Filosofía y software. La cultura digital detrás de la pantalla
UMBERTO RONCORONI
Colección Investigaciones
Filosofía y software. La cultura digital detrás de la pantalla
Primera edición digital, octubre de 2016
© Universidad de Lima
Fondo Editorial
Av. Javier Prado Este N.o 4600,
Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33
Apartado postal 852, Lima 100, Perú
Teléfono: 437-6767, anexo 30131
fondoeditorial@ulima.edu.pe
www.ulima.edu.pe
Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima
Versión ebook 2016
Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.
https://yopublico.saxo.com/
Teléfono: 51-1-221-9998
Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores
Lima - Perú
Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.
ISBN versión electrónica: 978-9972-45-370-0
Introducción
Primera parte
Capítulo 1. Neocolonialismo, software y arte
1. La crítica cultural a las tecnologías de la información
2. Informática, ciencia y arte: la cuestión ética
3. El digital divide
4. El papel de la estética, del arte y de sus instituciones
Capítulo 2. Lo sublime: el punto de vista tecnológico
1. Notas preliminares sobre lo sublime
2. Derrida y las dinámicas de lo sublime
3. Lo sublime y la ciencia
4. Lo sublime tecnológico
5. Lo sublime en la red, o lo cibersublime
6. Para una crítica de las interpretaciones tecnológicas de lo sublime
Capítulo 3. Belleza, ciencia y tecnología
1. Notas sobre la crisis de lo bello
2. la recuperación de la belleza en la estética
3. La ciencia y el valor epistemológico de la belleza
4. La relación entre belleza, complejidad y computación
5. Fundamentos de la belleza emergente
6. Belleza, complejidad, tecnología y libertad
Capítulo 4. La estética de Pareyson y la complejidad
1. El concepto de formatividad en Pareyson
2. Forma, símbolo, historia
3. Forma, verdad y obras de arte
4. Debilidades y fortalezas de la estética de Pareyson
5. El saber y las dimensiones complejas de la formatividad
Segunda parte
Capítulo 5. Software y escritura
1. El software
2. La escritura: Platón, Rousseau, Levi Strauss y Derrida
3. Las capas operativas y textuales del software
4. Can the user speak?
Capítulo 6. Aspectos de la oralidad y de la escritura en el software
1. La oralidad, la escritura y el software: aspectos generales
2. La oralidad, la escritura, la creatividad y el software
3. Las tecnologías de la palabra analógicas y digitales
4. Los aspectos epistémicos de la escritura analógica y de la escritura digital
5. Ciencia, oralidad, escritura y tecnologías de la información
6. Crítica a la dimensión oral de las herramientas digitales
7. Hacia una tercera oralidad y una segunda escritura
8. Notas acerca de la oralidad, la escritura y la neocolonización
Tercera parte
Capítulo 7. Software y arte
1. El arte digital, el software y el sistema del arte
2. Breve historia y algunos conceptos generales del software art
3. Fundamentos del desarrollo estético y artístico del software
4. Arte generativo y aesthetic computing
5. Computer art y software art: una aproximación crítica
6. El software como institución
Capítulo 8. Hipótesis para una estética del software
1. Las capas del software y sus funciones estéticas
2. Superación de la estética modernista en el arte digital
3. Principios rectores de la estética del software
4. La utopía del software: arte y creatividad para todos
5. Hacia una estética de la complejidad
6. A modo de conclusión
Bibliografía
Índice analítico
Índice onomástico
Glosario
Los procesos de la globalización han enfatizado las diferencias económicas y culturales, según muchos observadores, y en los países en desarrollo la globalización se vive como una amenaza o un ataque a la autonomía política y cultural. Es difícil no reconocer algo de razón en estas críticas, sobre todo en lo referido a la cultura, pues las nuevas formas de colonización se sustentan en el control de los medios de comunicación y del conocimiento científico y tecnológico. Ahora la comunicación y la investigación se desarrollan cada vez más en los nuevos medios, las redes, internet, las páginas web, los blogs y los social networks. Estas nuevas formas de comunicar, aparentemente, nos liberan de los monopolios y de las censuras, para restituir al público independencia y autonomía.
Sin embargo, aquí habría que controlar las reales condiciones con las cuales se maneja la sociedad de la información y determinar cómo se difunde e impone el conocimiento y la nueva clase de poder que de esto se deriva. Al respecto, hay que decir que la comunicación digital no está constituida solamente por internet, los blogs o las páginas web, sino principalmente por el software, que es el motor que los mueve a todos y es, además, un elemento esencial de los artefactos, robots y maquinarias utilizadas en cualquier actividad social, económica y cultural del mundo globalizado.
Entonces, si las tecnologías de la información revelan nuevas formas de control y de poder, resulta interesante y oportuno examinar, por un lado, los fundamentos culturales del software y de sus interfaces y, por otro, cuáles son los modos con los que la estética puede mejorar las características de las herramientas digitales; lo que es bastante crucial para los países en vías de desarrollo, porque implica repensar los procesos educativos y formativos y el mismo concepto de actualización tecnológica.
El primer problema es que el software es un sistema escondido —una suerte de caja negra—, que funciona de manera autónoma, protegido por las interfaces y el consumismo acrítico de los gadgets tecnológicos. El segundo problema es que la tecnología digital se esconde porque simula otras tecnologías, a través de metáforas que encubren sus formas reales; esta es la dimensión de la interfaz, que distorsiona la perspectiva crítica y debilita la eficacia de las tecnologías de la información para el desarrollo y el progreso democrático.
