
[11] «En este momento el sector eléctrico no constituye ningún grupo de presión a nivel político», art. cit.
[12] «Parece probable que nacionalizaciones eléctricas no prosperen», El País, 17/02/1978 [http://elpais.com/diario/1978/02/17/economia/256518007_850215.html].
[13] «El control del sector eléctrico y el número de nucleares enfrentó a UCD y la izquierda», El País, 29/07/1979 [http://elpais.com/diario/1979/07/29/espana/302047204_850215.html].
[14] «Aprobadas tres resoluciones genéricas sobre el Plan Energético Nacional», El País, 28/07/1979 [http://elpais.com/diario/1979/07/28/portada/301960801_850215.html].
[15] «La fuerza del watio», El País, 01/07/1978 [http://elpais.com/diario/1978/07/01/economia/268092020_850215.html].
[16] «Resoluciones aprobadas sobre el Plan Energético Nacional», El País, 29/07/1979 [http://elpais.com/diario/1979/07/29/espana/302047205_850215.html].
[17] «Banca y monopolios: un pacto con la realidad / y 2», El País, 19/01/1977 [http://elpais.com/diario/1977/01/19/economia/222476418_850215.html].