Naturalmente, el problema de la función persuasiva del espectáculo, del arte y de sus aparatos tecnológicos no es nuevo, pues hay un largo recorrido teórico y crítico que comienza con Adorno y Benjamin, pasa por la crítica a la tecnociencia de Heidegger, y desemboca en el situacionismo de Debord, y en la crítica mediática de Baudrillard y Virilio. Ello no obstante, la relación que todo esto tiene con el software y las interfaces no es, para nada, clara. Para comenzar, la identidad estética y lingüística del software y de las interfaces no está suficientemente discutida; por ejemplo, lo digital se asfixia todavía en las confusiones entre hardware y software, entre lo analógico y lo propiamente digital. Y no se trata de discutir entre copyright y copyleft: el software libre no es la solución a estos problemas, pues no hay que confundir entre monopolio de herramientas y monopolio de conocimientos; en otras palabras, la democracia de los medios no es lo mismo que la democracia del saber.
Las dificultades nacen no solo porque el software y sus interfaces son entidades complejas, sino porque también la estética, el arte y lo bello viven una fase de crisis teórica y práctica. Muy poca ayuda recibimos del mundo del arte, aun cuando este pretende constituirse como conciencia o voz crítica de las sociedades avanzadas. Incluso se podría decir lo contrario: el desinterés o la atención superficial del arte para los problemas tecnológicos y científicos constituyen una de las formas de colonización cultural.
Así que la función del software como medio de comunicación y de colonización —su identidad estética— constituye una tarea pendiente. El análisis y la corrección de estas dinámicas es, justamente, la razón que ha impulsado los estudios que conforman este trabajo.
En concreto, aquí perseguimos los siguientes objetivos: en primer lugar, delinear una arquitectura de arte y software, precisamente en relación con el uso democrático del conocimiento y de la tecnología; en segundo lugar, comenzar una crítica estética del software, en paralelo con una crítica del arte, en función de los problemas de identidad cultural y social, democracia y libertad del saber; y, por último, a través del análisis cultural de las tecnologías de la información, individuar los mecanismos tecnológicos y estéticos de la neocolonización y establecer la respectiva relación con la educación y la pedagogía.
Para ello, he dividido el estudio en ocho capítulos, estructurados según un orden lógico secuencial, aunque legibles de modo independiente.*
En el primer ensayo se examinarán el contexto de la globalización, de la tecnología, de la neocolonización, las cuestiones de lo digital divide y de la violencia epistémica; hablaremos, además, de la decadencia de Occidente de Spengler, del imperio de Negri y Hardt, y de la crítica a la neocolonización de Spivak. Todo esto nos dará el marco y las razones sociales para abordar las problemáticas estéticas del software.
El segundo ensayo consiste en el examen del problema de lo sublime en el arte y de su relación con lo sublime posmoderno y, sobre todo, con la teoría del sublime tecnológico de Costa. Se mostrará, con respecto a la estética tecnológica, la importancia de la relación belleza-sublime-verdad, a partir de las reflexiones de Derrida.
En el tercer ensayo se estudiarán las nuevas formas de lo bello que, en cierto modo, se vuelven a constituir, en parte gracias a las ciencias de la complejidad, a las simulaciones y a las realidades virtuales; en parte por la discusión de las aporías estéticas que afectan el arte. Trataré de mostrar que el pluralismo, la indeterminación y lo abierto no implican la ausencia de la belleza y de sus estructuras formales, y que los medios de comunicación digitales apelan a lo bello por más de una razón: por las interfaces, en primer lugar, y por nuevas categorías de belleza relacionadas con el hacer, con la praxis y con el saber, lo que acerca lo digital tanto a las matemáticas como a las artes escénicas.
El cuarto ensayo —que concluye la primera parte del volumen— está dedicado a la estética de Pareyson y, de modo especial, a su teoría de la forma, que introduce muchos aspectos relevantes en cuanto a sus aspectos sistémicos y complejos, sobre todo en relación con tópicos como la autoorganización, la autopoiesis, de Maturana y Varela, y la categoría de emergencia.
En el quinto ensayo, finalmente, comenzará el análisis estético del software, en primer lugar, mediante una comparación con la crítica a la escritura, desde Platón a Rousseau, Levi Strauss y Derrida. El poder de la escritura del software influye en las dinámicas de la globalización y de la colonización cultural porque, además de ser utilizado para hacer algo, el software es un medio de comunicación con un preciso marco filosófico, estético y operativo. Se hablará del software como lenguaje y de la peculiar relación entre palabra y escritura, entre comunicación oral y escrita, y mediante el uso operativo, que permite comparar la herramienta con el lenguaje y con la obra de arte.
En el sexto ensayo se profundizarán los temas apenas descritos en Orality and literacy de Walter Ong, un estudio muy importante, tanto en sus aciertos como en sus errores, para comprender las dinámicas estéticas de los nuevos medios y de las tecnologías de la información en particular. Al respecto, analizaré internet, la multimedia y las interfaces; hablaremos de blogs, de ambientes de autoría distribuida y de ciberespacio. Creo que con esto se hará evidente la naturaleza problemática de lo bello en relación con lo decorativo y el kitsch de los efectos especiales que predominan en estos medios.
El sétimo ensayo abre la tercera parte de este trabajo y está dedicado al análisis de las teorías del arte del software de diferentes autores (principalmente, del historiador alemán Florian Cramer, quien ha estudiado la problemática con profundidad). Se tratará de determinar la relación entre la estética y el software art, recuperando los aportes de Heidegger, Gadamer, Eco y Vattimo, y de discutir sus vínculos teóricos con las vanguardias, el arte conceptual y Fluxus. Al respecto, trataré de mostrar la relevancia estética de las diferentes capas operativas del software para todos los procesos en los cuales están involucradas las tecnologías de la información.
En el último ensayo, el octavo, he tratado de delinear los fundamentos para una nueva estética del software, entre la obra abierta, la justicia epistémica, la hermenéutica y la mayéutica. Lo que aquí está en juego, para el software, no es solo el arte, sino sus funciones sociales, políticas y educativas; y para el arte, no solo sus aspectos tecnológicos, sino la discusión de sus principios y fundamentos, según el paradigma científico y filosófico de la complejidad.
Metodológicamente, el nuestro es un estudio de carácter interdisciplinario, que se apoya tanto en una cierta experiencia práctica personal del software (diseño, programación e implementación de aplicaciones para artistas y educadores) como en la práctica artística y en el trabajo teórico y filosófico. Me parece importante subrayar que una aproximación interdisciplinaria, para esta clase de investigaciones, es no solo aconsejable, sino obligatoria, pues los procesos digitales interlazan campos muy diferentes del saber científico y humanístico.
Y no es secundario el hecho de que las inquietudes estéticas y tecnológicas hayan surgido y se hayan desarrollado en un país de “frontera” como el Perú, que vive las contradicciones entre un gran desarrollo económico y cultural y sus tradiciones tan antiguas, variadas y, a menudo, ajenas a las lógicas del mundo globalizado. Todo esto, pues, ha enriquecido nuestra perspectiva crítica en todos los sentidos, tanto sociales como culturales. Tengo la ilusión de que los resultados conseguidos con este estudio puedan compensar la oportunidad que el Perú y sus instituciones educativas —de modo especial, como es obvio, la Universidad de Lima y su Instituto de Investigación— me han regalado.
Solo el hombre culto es libre.1
No nos falta comunicación; al contrario, tenemos demasiada.
Lo que nos falta es creación. Nos falta resistencia al presente.2
La cultura, la economía y la política son factores importantes de la neocolonización que opera en los países en vías de desarrollo. Este proceso involucra de cerca al arte, aunque, por el desinterés o la superficialidad de los artistas, este se haya convertido en algo vacío (Paul Virilio argumenta que el silencio del arte es el silencio de aquel que, hablando demasiado, habla de nada)3 y, por lo tanto, en la necesidad de replantearse como práctica y discurso. Pero, como yo lo veo, son precisamente los problemas de la cultura globalizada y de sus tecnologías los que podrían permitir al arte recuperar sentido y actualidad.
El objetivo de este capítulo será, pues, analizar el papel del arte y de las tecnologías de la información en la neocolonización cultural, ya que arte y bits son los medios de transporte a través de los cuales los mecanismos del poder y del control alcanzan su dimensión global. Aquí es necesario anticipar que el medio tecnológico que desplaza al poder y sus sistemas informativos es el software, y que la naturaleza de este, de las redes y de sus aparatos es inmaterial y estética, a pesar de no tenerse claro, por ahora, lo que esto signifique con exactitud. Con ello espero demostrar la necesidad de explorar los aspectos culturales y mediáticos del software y de investigar cómo este desarrolla su influencia en la ciencia, en el arte y en la educación. Por cierto, haremos una lectura de la neocolonización y de la crítica poscolonial4 restringida a lo que pertenece a lo digital, sobre todo abordando el problema del digital divide,5 algo que se pretende resolver, un poco burdamente, regalando computadoras de cien dólares. Haremos también una crítica a los que rechazan la modernidad y la tecnología, puesto que así se debilita el valor de la creatividad y se favorece la piratería y el hacking sin causa. En general, el error principal radica en creer que lo digital pertenece a la ingeniería, cuando en realidad se mueve en el dominio del lenguaje y de la estética; es decir, lo digital es un entorno más vinculado a las humanidades que a la ciencia y a la técnica.
En los países en vías de desarrollo se hacen muchas críticas a los supuestos beneficios de las tecnologías de la información, que son vistas como herramientas del poder económico y cultural. La primera parte del problema, como ha mostrado el premio Nobel de Economía, Amartya Sen, concierne a la libertad.6 El desarrollo global de una sociedad es consecuencia de las posibilidades de sus miembros para escoger y crear, y la libertad y la cultura son valores constitutivos porque incentivan políticamente la seguridad económica. Pero, según Sen, es esencial contrastar los beneficios materiales que brinda la tecnología, con sus eventuales limitaciones a la libertad.
Con respecto a los medios de comunicación, el poder colonizador se manifiesta en el control de la información y de la cultura, con lo cual se impone a las identidades y los valores de las comunidades de los países en desarrollo.7 Como escribe el crítico cubano Miguel Torres:
La información que recibe el mundo cada día, se encuentra monopolizada por las grandes agencias de los países capitalistas desarrollados [...] incidiendo negativamente en los países subdesarrollados, toda vez que adoptan una posición parcial y tendenciosa. [...] Ante las características totalitarias de esta sociedad capitalista, la noción de la “neutralidad” de la tecnología no puede seguirse sosteniendo. La tecnología como tal no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un sistema de dominación [...].8
Y como manifiesta otro premio Nobel, Adolfo Pérez Esquivel:
Hay tres aspectos diferentes que merecen un análisis detallado. El primero se refiere a la magnitud de los intereses en juego y a su influencia sobre los medios de comunicación. El segundo se refiere a las transformaciones tecnológicas del sistema mediático, que arrastran la misma vida política e institucional de las sociedades avanzadas. El tercero es la escasa preparación de los operadores de los medios, desde los periodistas hasta los dueños, frente a los nuevos fenómenos, y la debilidad del sistema entero frente a los poderes fuertes que controlan el flujo de las comunicaciones.9
Democracia significa, también, distribución del saber tecnológico; por eso resultan muy importantes las garantías de transparencia de la información, de los datos y de los conocimientos.10 Pero, gracias a su ubicuidad e invisibilidad, y puesto que muy pocos saben con exactitud lo que es un artefacto informático, el software es un velo que encubre informaciones y conocimientos y, por lo tanto, a pesar de las proclamas, es algo que sirve muy poco como garantía de transparencia y crecimiento democrático.11
Apunto a demostrar que las tecnologías de la información favorecen la libertad productiva y empresarial, pero no necesariamente la libertad cultural y creativa que Sen reclama. Es oportuno considerar dos aspectos: que lo que condiciona la libertad es el software y no el hardware, y que el software es un universo que se compone por empresas, universidades, laboratorios, agencias de marketing y de publicidad. Utilizar software implica interactuar, aunque a diferentes niveles, con los procesos ideológicos, culturales y mediáticos de dichas instituciones; la influencia del software se extiende, entonces, dentro de varios dominios, entre los cuales se encuentra el estético.
Naturalmente, cultura, democracia y derechos humanos están estrechamente relacionados. Sen argumenta que estos derechos, tan esenciales para el desarrollo, parecen ser exclusivos de la cultura occidental europea, pues esta, que asume la paternidad de la democracia y de la modernidad, considera que los demás países son ajenos a estos valores.12 Mediante el autoritarismo y la subcultura de sus medios de comunicación, Occidente condiciona culturalmente e implícitamente paraliza a otras sociedades que están en búsqueda de la democracia. Además de apoyarse en prejuicios muy enraizados, lo subalterno (categoría que una importante crítica poscolonial, Gayatri Spivak, ha utilizado para designar a quien se le deniega la palabra libre y creativa)13 se articula con explícitas y muy bien orquestadas maniobras de marketing, tanto que en estas participan, en primera línea, los principales actores de Hollywood.14
Esta aproximación a la crítica poscolonial permite resaltar las peculiares características de la tecnología digital en la relación entre identidad, ciencias y humanismo. Según Amartya Sen, la amenaza de la globalización tecnológica a las culturas indígenas es especialmente poderosa en términos culturales: “La capacitación en el uso de la computadora y de internet o de servicios análogos no modifica solo las posibilidades económicas, sino la misma vida de aquellas personas involucradas en semejantes innovaciones tecnológicas”.15
Lo que afecta a la vida de las personas afecta a sus tradiciones culturales, y la pérdida de cada una de ellas tiene un impacto global porque empobrece la diversidad y, por ende, el diálogo y la interacción. Y es la falta de identidad cultural lo que provoca la reacción sobredimensionada típica de las nuevas insularidades, pues una sana vigencia de lo local brindaría la capacidad de apreciar las culturas ajenas y de integrar sin miedo cada una de sus valencias positivas.
La complejidad de estas dinámicas requiere de una gran finura intelectual16 que hay que aplicar, además, en el análisis de las herramientas que utilizamos para producir y comunicar. Los argumentos de Sen implican dos condiciones muy importantes: primero, que para la comprensión de una realidad tan compleja, el humanismo debe ser libertario y socialmente solidario; y segundo, que el arte, las letras y la educación deben superar las distancias entre la estética y la ciencia y la tecnología.17 Veremos que, por esta vía, el arte es parte esencial de la complejidad cultural contemporánea, ya que es el medio que permite investigarla y, por decirlo así, entrenarla.
El debate entre neocolonización y tecnología presenta aspectos particularmente significativos en el trabajo de muchos exponentes de la cultura latinoamericana. Podría resultar útil, para iniciar el discurso, comentar la relación de estos intelectuales con Europa, sobre todo para mostar la influencia que ha operado en este contexto la teoría de la decadencia de Occidente, de Oswald Spengler. Como explica María Cristina Carnevale:
El nihilismo alemán es el punto de partida donde nacen estas ideas; él señala un cuestionamiento a la idea del progreso continuo y a la sociedad domesticada; por el contrario, un día la naturaleza golpeará produciendo un caos creativo. Hablan de una anarquía productiva, del momento cuando la naturaleza se rebele contra la idea del progreso lineal. [...] Con relación a su fisionomía, frente a la visión lineal de la historia, Spengler hablará de culturas. Las culturas vistas como organismos vivos emergen, crecen y mueren, pasan por las mismas edades de los hombres. Pero cuando la cultura pierde su fuego y decae, entra en la última fase: la civilización. [...] A partir de estos planteos, toda su obra está dirigida a demostrar la determinación o condicionamiento cultural de prácticamente todas las producciones mentales, desde el número y las matemáticas hasta el arte. También cada cultura posee su propio conocimiento de la naturaleza. Cada cultura elabora una física o química de acuerdo con su propia imagen.18
Según Carnevale (y como también piensa Aníbal Quijano),19 la visión de Occidente de Spengler es emblemática porque ha influido en formar la categoría de América Latina, su identidad cultural y sus posibilidades para competir en los juegos de la globalización.
En cuanto a los pueblos que podrían servir como núcleos de la venidera cultura que sucederá a la occidental europea, Quesada no cree como Spengler que deban buscarse sus gérmenes en Rusia, sino en América, porque entiende que América será llamada a constituir el molde de las nuevas sociedades que se irán formando como resultado de la transición y evolución de las actuales europeas. [...] La obra de Steward Vargas se inscribe en lo que Spengler denominaba la “rebelión de los pueblos de color”; es la antípoda del nacionalismo de los centros dominantes, por cuanto encarna la vocación de ser propia de los pueblos dominados, de los postergados por la historia y el poder.20
La crítica poscolonial, en Chile y Argentina, carece, por razones históricas, de un análisis del periodo colonial en sí; por eso son muy importantes los escritos del filósofo peruano José Carlos Mariátegui, pues ha escrito desde una sociedad que ha vivido la Colonia en modo profundo y dramático. En un artículo de 1925, Mariátegui aborda el tema de la creatividad y cuestiona los aspectos de las teorías de la identidad cultural influenciados por las ideas de Spengler que acabamos de mencionar: “El pensamiento hispanoamericano no es generalmente sino una rapsodia compuesta con motivos y elementos del pensamiento europeo”.21
En efecto, como ha señalado Moraga Valle, Mariátegui anticipó varios temas de la crítica poscolonial; por ejemplo, la importancia del lector y de la relación entre quien escribe y el sujeto y el lugar donde se lee,22 así como varios aspectos de la violencia epistémica, del logocentrismo y de la reconstrucción.23 Hacemos hincapié en Mariátegui para reiterar que la identidad cultural, la interpretación y, sobre todo, la creatividad deberían considerarse como tópicos de los más urgentes.
Todo este cuestionamiento podría parecer artificioso cuando la cultura occidental está globalizando el planeta entero. Pero el dominio occidental se da, precisamente, en el marco de la crisis del espíritu faustiano trazado por el filósofo alemán, cuyo pensamiento, entonces, es importante volver a interpretar, como ha dicho en una entrevista reciente el filósofo italiano Stefano Zecchi. Esta nueva lectura de Spengler muestra que la crisis tiene que enfrentarse recuperando la fuerza del símbolo, la visión literaria de la historia y, de manera implícita, el fundamento estético y filosófico de la tecnología:
Hay otras cuestiones actuales que la obra de Spengler ayuda a interpretar: la explosión de los conflictos interétnicos y religiosos, la confrontación de Occidente con otras civilizaciones, la crisis de la idea del Estado nacional. [...] Y frente a estas señales de decadencia, ¿cómo se debe entender el tema de la metamorfosis? En esta idea, dice Zecchi, hay una referencia explícita a una cultura olvidada: la visión goethiana, organicista, de la cultura. Goethe, como decía Nietzsche, ha sido removido. Su visión de la relación entre las diferentes formas de conocimiento, que encuentran en la expresión estética su cumbre, se ha debilitado. El principio metamórfico ha sido eliminado de la cultura europea, que ha entregado el mando a la economía. Así, se ha roto y luego invertido el enlace entre cultura, política y economía.24
También Serge Latouche, uno de los más severos críticos de la globalización tecnológica, opina que el sueño occidental ha producido, en los países en desarrollo, una crisis cultural generalizada (lo que puede leerse, en el sentido propiamente spengleriano de civilización, como la manifestación del estadio final de la vida de una cultura). Según Latouche, para armar una posible resistencia resultaría esencial el aporte de las culturas indígenas, de las tribus que defienden su independencia y, por ende, su creatividad:
No es un caso, además, que África muestre esta extraordinaria capacidad de disidencia dentro del proceso de uniformización planetaria [...]. En nuestras sociedades, por el contrario, el individuo está completamente aislado en un sistema que manipula su imaginario que viene de la publicidad y la propaganda: su comportamiento revela un conformismo absoluto, una obediencia pasiva a todas las modas.25
No olvidemos, de todos modos, que ha sido Spengler (antes de Mariátegui o Latouche) el que ha mostrado dónde se constituye el enlace entre la globalización, la estética y la educación: en la tradición. Un concepto clave, que trataremos de capitalizar en toda su importancia:
El primer problema es convertirse en una identidad […] crear una tradición, liderar en ella a los demás, para que el trabajo individual pueda ser continuado con la fuerza espiritual de todos […]. Si no se desarrolla esta creación de la tradición, entonces en lugar de un contexto normativo homogéneo tendremos una agregación de cabezas indefensas frente a lo desconocido.26
Educación y creatividad son los pilares de la tradición; el énfasis sobre lo creativo, sin embargo, implica que la defensa de la tradición no puede consistir en el rechazo de lo tecnológico, de lo nuevo y de lo global, sino en un diálogo honesto que desemboca, probablemente, en la cultura del mestizaje y del híbrido.27 Por eso, los fenómenos de la piratería, si bien podrían asemejarse a una forma de resistencia y de guerrilla tecnológica, son en realidad signos de la ignorancia y de la incapacidad de generar una producción autónoma. Si tiene razón Latouche, entonces la insuficiencia educativa y cultural hace que la exposición al conformismo consumista sea cada vez más fuerte.28 Lo que se pierde, finalmente, es el sentido de la lucha contra el consumismo globalizado y la solidaridad: “La visión emancipadora de la técnica es, a pesar de todo, extremadamente superficial, pero, por esta misma razón, muy difundida. Nunca se logrará convencer a un ama de casa de que los artefactos no la liberan, sino que la condicionan”.29
Antes de continuar, me parece necesario señalar que los mecanismos neocoloniales de la globalización cultural no son solamente mediáticos, sino también científicos. Por ejemplo, la catalogación del genoma humano y la ingeniería genética constituyen otras formas, particularmente alarmantes, bajo las cuales considerar la relación entre poder, tecnología y arte, donde el factor novedoso es la profunda semejanza entre las ciencias de la información y la biología molecular, lo que convierte la cibernética en el lenguaje común entre células y computadoras.
De acuerdo con Jeremy Rifkin, los últimos avances en este campo muestran la posibilidad de colonizar a los seres humanos y sus horizontes expresivos y creativos.30 Es cierto que los intereses comerciales de las biotecnologías deben ser tales como para justificar el soborno y la violencia; pero el efecto más peligroso, considerando la creciente explotación del know how genético en campos como la agricultura o la farmacéutica, es que estaremos doblemente contaminados por códigos ajenos, tanto genéticos como informáticos, porque es el lenguaje de la informática el que prepara el terreno para la entrada de la bioingeniería. El lenguaje digital —el software — se volverá un metalenguaje común y unificado, porque la complejidad de la tarea que se va proyectando para el control del patrimonio genético del mundo tiene que ser procesada de modo distribuido y globalizado.
El problema, como dice Rifkin, es que hablamos de un contexto tan complejo que puede llegar a rediseñar la forma de pensar la naturaleza y a nosotros mismos, y que todo esto sucede casi inadvertidamente, por el mecanismo típico de las novedades tecnológicas: a) una vez que una tecnología ha sido aceptada e incorporada en la sociedad, es casi imposible cuestionarla; muy justamente, Rifkin advierte que la nueva cosmología de la bioingeniería debe ser discutida ahora, para no cerrarse las posibilidades de crítica en el futuro; b) se piensa en la tecnología como un efecto natural del quehacer humano y no como una desviación o excepción, lo cual implica la necesidad de redefinir el borde entre lo natural y lo artificial; c) el mercado tiene la tendencia a exportar una visión del mundo que pretende imponerse como una explicación metafísica de la realidad; se puede así asimilar lo que es incompatible y se elimina sin cuestionar lo que no está al paso con dichos procesos;31 d) luego que una tecnología ha logrado ubicarse como parte del entorno, nadie tiene el coraje de resistirse a este supuesto orden natural: esta es la colonización de las conciencias.
Todas estas metafísicas cibernéticas no consideran el organismo viviente como un ser individual, sino como un proceso en fase de elaboración, esto es, como un producto tecnológico. La evolución, de acuerdo, por ejemplo, con Norbert Wiener o Ilya Prigogine, es un viaje hacia la complejidad y hacia la capacidad de elaborar crecientes cantidades de información; pero semejante concepto de cambio, de transformación y de emergencia conlleva un peligro, es decir: hacer que el individuo (y con esto se entiende tanto una persona como un grupo social) no sea esencial, ya que lo que importaría sería el sistema. Y no es así; según el premio Nobel Murray Gell-Mann, un organismo es algo que está en búsqueda de un esquema; es algo creativo, no una máquina para sobrevivir.32
La estética es parte del debate, porque el mercado de la bioingeniería se da perfectamente cuenta de que es difícil apoderarse y explotar algo (como otro organismo) que sentimos parecido a nosotros; por lo tanto, se introducen los dominios abstractos, impersonales y virtuales del juego, del espectáculo y del arte. Como señala Rifkin: “Alterar el código genético parece más íntimo y noble si es visto como un ejercicio artístico”.33
Así, el mercado de la biogenética expande el dominio de la naturaleza para aprovecharse de lo que no es natural; con la misma finalidad, crea barreras y diferencias ficticias entre los seres humanos y, por último, desencadena el proceso inverso: lo natural se vuelve completamente artificial, juego, obra de arte.
En efecto, la tarea de derrocar la idea del organismo como individuo, como diferencia y como entidad sacra, se lleva a cabo utilizando el poder del arte, de la retórica y de la comunicación masiva. Coherentemente, la información se convierte en la nueva alma del siglo veintiuno, y el nihilismo posmoderno en otra metafísica, no diferente de las del pasado, sino solo adecuada a la nueva realidad tecnológica. La triste revancha de lo estético en la época de la muerte del arte es que, si el arte no ha podido incorporarse a la vida, es esta la que se transforma en una obra de arte.
Nos estamos acercando a un tópico crucial porque, como espero demostrar, la estética a la cual se acoplan las bioingenierías es la estética del genio y del arte por el arte, solo que el genio, hoy, es el arbitrio y el poder del dato y de la información en sí. El resultado es que se confunde lo técnico con lo estético, y el arte, que debería ser un acto de amor hacia la naturaleza y a los demás, se vuelve incapaz de mitigar el dominio y la explotación de la pura técnica. Así, este concepto de desarrollo termina imponiendo soluciones que nos alejan cada vez más de la complejidad que, sin embargo, es el principal horizonte de la modernidad. La techné se transforma en tecnociencia, y software y wetware, computadoras y ADN se vuelven, tanto incentivos a la estetización de lo real, como impedimentos al progreso ético, social y cultural, y la angustia causada por este tipo de entorno produce nuevas ilusiones y mitologías. Por eso, según Rifkin: “Desafortunadamente, estamos cada vez más confundiendo el arte de escoger con el arte de crear”.34
En este contexto, es muy fácil persuadir a la gente a que se incorpore al consumismo tecnológico, a no hacerse preguntas sobre las falsas estéticas dictadas por las modas y, por lo que se refiere a lo educativo, a subestimar los efectos del predominio tecnológico sobre la conciencia crítica y la creatividad.
El problema cultural y social que viene con las tecnologías digitales debe, entonces, encuadrarse en un marco interdisciplinario: científico, humanístico y estético. Desde esta hipótesis abordaremos el digital divide; es decir, la falta de recursos y capacidades para el uso de las tecnologías de la información. Vista la complejidad de semejante contexto, es oportuno comenzar con un análisis general, lo que haremos revisando un texto clásico de la crítica a la colonización neoliberal, como es Imperio, de Toni Negri y Michael Hardt. Este texto es importante, además y a pesar de estar de acuerdo o no con su alineación política, porque ofrece una interpretación de la problemática tecnológica política y social, capaz de enfocar con lucidez lo que la presión del marketing tecnológico hace pasar por alto.
Trataré de resumir y comentar en forma esquemática los rasgos y los sucesos más importantes de la globalización tecnológica que se hallan en el trabajo de Negri y Hardt: a) en la economía, el régimen salarial, entendido como función de regulación, ha sido remplazado por un sistema monetario flexible y global; el dominio normativo ha sido remplazado por los procedimientos de control y de vigilancia que se ejercen a través de las infovías; b) las redes y las autopistas de la información son esenciales para el control de la producción globalizada; el poder actúa, por lo tanto, a través de estos canales, y es curioso que la red quede como metáfora del movimiento y de la libertad, cuando en realidad constituye una trampa (la telaraña);35 c) a diferencia del ferrocarril, del teléfono o de la televisión, las nuevas tecnologías de comunicación son inmanentes: la red y sus protocolos software son el contexto tanto de la comunicación como de la producción; d) la descentralización, que facilita la supervivencia del sistema (la red sigue funcionando, aunque una parte sea destruida), también dificulta su control; e) la red elimina, en parte, la jerarquía de poder creada por los medios de comunicación tradicionales, porque cada nodo de la red actúa de modo independiente y libre; pero, de esta forma, la red se anula y regresa a las relaciones humanas normales, donde empiezan a regenerarse las jerarquías tradicionales; f) y si es verdad que en alguna medida la red no puede ser fácilmente controlada, es cierto que el mismo ciberespacio hace nacer nuevas formas de control: la visibilidad, por ejemplo, o las metaformas como las interfaces, el control del código y de sus aplicaciones.
Según Negri y Hardt, las autopistas de la información han generado, sobre todo en los países menos desarrollados tecnológicamente, nuevas jerarquías y clases sociales, porque estos contextos no son productores, sino consumidores de tecnología. Y si tal vez existe una reacción frente al imperio y a la colonización tecnológica, es anárquica y ciega, pues implícitamente se piensa que el imperio no tiene alternativas.36
Por otro lado, hay una estrecha relación entre la neocolonización, la corrupción, la piratería y la falta de creatividad. La función posmoderna de la corrupción sería impedir el desarrollo de la “esencia singular de la multitud”;37 la piratería, en otras palabras, impide el desarrollo de tecnologías autónomas; por lo tanto, recuperando las ideas apenas vistas de Spengler y Mariátegui, opera en contra de la construcción creativa de la tradición. Todo esto hace que la tecnología, o se perciba como un enemigo, o se acepte acríticamente, sin averiguar dónde y cómo se forman y actúan sus mecanismos.
En conclusion, el crecimiento social y económico pasa por lo cultural, y este movimiento debería privilegiar la creación con respecto a la comunicación; a propósito, un aporte muy importante del estudio de Negri y Hardt es, en mi opinión, la crítica a la deconstrucción (y a algunos aspectos de la crítica poscolonial). La metodología crítica de la deconstrucción, que caracteriza el final de la modernidad, no coincide con las exigencias del presente, pues hoy el reto es construir una nueva realidad, y en este proceso las herramientas tecnológicas participan de acuerdo con una antropología híbrida caracterizada por la disolución de las fronteras entre lo natural y lo artificial.38 Desde el punto de vista del arte y del diseño, notamos que comienza a evidenciarse la mutación estética desde la obra y la forma, que son categorías estéticas modernas, a las herramientas y a los procesos de producción abiertos de la posmodernidad.39
La disparidad de cultura tecnológica y sus causas (la revolución digital no favorece de la misma manera a todos) constituyen el campo del digital divide. Como he tratado de explicar, el problema se reduce al conocimiento y a la creatividad; por eso, también en los países líderes en tecnología pueden existir desigualdades de oportunidades, y estos contextos evidencian, entonces, que no se trata de diferenciar entre los que poseen y los que no poseen tecnología en términos de hardware. En efecto, la desventaja económica y material (el hardware) se puede colmar fácilmente,40 pero es mucho más difícil lidiar con la diferencia de conocimientos y habilidades. Sucede entonces que persiguiendo la estrategia más facil —regalar computadoras e instalar banda ancha por todos lados—, en realidad se puede aumentar la disparidad entre quien construye o domina la tecnología y quien la consume.
Hay que pensar al digital divide de otra manera: el verdadero gap tecnológico debería evaluarse con base en la tasa de contribuciones originales que una cierta sociedad sabe desarrollar, o en las motivaciones y criterios que se aplican en la navegación del ciberespacio, más allá del chat y del juego. A este propósito, tiene razón Eszter Hargittai cuando dice que la categoría del digital divide se explica solo en términos cualitativos.41
Según Hargittai, el diferencial tecnológico con respecto a internet — parámetro que podemos generalizar para las tecnologías de la información en general— se presenta bajo cinco puntos de vista diferentes: a) técnico: software, hardware, calidad del enlace; b) autonomía de uso, accesibilidad y libertad de acceso al medio; c) tipologías de uso: cómo y para qué se usa internet; d) soporte tecnológico: el entorno cultural que pueda apoyar al usuario; y e) habilidades: en qué grado se usa el medio de modo efectivo.
Como se puede notar, la clave no es la disponibilidad de hardware, lo que se reitera ulteriormente en un estudio reciente de los australianos Barbara Crump y Andrea McIlroy:
La polaridad entre aquellos que poseen y aquellos que no poseen, pensada ingenuamente en términos de acceso y sobre la creencia de que todos quieran acceder a las tecnologías de la información, es incorrecta. Como demuestra la investigación, no todos los no poseedores quieren volverse poseedores, y tampoco existe el convencimiento de que las tecnologías de la información aporten beneficios concretos a su estilo de vida.42
La trampa de la lectura tecnocéntrica del digital divide resulta manifiesta, tanto como la presencia de las estrategias económicas y políticas que la empujan. Según un reporte presentado en el 2004 por Maya van der Velden:
En la política del desarrollo, el rol de las tecnologías de la información es ayudar a equilibrar las diferencias culturales facilitando el intercambio de la información, la educación, la investigación, la producción, los servicios financieros y las demás actividades involucradas en la sociedad de la información. El discurso principal respecto al desarrollo se fundamenta sobre las categorías de modernidad y de crecimiento económico. Muchas teorías sobre lo tecnológico y el desarrollo se apoyan en esta racionalidad técnica: el crecimiento no es posible sin las tecnologías de la información.43
Lo que se cuestiona es la supuesta neutralidad benéfica de computadoras, redes y software:
En efecto, las tecnologías de la información, como cualquier tecnología, son el resultado de una serie de posturas sociales, económicas, culturales y políticas. Es también posible establecer un enlace entre el diseño de algunas tecnologías y las formas de organización de la autoridad y del poder en los contextos sociales que han producido o escogido dichas tecnologías. […] Las tecnologías de la información tienen una inclinación coherente con la globalización económica. Facilitan la comunicación a larga distancia entre el centro y la periferia, pero favorecen, mientras descentralizan, la centralización del control y de la toma de decisiones.44
En este sentido, la naturaleza inmaterial y oculta del software y de los sistemas informativos subyacentes hace que el digital divide venga colmado sólo al nivel superficial de la interfaz, porque las barreras puestas por las jerarquías del conocimiento y del poder, que pertenecen al dominio del código y que son, por lo tanto, inaccesibles a los usuarios, quedan intactas. Así, las instituciones educativas de los países en vías de desarrollo, que apuestan por el software libre y abierto, deben ser conscientes de que estas arquitecturas son realmente democráticas solo si existe la voluntad de empeñarse en colaborar con tecnologías y conocimientos propios y en diseñar software y aplicaciones originales. En caso contrario, el usuario no cambia su condición de consumidor, aunque el software que utilice sea libre.45
En el estudio de van der Velden, resulta que el desarrollo tecnológico está enlazado con la cultura, la creatividad y la ideología del poder. También Negri, Hardt y Sen muestran que la identidad, la creatividad y la cultura van de acuerdo con el desarrollo de las esperanzas y con las libertades individuales. Pero el tema de la esperanza en Imperio adquiere mayor envergadura: “La cuestión es, en verdad, cómo puede el cuerpo de la multitud configurarse como un telos [...]”.46
El telos (el futuro, el desarrollo) depende de la interdependencia entre cultura, economía y democracia; el avance importante, aquí, es que en la sociedad globalizada el telos se fundamenta y se inscribe en el dominio del lenguaje y de la escritura: “Se nos imponen todos los elementos de la corrupción y de la explotación mediante los regímenes lingüísticos y comunicativos de producción: destruirlos en las palabras es tan apremiante como hacerlo en los hechos”.47
Y “Bien sabemos que las máquinas y las tecnologías no son entidades neutrales ni independientes. Son herramientas biopolíticas desplegadas en regímenes específicos de producción que facilitan ciertas prácticas e impiden otras”.48
Sin embargo, me parece que el problema podría ser más complejo de lo que plantean Hardt y Negri. Digo esto porque en el dominio de la herramienta digital, la producción, el lenguaje y los medios de comunicación coinciden. Lo digital es un medio de comunicacion y una herramienta muy especial: por un lado, el software es un caso ejemplar de los mecanismos performativos del lenguaje;49 por otro, la acción biopolítica se muestra directamente dentro de la herramienta de produccion, ya que el régimen laboral se ha vuelto virtual.50
Por lo que hemos visto hasta ahora, podríamos afirmar que el concepto de digital divide, basado solamente en la capacidad adquisitiva o la alfabetización “clásica”, es inútil y peligroso. Un ejemplo contundente es el software libre, que contribuye, contrariamente a lo esperado, a exasperar las demarcaciones entre consumidores y creadores de tecnología.
Quien ha analizado de modo exhaustivo los fundamentos filosóficos y los mecanismos de la neocolonización ha sido la filósofa hindú Gayatri Spivak,51 cuya crítica poscolonial deconstruye las relaciones entre cultura, escritura y medios de comunicación presentes en las sociedades globalizadas. A Spivak (y a otros representantes de la crítica poscolonial) le debemos varios conceptos esenciales para el análisis estético del digital divide:
a) El más importante es el de la violencia epistémica, que indica la ruptura que la globalización opera sobre los sistemas de signos, los valores y las estéticas de los subalternos (aquellos que Occidente suele denominar países en vías de desarrollo, excolonias, tercer mundo, etc.).
b) El subalterno, según Spivak, no puede hablar libremente, porque el lenguaje de la comunicación globalizada pertenece al dominio occidental. Spivak designa este mecanismo como worlding of a world, término que define la voluntad de Occidente (donde se ve su relación con el logocentrismo de Derrida) de representartelossoftware